¡¡¡¡¡HOLA!!!! Recuerdan la comedia que prometí para este año?, olvídenla, mi computadora hizo algo raro y se borró todo el escrito, el trabajo de tres meses, tendré que reescribirlo, a decir verdad solo tengo ganas de golpear el estúpido monitor, y patear a mi perra, como sea, no es el fin del mundo, pero les diré que no la verán, al menos hasta que termine de trabajar en Aeth, gracias Lothluin por tu dibujo es divino (y superior a lo que yo he hecho, os lo aseguro) ;-) ^~^*
CAPITULO VII
LA DAGOR ESGALDÚ
La niebla aún estaba a la ras del suelo la mañana en que Aethquenwen entró en Dor-Lomín, atravesó la frontera matando con saetas certeras a los centinelas apostados en las montañas, entró en el pueblo montada en un caballo negro y encapuchada hasta la cabeza, las casas parecían emerger de entre la niebla, como barcos hundidos saliendo a flote desde un pasado remoto.
Aethquenwen se acercó a la vieja cabaña de Morwen, miró la fachada,
se veía triste, casi abandonada, Aeth se apeó del caballo y fué a la parte de atrás de la casa:
-Te sacrificaste, por mí, por mi destino- dijo ante el túmulo de su madre -y ahora, tendré que vengarte de la única manera que conozco- se hincó como arrastrada por la gravedad.
-¡Gûledhel!- dijo un susurro a su espalda
Aeth se levantó mas rápida que un rayo y desenfundó a Tintaluin, pero se tranquilizó al ver que era Aerin quien estaba a su espalda, se apresuró entonces a correr a su lado y taparle la boca para evitar el grito que causaría Tintaluin:
-¡No griteís! ¡No os haré daño!- Aeth quitó lentamente su mano de la cara de Aerin
-¡¿Que haces aquí?! ¡Corres grave peligro! Los Orientales te han buscado casi desde que huyeraís con la dama Eledhwen, saben que representas peligro para ellos, escuché decir que te buscarían mas allá del Taeglín....
-Pues no lo han hecho o ya me habrían encontrado, yo no me oculto de los enemigos cuando deseo enfrentarlos-
-Sabes que mataron a mi esposo cuando descubrieron que él las ayudó?
-Lo siento, Aerin
-Yo no, ahora soy viuda y me respetan mas, incluso me han dejado la casa de Morwen.....
-Aerin, ahora he vuelto, y en este momento lo único que me preocupa es ver a mi abuela, deseo mostrarle mis armas y que vea que he cumplido con mi promesa.
-Veo tus armas, pero ahora debo deciros que vuestra abuela,...ella, yace allí- dijo Aerin señalando un túmulo junto al de Alatafiniel, que Aeth no había visto a causa de la niebla....
Aerin ocultó a Aethquenwen en su casa, a salvo de las miradas, pasaron un par de días, una mañana Aeth le dijo a Aerin:
-Esta noche comienza la Dagor Esgaldú, la Batalla de la Noche Oculta - Aerin no comprendió, pero prefirió no preguntar.
A la mañana siguiente, una familia completa de orientales amaneció muerta, y al día siguiente otra, el asesino entraba por la noche y cortaba las cabezas de los hombres mientras dormían, y a los demás les atravesaba el pecho con dagas, sin embargo nunca había arma asesina ni signos de pelea, el asesino entraba sin hacer el menor ruido, sin despertar a nadie y sin dejar huellas ni marcas, los Orientales se fortalecieron, armaron sus casas y hacían guardias, pero el asesino lograba siempre entrar de alguna u otra manera, los mataba por la espalda o de frente, y mataba a todos, sin perdonar mujeres y niños, así que fue llamado Daegurth, la sombra de la muerte, quedaban ya tan solo la mitad de los Orientales existentes, una mañana encontraron a todos los muertos calcinados, así que supieron que Gûledhel La Hechicera Elfa había regresado, los Orientales buscaron por los alrededores, e interrogaron a los centinelas que no sabían nada, lo que no sabían era que no estaba en las inmediaciones, sino en el corazón mismo de la aldea.....
Esa noche, Aethquenwen se paró en el centro del pueblo, y a punta de voces llamó a los Orientales que se encontraban apostados a la entrada de la ciudad, se asustaron al ver que el enemigo los llamaba por la espalda, así que se reunieron alrededor de ella rapidamente, uno se adelantó y la miró a los ojos, entonces dijo fuerte para que todos pudieran escucharlo:
-¡Es ella! ¡La Hechicera Elfa ha regresado!
-Así es - dijo Aeth sin gritar pero con mas seguridad que su interlocutor- La Hechicera Elfa está aquí, Narimbor, Mano de Fuego los ataca, y ahora Daegurth me han llamado, y seguiré siendo la sombra de la muerte si ustedes no abandonan ahora mi pueblo.-
-Ya veremos si puedes con todos nosotros, eres asesina en las sombras y te ocultas bajo la noche, pero ¿podrás contra un grupo de Orientales fuertes?
-Preséntate - ordenó Aethquenwen
-Soy Brienen
-Bien, Brienen - Aeth se acercó hasta quedar nariz con nariz -Vete ahora mismo de mi pueblo, si eres inteligente, y por cierto, llévate a tus bestias contigo.
-Estás loca, si crees que abandonaremos el pueblo que ganamos con la guerra, este es nuestro territorio, y son nues.....
-Largos años han pasado desde la guerra, y su dominio se termina .... esta noche-
Varios de los Orientales comenzaron a reirse y Brienen dijo:
-Tu sola vas a hecharnos a todos?
-No, yo y mis armas- dijo Aethquenwen y luego levantó la voz para que la escucharan las mujeres que observaban desde las ventanas -¡¡Que las mujeres y los niños se protejan, eviten a sus hijos esta visión!! - y luego dirigiéndose a los orientales, dijo - Mirad por última vez los ojos que queman, pues todos van a morir-
Los Orientales hicieron caso omiso de las palabras y volvieron a las risas, Brienen se dió la vuelta para mirar los rostros de sus compañeros y seguir riendo, mientras ponía la mano en el mango de su lanza, las risas cesaron cuando una flecha dorada atravesaba el craneo de Brienen, algunos orientales gritaron y tomaron sus armas, demasiado tarde, Aeth descargaba su arco en contra de los mas cercanos, el arco verde y gris de Doriath cantaba su lay de batalla y las saetas certeras llegaban a los oponentes sin oportunidad de defenderse, de repente, de las callejas aledañas, salieron mas Orientales, Aethquenwen no contaba con ellos , pero no representaban un problema, cuando las flechas escasearon, fue el turno de Tintaluin, y el centelleo azul se paseo por los cuerpos de los adversarios, los brazos y manos calleron, tintaluin bailaba entre los enemigos, y Aeth se abría paso a través de un fluido río de sangre, el suelo estaba empapado y Aethquenwen también, la pared de adversarios caía, algunos yacían en el suelo retorciéndose, mientras otros huían fuera de la aldea, Aeth giraba en medio de la batalla degollando, cortando y matando, como una estrella negra se abría paso en medio de la tempestad, la sangre corrió y los cuerpos y adversarios fueron terminandose, a medida que ella cortaba, parecía aminorar el afluente del enemigo, cuando la última cabeza estuvo cortada, Aethquenwen respiraba jadeante, cansada, y gloriosa, se inclinó y tomando una estaca, puso la cabeza de Brienen atravesada por la flecha dorada, como aviso, y en señal de su masacre, luego encendió fuego a la isla de cuerpos caidos entre la sangre, que al momento comenzó a incendiarse, Tintaluin brillaba a la luz del fuego, sin una sola mancha de sangre, los bordes aún azulados por la batalla, en las manos de Aeth era la espada mas poderosa de Dor-Lomín, el cielo crujió y las nubes de tormenta se acercaron, un trueno, un centelleo y el agua corrió libremente por el rostro y el cuerpo de Aeth que admiraba su hoguera, pese a la lluvia no se apagaría, la lluvia lavó sus ropas, envueltas en sangre, que poco a poco perderieron el rojizo del pasado, Aeth recuperó su respiración, ahora, fría, bañada en gloria y mas fuerte que nunca.
La primera mujer en salir fue Aerin, se acercó, la lluvia cesaba, cuando llegó al lado de Aethquenwen, le rozó la mano que aún sostenía fuertemente a Tintaluin, Aeth reaccionó, y se volvió para mira a Aerin:
-Porque.....porque has clavado la cabeza de este Oriental aquí,.... mi señora?-preguntó Aerin con timides, casi con miedo.
-Por que me desafió- contestó simplemente Aeth - Dí a las mujeres, que esta noche duerman y descansen, por que mañana partiremos hacia un nuevo destino, aquellos que quieran, que me sigan los que no, que se queden, no me importan, no toquen los restos de los Orientales, serán el alimento de los buitres....- Aeth guardó a Tintaluin en la funda y se exprimió el cabello - ¿Entendiste, mujer?
-Si,....mi señora - Aerin fue hacia la casa donde estaban reunidas las mujeres que miraban por las ventanas. Aeth se encaminó hacia la casa de Morwen y cuando llegó al túmulo de su madre, puso sobre él el colmillo, obsequio de Beleg.
La hoguera con los cuerpos caídos ardió durante toda la noche.......
¡¡¡Que tal!! apoco no les gustó, bueno, ya sé que en el Silmarillion es Túrin quién libera al pueblo de Dor-Lomín, pero este mono me da asco, ¡Por Dios! ¡se casa con su hermana! además, ya se verá después por que todos creyeron que había sido Túrin quién lo hizo, pero, ésa, es otra historia o mejor dicho capítulo.
Y EN NUESTRO SIGUIENTE CAPÍTULO.- El nacimiento del pueblo de Linquetnorë, hay Aeth tan neurótica, lágrimas por Beleg, ¡Buahh! ~°~ ¡¡Cúthalion!!
Los hombres son como los "klinex", úsese y tírese, pero cuando no hay, ¡como hacen falta!
¡¡Namarië!! ¡¡Nai Eru varyuva lelve!!
