¡Hola a cualquiera que se haya dado una vuelta! Bueno, oficialmente en México es 8 de noviembre, tiempo del segundo fic ItaSaso del año que no puedo simplemente dejar pasar, jaja.
Disclaimer: Si Naruto me perteneciera, ustedes habrían leído una historia muy diferente.
Advertencias: Yaoi, tremendísimo OoC (¿cómo más podría juntar a ItaSaso y mi nueva pareja secundaria favorita, el NejiGaa?), leve mención de omegaverse y mpreg, final abierto, creo que a ratos fue empalagoso y en otras no tiene mucho sentido.
Agradecimientos a todas esas personitas que han escrito de esta ship. Ustedes tienen mi corazón. Agradecimientos especiales (nuevamente) a mi querida Noeru, porque no había llorado de felicidad hace años ( x P )
Your sweetness has died
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What if I never had met you?
I wonder, would it have been worse
Not ever knowing the happiness
If it meant I was spared from the hurt?
—Beth Crowley, If you let me
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La prisión era un lugar oscuro y frío como ningún invierno que Itachi hubiera vivido (de hecho, si fuera un humano, sus dientes no pararían de castañear). Los pasillos también rezumaban el —penetrante— olor de sangre y desechos; el agudo olfato del Uchiha luchaba por sobrellevarlo sin ceder a las arcadas.
Junto con algunos de los mejores guerreros al servicio de Konohagakure, encontraron aquella base secreta luego de varias semanas de ardua investigación en los alrededores. ¡Sólo los dioses podrían imaginarse cómo había sido para los drákous cautivos en esas celdas! El príncipe, quien se había asomado a una de ellas, únicamente pudo atisbar los despojos de uno de los suyos tirado en la esquina más alejada de la entrada.
Apretando su ropa, justo a la altura del corazón, e intentando hacer caso omiso del punzante dolor que ahí yacía, el moreno empujó la puerta. Los goznes rechinaron, produciendo un eco que sobresaltó a la figura enjuta que se distinguía a través de la mirilla.
Itachi no podía adivinar si se trataba de una mujer u hombre, pues traía puesta una capa harapienta que le ocultaba el cuerpo entero. Su rostro, no obstante, era fino, delicado aunque lleno de costras de mugre y sangre. Bajo la luz de su antorcha, la criatura parpadeó para acostumbrarse al repentino —quizá hasta doloroso— cambio de luminosidad, siseando en señal de ataque.
Poseía una maraña desentrañable por cabello, cuyo tono era similar al vino merlot. Sus ojos tenían las pupilas expandidas, de forma que parecían negros en el cobijo de esa horrible mazmorra.
Si fuera honesto, poseía un destello salvaje que lo dejó sin habla. Tuvo la certeza de que se lanzaría contra él, tratando de arrancarle la garganta con los dientes. Sin embargo, el prisionero tenía los brazos y piernas encadenadas a la pared.
Era una visión lamentable. Le rompió el corazón mientras levantaba los brazos para mostrarse desarmado.
—Todo estará bien —fue lo primero que le dijo—. No te haré daño. Hemos venido a rescatarte. A partir de ahora, nadie te lastimará.
Las palabras del Uchiha no aliviaron al joven, pues quizá fue el hambre, la sed y el cansancio lo que hizo que se desplomara.
Itachi fue a recogerlo, sosteniéndolo entre sus brazos con el rostro vuelto hacia arriba. A través de la tela sucia y andrajosa, el joven príncipe sintió cuán esquelético se encontraba la criatura.
Todavía no alcanzaba a discernir si se trataba de un chico o una chica. ¡Pero sacar a los drákous de ahí era apremiante! El resto quedaba en otro plano.
Sí, ahora llevarían a los prisioneros a un lugar donde pudieran sanar sus heridas.
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Rara vez lo había visto sonreír. Akasuna no Sasori, el drákon de orbes lúgubres y voz aterciopelada que fue el prisionero de aquel entonces, siempre observaba a las parejas desde la distancia mientras éstas bailaban con las canciones del solsticio de invierno.
Era cautivador el juego de luces y sombras que proyectaban las antorchas sobre la piel blanca del joven, dándole vida a su melena carmesí (se atrevería a decir que los rizos del oriundo de Sunagakure podían absorber la fuerza de las llamas). Lucía bastante peligroso, simplemente contemplando las figuras que se unían en abrazos, rozando labios contra labios.
Itachi, cuyas pupilas verticales se contraían al seguir la menuda figura del pelirrojo, quería acercarse y emprender el vuelo con el mayor. Deseaba realizar la transformación a su lado, como hacían el resto de los drákous que habían asistido a la Ceremonia del Nexo. Sin embargo, sabía que a Sasori no le atraía en lo más mínimo participar de ello.
El Uchiha era joven e, incluso si sus congéneres de Konohagakure lo tomaban por un drákon sereno y precavido, su alma empezaba a agitarse en el momento que el pelirrojo se acercaba. Tal vez eran los ademanes tan refinados o el matiz cambiante de sus impasibles ojos (ora grises, luego cafés). Quería reclamar su boca, usurpar los sombríos pensamientos del Akasuna y tornarlos felices… volverse la razón para que sus comisuras se levantaran antes de emitir una risa que Itachi, sin duda, guardaría hasta el final de sus días.
Oh, ¿cuántos suspiros fugitivos iban tras el taheño mientras lo seguía discretamente, mordiendo el anzuelo gracias a su belleza exótica? ¿Cómo olvidarse de esa noche sin luna cuando Itachi se lo llevó de las garras de los Otsutsuki, evitando así que siguieran rasgando y abriendo en varias partes los miembros de Sasori como una calabaza despedazada? ¿Qué nombre le dabas al dolor que Akasuna intentaba ocultar y causaba que el moreno sufriera también?
Itachi siempre tomaba el pesar ajeno y lo convertía en suyo (de acuerdo a Pain, era una de sus más grandes virtudes; según Fugaku, el peor de sus defectos). No podía simplemente ignorar a quienes lloraban, agonizaban u odiaban el mundo, pues creía que luego de toda la desesperación y angustia… uno conseguiría que valiera la pena.
Además, los drákous (seres capaces de transformarse en dragones) vivían en la Tierra con un propósito: proteger a los habitantes del mundo. Sin embargo, desde que los Primigenios, igualmente conocidos como Otsutsuki, decidieron gobernar por encima del resto y exterminar a quienes se opusieran, Itachi y los suyos no podían darse el lujo de perder a otro. Eso le había abierto las puertas al Akasuna en los terrenos de los Uchiha.
El pelirrojo dormía y comía en el castillo de su padre, aunque jamás salía de sus aposentos. Todos los días (a menos, claro, que estuviera fuera por una misión), el moreno visitaba al lesionado drákon para entregarle la comida personalmente, sentándose cerca de la cama que el otro se negaba a abandonar.
Cada semana sin falta, Itachi le llevaba un regalo, esperando que ayudara a mejorar su estado de ánimo luego de haber sido cazado y torturado durante tanto tiempo. Un ramo de flores, una lira, varios pergaminos con tinta de la mejor calidad, libros que él siempre había disfrutado y ahora le gustaba leerle en voz alta. Nunca consiguió palabra alguna hasta esa tarde de otoño cuando se le ocurrió llevar una marioneta tallada por el mismísimo Chikamatsu, artesano celebrado por todo el continente.
Algo en esa muñeca de larga melena castaña pareció despertar algo en el mayor y, de repente, su aterciopelada voz encantó los sentidos del Uchiha.
—Mi abuela solía construir marionetas como estas —susurró, tomando la figurita entre sus dedos blancos, delgados. De repente, empezó a usar movimientos ágiles para jugar con ella; las articulaciones se movían de forma sobrenatural y realista a la vez e Itachi quedó absolutamente fascinado—. Las hacía arrodillarse frente a mí, tratándome igual que un príncipe. Y… me gustaban.
El de cabellos rojizos levantó su rostro, desatendiendo la —exquisita— muñeca que manipulara durante los últimos minutos. Los ojos de ambos finalmente colisionaron, estremeciendo el interior del joven Uchiha, quien aguantó la respiración durante varios segundos.
—¿Cómo te llamas? —Preguntó el Akasuna luego de unos momentos.
—Itachi. Itachi Uchiha —su voz, tan entrenada como todo en él, no titubeó. A pesar de ello, ignoraba si podía seguir confiando en ella.
—No te he agradecido por salvarme allá en Sunagakure —dijo el drákon y, tras admitirlo, continuó sin hacerlo (el moreno se preguntaría muchas veces más si el oji café habría deseado morir aquel entonces)—. Itachi, ¿verdad? Me llamo Akasuna no Sasori —el aludido se quedó callado unos segundos, entretanto memorizaba el nombre—. ¿Por qué sigues viniendo aquí?
El Uchiha, quien rara vez solía ser abierto sobre sus verdaderos pensamientos, respondió sin pensarlo:
—Todos necesitan a alguien que esté para ellos.
Vio al otro parpadear confundido antes de entregarle la marioneta y recostarse nuevamente.
—Yo no. Estoy bien —alegó. No lo parecía, en absoluto.
Sasori le dio la espalda, haciéndose un ovillo. No añadió nada más e Itachi se abstuvo de insistir.
Cuando se fue de la recámara, dejó la marioneta sobre el buró. Ahora tenía un buen regalo para Sasori en mente y, a decir verdad, lo consideraba una victoria.
Un mes después de aquello, Akasuna ya aceptaba salir a dar paseos cortos junto a él. Se quedaban callados muchas ocasiones, únicamente admirando los inmensos y coloridos jardines del palacio; pero otras veces hablaban del mundo, cómo era vivir en sus aldeas, el tipo de gente y fiestas… los Otsutsuki.
Al pelirrojo, según sus propias palabras, no le importaba si la deplorable familia dominaba el mundo, lo destruían o si la Resistencia los eliminaba a ellos. Sí los odiaba, era obvio que aborrecía su existencia, pero… había dejado de importarle.
—¿Cómo te atraparon? —Preguntó una vez Itachi, dejando que la curiosidad se llevara lo mejor de sí.
—Fui estúpido —replicó—. Le entregué mi corazón a alguien que me traicionó. No volveré a cometer el mismo error nunca más en la vida.
—¿Qué quieres decir?
Sasori abrió la boca y la cerró sin articular palabra. El príncipe lamentó haber preguntado.
De pronto, la voz de Orochimaru hizo acto de presencia y reveló que el Akasuna tenía las alas cercenadas por intentar salvar a su amante de los Otsutsuki.
El pelinegro escupió dicha información con una de aquellas odiosas sonrisas burlonas que hicieron a Itachi sentir náuseas, pues el taheño no había decidido compartir nada de eso (con él). Por si fuera poco, la imagen era horrible.
Un drakón sin alas era lo común en Konohakagure, donde sus figuras eran más de serpientes con dos (o en ocasiones cuatro) patas, pero de todas formas volaban. En cambio, los oriundos de Sunagakure necesitaban alas para desplazarse a través de los cielos. Si a Sasori se las habían arrancado, significaba que él nunca más emprenderá el vuelo. No le sorprendía que la vida le significara tan poco.
—¿Qué te hicieron ahí? —Insistió Orochimaru y, por la mueca del Akasuna, el Uchiha se preguntó si no habría estado acosándolo ya con anterioridad (el mayor era bien conocido por su insana curiosidad)—. He sabido que los Otsutsuki han recurrido a la magia negra para experimentar con los cuerpos de sus prisioneros. Verdaderas maravillas y cosas inimaginables.
»¿No querrías mostrarle a su Alteza? Para que sepa cómo puede darte un lugar entre sus filas.
Itachi sintió una fuerte ira en su pecho, casi tan aplastante como una anaconda rompiendo los huesos de su presa. Quizá su padre tenía en alta estima el consejo y sabiduría de Orochimaru, pero su heredero creía ser más prudente. La actitud del otro era morbosa, pervertida y cruel. No le gustaba en absoluto y deseó, no por primera vez, deshacerse de él.
—Será mejor que te vayas. Esta es una conversación privada, Orochimaru. Y aléjate de Sasori.
El mayor dirigió su mirada, amarilla como manzanas, hacia el joven príncipe. Lució un poco extrañado y divertido tras unos instantes. Itachi siempre había mantenido su desprecio en silencio y generalmente prefería alejarse de su presencia antes que vocalizar su inquietud. Sin duda, los tres se dieron cuenta que él no había podido evitar salir en defensa del taheño.
Lo que ocurrió después fue un golpe para el heredero drákon.
—No cometas el error de pensar que, estando lisiado, necesito de tu ayuda en lo más mínimo para defenderme, Uchiha —había una cantidad asombrosa de veneno en las palabras de Sasori mientras éste se levantaba—. Y tú, asquerosa serpiente, créeme que no tendrás tanta suerte como ellos de ponerme las manos encima.
—Oh —Exclamó Orochimaru relamiendo sus labios con una especie de lujuria que hizo enfadar y ruborizar al más joven de los presentes—. Todavía no lo sabes, Sasori-kun, pero eventualmente conseguiré lo que quiero. Soy paciente (virtud con la que no pareces muy familiarizado).
Sasori siseó por lo bajo, dándose media vuelta y alejándose de ambos drákous.
En el presente, Itachi se preguntó qué estaba haciendo el pelirrojo durante la Ceremonia del Nexo. El Uchiha lo había invitado, seguro, pero Akasuna lo rechazó y no daba la impresión de estar ahí por él.
Su corazón saboreó la amargura cuando la mirada de Sasori, pasándolo de largo, se concentró en la silueta esbelta de una guerrera al servicio de Fugaku: Konan.
La joven peli-azul, una mujer de angelical belleza y fuerza digna de tomarse en cuenta, era también una de sus mejores amigas. Le debía la vida un par de veces y había puesto la suya misma en riesgo con tal de defenderla a ella. Konan formaba parte de la guardia de élite en Konohagakure, comúnmente llamada Akatsuki. Hace unos días, la drákon le adelantó que Pain había tomado cierto interés en el oriundo de Sunagakure y la mandó para… reclutarlo. Sasori, fiel a su palabra, no dio el brazo a torcer; sin embargo, tras algún tipo de discurso por parte de la chica, el oji café adquirió una remarcable fascinación por el Ángel de Dios (un apodo que seguía a Konan desde la Revolución de Amegakure, previa a su destrucción).
Sasori rodeó el campo hasta acercarse a la guerrera y ambos empezaron a hablar. Itachi quiso desviar la mirada, pero le costó un esfuerzo sobrehumano y la intervención de alguien para lograrlo.
—Creo que Pain jugó sus cartas sabiamente cuando la mandó con Sasori-san —Kisame, llegando no sabía muy bien en qué momento, paró en seco el tren de sus pensamientos—. ¿Por qué esa cara larga?
El moreno dominó su rostro con el mismo puño de hierro que usaba cuando no podía objetar contra el modo de Fugaku al entrenar a Sasuke.
—No tengo nada —alegó, llevándose la copa de vino a los labios.
—Escuché que le preguntaste si quería venir al Nexo en calidad de tu pareja —replicó el más alto, sonriendo sin burla. Incluso la expresión más jovial del peliazul se tornaba atemorizante debido a las dos hileras de dientes filosos; pero no fue por eso que Itachi sintió un fuerte escalofrío.
—¿Quién te dijo eso?
—Deidara-san —confesó el otro, aparentemente divertido—. Sasori-san se lo mencionó. Nuestro artista efímero —añadió con un tono divertido el apodo del rubio— estaba satisfecho de que no aceptara, pero yo me imagino que en realidad le hubiera gustado hacerlo.
—¿Porque soy el príncipe?
—Porque tienes un buen corazón y Sasori-san lo sabe.
—De ser el caso, ¿cómo es que yo estoy aquí contigo y él hablando con Konan?
Kisame se rio.
—Porque eres un príncipe y él es un huérfano de un país extranjero, un refugiado de guerra que quedó lisiado.
Itachi fulminó a su amigo, disgustado. Sus comentarios le parecían ingeniosos y muy divertidos en bastantes ocasiones. No fue este el caso.
—Eso no es gracioso.
—Tienes razón. Me pasé de la raya. Lo lamento —dijo con honestidad—. Pero debes entender, Itachi-san, la historia jamás trata amablemente a los de su clase. Ni a quienes los aman.
—¿Sabes lo que me respondió cuando le pregunté si haría el vuelo? —Hizo una pausa. Kisame exclamó un suave 'hm' para indicarle que le oía—: "Si les mostramos las partes rotas de nosotros mismos a otros, lo razonable sería verlos alejarse."
»Quise sentirme especial. Como si el hecho de mantenerme en las sombras pudiera significar que él me desea tener cerca. Pero ya no… soporto ignorar esos pedacitos de él.
Hoshigaki le regresó una mirada apesadumbrada. En un gesto de compañerismo, le palmeó el hombro.
—Me alegra que te haya rechazado. Te arrepentirías de unirte a un desconocido.
Itachi bufó.
—De todas maneras lo haré cuando encuentren a la pareja perfecta para mí.
El Uchiha suspiró y bebió el resto de su vino. Las parejas que tomaban parte en el Nexo de aquella noche se fueron desperdigando en el campo, mirándose tiernamente antes de transformarse y volar hacia las constelaciones.
Era una visión hermosa que arrancaba el aliento. E Itachi, no por última vez, sentiría envidia de ellos.
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Los drákous de Konohagakure tenían nidos en el palacio, el cual se había construido en el interior de una gran montaña. En la noche del Nexo, si alguien se acercaba a las puertas, podría escuchar los gruñidos de placer de las parejas luego de abandonar el vuelo. Meses después, ya había drákous bebés gimoteando o riendo en los nidos.
Un drákon importante se había unido en el último ritual de apareamiento y Sasori, ya un miembro en toda regla de Akatsuki, fue asignado al cuidado de la cría mientras la pareja atendía una misión.
—El mocoso es todo un hijo de sus padres —señaló Akasuna, levantando al niño entre brazos y acercándose a Itachi, quien apenas podía contener en sí la ternura. Los niños, los gatos y Sasuke (así como, aparentemente, Sasori) eran su debilidad—. Neji me dijo que Gaara y yo nos vemos y olemos similares. Temari, Tenten y Hanabi generalmente hacen lo más pesado, aunque cuando llora, tengo que venir. Sólo entonces guarda silencio.
El príncipe se rio un poco y acarició las sedosas hebras castañas de Jiyuu. ¡Era diminuto! La hermana de Sabaku alegaba que el pelirrojo también lo había sido.
El bebé apretó sus ojitos y, luego de unos instantes, los ojos aguamarinos salieron detrás de sus largas pestañas oscuras.
—¡Qué lindo! —Exclamó el pelilargo, queriendo robárselo en ese instante. Levantó la mirada a Sasori y, viéndolo tan concentrado, alzó las comisuras de sus labios en una sonrisa embelesada—. ¿Todavía no te gustan los niños?
—Jiyuu está bien, supongo —farfulló, rodando los ojos—. Le gusta acurrucarse y no hace ruido ni se mueve mucho. Pero debe extrañar a sus padres. Los sustitutos no sirven por mucho tiempo.
Hablaba como si supiera de ello. Probablemente lo hacía.
—Ellos llegarán pronto —quiso tranquilizarlo. Akasuna, no obstante, devolvió su respuesta con ponzoña.
—Sí, me imagino que mis padres también planeaban lo mismo.
Se generó un incómodo silencio entre ambos. Itachi levantó el brazo y rozó la mano del taheño con sus dedos en una súbita caricia amistosa que terminó demasiado pronto para su gusto.
—¿Cuántos hijos planeas tener con tu pareja? —Inquirió Sasori súbitamente. El Uchiha levantó el rostro como un resorte y boqueó un par de veces sin decir nada ante la mirada curiosa del más bajito.
—Todavía no tengo pareja —atinó a contestar luego de unos segundos.
—Cuando la tengas, entonces —replicó el taheño, algo exasperado.
—Dos o tres —arguyó—. Me gusta tener a mi hermano. Creo que es bueno contar con él. Me sentiría muy solo de otra forma.
Jiyuu extendió la mano y atrapó el dedo índice de Itachi, quien volvió a sonreír mientras se derretía gracias a la emoción que produciría esa imagen si tan sólo fuera su familia. Su hijo. Su pareja.
—Serías un buen padre —comentó Akasuna para romper el hielo—. Yo no. Hay… demasiada oscuridad en mí.
—A este pequeño le gustas.
El taheño resopló y puso los ojos en blanco.
—Sólo porque me parezco a su padre. De otra manera, no le agradaría.
—Tú me agradas —profirió el Uchiha, tomándole la muñeca con la mano libre. Fue un apretón firme y afectuoso. Sasori besó la mirada de Itachi un instante después; había sorpresa y anhelo en los orbes terrosos por los cuales tanto suspiraba el moreno—. Tú me gustas —añadió, oyendo los latidos de su corazón palpitando en su garganta—. Gustar de gustar.
Al oriundo de Sunagakure se le escapó una risa nerviosa.
—¿Tienes 12 años?
El pelilargo se ruborizó e hizo caso omiso del tono burlesco, decidiendo concentrarse en el ligero temblor del mismo.
—Sasori —susurró quedito, haciendo suyo el nombre del mayor, cuya respiración se detuvo—. A menudo me pregunto cómo sería formar parte de tu familia. Que tú me permitieras serlo.
El Akasuna retrocedió, llevándose a Jiyuu con él y aferrándolo a su pecho, igual que si se tratara de la última barrera contra el fin del mundo. Itachi, dominado por la impulsividad, se puso de pie y lo siguió lentamente, tratando de no invadir demasiado su espacio personal.
—Eres un príncipe —gruñó Sasori y el Uchiha revivió las palabras de Kisame—. Me salvaste la vida y tienes un buen corazón… hasta podría decir que el mejor. Pero, seamos realistas: no entiendes lo que sería amarme. No soy una damisela en peligro esperando ser rescatada. Soy despiadado y cruel tanto con mis enemigos como con las personas que me quieren. No me he unido a Akatsuki porque creo en la paz mundial ni alguna de esas tonterías. Yo sólo… estoy aburrido de la vida.
Itachi sintió un golpe en la boca del estómago, tan fuerte y real que se preguntó si Akasuna había decidido darle una lección. Habían sido las palabras, no obstante, las que azotaron al menor cual latigazo.
¿Qué le decías a una persona cuando ya no le interesa vivir, a quien le faltaban razones para hacerlo? ¿Cuánto importaría si le decía que él anhelaba dárselas?
Itachi regresó a la cama, sentándose y permaneciendo mudo, taciturno. Sasori respiró aliviado.
—Tú podrías tomar mi corazón el momento que decidieras —le dijo al Akasuna, lentamente (mas había una nota derrotada en su voz)—. Ya es tuyo, de todas formas.
—Deberías ir y buscar a alguien mejor.
El Uchiha apretó los labios en una fina línea.
—¿Acaso no lo entiendes? Nunca habrá nadie más.
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Sin embargo, de acuerdo con su padre, lo había: Izumi, una —querida— amiga de la infancia e hija de un respetable cortesano, estaba ya en edad casadera. Ella dio lugar a la boda más grande de los últimos años y, durante el Nexo, ambos Uchiha surcaron los cielos en una suerte de danza donde entrelazaban sus cuerpos.
Moverse junto a la drákon se sentía bien y mal: sus movimientos se coordinaban a la perfección, como si los hubieran ensayado miles de veces antes de presentarlos a los súbditos de Konohagakure. Itachi no estaba totalmente seguro de que sus corazones latieran al unísono mientras sus siluetas de dragón volaban y sus cabezas cuneiformes se rozaban cariñosamente.
No era lo que todos habían prometido que se sentía.
Sus ojos se desviaban continuamente hacia el resto de parejas. La familia Sabaku no se encontraba muy lejos de ahí. Era el quinto Nexo de Shikamaru y Temari (hasta entonces, sólo habían tenido a un hijo, Shikadai); el primero de Kankuro y Kiba, quienes todavía intentaban ajustar su ritmo en el aire; el segundo Nexo de Neji y Gaara.
"Eso significa que Sasori probablemente esté con Jiyuu." Se dijo, envolviendo el alargado cuerpo de Izumi con el suyo. "Seguramente juega con las marionetas frente a él." El viento le refrescaba la piel escamosa, agitando su crin oscura como el manto de la noche. "O tal vez lo haya traído a ver el Nexo. Quizá nos mira a todos desde el suelo, otra vez, con esa expresión triste. Sasori no puede volar. Nada de lo que estoy haciendo con Izumi podría hacerlo con él." El vuelo de la pareja se entorpeció y la cabeza de Itachi se nubló. "¿Por qué es, entonces, que no dejo de fantasear con ello?"
Los bordes de su visión se tornaron negros. Apretó el cuerpo de Izumi ligeramente y después lo aflojó.
No. No fue exactamente así. En realidad, su poderosa forma de dragón se desvaneció, deshaciéndose como un diente de león soplado por el viento.
Itachi cayó al vacío.
Y todos gritaron.
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—¿Qué carajos pasó allá arriba con el principito? —La voz escandalosa de Hidan atravesó las puertas de roble y lastimaron los oídos de Itachi igual que agujas hundidas en el cerebro.
Él gimió y se frotó las sienes, acabando sus pocas energías nada más con eso. Otra persona hablaba fuera del ala médica (a donde, suponía, lo llevarían en el milagroso caso de sobrevivir a una caída en picada de varios kilómetros de altura); pero la segunda voz no era tan potente como la del albino y el Uchiha se vio incapaz de distinguir sus palabras.
—¡Te estoy haciendo un puñetero favor, maldito lisiado! Claramente estoy vocalizando tu urgencia para que esta zorra nos diga algo.
—¡¿A quién le dices zorra?!
Se escuchó un puñetazo y el gritito ahogado del drákon de ojos violetas. El idiota probablemente se había metido con Sakura Haruno.
Alguien giró el pomo de la puerta y entreabrió ésta.
—Ya les dije que tenemos órdenes de mantener a la gente de este lado —insistió la pelirrosa.
—¡Pero somos sus amigos! —Exclamó Hoshigaki, casi dramáticamente.
—Habla por ti, hum —bufó Deidara. El rubio, a decir verdad, carecía de un matiz angustiado (antes bien, Itachi juraría que le divertía).
—Seguramente —continuó Kisame, haciendo caso omiso—, Sakura-san no va a castigarnos por la impertinencia de Hidan, ¿verdad?
Itachi libró una batalla con sus temblorosos miembros, tratando de sentarse erguido.
—Sólo quiero verlo, mocosa —la voz de Sasori retumbó en las paredes de su cerebro y el Uchiha, ya obteniendo una pequeña victoria al apoyarse en la cabecera, se alisó el pelo—. Por favor.
Itachi quería decirle a la ojiverde que Sasori podía entrar. No hacía falta la repentina seguridad, ¡como si hubiera sido un ataque! Probablemente, se regañó, tenía relación con los dolores crónicos que pretendió ignorar los últimos meses cuando se transfomaba.
Abrió la boca, alistándose para hacerles saber que se encontraba consciente y dispuesto, pero la drákon médica finalmente accedió:
—Sólo uno por diez minutos. No puedo más.
Akasuna respondió algo escuetamente y, sin acordarse de Kisame, se metió a los aposentos.
Una vez ahí, se quedó inmóvil. Parecía arrepentido de entrar primero; sin embargo, Itachi lo agradecía un tantito. Muchos rostros pasaron frente a sus ojos cuando se desvaneció en el aire y Sasori fue uno de ellos.
—Gracias por venir —dijo el moreno con voz ronca. Akasuna retrocedió.
—Debemos avisarle a tu familia e Izumi que recobraste el conocimiento —tartamudeó y frunció el ceño, irritado.
—Espera —rogó, levantando el brazo—. Ven aquí.
Sasori pareció titubear, pero finalmente obedeció (nada feliz de hacerlo).
—Me estoy muriendo —confesó una vez que Akasuna llegó a su lado y pudo sostener sus dedos entre los suyos. Notó que el taheño se ponía rígido, emitiendo un ruidito estrangulado (le hizo pensar, de pronto, en un ratoncito cuando la trampa se cierra sobre él)—. No sé qué es, pero sí que va a ganarme algún día. Quizá no hoy o mañana. Tal vez hasta dentro de unos años…
El Akasuna apretó la mandíbula. Itachi notó que se ponía lívido y quiso retirar sus palabras, aun si ya fuera demasiado tarde.
—¿Por qué demonios me estás diciendo eso? —Siseó el drákon, observando sus manos entrelazadas con una sombra acechando su rostro y los ojos semi ocultos por el flequillo.
—No se sintió bien —admitió—. El vuelo. Deseaba estar contigo. Pensaba en ti. ¿Por qué he de pasar mis días, limitados como sean, atado a alguien diferente si hay una mínima posibilidad de ir a tu lado?
—Itachi… —Había una nota de reprimenda. Le dio miedo oír sus excusas (¡pues eran sólo eso!). Tan injusto como fuera lo que diría a continuación, necesitaba sacarlo de su sistema:
—Bien. Dímelo, entonces —requería toda su voluntad para no levantar la voz—: que no me amas y, sin importar cuánto espere, nunca vas a regresar mis sentimientos.
Akasuna separó los labios un momento, pero seguramente no hizo tan buen trabajo modulando su voz como quiso imaginar, pues la puerta se abrió de repente y entró Sakura.
—¡Itachi-sama! —Gritó la joven con expresión desencajada. Su alivio fue momentáneamente sustituido por reproche al volverse hacia el taheño, mas se suavizó rápido al advertir sus manos juntas—. Sasori-san, por favor, salga. Revisaré al príncipe.
Ruborizado, el de ojos café-grisáceos le arrancó el brazo al moreno, asintió vigorosamente con la cabeza hacia la mujer de orbes color jade y se fue esquivando a los otros Akatsuki sin contestar su pregunta.
Itachi nunca se tomó a sí mismo por un hombre violento. Dicho sea eso, sería mentiría si alegara que no pensó transformarse y quemar toda el ala médica con su aliento.
"Váyanse ustedes. Tráiganlo de regreso, por favor." El moreno se removió incómodo y desvió los ojos de Haruno. Ella parecía lamentar su intromisión, aunque se guardó todo comentario y empezó su chequeo, apenas obteniendo alguna respuesta del Uchiha que valiera la pena.
Su familia hizo acto de presencia unos minutos después de que Sakura abandonara la enfermería para buscarlos. Itachi se tiró sobre la cama, poniéndose las sábanas por encima de la cabeza como solía hacer cuando era un niño y se asustaba de los fantasmagóricos ruidos que vibraban sobre las paredes. Fingió yacer dormido, suplicando que eso evitara hablar acerca de lo ocurrido durante el Nexo (o, peor aún, luego de recuperar el conocimiento).
Ahí recostado, el Uchiha tuvo ocasión de lamentarse al pensar en la boca contraída hacia abajo del oji café. La mirada caída de Sasori, tan opaca mientras atendía a sus palabras, cumplía el maravilloso trabajo de romper su corazón en pedazos diminutos.
El moreno se hizo bolita, evocando el tacto de sus manos cuando se unieron.
Necesitaba disculparse.
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Akasuna se levantó del tronco partido que ocupaba en el momento que lo vio acercarse.
Itachi, quien empezara a decaer rápidamente, tenía la piel de un tono enfermizo y sus ojeras más pronunciadas que nunca. El moreno tosió (un sonido casi de alma en pena), agradecido porque le diera tiempo de sacar el pañuelo y no mancharse de sangre la palma.
Sasori no parecía saber qué hacer consigo mismo.
—Hola —dijo el pelilargo, tratando de erguirse. Creía dar la impresión de haber envejecido demasiado rápido en las últimas semanas—. ¿Cómo estás?
—Me niego a responder esa pregunta. Me rehúso a hacerte la misma —replicó el taheño. Itachi sonrió ligeramente, aunque el gesto definitivamente no llegó a sus ojos hundidos.
—No tienes que hacerla —dijo, sentándose pesadamente en la superficie de madera. Dejó escapar el aire y cerró los ojos, respirando el fresco aroma del bosque. El silbido de los pájaros y el murmullo de varios animales correteando eran una canción agradable a sus oídos—. Me estás evitando.
—Sí.
—No lamento lo que dije, Sasori. Desearía haber obtenido una respuesta diferente, aunque jamás te culparé ni odiaré por rechazarme —tragó saliva.
Hubo un breve silencio hasta que el Akasuna lo rompió:
—Tsunade le dijo a tus padres sobre tu situación. No se ha anunciado oficialmente, pero tú ganas: estás mucho más arruinado en comparación. La enfermedad de Ícaro. Qué gran mierda —aquello último lo agregó entre dientes, como el gruñido de un perro herido. Itachi se sorprendió y conmovió a partes iguales—. Izumi nos habló de ella. Cómo… la transformación se va alimentando de tu fuerza vital, agotándola cada vez que te conviertes. Entre más poderosos, más jóvenes mueren, igual que si volaran demasiado cerca del sol.
—Mi padre anunciará a su nuevo heredero cuando hable de mi enfermedad con los súbditos.
Sasori se giró a verlo, sumamente asqueado.
—¿Todavía no te has muerto y ya está recogiendo madera y aceite para el fuego? No. Para nada. Debe haber alguna forma. Sakura y yo hemos estado investigando. Creemos que…
El Uchiha dejó de escuchar al drákon. Sasuke también había hecho eso: negarse a lo que sucedía, prometerle que hallarían una forma de mantenerlo a salvo. Al pelilargo le dolió ver los intentos de su hermanito por parecer fuerte y convencido. Itachi le dijo que todo estaría bien, asegurando cuán buena fue su vida y lo orgulloso que se sentía del menor.
No hizo nada de eso con el oriundo de Sunagakure. Del Akasuna quería memorizar su voz, las diferentes tonalidades de los ojos, buscar las —discretísimas— pecas y admirar el resplandor de su cabello.
Con Sasuke imaginaba lo grandioso que sería su hermano en el futuro, pues le tenía fe y únicamente le inquietaba que siguiera persiguiendo la sombra de su hermano, tratando de alcanzarlo cuando él debía convertirse sólo en su propia mejor versión. Ahí estaba en paz con la idea de morir.
Por otro lado… justo en esos momentos con Sasori, la amargura y cierta melancolía debido a la vida nunca realizada, vertió su veneno en el corazón del Uchiha al soñar con esa fantasía de ambos juntos: el Nexo, las mañanas despertando a su lado, silenciosos paseos tomados de la mano, apoyando su barbilla sobre la cabeza del otro y respirar su aroma de madera y pintura, sus besos y gemidos cuando lo tomara e hiciera suyo, la pancita abultada que tendría el Akasuna, las noches en vela y los días enseñando a sus hijos a controlar las marionetas, las arruguitas que se formarían en sus rostros y la nieve se acumularía sobre las melenas de los dos. Incluso las discusiones imaginarias provocaban una triste y gran añoranza.
Se hallaba tan ensimismado que no advirtió el momento donde Sasori había guardado silencio y lo observaba fijamente.
—¿Me estás oyendo, Uchiha?
El aludido fue honesto y, disculpándose en silencio, negó. Akasuna pareció enfadarse.
—¿Alguna vez —irrumpió, cortando de tajo el reclamo del taheño— has vivido 100 años en lo que te toma cruzar la mirada con alguien?
Sasori atravesó a Itachi con sus ojos calculadores y misteriosos. Quizá estaban compartiendo… soñando la misma vida. El Uchiha se lo preguntó y casi sonrió por la idea.
El pelirrojo, quien se había levantado en algún momento de su perorata, se volvió a sentar.
—Todo empezó aquí —musitó el Akasuna, despacio—, cuando te dije que no te permitiría morir así nada más. Nos ocupamos de encontrar una solución y, cuando dimos con ella, me volviste a preguntar si quería ir al Nexo contigo.
Itachi inclinó la cabeza, rodeando la mano del Akasuna.
—Y dijiste que sí.
—Como siempre debí hacerlo.
—Todavía tenemos tiempo.
Sasori resopló, aunque más bien pareció una risa. Luego, añadió:
—¿Quieres saber cómo te dije que te amaba?
—Me encantaría.
¿Fin?
Me costó un poco dejar el final abierto. En mi cabeza, encuentran una cura para la enfermedad de Itachi, por supuesto que se aman y tienen dos hijas. Sin embargo, ustedes deciden ( : P ).
Honestamente, ¿alguna vez han visto a Hizashi de Menma Next Generations? ¡Adoro la estética de ese niño! Le salió bien a los padres ( ¬ w ¬ ) y necesitaba mi pequeña versión de eso aquí como no tienen idea (y estoy cansada de fingir que no).
Anywho, personalmente quería hacer una historia donde se transformaran en dragones desde el 2013 o 2014. Mi historia original, la cual nunca vio la luz, tenía otro matiz y me concentraba más en las intrigas de un mundo de fantasía, pero me falta tiempo y tengo otro proyecto entre manos. Por lo tanto, aunque tal vez haya mal logrado este fic, siento que puedo darme por satisfecha con esta idea.
¡Ahora voy por un mundo Supernatural! Ahí, por si les interesa cuando aparezca, habrá un Deidara haciéndola de casamentero, una misión imposible que él necesitará cumplir, amistades, traiciones y, sobre todo, a mi queridísimo rubio siendo un asexual que lidia con las dos parejitas principales y sus dramas.
Espero que les haya gustado y me honren con su review.
