4.Encuentros nocturnos:
Correr, correr, correr... ¿hacia dónde me dirijo? qué más da... sólo soy el vestigio de antaño, sólo él puede calmar mi sufrimiento. Sin embargo, cada encuentro, cada halo de su respiración... es más hiriente de lo que nunca hubiese imaginado...
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El salón del trono de la princesa de Kinmokusei se encontraba vacío, una tímida luz, proveniente de Épsilon, entraba a través de las inmensas ventanas de dicha sala rompiendo la oscuridad que reinaba en ésta. Súbitamente cinco figuras aparecieron llenándola de una hermosa claridad, cinco seres de apariencia triste...
Sam aún lloraba desconsoladamente, sus emociones habían llegado a la máxima expresión. Ese mismo día había entregado la mujer que tanto quería a otro hombre, aún sabiendo que ella no lo amaba. Ese mismo día su ilusión de poder permanecer a su lado, aún cuando ella no fuese suya, había desaparecido. Ahora ella sería una Reina, gobernaría un planeta, y lo más importante, debería aprender a controlar el inmenso poder que se le había rebelado.
Si tu supieses... lo que hubiese dado por ser yo quién ocupase su lugar...
-¡Por favor Sam, contrólate!- Era la voz de Himmel que empezaba a ponerse un tanto histérica con tanto sollozo.
La reacción de Sam aún se acrecentó más, aumentando el caudal de su llanto. Himmel se dio cuenta de su brusquedad e intentó calmarlo. -Lo siento, pero todos nosotros estamos tristes, y aun así nos alegramos por ella.
-Lo sé... pero no puedo evitarlo...- decía entre hipos y sollozos. -Estoy demasiado emocionado...- Hava lo abrazó tiernamente e instantáneamente el llanto de Sam cesó, se sentía tan bien entre tan cálidos brazos...
-Princesa, todos estamos muy cansados, creo que deberíamos dormir y mañana hablar con más calma sobre lo sucedido.
-Tienes razón Hava, podéis retiraros a vuestras respectivas torres.
Los cuatro guardianes se retiraron...
-Himmel.- dijo Kakyuu -desearía hablar un momento contigo.
Himmel se dirigió a sus amigos, aunque su mirada se centraba en Faíl.
-No me esperéis, ya iré sola.- Faíl dijo algo incomprensible y se fue junto a Hava y Sam.
Los ojos de Kakyuu, que en todo momento habían demostrado una gran serenidad, ahora aparecían húmedos y brillantes, amenazando la ruptura de tanto sosiego fingido.
-Himmel... dime... ¿crees realmente que será capaz de superarlo?
-Sin ninguna duda.- Respondió tajantemente. -Es una persona fuerte, hoy mismo lo ha demostrado, tu y yo sabemos que tal vez nosotras estando en su situación no hubiésemos sacrificado nuestros sueños para complacer a otro, y tampoco hubiésemos sido capaces de sonreír como ella lo ha hecho tras darse cuenta de la verdadera naturaleza de nuestros sentimientos hacia ella.
-Tal vez tengas razón...- Kakyuu iba a decir algo más pero Himmel cortó sus palabras.
-Y dime, mi princesa, ¿por qué no contaste el relato en su completo...?- La voz de Himmel sonaba dolida, quebrada e insólitamente reprochante.
-¿A qué te refieres...?- unas palabras pronunciadas con gran inseguridad.
-Lo sabes... tú... yo... Lo que hice por ti, lo que intenté hacer- dirigía su mirada fija a la mujer que permanecía de pie junto a ella.
-Yo... tal vez ellos no hubiesen entendido... y Faíl... el que menos...
-Faíl lo sabe, siempre lo ha sabido, al igual que yo.- Apartó la mirada de su princesa dándole la espalda y empezando a caminar hacia la puerta.
-Himmel... lo siento... yo no...
Detuvo sus pasos, su bello rostro, que visiblemente ocultaba todo por lo que su alma pasaba, se volteó para decir unas últimas palabras a su princesa mirándola directamente con sus ojos verde mar.
-No hay nada que sentir, hizo lo que creyó más conveniente-. Volvió a mirar hacia adelante, reanudó su paso y cruzó la puerta.
Kakyuu se mantuvo de pie, el cuerpo erguido, sus manos temblando. Su labio inferior empezó a vibrar y las lágrimas acudieron a sus ojos. Un llanto silencioso... como ella... la princesa de Kinmokusei, considerada por muchos la más bella, la más diplomática y serena, digna de la admiración de todos cuanto la trataban... aun cuando se revolviese en sus entrañas llena de dolor, siempre sosegada, siempre en aparente tranquilidad. Así eran sus lágrimas. Finalmente éstas se secaron, soberbiamente se dirigió a su trono, el trono de su soledad, y se sentó, esperando en vela a que por fin la luz del sol alumbrase el mundo.
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Faíl, Sam y Hava salieron por la puerta principal de tan inmenso palacio. Sorpresa fue la suya al encontrarse ante un pequeño grupo de personas que al verlos se echó a llorar de alegría y que en ese mismo instante encendieron las luces de la ciudad y gritaron al unísono:
-¡Han vuelto! ¡Los príncipes han vuelto!
Sam rió, unas grandes carcajadas salieron de su boca, a la vez que un hombre se acercaba a ellos:
-Perdonen el escándalo, pero desaparecieron de repente y nosotros pensamos que algo malo había ocurrido, así que un pequeño grupo decidimos quedarnos por si volvían ustedes... o algo peor. Hubiésemos avisado de una forma más silenciosa a la gente, pero, como ustedes saben bien, sólo ustedes pueden usar el sistema de alarma y comunicación, o en cualquier caso, sólo podíamos usarlo con su consentimiento-. Se refería al complejo de comunicaciones, a pesar de haber restaurado los de emergencia (que como él había dicho sólo podían usar los guardianes o la propia princesa Kakyuu), aun no habían podido arreglar los de uso personal y público.
Hava sonrió:
-Sí, bien. Estamos bien, y al parecer con tanto alboroto toda la ciudad sabe que hemos vuelto, así que, estén tranquilos y vuelvan a sus casas que ya deben estar cansados.- No fu necesario que lo repitiese ni una sola vez, en un instante la calle se despejó y sólo alguna que otra luz quedó prendida. Realmente habían permanecido todo el tiempo a la espera de que algo terrible pasase, y eso la sobrecogió, al pensar que, seguramente habrían estado atemorizados.
Siguieron caminando, ahora por las silenciosas calles, sólo de vez en cuando Hava lo rompía en un intento por disipar esa pesadumbre que llenaba sus seres. En realidad no era por Akeryll, sabían que ella estaría bien, siempre lo estaba, era una muchacha fuerte y jovial, sino por que todo lo ocurrido había despertado en ellos sus propios miedos e inseguridades que intentaban ocultar.
Faíl detuvo su marcha. -Prefiero esperarla, ya sé que nos ha dicho que no lo hagamos pero...-. No siguió, sabía que lo poco dicho ya bastaba. Sus dos compañeros asintieron y continuaron caminando dejándolo solo esperando a Himmel.
Hava podía notar como Sam seguía intranquilo, ella sabía el por qué y eso la dañaba aún más.
-Siempre... la has querido, ¿verdad?-. Sam se sorprendió, cómo sabía... cómo era capaz de saber... -No tienes que fingir, yo lo he sabido siempre. Cuando éramos pequeños sólo tenías ojitos para ella, la llevabas de un lado a otro mostrándole cualquier rincón nuevo que hubieses descubierto. La ayudabas a escapar de sus tareas y entrenabais juntos. Luego empezaste el jueguecito de cortejarla... ¿creías qué con eso ocultarías lo que realmente sentías? Sí... seguramente lo hiciste, pero a mi no, a mi no pudiste, no puedes.- Sam seguía andando, intentando huir de tan desgarradora verdad. -Y no sufras por ella, sabes que no lo ama, yo también lo sé, pero con el tiempo aquello que sintió volverá a aflorar creándole una dichosa felicidad.- ¿Cómo podía saber todo lo que él pensaba? ¿todo cuanto le inquietaba?
-Sí, tienes razón, tienes razón en todo. ¿Qué le vamos a hacer? No será el primer amor no correspondido ni el último.- Rió tristemente. -¿Pero ahora te tengo a ti, verdad? ¿Tú me ayudarás, no?
Su voz resonó en su interior, si él supiese como sufría por él, como deseaba besar sus labios...
-Claro, siempre he sido tu amiga, si no lo hiciese... ¿cómo podría atribuirme este honor?
Sus ojos brillaron, había sentido salir tanta ternura de aquella boca, nunca se había dado cuenta de ésta, y sin embargo, siempre había estado ahí, siempre esas palabras de consuelo jamás reconocidas en todo lo que se merecían. Siguieron andando en silencio, mas ahora parecían en paz.
Llegaron a la torre de Sandstorm, Hava lo había acompañado hasta ésta. Sam abrió la puerta, subieron las escaleras, sus pasos resonaban en las paredes, finalmente se encontraron en una gran habitación.
Sam acercó una cómoda silla a Hava y le ofreció un té. Se sentaron uno frente al otro, mirándose, sin hablar, sólo sus ojos pardos y violetas parecían examinar el interior del otro. Súbitamente Sam se levantó y se dirigió a Hava sujetando sus hombros y forzándola a darle un beso, infringido, luego deseado, más tarde rechazado... Hava consiguió liberarse del beso e intentó escapar por las escaleras, pero Sam le agarró el brazo y le dijo mirándola suplicante.
-Por favor... ayúdame... te necesito...
Hava no pudo resistirse a tales palabras salidas del hombre que amaba. Dejó de forcejear, sintió un calor abrasador en sus mejillas, ahora tintadas de un leve tono carmesí. En completo silencio se acercó a él, como fiera amansada, dejó que sus labios rozaran los suyos, sintió como el rubor de su cuerpo aumentaba, como sus sentidos se agudizaban. El hombre que amaba... la estaba besando, pasión, lujuria...
Sam besaba sus labios, los acariciaba con la yema de sus dedos, su lengua se abría paso entre su boca explorando el interior, jugando con la que allí habitaba. Lentamente sus manos dejaron de acariciar su pelo, de abrazar su cintura, para empezar a desabrochar su camisa dejando al descubierto sus hermosos senos, lamiendo su cuello.
Hava se dejaba llevar por sus caricias, fijaba su mirada en sus ojos, sentía la excitación de su ser... se dejó querer... envolverse por el caliente cuerpo de aquél que la estaba poseyendo.
-Te amo mi damita.
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Himmel abandonó la sala del trono dejando atrás a su princesa. Sus pasos resonaban en las paredes de los oscuros pasillos. Se sentía bien, realmente la conversación con su princesa no había sido muy provechosa pero el solo hecho de ver como había podido producir en ella inseguridad, ya era un gran avance, de hecho finalmente había mostrado una emoción más allá de un caso extremo. Giró a la derecha y traspasó la puerta del jardín, la noche no hacía sino aumentar su belleza, puesto que la luz de la luna conseguía en contraste con las pequeñas gotas de rocío un aspecto ensoñador, una luminosidad fantástica y embriagadora. Se detuvo para contemplarlo, siempre le habían agradado las cosas bonitas, y esa escena era una de ellas. Se dio cuenta de un detalle ¿qué habría sido de la gente? ¿qué estarían pensando ahora? En realidad no le preocupaba demasiado, sabía que cuando el sol saliese todo quedaría resuelto sin problemas.
La penumbra cubriría ya todos los rincones sino fuese por la gran ayuda de unas hermosas farolas llameantes, que proporcionaban una leve luz, aunque suficiente para alumbrar el camino. Himmel se dirigía hacia su torre, Genezer, pero la visión de una figura que se movía entre las sombras detuvo sus pasos.
-¿Quién está ahí?- sintió la presencia de alguien. -¿Faíl?
-En efecto.- Un chico joven, alto, de aproximadamente dieciocho años, pelo corto morado dotado de reflejos del mismo color que sus ojos violetas y semblante arrogante, salió de la oscuridad que lo ocultaba. -Te estaba esperando.
-Entiendo- sus ojos miraban curiosos los del muchacho que tenía enfrente. -Te dije que no lo hicieses.
-Sí, pero no podía dejar que volvieses sola, ya sabes que te necesito.- Se acercó a ella, sus manos rodeando su cintura, su cabeza apoyada en el hombro de una sorprendida Himmel.
-Dilo... pregúntalo ya...- un sonido suplicante emergía de su boca. Silencio. -No dices nada... Está bien, lo diré yo.- Apartó el rostro de tan amado ser de su hombro y lo sostuvo en sus manos manteniendo la mirada. -No pasó nada, le pregunté el por qué y sólo me respondió que porque vosotros no lo entenderíais, en especial tú. Nada más.
-¿Ella sabe que yo lo sé?- Sus manos agarraban con más fuerza la cintura que sostenían.
-Sí... se lo dije... ¿Te importa?
-¿Debería?
Vaciló un instante.
-Supongo que no.- Lo besó lentamente, saboreando cada instante de aquella acción.
"Te parecerá extraño pero debes saber que yo siempre estaré junto a ti, me refiero a que, aunque decidieses alejarte de mi corazón yo no me alejaría jamás del tuyo, estaría esperándote y apoyándote en tu decisión en completo silencio." Ella soñaba con que él recitara éstas acogedoras palabras diciendo todo aquello que deseaba oír, sin reproches, sin reclamar nada a cambio, ofreciéndole un amor incondicional, aun cuando éste fuese despreciado, pero no fue eso lo que Faíl dijo:
-Himmel... Sabes que te adoro, que tú lo eres todo para mí, pero temo que tal vez no pueda aguantar. Sé que no puedes evitarlo, y no sabes hasta que punto lo sé, mas yo soy débil, nunca fui una persona fuerte como vosotros y sigo sin serlo...- Aquellas palabras quebraban su deseo, ella sabía que él tenía razón, sabía que no podía obligarlo a pasar por eso.
-Ella no me ama.- Dijo tristemente.
-¿Y tú la amas a ella?- Cuánta exasperación contenida en aquellas palabras...
-No lo sé... ¡No lo sé!- Tras ese arrebato se calmó y se dejó caer en brazos del chico.
No volvieron a hablar, caminaban juntos, se miraban, podía notarse como entre ellos existía un gran vínculo. ¿Llegaría a romperse...? Llegaron a Genezer y Faíl se despidió de Himmel con la mirada, sabiendo ya, que estaría segura.
Himmel entró en su habitación.
-¡Por fin una cama! Estoy rendida...
Una linda gatita se acercó a ella rozándose contra las piernas de su querida ama.
-Hola preciosa...- dijo cogiéndola en brazos y acariciando su mentón. -Creo que tú eres la única que jamás me abandonará... ¿a qué no lo harás nunca?- La gatita la miró con ojos brillantes mientras jugaba con sus pequeñas patitas con un mechón de su plateado cabello.
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El sol empezaba a alzarse en el horizonte, Hava se encontraba ante la puerta de su torre, recordó la soledad que se sentía sin su querido hermano, puesto que, con la muerte de Ymir, éste había abandonado Naywa para instalarse en Krystallos y ocupar el lugar del príncipe fallecido. Se sentiría tan bien si al abrir la puerta alguien estuviese en el interior, alguien capaz de reconfortar su alma...
Abrió la puerta y entró, un gran salón se abría paso tras el vestíbulo. En él varios hermosos cuadros cubrían las paredes. Siempre había adorado la pintura, al igual que la poesía, suponían para ella una forma de expresión de todas aquellas emociones que a veces los seres humanos, sobretodo ella misma, se empeñaban en ocultar. Una gran mesa rectangular ocupaba el centro de la habitación, en ella un ordenador de última generación, diseñado y montado por ella misma, ocupaba un pequeño rincón de ésta. Varios papeles llenos de ecuaciones, otros tantos poblados de frases sueltas, incoherentes... pero llenas de sentimiento... cubrían la mayor parte de tan útil superficie. Estanterías llenas de libros acompañaban a los cuadros que graciosamente colgaban de las paredes. La sala estaba bañada por los cálidos colores de la luz del alba. Se disponía a tenderse rendida en el sofá cuando se percató de que una figura masculina se encontraba en éste, oculta por la penumbra.
-Te estaba esperando- dijo el hombre.
-Me alegro de que estés aquí, deseaba volver a casa y no encontrarme sola.- Le dedicó una sonrisa.
-¿Has estado con él, verdad?-. Sus palabras helaron la sangre de Hava.
-¿Con quién se supondría que debería haber estado? ¿Tal vez con mi amigo invisible?-. Se hizo la tonta.
-No, vienes de ver a Sam-. ¿Cómo era posible... cómo podía saberlo? -Sabes que él no te ama, que te ha utilizado, que continuará haciéndolo si le dejas.
-¡¿A qué has venido?!- gritó completamente furiosa.
-A abrirte los ojos, no puedes continuar así... empiezo a creer... que quieres cavar tu propia tumba.
-¿Y si fuese eso? ¡¿Qué más da?! ¡Qué me importa vivir o morir!-. Lo miró retante al mismo tiempo que unas lágrimas asomaban por sus ojos. Ante la inminente posibilidad de que la viese, de que viese su triunfo, se dirigió a la puerta de salida y salió corriendo.
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Himmel dormía profundamente cuando unos ruidos irrumpieron en su sueño sacándola de éste. Se frotó los ojos y se desperezó. Miró el reloj y vio que marcaba las cinco de la madrugada. ¿Quién llamaba a su puerta tan temprano? ¿Habría pasado algo malo? Se calzó las zapatillas y bajó rápidamente las escaleras para ver qué pasaba.
Con sólo acercarse a la puerta ya supo quien se encontraba al otro lado, la abrió. Hava estava de pie, frente a ella, tenía los ojos hinchados de tanto llorar y el cuerpo sudoroso, pensó que posiblemente había estado corriendo.
-Hava... qué te ha pasado...
Hava se derrumbó de nuevo ante ella, Himmel la acompañó al interior de su hogar sentándola en el sofá y cubriendo su cuerpo con una manta, el frío unido a la humedad que cubría su cuerpo no haría sino que enfermara. Preparó un té caliente y se lo dio. Hava lo tomó lentamente, sorbiéndolo como si tuviese miedo.
-Ahora que estás más tranquila, cuéntame que ha pasado.- Le suplicó Himmel.
La chica, empezó a contar su relato, como había aceptado a Sam y como a pesar de que éste la llamase como solía llamar a Akeryll siguió entre sus brazos. Como el hecho de no poder resistirse a sus palabras, aun cuando sabía que no iban destinadas a ella, rompía sus esquemas, como ella, una persona cerebral y astuta era incapaz de evitar perderse entre la calidez de unas caricias que no le pertenecían...
Himmel escuchaba, no podía dejar de hacerlo, pero notó que en todo su relato omitía algún detalle... en efecto, no contó el enfrentamiento que tuvo en Naywa, y que, de hecho, era el desencadenante de ese torrente de emociones que ahora salían a la luz a la vista de su gran amiga.
