Algo por ti
Cuando te retuerces
Me despierto cuando vuelven. Sólo dormitaba, y sólo porque había cogido un frasquito de la reserva para emergencias de mamá, una pocioncilla verdusca con efecto relajante, que ella misma me ofreció cuando empecé a estar triste, cuando no podía dormir por la noche y aún le preocupaba a alguien. Ahora también me cuesta, y mucho, conciliar el sueño, pero como, a cambio, me paso todo el día sin hacer nada, tumbado en el sofá y pudriéndome en autocompasión, ha dejado de ser un problema incluso para mí mismo. Si no duermo por la noche, ya lo haré durante el día. Mientras no despierte a nadie, ¿qué problema hay? Pero hoy no es sólo dormir, hoy, además, tengo una Lily que me ronda y me tortura, y el botiquín, del cual soy tesorero mientras no se me pase la gilipollez, acaba por ser la solución a todos mis quebraderos de cabeza.
Hasta que les oigo subiendo las escaleras.
Oigo, antes que nada, los susurros ásperos de Sirius, que aún no ha aprendido, y mira que se lo decimos, que su voz se escucha más alta si intenta hablar en voz baja, ¡que ya no tiene voz para eso! Luego, como respuesta, escucho a Remus, quejándose de algo, otro que tal. Y un breve silencio en el que imagino que Peter ha dicho la suya. Aún no escucho lo suficiente como para entender de qué hablan, pero sí que están delante de la puerta y que, por la entonación, se dan las buenas noches. Miro el despertador casi por costumbre, por saber a qué hora se han cansado y en qué hora vivo. Las cuatro y pico. Es tarde, muy tarde, sobretodo para la hora a la que se fueron, e imagino que mañana se levantarán bastante tarde, con lo que todo el día será un poco extraño, en lo concerniente a horarios de comidas y eso. Se levantarán tan tarde que desayunarán casi al mediodía, o a lo mejor ni desayunan, sólo comen... Lo que me hace pensar en la comida. Mamá no está y mañana deberíamos ir al supermercado, y yo, con la cabeza a petirrojos, no he pensado en decírselo. Si duermen hasta media mañana, no les dará tiempo de ir... Me remuevo en la cama, con el estómago de nuevo pesado. Me tocará salir de mi concha e ir a comprar yo, por primera vez en algún tiempo. Merlín sabe que no me apetece, pero supongo que me lo tendré que tomar con filosofía. Al menos allí sé que no me encontraré a mi explosiva pelirroja; estaré seguro. Me prepararé mentalmente y me lo tomaré con muchos ánimos, igual que he ido hoy a Diagon, todo irá bien, te comportarás como un machote, campeón, no llorarás ni te hundirás ni el sol te molestará mucho porque no llevas tanto tiempo (anda que no) encerrado aquí.
Casi enseguida se abre la puerta del cuarto que comparto con Sirius y éste interrumpe mi concentración. Un silencio, pasos, un cajón que se abre. Ropa, pasos, la puerta del lavabo que se abre y que se cierra, otra vez silencio. En cinco minutos ha vuelto, ya con el pijama puesto, imagino, y oigo que su cama se mueve, aunque me resisto a mirarlo para que no se dé cuenta de que estoy despierto y me pregunte lo que he hecho, ni nada.
Ha vuelto solo. Qué previsible. Claro que, imagino, cuando compartes cuarto con un deprimido mejor amigo que tiene el sueño más bien ligero, es difícil encontrar la manera de llevar una chica a casa. No es que lo haya intentado, supongo, tampoco, pero, bueno, soy un factor delimitador. Pienso rápidamente que mucho no debo de molestarle, porque, sin que yo les diga a ninguno de ellos que se queden, ninguno se marcha: tan mal no deben de estar.
También pienso fugazmente que me gusta que Sirius quiera seguir compartiendo habitación conmigo, incluso después de tantos años de intimidad nula en Hogwarts. Una oleada de afecto por mi mejor amigo me conmueve, sobre todo por lo blandito que estoy, psíquicamente hablando, a causa de la conversación de hoy con Lily. Sirius es un amigo increíble. Todos lo son, de hecho. Igual no es que estén bien aquí, que no digo que no lo estén, probablemente sí, pero se quedan, más que nada, por mí, porque ven que yo no estoy bien y, aunque a veces me convenza a mí mismo de que no es así, necesito que se queden aquí y, cuando levante un poco cabeza, los necesitaré para acabar de salir del pozo. Admirado, me prometo que, mañana por la mañana, antes de que él se levante, me meteré en su cama y me haré una bolita a su lado, para que me sepa que estoy cerca de él y que le agradezco mucho que él también esté cerca para mí. Será otro 'lo siento', añadido al colgante raro y brillante que, seguro, le quedará muy bien ahora que está tan moreno. Lo veo un momento con él puesto, bajo una camisa alegre medio desabrochada, enseñando el cordoncito de cuero del colgante bajo las puntas de pelo demasiado largo. Sirius será siempre joven y despreocupado, alegre y confiado, porque no lo sé visualizar de otra manera. O sí, claro que sí, como Sirius responsable y preocupado por mí cuando estoy mal, Sirius centrado y comprometido pero, aun así, que sigue poniendo un punto de vigor a todo lo que hace que no puedo achacar igual a Petey ni a Remus ni, por cierto, a mí mismo. No sé qué es. Igual es sólo por la relación diferente que me une a él respecto a los otros dos. O por lo seguro de sí mismo que ha sido siempre. Es como si nada pudiera ir mal si lo hace él, el héroe de la historieta. Papel que sé que no cumple siempre, porque es sólo una persona humana, pero, bueno, está asociado a él dentro de mi retorcida y llena de Lily mente. Iré a él, confiaré en él, le pediré que me anime y todo saldrá bien, porque no puede ser de otra forma. Después de todo, necesito que alguien me mime y, a falta de Lily, y como ya no tengo cuatro años y mamá cree (erróneamente, lo más seguro) que he superado la edad en que se cree aún que, después de un golpe, un 'sana, sana' y un beso son el mejor remedio, Sirius se presenta como la siguiente posibilidad. Además, él me entenderá, estoy seguro, aun cuando no tenga experiencia propia en esta situación, y sabrá apoyarme en silencio, como hace siempre, sin vanas promesas de un futuro cercano celestial. Me meteré en su cama, me esconderé en su almohada y dejaré que sea como si sólo él hubiera crecido, como si se hubiera convertido en una persona mayor mientras yo sigo siendo el niño indefenso que dormía en la cama de al lado y le proponía en susurros ideas estrambóticas para nuevas aventuras en mitad de la noche. Se me ocurrían, descabelladas, y se las explicaba sobre la marcha, sugiriendo más y más detalles morbosos, hasta que Remus, en la cama siguiente a la de Sirius, acababa por tirarme la almohada a la cabeza, riendo por lo bajo, y me decía algo del estilo de que, si iba a dejarlos sin dormir, por lo menos lo hiciera con ideas que valieran la pena, ¿qué tal llenar la Torre de Astronomía de hadas para que las chicas se fijaran en nosotros? Y con las chicas, invariablemente, quería decir Lily. Pero me estoy yendo de época, me doy cuenta. Me gustaría volver a los once años y esconder mi inseguridad y miedo a lo nuevo que era Hogwarts en conversaciones trasnochadas con mi mejor amigo, con un Sirius grandote y comprensivo que me solucione todos los problemas. Hacerme irresponsable de mis actos otra vez y pedirle a él que los arregle por mí. Preguntarle lo que hacer ahora y que él acierte al cien por cien, para que no siga este tormento.
Volver a los once años, cuando aún no me había fijado en Lily.
Va, va. Suficiente. Ya no soy una criatura y Sirius tampoco y, sinceramente, no creo que una regresión a la infancia me distrajera lo suficiente de lo que me amarga la vida ahora. Sé, además, que no iré a su cama al despertarme, sino que me quedaré aquí, auto compadeciéndome hasta que eche raíces. Entonces era más feliz, entonces toda mi preocupación era cómo llevar a cabo una idea increíble sin que se supiera que éramos nosotros, conseguir que los cuatro nos viéramos en vacaciones y que se quedaran todo el mes de agosto en lugar de las dos semanas con que nos regalaban nuestros padres, convencerlos de que no era ni demasiado peligroso ni demasiado irrespetuoso ni demasiado complicado, aunque esto último pocas veces les importaba mucho. Los únicos problemas que se nos presentaban, como mucho, era acostumbrarnos a la vida en Hogwarts, que nos tuvo algo asustados al principio, hasta que vimos cómo iba todo y supimos, por experiencia propia, cómo eran los exámenes y las optativas y todo lo que era nuevo e inquietante; el tipo de cosas que no puede explicarte nadie y que no sabes hasta que las vives en carne propia.
No puedo evitar sonreír amargamente.
Muy bonito, sí, pero eso era entonces, eso pasó, todo eso había estado muy bien y no lo habíamos disfrutado lo suficiente; ahora él está preocupado por un irracionalmente sombrío amigo y yo, en cambio, me pudro por una permanentemente desinteresada Lily. No volveré atrás. No volveré a cuando era feliz. Quizás ni siquiera volveré a ser feliz, por lo menos pronto, pero no volveré. Es demasiado fácil. Me merezco más que quedarme con lo fácil; puedo hacer más.
Y, bueno, es imposible.
Claro que eso, para el archivo al menos, lo dejaremos como causa secundaria y no como motivo principal, ¿de acuerdo? Total, juego yo solo, puedo poner las cosas como me dé la gana y me puedo hasta engañar diciéndome que no es hacer trampa porque no he puesto normas que esté infringiendo.
Con cuidado de no hacer ruido, me giro hacia arriba y observo el techo de madera de mi habitación. Anda ya, volver a ser pequeño. Ni siquiera sé si me gustaría no querer tanto a Lily. Me gustaría que ella me quisiera, eso sí. Pero ¿no quererla? No sé. Es tan parte de mí mismo estar loco por ella que no sé si sabré vivir sin esos sentimientos. Es como si lo hubiera hecho siempre; ¡¿qué haría si no?! Por suerte los tengo a ellos, sí, que siguen manteniendo mi alrededor en un cierto orden, para que aún me pueda reconocer, si alguna vez dejo de sentir algo por ella. En serio que tengo mucha suerte de tenerlos. Me viene a la mente lo que ha dicho Lily sobre ser el centro de la piña, y todo eso. Corrijo rápidamente que no soy centro más que, como mucho, de mi propia agonía, sino que la cartografía de nuestro grupo es bastante descentralizada. La visualizo, de hecho, sobre el techo de mi habitación, nosotros cuatro, Lily, algunos satélites menores, y establezco dependencias con rayitas inmateriales, una rayita entre Lily y Sirius, dos entre Lily y Remus y una entre Lily y Peter. Tres rayitas entre Lily y yo. Tres en todos los enlaces posibles entre nosotros cuatro. Cuatro entre Sirius y yo, como mucho. Colgando de Sirius, Remus y Peter, con una sola línea, algunas de las chicas a las que conocen y que luego vuelven a ver muy eventualmente. Colgando de mí, los chicos del equipo. Unos cuantos compañeros complicando los enlaces con más rayitas simples o incluso discontinuas, nada importante. Podría seguir hasta el infinito, si empiezo a incluir profesores y adultos, y ya no te digo si lo agrando también a rayitas de odio. (Eso serían ocho rayitas malas entre nosotros cuatro y Snape, por cierto. ¡Nueve, si el Sirius de mi cabecita tanto insiste!)
Y va Lily y rompe su enlace trivalente conmigo. Lo borro con la goma imaginaria que tengo entre el batiburrillo de cosas inexistentes que hacen de cuerpo del desorden de mi cabeza y observo cómo queda el diagrama. Si hacemos que no sólo rompa el enlace sino que se vuelva, de repente, de polaridad contraria a la mía (y, no, qué va, ojalá se hubiera vuelto lesbiana, al menos me podría consolar pensando que podríamos seguir siendo amigos) y, por lo tanto, tiende a alejarse de mí, los enlaces que la unen a ella y que me unen a mí con las personas que compartimos se resienten. Enlaces que son, en más detalle, el de ella con Remus y el de ella con Sirius y Peter, de dos rayitas, una y una, respectivamente, y que van a estirar, a su vez, del de tres rayitas mío con los chicos y el de cuatro con Sirius. Gano, sí, pero por poco. Remus podría haberse decidido perfectamente por ella. De hecho, considerándolo mejor, casi pondría a Lily dos rayitas con Sirius y con Peter, también, por los años que han compartido, y eso. No sé. No entro tanto en sus relaciones. Sí, demasiado egocéntrico. Eso ya había quedado claro, ¿no? Jamie, eres un egocéntrico asqueroso. Ya está. Te los has quedado a todos, y ella nada. ¡Egoísta! Pero estoy seguro de que no tendrán ningún problema en rehacer su amistad con ella, a la larga, en cuanto seamos inocuos el uno con el otro. Aunque cueste, porque, bueno, somos chicos y ella es una chica y el sexismo, aunque que me pese, existe innatamente y tendemos a unirnos en amistad inocua con gente que no responde a nuestra tendencia sexual, porque es más fácil y cómodo. Y, además, que fue Lily la que me rompió el corazón. Se lo he dicho sintiéndolo: soy la víctima. Llevo loco por Lily, ¿cuánto, cinco años? Igual hasta más. (Merlín, ¡qué patético!) Como éramos tan amigos, o como era gilipollas yo (Corrección: ¡soy!) no se lo dije jamás, o no se lo debería haber dicho jamás, aunque, vaya, tampoco cambia mucho las cosas, al final. Total, que me paso cinco años completamente enamorado de una chica que, para ser sinceros, demostraba corresponderme, a ojos de todos, pero no le digo nada porque, bueno, bueno, tampoco lo necesitaba, me conformaba con lo que tenía, qué mona es, qué dulce, léase todo con la voz más edulcoradamente bucólica que la mente de cada uno sepa poner. Decía todo eso, literal, y más. Me conformaba. Sólo quería que fuera feliz.
La siguiente imagen que me viene a la cabeza es de mí mismo saltando, figuradamente hablando, como un corderillo a los brazos de Lily y ella tomando el libro más gordote de la biblioteca (el Manual Ilustrado de Ingredientes para Pociones Avanzadas, el que siempre suscita algún comentario, es que no lo podemos evitar, juro que la estantería donde se guarda tiene un surco con la forma de las tapas de ese libro, de como unos diez centímetros de profundidad, y un hueco, algo menos hundido, correspondiente a las hojas) y poniéndolo frente a ella para que yo, con toda mi inercia, me estampe contra él, cara cómicamente chafada contra él.
Ay. En buena hora me decidí a confesarle lo que sentía.
No fue tan mal, pienso, hipócrita. La declaración me quedo bastante bien, dije lo que sentía y como lo sentía, cosa que era más de lo que esperaba, conociéndome. No perdí la cabeza, no empecé a farfullar... Claro que debería de haberle hecho caso a Lily cuando me dijo que no siguiera por tercera vez. Debería haber dejado de hablar sólo por su cara. Debería de haberme retirado a tiempo y dejar que mi paso por Hogwarts acabara allí. Debería de haber disfrutado de nuestra fiesta de despedida, haber disfrutado de tener a todos mis amigos cerca, y haberme quedado calladito. Haberme ido a dormir a la cama de Sirius, si tanto anhelaba compañía. O a la de cualquier compañera de curso, si me surgían prejuicios en el calor del momento. Lo que fuera. Lo que fuera. Vale, entonces no tendría a Lily como novia, justo igual que estoy ahora, pero por lo menos seguiría a mi alcance como amiga y seguiría engañándome y viviendo la madurez de una de las adolescencias más felices que conozco. Donde 'engañándome' es la palabra clave.
Al final resultará que es mejor que se lo haya dicho de una vez por todas. Merlín. Merlín. ¿Tan difícil era corresponderme? ¿Tan poquita cosa soy, tan poco amor merezco, tan gris es todo en mí? ¿No podía, al menos, decirme que sí en nombre de nuestra amistad?
Se me escapa un sollozo ahogado. Compasión. Mucha gente tomaría eso por un castigo más que un premio y lo desdeñarían en nombre del amor verdadero. No quiero compasión, dirían. Si no se ha fijado en mí, no pasa nada, seguiré adelante... Bueno, pues deben de ser muchísimo más fuerte emocionalmente que yo o deben sentir menos por quien sea que yo por Lily, porque que me hagan las setecientas faltas en un solo partido si yo no lo daría todo, todo, por tener a Lily, aunque fuera por compasión. Conseguiría que me amase. Conseguiría ser felices juntos. Conseguiría que dejara de ser compasión. O moriría en el intento, vaya. ¡Compadécete de una vez, Lily!
Vuelvo a inspirar violentamente. Últimamente (sollozo) me paso el día y la noche (sollozo) gimoteando a la mínima. (Sollozo.) ¡Soy penoso! (Sollozo.) ¡Soy lo peor que existe! ¡Pusilánime (sollozo) ingrato! Ni a mis amigos valoro, y eso que se desviven por mí, se resisten a abandonarme, se quedan en mi casa aunque yo sea completamente gélido con ellos. Me giro en la cama, hasta esconder la cara en la almohada y dejo que lágrimas ardientes calienten algo de mi alma. Indiferencia todo el día, apatía la mayoría de las veces y, cuando no, vergüenza y dolor en forma de llanto amargo. Me odio, me odio, mientras las lágrimas siguen cayendo, ahora en la almohada. Se enfrían rápidamente en el tejido y lo dejan todo pegajoso, mojado y salado a la vez, pero casi me alegro de sentirme incómodo, me distrae. Aunque la misma incomodidad me haga llorar más. Friego mis mejillas contra la sábana que cubre la almohada, inspirando entrecortada pero, práctica que tiene uno, silenciosamente. Sólo pienso en ti, Lily. Sólo pienso en ti y en como te quiero y en como te echo de menos y en como, mi preciosa, dulce Lily, mi vida no tiene sentido si no estás cerca. No puedo sin ti, Lily. No puedo sin ti. El mundo no me gusta, la vida no me gusta, yo no me gusto, para nada, porque no te gusto a ti. Quiéreme, Lily. Compadécete. Finge. Sólo quiero ser feliz, ¡un poquito, un ratito chiquitín!, pero tiene que ser contigo, Lily, o no tiene sentido.
No puedo olvidarte. Si tú no me echas de menos, muñeca, muñequita, y yo que nunca te diría así, porque soy más tu títere que tú mi muñeca, preciosa, yo a ti sí, yo a ti mucho, yo a ti muchísimo. Déjame sólo una rayita. ¡Una raya! Te regalo las otras dos, ¿sabes? Que no sea como antes. Que me torture a diario viéndote y sabiendo que no te tendré jamás. Que me torture pensar que serás de otro, ver que serás de otro, saber que no he sido suficiente. Déjame que me torture, Lily. Déjame, déjame, depende de mí y es lo que quiero, pero no me tengas en este vacío de sentido, en este vacío de esperanza, como si todo lo demás importase cuando tú estás tan lejos y cuando tan poco te importa volver ni a vernos. ¡Que no te tenga, Lily, pero que al menos tenga algo por lo que levantarme cada día! Vida mía, vida mía, te quiero, ¡te quiero! No puedes borrar mi mundo y luego ni interesarte por la ausencia que dejas. No puedes decirme que no sientes lo mismo que yo y luego evitarme hasta que muera. ¡No puedes ampararte en la incomodidad para no volver a ser mi amiga!
¡¡Déjame algo, Lily!!
