Allí estaba. Estirada en una placa de metal, con los ojos cerrados… Muerta. Para salvar el mundo. Para salvar este odioso mundo en el que convivimos humanos, vampiros, demonios y mil cosas más… Creo que todo el mundo ahora está triste… Puede que incluso su antiguo amor, Ángel, o el otro, Riley… Pero yo lo he tenido que ver. Su muerte… ¿Por qué? Por dos personas que he amado… Y siempre pasa lo mismo ¿Es que acaso mi destino es el dolor? No lo entiendo… Yo….Yo la amaba…La amo tanto.
Siento algo saldo en mi boca ¿Qué es? ¿Una lágrima, acaso? No es posible…Yo ya no debería llorar, por algo soy el gran Spike, el gran matador de cazadoras… Entonces ¿por qué tengo que llorar por una? Debería estar contento, pero no. No es así… ¡Dios mío, cuanto sufrimiento! Un momento ¿a quién he nombrado? No. No puede ser. Al señor de los humanos no lo debería nombrar… Y menos ahora que me la ha robado. Me ha robado a la única persona que he querido. Por aquí hay muchas estacas ¿qué tal si me clavo una? Todo este dolor acabaría, y quizás, solo quizás, la podría ver ¿por qué no? Justo aquí, a mi lado, hay un trozo de madera afilado, bien grande. Se me clavara muy en el interior… Y estás malditas lágrimas me acompañaran al más allá, donde hace siglos que debería estar.
Parece que la pequeña Dauny está aún más destrozada que yo… ¿Acaso es eso posible? Aunque pensándolo bien, ella tiene recuerdos de conocerla toda una vida, en cambio yo al principio quería matarla, pero me doy cuenta de que ahora que lo que deseaba se ha cumplido, quien quiere morir soy yo ¿acaso estoy loco? Si, me contesto a mi mismo, loco de amor…
Y pensando un poco más, si me voy ¿Qué pasara con la pequeña? Parece que le atraigo bastante. No me gustaría verla llorar si muero. No quiero ver llorar a nadie más, ni a mi mismo. Aunque soy vampiro y no me reflejo. Mierda…Todo esto es tan duro, creo que estoy desvariando.
Necesito su calor, la necesito…Me acerco a ella, no me giro a mirar a esos vivos -a los cuales me gustaría pedirles que me considerasen amigo-pero sé que entre lágrimas como las mías me observan extrañados, sin ni siquiera intentar pararme. Saben como me siento. Ellos también la querían, todos la queríamos. No puedo resistirme, necesito besarla, sentir el calor de sus labios de nuevo y por última vez.
Me recuesto encima suyo, abrazandola. No quiero soltarla, ni ahora ni jamás, aunque sé que lo tengo que hacer. Por favor, que me entierren con ella, por favor. Porque yo la
AMO
