Las Aventuras de la Compañía: Al llegar
el ocaso.
Capítulo 1ro: Al llegar el ocaso.
La Compañía del Anillo llevaba ya once días caminando sin interrupción por el Vado de Bruinen. Habían doblado hacia el Sur, encaminándose por unas estrechas sendas entre los campos quebrados. Tenían el propósito de seguir bordeando las laderas occidentales de las Montañas durante muchas millas y muchos días. La región era más accidentada y desnuda que el valle verde del Río Grande del otro lado de las Montañas, en las Tierras Ásperas. La marcha era necesariamente lenta, porque de este modo esperaban escapar a miradas hostiles; aunque los espías de Sauron habían sido vistos raras veces en estas extensiones desiertas. Para los hobbits era más evidente que la marcha era lenta: aun caminado y trastabillando hasta el agotamiento, para ellos sólo avanzaban a paso de caracol.
Sin embargo, aunque el paisaje fuera siempre el mismo, las montañas estaban acercándose poco a poco a ellos. A los pies de la cadena principal se extendía una tierra cada vez más ancha de colinas desiertas y valles profundos donde corrían aguas turbulentas. Los senderos eran escasos y tortuosos, y muchas veces llevaban al borde de un precipicio, o a un traicionero pantano.
Aunque sólo Gandalf y Aragorn lo habían discutido, su plan era llegar a esos valles (que eran los límites que separaban Bruinen de Acebeda) y por el Paso del Sur llegar a los Bosques de Lothlórien. De allí aun no habían elegido qué ruta tomar, pero ya tendrían tiempo para discutirlo con calma.
En el frente de la fila Gandalf marchaba, y con él Aragorn, que conocía éstas tierras aun en la oscuridad. Les seguía Frodo, Sam y el poney Bill. Luego Boromir, Merry y Pippin; Gimli el Enano era el siguiente y cerraba la marcha Legolas el Elfo, que tenía ojos penetrantes.
Aragorn se volvió un momento y miró al resto de la Compañía. Frodo y Sam apenas hablaban, y especialmente el Portador del Anillo se veía cansado y a veces como perdido en sus propios pensamientos. Sam a vece le hablaba, y era cuando Aragorn veía desaparecer la sombre de los ojos de Frodo para ser reemplazada por una luz de alegría.
El Montaraz no pudo evitar torcer la boca en una sonrisa cuando vio a los otros dos hobbits charlando con Boromir y riendo. Se habían hecho amigos muy rápidamente, y le dolió pensar que al final de su largo viaje (si es que había algún final) su separación sería dolorosa.
Gimli no parecía cansado. Es más, andaba a grandes pasos con sus pesadas botas y con una mano siempre a la empuñadura de su hacha, orgullosamente. Parecía estar muy atento a lo que oía y veía, pero Aragorn supuso que sólo lo aparentaba para quedar bien frente al Elfo de la Compañía, porque conociendo la 'buena' vista y oída de los Enanos, Gimli no podría descubrir nada antes que el resto de ellos
A Aragorn le preocupaban un poco esos dos. Les había visto lanzarse miradas hostiles, y era de suponer que eso pasaría; después de todo, Legolas era el hijo del Rey Thranduil del antiguo Gran Bosque Verde (ahora llamado Bosque Negro, pues malvadas criaturas lo han poblado) y el Rey había encarcelado una vez a Glóin, padre de Gimli, en sus mazmorras subterráneas, y sin ningún motivo aparente según la versión de los Enanos. Oh, claro, la versión de los Enanos era que Glóin y sus compañeros tan sólo viajaban cuando se perdieron por el bosque y se quedaron sin provisiones. Muertos de hambre, se acercaron varias veces a un grupo de Elfos para pedirles de comer, pero éstos siempre les huyeron, hasta que los tomaron prisioneros después de ser atacados por esas inmunes arañas gigantes del bosque y se los llevaron a los calabozos.
La versión de los Elfos era totalmente distinta; según ellos los Enanos los habían atacado. Y como tanto Thorin, el jefe de la banda, como los otros se habían negado a dar sus motivos por estar en el Bosque Negro, no quisieron liberarlos.
Meneando ligeramente la cabeza, Aragorn miró a Legolas, caminado a pequeños pasos elegantemente como un gato, sus ojos azules y penetrantes siempre atentos y su dorado cabello moviéndose suavemente en el viento. Aragorn había notado a Legolas más distante que los otros, y no le había visto hablar directamente con nadie una sola vez. Le conocía desde hacía muchos años, y sabía que Legolas no era muy hablador. Legolas siempre tenía un aire triste, y nunca le había visto sonreír, pero tampoco le había visto llorar. Bueno, tan poco no era de extrañar, pues era un Elfo, y todos los Elfos tienen aire triste y nostálgico, ya por naturaleza. Pero Aragorn estaba convencido de que después de pasar tanto tiempo con mortales, al final llegaría a parecerse a ellos, quien sabe.
Pippin, el más joven de los caminantes, acabó de contar como en Hobbiton se vino abajo el techo en la alcaldía de Cavada Grande, y Will Pieblanco, el alcalde, y el más gordo de los hobbits en la Cuaderna del Oeste, habían emergido envueltos en yeso, como un pastel enharinado. Aquello provocó risas a todos, incluso a Gandalf, que aunque encabezaba la marcha les había estado escuchando. Aragorn también rió. Ya había oído esa historia en la Posada del Poney Pisador, pero en aquel entonces había estado tan preocupado que no pudo reír. Ahora que el Anillo estaba en buena protección pudo encontrarle la gracia a la anécdota de Pippin.
"¿No es hora de que tomemos un descanso?" - dijo Merry dirigiéndose a Gandalf y a Aragorn.
"Mi estómago me está matando, más aun que mis pies." - dijo Pippin tocándose la barriga.
"Y aun no has tomado el segundo desayuno, ¿eh Pippin?" - rió Aragorn.
"¡Oh, Trancos!" - dijo Pippin tratando de mostrarse enojado - ¡Deja de reírte de mí! A demás, los hobbits estamos acostumbrados a comer por lo menos seis veces al día; y aquí sólo comemos tres y teniendo en cuenta la cantidad de comida de cada ración, para nosotros es como un solo desayuno."
"Está bien, nos detendremos un rato aquí." - interrumpió Gandalf, y se quitó el largo sombrero picudo y se sentó sobre una roca, sacando su pipa del bolsillo.
"¡Bien!" - dijo Merry frotándose las manos - "Saca la sartén, Sam. Iré a por un poco de leña."
"Y yo iré contigo." - se ofreció Aragorn.
"Os acompañaré." - dijo Legolas - "Quiero ver como crecen los árboles de esta región."
Mientras que los tres salían a buscar leña y Sam empezaba a repartir las raciones de bacon y tomate y sacaba los cubiertos, Frodo, Pippin, Boromir, Gimli y Gandalf se relajaban fumando con su pipa y pasaban el tiempo haciendo aros de humo.
Los hobbits le estaban enseñando a Boromir a formar aros de humo, pero el hombre aun no tenía mucha práctica y los suyos salían torcidos y se disipaban en el aire fácilmente. A cada bocanada de humo que Gandalf hacía, un aro de distinto color se elevaba en el aire, se detenía un instante, y tomaba forma de liebre, que se alejaba dado saltos suspendidos en el aire.
Frodo (quien había aprendido bien de Bilbo) formó un aro que se quedó suspendido en el aire sin disiparse.
"¡Muy bonito!" - dijo Gandalf, y de una bocanada formó un barco de vela que navegó hasta el centro del aro de Frodo.
Aragorn, Merry y Legolas llegaron pronto con la madera, pedazos viejos y resecos que habían hallado por el suelo entre la maleza, pues ninguno de ellos quería arrancar las ramas vivas de los árboles; y en un instante tuvieron un fuego encendido y el bacon cociéndose.
Pippin miraba con deleite e impaciencia como Sam cocinaba y sentía su estómago quejarse cada vez que aspiraba aquel delicioso olor a bacon con tomates. Sam, un poco enojado, levantó la mirada para encontrarse con los ojos hambrientos y famélicos de Pippin fijados en la comida. "Pippin." - dijo - "Si no puedes hacer más que quedarte aquí mirando y babeando, ya puedes irte. Me estás estorbando."
"¿Aun no está listo?"
"Estará listo cuando lo esté. ¡No seas impaciente! Y ahora vete por ahí antes de que decida no cocinar nada para tí."
Pippin, de inmediato, se levantó y se fue junto a los demás, donde se sentó al lado de Aragorn. El Montaraz rió. "¡Hay que ver! Pippin, quien no teme a ningún orco, trol, Espectro, ni ningún otro siervo del mal, y quien desafió la palabra de Elrond para unirse a la Compañía valerosamente, resulta que se acobarda, cuando la comida es lo que está en juego."
"No es verdad, Trancos." - dijo Pippin sonrojándose - "Yo temo muchas cosas; tan sólo oír mencionar a los jinetes Negros ya me tiemblan las piernas. Incluso te temí a ti, cuando nos conocimos en 'el Poney'."
"Estoy contigo, Pip." - dijo Merry.
"Admito que a mí también me asustó más de una vez." - dijo Frodo.
Aragorn rió. "Pero como dijiste, Frodo, un espía del Enemigo parecería más hermoso y al mismo tiempo más horrible. No es oro todo lo que reluce, ni toda la gente errante anda perdida. ¿Y a tí, Sam? - preguntó volviéndose al hobbit jardinero, ahora cocinero - "¿Te asusté?"
"En ningún momento, Señor Trancos. Pero admito que no confié en usted hasta que encontramos a Glorfindel." - dijo - "¡La comida está lista!"
"¡Eh , tú! ¡Quita esas manos de ahí, bribón!" - dijo Sam pegando la mano que trataba de apoderarse de unos deliciosos bacon con tomates rojos.
"¿Por qué?" - lloriqueó Pippin.
"Porque esa es la ración de Legolas." - dijo Sam con aire autoritario - ¡Déjalo para él! Tu ya te has comido tu parte."
"¡Puedes comértelo, Pippin!" - se oyó la voz del Elfo - "¡Yo no tengo hambre!" Legolas estaba de pie en lo alto de un árbol cercano, inspeccionando los alrededores con su aguda vista. Nadie le había visto u oído subirse ahí, y el Enano dio un pequeño salto (casi tirando sus tomates al suelo) cuando la repentina voz del Elfo habló por encima de su cabeza.
"Maldito Elfo loco..." - quiso pensar Gimli, pero en su lugar lo dijo en voz muy baja, demasiado baja para que los demás le oyeran, pero si alcanzable de oír para los finos oídos de Legolas.
"Maldito Enano estúpido..." - farfulló Legolas como respuesta.
"¡Se acabó el descanso!" - les llamó Gandalf poniéndose en pie y tomendo la vara, que había dejado apoyada en el tronco de un árbol. - "¡Sigamos adelante! ¡Aun nos queda un largo camino por hacer!"
Después de aquel corto descanso la marcha fue dura. Caminaron horas y horas, y cuando el sol ya se había ocultado tras las montañas ellos aun seguían caminando. Lo más agotador del viaje era el paisaje monótono y el ir caminado en línea recta, y durante la última hora los hobbits ya cabeceaban andando, y cuando abrían los ojos de súbito les parecía que no se habían movido del lugar, o que estaban dando vueltas y vueltas cruzando siempre los mismos campos.
Era noche tardía. En el oriente parpadeaba Remminath, la Red de Estrellas, y la Hoz brillaba sobre las estribaciones de Baraz, Zirak y Shathûr. No llevaban ninguna luz encendida, pues no podían arriesgarse a llamar la atención del Enemigo, que tenía muchos espías, y la tenue luz clara de la luna creciente ya les bastaba para ver el suelo que pisaban. Una brisa helada soplaba, y se estremecieron. Tuvieron que sacar abrigo para seguir, pues empezaban a tener las manos realmente frías.
Legolas, que andaba a la retaguardia, se detuvo un instante y alzó el rostro al cielo nocturno estrellado. No había ninguna nube que cubriese el manto plateado que brillaba sobre ellos, pero Legolas sintió en el aire que el mal tiempo se avecinaba. Tal vez una tormenta.
Distinguieron un reflejo plateado en la tierra, que resultó ser una pequeña laguna, de aproximadamente veinte pies cuadrados (lo que sería unos diez metros cuadrados). Allí decidieron pasar la noche, y Gandalf propuso que se bañaran los pies para aliviar el cansancio.
"Yo quisiera darme un buen baño." - dijo Merry - "Hace por lo menos una semana que no nos lavamos como es debido y me siento tan sucio como la vez que cruzamos los Pantanos de Moscagua con Trancos."
"¡Moscagua!" - dijo Pippin - "¡Había más moscas que agua! Doy gracias por no haber vuelto a ver a esos molestos mosquitos." - Pippin se esteremció, como recordando algo - "¡Se me metían en las mangas y por el cuello de la camisa! ¡Yo también quiero bañarme, antes de que atraigamos a las moscas!"
"Yo estoy de acuerdo. Lavarme sólo los pies no servirá de nada, si ustedes entienden. Hace dos días cruzamos un pantano, después de todo."
Como los cuatro hobbits y Boromir querían bañarse, Gandalf no se los impidió. El Montaraz y el mago se sentaron a fumar y el Elfo se quedó de pie, mirando silenciosamente el horizonte, mientras se oían los chapoteos de risas de los demás, incluyendo algún que otro -Brrrrr ¡qué fría está!-
"¡Vamos Trancos! - le llamó Frodo alegremente - "¡Anímate y ven con nosotros! ¡Incluso Gimli se ha animado a bañarse!"
"Ustedes me han empujado." - se quejó el Enano.
"No gracias, yo estoy bien aquí." - respondió Aragorn sonriente.
"¡Vamos Aragorn, necesitas un baño!" - insistió Boromir - "Apestas, amigo. La dama Arwen no te querría si olieras así delante de ella."
"¡Arwen siempre me querrá!" - dijo Aragorn - "¡Y a demás, yo no apesto!" - y diciendo esto levantó la axila y se olió. Se echaron a reír cuando vieron la cara de desagrado y asco que ponía Aragorn - "Bueno, puede que un poco."
"¡Entonces a que esperas!" - dijo Pippin, y junto a Merry empezaron a salpicar al hombre y en un instante ya le tenían empapado de pies a cabeza.
"¡Ésta me la vais a pagar!" - exclamó Aragorn y se lanzó al agua con ropa y todo (pues ya estaban mojadas) y él y los dos hobbits empezaron una guerra de agua en la que pronto se vieron todos envueltos.
"¡Tened cuidado!" - dijo Gandalf, que se había apartado un poco cuando empezaron a salpicar a Aragorn - "Que me estáis salpicando sin querer."
"Sin querer o...¡queriendo!" - Pippin comenzó a salpicarle a él también. Los demás le siguieron, dejando al Istari completamente empapado, como recién salido e la bañera.
Gandalf se quitó el sombrero picudo que goteaba y exclamó escurriendo el agua de su barba gris con las manos "¡Tuk, insensato! ¡Ahora tendré que encender un fuego para secarme la ropa!"
"¡Me encanta cuando se enfada!" - rió Pippin.
"No será porque nos tire de las orejas." - dijo Merry.
Alejándose y murmurando maldiciones, Gandalf se topó con Legolas, que les miraba con los ojos muy abiertos. "Ten cuidado, jovencito." - le dijo - "Si no quieres que te pase lo mismo que a mí, no te acerques a ellos. Aléjate un poco y deja que los locos se diviertan solos."
Legolas no dijo nada pero estaba totalmente de acuerdo con él. Gandalf se alejaba con un -chof chof- a cada paso que daba. Iba a ir tras él, pero hubo dado sólo un paso cuando sintió una manos tomarle de los brazos desde sus espaldas.
"¿A dónde vas, Legolas?" Era Aragorn, y le miraba de una manera sospechosa. Legolas se maldijo por no haber oído al Hombre acercarse.
"Aragorn." - dijo seriamente - "No."
"¿No qué?" - rió el otro. Aragorn le estaba empujando suavemente hacia la laguna. Y allí le esperaban los demás a Legolas, con las manos metidas en el agua y una sonrisa en la cara. Legolas les miró gravemente, y sus ojos decían claramente -no os atreváis a hacerlo-, pero sus ojos élficos no les intimidó. Le salpicaron (Gimli con mucho deleite) y Aragorn (que era más fuerte que él) le arrastró hasta la orilla y allí le empujó al agua, ayudado por los demás que le tiraban de las piernas.
Gandalf era un mago testarudo, pero aun así encendió un fuego, pues según decía él, en esas tierras donde se encontraban estaba bien ocultos de ojos espías, pues muchos árboles altos se alzaban a su alrededor. Alzó la vara y hundió sus punta en medio de unos leños apilados, y dijo "Naur ammen!". Inmediatamente después de pronunciar ese conjuro brotó una llama verde y azul, y la madera ardió chisporroteando.
Junto al fuego tendió sus andrajosas ropas y sombrero mojados, y él se cubrió con cálidas mantas. Los demás aprovecharon para lavar sus ropas y ponerlas al secado junto a la foguera.
"La primera vigilancia de hoy la montarán Gimli y Legolas." - anunció Aragorn. El Enano y el Elfo le miraron con mala cara. - "Yo y Sam les relevaremos. Por último tocará a Gandalf y a Pippin."
Algunas noches montaban vigilancia en parejas, y otras de uno en uno. Hicieran como lo hicieran, nunca se quedaban despiertos todos la misma noche, pero a todos les tocaba vigilancia alguna vez, por turnos y siguiendo un orden.
A los que les tocaba dormir colocaron sus camas en círculo alrededor de las llamitas danzantes. La madera ardía animadamente y con rapidez.
"Buenas noches Merry" - dijo Pippin.
"Buenas noches Pippin" - respondió Merry.
"Buenas noches Frodo" - dijo Pippin.
"Buenas noches Pippin."
"Buenas noches Sam."
"Buenas noches Merry."
"Buenas noches Pippin."
"Buenas noches Frodo."
"Buenas noches Sam."
"Buenas noches..."
"¡Callaos ya!" - grito Gandalf, interrumpiendo a Sam. Los Hobbits rieron.
"¡Buenas noches Gandalf!" - dijeron a la vez. Gandalf musitó algo en voz baja mientras que Aragorn y Boromir sonreían.
Envueltos en el manto del sueño pronto cayeron profundamente dormidos, con las palabras de la dulce canción de Legolas en su mente.
Legolas cantaba una canción todas las noches, y a ellos les gustaba escucharlas, pues el Elfo tenía una voz esplendida y hermosa. De pie, sus esbelta figura era una sombra frente a la luna creciente.
"Uich gwennen na 'wanath ah na dhín.
An uich gwennen na ringyrn ambar hen.
Boe naid bain gwannathar,
Boe cuil ban firitha.
Boe naer gwannathach."
Aragorn fue el último en quedarse dormido, y antes de cerrar los ojos observó la silueta de Legolas frente a la luna y la de Gimli, sentada sobre una roca e iluminada por la luz roja del fuego. Gandalf y él habían acordado que a partir de ahora Gimli y Legolas harían tantas vigilancias juntos como pudieran, pues tal vez ése sería un modo de que estrecharan su amistad, o que al menos dejaran de mirarse como enemigos.
Ni al Elfo ni al Enano les gustó la idea de quedarse juntos, pero no se quejaron, ni se dirigieron la palabra durante gran parte de su turno. Legolas estuvo todo el tiempo en pie, y yendo de un lado a otro, caminando suavemente y sin hacer el mínimo ruido, escuchando y prestando atención a los sonidos de la noche. Gimli quiso también estar en pie, para no mostrarse menos resistente, y pasó el tiempo acariciando el filo de su hacha con un dedo, pero mirando de reojo al Elfo.
Una vez que Legolas estuvo cerca de él, pudo ver que el Elfo estaba algo inquieto, aunque no lo aparentaba en su rostro, sólo en sus movimientos. "¿Le ocurre algo, Señor Elfo? Le veo algo inquieto." - le dijo Gimli con voz grave, y aunque la pregunta era amable, sus voz sonó antipática y molesta.
"No ocurre nada, Señor Enano; sólo que el viento me dice que mañana lloverá, y empiezo a tener el mal presentimiento de que algo malo ocurrirá. Una sombra y una amenaza están creciendo en mi interior."
Gimli balbuceó unas palabras en la lengua de los Enanos. Lo que no supo Legolas, es que decía, "Esos malditos Elfos...Se creen que lo saben todo."
The Balrog of Altena: En el próximo cap empezará la acción. Legolas tenía razón...algo malo ocurrirá MUA JA JA JA JA JA *risa de loca* ¡Reviews por favor!
~ CARMENCHU: Aiya! A mí también me encanta cuando va toda la Compañía junta, aunque parezca muy poco tiempo en el libro. Hablando de libros, deberías leer El Hobbit, ¡te enterarías mejor de las cosas! sobretodo del otro fic que escribí (Trece Enanos y un Mediano). Por cierto, ¿eres española, verdad? Lo noté en el primero de tus fics que leí. ¿De dónde eres exactamente? Yo soy de Ciutadella de Menorca (Baleares) Namárië, an sí.
* Hoz = Osa Mayor o El Anado.
*Baraz, Zirak , Shathûr = (Bajo estas montañas se encuentra Khazad-dûm, las Minas de Moria.)
* Naur ammen =Fuego para nosotros.
* Uich gwennen na 'wanath ah na dhín. = No estás destinado a la perdición y el silencio.
An uich gwennen na ringyrn ambar hen. Porque no estás destinado a los ciclos de este mundo.
Boe naid bain gwannathar, Todas las cosas deberán morir,
Boe cuil ban firitha. Toda vida está condenada a desaparecer.
Boe naer gwannathach Con pesar debes marchar, [y aun no estás sin esperanza]
Capítulo 1ro: Al llegar el ocaso.
La Compañía del Anillo llevaba ya once días caminando sin interrupción por el Vado de Bruinen. Habían doblado hacia el Sur, encaminándose por unas estrechas sendas entre los campos quebrados. Tenían el propósito de seguir bordeando las laderas occidentales de las Montañas durante muchas millas y muchos días. La región era más accidentada y desnuda que el valle verde del Río Grande del otro lado de las Montañas, en las Tierras Ásperas. La marcha era necesariamente lenta, porque de este modo esperaban escapar a miradas hostiles; aunque los espías de Sauron habían sido vistos raras veces en estas extensiones desiertas. Para los hobbits era más evidente que la marcha era lenta: aun caminado y trastabillando hasta el agotamiento, para ellos sólo avanzaban a paso de caracol.
Sin embargo, aunque el paisaje fuera siempre el mismo, las montañas estaban acercándose poco a poco a ellos. A los pies de la cadena principal se extendía una tierra cada vez más ancha de colinas desiertas y valles profundos donde corrían aguas turbulentas. Los senderos eran escasos y tortuosos, y muchas veces llevaban al borde de un precipicio, o a un traicionero pantano.
Aunque sólo Gandalf y Aragorn lo habían discutido, su plan era llegar a esos valles (que eran los límites que separaban Bruinen de Acebeda) y por el Paso del Sur llegar a los Bosques de Lothlórien. De allí aun no habían elegido qué ruta tomar, pero ya tendrían tiempo para discutirlo con calma.
En el frente de la fila Gandalf marchaba, y con él Aragorn, que conocía éstas tierras aun en la oscuridad. Les seguía Frodo, Sam y el poney Bill. Luego Boromir, Merry y Pippin; Gimli el Enano era el siguiente y cerraba la marcha Legolas el Elfo, que tenía ojos penetrantes.
Aragorn se volvió un momento y miró al resto de la Compañía. Frodo y Sam apenas hablaban, y especialmente el Portador del Anillo se veía cansado y a veces como perdido en sus propios pensamientos. Sam a vece le hablaba, y era cuando Aragorn veía desaparecer la sombre de los ojos de Frodo para ser reemplazada por una luz de alegría.
El Montaraz no pudo evitar torcer la boca en una sonrisa cuando vio a los otros dos hobbits charlando con Boromir y riendo. Se habían hecho amigos muy rápidamente, y le dolió pensar que al final de su largo viaje (si es que había algún final) su separación sería dolorosa.
Gimli no parecía cansado. Es más, andaba a grandes pasos con sus pesadas botas y con una mano siempre a la empuñadura de su hacha, orgullosamente. Parecía estar muy atento a lo que oía y veía, pero Aragorn supuso que sólo lo aparentaba para quedar bien frente al Elfo de la Compañía, porque conociendo la 'buena' vista y oída de los Enanos, Gimli no podría descubrir nada antes que el resto de ellos
A Aragorn le preocupaban un poco esos dos. Les había visto lanzarse miradas hostiles, y era de suponer que eso pasaría; después de todo, Legolas era el hijo del Rey Thranduil del antiguo Gran Bosque Verde (ahora llamado Bosque Negro, pues malvadas criaturas lo han poblado) y el Rey había encarcelado una vez a Glóin, padre de Gimli, en sus mazmorras subterráneas, y sin ningún motivo aparente según la versión de los Enanos. Oh, claro, la versión de los Enanos era que Glóin y sus compañeros tan sólo viajaban cuando se perdieron por el bosque y se quedaron sin provisiones. Muertos de hambre, se acercaron varias veces a un grupo de Elfos para pedirles de comer, pero éstos siempre les huyeron, hasta que los tomaron prisioneros después de ser atacados por esas inmunes arañas gigantes del bosque y se los llevaron a los calabozos.
La versión de los Elfos era totalmente distinta; según ellos los Enanos los habían atacado. Y como tanto Thorin, el jefe de la banda, como los otros se habían negado a dar sus motivos por estar en el Bosque Negro, no quisieron liberarlos.
Meneando ligeramente la cabeza, Aragorn miró a Legolas, caminado a pequeños pasos elegantemente como un gato, sus ojos azules y penetrantes siempre atentos y su dorado cabello moviéndose suavemente en el viento. Aragorn había notado a Legolas más distante que los otros, y no le había visto hablar directamente con nadie una sola vez. Le conocía desde hacía muchos años, y sabía que Legolas no era muy hablador. Legolas siempre tenía un aire triste, y nunca le había visto sonreír, pero tampoco le había visto llorar. Bueno, tan poco no era de extrañar, pues era un Elfo, y todos los Elfos tienen aire triste y nostálgico, ya por naturaleza. Pero Aragorn estaba convencido de que después de pasar tanto tiempo con mortales, al final llegaría a parecerse a ellos, quien sabe.
Pippin, el más joven de los caminantes, acabó de contar como en Hobbiton se vino abajo el techo en la alcaldía de Cavada Grande, y Will Pieblanco, el alcalde, y el más gordo de los hobbits en la Cuaderna del Oeste, habían emergido envueltos en yeso, como un pastel enharinado. Aquello provocó risas a todos, incluso a Gandalf, que aunque encabezaba la marcha les había estado escuchando. Aragorn también rió. Ya había oído esa historia en la Posada del Poney Pisador, pero en aquel entonces había estado tan preocupado que no pudo reír. Ahora que el Anillo estaba en buena protección pudo encontrarle la gracia a la anécdota de Pippin.
"¿No es hora de que tomemos un descanso?" - dijo Merry dirigiéndose a Gandalf y a Aragorn.
"Mi estómago me está matando, más aun que mis pies." - dijo Pippin tocándose la barriga.
"Y aun no has tomado el segundo desayuno, ¿eh Pippin?" - rió Aragorn.
"¡Oh, Trancos!" - dijo Pippin tratando de mostrarse enojado - ¡Deja de reírte de mí! A demás, los hobbits estamos acostumbrados a comer por lo menos seis veces al día; y aquí sólo comemos tres y teniendo en cuenta la cantidad de comida de cada ración, para nosotros es como un solo desayuno."
"Está bien, nos detendremos un rato aquí." - interrumpió Gandalf, y se quitó el largo sombrero picudo y se sentó sobre una roca, sacando su pipa del bolsillo.
"¡Bien!" - dijo Merry frotándose las manos - "Saca la sartén, Sam. Iré a por un poco de leña."
"Y yo iré contigo." - se ofreció Aragorn.
"Os acompañaré." - dijo Legolas - "Quiero ver como crecen los árboles de esta región."
Mientras que los tres salían a buscar leña y Sam empezaba a repartir las raciones de bacon y tomate y sacaba los cubiertos, Frodo, Pippin, Boromir, Gimli y Gandalf se relajaban fumando con su pipa y pasaban el tiempo haciendo aros de humo.
Los hobbits le estaban enseñando a Boromir a formar aros de humo, pero el hombre aun no tenía mucha práctica y los suyos salían torcidos y se disipaban en el aire fácilmente. A cada bocanada de humo que Gandalf hacía, un aro de distinto color se elevaba en el aire, se detenía un instante, y tomaba forma de liebre, que se alejaba dado saltos suspendidos en el aire.
Frodo (quien había aprendido bien de Bilbo) formó un aro que se quedó suspendido en el aire sin disiparse.
"¡Muy bonito!" - dijo Gandalf, y de una bocanada formó un barco de vela que navegó hasta el centro del aro de Frodo.
Aragorn, Merry y Legolas llegaron pronto con la madera, pedazos viejos y resecos que habían hallado por el suelo entre la maleza, pues ninguno de ellos quería arrancar las ramas vivas de los árboles; y en un instante tuvieron un fuego encendido y el bacon cociéndose.
Pippin miraba con deleite e impaciencia como Sam cocinaba y sentía su estómago quejarse cada vez que aspiraba aquel delicioso olor a bacon con tomates. Sam, un poco enojado, levantó la mirada para encontrarse con los ojos hambrientos y famélicos de Pippin fijados en la comida. "Pippin." - dijo - "Si no puedes hacer más que quedarte aquí mirando y babeando, ya puedes irte. Me estás estorbando."
"¿Aun no está listo?"
"Estará listo cuando lo esté. ¡No seas impaciente! Y ahora vete por ahí antes de que decida no cocinar nada para tí."
Pippin, de inmediato, se levantó y se fue junto a los demás, donde se sentó al lado de Aragorn. El Montaraz rió. "¡Hay que ver! Pippin, quien no teme a ningún orco, trol, Espectro, ni ningún otro siervo del mal, y quien desafió la palabra de Elrond para unirse a la Compañía valerosamente, resulta que se acobarda, cuando la comida es lo que está en juego."
"No es verdad, Trancos." - dijo Pippin sonrojándose - "Yo temo muchas cosas; tan sólo oír mencionar a los jinetes Negros ya me tiemblan las piernas. Incluso te temí a ti, cuando nos conocimos en 'el Poney'."
"Estoy contigo, Pip." - dijo Merry.
"Admito que a mí también me asustó más de una vez." - dijo Frodo.
Aragorn rió. "Pero como dijiste, Frodo, un espía del Enemigo parecería más hermoso y al mismo tiempo más horrible. No es oro todo lo que reluce, ni toda la gente errante anda perdida. ¿Y a tí, Sam? - preguntó volviéndose al hobbit jardinero, ahora cocinero - "¿Te asusté?"
"En ningún momento, Señor Trancos. Pero admito que no confié en usted hasta que encontramos a Glorfindel." - dijo - "¡La comida está lista!"
"¡Eh , tú! ¡Quita esas manos de ahí, bribón!" - dijo Sam pegando la mano que trataba de apoderarse de unos deliciosos bacon con tomates rojos.
"¿Por qué?" - lloriqueó Pippin.
"Porque esa es la ración de Legolas." - dijo Sam con aire autoritario - ¡Déjalo para él! Tu ya te has comido tu parte."
"¡Puedes comértelo, Pippin!" - se oyó la voz del Elfo - "¡Yo no tengo hambre!" Legolas estaba de pie en lo alto de un árbol cercano, inspeccionando los alrededores con su aguda vista. Nadie le había visto u oído subirse ahí, y el Enano dio un pequeño salto (casi tirando sus tomates al suelo) cuando la repentina voz del Elfo habló por encima de su cabeza.
"Maldito Elfo loco..." - quiso pensar Gimli, pero en su lugar lo dijo en voz muy baja, demasiado baja para que los demás le oyeran, pero si alcanzable de oír para los finos oídos de Legolas.
"Maldito Enano estúpido..." - farfulló Legolas como respuesta.
"¡Se acabó el descanso!" - les llamó Gandalf poniéndose en pie y tomendo la vara, que había dejado apoyada en el tronco de un árbol. - "¡Sigamos adelante! ¡Aun nos queda un largo camino por hacer!"
Después de aquel corto descanso la marcha fue dura. Caminaron horas y horas, y cuando el sol ya se había ocultado tras las montañas ellos aun seguían caminando. Lo más agotador del viaje era el paisaje monótono y el ir caminado en línea recta, y durante la última hora los hobbits ya cabeceaban andando, y cuando abrían los ojos de súbito les parecía que no se habían movido del lugar, o que estaban dando vueltas y vueltas cruzando siempre los mismos campos.
Era noche tardía. En el oriente parpadeaba Remminath, la Red de Estrellas, y la Hoz brillaba sobre las estribaciones de Baraz, Zirak y Shathûr. No llevaban ninguna luz encendida, pues no podían arriesgarse a llamar la atención del Enemigo, que tenía muchos espías, y la tenue luz clara de la luna creciente ya les bastaba para ver el suelo que pisaban. Una brisa helada soplaba, y se estremecieron. Tuvieron que sacar abrigo para seguir, pues empezaban a tener las manos realmente frías.
Legolas, que andaba a la retaguardia, se detuvo un instante y alzó el rostro al cielo nocturno estrellado. No había ninguna nube que cubriese el manto plateado que brillaba sobre ellos, pero Legolas sintió en el aire que el mal tiempo se avecinaba. Tal vez una tormenta.
Distinguieron un reflejo plateado en la tierra, que resultó ser una pequeña laguna, de aproximadamente veinte pies cuadrados (lo que sería unos diez metros cuadrados). Allí decidieron pasar la noche, y Gandalf propuso que se bañaran los pies para aliviar el cansancio.
"Yo quisiera darme un buen baño." - dijo Merry - "Hace por lo menos una semana que no nos lavamos como es debido y me siento tan sucio como la vez que cruzamos los Pantanos de Moscagua con Trancos."
"¡Moscagua!" - dijo Pippin - "¡Había más moscas que agua! Doy gracias por no haber vuelto a ver a esos molestos mosquitos." - Pippin se esteremció, como recordando algo - "¡Se me metían en las mangas y por el cuello de la camisa! ¡Yo también quiero bañarme, antes de que atraigamos a las moscas!"
"Yo estoy de acuerdo. Lavarme sólo los pies no servirá de nada, si ustedes entienden. Hace dos días cruzamos un pantano, después de todo."
Como los cuatro hobbits y Boromir querían bañarse, Gandalf no se los impidió. El Montaraz y el mago se sentaron a fumar y el Elfo se quedó de pie, mirando silenciosamente el horizonte, mientras se oían los chapoteos de risas de los demás, incluyendo algún que otro -Brrrrr ¡qué fría está!-
"¡Vamos Trancos! - le llamó Frodo alegremente - "¡Anímate y ven con nosotros! ¡Incluso Gimli se ha animado a bañarse!"
"Ustedes me han empujado." - se quejó el Enano.
"No gracias, yo estoy bien aquí." - respondió Aragorn sonriente.
"¡Vamos Aragorn, necesitas un baño!" - insistió Boromir - "Apestas, amigo. La dama Arwen no te querría si olieras así delante de ella."
"¡Arwen siempre me querrá!" - dijo Aragorn - "¡Y a demás, yo no apesto!" - y diciendo esto levantó la axila y se olió. Se echaron a reír cuando vieron la cara de desagrado y asco que ponía Aragorn - "Bueno, puede que un poco."
"¡Entonces a que esperas!" - dijo Pippin, y junto a Merry empezaron a salpicar al hombre y en un instante ya le tenían empapado de pies a cabeza.
"¡Ésta me la vais a pagar!" - exclamó Aragorn y se lanzó al agua con ropa y todo (pues ya estaban mojadas) y él y los dos hobbits empezaron una guerra de agua en la que pronto se vieron todos envueltos.
"¡Tened cuidado!" - dijo Gandalf, que se había apartado un poco cuando empezaron a salpicar a Aragorn - "Que me estáis salpicando sin querer."
"Sin querer o...¡queriendo!" - Pippin comenzó a salpicarle a él también. Los demás le siguieron, dejando al Istari completamente empapado, como recién salido e la bañera.
Gandalf se quitó el sombrero picudo que goteaba y exclamó escurriendo el agua de su barba gris con las manos "¡Tuk, insensato! ¡Ahora tendré que encender un fuego para secarme la ropa!"
"¡Me encanta cuando se enfada!" - rió Pippin.
"No será porque nos tire de las orejas." - dijo Merry.
Alejándose y murmurando maldiciones, Gandalf se topó con Legolas, que les miraba con los ojos muy abiertos. "Ten cuidado, jovencito." - le dijo - "Si no quieres que te pase lo mismo que a mí, no te acerques a ellos. Aléjate un poco y deja que los locos se diviertan solos."
Legolas no dijo nada pero estaba totalmente de acuerdo con él. Gandalf se alejaba con un -chof chof- a cada paso que daba. Iba a ir tras él, pero hubo dado sólo un paso cuando sintió una manos tomarle de los brazos desde sus espaldas.
"¿A dónde vas, Legolas?" Era Aragorn, y le miraba de una manera sospechosa. Legolas se maldijo por no haber oído al Hombre acercarse.
"Aragorn." - dijo seriamente - "No."
"¿No qué?" - rió el otro. Aragorn le estaba empujando suavemente hacia la laguna. Y allí le esperaban los demás a Legolas, con las manos metidas en el agua y una sonrisa en la cara. Legolas les miró gravemente, y sus ojos decían claramente -no os atreváis a hacerlo-, pero sus ojos élficos no les intimidó. Le salpicaron (Gimli con mucho deleite) y Aragorn (que era más fuerte que él) le arrastró hasta la orilla y allí le empujó al agua, ayudado por los demás que le tiraban de las piernas.
Gandalf era un mago testarudo, pero aun así encendió un fuego, pues según decía él, en esas tierras donde se encontraban estaba bien ocultos de ojos espías, pues muchos árboles altos se alzaban a su alrededor. Alzó la vara y hundió sus punta en medio de unos leños apilados, y dijo "Naur ammen!". Inmediatamente después de pronunciar ese conjuro brotó una llama verde y azul, y la madera ardió chisporroteando.
Junto al fuego tendió sus andrajosas ropas y sombrero mojados, y él se cubrió con cálidas mantas. Los demás aprovecharon para lavar sus ropas y ponerlas al secado junto a la foguera.
"La primera vigilancia de hoy la montarán Gimli y Legolas." - anunció Aragorn. El Enano y el Elfo le miraron con mala cara. - "Yo y Sam les relevaremos. Por último tocará a Gandalf y a Pippin."
Algunas noches montaban vigilancia en parejas, y otras de uno en uno. Hicieran como lo hicieran, nunca se quedaban despiertos todos la misma noche, pero a todos les tocaba vigilancia alguna vez, por turnos y siguiendo un orden.
A los que les tocaba dormir colocaron sus camas en círculo alrededor de las llamitas danzantes. La madera ardía animadamente y con rapidez.
"Buenas noches Merry" - dijo Pippin.
"Buenas noches Pippin" - respondió Merry.
"Buenas noches Frodo" - dijo Pippin.
"Buenas noches Pippin."
"Buenas noches Sam."
"Buenas noches Merry."
"Buenas noches Pippin."
"Buenas noches Frodo."
"Buenas noches Sam."
"Buenas noches..."
"¡Callaos ya!" - grito Gandalf, interrumpiendo a Sam. Los Hobbits rieron.
"¡Buenas noches Gandalf!" - dijeron a la vez. Gandalf musitó algo en voz baja mientras que Aragorn y Boromir sonreían.
Envueltos en el manto del sueño pronto cayeron profundamente dormidos, con las palabras de la dulce canción de Legolas en su mente.
Legolas cantaba una canción todas las noches, y a ellos les gustaba escucharlas, pues el Elfo tenía una voz esplendida y hermosa. De pie, sus esbelta figura era una sombra frente a la luna creciente.
"Uich gwennen na 'wanath ah na dhín.
An uich gwennen na ringyrn ambar hen.
Boe naid bain gwannathar,
Boe cuil ban firitha.
Boe naer gwannathach."
Aragorn fue el último en quedarse dormido, y antes de cerrar los ojos observó la silueta de Legolas frente a la luna y la de Gimli, sentada sobre una roca e iluminada por la luz roja del fuego. Gandalf y él habían acordado que a partir de ahora Gimli y Legolas harían tantas vigilancias juntos como pudieran, pues tal vez ése sería un modo de que estrecharan su amistad, o que al menos dejaran de mirarse como enemigos.
Ni al Elfo ni al Enano les gustó la idea de quedarse juntos, pero no se quejaron, ni se dirigieron la palabra durante gran parte de su turno. Legolas estuvo todo el tiempo en pie, y yendo de un lado a otro, caminando suavemente y sin hacer el mínimo ruido, escuchando y prestando atención a los sonidos de la noche. Gimli quiso también estar en pie, para no mostrarse menos resistente, y pasó el tiempo acariciando el filo de su hacha con un dedo, pero mirando de reojo al Elfo.
Una vez que Legolas estuvo cerca de él, pudo ver que el Elfo estaba algo inquieto, aunque no lo aparentaba en su rostro, sólo en sus movimientos. "¿Le ocurre algo, Señor Elfo? Le veo algo inquieto." - le dijo Gimli con voz grave, y aunque la pregunta era amable, sus voz sonó antipática y molesta.
"No ocurre nada, Señor Enano; sólo que el viento me dice que mañana lloverá, y empiezo a tener el mal presentimiento de que algo malo ocurrirá. Una sombra y una amenaza están creciendo en mi interior."
Gimli balbuceó unas palabras en la lengua de los Enanos. Lo que no supo Legolas, es que decía, "Esos malditos Elfos...Se creen que lo saben todo."
The Balrog of Altena: En el próximo cap empezará la acción. Legolas tenía razón...algo malo ocurrirá MUA JA JA JA JA JA *risa de loca* ¡Reviews por favor!
~ CARMENCHU: Aiya! A mí también me encanta cuando va toda la Compañía junta, aunque parezca muy poco tiempo en el libro. Hablando de libros, deberías leer El Hobbit, ¡te enterarías mejor de las cosas! sobretodo del otro fic que escribí (Trece Enanos y un Mediano). Por cierto, ¿eres española, verdad? Lo noté en el primero de tus fics que leí. ¿De dónde eres exactamente? Yo soy de Ciutadella de Menorca (Baleares) Namárië, an sí.
* Hoz = Osa Mayor o El Anado.
*Baraz, Zirak , Shathûr = (Bajo estas montañas se encuentra Khazad-dûm, las Minas de Moria.)
* Naur ammen =Fuego para nosotros.
* Uich gwennen na 'wanath ah na dhín. = No estás destinado a la perdición y el silencio.
An uich gwennen na ringyrn ambar hen. Porque no estás destinado a los ciclos de este mundo.
Boe naid bain gwannathar, Todas las cosas deberán morir,
Boe cuil ban firitha. Toda vida está condenada a desaparecer.
Boe naer gwannathach Con pesar debes marchar, [y aun no estás sin esperanza]
