Amanecía. El sol derramaba tímidamente sus primeros rayos dorados encima de
un castillo, al lado de un oscuro bosque. Un lago profundo reflejaba la luz
formando bonitos dibujos. El pasto húmedo exhalaba un delicado vapor al
secarse el rocío, y en el cielo azul flotaban algunas nubes con tonalidades
entre rosa y naranja, quizás algún matiz verdoso aquí y allá.
Tumbado en un frío suelo de madera, echo una bola, Remus Lupin abrió los ojos con esfuerzo, sintiéndose destemplado por ese característico frío de la mañana. Notó que tenía un ojo pegajoso, y fue a alzar la mano para frotárselo. Ese simple movimiento le hizo lanzar un quejido, entre dolor y sorpresa. Movió el otro brazo. Este dolía menos. Se frotó la cara y se miró la mano. Abrió los ojos con sorpresa al darse cuenta de que era sangre seca lo que le impedía abrir el ojo. Maldiciendo en voz baja, decidió que tenía que incorporarse de cualquier manera. Madame Pomfrey vendría dentro de poco, seguramente.
Se incorporó hasta sentarse en el suelo, notando las punzadas de dolor por todo su cuerpo. Vio que estaba casi desnudo y completamente cubierto de arañazos sanguinolentos, ahora ya coagulados. En el hombro derecho tenía una herida que parecía más grave: con el movimiento se le había abierto y volvía a sangrar ligeramente.
Remus miró a su alrededor. Descubrió que uno de los muebles de la casa, una antigua estantería, estaba completamente astillado, y manchado de sangre en varios sitios. Una madera puntiaguda había quedado apuntando hacia arriba; podía apostar que allí había sido donde se había ensartado el hombro cuando estaba en su forma salvaje e incontrolables de lobo. Se ve que se había dedicado a herirse a sí mismo lanzándose contra las puntiagudas maderas.
Se colocó lo poco de ropa que le quedaba bien alrededor del cuerpo, y usó una desgarrada manga para vendar su herida rudimentariamente. Entonces oyó un ruido y supo que la enfermera venía a buscarlo. Al ver los ojos de Pomfrey abrirse de la sorpresa, y llevarse una mano a la boca, Remus confirmó su pensamiento de que la herida era grave, y que aquella transformación era de las peores que había tenido en bastante tiempo. Quizás necesitaba tiempo para recuperarse o algo así... Vaya, justo ahora que no le convenía alargar más eso de la enfermedad de su madre o cualquier excusa que buscara...
La enfermera lo ayudó a levantar y comprobó si podía caminar. Al final decidió conjurar rápidamente una camilla y llevarlo hasta el castillo. Remus habría disfrutado del viaje flotando si no fuera por que estaba bastante preocupado. Tenía que decirles algo a sus amigos, y pronto...
Pomfrey lo curó con cuidado, una poción que escocía bastante y un par de encantamientos, y le ordenó reposar un par de horas. Podría ir a la primera clase, quizás... y nadie se enteraría de nada... y podía retrasar el momento de decírselo a sus amigos, hasta el mes que viene a lo mejor...
Se durmió con esos pensamientos, descansando lo que no había podido aquella noche salvaje, entre las sábanas blancas y limpias de la enfermería, sintiendo el cansancio apoderarse de su cuerpo y conducirlo al mundo de los sueños...
Despertó de golpe, y se dio cuenta de que Madame Pomfrey estaba al lado suya, mirándolo. Había dejado una bandeja con comida en la mesa de al lado de la cama. Se incorporó sobresaltado.
- ¿Qu-qué...?
-Es la hora de la comida, chico. Has dormido toda la mañana.
-¿¿Toda la mañana?? ¿Y las clases?
-Ya las recuperaras; no creo que ningún profesor ponga problemas, ellos saben de tu maldición.
-Oh... -Remus bajó la cabeza, pensativo. Más explicaciones... bueno, seguramente la excusa de su madre seguía sirviendo. Le extrañaba que aún nadie hubiera preguntado que porque iba a verla de noche... Es cierto que a veces faltaba todo el día siguiente, pero intentaba llegar siempre a las primeras clases de la mañana.
El chico removió la comida, sin demasiado apetito. Pero al advertir la mirada severa de la enfermera, empezó a comer un poco a la fuerza, hasta darse cuenta de que tenía hambre de verdad.
Cuando acabó, se dispuso a volver a la torre Gryffindor. Nadie habría acabado aún de comer y podría llegar hasta su habitación y cambiarse sin problemas. Madame Pomfrey le revisó las heridas, ya casi cerradas gracias a la poción cicatrizante, y salió de la habitación para que Remus pudiera cambiarse sin vergüenza. El chico se quitó el limpio pijama blanco de la enfermería que llevaba puesto, y se puso el suyo de transformaciones, manchado y con agujeros. Por encima se cubrió con la túnica negra del colegio que había dejado allí Pomfrey la noche anterior.
Remus se acercó al lavabo y se lavó la cara con agua fresca, peinándose con las manos el pelo castaño, aunque los mismos mechones volvían siempre a caerle en la frente, casi delante de los ojos. Luego se miró al espejo. A pesar de haberse lavado, no tenía buen aspecto. Pálido y con unas terribles ojeras, parecía incluso más delgado que el día anterior, más frágil. Suspiró y recogió su bolsa de viaje que estaba en un rincón. Al salir, se despidió de la enfermera y se internó por los pasillos dirigiéndose a su torre.
Todo estaba en silencio al principio, pero al acercarse al Gran Comedor percibió los sonidos de muchas voces, que hablaban y reían. Todos los estudiantes estaban comiendo. Remus apretó el paso y cogió el camino más directo para llegar a su destino.
Al llegar a la puerta, le dio la contraseña a la Señora Gorda, que lo miró con algo que a él le pareció pena. ¿Es que hasta los cuadros tenían que saber lo que le pasaba? Odiaba cuando le miraban así. También por eso no se lo había dicho a sus amigos... el sólo pensar en Sirius mirándole con pena, con miedo o con desprecio... No quería pasar por eso, no otra vez. Eso le hacía recordar las caras de sus padres en las primeras transformaciones, o cuando les dieron la noticia...
Remus caminó cabizbajo hasta la puerta de su habitación, y entró, cerrando la puerta detrás de él. Se giró.
El cuarto estaba vacío. Su cama, perfectamente hecha, y la de los demás, con las cortinas echadas. Tiró la bolsa al suelo y se quitó la túnica. Estaba deseando quitarse la manchada ropa de debajo, así que rápidamente se quitó la camiseta de encima. Entonces se detuvo y se miró el pecho. La herida tenía buen aspecto para habérsela hecho ayer; no era tan grave como le había parecido a él en un primer momento.
Acarició la zona amoratada con la punta de los dedos. Una más. Bajó hasta aquel corte, una línea blanquecina, que tenía en el costado izquierdo. Otra, hacia ya tiempo. Y lentamente, volvió a subir hasta aquella que tenía casi en el cuello, encima de la clavícula, en el músculo que une cuello con hombro. La primera. Aunque no llegaba a verla, la diferente textura de la piel le indicaba dónde estaba.
El mordisco que había convertido su hasta entonces feliz vida en una tortura, en un mundo de miedos y problemas, de soledad. Cubrió la superficie con la mano y apretó los dientes. Aquella herida no solo le dejó una cicatriz, sino también una maldición que le duraría toda la vida y para la cual no había cura.
-Ojalá no hubiera pasado...-un susurro salió de entre sus dientes apretados. Le escocían los ojos - ¡Ojalá nunca me hubiera pasado esto! Porque tuve que hacerlo, porque lo hice...- Había elevado la voz, hablando con tristeza y desesperación
Una maldición que le hacía mentir, que le impedía confiar, que interponía barreras entre el y sus amigos. De repente levantó la cabeza con sombría resolución:
-Tengo que decírselo. -Siguió hablando solo.- Se lo explicaré a ellos... a Sirius...
-Estoy de acuerdo, Remus, creo que tienes que decírnoslo.- Como si hubiera acudido al ser nombrado, la voz de Sirius resonó a sus espaldas. Él no había oído la puerta , ni a nadie subiendo. ¿Cómo...?
Al girarse obtuvo la respuesta. Las cortinas de las camas estaban abiertas ahora. Los chicos estaban cada uno en su cama, mirándolo. James con preocupación, Peter con curiosidad y Sirius... No pudo descifrar aquella expresión. Le bastaba con intentar recuperarse del shock de saber que estaban allí desde el principio. Maldijo esa manía suya de hablar en voz alta cuando estaba solo.
-¿Vosotros...? ¿Pero, cómo sabíais...?
-¿Qué como sabíamos que estabas aquí? - Completó Sirius por él, serio. - Opino que primero tienes que hablar tú. Cuéntanoslo y luego veremos porqué deberíamos contestarte.
Remus se sentó en su cama y escondió la cara entre las manos. Él no quería que aquello llegase de esa manera... tenía que habérselo dicho antes. Pero ahora no tenia más remedio. Tragó saliva, intentando deshacer el nudo que le impedía hablar.
-Es... es una larga historia.
-Tenemos tiempo.
Los cuatro estaban ahora sentados en su cama. Los otros tres observaban a Remus, que se pasó nervioso las manos por el cabello y volvió a tragar saliva.
-No sé por donde empezar...
Peter acudió a rescatarlo:
-¿Y si nos dices realmente dónde estabas? Sin madres enfermas por en medio, por favor.-Ese sarcasmo tan suyo...
Remus suspiró. Mejor darles la mala noticia ya y dejar los detalles para después:
-Una vez al mes, he de irme. Y teníais razón desde el principio: no tiene nada que ver con mi madre. Era una excusa bastante tonta, lo reconozco. Me... me escondo... las noches de luna llena. - Remus levantó la cabeza y los miró, uno a uno. Parecía que iban comprendiendo, si no lo sospechaban (casi con certeza) ya- Me voy para no hacer daño durante mis transformaciones. En esas noches, el lobo que vive dentro de mí sale al exterior. - Miró a Sirius fijamente, clavando sus iris dorados en los azules del otro.- Soy un hombre lobo.
Un silencio siguió a éstas palabras. Remus sentía el corazón latiéndole en las sienes, pero no bajo la cabeza. Se puso en pie y vaciló. Pensaba irse, pero no quería perderlos así...
-Remus - dijo Sirius bruscamente. El chico de pelo negro se había puesto en pie y se acercó a él, sin desviar la mirada.-¿Por qué no nos lo dijiste? Éramos tus amigos, confiamos en ti, y tú... ¿Por qué lo ocultaste?-Sirius parecía muy dolido. Estaba enfrente suya, mirándolo.
Remus no pudo aguantarlo más y se derrumbó.
-Lo siento... lo siento tanto... Pensaba... pensaba decíroslo, en serio... Pero tenía tanto miedo. Miedo de que me rechazarais, de que no me volvierais a hablar... miedo de... - se le quebró la voz, y respiró hondo antes de terminar, con las lágrimas deslizándose por sus mejillas - miedo de perderos. Sois mis amigos, los únicos que he tenido nunca...-contuvo un sollozo.
James y Peter se habían puesto de pie y estaban un poco atrás, cada uno a un lado de Sirius. Remus intentó seguir:
-Pero comprendo... comprendo que hice mal, que no me queráis volver a... a hablar... que m-me odiéis...-No podía seguir. Se ahogaba conteniendo las lágrimas y los sollozos, así que calló y cerró los ojos, temblando en silencio, con la barbilla pegada al pecho.
Una mano lo cogió por el mentón y le obligó a levantar la cabeza. Remus abrió los ojos y vio que Sirius casi sonreía, con los ojos brillantes.
-Remus... -dijo, tranquilo, dulcemente - eres un tonto.
Remus solo lo miró, con los ojos abiertos de la sorpresa, sin saber que decir ni a que venía eso.
-¿De veras crees que te vamos a odiar por eso? Como si no tuvieras bastante con tu propia carga... Remus, somos tus amigos. Y a un amigo se le aprecia por cómo es, por su manera de ser, con sus virtudes y defectos... y maldiciones - Sirius sonrió abiertamente. Y a Remus todo lo que le quedaba de auto-control desapareció de golpe, y se arrojó a los brazos de su amigo. Sirius lo abrazó mientras el chico mas pequeño se desahogaba en su hombro, sin contenerse ahora.
James y Peter sonreían, y le pusieron la mano en el hombro, apoyándolo silenciosamente. Sirius le acariciaba el pelo y también sonreía. Remus se calmó al cabo de un momento, y se separó de Sirius. Tenía las mejillas ligeramente sonrojadas, y húmedas. Miró a Sirius fijamente.
-Sirius, ¡tú si que eres tonto! ¡No vuelvas a asustarme así! ¡Pero si estabas serio y todo! Pensaba que era de verdad, con ese "éramos tus amigos"... ¿¿Y luego quieres que no me lo crea??
Todos rieron. Era raro ver a Remus tan expresivo, tan exaltado. Sirius puso su mejor cara angelical y llevó una mano detrás de la cabeza.
-Bueeno, había que presionar para saber tus motivos... además es verdad, no nos lo contaste - Sirius cambió su cara de angelito a cara de niño ofendido. Remus soltó una carcajada y se sentó en la cama tumbándose hacia atrás, suspirando.
-Ten amigos para esto, ¿eh, Remus? -bromeó Peter, sentándose en un lado de la cama. - Aún nos debes varias explicaciones, así que prepárate...
-¡Y vosotros me debéis una a mí! Va, contad todo lo que sabíais, que me da que era bastante.
Sirius sonrió:
- Va James, cuéntaselo tú que eres mejor para esto.
James sonrió y también se sentó en la cama. Sirius aprovechó para hacerse sitio en el medio, y tumbarse casi encima de Remus, que se había apoyado contra la pared. James y Peter volvían a estar uno a cada lado. El primero se ajustó las gafas que solía llevar y tomó la palabra:
-Como tu has dicho, la excusa de tu madre acababa siendo un poco tonta... sobretodo si te dabas cuenta de que te ibas solo una noche, y no la verías demasiado tiempo... Además, de noche la gente suele dormir.- Remus sonrió, avergonzado. Sí que se habían dado cuenta. - Por otro lado te ibas una vez cada mes, pero no los mismos días. No parecía haber ninguna relación entre los días que escogías cada mes... Aunque ahora ya lo sabemos, claro.
-Veintiocho días entre cada "visita", noches de luna llena, sí - dijo Remus.
-Exacto - prosiguió James - No queríamos insistir en el tema; no se si te acuerdas de que prometimos dejarte guardar tus secretos y tal. Pero ayer ya estábamos "un poco" hartos, y Sirius aquí presente...-James los miró - em, Sirius aquí usándote de cojín, mejor dicho - el nombrado saludó con la cabeza a un público invisible - te siguió. Sirius, si eres tan amable...
-Vale, esta parte es mía... - se giró para poder mirar a Remus a la cara - No sabía si te diría algo o no, así que solo te seguí. Y muy bien, por cierto - fanfarroneó el chico - Te seguí hasta que te vi pararte y mirar a las sombras. Me tuve que parar de golpe y esconderme, sobre todo cuando...
-¡Eras tú! El ruido ese que oí detrás... pero yo estaba concentrado en...
-¡Déjame acabar de contarlo! Sí, era yo; tropecé al ir a esconderme, caminando hacia atrás, y casi me caigo... ¡No tiene gracia! - Peter y James intentaban aguantarse las carcajadas - Bueno, si me dejan seguir... - Sirius los fulminó con la mirada y los dos chicos se intentaron poner serios - Vale, pues eso... Yo me escondí, tu mirabas a las sombras, y de pronto apareció Snape el Siniestro y empezó a acosarte...
-¡Sirius! ¡No me acosaba!
-¿Ah, no? ¿Y qué hacía?
-Meterse conmigo...
-¿A ti te parece que esto es "meterse" contigo? - Sirius acercó su cara a la de Remus hasta dejarla a un par de centímetros y la giró ligeramente. Sonrió imitando a Snape y susurró - Miira, estúpido Gryffindor, me estoy "metiendo" contigo...
Remus abrió la boca para contestar, pero tener a Sirius tan cerca lo ponía nervioso. Contempló sus ojos, tan azules, la piel blanca...
-¡Oondia Sirius tienes un grano! -Remus le señaló un sitio en la cara mientras los otros dos se partían de risa.
Sirius los miró con cara de desgracia y dijo algo como "Que he hecho yo para merecer esto" Luego se recompuso, espero a que los otros dejaran de reír (por segunda vez) y retomó su historia:
-Pensé en salir y quitarte a ese de encima - Remus hizo una mueca- , pero como estaba en misión secreta esperé a que se fuera... Lo malo fue que luego vino hacia donde yo estaba y tuve que correr para esconderme porque estaba muy a la vista... y cuando volví Remus ya estaba bastante lejos. Entonces pasé de ir detrás y fui hasta el ventanal, ya sabéis, ese que da al Bosque en el pasillo de la clase de Transformaciones... - Sus amigos lo animaron a seguir - Me quedé por allí mirando el paisaje, pensando, un buen rato.
-Eh, me callaré y no diré nada, pero lo has dejado en bandeja... - dijo Remus, ahorrándose la frase sarcástica obvia en respuesta a eso de "pensando".
-Sí, yo también - estuvo de acuerdo Peter - Se lo perdonaremos por una vez.
-Muuchas gracias por vuestra amabilidad - dijo Sirius irónicamente - Pues eso, me quedé allí sin mirar nada en concreto hasta que algo me llamo la atención... - el chico hizo una teatral pausa.
-¡Sirius, deja el suspense para luego! - James lo empujó con el pie, apoyado al final de la cama.
-Vaale... Dos figuras negras cruzaban caminando el terreno envuelto en sombras del colegio, en dirección al Sauce Boxeador que se movía con el viento... - Sirius había cambiado el suspense por un estilo de narrador de misterio, con tono siniestro. - A pesar de la distancia, reconocí a Remus, aquí presente, y a otra que no podía ser sino la enfermera. Pero, ¿qué hacía allí nuestro amigo, que supuestamente estaba de viaje?- Los tres pusieron los ojos en blanco; Sirius estaba muy metido en su papel de narrador, ya que solo sonrió y siguió con su relato - Vi como iban hasta el Sauce, que de repente paró de moverse, cuando ya no los veía porque no había bastante luz. Esperé un rato, a ver si volvían a aparecer, pero solo volvió Madame Pomfrey, aunque me quedé allí más tiempo.
-Lo que nos lleva a la posible conclusión... - James intervino, metiéndose en el juego - ¡de que Remus tiene un romance con la enfermera!
A Remus le faltó caerse de la cama de la impresión. Seguramente lo habría hecho, de no estar casi acorralado por sus tres amigos, sobre todo por Sirius, contra la pared.
-No me lo esperaba de ti, Remus.
-Quién lo diría...
-¡Snape se pondrá celoso!- El tono jubiloso e ingenuamente feliz con que Sirius dijo esto bastó para que todos acabaran riéndose tirados en la cama, mientras Remus le pegaba con la almohada al bromista chico que pedía ayuda a gritos.
Cuando se tranquilizaron, James fue el que siguió con la historia (y por suerte, hablaba normal)
-Sirius volvió, pero no nos quiso contar nada de esto. Sólo dijo que si mañana por la mañana no habías aparecido, al mediodía teníamos que estar aquí. Esta mañana llegamos tarde a la primera clase por quedarnos un rato más de la cuenta, a ver si aparecías. Entre clase y clase vinimos aquí corriendo, y llegamos tarde otra vez. Luego Peter pasó por la cocina mientras nosotros veníamos directamente aquí; aún no estabas (tuvimos media hora libre en la última clase de la mañana) así que comimos rápido, y esperamos hasta que llegaste, cada uno en su cama, te montamos la escena... y el resto ya lo sabes.
-Ahora te toca a ti contar cosas, Remsie. Tenemos tiempo, hay descanso antes de la próxima clase.
Remus sonrió, y por una vez no protestó con su apodo. Se reclinó en la pared y se dispuso a contar su historia.
-Ocurrió hace tiempo, cuando yo era un niño, y por eso recuerdo poco...
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Y sí, aquí se acaba! ^^ al menos este cap... creo que seguiré, depende de la inspiración, que en este capítulo no vino hasta el final ;_;
Quizás ha quedado muy pesada la historia de Sirius y demás... Ni idea.
Lo siento por el retraso! Y tampoco es excesivamente largo...
Bueeno, dejad reviews plis! Aunque sea para decir que no siga arruinándolo más de lo que está ^^U
Tumbado en un frío suelo de madera, echo una bola, Remus Lupin abrió los ojos con esfuerzo, sintiéndose destemplado por ese característico frío de la mañana. Notó que tenía un ojo pegajoso, y fue a alzar la mano para frotárselo. Ese simple movimiento le hizo lanzar un quejido, entre dolor y sorpresa. Movió el otro brazo. Este dolía menos. Se frotó la cara y se miró la mano. Abrió los ojos con sorpresa al darse cuenta de que era sangre seca lo que le impedía abrir el ojo. Maldiciendo en voz baja, decidió que tenía que incorporarse de cualquier manera. Madame Pomfrey vendría dentro de poco, seguramente.
Se incorporó hasta sentarse en el suelo, notando las punzadas de dolor por todo su cuerpo. Vio que estaba casi desnudo y completamente cubierto de arañazos sanguinolentos, ahora ya coagulados. En el hombro derecho tenía una herida que parecía más grave: con el movimiento se le había abierto y volvía a sangrar ligeramente.
Remus miró a su alrededor. Descubrió que uno de los muebles de la casa, una antigua estantería, estaba completamente astillado, y manchado de sangre en varios sitios. Una madera puntiaguda había quedado apuntando hacia arriba; podía apostar que allí había sido donde se había ensartado el hombro cuando estaba en su forma salvaje e incontrolables de lobo. Se ve que se había dedicado a herirse a sí mismo lanzándose contra las puntiagudas maderas.
Se colocó lo poco de ropa que le quedaba bien alrededor del cuerpo, y usó una desgarrada manga para vendar su herida rudimentariamente. Entonces oyó un ruido y supo que la enfermera venía a buscarlo. Al ver los ojos de Pomfrey abrirse de la sorpresa, y llevarse una mano a la boca, Remus confirmó su pensamiento de que la herida era grave, y que aquella transformación era de las peores que había tenido en bastante tiempo. Quizás necesitaba tiempo para recuperarse o algo así... Vaya, justo ahora que no le convenía alargar más eso de la enfermedad de su madre o cualquier excusa que buscara...
La enfermera lo ayudó a levantar y comprobó si podía caminar. Al final decidió conjurar rápidamente una camilla y llevarlo hasta el castillo. Remus habría disfrutado del viaje flotando si no fuera por que estaba bastante preocupado. Tenía que decirles algo a sus amigos, y pronto...
Pomfrey lo curó con cuidado, una poción que escocía bastante y un par de encantamientos, y le ordenó reposar un par de horas. Podría ir a la primera clase, quizás... y nadie se enteraría de nada... y podía retrasar el momento de decírselo a sus amigos, hasta el mes que viene a lo mejor...
Se durmió con esos pensamientos, descansando lo que no había podido aquella noche salvaje, entre las sábanas blancas y limpias de la enfermería, sintiendo el cansancio apoderarse de su cuerpo y conducirlo al mundo de los sueños...
Despertó de golpe, y se dio cuenta de que Madame Pomfrey estaba al lado suya, mirándolo. Había dejado una bandeja con comida en la mesa de al lado de la cama. Se incorporó sobresaltado.
- ¿Qu-qué...?
-Es la hora de la comida, chico. Has dormido toda la mañana.
-¿¿Toda la mañana?? ¿Y las clases?
-Ya las recuperaras; no creo que ningún profesor ponga problemas, ellos saben de tu maldición.
-Oh... -Remus bajó la cabeza, pensativo. Más explicaciones... bueno, seguramente la excusa de su madre seguía sirviendo. Le extrañaba que aún nadie hubiera preguntado que porque iba a verla de noche... Es cierto que a veces faltaba todo el día siguiente, pero intentaba llegar siempre a las primeras clases de la mañana.
El chico removió la comida, sin demasiado apetito. Pero al advertir la mirada severa de la enfermera, empezó a comer un poco a la fuerza, hasta darse cuenta de que tenía hambre de verdad.
Cuando acabó, se dispuso a volver a la torre Gryffindor. Nadie habría acabado aún de comer y podría llegar hasta su habitación y cambiarse sin problemas. Madame Pomfrey le revisó las heridas, ya casi cerradas gracias a la poción cicatrizante, y salió de la habitación para que Remus pudiera cambiarse sin vergüenza. El chico se quitó el limpio pijama blanco de la enfermería que llevaba puesto, y se puso el suyo de transformaciones, manchado y con agujeros. Por encima se cubrió con la túnica negra del colegio que había dejado allí Pomfrey la noche anterior.
Remus se acercó al lavabo y se lavó la cara con agua fresca, peinándose con las manos el pelo castaño, aunque los mismos mechones volvían siempre a caerle en la frente, casi delante de los ojos. Luego se miró al espejo. A pesar de haberse lavado, no tenía buen aspecto. Pálido y con unas terribles ojeras, parecía incluso más delgado que el día anterior, más frágil. Suspiró y recogió su bolsa de viaje que estaba en un rincón. Al salir, se despidió de la enfermera y se internó por los pasillos dirigiéndose a su torre.
Todo estaba en silencio al principio, pero al acercarse al Gran Comedor percibió los sonidos de muchas voces, que hablaban y reían. Todos los estudiantes estaban comiendo. Remus apretó el paso y cogió el camino más directo para llegar a su destino.
Al llegar a la puerta, le dio la contraseña a la Señora Gorda, que lo miró con algo que a él le pareció pena. ¿Es que hasta los cuadros tenían que saber lo que le pasaba? Odiaba cuando le miraban así. También por eso no se lo había dicho a sus amigos... el sólo pensar en Sirius mirándole con pena, con miedo o con desprecio... No quería pasar por eso, no otra vez. Eso le hacía recordar las caras de sus padres en las primeras transformaciones, o cuando les dieron la noticia...
Remus caminó cabizbajo hasta la puerta de su habitación, y entró, cerrando la puerta detrás de él. Se giró.
El cuarto estaba vacío. Su cama, perfectamente hecha, y la de los demás, con las cortinas echadas. Tiró la bolsa al suelo y se quitó la túnica. Estaba deseando quitarse la manchada ropa de debajo, así que rápidamente se quitó la camiseta de encima. Entonces se detuvo y se miró el pecho. La herida tenía buen aspecto para habérsela hecho ayer; no era tan grave como le había parecido a él en un primer momento.
Acarició la zona amoratada con la punta de los dedos. Una más. Bajó hasta aquel corte, una línea blanquecina, que tenía en el costado izquierdo. Otra, hacia ya tiempo. Y lentamente, volvió a subir hasta aquella que tenía casi en el cuello, encima de la clavícula, en el músculo que une cuello con hombro. La primera. Aunque no llegaba a verla, la diferente textura de la piel le indicaba dónde estaba.
El mordisco que había convertido su hasta entonces feliz vida en una tortura, en un mundo de miedos y problemas, de soledad. Cubrió la superficie con la mano y apretó los dientes. Aquella herida no solo le dejó una cicatriz, sino también una maldición que le duraría toda la vida y para la cual no había cura.
-Ojalá no hubiera pasado...-un susurro salió de entre sus dientes apretados. Le escocían los ojos - ¡Ojalá nunca me hubiera pasado esto! Porque tuve que hacerlo, porque lo hice...- Había elevado la voz, hablando con tristeza y desesperación
Una maldición que le hacía mentir, que le impedía confiar, que interponía barreras entre el y sus amigos. De repente levantó la cabeza con sombría resolución:
-Tengo que decírselo. -Siguió hablando solo.- Se lo explicaré a ellos... a Sirius...
-Estoy de acuerdo, Remus, creo que tienes que decírnoslo.- Como si hubiera acudido al ser nombrado, la voz de Sirius resonó a sus espaldas. Él no había oído la puerta , ni a nadie subiendo. ¿Cómo...?
Al girarse obtuvo la respuesta. Las cortinas de las camas estaban abiertas ahora. Los chicos estaban cada uno en su cama, mirándolo. James con preocupación, Peter con curiosidad y Sirius... No pudo descifrar aquella expresión. Le bastaba con intentar recuperarse del shock de saber que estaban allí desde el principio. Maldijo esa manía suya de hablar en voz alta cuando estaba solo.
-¿Vosotros...? ¿Pero, cómo sabíais...?
-¿Qué como sabíamos que estabas aquí? - Completó Sirius por él, serio. - Opino que primero tienes que hablar tú. Cuéntanoslo y luego veremos porqué deberíamos contestarte.
Remus se sentó en su cama y escondió la cara entre las manos. Él no quería que aquello llegase de esa manera... tenía que habérselo dicho antes. Pero ahora no tenia más remedio. Tragó saliva, intentando deshacer el nudo que le impedía hablar.
-Es... es una larga historia.
-Tenemos tiempo.
Los cuatro estaban ahora sentados en su cama. Los otros tres observaban a Remus, que se pasó nervioso las manos por el cabello y volvió a tragar saliva.
-No sé por donde empezar...
Peter acudió a rescatarlo:
-¿Y si nos dices realmente dónde estabas? Sin madres enfermas por en medio, por favor.-Ese sarcasmo tan suyo...
Remus suspiró. Mejor darles la mala noticia ya y dejar los detalles para después:
-Una vez al mes, he de irme. Y teníais razón desde el principio: no tiene nada que ver con mi madre. Era una excusa bastante tonta, lo reconozco. Me... me escondo... las noches de luna llena. - Remus levantó la cabeza y los miró, uno a uno. Parecía que iban comprendiendo, si no lo sospechaban (casi con certeza) ya- Me voy para no hacer daño durante mis transformaciones. En esas noches, el lobo que vive dentro de mí sale al exterior. - Miró a Sirius fijamente, clavando sus iris dorados en los azules del otro.- Soy un hombre lobo.
Un silencio siguió a éstas palabras. Remus sentía el corazón latiéndole en las sienes, pero no bajo la cabeza. Se puso en pie y vaciló. Pensaba irse, pero no quería perderlos así...
-Remus - dijo Sirius bruscamente. El chico de pelo negro se había puesto en pie y se acercó a él, sin desviar la mirada.-¿Por qué no nos lo dijiste? Éramos tus amigos, confiamos en ti, y tú... ¿Por qué lo ocultaste?-Sirius parecía muy dolido. Estaba enfrente suya, mirándolo.
Remus no pudo aguantarlo más y se derrumbó.
-Lo siento... lo siento tanto... Pensaba... pensaba decíroslo, en serio... Pero tenía tanto miedo. Miedo de que me rechazarais, de que no me volvierais a hablar... miedo de... - se le quebró la voz, y respiró hondo antes de terminar, con las lágrimas deslizándose por sus mejillas - miedo de perderos. Sois mis amigos, los únicos que he tenido nunca...-contuvo un sollozo.
James y Peter se habían puesto de pie y estaban un poco atrás, cada uno a un lado de Sirius. Remus intentó seguir:
-Pero comprendo... comprendo que hice mal, que no me queráis volver a... a hablar... que m-me odiéis...-No podía seguir. Se ahogaba conteniendo las lágrimas y los sollozos, así que calló y cerró los ojos, temblando en silencio, con la barbilla pegada al pecho.
Una mano lo cogió por el mentón y le obligó a levantar la cabeza. Remus abrió los ojos y vio que Sirius casi sonreía, con los ojos brillantes.
-Remus... -dijo, tranquilo, dulcemente - eres un tonto.
Remus solo lo miró, con los ojos abiertos de la sorpresa, sin saber que decir ni a que venía eso.
-¿De veras crees que te vamos a odiar por eso? Como si no tuvieras bastante con tu propia carga... Remus, somos tus amigos. Y a un amigo se le aprecia por cómo es, por su manera de ser, con sus virtudes y defectos... y maldiciones - Sirius sonrió abiertamente. Y a Remus todo lo que le quedaba de auto-control desapareció de golpe, y se arrojó a los brazos de su amigo. Sirius lo abrazó mientras el chico mas pequeño se desahogaba en su hombro, sin contenerse ahora.
James y Peter sonreían, y le pusieron la mano en el hombro, apoyándolo silenciosamente. Sirius le acariciaba el pelo y también sonreía. Remus se calmó al cabo de un momento, y se separó de Sirius. Tenía las mejillas ligeramente sonrojadas, y húmedas. Miró a Sirius fijamente.
-Sirius, ¡tú si que eres tonto! ¡No vuelvas a asustarme así! ¡Pero si estabas serio y todo! Pensaba que era de verdad, con ese "éramos tus amigos"... ¿¿Y luego quieres que no me lo crea??
Todos rieron. Era raro ver a Remus tan expresivo, tan exaltado. Sirius puso su mejor cara angelical y llevó una mano detrás de la cabeza.
-Bueeno, había que presionar para saber tus motivos... además es verdad, no nos lo contaste - Sirius cambió su cara de angelito a cara de niño ofendido. Remus soltó una carcajada y se sentó en la cama tumbándose hacia atrás, suspirando.
-Ten amigos para esto, ¿eh, Remus? -bromeó Peter, sentándose en un lado de la cama. - Aún nos debes varias explicaciones, así que prepárate...
-¡Y vosotros me debéis una a mí! Va, contad todo lo que sabíais, que me da que era bastante.
Sirius sonrió:
- Va James, cuéntaselo tú que eres mejor para esto.
James sonrió y también se sentó en la cama. Sirius aprovechó para hacerse sitio en el medio, y tumbarse casi encima de Remus, que se había apoyado contra la pared. James y Peter volvían a estar uno a cada lado. El primero se ajustó las gafas que solía llevar y tomó la palabra:
-Como tu has dicho, la excusa de tu madre acababa siendo un poco tonta... sobretodo si te dabas cuenta de que te ibas solo una noche, y no la verías demasiado tiempo... Además, de noche la gente suele dormir.- Remus sonrió, avergonzado. Sí que se habían dado cuenta. - Por otro lado te ibas una vez cada mes, pero no los mismos días. No parecía haber ninguna relación entre los días que escogías cada mes... Aunque ahora ya lo sabemos, claro.
-Veintiocho días entre cada "visita", noches de luna llena, sí - dijo Remus.
-Exacto - prosiguió James - No queríamos insistir en el tema; no se si te acuerdas de que prometimos dejarte guardar tus secretos y tal. Pero ayer ya estábamos "un poco" hartos, y Sirius aquí presente...-James los miró - em, Sirius aquí usándote de cojín, mejor dicho - el nombrado saludó con la cabeza a un público invisible - te siguió. Sirius, si eres tan amable...
-Vale, esta parte es mía... - se giró para poder mirar a Remus a la cara - No sabía si te diría algo o no, así que solo te seguí. Y muy bien, por cierto - fanfarroneó el chico - Te seguí hasta que te vi pararte y mirar a las sombras. Me tuve que parar de golpe y esconderme, sobre todo cuando...
-¡Eras tú! El ruido ese que oí detrás... pero yo estaba concentrado en...
-¡Déjame acabar de contarlo! Sí, era yo; tropecé al ir a esconderme, caminando hacia atrás, y casi me caigo... ¡No tiene gracia! - Peter y James intentaban aguantarse las carcajadas - Bueno, si me dejan seguir... - Sirius los fulminó con la mirada y los dos chicos se intentaron poner serios - Vale, pues eso... Yo me escondí, tu mirabas a las sombras, y de pronto apareció Snape el Siniestro y empezó a acosarte...
-¡Sirius! ¡No me acosaba!
-¿Ah, no? ¿Y qué hacía?
-Meterse conmigo...
-¿A ti te parece que esto es "meterse" contigo? - Sirius acercó su cara a la de Remus hasta dejarla a un par de centímetros y la giró ligeramente. Sonrió imitando a Snape y susurró - Miira, estúpido Gryffindor, me estoy "metiendo" contigo...
Remus abrió la boca para contestar, pero tener a Sirius tan cerca lo ponía nervioso. Contempló sus ojos, tan azules, la piel blanca...
-¡Oondia Sirius tienes un grano! -Remus le señaló un sitio en la cara mientras los otros dos se partían de risa.
Sirius los miró con cara de desgracia y dijo algo como "Que he hecho yo para merecer esto" Luego se recompuso, espero a que los otros dejaran de reír (por segunda vez) y retomó su historia:
-Pensé en salir y quitarte a ese de encima - Remus hizo una mueca- , pero como estaba en misión secreta esperé a que se fuera... Lo malo fue que luego vino hacia donde yo estaba y tuve que correr para esconderme porque estaba muy a la vista... y cuando volví Remus ya estaba bastante lejos. Entonces pasé de ir detrás y fui hasta el ventanal, ya sabéis, ese que da al Bosque en el pasillo de la clase de Transformaciones... - Sus amigos lo animaron a seguir - Me quedé por allí mirando el paisaje, pensando, un buen rato.
-Eh, me callaré y no diré nada, pero lo has dejado en bandeja... - dijo Remus, ahorrándose la frase sarcástica obvia en respuesta a eso de "pensando".
-Sí, yo también - estuvo de acuerdo Peter - Se lo perdonaremos por una vez.
-Muuchas gracias por vuestra amabilidad - dijo Sirius irónicamente - Pues eso, me quedé allí sin mirar nada en concreto hasta que algo me llamo la atención... - el chico hizo una teatral pausa.
-¡Sirius, deja el suspense para luego! - James lo empujó con el pie, apoyado al final de la cama.
-Vaale... Dos figuras negras cruzaban caminando el terreno envuelto en sombras del colegio, en dirección al Sauce Boxeador que se movía con el viento... - Sirius había cambiado el suspense por un estilo de narrador de misterio, con tono siniestro. - A pesar de la distancia, reconocí a Remus, aquí presente, y a otra que no podía ser sino la enfermera. Pero, ¿qué hacía allí nuestro amigo, que supuestamente estaba de viaje?- Los tres pusieron los ojos en blanco; Sirius estaba muy metido en su papel de narrador, ya que solo sonrió y siguió con su relato - Vi como iban hasta el Sauce, que de repente paró de moverse, cuando ya no los veía porque no había bastante luz. Esperé un rato, a ver si volvían a aparecer, pero solo volvió Madame Pomfrey, aunque me quedé allí más tiempo.
-Lo que nos lleva a la posible conclusión... - James intervino, metiéndose en el juego - ¡de que Remus tiene un romance con la enfermera!
A Remus le faltó caerse de la cama de la impresión. Seguramente lo habría hecho, de no estar casi acorralado por sus tres amigos, sobre todo por Sirius, contra la pared.
-No me lo esperaba de ti, Remus.
-Quién lo diría...
-¡Snape se pondrá celoso!- El tono jubiloso e ingenuamente feliz con que Sirius dijo esto bastó para que todos acabaran riéndose tirados en la cama, mientras Remus le pegaba con la almohada al bromista chico que pedía ayuda a gritos.
Cuando se tranquilizaron, James fue el que siguió con la historia (y por suerte, hablaba normal)
-Sirius volvió, pero no nos quiso contar nada de esto. Sólo dijo que si mañana por la mañana no habías aparecido, al mediodía teníamos que estar aquí. Esta mañana llegamos tarde a la primera clase por quedarnos un rato más de la cuenta, a ver si aparecías. Entre clase y clase vinimos aquí corriendo, y llegamos tarde otra vez. Luego Peter pasó por la cocina mientras nosotros veníamos directamente aquí; aún no estabas (tuvimos media hora libre en la última clase de la mañana) así que comimos rápido, y esperamos hasta que llegaste, cada uno en su cama, te montamos la escena... y el resto ya lo sabes.
-Ahora te toca a ti contar cosas, Remsie. Tenemos tiempo, hay descanso antes de la próxima clase.
Remus sonrió, y por una vez no protestó con su apodo. Se reclinó en la pared y se dispuso a contar su historia.
-Ocurrió hace tiempo, cuando yo era un niño, y por eso recuerdo poco...
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Y sí, aquí se acaba! ^^ al menos este cap... creo que seguiré, depende de la inspiración, que en este capítulo no vino hasta el final ;_;
Quizás ha quedado muy pesada la historia de Sirius y demás... Ni idea.
Lo siento por el retraso! Y tampoco es excesivamente largo...
Bueeno, dejad reviews plis! Aunque sea para decir que no siga arruinándolo más de lo que está ^^U
