"Las lechuzas mensajeras no siempre llegan a su destino, es posible que por ello muchos niños no recibieran nunca una invitación muy importante"
Esta historia hay que centrarla en una pequeña casucha de la zona residencial, concretamente en la calle 32. Si se miraba alrededor se podía contemplar cómo los residentes de esa zona, eran magos y brujas con muy poquito dinero y que sobrevivían de alguna que otra chapucilla.
Lisa Thomas vivía allí, era una casa bastante cómoda aunque bastante humilde y por mucho que se molestara en arreglarla siempre parecía que estaba hecha un desastre.
Corría el mes de Agosto y hacía nada más que un mes que había muerto su abuela con quién estuvo viviendo desde recién nacida. Sus padres habían muerto debido a un accidente de aviación, querían viajar en avión para saber qué se sentía pero nunca llegaron a su destino.
Lisa volvía a casa cansada y agotada, después de haber estado vendiendo y repartiendo por toda la zona comercial "solo para gente mágica" las dichosas galletitas –si no se lo hubiera prometido a la abuela.....-.
Su abuela a pesar de no ser una bruja prestigiosa ni nada de eso, tenía historias y vivencias muy interesantes, siempre contaba a Lisa cómo sus antepasadas habían superado las persecuciones de los muggles y cómo sobrevivían a los peligros que acechaban en los bosques en los que se refugiaban. "No lo olvides Lisa -le decía su abuela- el pasado es lo que nos enseña para vivir nuestro futuro". Y ese pasado implicaba las famosas galletas.
Las galletas que vendía Lisa eran una tradición familiar, todas las mujeres de la familia sabían cómo hacerlas y siempre habían subsistido con la venta de dichas galletas. Como todo buen pastel tenía su ingrediente secreto y no era más que un polvillo que había en una bolsita de cuero colgado en un clavo roñoso de la cocina. Estos polvos nunca se acababan ya que la bolsa tenía un conjuro que no permitía que se terminase nunca, seguramente un hechizo de alguna de sus antepasadas.
La cocina estaba repleta de polvos mágicos dedicados a la cocina, unas para dar sabor, otras para dar color, otras para que los invitados se marchen enseguida, otra para conseguir algo del invitado y una que a Lisa le gustaba mucho, para gastar una "pequeña broma al invitado...".
Desde bien pequeña había aprendido a cocinar todo el recetario de su abuela, lo único que sabía de la magia eran hechizos para calentar, levitar, parar la cocción..... en fin cosas que a ella le parecían absurdas y aburridas.
Sabía que muchos niños iban a escuelas para aprender magia, hechizos, transformaciones, etc... incluso muchos de sus amigos fueron a esas escuelas cuando tenían 11 años, pero ella no. Nunca recibió ninguna carta para estudiar y sabía qué significaba eso, "no era lo suficiente mágica como para ir a una escuela de magia".
-¡No me extraña que no me mandaran la carta! ¡Mi magia solo sirve para cocinar y creo que allí ya tienen elfos domésticos! Bueno, ¡ya tengo 25 años y tengo que buscarme un trabajo mejor, no puedo seguir viviendo de estas malditas galletas!
Lisa miró el paquete que tenía en la mano, "Galletas con el sabor que usted desee" "ETERNAMENTE MÁGICAS", las galletas obtenía el sabor que la persona deseaba antes de darle el primer mordisco y si alguien no deseaba ningún sabor, comían la galleta más sabrosa del mundo pero eso era muy difícil de conseguir ya que sin querer la gente pensaba en algún sabor.
-En fin, no puedo vivir de esto.- Tiró el paquete a la mesa como decidida, pero enseguida se acordó de algo. –No, se lo prometí a la abuela.....- Suspiró, era un suspiro de resignación.
A Lisa le gustaba imaginar aventuras, soñar con cosas sorprendentes en las que un día ella haría algo diferente a parte de vender galletas. Imaginaba dragones, animales fantásticos, vampiros, le encantaba todo aquello que diera miedo. Pero esa noche estaba demasiado cansada y frustrada para soñar nada.
Al día siguiente algo la despertó, estaba atontada y no sabía qué pasaba. –¡Es la puerta! ¡Alguien llama a la puerta!- Tenía que ser un error, seguramente alguien que se ha equivocado o perdido por ese maldito barrio.
Bajó corriendo las escaleras, cuando llegó a la puerta suspiró deseando con todas sus fuerzas que fuera alguien o algo especial y emocionante. La decepción llegó pronto a su cara cuando vio en la puerta a su vecina Doroty, charlatana la que más y cotilla del barrio, la "radio-macuto" como le llamaba Lisa.
-¿Sí? ¿Qué desea Doroty?- maldita bruja cotilla, pensó.
-¡Hola mi queridísima Lisa! ¿Cómo estás? ¡Oh, pobre niñita! ¡Tan joven y ya tan sola! ¿No querrías vivir con nosotros? Estás muy sola y a tu abuela no creo que le hubiera gustado que estuvieras tan desamparada, repartiendo las galletas todos los días por la zona comercial, claro está, menos los miércoles que los dedicas para hacer la compra, bueno y sábados y domingos que estás aquí encerrada sin hacer nada ¿o haces algo? Bueno es lo mismo, podrías estar con nosotros y así me enseñas cómo haces esas galletitas tan buenas que.......
-¡Perdón, Doroty! No es por ser grosera pero quería algo o simplemente me ha despertado para decirme todo esto. ( Vieja cotilla ni por un millón de galeones voy a vivir contigo y menos enseñarte el secreto de mis galletas), pensó.
-Oh, si yo venía a decirte... ¿qué era?, ¡Sí! ¡Ya me acuerdo! Mira, este gato ha estado maullando toda la mañana delante de tu puerta, ¿es tuyo? No, no lo creo ya que a tu abuela no le gustaban los gatos, creo que era por que tenía alergia y se ponía a estornudar como una loca. Recuerdo que una vez en casa de nuestra queridísima.....
Mientras Doroty seguía hablando y hablando, Lisa miró al suelo y vio un precioso gato, con unos ojos grandes y vidriosos que parecían decirle que mandara a su vecina a la mierda y lo dejase entrar en su casa.
-Umm, escucha Doroty, si es mío, lo encontré ayer en la calle y lo traje a casa pero esta mañana salió y creo que ahora tiene hambre, voy a prepararle algo de comer, si me disculpas....
-¿Tuyo? Pero yo ayer no te vi con ningún gato, lo único que traías en brazos eran tus galletas, que por cierto, ¿me enseñarías cómo hacer esas deliciosas galletitas algún día?
-Adiós Doroty, que tenga buena mañana.
Lisa no prestaba atención a lo que su vecina seguía diciendo, invitó al gato a su casa con un gesto de su mano y cuando éste estaba dentro, cerro la puerta en las mismas narices de su vecina.
-¡Pero... Lisa! ¡Maldita niña malcriada, será desagradecida! Cómo se nota que su abuela le permitió demasiadas cosas. ¡Una buena madre! ¡Eso es lo que le falta!
Mientras Doroty seguía fuera protestando, dentro de la casa estaba Lisa sentada en el sillón de su salita con el gato mirándola de frente. La voz de Doroty se iba alejando, el gato miro por la ventana y cuando comprobó que se había metido a su casa, bajo de la ventana con un salto. Pero en mitad del salto se transformó en una señora delgada y seria. Tenía un sombrero y una capa a juego de un color turquesa y las manos entrelazadas, miraba a Lisa con aire serio aunque en su boca se esbozaba una sonrisa.
Lisa quedó perpleja y no sabía qué decir, quién era esa mujer y qué hacía en su casa, empezó a fantasear y a imaginarse cosas asombrosas, ¡un animago en su casa! No podía creerlo, pero enseguida una sombra cubrió su rostro y se dio cuenta de lo qué pasaba. Se dirigió a la cocina y trajo un gran cesto con bolsas de galletas y le dijo.
-¿Cuántas desea? Si compra cinco hacemos un descuento....- su voz se fue apagando.
-¡Oh, sí! Las famosas galletas "Eternamente Mágicas" Realmente deliciosas y si te digo la verdad no me vendrían mal unas cuantas, cinco estarán bien. Pero yo no he venido a comprar galletas, quería hablar contigo de la escuela de magos "Hogwarts".
Lisa estaba poniendo las cinco bolsas encima de la mesa y no se dio cuenta de lo que le decía aquel animago.
-Cinco bolsas son.... espere que voy hacer cuentas..... ¡espere! ¿Qué ha dicho?-dijo con cara de sorpresa.
-Empezaré por el principio, soy la Profesora McGonagall y vengo a traerte una carta en persona de "Hogwarts" para invitarte al próximo curso que....
-¿Cómo? ¿A mí? ¡No puede ser! ¡Es imposible! ¡A la escuela solo van los niños! ¡Si ya sé que parezco joven pero tengo 25 años! ¿Está usted segura? No me vaya hacer ilusiones y luego....
-¡Silencius Totalus! Uf! Tu abuela ya me había dicho esto pero no imagine..., bien... ¿Lisa no?
Lisa movía la cabeza de arriba abajo ya que tenía los labios sellados.
-Bien, como te iba diciendo soy la Profesora McGonagall y vengo a invitarte al próximo curso de Hogwarts para adultos. El motivo de esta inusual invitación es que cuando se os envió la carta para que asistierais al curso hace 13 años hubo una gran tormenta que asoló todo el país y muchas de las lechuzas se extraviaron y han vuelto años después con dichas cartas (destrozadas por su puesto) y con la desesperación en sus ojos por el fracaso de la misión, por suerte las hemos consolado una a una según iban llegando, pero esta es otra historia.
Todos los profesores tuvimos una reunión y fue cuando nos dimos cuenta de porqué ese año hubo muy poco alumnado para ese curso, así que nos parecía justo que tuvierais una segunda oportunidad ya que la falta de asistencia no fue culpa vuestra.
Hemos mandado a las mismas lechuzas con las cartas para que se sintieran de nuevo dichosas pero contigo hemos pensado que sería mejor que viniera yo por la gran amistad que tuve con tu abuela y con tus padres, por supuesto.
La cara de Lisa era de asombro, había conocido a su abuela y a sus padres, estos que ni ella misma los conoció, intentó hablar pero enseguida se dio cuenta de que estaba con el hechizo y miró suplicante a McGonagall.
-Está bien, ya te dejo hablar...
Con un movimiento de varita deshizo el hechizo y le cedió la palabra a Lisa.
-Bien....-Sus labios temblaban y sus manos enredadas le sudaban, estaba nerviosa y paralizada, parecía que la sangre no le iba a llegar nunca a las extremidades ya que se había congelado de la impresión. Era lo que siempre había soñado y sin embargo ahora no podía ni alegrarse ni moverse, era todo demasiado grande para ella, ¡el mismísimo Hogwarts!
Después de varios días con la profesora McGonagall en su casa, Lisa ya sabía cómo, dónde y cuando conoció tanto a sus padres como a su abuela, a la que le prometió que cuidaría de Lisa cuando ésta faltase. Sus padres habían asistido a Hogwarts y esto hizo que McGonagall y su abuela se conocieran. Su abuela se había presentado en Hogwarts para comprobar en dónde iba a estudiar su hija y qué profesorado tenía, enseguida congenió con McGonagall y se hicieron muy amigas.
-Me extrañó muchísimo que no te presentaras al colegio y hablé con tu abuela. Me explicó que no habíais recibido ninguna carta y por mucho que quise resolver el problema, en esos momentos no pude hacer nada ya que no podíamos tener favoritismos con nadie, las reglas eran las reglas.
Me enteré de la muerte de tu abuela pero hubo un problema en el colegio, dos chicos nos habían dejado una bromita en el colegio, antes de irse para las vacaciones de verano, dejaron una bomba fétida que explotaba cuando alguien entraba en el aula. Cuando entramos en ese aula para cerrarla y asegurarla para el verano, explotó y hemos tenido un olor insoportable durante un mes, no solo en el aula sino en toda la planta por eso no pude venir antes a verte y contarte la verdad -le dijo McGonagall.
-Todo esto se me está haciendo demasiado grande y no sé si voy a poder con todo, quiero ir a Hogwarts eso sin duda pero ¿y las galletas?, le prometí a la abuela...
-Tranquila por eso, está solucionado. Te he conseguido un elfo doméstico para que se encargue de todo, hará las galletas y se encargará personalmente del reparto y tranquila no podrá decir a nadie cual es el ingrediente secreto, se sabe que los elfos son leales a sus dueños y no les pueden traicionar.
En ese momento llamaron a la puerta, cuando Lisa abrió vio que había un pequeño elfo sonriente y con unas grandes orejas dobladas hacia fuera (sería del propio peso) en la entrada de la casa. Hizo una reverencia y mostró un cartel en el que ponía "Me yamo Moogly", era evidente que no sabía muy bien escribir pero tenía aspecto de ser un buen elfo.
Lisa le sonrió y con otra reverencia le indicó que pasara y luego le dijo –yo me llamo Lisa y esta es...-lisa arqueó una ceja cuando miró hacia donde estaba McGonagall- bueno... este es mi gato que se lama..... ¡Minino!, eso, se llama Minino, ¿original, no crees?
El elfo movía la cabeza de arriba abajo con una sonrisa de orejón a orejón, después se entretuvo mirando toda la casa y en especial la cocina, de vez en cuando chasqueaba la lengua como desaprobación hacia la desastrosa organización que tenía Lisa en esa cocina.
-Bien en este libro te he apuntado todo lo que tienes que hacer pero espera.... ¿sabes leer?
Moogly movió la cabeza indicando que sí
-¡Menos mal!, entonces como te iba diciendo, aquí tienes todo lo que tienes que hacer y en esta hoja está apuntada la receta de las galletas.... una cosa, por nada del mundo deben ver esta receta y menos averiguar cuál de esos saquitos contiene el ingrediente mágico ¿vale? Y sobre todo ten cuidado con la vecina chismosa llamada Doroty, ni es mi amiga, ni debe entrar en casa, ¿sí? ¿Lo has entendido todo?
Moogly volvió a mover la cabeza afirmando haber entendido todo.
-Bien pues es hora de comprar las cosas para ir a las clases.... ¿qué? ¿Que has comprado ya todo?, ejem... bueno pues solo me queda recoger mis cosas y a mi lechuza, ¡Arturo! ¡Arturo vuelve! ¡Deja ya en paz a ese ratón y ven! ¡Que nos tenemos que ir! ¡No me mires así, nos vamos! ¿Quieres venir de una vez?
Moogly miraba de un lado para otro asombrado, había oído una voz diciéndole a Lisa que ya había comprado todo pero no veía a nadie, ¿habría sido el gato? No se preocupó más, fue a acomodarse y a leer el libro que Lisa le había dado.
Al poco tiempo Lisa salía de casa con todos sus bultos y con Arturo en su jaula, detrás apareció el gato "Minino" siguiéndoles muy de cerca.
Cuando estaban cerca de la estación de trenes, McGonagall se apareció de nuevo, según ella la última vez para despedirse hasta que se vieran en Hogwarts.
-Adiós Lisa, espero que no tengas ningún problema para llegar al andén. Y otra cosa ¿qué es eso de "Minino" es un nombre horrible para un gato además de insultante?, en fin qué se le va hacer.
Lisa sonrió de medio lado como apurada y le dijo: -No se me ocurrió nada mejor, fue tan repentino...
Se despidieron y Lisa se dirigió al andén 9 y ¾ , al poco ya estaba subida a ese fabuloso tren en la sección "adultos"
Espero que os haya gustado, no sé si es larga o corta porque esto es la primera vez que lo hago. Espero vuestras opiniones. Gracias.
