Pasa, Alicia

Capítulo 5: Exhausta

Después de comer, quedamos en ir a hacer los deberes a la sala común, con la condición, impone Fred, de que, cuando acabemos, vayamos a hacer una batalla de bolas de nieve. Lee y mis amigas aceptan sin que se lo tenga que repetir aunque yo, explico, me lo tendré que perder, porque tengo reunión de prefectos. Que es mucho más tarde, sí, pero me ahorro comentárselo para poder adelantar faena en lugar de ir a jugar con la nieve. Se unen a la idea algunos alumnos tanto de nuestra clase como de sexto y cuarto en cuanto nos escuchan comentarlo y son la distracción que necesito para que ni se den cuenta de que he rechazado ir. Angelina fija una hora prudencial para la batalla campal, antes de la cual todos, de un curso o de otro, se supone que tendremos tiempo más que de sobra de ponernos con nuestras tareas, y luego vamos todos a la sala común.

No he podido evitar notar que George no ha abierto la boca en toda la comida e intento acercarme a él, sin éxito, durante el trayecto hasta la torre. Lee, contándome la última aventura de su tarántula, me hace imposible hasta llamar la atención del pelirrojo que, parece, sigue sintiendo que es un día de perros. Y el hecho de que en cuanto lleguemos a la torre se disculpe en un susurro y asegure que prefiere quedarse arriba, leyendo, porque ya tiene (já, no se lo cree ni él) todos los deberes al día, sólo me preocupa más. Nuestra tregua parece una buena idea, sí, pero no puede ser que le tenga así, ¿verdad? Quiero decir que estaba mal todo el día y lo ha pagado conmigo, no puede ser que se haya enfadado por nada de lo que he dicho hoy. Hemos quedado que todo era por picarnos y que lo sentíamos, ¿no?

Dudo un segundo. ¿He dicho yo que lo sentía? ¿Me he llegado a disculpar en algún momento? Que no es que yo haya hecho nada malo, pero... No, bueno, corrijo, tampoco he sido una santa. Si él estaba teniendo un mal día, yo no era precisamente comprensiva. Y, sí, he acabado picándole hasta que saltaba. Aunque no es que empezáramos bien ninguna conversación, al margen de que yo le picara o no.

¿O es que hemos quedado en pasar el uno del otro durante unos meses? Al final no hemos dado nada por definitivo; ¿qué tengo que entender? ¿Me tocará ahora evitar estar en la misma habitación que George, para que no nos saquemos los ojos, como él ha dicho? ¡¿O con las disculpas ha habido suficiente?!

Suspiro mientras subo a por mis cosas, para ponerme con los deberes. Seguro que es sólo que no está de humor y que por eso se va arriba. No me extrañaría que, después de un entreno tan nefasto, tuviera dolor de cabeza. E, igualmente, dudo que sea nada serio. Para cuando he cogido todo lo que me hace falta y vuelvo a la sala común todo rastro de preocupación ha desaparecido y sólo miro con aburrimiento hacia el futuro. Aritmo está bien, pero me quedan trabajos por hacer que no son tan amenos y más me vale hacerlos de una vez antes de que la pereza me venza. Para animarme, empiezo por lo que más me gusta, en contra de lo que se debería hacer, pero, razono, no tengo ánimos como para empezar por algún tostón. Tendré que hacerlo, sí, pero que sea un poco más tarde, cuando me haya animado con la Numerología.

Y, al final, hasta me vuela el tiempo y, cuando menos me lo espero, veo que bajan Angelina, Katie, Lee y Fred, abrigados con bufandas y guantes impermeables, a hacer su pequeña guerra helada. Hasta Ron y Harry van con ellos pero, aparentemente, ni rastro de George. Recordando que me había preocupado, antes de concentrarme en los deberes, aparto a Fred un instante para preguntarle por su hermano.

- Está arriba – me responde, con un gesto contrariado. – No quiere bajar, dice que no está de humor. Que no tiene ni hambre, o sea que no bajará a cenar.

- Pero ¿está bien? ¿Sigue – murmuro, con temor – enfadado por la pelea?

- No – me asegura él. – Sólo está cansado, no te preocupes. Lleva unos días sin dormir bien por – hace una pausa y se frota la sien – cosas que pasan en nuestra habitación. Sólo es eso.

Alzo las cejas y sonrío con incredulidad.

- ¿Otra broma? – aventuro.

Él sólo se encoge de hombros, pero su cara es suficiente para temer lo peor y pronto. Están haciendo algo y George no puede dormir; por eso está así. Tiene sentido. Es, de hecho, completamente creíble, de ellos. Me lo trago y les despido alegremente mientras vuelvo a mis deberes. Que esté cansado no sólo es una buena excusa sino que, además, no puedo encontrar un motivo por el cual Fred me fuera a mentir. Tendría que estar muy enfadado conmigo para que se hicieran necesarios los achaques y, por mal que me haya portado con él, él ha sido aún peor conmigo: si yo no estoy enfadada, ¿por qué debería estarlo él? Nah, seguro que no es nada. Fred le subirá algo de cena y le mandaré un frasco de reconstituyente, a ver si se mejora. Yo, a mis cosas y a dejar esa preocupación para mucho más tarde.

Total que, con eso arrinconado en mi cerebro, trabajo toda una hora antes de dejarlo para ir a cenar. Angelina y Katie aún no han vuelto pero, como tengo reunión, paso de esperarlas; que coman más tarde. No es como si me fueran a echar mucho de menos, estando con la compañía en que se encuentran. Es más, como ha ido tanta gente a divertirse con la nieve, nuestra mesa está prácticamente desierta, salvo por los otros prefectos y por un grupo de alumnos menores. Me siento en mi sitio acostumbrado, completamente aislada, pero la soledad no me dura mucho, ya que Percy me ve y viene a sentarse a mi lado. Y detrás suyo, ¡sí!, Oliver.

- Hola – saludan los dos, de pie junto a la mesa. - ¿Estás sola?

Digo que sí con la cabeza.

- Han ido a jugar con la nieve – explico. – Cenarán luego.

Dudo que Percy, como Cabeza de Prefectos, necesitara ninguna explicación al respecto, puesto que debía de haberlos estado hasta vigilando, pero no hace ningún comentario aparte de pedirme permiso para sentarse junto a mí. Oliver se pone enfrente.

- Espero que no se resfríen – comenta el capitán, al respecto de los combatientes. – Estaba empezando a nevar.

- No te preocupes: se encantarán la ropa.

Percy se envara a la vez que la cena aparece ante nosotros.

- Espero que no hagan magia por los pasillos – masculla. – Ni fuera. Está terminantemente prohibido.

Para Percy, todo lo que está prohibido, sea grave o no, está terminantemente prohibido, con esa voz tensa y áspera que tan bien domina Fred cuando lo imita.

Por suerte, Oliver cambia de tema.

- Oye, Alicia – me llama la atención y yo levanto la vista de una fuente de pescado para mirarlo, - ¿has arreglado lo de George?

Percy se me adelanta.

- La única manera de arreglar nada con mi hermano – expone – es dejándolo como cosa perdida.

- Hemos hablado – respondo a Oliver, pasando por alto el bastante acertado comentario del Weasley presente – y hemos arreglado nuestras diferencias – explico, acudiendo a los tópicos para mantenerlo formal. – George está cansado y lleva días un poco irritable; yo sólo lo he empeorado, y lo siento. Espero que no nos volveremos a pelear así.

Oliver asiente, comprensivo.

- Siento que estéis pasando un momento difícil – me dice, y veo que él también recurre a frases hechas. – Debería de tener más paciencia pero, bueno, ya lo conocemos. Tiene muchas virtudes, pero saber mantener la cabeza fría no es una de ellas.

Es una de las virtudes, según lo que he visto, que brilla por su ausencia en todos los miembros de la familia, donde ni siquiera Percy, aunque mejora, se salva.

- Ahora irá mejor – repito, intentando creerlo. – Había pensado pedir a Madame Pomfrey alguna poción para que se le pase el cansancio. Se ve que lleva días sin dormir bien.

Oliver hace que sí.

- ¿Te ha explicado – tantea, con evidente tacto, que yo no puedo evitar preguntarme si se debe a mí o a Percy – por qué?

- Fred me ha dicho algo – respondo, intentando tener cuidado también, aunque no sepa de qué, - pero nada en concreto. ¿Tú sabes algo?

- Algo me ha dicho – acepta. – Y no es muy feliz.

Me yergo como activada por un resorte. ¿Qué tiene que ver ser feliz con no dormir por una broma? O, peor, ¡¿qué clase de broma están montando que ni George es feliz mientras la preparan?!

- ¿Qué sabes? – le pregunto a Oliver, disimulando mi sorpresa e interés.

Pero él, que tonto no es, se ha dado cuenta de que yo no sé nada de lo que él sabe y cambia de tema elegantemente, sacando un pergamino de pociones que compartir con Percy, y yo me quedo con las ganas de entender nada de lo que pasa. Y, en cuanto acabamos de comer, sin ni siquiera poder acercarme a Oliver para preguntárselo en privado, Percy nos reúne a todos los prefectos de Gryffindor y empieza a exponer el orden del día, con pelos y señales, hasta que se hace la hora de la reunión de los prefectos de las cuatro residencias, donde hace lo mismo que ha hecho con nosotros, pero a mayor escala. Y se extiende tanto que, para cuando llego a la residencia, con el deber cumplido, no queda prácticamente nadie abajo y estoy tan agotada, después del entrenamiento, y todo, que ni a Oliver tengo ganas de buscar. ¿Que le pasaba algo a George? Oh, bueno, sí, pero tendrá que esperar, porque de lo único que tengo ganas, y lo hago enseguida, es de tumbarme en el sofá más cercano, cerrar los ojos y notar cómo mis músculos pican y pinchan y escuecen del esfuerzo de la mañana. Qué día tan largo, Merlín. Y sólo falta George y su problema, sea el que sea, para acabarlo de adornar. Al diablo con todo, mañana será otro día. Ni siquiera he tenido tiempo de ir a pedir la poción a la enfermería. Todo tendrá que esperar, en serio. Hasta subir a mi cama. Debería de decidirme y subir los escalones, ponerme el pijama y meterme en la cama, donde estaré más cómoda y calentita, sobre todo porque se me están cerrando los ojos, pero sólo pensar en hacerlo se me hace una montaña. Tampoco se está tan mal, voy pensando, cada vez más somnolienta. El fuego está encendido y se está calentito y, total, la ropa no es tan incómoda. Me puedo dormir un ratito. Sólo un ratito.

Me despierto, supongo que más tarde de lo que me parece, cuando algo se refriega por mi brazo. La sala común está en penumbra y hay algo oscuro junto a mi cara. Abro más los ojos e intento acostumbrarme a la poca luz, sin mucho éxito, antes de que una mano me coja la mía.

- Ssh – me susurran, tranquilizándome y yo, sin pensar, obviamente, con claridad, me estremezco, convencida (y aterrorizada) de que es Sirius Black que ha venido a matarnos a todos. – Perdona, no quería despertarte.

Sacudo la cabeza y me incorporo, con la mente llena de nubes de sueño. El fuego se ha ido apagando y ya no quedan más que unas brasas, pero consigo distinguir con su tenue luz las facciones de quien me habla. Lo que ya no sé decir, en estas circunstancias y vista mi experiencia de ayer, es cuál de los gemelos es.

La cosa oscura que se frotaba contra mi manga resulta ser, bajo una inspección más atenta, una colcha con la que él me estaba tapando. Mi corazón empieza a latir más despacio.

- ¿George...? – pregunto, con voz pastosa.

- Aunque no espero que me creas – bromea él, obviamente mucho más lúcido que yo, lo que me hace dudar de que se haya metido aún en la cama, - sí, George.

Supongo, ya que lo dice él, que, en otras circunstancias, podría dudar por si fuera Fred engañándome, pero ni dejo que me preocupe, sino que me acurruco bajo la manta y cierro los ojos otra vez. Él hace algún ruido a mi izquierda, pero no el suficiente como para que la curiosidad me haga abrir los ojos, luego le oigo masticar despacio y, por último, dejo de oírlo, dormida de nuevo. Cuando recupero la conciencia otra vez y abro los ojos, todo sigue igual de oscuro y le oigo respirar, en el mismo sitio desde donde lo oía comer antes.

- ¿Liz...? – susurra muy, muy flojito al ver que me muevo.

Alzo una mano para indicar que estoy despierta. Él se mueve en el sofá, porque oigo cómo la tela se roza.

- Ahí no estás cómoda – me riñe, casi sin sonido. – Ve a la cama, anda.

Estoy de acuerdo con él: no debería de haberme dormido aquí, pero no podía con mi alma. Algo más descansada, aunque con un incipiente dolor de todo, me incorporo hasta que me siento en el sofá, y lo miro. Está en el sillón más cercano, encarado hacia mí, completamente inmóvil.

- Vamos – le animo. – Es tarde.

- La una – me informa, aunque no se lo haya preguntado. – Debías de estar agotada.

- Exhausta – rubrico. – Aún lo estoy. ¿Y tú? ¿Tenías hambre, al final?

- Sí – suspira. – He dado un paseo hasta la cocina. ¿Quieres?

Y señala con la cabeza una bandeja que hay a su lado, en el suelo, donde queda algo que no sé identificar con tan poca luz. Igualmente, no tengo nada de hambre. Sacudo la cabeza, pesadamente, y le observo mientras hace brillar su varita con un hechizo de desaparición para recoger los restos de comida. Luego se levanta, se sacude de migas y se acerca al sofá donde estoy yo.

- Para arriba – me anima, tendiéndome una mano. – Descansarás mucho mejor en la cama.

Y me estira adelante para que me levante y vaya a mi cuarto. Hasta me escolta hasta el pie de la escalera de las chicas, tomada de la mano y con un brazo protector alrededor de la espalda, sin llegar a tocarme, por si me durmiera, supongo, de pie y me diera por caer hacia atrás. Antes de despedirme de él me giro, a ciegas en la oscuridad, y le doy un dormido beso en la mejilla.

- Lo siento mucho, George – murmuro, con voz ronca. – Yo también he sido horrible contigo.

Sacude débilmente la cabeza, quitándole importancia, pero no lo niega, y suspira casi imperceptiblemente cuando me giro para subir las escaleras. Antes de darme cuenta estoy quitándome la ropa y poniéndome el pijama y me duermo antes incluso de que mi cabeza toque la almohada.

***********************

:)

Agradecimientos, como de costumbre, a todos los que léeis esto, y muy en concreto a Yaiza, Daya, Miina y maika yugi. :) ¡Sois cuatro soles! Me hace inmensamente feliz, y va en serio, que os guste esto y que lo leáis y que encontréis a George mono (¿qué pasa? ¡yo también!) y, bueno, ¡aquí va otro capítulo!

Por cierto, Yaiza, su relación es, en parte, odio/amor, pero, bueno, las cosas van evolucionando, más que nada para que sea creíble. ¡A ver qué te parece! ^_^

Daya, Alicia es ciega y tonta... bueno, no sé. La verdad es que de alguien como Oliver tampoco cuesta prendarse... ¡hm...!

Miina, ets un solet! De debò! Intueixes, crec, per on anirà el fil de la història ara, però espero que no del tot. A veure si t'agrada com segueix. I, bé, que m'alegro moltíssim (sento que no deixo de dir això, però és ben cert) que t'agradi en George i com ha reaccionat, i tot... En el fons, és un bon noi però, com ell mateix diria, un noi acuïrassat que, a sobre, no sap tractar les noies.

Maika, ¡muchas gracias! Me sorprende que te recuerde a algo de tu vida y espero que fuera algo agradable. Por lo menos, más agradable que la última semanita de Alicia... ~_~