Capítulo 3: La Piedra de la Suerte
Al otro día lo primero que hizo Harry fue comerse la cuarta galleta de la caja que Hagrid
le había enviado.
Petunia Evans
El nombre de su tía había sido el de la cuarta galleta. Ahora Harry tenía nula idea ó
entendía mucho menos idea de la que tenía anteriormente con relación a las galletas. Para
alegría de Harry, los Dursley ya estaban en casa, ó por lo menos el carro estaba estacionado
frente a ella. Harry no oía movimiento desde el interior de su habitación, parecían estar
dormidos.
Harry asomó la cabeza por la puerta entreabierta y logró captar voces de el cuarto de al
lado. Se oía la voz de su tía entablando conversación con Dudley. Parecían haber estado
charlando ya hace un buen rato porque Petunia le había dicho que ya no lo quería aburrir
con un sermón, por lo que lo mandó a salir a disfrutar con sus amigos, ya que le quedaba
muy poco tiempo para que se tuvieran que despedir e ir a Hogwarts.
Petunia salió del cuarto de Dudley y al ver a Harry asomado por la puerta, lo saludó con
un beso.
-¡Hola dormilón!, ¿Cómo estás hoy?-
-¡Estoy bien!- contestó mirando a su tía con expresión de pena. La pobre parecía que
deliraba cuando le hablaba. Era su tía, Harry sabía que siempre quizo entrar en Hogwarts,
pero que nunca lo logró, y solo por eso Harry sentía pena por ella.
Bajaron juntos hasta la cocina, en donde Vernon terminaba su desayuno para salir a
trabajar., Harry no tenía hambre, con la galleta de Hagrid le había bastado. Ya había
comido cuatro de ellas y tenía la tentación de comerse todas las demás para ver si así
lograba averiguar que tenían todos los nombres de esas galletas en común.
Dudley salió de la casa a la calle, y Harry se decidió a seguirle. Caminaron unas cuantas
cuadras, en donde Dudley se escondió tras una palmera. Harry notó las intenciones de
Dudley. Un niño , que parecía tener a penas siete años, venía pedaleando en su bicicleta por
la acera en la que Dudley trataba de esconderse. La palmera no tenía el suficiente tamaño
para ocultar toda la masa de su primo, por lo que a leguas se podía ver que había alguien
ahí. Pero el niño, pequeño al fin, ignoraba la malicia de Dudley y al pasar por donde él
estaba, Dudley pateó con sus cortas y rechonchas piernas la bicicleta del niño, haciéndo que
éste se callera y diera fuertemente contra el suelo.
-¡Dudley Dursley!- gritó una señora de dentro de una casa de alrededor. -¡Te acusaré con tu
madre!
Dudley le hizo una mueca y le respondió de una forma muy irrespetuosa.
-¡Veamos a quién le creerá!-
Harry no podía creer lo que veía, aún con las otras personas, Dudley se comportaba así.
Harry ayudó al pequeñín a levantarse y a Dudley se le pasmó la risa de imbécil que tenía.
-Con esas actitudes, Dudley, ¡No esperes durar mucho en Hogwarts!-
Dudley repitió burlonamente con una vocecita infantil, y Harry reprobó con la cabeza. La
expresión en su rostro era de descepción.
El niño parecía haber tirado de casualidad una honda. Se le había caído de uno de los
bolsillos traseros y Dudley la recogió y le lanzó una piedra a Harry alcanzándolo en una
nalga.
Harry se volteó hacia Dudley y se metió la mano en el bolsillo dejando al descubierto la
punta de la varita mágica, a lo que Dudley respondió con nerviosismo, entonces éste cayó
al suelo, al parecer desmayado. Harry al principio creyó que había sido por miedo, pero no
tardó en darse cuenta de que el nene al que Dudley había empujado de la bicicleta, le había
lanzado una lata de salsa de tomate, y le había pegado tan fuerte que Dudley cayó al suelo.
-¡A ver si ahora aprendes a meterte con gente de tu edad!- El nene pateó a Dudley, pero lo
que hizo fue rebotar a causa de los chichos que servían como bolsas de aire.
Harry sintió ganas de reír, alguien al fin le había enseñado una lección a Dudley(a parte
de Hagrid), y había sido un nene mucho más pequeño que él; pero con todo y las ganas de
reir, Harry se acercó a Dudley y lo ayudó a levantarse. Al principio se tambaleó como
mareado y volvió a caer; Harry dejó escapar una risita y volvió a ayudarlo a pararse. Se
sentaron junto a la carretera y por primera vez en su entera vida pudieron tener una
conversación pacífica, como seres humanos decentes.
¿Por qué siempre tienes que buscar problemas, ahh Dudley?
En realidad nunca me lo había planteado, simplemente me gusta llamar la atención-
¿Te gusta ver a los demás sufrir? ¿Sabes que hay mejores formas de llamar la
atención?-
Hubo un ligero silencio interrumpido por dos gatos negros y una señora mayor, la vecina
de de en lado de los Dursley, la Señora Figg, que pasaba tras de ellos hablándole a sus
gatos.
Toda la vida habían creído que era una vieja loca. A veces se le oía hablar horas y horas
sola, lo que todo el mundo chismoseaba en sus conversaciones tomándo el té, en las cuales
hablaban de todos los vecinos. La señora Figg volteó en la esquina próxima a ellos y se
perdió de la vista. Entonces Dudley dudó sobre la pregunta que Harry le había hecho, y
Harry le dijo al oído.
-¡Me gustaría que nuestras converaciones siempre hubiesen sido así como ésta!-
Entonces se levantó de el suelo y se despidió de Dudley. Este aprovechó y recogió una
piedra pequeñita que hayó tras él, y se la lanzó haciéndo uso de la honda, alcanzándolo
nuevamente en la otra nalga.
-¡OYE!- gritó Harry -¡Nunca Cambias!-
Ambos se rieron.
Dudley había notado algo extraño en la piedra que le había lanzado a Harry, había
brillado fuertemente y aún en el suelo seguía brillando cuando el sol le iluminó. Dudley se
levantó y se dirigió a donde estaba Harry cuando la piedrita le había pegado. Llamó su
atención una piedrecita diminuta, de un color azul marino fuerte, casi llegando a negro, y
un pequeño punto color vino.
Dudley la recogió y se sentó en el suelo nuevamente, embobado a observarla. Era una
piedra muy extraña, jamás Dudley había visto algo parecido., éste actuaba muy extraño,
parecía que le habían comido el cerebro, lo único que hacía era mirarla y mirarla, parecía
embrujado.
Entonces llegó la noche, el área estaba algo oscura, a escepción de que había unos
cuantos postes que iluminaban el camino. Dudley seguía sentado como un mismo anormal
contemplando la "belleza" de la piedra, pero...
Hubo un bajón de luz y todo se había quedado a oscuras. Dudley estaba aterrado, lleno de
pánico. Se oían lo que parecían ser ladridos de perros que se acercaban a él. Asustado y con
peste en su trasero se levantó y comenzó a correr hacia la nada; no se veía nada, no sabía a
donde correr. Solo sabía que cada vez oía los ladridos de los perros más cerca de el. Eran
unos ladridos fuertes como de perros grandes, que lo deborarían con solo una mordida.
De pronto, misteriosa y mágicamente, la piedra que llevaba en su mano comenzó a brillar,
lo que le permitió a Dudley ver por donde corría y hacia donde se dirigía. Él mismo se
había asombrado de la velocidad que había sido capaz de alcanzar sabiendo que tenía una
jauría pisándole los talones. Los dejó muy atrás, y logró llegar a su casa gracias a la luz que
de la piedra emanaba.
¡Tesoro! Que susto, ¿Estás bien?- preguntó su madre en cuanto él entro a la casa.
-¡¡¡Sí mamá!!!- contestó algo avergonzado. Se había dado cuenta de que sus padres habían
llamado a la policía y con la poca luz trataban de hacer un reporte de un jóven
desaparecido.
-¡Ven!- dijo uno de los guardias irritado. -les dije que aparecería-
-¡Es que estubo perdido cuatro horas! Nunca antes había hecho eso, ¿O sí Vernon,
querido?- decía en tono desesperante.
-¡No Petunia!- dijo con la obligación de complacer a su mujer.
Los guardias salieron de la casa, que hasta el momento Dudley no se había dado cuenta de
que estaba iluminada por velas. Y Vernon le preguntó muy curiosamente, acercándose para
ver mejor.
-¿Qué es esa cosa que brilla en tu mano?-
Es una piedra papá, ¡La piedra que me salvó!-
-¿Te salvó de qué, terroncito?- interrumpió su madre angustiada.
-¡¡¡MAMÁ!!!- gritó Dudley enloquecido. -Deja de tratarme como a un niño porque ¡NO
LO SOY!. No ves, ¡estoy completo! No me sucedió naaaaadaaaaa. Estoy Bien, ¿Entiendes
lo que te digo?; ¡BIEN!-
Hubo un silencio interrumpido por el suspirar de Dudley y el sonido chispeante de las
flamas de fuego quemando las mechas de las velas. Entonces Dudley volvió a hablar.
-Cuando la luz se fue, unos perros gigantescos me atacaron y esta piedra me enseño el
camino a casa, ¡evitándo así que me hiciera daño!-
-¡Que suerte, hijo!- le dijo Vernon.
-¡Sí papá! Que suerte, esta es... ¡Mi piedra de la suerte!-
Dudley se despidió de sus padres y subió a su dormitorio. Trató de encender la luz y tardó
unos segundos en recordar que la luz la habían cortado. Su cuarto era el único sitio en
donde no había velas, solo se veía lo que alumbraba la piedrita y los rayos de luz de la luna
que se colaban por la ventana.
Dudley se quitó los zapatos, puso la piedrecita sobre su gavetero y se dirigió a la cama. La sábana se levantó y se oyó una risa malévola. Dudley gritó de horror, sintió que se le paralizaba la sangre, había caído en "shock"
¡¡¡ JA JA JA JA JA !!! Se reía Harry mientras se quitaba la sábana de encima.
-¡Estúpido! No le encuentro la gracia- gritó su primo.
-Solo quería hacerte ver lo divertido que la pasan los demás cuando tu los haces sufrir.-
En ese momento las luces en la casa se encendieron, había llegado la luz, Harry estaba en
calzoncillos, y esto lo obligó a coger la sábana nuevamente y cubrirse.
-Bueno, creo que me merecía ese susto- dijo Dudley riéndose de lo que acababa de pasar,
-¡Gracias, Harry!-
-¡No hay porque Dudley!- Harry tenía la cara roja como un tomate de la vergüenza. -¡Te
devuelvo tu sábana en un momento.!- Harry salió del cuarto y se puso un pantalón pijama,
y volvió a donde Dudley y le entregó la sábana. Cuando estaba a punto de volver a salir,
Dudley lo detuvo.
-¡Espera!-
-¿Qué pasó?-
Dudley le contó todo lo que sucedió con la piedra que precisamente había hecho que la
nalga de Harry se amorotonara. Hablaron un rato más, compartieron ideas y luego Harry se
fue a dormir, pensando en que toda su rutinaria vida había cambiado. Ahora se llevaba bien
con sus tíos y con su primo, lo que pensó que sería imposible, y realmente creyó que esa
piedra era de la suerte, lo había unido a su primo, a su sangre, a Dudley.
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Hola Amigos:
Espero que les esté gustando este mi primer fic, si tienen preguntas, si les gustó, si no les gustó envíenme reviews con sus opiniones y preguntas y así tratar de complacerlos a ustedes lo mas que puedo. Después de todo, son ustedes los que leen.
Gracias
Miguel (take_us_2_your_leader@soon.com)
Al otro día lo primero que hizo Harry fue comerse la cuarta galleta de la caja que Hagrid
le había enviado.
Petunia Evans
El nombre de su tía había sido el de la cuarta galleta. Ahora Harry tenía nula idea ó
entendía mucho menos idea de la que tenía anteriormente con relación a las galletas. Para
alegría de Harry, los Dursley ya estaban en casa, ó por lo menos el carro estaba estacionado
frente a ella. Harry no oía movimiento desde el interior de su habitación, parecían estar
dormidos.
Harry asomó la cabeza por la puerta entreabierta y logró captar voces de el cuarto de al
lado. Se oía la voz de su tía entablando conversación con Dudley. Parecían haber estado
charlando ya hace un buen rato porque Petunia le había dicho que ya no lo quería aburrir
con un sermón, por lo que lo mandó a salir a disfrutar con sus amigos, ya que le quedaba
muy poco tiempo para que se tuvieran que despedir e ir a Hogwarts.
Petunia salió del cuarto de Dudley y al ver a Harry asomado por la puerta, lo saludó con
un beso.
-¡Hola dormilón!, ¿Cómo estás hoy?-
-¡Estoy bien!- contestó mirando a su tía con expresión de pena. La pobre parecía que
deliraba cuando le hablaba. Era su tía, Harry sabía que siempre quizo entrar en Hogwarts,
pero que nunca lo logró, y solo por eso Harry sentía pena por ella.
Bajaron juntos hasta la cocina, en donde Vernon terminaba su desayuno para salir a
trabajar., Harry no tenía hambre, con la galleta de Hagrid le había bastado. Ya había
comido cuatro de ellas y tenía la tentación de comerse todas las demás para ver si así
lograba averiguar que tenían todos los nombres de esas galletas en común.
Dudley salió de la casa a la calle, y Harry se decidió a seguirle. Caminaron unas cuantas
cuadras, en donde Dudley se escondió tras una palmera. Harry notó las intenciones de
Dudley. Un niño , que parecía tener a penas siete años, venía pedaleando en su bicicleta por
la acera en la que Dudley trataba de esconderse. La palmera no tenía el suficiente tamaño
para ocultar toda la masa de su primo, por lo que a leguas se podía ver que había alguien
ahí. Pero el niño, pequeño al fin, ignoraba la malicia de Dudley y al pasar por donde él
estaba, Dudley pateó con sus cortas y rechonchas piernas la bicicleta del niño, haciéndo que
éste se callera y diera fuertemente contra el suelo.
-¡Dudley Dursley!- gritó una señora de dentro de una casa de alrededor. -¡Te acusaré con tu
madre!
Dudley le hizo una mueca y le respondió de una forma muy irrespetuosa.
-¡Veamos a quién le creerá!-
Harry no podía creer lo que veía, aún con las otras personas, Dudley se comportaba así.
Harry ayudó al pequeñín a levantarse y a Dudley se le pasmó la risa de imbécil que tenía.
-Con esas actitudes, Dudley, ¡No esperes durar mucho en Hogwarts!-
Dudley repitió burlonamente con una vocecita infantil, y Harry reprobó con la cabeza. La
expresión en su rostro era de descepción.
El niño parecía haber tirado de casualidad una honda. Se le había caído de uno de los
bolsillos traseros y Dudley la recogió y le lanzó una piedra a Harry alcanzándolo en una
nalga.
Harry se volteó hacia Dudley y se metió la mano en el bolsillo dejando al descubierto la
punta de la varita mágica, a lo que Dudley respondió con nerviosismo, entonces éste cayó
al suelo, al parecer desmayado. Harry al principio creyó que había sido por miedo, pero no
tardó en darse cuenta de que el nene al que Dudley había empujado de la bicicleta, le había
lanzado una lata de salsa de tomate, y le había pegado tan fuerte que Dudley cayó al suelo.
-¡A ver si ahora aprendes a meterte con gente de tu edad!- El nene pateó a Dudley, pero lo
que hizo fue rebotar a causa de los chichos que servían como bolsas de aire.
Harry sintió ganas de reír, alguien al fin le había enseñado una lección a Dudley(a parte
de Hagrid), y había sido un nene mucho más pequeño que él; pero con todo y las ganas de
reir, Harry se acercó a Dudley y lo ayudó a levantarse. Al principio se tambaleó como
mareado y volvió a caer; Harry dejó escapar una risita y volvió a ayudarlo a pararse. Se
sentaron junto a la carretera y por primera vez en su entera vida pudieron tener una
conversación pacífica, como seres humanos decentes.
¿Por qué siempre tienes que buscar problemas, ahh Dudley?
En realidad nunca me lo había planteado, simplemente me gusta llamar la atención-
¿Te gusta ver a los demás sufrir? ¿Sabes que hay mejores formas de llamar la
atención?-
Hubo un ligero silencio interrumpido por dos gatos negros y una señora mayor, la vecina
de de en lado de los Dursley, la Señora Figg, que pasaba tras de ellos hablándole a sus
gatos.
Toda la vida habían creído que era una vieja loca. A veces se le oía hablar horas y horas
sola, lo que todo el mundo chismoseaba en sus conversaciones tomándo el té, en las cuales
hablaban de todos los vecinos. La señora Figg volteó en la esquina próxima a ellos y se
perdió de la vista. Entonces Dudley dudó sobre la pregunta que Harry le había hecho, y
Harry le dijo al oído.
-¡Me gustaría que nuestras converaciones siempre hubiesen sido así como ésta!-
Entonces se levantó de el suelo y se despidió de Dudley. Este aprovechó y recogió una
piedra pequeñita que hayó tras él, y se la lanzó haciéndo uso de la honda, alcanzándolo
nuevamente en la otra nalga.
-¡OYE!- gritó Harry -¡Nunca Cambias!-
Ambos se rieron.
Dudley había notado algo extraño en la piedra que le había lanzado a Harry, había
brillado fuertemente y aún en el suelo seguía brillando cuando el sol le iluminó. Dudley se
levantó y se dirigió a donde estaba Harry cuando la piedrita le había pegado. Llamó su
atención una piedrecita diminuta, de un color azul marino fuerte, casi llegando a negro, y
un pequeño punto color vino.
Dudley la recogió y se sentó en el suelo nuevamente, embobado a observarla. Era una
piedra muy extraña, jamás Dudley había visto algo parecido., éste actuaba muy extraño,
parecía que le habían comido el cerebro, lo único que hacía era mirarla y mirarla, parecía
embrujado.
Entonces llegó la noche, el área estaba algo oscura, a escepción de que había unos
cuantos postes que iluminaban el camino. Dudley seguía sentado como un mismo anormal
contemplando la "belleza" de la piedra, pero...
Hubo un bajón de luz y todo se había quedado a oscuras. Dudley estaba aterrado, lleno de
pánico. Se oían lo que parecían ser ladridos de perros que se acercaban a él. Asustado y con
peste en su trasero se levantó y comenzó a correr hacia la nada; no se veía nada, no sabía a
donde correr. Solo sabía que cada vez oía los ladridos de los perros más cerca de el. Eran
unos ladridos fuertes como de perros grandes, que lo deborarían con solo una mordida.
De pronto, misteriosa y mágicamente, la piedra que llevaba en su mano comenzó a brillar,
lo que le permitió a Dudley ver por donde corría y hacia donde se dirigía. Él mismo se
había asombrado de la velocidad que había sido capaz de alcanzar sabiendo que tenía una
jauría pisándole los talones. Los dejó muy atrás, y logró llegar a su casa gracias a la luz que
de la piedra emanaba.
¡Tesoro! Que susto, ¿Estás bien?- preguntó su madre en cuanto él entro a la casa.
-¡¡¡Sí mamá!!!- contestó algo avergonzado. Se había dado cuenta de que sus padres habían
llamado a la policía y con la poca luz trataban de hacer un reporte de un jóven
desaparecido.
-¡Ven!- dijo uno de los guardias irritado. -les dije que aparecería-
-¡Es que estubo perdido cuatro horas! Nunca antes había hecho eso, ¿O sí Vernon,
querido?- decía en tono desesperante.
-¡No Petunia!- dijo con la obligación de complacer a su mujer.
Los guardias salieron de la casa, que hasta el momento Dudley no se había dado cuenta de
que estaba iluminada por velas. Y Vernon le preguntó muy curiosamente, acercándose para
ver mejor.
-¿Qué es esa cosa que brilla en tu mano?-
Es una piedra papá, ¡La piedra que me salvó!-
-¿Te salvó de qué, terroncito?- interrumpió su madre angustiada.
-¡¡¡MAMÁ!!!- gritó Dudley enloquecido. -Deja de tratarme como a un niño porque ¡NO
LO SOY!. No ves, ¡estoy completo! No me sucedió naaaaadaaaaa. Estoy Bien, ¿Entiendes
lo que te digo?; ¡BIEN!-
Hubo un silencio interrumpido por el suspirar de Dudley y el sonido chispeante de las
flamas de fuego quemando las mechas de las velas. Entonces Dudley volvió a hablar.
-Cuando la luz se fue, unos perros gigantescos me atacaron y esta piedra me enseño el
camino a casa, ¡evitándo así que me hiciera daño!-
-¡Que suerte, hijo!- le dijo Vernon.
-¡Sí papá! Que suerte, esta es... ¡Mi piedra de la suerte!-
Dudley se despidió de sus padres y subió a su dormitorio. Trató de encender la luz y tardó
unos segundos en recordar que la luz la habían cortado. Su cuarto era el único sitio en
donde no había velas, solo se veía lo que alumbraba la piedrita y los rayos de luz de la luna
que se colaban por la ventana.
Dudley se quitó los zapatos, puso la piedrecita sobre su gavetero y se dirigió a la cama. La sábana se levantó y se oyó una risa malévola. Dudley gritó de horror, sintió que se le paralizaba la sangre, había caído en "shock"
¡¡¡ JA JA JA JA JA !!! Se reía Harry mientras se quitaba la sábana de encima.
-¡Estúpido! No le encuentro la gracia- gritó su primo.
-Solo quería hacerte ver lo divertido que la pasan los demás cuando tu los haces sufrir.-
En ese momento las luces en la casa se encendieron, había llegado la luz, Harry estaba en
calzoncillos, y esto lo obligó a coger la sábana nuevamente y cubrirse.
-Bueno, creo que me merecía ese susto- dijo Dudley riéndose de lo que acababa de pasar,
-¡Gracias, Harry!-
-¡No hay porque Dudley!- Harry tenía la cara roja como un tomate de la vergüenza. -¡Te
devuelvo tu sábana en un momento.!- Harry salió del cuarto y se puso un pantalón pijama,
y volvió a donde Dudley y le entregó la sábana. Cuando estaba a punto de volver a salir,
Dudley lo detuvo.
-¡Espera!-
-¿Qué pasó?-
Dudley le contó todo lo que sucedió con la piedra que precisamente había hecho que la
nalga de Harry se amorotonara. Hablaron un rato más, compartieron ideas y luego Harry se
fue a dormir, pensando en que toda su rutinaria vida había cambiado. Ahora se llevaba bien
con sus tíos y con su primo, lo que pensó que sería imposible, y realmente creyó que esa
piedra era de la suerte, lo había unido a su primo, a su sangre, a Dudley.
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Hola Amigos:
Espero que les esté gustando este mi primer fic, si tienen preguntas, si les gustó, si no les gustó envíenme reviews con sus opiniones y preguntas y así tratar de complacerlos a ustedes lo mas que puedo. Después de todo, son ustedes los que leen.
Gracias
Miguel (take_us_2_your_leader@soon.com)
