2. Rosas rojas:
Hoy... debiera ser el más feliz día de toda mi vida, sin embargo, el anhelo llena todo mi ser. Hoy me desposaré, contraeré matrimonio con el hombre que más me ama, ha amado y amará, en ello, un triste pesar se apodera de mí, puesto que yo, simple mortal, soy incapaz de corresponder ese amor en todo lo que éste merece, mi corazón pertenece a otro alguien, a mi otro yo, a mi gran amor. Aun así , hoy dejaré de lado este sentimiento y en ello haré feliz al hombre que realmente me ama, a él consagraré mi vida, procurándole a él, la felicidad que a mí me es negada.
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Akeryll se despertó, era un día muy especial para ella, o debería serlo. Se acercó al balcón y se asomó a él. Rosas rojas. Rosas rojas por todas partes, en puertas, balcones y tejados de las casas, en calles, farolas, guirnaldas adornando los árboles. Al parecer se enteraron de sus preferencias por aquella hermosa flor y quisieron darle una sorpresa. De veras lo habían conseguido, sus ojos brillaban de felicidad, no podía creer que toda una ciudad hiciese eso por ella, sólo por ella. No los decepcionaría, ¿cómo hacer eso a alguien que deposita toda su confianza en ti? Se percató de un detalle, ¿de dónde habían sacado las flores? ¿habían viajado a la Tierra? No lo sabía, de hecho tampoco quería saberlo.
Volvió a entrar, era una gran habitación, estaba compuesta por una enorme cama de matrimonio, la tenía ya que era de sueño inquieto y así disponía de mucho espacio para dar cuantas vueltas quisiera, a cada lado de ésta dos mesillas de noche, sobre una de ellas una lamparilla que una vez prendida emitía una tenue y cálida luz. En el lado opuesto un armario cubría toda la pared, una ironía, teniendo en cuenta que casi siempre usaba unos tejanos y la primera camisa que tenía al alcance, sólo en sus salidas nocturnas se ponía el vestido rojo que tanto le agradaba y en pocas ocasiones el blanco, visto así era realmente extraño, pero también asistía a gran cantidad de bailes dónde, aunque no le agradase demasiado, debía usar sus vestidos de "etiqueta" que en su mayoría eran bastante sencillos y entallados. Un biombo de, si no fuese porqué allí no tenían cerezos, diría que de cerezo, adornaba la otra pared, algo de ropa lo cubría. A su izquierda un secreter, su mirada se desvió hacia él, encima se encontraba una carta sin sellar, su expresión se ensombreció, la tremenda alegría que sentía se disipó.
Aquella era la carta cuya destinataria jamás recibiría, la carta que llevaba impresa todos sus deseos, más aún, el término de éstos. La cogió, la leyó una vez más de las muchas que lo había hecho y la guardó en un cajón bajo llave, cualquier doncella podría satisfacer su curiosidad cosa que no le interesaba. Se sentó en la cama, sus ojos perdidos en el vacío, su mente recordando aquello que no podría tener. De repente una imagen apareció ante ella, en una pequeña butaca frente al nombrado secreter, en ella un precioso vestido blanco yacía. Algo recorrió su cuerpo, se estiró y sacudió desperezándose completamente. Las doncellas entrarían de un momento a otro para empezar a peinarla y arreglarla, tenía que estar estupenda para Raiden. Raiden... un chico tan guapo, tan tierno, tan cordial, cuando la miraba sentía que podía leer en ella su interior, era generoso y siempre respetaba su intimidad, jamás la forzó a contarle algo que ella no quisiera, de hecho jamás la obligó a hacer nada que no quisiera, la amaba demasiado como para hacer eso. Y ella, ella también... tiempo atrás. Se sacudió otra vez, ya empezaba a divagar de nuevo así que se dijo a sí misma que debía cumplir con su deber y dejarse de tonterías, empezando por vestirse.
Las damas llegaron poco rato después, no paraban de alabar su belleza, y aunque sabía que lo hacían de corazón, no podía evitar sentirse cohibida. Acabaron y se fueron. La dejaron sola, frente al espejo: el vestido que llevaba era entallado, acabado en una larga cola, sus brazos quedaban cubiertos por una fina tela transparente y su muñeca derecha estaba adornada con un brazalete compuesto por dos rosas rojas. No llevaba joyas, de hecho no le gustaban, sólo sus pendientes de media luna que por alguna extraña razón nunca se quitaba y el día de su boda no iba a ser menos. El pelo negro, a la luz del sol con una leve tonalidad azul, recogido en un moño despeinado dejando caer varios mechones sobre su rostro. Se observaba fijamente, miraba cada uno de los detalles de su vestimenta, se había vuelto a embobar, y mientras, la puerta de la habitación se abrió entrando una chica de ojos violeta, pelo café y altura exagerada llevando puesto un traje de chaqueta femenino violeta, con una camisa blanca de media manga y volantes en el escote y borde de dichas mangas.
-¿Mirándote en el espejo? Nunca te creí tan presumida.
La muchacha se volteó y posó sus ojos en los de la hablante.
-¿Te sorprende? No es para menos, ¿me has visto tan arreglada alguna vez?
Enarcó una ceja:
-Mmm... no, me parece que no.
-Aunque Hava... tú... tampoco te quedas corta. -Le guiñó un ojo envuelta en una gran sonrisa a la que Hava se sonrojó.
-No podía ir vestida de cualquier forma a tu boda, aunque... cuando veas a Himmel... suerte que le paré los pies, sino la novia parecería ella y no tu.
-¿Quién parecería la novia?
Otra muchacha de pelo gris, ojos verdes y vestida imponentemente, aunque elegante, en los distintos tonos de su mirada.
-¡Himmel! Hava estaba informándome de que querías quitarme el puesto. -Se rió.
-Hava es una exagerada, al final solo me he puesto estos trapitos
Las chicas se quedaron con cara de póker y cuando reaccionaron:
-¡Sólo unos trapitos!
Ahora era ella quien reía.
-Bueno, veo que estás muy linda, a Raiden se le caerá la baba cuando te vea.
Una sonrisa malvada apareció en el rostro de la aludida.
-Sí... me espera una tremenda noche de bodas. Ji Ji Ji
Se ruborizaron, incluso ella misma.
-Creo que deberías calmarte un poco, sino me da la sensación de que esa noche nunca llegará.
-Creo que mejor no hables, ¿o crees que no sabemos lo que haces en el pantano? ¿verdad, Akeryll?
-Verdad, verdad.
Estallaron en carcajadas y la ofendida se puso totalmente roja, ¿cómo habían podido espiarla? Seguramente los ruidos que oyeron la otra noche...
-¿Me perseguís?- dijo Himmel furiosa.
A duras penas, entre risa y risa:
-No, la verdad...
Rápidamente Akeryll se puso seria y continuó la frase de Hava.
-Sólo velábamos por tu seguridad, no fuese que te comiera el lobo.- Continuó riendo.
Lo había dicho en un tono completamente irónico algo que la sacaba de sus casillas, sobre todo porqué ese tipo de comentarios le correspondían a ella. Aunque... no podía soportar la risa de sus dos morbosas compañeras Himmel se unió a ella. Además, se sentía feliz, no esperaba encontrar a Akeryll tan alegre, su madurez la había sorprendido.
-Creo que deberíamos irnos ya.
-No.
Ese No, resonó en sus mentes como un martillazo, habían temido que eso pasara en cualquier momento, (lógicamente los pensamientos de Himmel se disiparon).
-Pero... Akeryll...
Cuando iba a abrir la boca Hava se le adelantó y la interrumpió. -¿Cómo? ¿Por una niña tonta piensas dejarlo todo? Pensaba que habías madurado pero...
-¡No! -Le habían recordado su dolor, pero hizo caso omiso de éste e hizo de tripas corazón. -Yo sólo. Si aprendí algo en la Tierra es que a un hombre se le hace esperar y...- decía esto con cara de pícara. De hecho sólo era su máscara, su escudo.
No la dejaron acabar, dos bestias sanadas del "shock" mental que habían sufrido, se le habían tirado encima como fieras, arrastrándola hasta el coche mientras la pobre gritaba:
-¡Chicas! ¿Qué hacéis? ¿No me habéis oído? ¡Soltadme!
La metieron en una especie de vehículo flotante y la llevaron a palacio.
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Alguien de dudoso aspecto salió de un cisne, (¿un cisne? Sí, creo que eso era un cisne, aunque no estoy muy segura):
-¿Veis? Yo así no me caso, estoy horrible, qué me habéis hecho...
Hava la agarró nuevamente mientras Himmel en un momento la arregló de nuevo, tal vez incluso más hermosa de lo que estaba, (se notaba que tenía práctica).
-Ahora sí que ya no puedes quejarte.
-Te esperaremos dentro.- Y ella junto a su compañera Himmel se dirigió hacia el interior del "recinto".
Las dos chicas caminaban en silencio, una al lado de la otra, a lo lejos veían la multitud de invitados que se paseaban por el jardín hablando alegremente y riendo con gran felicidad… Hava detuvo a Himmel:
-Himmel…
-Sí?- con qué le saldría ahora Hava…
-¿Crees que hemos hecho lo correcto? Me refiero a que si… esto podría ser excesivo… realmente ellos deberían…
-Sí, deberían y deben, es su destino y de ellos depende mucha gente, Akeryll volverá a amarlo, de eso que no te quepa duda…- realmente sus palabras no sonaban muy convincentes. –Además tu y yo sabemos que esa niña ya tiene marcado un futuro y en él no hay sitio para Akeryll.
Hava asintió, sabía que Himmel tenía razón pero aún así no podía evitar pensar que tal vez, Akeryll no fuese tan fuerte como todos pensaban, y que, tal vez, esa decisión fuese lo pero que se podría haber hecho… por su parte Himmel prefería no pensar en eso e dirijía toda su atención a admirar el bonito jardín.
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Akeryll empezó a tomar plena conciencia de donde estaba- Ante ella un gran palacio de un rojo intenso se erguía imponente, desafiándola, y nunca mejor dicho. En unos instantes iba a retarse a sí misma anteponiendo su deber a su corazón y aquella fantástica construcción no hacía más que recordárselo. Siguió mirando a su alrededor y sorprendida se dio cuenta que una multitud la miraba con cara interrogante, al parecer aun no se habían recuperado de la escena que acababan de presenciar, se sonrojó, qué estarían pensando... Súbitamente sintió a alguien abrazarla, sabía quien era...
-¡Sam! ¿Ni en el día de mi boda puedes comportarte?
El joven alto y delgado, poseedor de ojos pardos y cabello largo plateado, la soltó poniéndose justo delante de ella y guiñándole un ojo, -solo quería darte la enhorabuena- se río a carcajadas, (la gente seguía intentado recuperarse de lo anterior pero en vista de lo que ocurría le era imposible). Finalmente le tendió su brazo.
-Señorita, está muy bella, ¿desearía que la acompañase hasta su amado? O... ¿por el contrario preferiría que yo la raptase?
-Mmm... déjame pensar... mi querido y apuesto Raiden o un cabeza hueca... de nombre tan ridículo.
-Entendido, entendido, no continúes.- El nombre completo de Sam era Samum, y él lo odiaba, por ello desde pequeño no permitía que nadie lo llamase así, sólo a ella.
Akeryll tomó su brazo y le dirigió una hermosa sonrisa. Sam era uno de los hombres a quien más amaba en su vida, lo conocía desde niña y entre ellos se había creado un vínculo irrompible, él la apoyó siempre en todo momento puesto que ella era la niña rebelde que se negaba a asumir sus deberes como princesa. Más de una vez se escapaba junto a él para entrenar con la espada, aún siendo una niña sus poderes eran superiores a los de las otras senshis, en cierto modo porqué ella lo basaba todo en la cultivación de éstos olvidando el hecho de que aun siendo senshi también era princesa, y como tal, debía aprender buenos modales y a comportarse con diplomacia, eso la reventaba. Aun así y frente a todo pronóstico se convirtió en una linda dama de dos caras, en las reuniones o fiestas, en las asambleas diplomáticas, en los consejos... era capaz de actuar con todo decoro y demostrando una aguda inteligencia, pero una vez fuera de éstos volvía a ser la chica de los tejanos desgastados que irradiaba irresponsabilidad, así era ella.
Por su parte Sam sentía plena devoción por aquella persona que desafiaba sus deberes y cuya fuerza aumentaba día a día, llegando a convertirse finalmente en la líder de los guardianes de Kakyuu. Akeryll recordaba también que él siempre la había cortejado, y que ella siempre evadía sus palabras con comentarios irónicos, sabía que realmente había sentido algo por ella, pero era consciente de que ese sentimiento lo abandonaría, así que del cortejo pasó a ser un juego entre ellos haciéndose pasar por amada y desdichado. Ahora la llevaba hacia su destino, no podría haber sido otro sino él, porque él era su sustento, su guía.
-Mi damita- (la llamaba así para hacerla rabiar) la miró, se había quedado embobada y había parado de andar.
-Ups, jejej- Se puso la mano en la cabeza y rió nerviosamente- estaba pensando en lo buenos amigos que somos.- Sam se sorprendió, aunque esa afirmación era una realidad jamás se lo había dicho directamente, quedaba sobreentendido. -Bueno, entremos. Raiden ya debe estar poniéndose nervioso, es capaz de pensar que me he fugado contigo.- Le guiñó un ojo y entraron en el palacio.
Estaba previsto que la ceremonia se celebraría en los jardines interiores del palacio, así que una vez traspasada la puerta se encontraron con un escenario vegetal magnífico, y en él tampoco se habían olvidado de plantar en varias zonas preciosos arbustos portadores de multitud de rosas rojas. Los ojos de Akeryll brillaban ante tanta belleza, la música nupcial empezó a sonar al ritmo de sus pasos, miraba a lado y lado reconociendo las caras de todos sus seres queridos, sentía el fulgor del pueblo en sus mejillas. El fin llegaba, cada vez se acercaba más al altar, donde Raiden estaba mirándola, la miró desde el mismo instante en que sonó la música anunciándole su presencia, sus ojos denotaban una extrema felicidad, parecía que en su vida había experimentado ese sentimiento con tanta intensidad. Ella le devolvía la mirada, la suya, por el contrario, dotada de un imperceptible temor, de hecho la felicidad de éste la abrumaba.
Sin darse cuenta Sam ya la había llevado ante Él, le soltó el brazo, saludó a Raiden, que de tan nervioso fue incapaz de pronunciar palabra alguna, y se puso al lado de Hava. Al parecer Hava y Himmel habían echado a suertes quién haría de padrina ya que Akeryll era incapaz de decidir, y bien, resultó vencedora la primera haciendo su papel junto a Sam, por ello Himmel era la padrina de Raiden acompañando a Faíl... En el fondo pensaba que lo había hecho aposta... Se acercó a Raiden sonriéndole y cogiéndole la mano, se notaba que a cada momento su goce aumentaba.
Como la soberana de Kinmokusei, Kakyuu empezó a recitar las palabras que los unirían eternamente. Ninguno de los dos debía dar un sí, no era necesario, no en sus ceremonias, sus espíritus se unían sin palabras, sólo la melodía de sus corazones. Cuando Kakyuu terminó, Raiden acercó la mano de Akeryll suavemente y deslizó entre uno de sus dedos un anillo de platino, Akeryll hizo lo propio y se unieron en un apasionado beso como respuesta a las aclamaciones de sus amigos. En ello el cuerpo de Akeryll empezó a brillar desprendiendo una gran y cálida energía que llenó a todos transportándolos a un mundo desconocido...
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Mmm... no sé que decir, bueno sí, más adelante daré el por qué de los nombres que he puesto a los personajes y... bueno no sé que más decir. (Recuerdo mi dirección: Lareta1@hotmail.com)
