◊◊ Harry Potter y el tanque de Voldemort by §everus §nape S.A ◊◊
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Capítulo I: En casa de los Dursley
Harry se despertó. Estaba tumbado en su cama, en la antigua habitación de Dudley, mirando hacia el techo. Saltó de la cama y se vistió. Cuando acabó de vestirse, vio una lechuza pequeña, posada en su ventana.
– Hola Pig – dijo Harry.
La lechuza de Ron, alargó la pata, para que Harry, pudiera desatarle la carta que llevaba atada. Pero en ese momento . . .
– ¡Venga, arriba, a levantarse! – sonó la voz de tía Petunia, en el cuarto de Dudley.
Harry inmediatamente escondió la carta en su baúl e hizo que la lechuza se marchara. Oyó pasos en el corredor, tía Petunia se acercaba hacia su habitación.
– ¡Venga, arriba, a levantarse! – dijo tía Petunia, detrás de la puerta.
– Sí, tía Petunia – contestó Harry.
Harry, esperó hasta que tía Petunia bajara hacia la cocina, para salir de la habitación e ir, el también, hacia la cocina.
– Buenos días – sonó la voz de tío Vernon en el momento en que entraba Dudley en la cocina, mientras él bajaba las escaleras.
Cuando Harry entró en la cocina, nadie le dijo ni buenos días, ni hola.
– Prepara el desayuno, y cuidado que no se te queme nada – dijo tía Petunia dirigiéndose a Harry,
– Si, tía Petunia – contestó Harry, un poco molesto.
Al cabo de diez segundos . . .
– Date prisa, chico, voy a llegar otra vez tarde al trabajo.
Harry le puso las tostadas en el plato a tío Vernon, tía Petunia, a su primo Dudley y a él mismo. Luego le sirvió un café a tío Vernon, un vaso de leche a tía Petunia, un vaso de leche con cacao a Dudley, y otro vaso de leche para él mismo.
– ¡A desayunar se ha dicho! – retumbó la voz de tío Vernon en la cocina.
Desayunaron en silencio, hasta que tío Vernon, dijo:
– Está a punto de empezar el colegio, deberíamos ir a comprarle los libros a Dudley, Petunia.
– Quizá tengas razón, Vernon. Iremos hoy, en cuanto vengas de trabajar. ¿Te parece bien? – respondió tía Petunia.
– Sí, bien – respondió tío Vernon.
Al cabo de un rato, tío Vernon, volvió a hablar:
– Y tú, – dijo dirigiéndose a Harry – ¿Vas a ir este año a ese apestoso colegio de magia?
– No es ningún colegio apestoso, y por supuesto que voy a ir –respondió Harry de malhumor.
Cuando terminaron de desayunar, Harry fregó los platos, y luego se fue hacia su habitación, para ver la carta de su amigo Ron.
Llegó a su habitación, cerró la puerta, abrió el baúl, cogió la carta, y se desparramó en su cama.
Querido Harry,
Me gustaría verte un día de éstos, para que me cuentes
qué tal te ha ido el verano; aunque no creo que tengas mucho
que contarme, porque en casa de tus tíos no hay nada interesante.
Bueno, el caso es que estoy en Rumania, con mi hermano Charlie,
y toda mi familia, excepto Bill, que está trabajando. Me lo estoy
pasando genial, y me gustaría que hubieras venido.
Supongo que ya te habrás enterado de lo de Hermione, eso de que
este año va a ser prefecta. Lo que nos faltaba, pero me alegro por ella.
También te habrás enterado de lo de Hermione y yo, y sino
ya te lo contaré durante el viaje a Hogwarts.
Hablando de Hogwarts, mi madre y mi padre han pensado pasar a buscarte el dia veintinueve, para que vinieras a mi casa e ir al Diagon Alley. Contesta, por favor.
Ron
Se alegraba mucho de que Ron estuviera de viaje. A él le gustaría haber ido y ver a Norberto, el dragón que Hagrid tenía en su primer curso en Hogwarts.
Harry comprendió enseguida aquello de "Hermione y yo". Hermione y Ron, sin ninguna duda, eran novios. Por un momento, se imaginó a Ron diciéndole a Hermione, arrodillado:
– ¿Quieres ser mi chica, Hermione?
Luego la imagen cambió. Estaban él y Cho solos. Le estaba pidiendo que fuese su chica, y Cho le respondía que sí. Cuando Harry volvió en si, concluyó que aquello era imposible; Cho era más alta que él, y era un año más grande.
Estuvo leyendo una y otra vez la carta de Ron, durante un rato, hasta que un ruido procedente de la cocina, lo distrajo. Pegó la oreja al suelo, y oyó a tía Petunia y tío Vernon discutir en voz no muy alta.
– Se lo tendríamos que decir, Petunia. Tiene derecho a saberlo.
– Pero, ¿no crees que le afectaría un poco?
– Sí, tienes razón. Pero alguien, algún día se lo dirá.
– Vernon, no.
– Está bien, no insistiré más.
En ese momento, sintió un dolor punzante en la cicatriz. Le dolía mucho, pero no cometería el error que cometió el año pasado, de enviar una carta a Sirius, sólo porque le dolía la cicatriz.
Al cabo de un rato, ya no sentía nada, y bajó a comer. No comió mucho, ya que tío Vernon y tía Petunia lo miraban de vez en cuando con una mirada de preocupación.
Cuando terminaron, Harry fregó los platos y volvió a su habitación. Pero antes de que llegara . . .
– Tengo que decirle lo de Ron, a tío Vernon – dijo para sí mismo.
Bajó las escaleras y entró en la cocina. Tío Vernon no estaba, sólo tía Petunia leyendo el manual del microondas que habían comprado el día anterior.
– ¿Dónde está tío Vernon? – preguntó a tía Petunia.
– Ahí, en el sofá – respondió.
Harry se dirigió hacia el salón. Se sentó enfrente de tío Vernon. Éste lo miró y dijo:
– ¿Qué pasa?
– Verás, he recibido una carta de un amigo mío, diciendo que si mañana me pueden recoger, para ir a comprar lo que necesito para el colegio. Ya me quedaría allí hasta que empezara la escuela. En todo caso, me recogerían aquí. ¿Pueden venir a buscarme? – dijo Harry.
– Quién.
– Los padres de mi amigo Ron.
– Para qué.
– Para ir a comprar los libros de Hog . . . del colegio.
Los Dursley no soportaban que se mencionara el nombre del colegio al cuál iba Harry.
– Cuándo.
– Mañana.
– Bueno está bien. ¿Dónde te recogerían?
– Aquí.
– ¡No! ¡Ni hablar! Despídete de que vengan otra vez aquí. Bastante jaleo tuvimos el año pasado.
– Pero . . . ésta vez no vendrían ni Fred ni George. No pasaría nada.
– ¡He dicho que no!
– Bueno, vale. – Harry sonrió malévolamente – Tendré que escribirle a mi padrino.
– ¿Escri . . . birle a tu . . . padrino? – dijo tío Vernon asustado – ¿Qué le dirás?
– Bueno . . . le diré que no me tratáis bien – Harry sonrió aún más malévolamente – y entonces me vendrá a buscar. Sería posible que . . . os escarmentara.
– ¡No hombre no! Dile a tu amigo . . . como se llame, que venga a buscarte mañana. Pero que no pase lo del año pasado – dijo tío Vernon, con una sonrisa forzada.
– Está bien, se lo diré. Hasta la cena.
Harry emprendió camino a su habitación, donde le escribiría a Ron. Nada más entrar, abrió el baúl, sacó un trozo de pergamino y una pluma, y le escribió la carta.
Querido Ron,
Gracias por tu carta. Me alegro mucho de que estés de viaje, ojalá yo tuviese la misma suerte. Bueno, le he preguntado a mi tío si podéis recogerme mañana y: en un principio me ha dicho que no. Luego, le he dicho, que tendría que escribirle a mi padrino (Sirius, claro), para que los escarmentara. Entonces, me ha dicho que podéis venir, pero que no pase lo del año pasado (ya sabes, lo de los caramelos longuilinguos).
Por cierto, enhorabuena por lo de Hermione y tu. Pues claro que lo he pillado. Más me gustaría a mí, pedirle a Cho que fuese mi chica. Bueno, el caso es que me alegro. Os espero mañana.
Harry
La enrolló, abrió la jaula de Hedwig, y le ató la carta a la pata. Hedwig salió zumbando por la ventana. Se quedó mirando, como se perdía en el paisaje. Luego, cerró el baúl y se estiró en la cama, hasta que se abrió la puerta de su habitación. Era su primo, Dudley.
– Eh, Harry. Ven ahora mismo a mi habitación a jugar a la consola, que sino no puedo matar a nadie.
Harry se dirigió a la habitación de Dudley, no muy contento, y se dejó matar muchas veces, para que no se enfadara. Pasaron allí, hasta la cena.
Harry bajó a cenar, y antes de que se sentara en su silla, tío Vernon le dijo:
– No le habrás dicho nada a tu padrino, ¿verdad? – dijo con cara de preocupación.
– No, sólo le he mandado la carta a mi amigo Ron, con la respuesta.
– Bien, eso está mejor.
Cenaron en silencio. Luego, tío Vernon puso la tele y . . . telenoticias.
Buenos días Surrey. El ejército tiene previsto, salir el día veintiocho de junio del año que viene, para hacer un recorrido por la paz. Pasarán por todas las calles de la ciudad, y luego todos los ejércitos de todo el mundo harán los mismo
En ese momento salió una imagen de un trasto que Harry no había visto nunca. Sabía que se llamaba tanque, pero no había visto ninguno hasta aquel momento. Por un momento, se imaginó a Voldemort con un tanque, atacando Hogwarts. Luego volvió a la realidad. Por la tele ahora, había un documental, sobre las diferentes armas más usadas en las películas, como por ejemplo, las uzis, el bazooka, etc.
Cuando acabaron de cenar, Harry se fue a su habitación, se puso el pijama, se quitó las gafas, se estiró en la cama, y al cabo de cinco minutos . . . se quedó dormido.
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Notas del autor:
* Es demasiado largo . . . ¿verdad? ^^
* El próximo capítulo me ha costado mucho escribirlo así que por favor léanlo.
* ¡¡Dejen review, por favor!!
* Los personajes conocidos de este fic pertenecen a Joanne Kathleen Rowling.
Los no conocidos son míos.
