Las Aventuras de la Compañía: Al llegar el ocaso.
Capítulo 3ro: Mornië utúlië.
Los Compañeros del Anillo permanecieron en absoluto silencio, escondidos entre la oscuridad y el zumbido de las moscas revolviéndose deleitadas en la sangre. Hubo un momento de tensión, pues los Goblins escuchaban silenciosos y no apartaban la vista de su escondrijo. Cuando pensaron que la espera se hacía insoportable, uno de los Goblin siseó entre aquellos colmillos carcomidos y escupió.
"¿Se puede saber qué demonios estamos mirando, Wumkbanok ?" - farfulló ése.
"¡Cállate Garg!" - susurró el otro a su lado - "¡Tal vez si cerraras esa bocaza oirías lo que nosotros dos hemos oído hace un momento!"
"¿Y qué habéis oído?" - preguntó llevándose una mano a la arrugada y maloliente oreja, e inclinándose para prestar atención al silencio.
"Una piedra se ha deslizado ahí dentro." - respondió el otro más bajo y con brazos tan largos que le llegaban a tocar el suelo. Éste era el que llevaba un arco a su espalda.
"¡Menuda novedad, Don Genio! ¡Por si no lo habías notado antes, ése lugar se cae a pedazos! ¡Puf! " - escupió otra vez.
Los Nueve escuchaban su conversación con cautela. Todos empuñaban su espada, excepto Frodo y Gandalf, que por temor a que la tenue luz de sus filos los delatara, las guardaban en sus fundas y sus dedos agarraban firmemente las empuñaduras en caso de que no tuvieran más remedio que desenfundarlas o morir. Legolas, silenciosos como eran sus movimientos, ya tenía el arco listo para disparar.
El pobre Pippin no recordaba haberse sentido tan nervioso, aterrorizado y a la vez estúpido en toda su corta vida. Por su culpa casi los habían descubierto. Ahora no se atrevía a hacer un solo movimiento, por temor a volver a meter la pata. Ni siquiera se atrevía en apartar a la molesta mosca que rondaba frente a su cara y su pegaba a sus mejillas dándole picores.
Entonces ocurrió lo que era de esperar: el Hobbit estornudó. ¡Achús! La mosca se le había pegado en la nariz, haciéndole cosquillas.
Los tres Goblin, que habían estado discutiendo todo este largo (para la Compañía) tiempo y subiendo el tono de voz hasta casi llegar a gritarse entre ellos, callaron de repente y se adelantaron en la sala con miradas despiadadas. Los filos de las espadas vibraron al ser desenfundadas por aquellas garras morenas, y el hilo del arco crujió al empuñar una flecha.
El orco arquero de largos brazos se lamió los labios con aquella lengua bífida y negra. "¡Huelo carne humana!" - dijo el rastreador, y enseguida apuntó con el arco hacia la mesa ensangrentada y sonrió malévolamente a Wumkbanok, indicándole lo que el Goblin hizo: lanzó la antorcha que llevaba en su mano hacia aquel rincón tras la mesa de sacrificios. La luz roja del fuego bastó para que les mostrara la sombra de los intrusos.
Dando un grito de guerra, los Goblin se lanzaron al ataque. La flecha del rastreador nunca llegó a ser disparada, porque Legolas el Elfo fue más rápido y le derribó al atravesarle el ojo.
Los otros dos Goblin combatieron con furia y valentía, pero ninguna de estas dos cosas les salvó, pues sólo eran dos contra nueve; aunque opusieron gran resistencia y gritaron, gritaron tan fuerte que ellos se estremecieron. Con razón se estremecieron, porque aquellos gritos alertaron a los Goblin que vivían ocultos en la sombra de las cuevas. En pocos segundos comenzaron a oír aullidos feroces y alaridos de excitación que llegaba con el eco de las pisadas desde las profundidades. Luces rojas se acercaban por el túnel principal, y otras se unían a ellas desde los otros túneles.
"¡No enfundéis las espadas!" - dijo Gandalf - "Sólo nos queda una opción ahora: si queremos salir de aquí con vida, debemos luchar."
"No os separéis de Gandalf." - les dijo Aragorn a los Hobbits y se unió a Boromir y a Legolas frente a la puerta. El hijo del Senescal de Gondor mantenía una mirada dura, como si no temiera al horror que se acercaba, y sujetaba su espada firmemente y su escudo con la insignia del Árbol Blanco le protegía el pecho. Legolas, con su ágiles manos y su penetrante vista élfica, podía disparar y matar a los Goblin que ya estaban acercándose, y siete cayeron antes de que ferozmente irrumpieran en la sala.
"¡Cargad!" - gritó el mago, y los Hobbits le siguieron lanzando gritos de guerra.
"¡Por la Comarca!" - gritó Frodo descargando a dardo contra el estómago de su oponente y artavesándole entre las dos costillas como una aguja atraviesa una aceituna.
"¡Un tanto por la Comarca y la mortal mordedura de Dardo!" - exclamó el Montaraz, sorprendido, pues era la primera vez que veía al Bolsón en combate, descartando lo ocurrido en la atalaya de Amon Sûl.
Aragorn lanzó una estocada y decapitó a uno de enorme con una pesada cimitarra negra. Golpeando de costado, Boromir le cortó el brazo a uno antes de darle el golpe final, cuando agonizaba de dolor y se retorcía por el suelo. Gimli estaba de pie junto a ellos, las piernas separadas, esgrimiendo su hacha de enano, y por ella se cortaron mas de dos piernas. El arco de Legolas cantaba.
Sam nunca había pensado que él, un simple jardinero Hobbit, se encontraría en tal situación, en una cueva manchada de sangre por las paredes en medio de una batalla de orcos y hombres espada contra espada, o cimitarras para los orcos y arco para el Elfo de la Compañía; pero menos había pensado que en ésta situación él mismo se encontraría blandiendo una espada. Había oído muchas historias de guerreros combatiendo el enemigo por una doncella, y por más que imaginó como sería estar en la piel de uno de esos héroes, ahora sabía lo que se sentía con una espada en la mano, enemigos a los que combatir y a alguien a quien proteger. Ése alguien era su amo, el Señor Frodo.
Por lo menos treinta Goblin habían entrado en la sala, y más iban entrando para rodearlos, al igual que las hormigas hacen con sus presas aun vivas: las rodean, y si éstas se oponen, más hormigas llegan y llegan hasta cubrirla y paralizarla. El suelo temblaba, podían sentirlo, pero no había tiempo ni ganas en parar atención a las piedras que se deslizaban y el polvo que caía del techo, de lo cual no se dieron cuenta hasta que la sala se llenó de una neblina polvórea gris que les picaba en los ojos.
Sam permanecía al lado de su Señor, y también Merry y Pippin, que a la hora de la verdad luchaban como valientes guerreros.
¡Zas!
Un Goblin cayó muerto a sus pies, el gélido filo de su cimitarra rozó el vello de los pies de Sam. Mas, entre el miedo, la furia y el clamor de la batalla, no se percataron de ello y nunca supieron que, de no haber sido por aquella flecha élfica que le atravesó la nuca, la espalda de Merry habría sido un buen blanco para el Goblin. Aquella flecha, por supuesto, la había disparado Legolas.
El Elfo, furioso ahora, se abalanzó sobre los Goblin que intentaban hacerse con los Hobbits. Con un movimiento tan rápido que los ojos no alcanzaban a seguir le desgarró la garganta a otro utilizando su cuchillo blanco. "Gûr nan orch!" - gritó, inconscientemente en su lengua nativa.
"¡Legolas, detrás de ti!"
El sable curvo del Goblin por poco llegó a golpearle, pero gracias al aviso de Boromir se dio la vuelta a tiempo y velozmente como el relámpago apuñaló a su adversario. ¡Alas! - pensó Legolas. Aquella era la tercera vez en un día que el Hombre de Gondor le salvaba la vida (por así decir, si contamos la vez que mintió para que los demás no supieran de su miedo a las cuevas y la vez que hizo callar al Enano para que no se burlara de él.) Debía agradecérselo, pero más tarde, pues ahora los dos estaban ocupados y no era sabio bajar la guardia. Al igual que no era sabio luchar con furia y dejarse llevar por la excitación; eso era algo que el Elfo recordaría, pues aquel error casi le había costado la vida inmortal.
Hubo un cegador destello de luz y muchos Goblin cayeron sin vida en torno a Gandafl, como freídos por un relámpago.
No sé cuanto tiempo duró la batalla, pero el sonido del acero y los gritos de guerra y dolor retumbaron hasta las paredes mas ondas del subsuelo, y el choque de las armas era como el trueno que rugía al aire libre en aquel día de tormenta.
De repente, hubo silencio, un silencio fantasmal, y entonces supieron que por fin habían abatido a su enemigo.
"¡Elendil!" - gritó Aragorn, Andúril reluciendo sobre su cabeza.
"Khazâd! Khazâd!" - gritó Gimli sacudiendo el hacha en alto.
"¡Gondor!" - gritó Boromir.
"Gûr nan orch!" - volvió a gritar Legolas.
Por lo menos cuarenta cuerpos yacían sin vida en el suelo, cubiertos por una grisácea neblina de polvo. Frodo, Merry, Pippin y Sam miraron con asombro a su alrededor y estallaron también con gritos de victoria. "¡La Comarca! ¡La Comarca!" - gritaban.
Y por suerte todos seguían en pie, aunque no ilesos del todo, pero nada de especial importancia: Gimli no tenía más que un rasguño en el brazo izquierdo, un corte superficial sangraba en el antebrazo de Aragorn, los Hobbits no presentaban más que algún golpe; uno de ellos en las costillas de Sam, y doloroso por cierto. Gandafl, Legolas y Boromir habían salido totalmente indemnes.
Los demás acababan de celebrar su victoria con sus gritos cuando el Istari, tras recuperar su sensatez y volver a la realidad, se percató de algo que los demás aun no habían notado: el suelo seguía temblando, a pesar de que la batalla había terminado.
"¡Corred!" - exclamó, mas todo ocurrió en una centésima de segundo: las paredes, el techo y el suelo rugieron, el techó se derrumbó, la piedra se estremeció bajo sus pies y se abrió, y tras un poderoso estruendo el silencio invadió el lugar, y sólo alguna piedrecita se deslizaba con un golpeteo seco que no causaba ni el menor eco. La luz blanca de la vara de Gandalf se apagó. Todo estaba a oscuras. Ellos no supieron más.
***
- Edra le men, men na guil edwen... haer o auth a nîr a naeth. -
- ¿Por qué dices eso? -
- Soy mortal. Tu eres elfa. Ha sido un sueño, Arwen... nada más. -
Los malos sueños se disiparon. Aragorn despertaba, tratando de huir de ellos, sin saber que al despertar otra pesadilla distinta le estaba esperando para atormentarle.
Estaba oscuro, tan oscuro que no estaba seguro de haber abierto los ojos ya. Pero la conciencia la había recuperado por completo; sentía un terrible dolor de jaqueca, y pronto se percató de que no sólo la cabeza le dolía, sino todo el cuerpo. Trató de moverse e incorporarse, y cada movimiento era como el pinchazo de una navaja. Gimiendo débilmente, logró incorporarse y sentarse sobre sus rodillas. Se sentía agotado y mareado. Sin levntar la vista tanteó por el suelo con las manos sólo para dar con su espada, Andúril. Miró a su alrededor.
"¿Frodo...?" - llamó, y aunque trató de gritar, su voz no fue más que un susurro. - "¿Gandalf? ¿Hay alguien? Respondedme..."
Aragorn sintió una dolorosa punzada en el corazón. ¿Es que acaso estaba solo? ¿O tal vez ellos habían....? No. Aragorn sacudió la cabeza tratando de que ése pensamiento no le invadiera: no podían estar muertos. ¿Y si lo estaban, qué? La misión habría fracasado, Sauron se haría con el poder de la Tierra Media... pero eso no le importaba a él. No, lo que ahora le importaba eran ellos, sus amigos; ¿qué haría él solo, sin su compañía, perdido en las profundidades de la tierra, atrapado en un hormiguero de Goblin? ¿Lograría escapar de ahí con vida? Y aun así, ¿qué haría él sin sus amigos? Elbereth...¿volvería a ver a su amada Arwen...?
Entonces la pena y la desesperación se apoderaron de él. Se dejó caer, la espada se deslizó de sus manos y cayó a un lado, se acurrucó en posición feto y lloró silenciosas lágrimas, acompañadas por pequeños sollozos que venían rítmicamente, escapando por su labios temblorosos.
- Ae ú-esteliach nad... estelio han. Estelio ammen... -
La voz del recuerdo habló. Aquellas palabras que Arwen le dijo en Rivendel pocos días antes de partir, y que le habían llenado el corazón de esperanza y pasión. Aquel día, cuando Arwen le hubo dicho aquellas palabras, Aragorn la había mirado a los ojos, la había deseado, y entonces la había besado con infinita pasión y amor, saboreando sus labios, acariciando su piel suave, aspirando su aroma perfumado...
Aragorn se llevó la mano al pecho, y allí, encontró el colgante colgando de su cuello. La Estrella de la Tarde... -Estelio han. Estelio ammen.-
Si soltar un instante su hermosa joya se incorporó, y hasta se puso en pie y se enjugó las lágrimas que mojaban sus mejillas y brillaban en sus ojos grises. Aun había esperanza. Mientras haya amor, cabe la esperanza.
Fue entonces cuando Aragorn vio un punto de tenue luz roja y amarilla. Supo de inmediato que aquello era fuego, pues la luz parpadeaba. Era una antorcha de las que llevaban los Goblin, la cual a pesar del derrumbamiento no había consumido la llama. Apartó alguna piedra y la luz de fuego le iluminó por dentro al igual que todo a su alrededor. Así descubrió que estaba rodeado por grandes apilaciones de roca y piedra. Había también varios cadáveres de Goblin, la mayoría de ellos sepultados a medias o completamente por el derrumbamiento. Había sido una suerte en verdad que el Montaraz no hubiera sido sepultado bajo los escombros también.
Por suerte, Aragorn no estaba del todo atrapado: descubrió a un lado un estrecho túnel que no había sido bloqueado. No tenía ninguna otra salida, así que se armó de valor y se adentró en la oscuridad. Sólo esperaba encontrar a sus amigos antes de que sus enemigos lo hicieran.
***
Pippin despertó no en diferente condiciones a las de Aragorn: dolorido, mareado y, sobretodo, metido en la más negra oscuridad, incapaz de adivinar si tenía los ojos abiertos o aun los tenía cerrados. Se incorporó, quejándose y frotándose con las manos las magulladuras que había sufrido su cuerpo.
Al principio estaba algo confuso, pero pronto recordó lo ocurrido: el ataque de los orcos y el derrumbamiento.
"¿Merry? ¡Merry! ¡Gandalf! ¡Frodo! ¡¿Dónde estáis?! ¡Merry! ¡Trancos!" - gritó e invadido por el pánico tanteó con las manos por el suelo, sólo hallando roca y polvo. Entones sus dedos tocaron algo frío que les dejó las manos manchadas por un líquido tibio. ¡Era sangre!
Dio un grito echándose hacia atrás. Mas se le pasó el espanto cuando oyó una voz que le llamaba. "¡Pippin! ¡Pippin!"
"¿Merry? ¡Merry!" - exclamó el joven Tuk con una alegría repentina - "¿Dónde estás? No puedo verte. Está demasiado oscuro..."
"Ni yo mismo sé donde estoy. ¡Sigue mi voz y me encontrarás!" - Pippin se arrastró hacia donde le llegaban los ecos de Merry, pero sólo halló un pared de rocas apiñadas. Merry se encontraba ahí detrás.
Si hubieran tenido algo de luz, Pippin se hubiera dado cuenta de que Merry estaba en verdad sepultado bajo los escombros, y os preguntaréis, ¿cómo es posible que el Hobbit no hubiera sido aplastado por ellos? Muy sencillo. Fue un gran golpe de suerte el que salvó la vida a Merry. Y es que el hijo de Saradoc se encontraba bajo dos enormes rocas que, apoyadas una contra la otra, le habían ofrecido al Hobbit un techo triangular que le protegió de los demás escombros caídos. Pippin sólo tuvo que apartar algunas piedras no más grandes que las crías de cerdo que cuidaban en la Comarca para encontrar a Merry acurrucado en ese rincón. Le tomó de la mano, y en el momento en que los Hobbits se apartaron, las grandes piedras emitieron un sonido estridente al deslizarse una contra la otra y derrumbarse justo donde Merry había estado todo ese tiempo. Aquello provocó que más piedras cayeran con gran estruendo, y los Hobbits se encontraron agazapados y envueltos en los brazos del otro para darse mútua protección.
Cuando el temblor cesó, los Hobbits se tomaron fuertemente de la mano y con la otra que tenían libre tantearon para buscar un pasadizo que los llevara a los demás.
"Ojalá nunca hubiera salido de la Comarca" - lloriqueó Pippin - "Si no fuera por mí ahora todos estarían a salvo..."
"No te preocupes, Pip. Seguro que los demás están bien. Gandalf y Trancos los cuidarán."
"¿Y si no están con ellos? ¿Y si Frodo y Sam andan por ahí solos?"
Merry no respondió.
***
"¡Pobre viejo Bill!" - dijo Sam por al menos centésima vez desde que recuperó la conciencia. - "¡Pobre bestia! ¡Sola ahí con los trasgos!"
"Goblin." - le corrigió Gimli con una tranquilidad simulada.
"¡Da lo mismo, mi Señor! ¡Orcos, Trasgos o Goblin! ¡Los tres son criaturas crueles! Aléjate de los problemas y los problemas se alejarán de ti, como dice mi padre. ¡Y qué razón tiene!" - suspiró - "¡Ay, mi Amo! ¿Dondé estará? No le pierdas de vista, Samsagaz Gamyi, eso fue lo que Gandalf me dijo. Y yo se lo prometí. ¡Ay de mí!"
Gimli resopló pesadamente. "¡Calmate, Sam! Tu Señor Frodo estará bien. Según me dijo mi padre acerca de los Bolsón, en momentos como este ellos saben cuidarse por sí mismos mejor que nadie (sobretodo si llevan cierto Anillo de poder en su bolsillo...)"
"Lo sé, mi Señor, pero no puedo evitar estar preocupado..."
"Pues entonces te diré que Frodo es afortunado de contar con un gran amigo como tú. Poca gente pensaría en otra en lugar de sí mismo en un momento como este." - sonrió el Enano y añadió - "Puedes llamarme por mi nombre, Sam. Aquí todos somos compañeros."
Sam se vio tentado a preguntarle entonces por qué él no llamaba a Legolas otra cosa que 'Señor Elfo', un título incluso menos familiar y amistoso que 'Mi Señor' o 'Señor Legolas', pero no dijo nada al respeto. Tan sólo asintió.
Hacía poco más de quince minutos que los dos andaban por túneles funestos, caminando casi siempre en fila (pues los túneles eran muy estrechos) y Gimli yendo a la vanguardia (aunque como Enano era 'experto' en laberintos construídos por los Enanos, no por los Goblin, como en el que se encontraban perdidos ahora.)
A veces, si el espacio se lo permitía, Sam le ofrecía una mano a Gimli y le tomaba por la cintura para ayudarle a caminar, pues el Enano se había malherido la pierna derecha y cojeaba. Lo dos habían encontrado una antorcha encendida para cada uno, y tomaron una tercera por si acaso encontraban alguno de sus compañeros a oscuras. Además, así tenían luz más que suficiente para encontrar buenos caminos y no tropezar o caer en los muchos agujeros que encontraban por doquier en el suelo y en las paredes. 'Vías de aire', decía que eran Gimli. ¡Y ya lo creo que se necesitaban 'vías de aire'! Ahí abajo el aire era pesado, polvoriento y sofocante con cierto olor a podredumbe y a 'cerrado', que se les atascaba en la garganta y les secaba la boca con un mal sabor. No se percataron que afuera había dejado de tronar desde hacía un rato.
"Esperemos que ellos estén bien." - dijo Gimli tras un corto silencio, acariciándose la pierna dolorida - "Pero creo, Sam, que no vale la pena que nos comamos el coco preocupándonos por ellos. ¡Seguro que se encuentran más bien que nosotros! Aragorn y Boromir son Hombres, Sam, y los Hombres son duros de matar, créeme." - sonrió - "Gandalf es un mago, ¡y pobres de los Goblin que se crucen en su camino, porque no vivirán para contarlo! Y los Hobbits, como he dicho, poseéis un ingenio y una resistencia que os saca de cualquier apuro."
"Se ha olvidado de mencionar al Señor Legolas."
"¡Ah, el Elfo! - refunfuñó Gimli - "No te preocupes por él. Ésta es una buena ocasión para que nos demuestre esa 'superioridad' que dicen tener los Elf-" - Las palabras se le atascaron cuando e repente recordó el estado de ansiedad en el que había visto a Legolas poco después de haber entrado en la cueva. Se le pasó por la mente que tal vez el Elfo sufriera claustrofobia. Aunque no dijo nada ni quiso admitirlo más tarde, increíblemete, Gimli no pudo evitar sentirse preocupado por Legolas. Por su bien deseó que no estuviera solo, sino en la compañía de Gandalf o Aragorn, pues con ellos probablemente el Elfo se sentiría más seguro.
"¿Qué ocurre, Gimli? ¿Le duele mucho esa pierna?" - la pregunta de Sam interrumpió sus pensamientos con una pequeña sacudida.
"No, amigo Hobbit, ya la siento mejor." - respondió rápidamente con voz tierna - "Sigamos adelante. Debemos encontrar a los demás." "Antes que lo hagan los Goblin." - pensó Gimli para sus adentros.
Balrog of Altena: Siento haber tardado tanto. Espero que este cap os haya gustado. Supongo que ya sospecharéis que en el próximo capítulo las cosas empeorarán :-) MUAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!!! (¡¡Qué mala soy!!!)
* Amon Sûl = Cima de los Vientos. (En Sindarin, Amon = Cima/Colina; Sûl = Viento)
* Gûr nan orch! = ¡Muerte a los Goblin! (En Sindarin, Gûr = Muerte; nan = al/ a los [ na = a]; orch = Goblin)
* Khazâd = Enanos. (En la Lengua secreta de los Enanos)
* Edra le men, men na guil edwen... haer o auth a nîr a naeth = Tienes una oportunidad para otra vida, lejos de la guerra... la pena y la desesperación. (En Sindarin.)
* Ae ú-esteliach nad... estelio han. Estelio ammen. = Si pierdes la fe en todo... ten fe en esto. Ten fe en nosotros. (En Sindarin.)
Namárië, an sí!
Capítulo 3ro: Mornië utúlië.
Los Compañeros del Anillo permanecieron en absoluto silencio, escondidos entre la oscuridad y el zumbido de las moscas revolviéndose deleitadas en la sangre. Hubo un momento de tensión, pues los Goblins escuchaban silenciosos y no apartaban la vista de su escondrijo. Cuando pensaron que la espera se hacía insoportable, uno de los Goblin siseó entre aquellos colmillos carcomidos y escupió.
"¿Se puede saber qué demonios estamos mirando, Wumkbanok ?" - farfulló ése.
"¡Cállate Garg!" - susurró el otro a su lado - "¡Tal vez si cerraras esa bocaza oirías lo que nosotros dos hemos oído hace un momento!"
"¿Y qué habéis oído?" - preguntó llevándose una mano a la arrugada y maloliente oreja, e inclinándose para prestar atención al silencio.
"Una piedra se ha deslizado ahí dentro." - respondió el otro más bajo y con brazos tan largos que le llegaban a tocar el suelo. Éste era el que llevaba un arco a su espalda.
"¡Menuda novedad, Don Genio! ¡Por si no lo habías notado antes, ése lugar se cae a pedazos! ¡Puf! " - escupió otra vez.
Los Nueve escuchaban su conversación con cautela. Todos empuñaban su espada, excepto Frodo y Gandalf, que por temor a que la tenue luz de sus filos los delatara, las guardaban en sus fundas y sus dedos agarraban firmemente las empuñaduras en caso de que no tuvieran más remedio que desenfundarlas o morir. Legolas, silenciosos como eran sus movimientos, ya tenía el arco listo para disparar.
El pobre Pippin no recordaba haberse sentido tan nervioso, aterrorizado y a la vez estúpido en toda su corta vida. Por su culpa casi los habían descubierto. Ahora no se atrevía a hacer un solo movimiento, por temor a volver a meter la pata. Ni siquiera se atrevía en apartar a la molesta mosca que rondaba frente a su cara y su pegaba a sus mejillas dándole picores.
Entonces ocurrió lo que era de esperar: el Hobbit estornudó. ¡Achús! La mosca se le había pegado en la nariz, haciéndole cosquillas.
Los tres Goblin, que habían estado discutiendo todo este largo (para la Compañía) tiempo y subiendo el tono de voz hasta casi llegar a gritarse entre ellos, callaron de repente y se adelantaron en la sala con miradas despiadadas. Los filos de las espadas vibraron al ser desenfundadas por aquellas garras morenas, y el hilo del arco crujió al empuñar una flecha.
El orco arquero de largos brazos se lamió los labios con aquella lengua bífida y negra. "¡Huelo carne humana!" - dijo el rastreador, y enseguida apuntó con el arco hacia la mesa ensangrentada y sonrió malévolamente a Wumkbanok, indicándole lo que el Goblin hizo: lanzó la antorcha que llevaba en su mano hacia aquel rincón tras la mesa de sacrificios. La luz roja del fuego bastó para que les mostrara la sombra de los intrusos.
Dando un grito de guerra, los Goblin se lanzaron al ataque. La flecha del rastreador nunca llegó a ser disparada, porque Legolas el Elfo fue más rápido y le derribó al atravesarle el ojo.
Los otros dos Goblin combatieron con furia y valentía, pero ninguna de estas dos cosas les salvó, pues sólo eran dos contra nueve; aunque opusieron gran resistencia y gritaron, gritaron tan fuerte que ellos se estremecieron. Con razón se estremecieron, porque aquellos gritos alertaron a los Goblin que vivían ocultos en la sombra de las cuevas. En pocos segundos comenzaron a oír aullidos feroces y alaridos de excitación que llegaba con el eco de las pisadas desde las profundidades. Luces rojas se acercaban por el túnel principal, y otras se unían a ellas desde los otros túneles.
"¡No enfundéis las espadas!" - dijo Gandalf - "Sólo nos queda una opción ahora: si queremos salir de aquí con vida, debemos luchar."
"No os separéis de Gandalf." - les dijo Aragorn a los Hobbits y se unió a Boromir y a Legolas frente a la puerta. El hijo del Senescal de Gondor mantenía una mirada dura, como si no temiera al horror que se acercaba, y sujetaba su espada firmemente y su escudo con la insignia del Árbol Blanco le protegía el pecho. Legolas, con su ágiles manos y su penetrante vista élfica, podía disparar y matar a los Goblin que ya estaban acercándose, y siete cayeron antes de que ferozmente irrumpieran en la sala.
"¡Cargad!" - gritó el mago, y los Hobbits le siguieron lanzando gritos de guerra.
"¡Por la Comarca!" - gritó Frodo descargando a dardo contra el estómago de su oponente y artavesándole entre las dos costillas como una aguja atraviesa una aceituna.
"¡Un tanto por la Comarca y la mortal mordedura de Dardo!" - exclamó el Montaraz, sorprendido, pues era la primera vez que veía al Bolsón en combate, descartando lo ocurrido en la atalaya de Amon Sûl.
Aragorn lanzó una estocada y decapitó a uno de enorme con una pesada cimitarra negra. Golpeando de costado, Boromir le cortó el brazo a uno antes de darle el golpe final, cuando agonizaba de dolor y se retorcía por el suelo. Gimli estaba de pie junto a ellos, las piernas separadas, esgrimiendo su hacha de enano, y por ella se cortaron mas de dos piernas. El arco de Legolas cantaba.
Sam nunca había pensado que él, un simple jardinero Hobbit, se encontraría en tal situación, en una cueva manchada de sangre por las paredes en medio de una batalla de orcos y hombres espada contra espada, o cimitarras para los orcos y arco para el Elfo de la Compañía; pero menos había pensado que en ésta situación él mismo se encontraría blandiendo una espada. Había oído muchas historias de guerreros combatiendo el enemigo por una doncella, y por más que imaginó como sería estar en la piel de uno de esos héroes, ahora sabía lo que se sentía con una espada en la mano, enemigos a los que combatir y a alguien a quien proteger. Ése alguien era su amo, el Señor Frodo.
Por lo menos treinta Goblin habían entrado en la sala, y más iban entrando para rodearlos, al igual que las hormigas hacen con sus presas aun vivas: las rodean, y si éstas se oponen, más hormigas llegan y llegan hasta cubrirla y paralizarla. El suelo temblaba, podían sentirlo, pero no había tiempo ni ganas en parar atención a las piedras que se deslizaban y el polvo que caía del techo, de lo cual no se dieron cuenta hasta que la sala se llenó de una neblina polvórea gris que les picaba en los ojos.
Sam permanecía al lado de su Señor, y también Merry y Pippin, que a la hora de la verdad luchaban como valientes guerreros.
¡Zas!
Un Goblin cayó muerto a sus pies, el gélido filo de su cimitarra rozó el vello de los pies de Sam. Mas, entre el miedo, la furia y el clamor de la batalla, no se percataron de ello y nunca supieron que, de no haber sido por aquella flecha élfica que le atravesó la nuca, la espalda de Merry habría sido un buen blanco para el Goblin. Aquella flecha, por supuesto, la había disparado Legolas.
El Elfo, furioso ahora, se abalanzó sobre los Goblin que intentaban hacerse con los Hobbits. Con un movimiento tan rápido que los ojos no alcanzaban a seguir le desgarró la garganta a otro utilizando su cuchillo blanco. "Gûr nan orch!" - gritó, inconscientemente en su lengua nativa.
"¡Legolas, detrás de ti!"
El sable curvo del Goblin por poco llegó a golpearle, pero gracias al aviso de Boromir se dio la vuelta a tiempo y velozmente como el relámpago apuñaló a su adversario. ¡Alas! - pensó Legolas. Aquella era la tercera vez en un día que el Hombre de Gondor le salvaba la vida (por así decir, si contamos la vez que mintió para que los demás no supieran de su miedo a las cuevas y la vez que hizo callar al Enano para que no se burlara de él.) Debía agradecérselo, pero más tarde, pues ahora los dos estaban ocupados y no era sabio bajar la guardia. Al igual que no era sabio luchar con furia y dejarse llevar por la excitación; eso era algo que el Elfo recordaría, pues aquel error casi le había costado la vida inmortal.
Hubo un cegador destello de luz y muchos Goblin cayeron sin vida en torno a Gandafl, como freídos por un relámpago.
No sé cuanto tiempo duró la batalla, pero el sonido del acero y los gritos de guerra y dolor retumbaron hasta las paredes mas ondas del subsuelo, y el choque de las armas era como el trueno que rugía al aire libre en aquel día de tormenta.
De repente, hubo silencio, un silencio fantasmal, y entonces supieron que por fin habían abatido a su enemigo.
"¡Elendil!" - gritó Aragorn, Andúril reluciendo sobre su cabeza.
"Khazâd! Khazâd!" - gritó Gimli sacudiendo el hacha en alto.
"¡Gondor!" - gritó Boromir.
"Gûr nan orch!" - volvió a gritar Legolas.
Por lo menos cuarenta cuerpos yacían sin vida en el suelo, cubiertos por una grisácea neblina de polvo. Frodo, Merry, Pippin y Sam miraron con asombro a su alrededor y estallaron también con gritos de victoria. "¡La Comarca! ¡La Comarca!" - gritaban.
Y por suerte todos seguían en pie, aunque no ilesos del todo, pero nada de especial importancia: Gimli no tenía más que un rasguño en el brazo izquierdo, un corte superficial sangraba en el antebrazo de Aragorn, los Hobbits no presentaban más que algún golpe; uno de ellos en las costillas de Sam, y doloroso por cierto. Gandafl, Legolas y Boromir habían salido totalmente indemnes.
Los demás acababan de celebrar su victoria con sus gritos cuando el Istari, tras recuperar su sensatez y volver a la realidad, se percató de algo que los demás aun no habían notado: el suelo seguía temblando, a pesar de que la batalla había terminado.
"¡Corred!" - exclamó, mas todo ocurrió en una centésima de segundo: las paredes, el techo y el suelo rugieron, el techó se derrumbó, la piedra se estremeció bajo sus pies y se abrió, y tras un poderoso estruendo el silencio invadió el lugar, y sólo alguna piedrecita se deslizaba con un golpeteo seco que no causaba ni el menor eco. La luz blanca de la vara de Gandalf se apagó. Todo estaba a oscuras. Ellos no supieron más.
***
- Edra le men, men na guil edwen... haer o auth a nîr a naeth. -
- ¿Por qué dices eso? -
- Soy mortal. Tu eres elfa. Ha sido un sueño, Arwen... nada más. -
Los malos sueños se disiparon. Aragorn despertaba, tratando de huir de ellos, sin saber que al despertar otra pesadilla distinta le estaba esperando para atormentarle.
Estaba oscuro, tan oscuro que no estaba seguro de haber abierto los ojos ya. Pero la conciencia la había recuperado por completo; sentía un terrible dolor de jaqueca, y pronto se percató de que no sólo la cabeza le dolía, sino todo el cuerpo. Trató de moverse e incorporarse, y cada movimiento era como el pinchazo de una navaja. Gimiendo débilmente, logró incorporarse y sentarse sobre sus rodillas. Se sentía agotado y mareado. Sin levntar la vista tanteó por el suelo con las manos sólo para dar con su espada, Andúril. Miró a su alrededor.
"¿Frodo...?" - llamó, y aunque trató de gritar, su voz no fue más que un susurro. - "¿Gandalf? ¿Hay alguien? Respondedme..."
Aragorn sintió una dolorosa punzada en el corazón. ¿Es que acaso estaba solo? ¿O tal vez ellos habían....? No. Aragorn sacudió la cabeza tratando de que ése pensamiento no le invadiera: no podían estar muertos. ¿Y si lo estaban, qué? La misión habría fracasado, Sauron se haría con el poder de la Tierra Media... pero eso no le importaba a él. No, lo que ahora le importaba eran ellos, sus amigos; ¿qué haría él solo, sin su compañía, perdido en las profundidades de la tierra, atrapado en un hormiguero de Goblin? ¿Lograría escapar de ahí con vida? Y aun así, ¿qué haría él sin sus amigos? Elbereth...¿volvería a ver a su amada Arwen...?
Entonces la pena y la desesperación se apoderaron de él. Se dejó caer, la espada se deslizó de sus manos y cayó a un lado, se acurrucó en posición feto y lloró silenciosas lágrimas, acompañadas por pequeños sollozos que venían rítmicamente, escapando por su labios temblorosos.
- Ae ú-esteliach nad... estelio han. Estelio ammen... -
La voz del recuerdo habló. Aquellas palabras que Arwen le dijo en Rivendel pocos días antes de partir, y que le habían llenado el corazón de esperanza y pasión. Aquel día, cuando Arwen le hubo dicho aquellas palabras, Aragorn la había mirado a los ojos, la había deseado, y entonces la había besado con infinita pasión y amor, saboreando sus labios, acariciando su piel suave, aspirando su aroma perfumado...
Aragorn se llevó la mano al pecho, y allí, encontró el colgante colgando de su cuello. La Estrella de la Tarde... -Estelio han. Estelio ammen.-
Si soltar un instante su hermosa joya se incorporó, y hasta se puso en pie y se enjugó las lágrimas que mojaban sus mejillas y brillaban en sus ojos grises. Aun había esperanza. Mientras haya amor, cabe la esperanza.
Fue entonces cuando Aragorn vio un punto de tenue luz roja y amarilla. Supo de inmediato que aquello era fuego, pues la luz parpadeaba. Era una antorcha de las que llevaban los Goblin, la cual a pesar del derrumbamiento no había consumido la llama. Apartó alguna piedra y la luz de fuego le iluminó por dentro al igual que todo a su alrededor. Así descubrió que estaba rodeado por grandes apilaciones de roca y piedra. Había también varios cadáveres de Goblin, la mayoría de ellos sepultados a medias o completamente por el derrumbamiento. Había sido una suerte en verdad que el Montaraz no hubiera sido sepultado bajo los escombros también.
Por suerte, Aragorn no estaba del todo atrapado: descubrió a un lado un estrecho túnel que no había sido bloqueado. No tenía ninguna otra salida, así que se armó de valor y se adentró en la oscuridad. Sólo esperaba encontrar a sus amigos antes de que sus enemigos lo hicieran.
***
Pippin despertó no en diferente condiciones a las de Aragorn: dolorido, mareado y, sobretodo, metido en la más negra oscuridad, incapaz de adivinar si tenía los ojos abiertos o aun los tenía cerrados. Se incorporó, quejándose y frotándose con las manos las magulladuras que había sufrido su cuerpo.
Al principio estaba algo confuso, pero pronto recordó lo ocurrido: el ataque de los orcos y el derrumbamiento.
"¿Merry? ¡Merry! ¡Gandalf! ¡Frodo! ¡¿Dónde estáis?! ¡Merry! ¡Trancos!" - gritó e invadido por el pánico tanteó con las manos por el suelo, sólo hallando roca y polvo. Entones sus dedos tocaron algo frío que les dejó las manos manchadas por un líquido tibio. ¡Era sangre!
Dio un grito echándose hacia atrás. Mas se le pasó el espanto cuando oyó una voz que le llamaba. "¡Pippin! ¡Pippin!"
"¿Merry? ¡Merry!" - exclamó el joven Tuk con una alegría repentina - "¿Dónde estás? No puedo verte. Está demasiado oscuro..."
"Ni yo mismo sé donde estoy. ¡Sigue mi voz y me encontrarás!" - Pippin se arrastró hacia donde le llegaban los ecos de Merry, pero sólo halló un pared de rocas apiñadas. Merry se encontraba ahí detrás.
Si hubieran tenido algo de luz, Pippin se hubiera dado cuenta de que Merry estaba en verdad sepultado bajo los escombros, y os preguntaréis, ¿cómo es posible que el Hobbit no hubiera sido aplastado por ellos? Muy sencillo. Fue un gran golpe de suerte el que salvó la vida a Merry. Y es que el hijo de Saradoc se encontraba bajo dos enormes rocas que, apoyadas una contra la otra, le habían ofrecido al Hobbit un techo triangular que le protegió de los demás escombros caídos. Pippin sólo tuvo que apartar algunas piedras no más grandes que las crías de cerdo que cuidaban en la Comarca para encontrar a Merry acurrucado en ese rincón. Le tomó de la mano, y en el momento en que los Hobbits se apartaron, las grandes piedras emitieron un sonido estridente al deslizarse una contra la otra y derrumbarse justo donde Merry había estado todo ese tiempo. Aquello provocó que más piedras cayeran con gran estruendo, y los Hobbits se encontraron agazapados y envueltos en los brazos del otro para darse mútua protección.
Cuando el temblor cesó, los Hobbits se tomaron fuertemente de la mano y con la otra que tenían libre tantearon para buscar un pasadizo que los llevara a los demás.
"Ojalá nunca hubiera salido de la Comarca" - lloriqueó Pippin - "Si no fuera por mí ahora todos estarían a salvo..."
"No te preocupes, Pip. Seguro que los demás están bien. Gandalf y Trancos los cuidarán."
"¿Y si no están con ellos? ¿Y si Frodo y Sam andan por ahí solos?"
Merry no respondió.
***
"¡Pobre viejo Bill!" - dijo Sam por al menos centésima vez desde que recuperó la conciencia. - "¡Pobre bestia! ¡Sola ahí con los trasgos!"
"Goblin." - le corrigió Gimli con una tranquilidad simulada.
"¡Da lo mismo, mi Señor! ¡Orcos, Trasgos o Goblin! ¡Los tres son criaturas crueles! Aléjate de los problemas y los problemas se alejarán de ti, como dice mi padre. ¡Y qué razón tiene!" - suspiró - "¡Ay, mi Amo! ¿Dondé estará? No le pierdas de vista, Samsagaz Gamyi, eso fue lo que Gandalf me dijo. Y yo se lo prometí. ¡Ay de mí!"
Gimli resopló pesadamente. "¡Calmate, Sam! Tu Señor Frodo estará bien. Según me dijo mi padre acerca de los Bolsón, en momentos como este ellos saben cuidarse por sí mismos mejor que nadie (sobretodo si llevan cierto Anillo de poder en su bolsillo...)"
"Lo sé, mi Señor, pero no puedo evitar estar preocupado..."
"Pues entonces te diré que Frodo es afortunado de contar con un gran amigo como tú. Poca gente pensaría en otra en lugar de sí mismo en un momento como este." - sonrió el Enano y añadió - "Puedes llamarme por mi nombre, Sam. Aquí todos somos compañeros."
Sam se vio tentado a preguntarle entonces por qué él no llamaba a Legolas otra cosa que 'Señor Elfo', un título incluso menos familiar y amistoso que 'Mi Señor' o 'Señor Legolas', pero no dijo nada al respeto. Tan sólo asintió.
Hacía poco más de quince minutos que los dos andaban por túneles funestos, caminando casi siempre en fila (pues los túneles eran muy estrechos) y Gimli yendo a la vanguardia (aunque como Enano era 'experto' en laberintos construídos por los Enanos, no por los Goblin, como en el que se encontraban perdidos ahora.)
A veces, si el espacio se lo permitía, Sam le ofrecía una mano a Gimli y le tomaba por la cintura para ayudarle a caminar, pues el Enano se había malherido la pierna derecha y cojeaba. Lo dos habían encontrado una antorcha encendida para cada uno, y tomaron una tercera por si acaso encontraban alguno de sus compañeros a oscuras. Además, así tenían luz más que suficiente para encontrar buenos caminos y no tropezar o caer en los muchos agujeros que encontraban por doquier en el suelo y en las paredes. 'Vías de aire', decía que eran Gimli. ¡Y ya lo creo que se necesitaban 'vías de aire'! Ahí abajo el aire era pesado, polvoriento y sofocante con cierto olor a podredumbe y a 'cerrado', que se les atascaba en la garganta y les secaba la boca con un mal sabor. No se percataron que afuera había dejado de tronar desde hacía un rato.
"Esperemos que ellos estén bien." - dijo Gimli tras un corto silencio, acariciándose la pierna dolorida - "Pero creo, Sam, que no vale la pena que nos comamos el coco preocupándonos por ellos. ¡Seguro que se encuentran más bien que nosotros! Aragorn y Boromir son Hombres, Sam, y los Hombres son duros de matar, créeme." - sonrió - "Gandalf es un mago, ¡y pobres de los Goblin que se crucen en su camino, porque no vivirán para contarlo! Y los Hobbits, como he dicho, poseéis un ingenio y una resistencia que os saca de cualquier apuro."
"Se ha olvidado de mencionar al Señor Legolas."
"¡Ah, el Elfo! - refunfuñó Gimli - "No te preocupes por él. Ésta es una buena ocasión para que nos demuestre esa 'superioridad' que dicen tener los Elf-" - Las palabras se le atascaron cuando e repente recordó el estado de ansiedad en el que había visto a Legolas poco después de haber entrado en la cueva. Se le pasó por la mente que tal vez el Elfo sufriera claustrofobia. Aunque no dijo nada ni quiso admitirlo más tarde, increíblemete, Gimli no pudo evitar sentirse preocupado por Legolas. Por su bien deseó que no estuviera solo, sino en la compañía de Gandalf o Aragorn, pues con ellos probablemente el Elfo se sentiría más seguro.
"¿Qué ocurre, Gimli? ¿Le duele mucho esa pierna?" - la pregunta de Sam interrumpió sus pensamientos con una pequeña sacudida.
"No, amigo Hobbit, ya la siento mejor." - respondió rápidamente con voz tierna - "Sigamos adelante. Debemos encontrar a los demás." "Antes que lo hagan los Goblin." - pensó Gimli para sus adentros.
Balrog of Altena: Siento haber tardado tanto. Espero que este cap os haya gustado. Supongo que ya sospecharéis que en el próximo capítulo las cosas empeorarán :-) MUAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!!! (¡¡Qué mala soy!!!)
* Amon Sûl = Cima de los Vientos. (En Sindarin, Amon = Cima/Colina; Sûl = Viento)
* Gûr nan orch! = ¡Muerte a los Goblin! (En Sindarin, Gûr = Muerte; nan = al/ a los [ na = a]; orch = Goblin)
* Khazâd = Enanos. (En la Lengua secreta de los Enanos)
* Edra le men, men na guil edwen... haer o auth a nîr a naeth = Tienes una oportunidad para otra vida, lejos de la guerra... la pena y la desesperación. (En Sindarin.)
* Ae ú-esteliach nad... estelio han. Estelio ammen. = Si pierdes la fe en todo... ten fe en esto. Ten fe en nosotros. (En Sindarin.)
Namárië, an sí!
