El vaho salía lentamente del morro suave de los caballos al respirar, entre las sombras de la noche y la paja de las cuadras.

Por un agujero en el techo, rematado de plata y oro, entraba la luz azul de la luna y las estrellas asomaban sus ojos para ver el heno entre las rendijas de la madera.

El calor inundaba el cobertizo y en un montón de paja, sobre el suelo mimado por las crines de los caballos durmientes, Elladan y Luthlën dormían también.

Un caballo blanco, noctámbulo y trasnochador, bajó su morro al otro lado de la valla de oro, y con el pelo oscuro de Elladan empezó a jugar.

-Finth... Déjame dormir...- dijo él, casi entre sueños, apartando con la mano el morro que le hacía cosquillas en el cuello. El caballo relinchó sobre él cubriéndole de aire caliente.

-¡Ay, quita!- empujó la cabeza de Finth hacia arriba con los brazos estirados y los ojos todavía cerrados y se dio la vuelta, intentando volver a dormir. Luthlën a su lado sonrió en sueños, como si viera la escena.

El caballo volvió a estirar su cuello hacia Elladan y con sus dientes agarró su camisa, tirando de él. Elladan abrió los ojos grises, enfadado: -¡Maldito caballo, vete a la porra!- gritó empujando de nuevo su larga cabeza y su morro suave, lejos de él.

Luthlën despertó lentamente junto a él, que luchaba con la fuerza de Finth como dos niños en un patio del colegio.

-No me ganarás ¡eh! ¡Sí, sí, eso es lo que tu te crees!- decía riendo, mirando a los ojos de su contrincante, frente con frente con el caballo, fundiendo su cabello oscuro con las crines blancas del animal.

Luthlën no pudo evitar sonreír, presa de un arrebato de ternura, con la paja en su pelo y el sueño aún en sus ojos.

Finth relinchó de nuevo y Elladan calló de espaldas contra la paja riendo hasta que descubrió los ojos verdes de Luthlën que le miraban.

-Luthlën... perdona... ¿Te hemos despertado? ¡Ha sido todo culpa suya!- dijo señalando con reprobación al caballo que parecía contento de su victoria.

Luthlën rió bajo y divertida, a la luz de la luna creciente que colaba por la salida al tejado de las cuadras, vistiéndola de plata: -No pasa nada.- y el viento entró furtivo, meciendo su pelo y fundiéndolo con el heno.

El vestido verde de ella se movió sobre su cuerpo como las olas del mar sobra la superficie, las que a lo lejos del horizonte besan el cielo y Elladan creyó perderse todavía en un sueño.

Bajó la cabeza y se frotó los ojos con los dedos de olor a paja recordando todo lo que había pasado: -Estoy contento de que hayas vuelto.- susurró para mirarla de nuevo, disipándose en su belleza de hierba y oro con luz de plata.

-Yo estoy contenta de haber vuelto.- salió de sus labios incandescentes, apoyada sobre el montón de heno, con la mano sujetando su barbilla descansando en su codo.

Hacía tiempo que su familia había partido de viaje, desde Rivendel, a sitios lejanos y desconocidos, sumidos en trabajos y enmiendas de mercaderes, y después de tanto tiempo el destino les había vuelto a guiar hasta la ciudad escondida entre el valle y la cascada, al pie de la casa de Elrond.

-No sabes cuanto te he echado de menos...- Elladan tembló en la oscuridad acordándose de malos momentos.

Se habían conocido cuando eran unos niños todavía, cuando su familia negociaba con el señor de Rivendel, para vender sus preciadas telas de todas partes y Elladan pasó con su hermano y Glorfindel entre las columnas de aquella estancia, quién sabe por qué casualidad atraídos...

La niña rubia ayudaba a su padre a extender las alfombras del sur y Elladan escondido entre cortinas de seda les observó, durante horas, sin cansarse.

Años después se volvieron a ver aquellos cabellos de oro por Rivendel, de nuevo comerciando y envolviendo el rostro de una bella adolescente. Fueron tantas las horas compartidas entonces hasta su nueva partida...

Y de nuevo ante él la veía, convertida en una mujer, y la alegría desbordaba su corazón nervioso.

Se echó junto a ella apoyando en su codo el peso de su barbilla en la mano, como ella, y observó cada milímetro de su cuerpo, para recordarla siempre: -¿Volverás a irte?

Los labios de ella temblaron de repente: -Em... si, no creo que nos quedemos más tiempo del necesario.

Finth pareció caer por fin en el sueño velado de un caballo.

-Sólo llevas una semana...

-Nunca nos quedamos más de dos en un mismo sitio...

Elladan creyó perder su alegría en un abrir y cerrar de ojos somnolientos, y cambiada traidoramente por una lluvia de pensamientos en su mente de tristeza húmeda.

La mano de Elladan se movió sola y, como una hoja de otoño acaricia la hierba, él acarició la mejilla de Luthlën, sintiendo con dos dedos cada uno de sus poros.

Los ojos grises del elfo semejaron nubes de lluvia, en lo blanco de un alegría vedada y los susurros casi inaudibles de su voz trasformaron el aire en melancolía: -Glorfindel me dijo que me había enamorado de ti...

-¿Qué...?

Elladan perturbado apartó la mano del rostro de Luthlën y se incorporó, sentándose sobre el heno pensativo: -¿Qué es el amor Luthlën?

Luthlën pareció no comprender: -¿Por qué me preguntas eso?

-Creía que el amor era el que se le podía tener a un padre o a un hermano o el amor que se pierde cuando se va un ser querido...- la voz se le tornó grave: -Pero creo que estoy descubriendo que es algo más...

Luthlën se acercó a él y se sentó a su lado: -Creo que el amor cada uno lo interpreta como lo siente.

La mano de ella se posó consoladora sobre el hombro de él y los ojos grises de Elladan la volvieron a mirar: -¿Y tú que es lo que sientes...?- preguntó en un susurro, al compás con la respiración de los caballos.

-Eso es muy difícil de explicar y depende de la persona sobre la que vaya dirigido. ¿Tú que sientes?

Elladan se mordió los labios mirándola, antes de hablar: -Siento que a cada roce de tu mano podría morir... Siento que quiero abrazarte y sentir tu pelo, tu cuello, tus brazos, sentirte junto a mi... Siento que a cada palabra que pronuncias el aire con tu olor me será escaso para poder sobrevivir... Siento... Ya no se lo que siento...

Luthlën le miraba y casi se podría decir que ruborizada, sorprendida y silenciosa a la vez.

-¿Eso es amor Luthlën...?- preguntó con sus ojos de nube atrapados en los de ella.

Luthlën bajó la cabeza intimidada: -No lo se...

Elladan acercó de nuevo la mano a su piel y rozó su barbilla, alzando su rostro hacia sus ojos: -Si lo es entonces te amo con locura...- y los ojos se le cerraron, y sus labios se acercaron y en un beso se deshicieron.

Y la luna les inundó con su luz y el calor anegó la estancia y Elladan lo sintió realmente por fin: -Sí, te amo...

CARMENCHU!!!