NdA: Basada en hechos reales. Bueno, más o menos. Digamos más bien, basada en
la mentalidad paranoica de la autora y en hechos semi reales con su Trewlaney
particular y el resto de la gente y/o tribulaciones con las que convive a diario
XDDD
Sumario: De cómo cuando crees que a nadie le importas, en realidad le importas a todo el mundo XD
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Eran aproximadamente las once y media de la noche, una hora en la que ningún alumno en Hogwarts debería estar despierto. De hecho, casi nadie lo estaba, ni siquiera los profesores... Pero siempre había algún descarriado que se atrevía a corretear por los pasillos del castillo fuera de hora. Y curiosamente siempre eran los mismos: Potter, Weasley y Granger.
Todavía me parecía sorprendente que ese trío fuera capaz de burlar todo tipo de medidas de seguridad que nos esforzábamos por poner. Lo peor era que no sólo hacían su santa voluntad, cosa que ya de por sí era tremendamente reprobable, sino que además nunca jamás habíamos sido capaces de cogerles in fraganti. Y eso era algo muy frustrante, todo sea dicho de paso.
Mocosos. Tan despreocupados, tan inconscientes, sin tener en cuenta el peligro al que se exponían por sus estúpidos caprichos y su idea de meter siempre la nariz en todas partes. Aunque no sé de qué me sorprendía, teniendo en cuenta el currículum de Black y Lupin....
Como decía, eran las once y media cuando me disponía a ir a mi gran cama, de sábanas suaves y cálidas, colocada frente a la segunda chimenea de mis aposentos. Y digo segunda, puesto que la primera es la que calienta la salita y el par de sillones de oreja de cuero verde Slytherin.
Con un movimiento de mi varita avivé el hogar para que caldeara la habitación más, aunque parecía que por mucho que me esforzara en ello y en abrigarme no era capaz de entrar en calor cosa que, por otra parte, era bastante normal después haberme caído aquella mañana --corrección— de que me hubieran tirado al estanque en pleno invierno, estando el agua gélida.
Un escalofrío recorrió mi espalda y me arrebujé más en mis ropas oscuras. No sabía cómo no había pillado una pulmonía triple... Lo único que me consolaba era que cuando viniera el director Dumbledore me aseguraría de que les pusiera los puntos sobre las íes. Demonios, si tan sólo no hubiera estado tan fría el agua como para poder moverme les hubiera echado dentro a ellos también.
Todo era mi culpa por haberme fiado. Eso me demostraba que nunca, nunca, NUNCA tenía que fiarme de nadie excepto de mí. Bueno, en el fondo no fue culpa de Lupin. Él tampoco sabía lo que había planeado Black, tan sólo era el intermediario... Curiosamente fue quien se disculpó. Supongo que porque prefería una pequeña humillación a convertirse en lobo psicópata una vez al mes.
Me acerqué al escritorio y tomé un pequeño frasquito que me había dado Poppy y que contenía un líquido parduzco. Era un mejunje que me había preparado para que no me tirara toda la semana en cama. En unos cuantos días estaría perfectamente... o eso se suponía. La enfermera se había disculpado por no tener de su poción anticatarral, pero aunque la hubiera tenido jamás la hubiera probado. Antes muerto de un ataque de tos que vivo y con humo saliendo por mis orejas.
Me había dicho también –como si ya de por si no fuera todo suficientemente malo—que hacía mucho que no usaba esa mezcla. De hecho, había empezado a usar el anticatarral por algo hacía ya muchos años, pero no recordaba exactamente por qué. Así que después de tomarme aquello habría alguna especie de efecto secundario que no sabía cuál podría ser. Le advertí sobre el humo, pero me dijo que nada de eso pasaría o seguro se acordaría. Me permití un comentario sarcástico sobre su memoria antes de irme, por supuesto.
Junto al frasco había un vaso de leche caliente con miel que, según Poppy, era un remedio muggle muy bueno para la garganta. Un remedio muggle! Por un momento me planteé si la mujer quería vengarse de mí por algo, aunque no recordé nada especialmente desagradable que hubiera podido hacerle o decirle
Miré el vaso con una mueca de asco. No me gustaba la leche sola. No me gustaba el dulce. Y si mejor me tomaba el líquido del frasco...? Un repentino ataque de tos que casi me parte por la mitad hizo que reconsiderara mi brillante idea. Por muy malo que me supiera, seguramente no conseguiría que me encontrara peor de lo que ya estaba.
Haciendo un tremendo esfuerzo en parte por el sabor y en parte porque me dolía la garganta a rabiar, me tragué el dichoso lácteo azucarado y luego el líquido marrón. Dulce. Sabía dulce también. Suspiré. Después de todo Poppy estaba acostumbrada a tratar niños...
Tiritando levemente me acerqué a la cama y, cuando iba a ponerme el pijama escuché por la chimenea una voz de mujer chillando mi nombre con tal énfasis que me sobresalté y me quedé mirando al fuego con los ojos muy abiertos
No.
No podía ser.
Ella nunca....
"Severus! Me oyes? Tengo que verte!" Volvió a chillar
Sibyll Trelawney.... Me pasé una mano por la cara. Pero es que nadie le dijo nunca que no se debe molestar a la gente de bien a horas intempestivas? De acuerdo, yo no soy de esa clase de gente, pero eso no le daba derecho a molestarme tampoco
"Qué quieres, Sibyll..." Conseguí decir después de toser un par de veces con una voz que no parecía a la mía, sino la de un monstruo de las cavernas.
"Me das permiso para ir?"
"Ya iré yo..." Murmuré y en unos momentos me encontraba fuera de mis mazmorras y en la torre más alta de Hogwarts. Me sentí realmente azorado en aquella habitación llena de móviles, cortinas de encaje, sedas y cuentas, todo ello hecho de colores muy vivos y con brillantinas.
La profesora estaba sentada tras una mesa camilla cubierta de encajes que tenía incrustada una gran bola de cristal en el centro. En una mano tenía una baraja de cartas del tarot, en la otra una carta astral y me miraba con esos ojos que sólo ella sabe poner. Esos con los que te augura las más espantosas desgracias. Soplé. Charlatana....
"Espero que haya un buen motivo [tos] para tu llamada [tos tos]" Me crucé de brazos y la miré mal, como siempre hacía. Bueno, seguramente la miré todavía peor, teniendo en cuenta la hora y mi condición. Ella siguió mirándome atentamente y luego cerró los ojos y agitó la cabeza
"Ya me lo temía yo..." Suspiró y me miró llena de piedad. Agh.
"Es sólo un catarro, no me moriré por ello!" Exclamé, y me arrepentí de hacerlo puesto que mi garganta se quejó fantásticamente al momento
Sibyll se levantó, dejando sus cacharros sobre la mesa y se acercó a mí luciendo un espantoso pijama rosado con encajes. Inconscientemente di un paso atrás, horrorizado por la visión.
"Estaba en la cama cuando de pronto... oh cielos –agitó la cabeza teatralmente—de pronto tuve una visión. Era yo, mirando la bola de cristal y descubriendo algo espantoso! –juntó los dedos llenos de anillos—Me levanté rápidamente, me acerqué a la bola y usé mi visión astral"
"Y qué?" Gruñí malhumorado, deseando que toda aquella farsa terminase de una vez para poder meterme en la cama. Gracias a los dioses estábamos de vacaciones de Navidad y no tenía que dar clase... aunque no podría levantarme muy tarde tampoco. Tenía Hogwarts bajo mi responsabilidad, ya que el director Dumbledore y Minerva estaban fuera.
"Entonces te vi! –me señaló con tanto énfasis que pensé que la había poseído algo—Te vi rodeado de horrores que no me atrevo ni a nombrar" La profesora estaba temblando, encogida, en su camisón
"Y esos horrores [tos] me mataban de alguna forma especialmente desagradable[tos]?" Dije con evidente sarcasmo. Apostaba cien a uno a que sí
"Sí! Sí... Oh cielos, fue tan terrible..." La mujer se tapó la cara con las manos unos momentos y luego me miró con una expresión que superaba mil veces a cualquiera de las de Lupin. Soplé y me reproché a mí mismo. No sabía cómo había pensado que podía necesitarme para algo. Para algo real, se entiende.
"Pierde [tos] cuidado [tos]. Me extrañaría que alguien se tomara [tos] la molestia de matarme. Estoy [tos] seguro que tienen otras cosas mejores que hacer" Iba a desaparecer de nuevo en la chimenea cuando me retuvo
"Severus!"
"Qué pasa ahora?"
"Ten mucho cuidado estos días que no está el director Dumbledore en Hogwarts. Los horrores..."
"Sí, sí, Sibyll..." Hice un gesto con la mano para que me dejara tranquilo, pero no funcionó
"Es importante además que estés vivo para mi regalo de Navidad"
Se me abrieron los ojos como platos al escuchar semejante frase. De hecho pensé que tenía tanta fiebre que incluso tenía alucinaciones, pero no era así. No sobrepasaba los 38, 5 gracias a madame Pomfrey, y por si fuera poco Trelawney lo repitió pensando que no la había oído
"No acepto regalos" Dije tajante
"Me vi en la bola de cristal comprándolo, así que este año tendrás un presente mío. De hecho ya está comprado" En la resuelta expresión de la mujer veía una especie de mezcla entre contento y compromiso, y yo mismo no sabía si echarme a reír en su cara o a llorar. Por norma general, Sibyll no daba miedo... excepto cuando se refería a cosas que hacía porque las había visto con sus poderes místicos.
Me encogí de hombros y le dije que me marchaba ya. Gracias a todos los dioses esta vez no tuvo nada que objetar
De nuevo volví a mi habitación a través de la chimenea y cerré los ojos con un suspiro. Por fin podría descansar. No sólo estaba para el arrastre por la bromita de Black –algún día las pagaría todas de golpe—sino que la noche anterior había dormido muy poco por culpa de una inesperada salida nocturna a Hogsmeade para traer de vuelta a cierto par de mocosos irresponsables en una de sus múltiples jugadas.
Lo mejor fue que iban con Black y con Lupin, y estos pusieron como disculpa que ellos les hubieran protegido de cualquier cosa. Menuda panda de descerebrados Griffindor. Y es que eran descerebrados por partida doble. No sólo iban los cuatro solos a hacer quién sabe qué cosas sino que además no le habían contado nada a su querida Granger. Y claro, como Albus no estaba, a quién iba a contarle que habían desaparecido...?
Y yo –idiota de mí, tenía que haber hecho oídos sordos—fui a buscarles con la profesora Sprout, llegando de nuevo a Hogwarts a las cinco de la mañana aproximadamente.
Y cómo agradecieron mi extrema preocupación? Lanzándome al estanque. Sé que fue Black, pero Potter y Weasley estaban en el sitio adecuado en el momento oportuno para poder reírse. Estoy seguro de que sabían que ese.... ese.... tramaba algo.
Uno se desvive por hacer bien el papel de director y qué consigue? Maldades. Las mismas que si hubiera tratado de hacerlo mal. De nuevo, idiota de mí.
Me sobrevino entonces un feroz estornudo, y saqué un pañuelo blanco con mis iniciales bordadas para sonarme la nariz. Cómo odiaba estar costipado...
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