¡Hola Minna-san! Creo que empezaré presentándome ya que
por estos lares no me conocen aún. Mi nombre es Shiomei, como ya se habrán
dado cuenta, y pues soy autora de uno que otro fic en la sección de Rurouni
Kenshin, que es mi anime favorito. Pero bueno, ahora estoy aquí a pedido
de mis nee-chan y grandes amigas, que por cierto deben ser muy conocidas por
ustedes, Kitiara-chan y Akari-chan. Ambas son muy buenas escritoras y
debido a que este anime me agrada y sobre todo a la (gran) presión que
sus constantes: "Ay nee-chan escribe un fic de Inuyasha, di que sí,
vamos promételo " decidí hacer uno.
Antes de terminar esto. He de decirles que soy una escritora básicamente de dramas y este será naturalmente uno; pero también pensé que como este es mi primer fic por esta sección había que hacer algo especial. Es por eso que usaré un estilo distinto para este relato. ¡Solo espero que les guste! ¡No se olviden de dejar reviews ya que incrementan la posibilidad de que actualice más rápido! ¡Recuérdenlo! ^^U
^^ ¡VAMOS AL FIC! ^^
Disclaimer:
Inuyasha pertenece oficialmente a Rumiko Takahashi y personas o grupos asociados, pero en el fondo pertenece verdaderamente a todos los fans de este anime que le dedican tiempo y dedicación. Ya que si no hubiese afinidad nadie escribiría fics ne? ^^ **Todos los lectores asienten con una sonrisa placentera en el rostro** Qué bien que nos entendamos. ^^
Dedicatoria:
Este fic está dedicado naturalmente a mi nee-chan Kitiara-chan ¡Va para ti, hermanita! Y por supuesto también a Akari-chan, quien siempre me graba los capítulos de Inuyasha. ¡A ver qué les parece niñas! ^^
"Cuando
vivo solo sueño un horizonte falto de palabras;
y en la sombra y entre luces todo es negro
para mi mirada si tú no estás junto a mí, aquí.
Tú en tu mundo, separado del mío por un abismo,
oye, llámame, yo volaré a tu mundo lejano"
Por Ti Volaré. Andrea Boccelli.
Entre luces y sombras
Por Shiomei
Capítulo primero
¿No te ha sucedido que hay momentos en los que pensabas que todo debería ser perfecto pero hay algo que falta y no sabes qué es? No tienes que dejar de sonreír, vamos, no te preocupes, no me siento mal ni tampoco estoy hablando del presente; solo me refiero a ciertos recuerdos que ahora podemos rememorar preguntándonos a la vez por qué es que dejamos que lo más importante en nuestras vidas suceda tras muchas barreras que nosotros mismos imponemos sí, aquellos recuerdos que son parte de nuestra vida y que alguna vez llegan a ser absurdos ¿no crees? Quién iba a decir que con el pasar del tiempo uno lograría ver hacia atrás y con una sonrisa melancólica, una mirada perdida en el horizonte insospechable de un recuerdo y un corazón, a pesar de todo, satisfecho, admitir que todo aquello cobra sentido en el presente.
Pues pensaba en aquellos momentos que ahora tomamos como hechos pasados y que aunque hubo algunos difíciles en su tiempo ahora se nos hacen todos lo mismo: recuerdos, solo eso, algunos mejores y más felices y otros que si bien se pudieron ser considerados como malos alguna vez ahora son juzgados de acuerdo a los resultados, se nos hacen menos malos, menos difíciles de asimilar ya que todo terminó bien y estos son atenuados por el dulcísimo recuerdo de lo bueno que pudo haberse sacado al final. Llegan las ponderaciones, los hubieras; llegas a pensar que todo aquello que fue un escollo o un tropiezo fue necesario para ser feliz plenamente mas quizá olvides por el pasar del tiempo o el poder de la costumbre que esos momentos fueron los que te hicieron sentir realmente miserable. Sé de lo que te hablo, es parte de mi historia, de mi vida. Son a fin de cuentas los yerros de los que he aprendido y que ahora son parte de mi pasado.
¿Sabes algo? He llegado a pensar que tanto los momentos de profunda alegría y los de insostenible tristeza se parecen. No, no estoy loco, al menos aún no. Si ya que es muy difícil que viviendo cualquiera de ambos extremos te preguntes qué es aquello que te llevó a vivirlos. Estás feliz o triste, vives, sientes, mas no te preguntas. Dime tú, ¿cuándo es que realmente comenzamos a cuestionarnos sobre el porqué de lo que está a nuestro alrededor y ya no solo somos seres que sienten, seres que sonríen a la vida o reprochan el destino y su suerte? Quizá sea difícil y hasta apresurado dar una respuesta ahora pero de algo estoy seguro: no es cuando la adrenalina te posesiona en el combate, no es en la decepción y por supuesto tampoco en la felicidad de una ilusión cumplida cuando te cuestionas el porqué de tus actos, de tus sentimientos, de tu vida.
Como ya dije, solo vives, solo sientes, estás preso de las emociones y ¿Sabes qué es lo realmente irónico? ¿no lo supones? Pues la paradoja está precisamente en que en aquellos momentos se te revela todo aquello que el entendimiento no es capaz de concebir, todo aquello que los sentimientos, por el contrario, sí pueden.
***
"La batalla final"
Era una de las primeras mañanas de una todavía incipiente primavera. El frío viento matutino, hijo del invierno aún renuente a marcharse, acariciaba las porciones de piel descubierta de Inuyasha. Estaba en su atuendo rojo de siempre sentado en una roca divisando un paisaje encantador en lo alto de una colina. Había pasado en ese mismo lugar sabe Dios cuántas horas en vano esperando que el entendimiento o la seguridad, lo que llegara primero, si es que acaso llegaban separados, se hiciera presente.
Todo había
terminado unos días antes. La perla de Shikon estaba en sus manos. La
misma Kagome se la había otorgado con una sonrisa en los labios antes
de desmayarse tras tras demostrarle una vez más cuán importante
era en su vida y a la vez, sin quererlo así, confundirlo, dejándolo
en la perplejidad.
¿Qué había sucedido en verdad? Era un recuerdo confuso,
quizá podría haber pensado que no había pasado en verdad
todo aquello si es que no estuviese viendo él mismo cicatrizar sus heridas
y si es que en su pecho no existiese esa presión inaguantable y persistente
que le recriminaba una culpa que no lograba entender. Tantas preguntas sueltas,
tantas dudas que solo no podía responderse y que le causaban malestar
permanente pero que a pesar de eso no permitiría jamás a nadie
saber.
El día de la batalla final había llegado al fin. Después de tantas batallas contra incontables rivales; después de librar una lucha larga y no menos pesada por conseguir los fragmentos de la perla Naraku tenía casi todos los fragmentos excepto los de Kouga. Sin dudarlo envió a una de aquellas marionetas que creaba con el fin de no ensuciarse las manos, como el cobarde que era. Esta no fue una común, por el contrario, había sido una totalmente letal. Encontró a Kouga junto a su manada, reunidos en grupo; él les decía las posiciones que debían tomar para proteger su guarida de la mejor manera frente a una posible emboscada cuando sin necesidad de presentarse aquél ser horripilante con forma de humano se apareció frente a ellos. Leales como eran, todos ellos pelearon hasta desfallecer. Aquél monstruo después de divertirse lo que quiso con todos ellos con un simple y a la vez humillante ataque acabó con ellos para segundos después enfrentarse al único sobreviviente: un furioso lobo, herido por la muerte de sus amigos y enceguecido por la furia de tan cruel acto.
La marioneta no pudo hacer nada. Kouga aparentemente había ganado la
batalla mas lamentablemente no la guerra. En eso, cuando ya estaba cansado y
casi desfalleciendo, Kagura y Kana, las extensiones de Naraku, se presentaron
frente a él. No necesitaron usar toda su fuerza para pedirle sin escatimar
las amenazas acostumbradas que le entregara los dos fragmentos que tenía
en su cuerpo. Al verse acorralado él se los entregó y un segundo
después estaba en el piso, moribundo. Ambas se marcharon sin saber que
ambos fragmentos eran en realidad uno de los que tenía Kouga en sus piernas
pero partido en dos mitades. El otro fragmento permaneció con él;
decidió tenerlo en la mano, sería más fácil lograr
su cometido llegada la hora.
Inuyasha y el resto llegaron a aquel lugar en cuestión de segundos. Kagome
había sentido que los fragmentos se movían de dirección
opuesta al escondite de Kouga y a la vez que no se acercaba a ellos. Al llegar
se percataron de todo. El panorama era desolador. Todos los amigos del líder
muertos y este, moribundo, yacía en el piso. Kagome corrió hacia
él de prisa y por única vez Inuyasha se quedó callado.
Kouga levantó la vista y vio cómo una llorosa Kagome le quitaba
los cabellos de los ojos. Su melena estaba suelta, libre y dispersa por el suelo.
El lobo, con la mitad de los remanentes de fuerza que le quedaba, levantó
una de sus manos y limpió el rostro de Kagome; luego tomó una
de sus manos y depositó el fragmento de la perla de Shikon en la suave
y delicada palma de Kagome, como temiendo lastimarla. Luego giró la cabeza
para mirar a Inuyasha a los ojos por última vez y sin perder aquélla
sonrisa desafiante que lo caracterizaba susurrarle un casi imperceptible "cuídala".
Así, volviendo a admirar el rostro de Kagome por última vez le
sonrió y expiró.
Después de enterrarlos a todos ellos el monje Miroku e Inuyasha regresaron
donde estaban Sango y Kagome tan calladas y cabizbajas como cuando las habían
dejado. Kagome ya no lloraba y Sango miraba hacia un escenario imaginario que
parecía captar toda su atención. Ninguno dijo nada; ellas se levantaron
de sus lugares y comenzaron a caminar junto a ellos en dirección a la
aldea de la anciana Kaede. Sabían que pronto todo llegaría a su
fin, Naraku vendría a buscarlos en cualquier momento y ese sería
el momento de hacer justicia. Por el momento las palabras sobraban.
No pasaron mas que unos días después para que la lucha definitiva
se llevara a cabo. Era de noche y todos dormían. Inuyasha estaba en lo
alto de un árbol esperando el momento en que el sueño llegara
a él. Parecía difícil, en estos últimos días
no había podido cerrar los ojos pensando en lo que les deparaba el destino.
En eso las serpientes de la sacerdotisa Kikyo lo envolvieron avisándole
que ella estaba por algún lugar de los alrededores. Sin dudarlo una sola
vez siguió aquéllas serpientes y la vio recostada en un árbol
con la cabeza de lado. Cuando sintió su presencia ella volteó
a verlo con la misma expresión de siempre, fría y altanera, segura
de lo que representaba para él, segura de que la vida del hanyou le pertenecía.
- Inuyasha, has venido.
- Kikyo, ¿necesitabas verme? ¿ha sucedido algo?
- ¡No asumas que te necesito Inuyasha! No seas tan soberbio; tú
sabes muy bien que el único que necesita verme eres tú, yo no.
Tan solo vine a advertirte que Naraku tiene casi toda la perla de Shikon completa,
solo le falta un fragmento y sabe muy bien que ustedes lo tienen consigo. Solo
quería que sepas que es necesario que estés atento; muy pronto
todo acabará.
- ¿Viniste a prevenirme? Entonces es mentira que no te preocupas por mí, Kikyo, mírame a los ojos y dime que no es cierto que tú también...
- Inuyasha, no tengo nada que decirte, no te debo respuestas ni explicaciones
de ningún tipo. Solo vine a avisarte que no falta mucho para que mi plan
esté completo al fin. Hasta ese momento no desfallezcas, Inuyasha, que
aún tenemos cuentas pendientes, recuérdalo.
Tras decir esto se fue dejándolo tan desconcertado como siempre que se
encontraba con él. Con aquel sentimiento de vacío, que solo una
desilusión podía darle. Cuando volvió, subió a la
misma rama del árbol preocupado por lo que se venía, temiendo
que algo podría pasarle a la sacertodisa que queriéndolo o no
lo tenía en sus manos. Aquella deuda que tenía con ella y que
estaba dispuesta a cumplirla acompañándola si era preciso a la
otra vida le parecía menos provocadora que antes. ¿Tenía
miedo? No, definitivamente no. Entonces ¿por qué las vacilaciones?
Él sabía muy bien que la amaba; si no fuera así alguien
como él jamás podría aceptar su frialdad, sus negativas,
su desafiante mirada que lo invitaba a acercarse una vez más a ella,
a besarla y poseerla como en otras épocas. Pero todo aquello ya no le
era suficiente; la posibilidad remota de vivir aquello de hace quinientos años
donde quiera que ella se encontrase, inclusive en el infierno mismo, no lo satisfacía
más y eso sí le daba miedo porque si no era por ella, si no era
por su querida Kikyo, no tenía nada más por qué luchar
¿la perla de Shikon? No, ya de que le servía ser una verdadera
bestia si el momento que vio a Kikyo lo único que su corazón quiso
es que llegue el final de todo esto para que ambos pudieran estar juntos al
fin; hanyou o no estarían juntos. Él le debía la vida;
ella había muerto por él. Ese compromiso era muy fuerte. Un sacrificio
se paga con otro.
Al día siguiente Naraku y todo su séquito llegaron a quitarles
el único fragmento que tenían en su poder. Aquel miserable, por
fin en persona, comenzó a luchar con todas sus fuerzas. De igual forma
todas sus extensiones parecían invencibles y hasta cierto punto lo eran.
Eran demasiados oponentes. Aún así pudo acabar con Kana y Kagura
después de una lucha a muerte. En eso Kikyo apareció y se paró
al costado de Naraku que en el momento estaba en el aire viendo con una expresión
de profunda diversión la pelea que ya sabía ganada. Intercambió
una mirada con él y tras sonreírle cínicamente se abalanzó
contra Kagome quien era quien tenía el fragmento de la perla en ese momento.
Inuyasha no pudo hacer nada para impedir estremecerse. Sentía que algo
ocurriría y no podía descifrar qué temía más
de todo esto, todo era confuso, nada podía ya hacer él, solo observar.
Fue en ese momento cuando sintió con profunda fuerza, con toda la intensidad
con que la realidad puede pegar después de haber permanecer ciego durante
tanto tiempo, que no confiaba en Kikyo y que temía por Kagome. Se deshizo
rápidamente de su contrincante pero al parecer no fue lo suficiente rápido
como para evitar lo inminente.
Kikyo tenía el fragmento de la perla en la mano sin ningún gesto que denotara sentimiento alguno en el rostro mientras que Kagome estaba en el piso con la mirada vacía, como si no tuviese alma, como muerta. Él quedó en su sitio parado, impertérrito. Kagome ¿muerta? ¿por las manos de Kikyo? No, era imposible aceptarlo, Kikyo, su Kikyo, nunca podría cometer semejante acto. En eso aquella mujer hizo lo que para todos era de temer pero no por eso menos lógico juzgando por su precedente proceder. Naraku tenía el fragmento en sus manos. Inuyasha trató de alcanzarlo pero era imposible, estaba en el cielo mirándolos con compasión mal fingida asegurándoles que tendrían una muerte digna de su nivel, qué gracioso, como si eso fuese prometedor. Él estaba lastimado. Kikyo lo había traicionado; aun así parecía que ninguna decepción era demasiado fuerte para que dejara de amarla con toda la intensidad de hace quinientos años y evitara anteponer cualquier asunto concerniente a ella al de los demás, inclusive la vida de Kagome.
Cuando el villano finalmente unió el fragmento al resto una luz inmensa
se hizo en el lugar y una fuerza sobrenatural hizo correr el viento más
fuerte que nunca, se formaba un remolino blanco en el aire alrededor de Naraku,
envolviéndolo. Luego de unos segundos nadie pudo ver más. La luz
era demasiado potente y chocaba contra las retinas más acostumbradas
a situaciones extremas como las de Inuyasha. El hanyou y los demás estaban
en el piso imposibilitados de ver más aquella escena. Todos a excepción
de Kikyo que era la única que contemplaba todo aquello con una gran sonrisa
de satisfacción en el rostro.
Caminó lentamente hacia Inuyasha, que estaba tendido en el suelo, y movió
su rostro con una ternura que no había demostrado antes. El hanyou abrió
los ojos y lo primero que vio fue la sonrisa de la sacerdotisa.
- Vamos Inuyasha que queda muy poco tiempo
- ¿Y Naraku? ¿Dónde están todos ellos?-preguntó mirando hacia el cielo.
- La piedra de Shikon se ha autodestruido, Inuyasha. Antes de morir hice un conjuro para que sucediera eso; era la única forma que había para prevenir una catástrofe. Inuyasha, no podía evitar que la piedra cayera en manos malvadas pero sí podía asegurar que nunca nadie se viera sacrificado por los poderes de la perla.
- Lo sabía Kikyo- respondió con una sonrisa- Estaba seguro que
no podías tener ninguna mala intención. Discúlpame si alguna
vez dudé de ti Kikyo, pero es que...
- Olvídalo, Inuyasha. Ahora que mi misión está completa
aquí debo volver a donde pertenezco, me queda poco tiempo, Inuyasha,
pero no lo haré sola. Tu vida me pertenece. Vamos que no hay tiempo que
perder.
El hanyou asintió. Sabía que estaba listo a irse con ella y sabía que para eso necesitaba morir, ella debía tener su alma al fin. Era un compromiso, era su deber, su decisión y su voluntad. ¿no era así?
A lo lejos se podía ver un agujero negro. El pasaje se hacía conforme
pasaba el tiempo más angosto. Era la comunicación con el otro
mundo por donde seguro Kikyo pasaría después de tener consigo
su alma. Se levantó con dificultad. Tenía muchas heridas en todo
el cuerpo, era casi imposible mantenerse en pie. Kikyo lo ayudó a incorporarse
y lo apoyó en un árbol. Inuyasha tenía los ojos cerrados
pero sabía lo que sucedería. Por segunda vez una flecha de esa
mujer se incrustaría en su cuerpo mas esta vez para llevárselo
de una vez con él. Estaba listo. Se mantuvo en pie con los restos de
fortaleza que le quedaban en su cuerpo maltratado por las heridas de lucha y
el cansancio natural tras una faena de ese tipo. Seguían pasando los
segundos y no pasaba nada ¿qué podría detenerla? Ella no
era precisamente conocida por sentimentalismos de última hora, que para
ser sinceros no tendrían ningún lugar si recordamos sus intenciones.
Sabía que el tiempo se hacía cada segundo más corto. Abrió
nuevamente los ojos y se encontró frente a una vista que jamás
se hubiese esperado ver. Pudo escuchar decir,
- No lo lograrás. No mientras me quede aliento en mi cuerpo. No permitiré
que lo hagas.
Y lo único que pudo alcanzar a decir con un grito lleno de angustia y
miedo antes de ver la figura de Kikyo disolverse de una vez por todas frente
a sus ojos, atravesada por una flecha, fue:
- ¿Kagome? ¡¿Qué tratas de hacer?!
Pero ya nada podía hacerse. El agujero se había cerrado y Kikyo se terminaba de desleírse frente a sus ojos. Cayó al suelo. No podía pensar ni decir nada. Su mente no le respondía, solo podía pensar en que Kikyo estaba lejos de su alcance para siempre y eso dolía y mucho. No importaba ya por qué o quién, el sentimiento de pérdida lo aniquilaba, lo consumía. Era insoportable. En eso sintió las manos de alguien en sus hombros. Levantó la vista; por una vez en su vida sus sentimientos no se vieron transformados en ánimos de luchar o asesinar, ahora eran vertidos en forma de lágrimas como un ser indefenso, como cualquier criatura. Kagome estaba frente a él con una mirada triste, vacua, como la había visto hace un momento cuando Kikyo la había... ¡¿Kagome?!
Solo pudo continuar viéndola a los ojos; observando a aquellas pupilas que estaban muy dilatadas, casi sin vida, sin entender, tratando de buscar una explicación en sus expresiones, en sus gestos. Kagome cayó de rodillas frente a él y tomó una de sus manos suavemente; el dolor que causaba cada uno de sus movimientos era fácil de detectarse en la lentitud de los mismos. Abrió una de las suyas y pudo verse la perla de Shikon. Inuyasha no dijo nada, era todo tan confuso, no sabía qué hacer ni qué decir. Kikyo ya no estaba. Kagome se moría frente a sus ojos. No unía información, no había por qué hacerlo, todo estaba perdido. Se negaba a aceptarlo, solo sentía un frío inmenso recorriendo su cuerpo. Por primera vez un miedo real lo posesionó. No la perdería. No podía perderla. A ella no. No importaba qué hubiese pasado, ni qué hubiesen visto sus ojos, él confiaba en ella pese a todo. No podía perderla. No a ella.
- Inuyasha, abrázame. - Él hizo lo que ella le pidió. Estaba
conmocionado pero en su interior sabía que esto era lo realmente correcto.
- Kagome, tú
- Shh. No digas nada. Solo abrázame y escúchame, Inuyasha- más
lágrimas comenzaban a brotar de los ojos del hanyou, humedeciendo la
blusa de Kagome. Gomenasai, no era mi intención hacerte sufrir, Inuyasha.
Lo único que siempre deseé fue que fueras feliz y Kikyo, ella
nunca... estoy segura... hubiese querido que no lo fueras. Una vez dije que
ambas compartíamos el mismo sentimiento pero que a la vez éramos
distintas ¿verdad? Ah- gimió de dolor y dando paso a un tosido.
- Sí, pero Kagome no digas ya nada, yo yo no sé qué
decir Kagome,
- Por favor, déjame terminar, Inuyasha- tomó gran cantidad de
aliento y prosiguió- Ambas te amamos y fue por eso que me di cuenta que
esa mujer no podía ser Kikyo.
- ¿Qué tratas de decirme, Kagome?
- Esa mujer no era Kikyo.
- Kagome, yo...
- Toma- le dijo separándose de él un tanto y tratando de sonreír
en el momento en que tomando una de sus manos le dijo mientras depositaba la
perla completa: esto te pertenece. Inuyasha, siempre supe que el habernos encontrado
no podía ser solo una coincidencia. Sé feliz como yo lo soy ahora.
Luego de decir esto cayó en sus brazos. Había dejado de importarle todo lo que había a su alrededor. Solo sentía su cuerpo más pesado que nunca, sobre él, perdiendo calor. En una de sus manos la perla de Shikon brillaba como nunca mientras que desfalleciente y recostada sobre él, Kagome. Nunca antes hasta este momento pudo darse cuenta de cuán insignificante era en realidad esa perla. ¿Valía todo esto? ¿Valía en verdad la vida de Kikyo y ahora la de Kagome?
En ese momento que sin saber qué hacer, ni qué decir ni cómo
explicarse a sí mismo todo lo que había sucedido pudo realmente
darse cuenta de cuánto significaba en su vida Kagome. No, no era un utensilio
necesario en su vida para lograr su objetivo, no era una simple conocida, no
era más la muchacha parecida a Kikyo. Era Kagome, sí, la misma
persona que siempre estuvo a su lado, lloró y se desesperó ante
la sola posibilidad de perderlo. Ella era quien dejando de lado sus propios
sentimientos decidió quedarse a su lado, acompañarlo en sus travesías
y aventuras, arriesgarse por él sin buscar nada más a cambio que
su compañía, su amistad; sin pensar nunca en la posibilidad de
lastimarse a sí misma en el acto.
El sentimiento que guardó por tantos años hacia Kikyo era dejado de lado, quizá por el momento o quizá para siempre, no sabía; se confundía con la desolación y vacuidad que experimentaba al saberse incapaz de hacer algo para cambiar el rumbo de las cosas. Al verse una vez más imposibilitado de tomar decisiones porque el solo hecho de tratar de pensar le era ya más que absurdo. Tratar de comprender el porqué no era su prioridad, ¿de qué sirven las explicaciones en estos momentos? las miles de preguntas vendrían después, estaba seguro, ahora solo era él sintiendo, sufriendo, viviendo la desolación de otra pérdida, una que se le hacía más grande y más pesada en su conciencia que la pasada.
Sabía que a él le hubiese sido imposible renunciar a Kikyo como ella renunció a él por su bien solo porque en él estaba aquel instinto tan animal y a la vez tan inherente al ser humano que es el de protección de lo que nos pertenece, de lo que nos es querido sin importarnos lo racional. Ese sentimiento egoísta que muchas veces deriva del amor y que forma la versión corrupta del mismo, y que otras muchas es tomado equivocadamente como significado de amar, es lo que los hacía inmensamente diferentes, lo que marcaba la diferencia abismal entre ambos. Kagome era muy distinta a la Kikyo que él creía conocer y ahora le decía que no era; era otra persona, mucho más sabia que él. Amar sin los obstáculos que interponen nuestros propios intereses, miedos, egoísmos, soberbias, caprichos es amar de verdad. Ella lo supo desde antes y él vino a darse cuenta precisamente hoy cuando, quizá, era ya demasiado tarde para decirle que no importa qué sentimientos estuviesen albergados en su corazón, ni a cuántas personas amó o llegaría a amar, ella, Kagome, siempre tuvo y tendría un lugar especial en su corazón; no sabía si más o menos importante que el de Kikyo, por una vez no las ponía en una balanza, no quería seguir siendo injusto ni quería pensar en eso aún; ahora solo tenía la certeza de que si no fue capaz de renunciar a Kikyo mucho menos estaba decidido a perder a Kagome frente a nada ni nadie. Eso podía jurarlo ya no solo sobre su orgullo, porque no era un compromiso hecho en palabras ni una deuda, sino sobre su propio ser porque era lo que realmente sentía que debía hacer.
¿OWARI?
Notas finales del autor:
¿Y Minna-san? ¿qué tal les pareció hasta aquí? Espero que no esté tan horroroso. Sé que hay muchos puntos sueltos en la historia pero recuerden que es tan solo el primer capítulo de una historia que la verdad no sé cuántos capítulos más tendrá. ¡Todo depende de sus reviews y de si quieren en verdad que lo continúe! Me encantaría saber sus apreciaciones sobre este fic.
Díganme, ¿se hizo extrañar mucho la acción? Eso, en verdad, me preocupa un tanto ya que este anime contiene mucha acción y para ser sinceros no suelo escribir historias de acción y es por eso que me dije que quizá sería bueno que este fic se fuera por otro lado, por eso decidí empezarlo, paradójicamente, con lo que podía ser el final de las incansables batallas de nuestros amigos. Aún así, verán que no consideré tan importante la batalla en sí sino el posible significado del mismo.
¡Bueno! ¡Mejor ahí dejo esto! ¡Ya se darán cuenta
por sí solos! ^^U
Solo algo más; para cualquier duda o simplemente quizá para una
conversación eventual con esta loca niña pueden contactarme en
el MSN. Mis e-mails en Hotmail y Yahoo son, respectivamente:
cheerfulandsmilinggirl@hotmail.com
y
sakura_shiomei@yahoo.es
¡Todos están invitados! Siempre es bueno contar con nuevos amigos
¿ne?
¡Mucha suerte en todo lo que emprendan!
SHIOMEI
¿Uhmm qué
veo por aquí?
¡Ah sí! Es precisamente el lugar
al que debes dirigirte para
que esta escritora se sienta muy
feliz y con ganas de actualizar pronto.
¡Dale un clic y dime lo que opinas!
Arigato. ^_^
