Pasa, Alicia
Capítulo 2: Todos igual no
Cuando bajo, con los deberes acabados y ya preparada para la cena, Lee, Katie, Angelina y Fred han vuelto y están sentados junto al hermano del último, en el mismo sofá que ocupábamos nosotros antes. Los miro un segundo, desde la penumbra de la escalera de caracol de las chicas, antes de reunir el coraje de volver a enfrentarme a George. Están riendo y haciendo exageradas bromas sobre, por los gestos, la última clase de Pociones. Fred interpreta a Snape y George le ayuda haciendo de los dos gemelos alternativamente. Riendo y bromeando como si no hubiera pasado nada. Riendo y bromeando como si él y yo no estuviéramos furiosos el uno con el otro. Aunque puede que él no lo esté y que sólo juegue a picarme por aburrimiento, me corrijo rápidamente. Sea lo que sea, el caso es que yo sí que estoy furiosa pero, como ya ha demostrado sobradamente, lo que yo pueda sentir o dejar de sentir a causa de sus actos no le podría importar menos.
Todo me parece tan vacío de significado, mirándolos desde lejos, pensando en todo lo que me ha hecho George en estos últimos días, que se me pasan todas las ganas de acercarme a ellos. Ni siquiera entiendo de qué se ríen Lee, Angelina y Katie. Ni siquiera a ellas, la verdad, quiero verlas ahora y tener que aguantar toda su estúpida parafernalia de cómo adoramos a los gemelos.
Porque, y no te ofendas, Fred, que no es culpa tuya, yo, en estos momentos, no los adoro en absoluto.
Así que dejo que mis ojos vaguen por la habitación un segundo, buscando un sitio vacío donde pasar desapercibida mientras leo un poco, y sopeso mentalmente la opción de volver arriba, si bien he pasado tanto rato allí dentro que empezaba a agobiarme. Creía necesitar algo de contacto con la gente pero, al parecer, no con la gente que me espera. Estaré mejor arriba, otra vez. Y, si no bajo a cenar...
Como pura providencia, alguien sí que me ve - y, para variar, no es George ni tiene mucho que ver con él.
- ¡Alicia! - me llama un susurro desde una mesa cercana.
Me giro rápidamente hacia la voz para encontrarme con un pelirrojo bastante más agradable de lo que creen sus hermanos.
- Percy - saludo, con una sonrisa, mientras me acerco a la mesa donde hace los deberes siempre. A sólo dos pasos de la mesa, veo que, de detrás de una pila de libros, sale la cabeza de Oliver, que me mira con una sonrisa de bienvenida. - ¡Ho-hola...!
- Hola - repiten los dos, flojito y a dúo.
- ¿Qué tal? - murmura Oliver mientras aparta los libros para dejar que me siente frente a Percy.
- Bien - respondo, con una estúpida sonrisa de felicidad, y me siento. Las mariposas de mi estómago ya se han vuelto a despertar. - ¿Y tú?
- Haciendo los deberes - se queja, con una ceja alzada y la otra bajada. Yo no sé hacerlo. O se me bajan las dos, o se me suben las dos, con menos de medio centímetro de diferencia. Lo digo en serio, lo he probado ante el espejo. Aunque creo que, ni que pudiera, ni que todo el mundo pudiera, a nadie le quedaría mejor que a él. - ¿Cómo que no estás con Angelina y Katie?
- Estaba arriba - explico, enrojeciendo sólo de ver que se ha fijado en que no estaba. - Hacía los deberes, también.
- Año de OWLs - suspira Percy, con una mueca resignada. - Debéis de estar hasta el cuello.
- Y vosotros - acierto a responder, con empatía. - Aunque seguro que lo lleváis muy bien. ¿No...?
Los dos sonríen educadamente y asienten, Percy más reservado y menos convencido, aunque estoy segura de que lo lleva mucho mejor que Oliver, por definición, y Oliver más abierto y franco, sin mucha preocupación.
- Me preocupan mis hermanos - piensa Percy en voz alta, con remordimiento. - ¡Estos dos...!
Asiento sin nada de compasión. ¡Se merecerán absolutamente todo lo que les pase!
- Hm - dudo, al cabo de un instante, insegura de mi situación - ¿me habéis llamado para algo en concreto?
Percy asiente automáticamente, tomando un fajo de papeles de manera de lo más eficiente.
- Reunión de Prefectos - explica, casi profesional. - Está convocada entre las cuatro Casas para mañana a las ocho de la tarde, pero me gustaría que nos reuniéramos antes aquí para prepararla un poco. ¿Cómo lo tienes?
Doy un mínimo repaso a mi agenda.
- Libre - aseguro. Oliver no deja de mirarme, siguiendo la conversación, y siento que la mano me tiembla cuando la dejo sobre la mesa casualmente. - ¿Nos encontramos a las siete?
- A y veinte - corrige Percy. - Espero que con media hora tendremos suficiente y, en todo caso, yo no puedo antes.
Asiento suavemente.
- ¿Quieres que se lo diga a los demás? - me ofrezco, intentando ser de ayuda.
- Oh, no te preocupes - me tranquiliza Percy. - Ya me encargo yo de todo. Gracias.
- A ti - respondo, un poco demasiado formal, pero Percy tiene ese efecto en mí. ¡Es como si sacara la chica estirada que llevo dentro!
Enseguida, Percy se gira para seguir con sus deberes, y yo miro un instante a Oliver, que sigue observándome, ocioso, antes de preguntarme si me tengo que despedir o qué.
- ¿Te quedan muchos deberes? - le pregunto al chico que se sienta a mi lado, más por seguir la conversación y postergar el momento de marcharme que por otra cosa.
- Nah - suspira, tranquilo. - Estaba estudiando Transformaciones, por adelantar materia. Pero ya estoy. ¿Y tú? ¿Has arreglado lo tuyo con... George?
Percy alza los ojos un instante para observarme, aunque hemos hablado lo suficientemente flojito como, creo, para no molestarle. El nombre de su hermano ha llamado su atención. Al mirar de nuevo a Oliver me pongo colorada, sacudo la cabeza, frunzo los labios.
- No hay nada que arreglar - aseguro. - Últimamente no nos soportamos. Eso es todo.
Oliver tuerce la boca y me mira con una mueca de pena.
- Aún no entiendo cómo os habéis podido pelear tanto - me dice, con voz conciliadora.
- Es culpa suya - aseguro, en un susurro.
- No me extrañaría - interviene Percy, sin dejar de escribir. - No sabía que os hubierais enfadado, pero lo extraño era que siguieras siendo su amiga durante tanto tiempo.
Asiento y suspiro, con pena. Oliver me coge una mano y me la aprieta suavemente para animarme y le dedico una deslumbrada sonrisa agradecida.
- Estoy bien - le aseguro. - Tampoco éramos muy amigos, y no tiene tanta importancia. No es nada. De verdad.
Oliver asiente y me suelta la mano para sacar un papel de entre las páginas del libre de Transformaciones.
- Mira en qué he estado trabajando - me pide, a la vez que me pasa el papel. - Aún le falta un poco de detalle, pero, como primera aproximación, no está mal. ¿Qué me dices?
El papel está lleno de anotaciones y diagramas de Quidditch, apuntando los movimientos con esmero. Admiro un segundo su fina caligrafía antes de ponerme a observar las jugadas en sí.
- Interesante - le digo, con sinceridad. - Éste - apunto a uno de los dibujos - es un variación de lo que hicimos contra Slytherin, ¿verdad?
- Sí - confirma, con un punto de orgullo. - En el partido funcionó y había pensado que igual volvía a servirnos, si lo trabajamos un poco.
- Claro - aseguro. - Pero no entiendo éste - confieso, señalando a uno de los últimos, lleno de rayitas por todas partes. - ¿Cuál de las tres lleva la bola en cada momento?
Oliver piensa un momento antes de señalarme la complicadísima secuencia de pases. Para ser sincera, tengo que confesar que, hacia el final, pierdo la concentración cuando su mano vuelve a rozar la mía pero, por suerte, soy capaz de disimular para que no se dé cuenta.
- Tendremos que practicarlo bastante - concluyo, siendo realista ante la complejidad de la táctica. - Tendremos que estar muy sincronizadas... no sé, creo que es muy complicado.
- Ya lo veremos - concede, aunque, por su mirada, veo que está de acuerdo conmigo. - Irá bien para mejorar las recepciones, también. Si conseguimos unos buenos pases aún podemos ganar la liga.
- Claro que sí - le animo. Es su última liga y sé que para él significa muchísimo ganarla. - Lo practicaremos mucho.
Me sonríe, agradecido, y apoya un codo en los libros que tiene al lado, mirándome con obvias pocas ganas de seguir con los deberes.
- Va - sugiere, al cabo de un breve pero incómodo silencio - ¿qué me explicas?
Me pongo tímida y torpe de golpe, azorada por no saber qué contarle y por lo cerca que está de mí.
- No sé - confieso, sintiéndome las mejillas arder. - ¿Qué tal - improviso bastante penosamente - te va todo?
- Bien - dice él, con una sonrisa preciosa y, si yo fuera menos timorata, no podría contenerme antes de besarlo. - Ocupado, pero bien.
- Claro - intervengo, de acuerdo. - Esto de tener exámenes de curso vuelve loco a cualquier profesor.
Asiente resignadamente.
- Y entre los entrenamientos, y todo, no tenemos tiempo para nada, ¿eh? - me dice compasivamente. - ¿Os doy demasiada caña?
En un momento de ordinariez mental típico más de George que de mí me digo que, de hecho, en un sentido bastante diferente del de los entrenamientos, Oliver no me da caña ni para empezar.
- No - le aseguro, centrándome en lo que me pregunta y dejando mis fantasías para cuando esté sola. - Entrenamos mucho, pero lo necesitamos si queremos ganar. Yo no creo que entrenemos demasiado. Para nada.
Me sonríe, aliviado, y mira un segundo a dónde están los demás.
- Me alegro de que pienses eso - me dice, cuando se vuelve a girar hacia mí. - A veces pienso que soy demasiado duro. ¡Siempre me toca hacer de malo - bromea, riendo en un murmullo - que os saca de vuestras camitas a horas intempestivas para torturaros en el campo!
- No - suspiro para tranquilizarlo. - No te preocupes, no está tan mal. A veces nos pasamos un poco con las horas - admito, con los ojos entornados - pero, por lo demás, no es tan duro. Además, pienso que es mejor madrugar: si te levantas antes, luego tienes más tiempo para ponerte con los deberes, y todo.
- Justo lo que yo pienso - coincide, alegre. - Así se aprovecha más el día. Sobre todo tú. Debe de ser demasiado ser Prefecto, también.
- Nah, no te creas. Percy - murmullo, más flojito aún, para que no se distraiga el aludido - no nos da mucha faena. Cuando hubo el ataque - me estremezco sin poderlo evitar - sí que fueron unos días caóticos pero, en general, Percy lo hace casi todo él, o con los Prefectos de sexto. Nos deja bastante libertad.
- Él sí que está estresado - me explica Oliver, en el mismo tono. - Aunque creo que, por mucho que él diga, lo que le ocupa todo el tiempo no tiene nada que ver con el colegio.
Miro de reojo al pelirrojo, que sigue con sus cosas, ajeno a todo.
- ¿Les va bien? - pregunto a Oliver, más por seguir la conversación que porque me importe la vida de Penélope.
- Muy bien - me asegura. - Percy está muy feliz con ella, aunque se distraiga con más frecuencia y tenga los libros más abandonados que nunca. Cosas - ríe entre dientes - del amor.
No puedo evitar una mueca de envidia.
- Ya - inspiro. - Son tal para cual, ¿eh?
Oliver sonríe y coge su pluma, que había abandonado sobre la mesa.
- No te preocupes - me dice, dándome un golpe en la nariz con ella antes de guardarla. - Seguro que todo se arregla pronto. ¿Te vienes a cenar?
Digo inmediatamente que sí, aunque no puedo evitar hacerlo con una mueca sorprendida por su comentario sobre lo de arreglarse.
- No me preocupo - le aseguro, mientras él recoge sus pergaminos. - ¿Debería?
Sacude la cabeza y se levanta. Percy nos mira un instante antes de ponerse a recoger también.
- Id vosotros delante - nos pide. - Yo - enrojece suavemente - tengo que pasar por el cuarto piso.
Que, sin dar más explicaciones, entiendo que es donde ha quedado con su novia.
Así que estamos solos, pienso, nerviosa. Bueno, sólo es un paseíto hasta el comedor, no es nada por lo que perder la cabeza, pero, aún así, me encanta la idea. Oliver guarda todas sus cosas en la mochila y se la echa al hombro.
- Luego iré a la biblioteca - explica, antes de que a mí ni se me ocurra preguntar, demasiado ocupada fijándome en cómo la mochila se ajusta a su hombro y cómo los músculos de su brazo se contraen para ponérsela bien. - La sala común es demasiado ruidosa por la noche.
Asiento y le precedo hasta el agujero del cuadro.
- Entonces - retoma él cuando ya hemos cruzado - ¿no estás preocupada en absoluto por tu, eh, vida sentimental?
Río suavemente por la manera en que ha montado la frase.
- No - le aseguro. - A veces me siento un poco... insegura - le confieso, enrojeciendo - porque es la primera vez que - ahora soy yo quien duda sobre cómo decirlo - me gusta alguien, y eso. No sé, como no tengo experiencia, se me hace bastante raro, pero me lo tomo con calma.
- Claro que sí - me anima Oliver con otra preciosa sonrisa. - Tienes todo el tiempo del mundo por delante. Y no le hagas caso a George: puede parecer insensible a todo, pero, en el fondo, no lo es.
Sólo de mencionarlo me vuelvo a poner de mal humor.
- Te engañas - le aseguro, intentando suavizar mi expresión. - George puede parecer insensible a todo, sí, pero es que lo es. Más, diría, de lo que aparenta.
Él me frunce el ceño con incomprensión.
- Creía que erais amigos - me dice mansamente.
- Yo también - le confieso, - pero a veces la otra persona te demuestra lo contrario.
- ¿Tan mal se ha portado?
Asiento pero hago un gesto como quitándole importancia.
- No quiero tener nada que ver con él - murmuro, pensando en voz alta. - Nada en absoluto; pero él nunca entenderá eso.
- Lo siento - musita. - Entonces, - cambia de tema, más animado - ¿te gusta alguien?
Olvido instantáneamente a George y al mal ambiente que acompaña su solo nombre.
- Sí - reconozco, muy tímida. - ¿Se me nota?
- No - ríe él apaciguadoramente. - Lo digo por lo que hemos hablado. Y ¿qué, cómo lo ves?
- No lo sé - titubeo. - No tengo ni idea.
- Seguro que te va bien - me anima. - Eres una chica increíble. Cualquier chico estaría encantado de salir contigo.
Lo dice sólo porque intenta animarme. Lo dice sólo por educación, por cumplir, porque me aprecia. Lo dice sólo porque somos amigos.
Pero, ¡venga ya!, yo me derrito exactamente igual que si me estuviera comiendo a besos. ¡Qué guapo es! ¡¡Qué dulce, qué amable, qué monadita de capitán!!
- Todos - nos interrumpe una voz pedante y desagradable apareciendo de la nada - igual no.
Mi temperamento se escapa casi en seguida y sólo controlo mi apariencia física porque tengo a Oliver más cerca que a George, a quien me encuentro sonriendo satisfecho de sí mismo en cuanto me giro.
- ¿Conoces a alguno que no? - pregunto, con una sonrisa fría y que presagia sangre en los labios. - A alguno que me importe - aclaro, - claro.
- Ay, Licita - suspira teatralmente, - ¿cuántas veces tendré que repetirte que pierdes el tiempo? Capitán - saluda, tocándose ampulosamente un invisible sombrero, - un placer reencontrarlo. ¿Se disponían a cenar?
Oliver sonríe, en lo que parece ser, para mi sorpresa, un gesto sinceramente divertido y se hace a un lado para permitir que George nos acompañe.
- ¿Por qué le dices eso a Alicia? - le pregunta al pelirrojo en cuanto se pone a nuestro nivel; cómo no, entre nosotros dos. - No creo que lo pienses de verdad.
George entorna los ojos, saca la lengua despreocupadamente y me pasa un brazo alrededor de los hombros.
- Mira, Wood - explica rápidamente, - Alicia se engaña. Ella cree que tiene posibilidades de salir conmigo - miente descaradamente - pero tiene que entender que a mí las chicas con tan poco pecho no me interesan. ¿Eh, Lilú?
Doy un salto y me deshago del abrazo a que me estaba obligando. El muy descarado aprovecha mi movimiento para ilustrar lo que decía de mí y señala sin ningún pudor a mis tetas, que, por simple instinto, se quedan los dos mirando durante unos instantes, antes de que yo reaccione y le pegue una muy merecida y nada fingida colleja al impresentable pelirrojo.
- Yo nunca en mi vida querré salir contigo - exclamo, muy enfadada. - Eres lo más impresentable que he visto en mi vida...
- Y lo dice alguien - interrumpe con una sonrisa cínica - que estuvo enamorada platónicamente de Lockhart.
Anonadada, sólo acierto a enrojecer hasta las orejas. ¡¿Ha dicho que me gustó el profesor delante de Oliver?! Pero, ¿¡qué va a pensar!? Era pequeña, no sabía lo que decía y, ¡eh, que el profesor no parecía lo que era! ¿Qué va a pensar Oliver de mí? ¡Y todo por culpa de George! ¡¡Yo lo mato!!
Tomo aire para replicarle furiosamente pero, por suerte, Oliver interviene, pidiendo paz.
- Va, va - exclama, con una sonrisa sedante. - No seas así, George. Igual si, de vez en cuando, dejaras de bromear con cosas serias, Alicia se enfadaría menos contigo.
George hace una mueca traviesa y se encoge de hombros.
- No es culpa mía si no sabe tomarse bien una broma - declara con convicción.
Como un niño pequeño. ¡Qué vergüenza, por Merlín, juro que se comporta como un niño pequeño!
- Qué malo eres - le riñe cariñosamente Oliver (que, al parecer, de buena persona, se pasa) - ¿No crees que Alicia se merece un poco de apoyo, si le gusta un chico?
- Y yo intento ayudar - asegura, el muy insolente. - Es sólo que con mentirijillas piadosas no vamos a llegar a ningún sitio. No tiene posibilidades. Punto.
Lo miro con rabia mientras aguanto unas increíbles ganas de llorar. ¿Por qué me dice eso? ¡¿Por qué lo hace delante de Oliver, que preguntará y querrá saber y sentirá sólo lástima por mí?!
¡¡¿Por qué ha tenido que venir a molestar?!!
- ¿No...? - pregunta Oliver, que no me ve la cara y, por tanto, no ve que lo que dice George me está molestando porque no es verdad. - ¿Cómo es eso...?
George se encoge de hombros y me saca la lengua descaradamente.
- Mira, Oliver - suspira, sobreactuando. - Un drama, chico.
- No le hagas caso - interrumpo. - Él no tiene ni idea.
- Que te lo crees tú eso - interviene rápidamente el odioso pelirrojo. - Lo que pasa es que no me quieres escuchar.
- ¡Porque no te he pedido opinión!
- Pero - sigue, - si me escucharas sólo una vez, verías que ese macarra no te conviene.
- Aquí - corto yo - sólo hay un macarra, ¡y eres tú!
Y, sin importarme ni Oliver ni nada, me giro y me huyo apresuradamente de George, adelantándolos con mucho en llegar al comedor.
¡Idiota! ¡¿Es que tiene que estropearlo todo?! ¿No se puede meter su estúpida lengua por alguna parte oscura e inhóspita de su anatomía?
¡¡Y justo cuando estaba con Oliver!! ¡Cuando hablábamos de cosas interesantes! ¡Cuando me decía que soy increíble (enrojezco de placer sólo recordarlo) y que cualquier chico saldría conmigo...!
¡Argh, odio a George Weasley!
*********************************************
¡Muchas gracias por vuestras reviews! ^_^ Me hizo mucha ilusión, sobre todo, la de Miina, porque me dice cosas muy bonitas pero también porque es alguien de aquí, de Catalunya, como yo - ¡y me hizo una ilusión que la escribiera en catalán...! Con lo que no digo que las otras no me hicieran ilusión¿eh? ¡Al contrario! Muchas gracias, Nostalgica y Yaiza, también, y me alegro muchísimo de que os guste la historia. Os aviso que será un poco larga pero os puedo asegurar que saldrá de lo más rápido.
¡Un besote para tod@s!
