Anna se detuvo en medio de la multitud palpitante. Hombres y mujeres de mediana edad iban de un lado para otro con mucha prisa, grupos de jovencitas se detenían a reírse y cuchichear en los escaparates, algún que otro anciano se dirigía al parque con sus nietecitos; en resumen, la vida normal de una gran ciudad a la que no estaba acostumbrada. Una niña de seis o siete años la miró curiosa antes de cruzar el charco ante el que se había parado.

Ese reflejo en la superficie del agua... Todas aquellas luces de farola y cartel de neón emborronaban la silueta, pero reconocía la cara de su prometido en ella. Lentamente separó la mirada del suelo y la elevó hasta quedar frente a frente con la viva imagen de...

-Hao... -Anna ocultó muy bien su sorpresa con su mirada fría y su voz seca y cortante. No era quien ella esperaba.

-¡Anna! -el shaman sonrió con gusto al verla tan mona con su impermeable y sus botas de goma completamente empapados. "¿Qué haces por aquí?", preguntó a continuación.

-Eso no te importa -respondió ella escondiendo tras su espalda una bolsa con dos paquetes envueltos en papel de regalo- ¿Y tú qué?

-Estás muy guapa, Annita. Como siempre -dijo rápidamente él, eludiendo la pregunta.

-Y tú pareces casi normal con esa ropa -replicó ella señalando los vaqueros y la sudadera verde oscuro que llevaba puestos- No me cambies de tema -añadió.

-¡Hao! ¿Qué haces? -Una rubia muy conocida para ambos apareció entre la muchedumbre. Al ver a la itako, ésta se colgó del brazo del shaman a la defensiva y la miró con desprecio- Ah, eres tú. ¿Qué quieres?

-Cállate, Marion -interrumpió fríamente Asakura.

Anna ignoró completamente a la muchacha y se dio la vuelta dispuesta a marcharse. Creyó escuchar su nombre entre la gente, pero fue rápidamente acallado por la tromba de agua que se descargó sin previo aviso sobre la multitud. Corrió a refugiarse bajo el alerón de un edificio cercano.

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La lluvia seguía cayendo cuando por fin salió del centro y las afueras de la ciudad comenzaron a hacerse visibles. Recorrió en silencio el camino mojado que le conduciría hasta la pensión Asakura -ahora considerada como su hogar- con la bolsa de plástico dando leves golpes contra sus piernas y las botas de goma chapoteando en los numerosos charcos. Aspiró con deleite el aire húmedo y fresco que siempre queda después de una tormenta. En esos momentos entendía por qué Yoh se quedaba horas contemplando extasiado un río, un pájaro, o simplemente la hierba. La lluvia parecía limpiar el ambiente y llevarse los problemas.

Anna se detuvo desorientada. ¿Se había pasado la casa? Aquella granja no le sonaba. Dio varias vueltas sobre sí misma, buscando. ¡Ah, sí! ¡Era aquella que se veía a lo lejos! Qué tonta, tan metida estaba en sus pensamientos que ni se había dado cuenta...

Dio dos pasos antes de pararse de nuevo. En mitad del camino una figura empapada caminaba hacia ella. Al llegar a su altura le reconoció.

-¿Qué haces aquí? -preguntó fríamente- ¿No estabas con Marion?

-Me fui -contestó entrecortadamente. Anna notó la respiración agitada del joven. Seguramente habría venido corriendo.

-Ah, pues vale. ¿Cómo estás tan mojado?

-Ella llevaba el paraguas -sonrió.

"Idiota" susurró la itako. No encontró nada más que decir ni ninguna razón por la que quedarse charlando con el asesino de tanta gente, así que emprendió la marcha sin despedirse.

-Espera -exigió Hao agarrándola del brazo. Ella no se giró. "Suéltame" murmuró.

-No -dijo él.

-Que me sueltes, imbécil -repitió denotando un ligero enfado en su voz.

-No quiero -volvió a decir ahora disfrutando de cómo se tensaban los músculos de Anna.

Pese a sus protestas la acercó bruscamente, buscando contacto corporal con ella. La chica abrió los ojos asustada.

¡No!

Todo sucedió en un segundo. Anna echó el brazo hacia atrás tomando impulso y lo lanzó hacia delante, hacia la cara del shaman, donde impactó de lleno. Pero no fue su mano. Fue la bolsa con los paquetes. Uno de ellos rebotó y cayó al suelo. Algo roto sonó dentro de la caja.

-¡Oh, no!

La itako se soltó rápidamente del abrazo y se arrodilló ante el regalo que había caído en un charco y estaba empapado y maltrecho. Hao la oyó suspirar con fastidio.

-¿Se ha roto? -preguntó agachándose a su lado. Algo extraño, una punzada, quizás de culpabilidad, se abrió paso en su pecho.

-¿A ti qué te parece? -exclamó ella enfadada. Le arrojó el paquete arrugado con frustración. Hao lo atrapó en el aire y le echó un vistazo. Definitivamente, no había mucho que hacer; el ruido que hacía al agitarlo era bastante desesperanzador.

"...rdón"

Anna parpadeó un par de veces seguidas. ¿Qué es lo que había dicho?

-...Perdón -masculló un poco más alto, pero igual de rápido que antes. Tenía la cabeza gacha de manera que no se le veía la cara.

Ella comenzó a reír. ¿Él disculpándose? ¿Aquel el que acababa con vidas sin siquiera parpadear? ¿Él, que destruía sueños e ilusiones con sólo chascar los dedos? ¿Pidiendo perdón? Aquí pasaba algo muy raro.

-¿Se hunde el mundo? -preguntó.

-¿Qué?

-Sí, ¿vamos a morir todos? Te estás disculpando, así que algo muy malo va a pasar -dijo sarcásticamente mirando al cielo como si le fuera a caer algo encima. Hao se puso rojo de ira.

-Que te den. Pensaba pagarte los daños pero ahora creo que no merece la pena ni que te deje vivir, itako.

El shaman agarró los rubios cabellos de Anna y tiró de ellos mientras se levantaba dispuesto a hacerla sufrir un rato. Mas ella se escurrió ágilmente y lo miró fijamente a los ojos.

-Haré como que no oí eso. Para que lo sepas, no tienes que pagarme nada. Aquí el único perjudicado eres tú.

-¿Qué quieres decir?

-Lee la tarjeta.

Hao echó un breve vistazo al regalo. Una diminuta cartulina beige, casi ilegible a causa del agua, rezaba "Feliz 16º Cumpleaños, Hao Asakura" con la letra fina e impersonal de la sacerdotisa.

Se quedó frío.

"¿Qué significa esto?" consiguió articular. "Es tu regalo de cumpleaños, ¿no es evidente?" respondió Anna indiferente. Hao miró fascinado el maltrecho paquete y lo recogió del suelo. Al desenvolverlo pudo ver algo que parecía un colgante de arcilla partido en muchos trozos.

-Ya ves, te quedaste sin él -empezó la rubia, pero se interrumpió al ver que él, sin perder la sonrisa, se lo colgaba al cuello- Está roto, ¿no lo ves? -dijo extrañada.

-No me importa -replicó él- porque me lo diste tú. Es el primer regalo de cumpleaños de toda mi vida. De TODAS mis vidas.

La itako se sonrojó por un instante para enseguida recobrar la compostura. Ya se estaba yendo, despidiéndose en voz muy baja, cuando sintió que algo le hacía perder el equilibrio y precipitarse de morros al suelo.

El lodo salpicó por todas partes.

-¡¡Hao!! ¡Suéltame! -gritó.

-Es la segunda vez que dices eso hoy -indicó él complacido.

Sin decir una palabra se inclinó sobre la sacerdotisa e ignorando su expresión de "vas a morir si lo intentas" comenzó a morder sus labios con ansiedad. Las manos de Anna estaban inmovilizadas bajo su cuerpo, sus piernas no obstante estaban libres y pataleaban sin cesar; sin embargo a Hao no parecía importarle demasiado el dolor porque siguió con su labor por todo el cuello y el torso de la muchacha. Anna sentía cada mordisco como una pequeña oleada de placer. ¡Si seguía así sucumbiría de un momento a otro!

Basta, por favor, para, no sigas, no, no, no... Estas y otras palabras repetía como un mantra entre respiración y respiración. Los jadeos del joven en su cuello la excitaban, pero... ella estaba prometida. Se debía a Yoh Asakura, no a su hermano. Por muy parecidos que fueran, él no era a quien amaba realmente, si bien era cierto que Hao despertaba en ella un sentimiento extraño, que aunque no se parecía en nada a lo que sentía por Yoh, a fin de cuentas estaba ahí.

Perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta de que su abrigo ya no estaba abrochado, ni de que el shaman le había subido la camiseta, dejando al descubierto su sujetador. "¿Qué te pasa, Annita?" había creído escuchar de sus labios burlones cuando algunas gotas de lluvia la hicieron respingarse. Sin dudarlo un instante Hao desabrochó con los dientes la prenda.

-¡Quieto! -exclamó Anna con la voz cargada de rencor. Él se detuvo molesto.

-¿Qué quieres ahora? -dijo.

-¿Para qué me quieres a mí, si ya tienes unas cuantas chicas que hacen lo que te da la gana sin chistar?

-No sé de qué me hablas, Annita.

-Que si quieres follar, te vas con tus tres putitas, pero a mí me dejas en paz, ¿me oyes?

Hao Asakura frunció el ceño. Esta chica es demasiado lista, pensó.

-A mis tres putitas, como tú las llamas, no las he tocado nunca -mintió. Anna lo miró fijamente.

-¿Entonces cómo sabías que este tipo de sujetadores se desabrochan por delante?

Ahí le había pillado. El chico trató de encontrar una respuesta adecuada o a lo sumo que no fuera demasiado estúpida, pero no la encontró. Se quedó observando las marcas rojas que había dejado por la piel inmaculada de la sacerdotisa, hasta que se dio cuenta de que ya no estaba haciendo fuerza. Anna se soltó inmediatamente y se cubrió con la camiseta. Ambos se miraron a los ojos.

-¿Vendrás mañana a vuestra fiesta de cumpleaños? -preguntó secamente.

-Sí, supongo -respondió Hao en el mismo tono.

-Pues entonces me voy -se despidió ella, ya de pie.

-Adiós.

Recogió el impermeable del charco y la bolsa con el otro regalo, ya olvidado. El agua volvió a reflejar la cara retorcida de ira del shaman. Anna sabía que estaba haciendo un gran esfuerzo por no hacerle algo, y quizás no era el mejor momento para tentar a la suerte, pero...

No pudo evitarlo. Incluso estando empapado y cubierto de barro tenía un algo tan... tan...

Se lanzó a sus brazos y le besó. No fue un beso como el que él le había dado, pero fue suficiente para sorprenderlo. Cuando se retiró su cara estaba encendida como una bombilla.

-Hasta pronto.

Fin??

N.de la A: ¿Fin? ¿O continuará? Depende de los reviews ^_~ En caso de continuarlo, probablemente el siguiente será lemon (así fijo que me envían comentarios, ¿eh? XD). ¿YohxAnna o HaoxAnna? Los dos son monísimos XD ¡Creo que pondré ambas!

~Muchos besitos os mando y muchos reviews quiero a cambio~