¡¡¡¡¡HOLA!!!!!! Perdón por el retrasooooooooo, lo que pasa es que tuve algunos problemitas, pero ahora, en pago a vuestra paciencia os otorgaré dos capítulos por el precio de uno.

Una buena noticia es que cada vez tengo mas reviews en "Mis poemas y canciones...." la mala, es que tengo menos en este cuento, ¿que pasó, les gusta leer pero no escribir, verdad condenados flojos, apuesto a que mas gente lo lee, pero ninguno deja nada, con excepción de Lothluin y Anariel que son fieles, ¡no sean malas! recomiendenme por ahí con Elanta y las demás, deberíamos formar una sociedad todas juntas......

Bueno, me estoy desviando, ahí les va el cuento:

CAPITULO V

DORIATH

En el camino a Doriath, debieron tener mucho cuidado, sobre todo al escapar a las miradas avisoras de los centinelas, labor en la que Aethquenwen demostró ser la mejor, la capa negra tomada del baúl de su abuela le fue de gran ayuda, solo se sintieron seguras una vez que cruzaron las montañas y estaban por llegar a los bosques de Brethil, fue aquí, en los lindes del Bosque que fueron atacadas por un poco numeroso pero resistente grupo de orcos que les impedirían el paso, Morwen y Nienor buscaron la manera de huir, pero rápidamente fueron cercadas, entonces Aethquenwen bajó del caballo con toda tranquilidad y se acercó al que parecía ser el jefe de la cuadrilla, estaba desarmada y con seriedad le dijo:

-Ven aquí engendro del mal y demuestrame si soportas el fuego de mis ojos-

El orco se arrojó hacia ella con furia, pero Aeth lo esquivó, y luego se lanzó sobre él, apoderándose de la daga oscura y chueca de este, Aeth se levantó velozmente y corto el cuello de su enemigo que aún yacía en el suelo, inmediatamente los demás orcos se avalanzaron sobre ella, como ofendidos por su proceder, por un momento Morwen dudó que pudiera sola, sin embargo se mantuvo atrás y no permitió que Nienor acudiera en su auxilio, no se equivocaba, Aeth se safó de ellos y comenzó su contraataque, tras caminar y girar entre ellos, ya había cortado varios brazos, piernas, y casi todas las cabezas, sin embargo, no tenía caso para Aethquenwen cansarse, asi que en lugar de seguir luchando, dejó que su mano incendiara a cuanto tocaba, los orcos chillaron de terror y por un momento dudaron, pero al fin huyeron en desvandada. Aeth despachó al último hundiendo la daga en su pecho y éste calló sin oportunidad.

Morwen la miró y sin decir nada le ordenó a su caballo continuar, Aeth tiró la daga envenada junto al cuerpo inerte de su último adversario.

Cuando llegaron a Doriath, los centinelas las recibieron y solo pidieron sus nombre para dejarlas pasar, Aethquenwen pidió ser llamada Annatári, la señora de los dones, pasaría como prima de Nienor, las dejaron pasar y fueron llevadas ante la presencia del Rey Thingol que estaba sentado en su trono y a su lado estaba Melian, la Maia, que en cuanto vió que Aethquenwen entraba en la sala susurró al oido de su esposo:

-Cuidate de la de piel menos clara, no es quien dice ser, tiene poderes ocultos, y sangre élfica de la mas pura corre por sus venas, no confies en sus ojos, por que su voluntad quema....- Melian cayó, Aeth la miraba con detenimiento, la situación fue tal que Melian se levantó y abandonó la sala sin que Aeth dejara de mirarla.

Morwen y Nienor hicieron una reverencia, sin embargo Aethquenwen permaneció igual, solo mirando a ambos lados, como si sospechara una traición, sin fijar la mirada en ningún punto en sí, mientras Thingol hacía las preguntas de cortesía, entonces se dirigió a Aeth y le preguntó directamente:

-¿Quién sois y que quereis en mi reino Annatari si es ese tu verdadero nombre?

-Que curioso, hiba a preguntarte lo mismo, pero como has preguntado primero, te contestaré, soy Aethquenwen, hija de Alatafiniel, nacida en Tol-Galen, y me crié en Dor-Lomín, soy Gûledhel, la hechizera elfa, terror de los orientales y Annatári, la señora de los dones....

-Alardeas mucho de tus nombres, señorita, pero aún no me dices que quieres aquí- se burló Thingol

-Eso vendra después, ahora contesta ¿quien eres señor?

-¿Que quién soy?, debes ser tonta al no saberlo, soy Elu Thingol, Rey de Doriath-

-Ahora eres tu quien se ostenta de su nombre, sin embargo tu eres Elwë, hermano de Olwë y primo de Ingwë, conductor de los Primeros Nacidos- Thingol se movió incomodo en su trono, como podía saber una elfa tan joven tales cosas, era verdad

-Hace mucho tiempo que nadie me llamaba así - murmuró

-Ahora dejame decirte que yo soy aquel bebé al que le negaste la entrada a tu reino, en la bonanza posterior a la batalla de la Nirnaeth Arnoediad, corriste de tus puertas a mi madre y a mi abuela, Alatafiniel y Ainarwen, cuando mas acilo necesitaban y negaste reconocer sus nombres, pese a que ambas formaban parte de tu casta y linaje-

-Si ellas hubieran llegado a mis puertas, yo las habría acogido- dijo Thingol tratando de defenderse con la cara encendida

-Lo hicieron- dijo Aeth inmutable

-¡Pues no tuve noticia de ello!- gritó Thingol, de alguna manera la precensia de Aeth lo molestaba

-Te sugiero entonces, Elwë que revises entre las filas de tus centinelas y retires a aquellos incompetentes que solo provocan disgustos a su Rey y mala fama al reino- Aeth parecía sonreir, sin embargo, Thingol estaba al borde del colapso, Morwen miraba con profunda desaprobación a Aethquenwen, y Nienor movía la cabeza con preocupación, toda la sala comenzó a murmurar el atrevimiento de la extraña elfa morena plantada frente al trono y que miraba a los ojos a su rey, pero callaron cuando Thingol suspiró y dijo:

-Te ruego perdones lo que antaño sucedió, en pago dejame recibirte ahora, decidme ¿donde está mi prima Alatafiniel?

-Bajo un túmulo en Dor-Lomín, los Orientales la mataron- Aeth prefirió guardarse el resto de la historia

-Permíteme entonces que mitigue tu dolor de alguna manera si es eso posible-Thingol se acomodó las ropas ya mas tranquilo, Aeth calló por un momento y luego dijo mientras miraba sus manos como si estas le dieran la idea de la petición:

-Solo quiero algo de tí - dijo mientras alsaba la cara -ahora se que, aunque tus hombres son capaces, no obedecen a mis propósitos, ya que primero no te dicen que sucede y despúes dejan entrar a una extraña con un nombre falso, no te pediré hombres, sin embargo quiero armas y atuendo dignos de un guerrero, además de libertad para para ir y venir por tu reino-

-De acuerdo- dijo Thingol después de unos momentos de pensarlo- Pero antes debes jurar lealtad ante el Rey de Doriath...

-Eso no puedo hacerlo

-Porque no?

-Por que yo no le debo lealtad a nadie mas que a mi misma, sin embargo, prometo jamas usar armas ni designio alguno sobre el pueblo de Doriath, ¿eso te basta? ¿Prefieres un enemigo menos, o un juramento sin bases?

-Con eso me basta, aunque no sé que amenaza puedas representar para mí como enemiga, en fin, te llevaré a escoger entre mis armas.-

La boveda estaba cubierta de armas de todos tamaños colores, estilos y formas, Aethquenwen se paseó por la boveda con el gusto con el que un niño se pasea por una dulcería, tomaba una cerraba los ojos y la volvía a dejar en su sitio, así estuvo un buen rato, Thingol tenía muchas armas, todas buenas y exquisitas, algunas hechas por los enanos, otras por los elfos, algunas blancas y otras obscuras, todas bellamente trabajadas, algunas complicadas y otras sencillas, Thingol sonreia mientras veía a Aeth probar el filo de las espadas, entonces, al ver que no se decidía se acercó y tomo una bella y ligera espada, se la mostró y le dijo:

-¡Llevate esta, es Anglachel, es una buena espada y es de un metal muy fuerte!

-No fue hecha para mí, no peleará por mí- dijo Aeth y se alejó - ¿Puedo escoger entre cualquier arma que esté en esta habitación?

-Sí, la que quieras, la que sea-

-Bien, en ese caso,- dijo Aeth mientras se acercaba a Thingol -¡Quiero ésta! -y con un rápido movimiento sacó del cinto del Rey a Aránruth la espada de Thingol

-¡¿Como?! - Thingol montó en cólera - ¡¡primero me insultas, luego insultas a mi ejército y ahora reclamas mi espada!! No quisieras también mi trono, regresa a Aranruth a su funda si quieres salir viva del Reino Cercado, que aún así recibirás castigo - gritó Thingol

-Te apresuras a dictar juicios e imponer castigos Elwë - dijo Aethquenwen mientras jugueteaba con Aranruth en el aire- pero no quiero tu espada, quiero saber si estas otras resisten sus golpes.

Aeth descargó fuertes golpes sobre otras tres espadas que se quebraron pronto bajo los golpes de Aranruth, entonces arremetió contra una, sin embargo esta última resistió, y no solo eso, sino que ni siquiera mostraba aboyaduras además, con cada descarga habían salido destellos azules de su hoja, Aeth regresó la espada a su dueño y tomó la otra, la empuñadura figuraba un halcón negro con piedras azules, la hoja era de un azul tenue y destellaba:

-Esta es - dijo Aeth simplemente - es la que he de portar.

-Su nombre es.....

-No quiero saber, yo la nombro Tintaluin, el centelleo azul.

Después tomó un bello arco y un carcaj con flechas y salió de la habitación, Thingol hiba tras ella, perplejo.

Pronto, los cortesanos y habitantes comenzaron a murmurar de la extraña desición de Thingol de mantener a Aethquenwen en su casa, sabían que no se llevaba bien con Melian, y mas aún que enfadaba al Rey, además desde que llegara no había hablado mas con Nienor, ni con Morwen, se mantenía alejada, hablando poco, y se le podía ver en el bosque practicando con el arco y la flecha, o luchando con la espada contra adversarios invisibles, luchaba sola, como si matara a sus propios demonios......

CAPITULO VI

BELEG

Tras varios meses de estadía en Doriath, Aethquenwen comenzó a sentirse fastidiada y aburrida, ya se había cansado de estar siempre en el palacio, Nienor se había hido con su madre en busca de su hermano, Aeth vió su oscuro futuro, pero no le dijo nada, solo le había dicho -Cuidate de que tu caballo pierda su rumbo-Nienor la miró de manera rara y se despidió.

Había pedido varias veces ya hablar con Galadriel, pero esta siempre se hayaba ocupada o indispuesta, al fin, un día se fastidió, así que golpeó en el rostro a la doncella de la entrada e irrumpió con violencia en la habitación, Galadriel se levantó de su asiento y la miró indiferente, esto no asustó a Aeth, que se acercó y la tomó por los hombros.

-Te maldigo, por tu egoismo, y el incumplimiento de tus promesas, por que no obedeces a la majestad de tu Casa - le dijo Aeth

-Entonces te maldices a tí misma, por que provenimos de la misma Casa- la voz de Galadriel era fría e inmutable

-No, no somos iguales, yo no soy igual, y yo cumpliré mi promesa, así deba derramar la sangre de toda una era-

-Tienes una idea equivocada de la justicia-

-Si yo quisiera justicia, tu ya no tendrías la cabeza sobre los hombros - Aethquenwen soltó a Galadriel, y ésta dió un paso atrás

-¿Me amenazas?

-No, te digo adiós, no es contigo con quien he de cobrarme, pero piensa, no tendrás un aliado en mí, a menos que a mis asuntos convenga- Aethquenwen dejó la habitación, al salir, miró que otras elfas atendían a la que ella había golpeado.

Estaba aburrida, y así se lo hizo saber a Thingol, así que le dijo que iría a defender las fronteras, cada vez mas amenazadas, junto con los centinelas, y Thingol no supo negarse, en cierta forma se sentía aliviado que se alejara de ellos, así que Aeth se fue y se convirtió en un centinela, sin embargo reusó husar el uniforme, tras unos días, se ganó la confianza de Mablung, el capitán de los centinelas, no por agrado, sino por su capacidad, las burlas de sus compañeros, por su calidad de mujer cesaron casí inmediatamente, a fuerza de golpes,de amenazas breves y consisas, y sobre todo de su fortaleza en combate, cuando Aeth disparaba sus flechas, estas hiban normales, pero al tocar al oponente, se incendiaban, y si llegaba a haber un enfrentamiento con espadas estos simplemente huían, pues sus armas se volvían contra ellos, así, sus compañeros comenzaron a llamarla Narimbor Mano de Fuego, y desde entonces la respetaron como a Mablung mismo.

Pasó entonces, que, transcurrido un tiempo, regresó Beleg Cúthalion de sus viajes, y regresó a su puesto en la guardia de centinelas, sus compañeros lo recibieron con cariño, y Mablung lo colocó en el mismo grupo de Aethquenwen que era el que estaba formado por los mas fuertes, entonces, sin razón aparente alguna, Beleg comenzó a seguirla, y si Aeth volteaba, lo descubría mirandola, esta situación no le agradó a ella, sospechaba que quisiera hacerle daño, e incluso pensó que la espiaba para descubrir sus planes, así que un día, fastidiada de la persecución de Beleg, se le paró enfrentey le dijo:

-Basta ya Cúthalion, dejad de seguidme, decid ya que traes entre manos-

-¿Quereis entonces señora que os diga mi pensamiento sin miramiento alguno?

-¡Lo exíjo!- dijo Aethquenwen mirándole a los ojos

-Desde que llegué no he podido separar mi vista de usted, he forzado a mi voluntad, pero no lo he conseguido, pues he quedado prendado de vuestra belleza y temple, sois como una columna de piedra, fría e inquebrantable, pero teneis el encanto de un Maia y sois bella como un atardecer con estrellas;

vuestros ojos son profundos como el mar, guardan sabiduría y un poder que desconozco- Beleg terminó de hablar sin perder un segundo, y la miró fijamente, estaba enfrentandola con la mirada, él ganó, Aeth bajó los ojos y por primera vez en toda su vida no supo que contestar.....

Al cabo de unos días, los centinelas organizaron la cacería de un lobo que había acechado las fronteras, tanto para acabar con la amenaza, como para divertirse, tras una cruenta y excitante persecución, el animal cayó sin fuerzas, derribado por varias certeras flechas, y la que le mató, en el cuello, lanzada por Beleg, este se acercó, y sacando su cuchillo arrancó uno de los calmillos de la bestia, el cual ofreció a Aeth como trofeo, la cual lo recibió con una sonrisa, Beleg la tomó en sus brazos y la besó suavemente:

-No es nuestro destino caminar juntos- dijo ella con un susurro

-Pero podemos estarlo ahora.....

Ambos se fundieron en un abrazo.

En la cámara de Beleg una tenue luz vibrava con el viento de la noche, Aeth entró en la tienda, y besó a Beleg en los labios, cuando se separaron, el dijo:

-Porque? Te vas?

-Así es, me voy esta noche, partiré hacia otros rumbos, pues no debo seguir aquí, no creas que no te correspondo, Señor, eres lo mejor que me ha pasado, pero te advertí que no caminaríamos juntos- por primera vez la voz de Aeth tenía un dejo de triztesa

-Volveré a verte, ¿verdad?

- No lo sé, no puedo verlo

-Pero yo sí, te encontraré otra vez, antes de irte, regálame otra noche, señora de las sombras, hacedme compañía una vez mas.

Al llegar la madrugada un jinete envuelto en capa negra abandonó la Cintura de Melian, y los centinelas elevaban las linternas encendidas en señal de despedida, mientras la figura era tragada por las sombras de la noche......

¡¡Pa, pa, pam!! Ya se acabó, que tal, apoco no son una ternura, casi no se nota que me gusta el personaje de Beleg ¿verdad? Hasta tengo un hijo que se llama así, claro evité el Cúthalion, bueno, aclaro que Aeth sí ama a Beleg, pero como es lógico, no puede dejarse vencer por eso, ¡eso si! sabe que es una dama y se comporta como tal, es una Dama Guerrera, no una marimacha que cree que debió ser hombre, ni busca ser como los hombres, y es femenina como cualquiera (¿entendieron?, por que yo no)

¡¡¡¡¡POR ILÚVATAR DEJEN REVIEWS!!!!

Y EN NUESTRO PRÓXIMO CAPÍTULO: ¡ju, ju, ju! querían acción, hay está, muerte, sangre, peleas, definitivamente me sale mejor la guerra que el romance.

¡Namarië!