Recostó su cabeza suavemente en el regazo femenino que, aun con timidez, le dio la bienvenida una vez más.

Con sus manos, cual ligeras garras, se aferró a la cintura de su prometida. La chica suspiró cansada y su aliento cálido meció las ebras de cabello negro en su frente.

-Ranma, cuánto tiempo más vas a seguir así?-preguntó ella con voz quebrada, sentada en el suelo junto a la cama.

Él levantó el rostro para mirarla a los ojos. Ella se veía triste, preocupada por él.

Tan bonita. Encantadora. Pero más que nada, tan sincera. Cuando la miraba, en sus ojos solo había honestidad.

Honestidad y amor, para su satisfacción.

Y aunque le daba vergüenza admitir el método, había descubierto que la chica, de hecho, se sentía de la misma forma que él y eso le hacía sentir menos miedo de acercarse a ella aunque el corazón le latía salvajemente rápido por la novedad y la cercanía.

Aquel indiscreto descubrimiento no fue apropósito, ni mucho menos. No fue una sucia jugarreta suya y sin embargo, minutos antes había recobrado la conciencia y se encontró a si mismo envuelto en el cariñoso abrazo de su prometida después de que lo último que recordaba era haber sido atacado por una cantidad horrorosa de gatos, cortesía de Shampoo y Ukyo.

Malditas mujeres locas. Nunca se los pensaba disculpar.

Había tomado a la ligera sus infames trucos antes, pero esto último fue la gota que derramó el vaso.

Cuando volvió a sus cabales, el suave perfume de Akane llenaba sus sentidos y una calidez inigualable lo reconfortaba deseando que nunca tuviese fin.

Pensó que era solo otro triste sueño suyo pero al removerse se dio cuenta de que no se encontraba en el futón, sino abrazado a su prometida, en su cama, en su habitación.

Asustado, brincó lejos de ella. Akane se levantó y lo miró con sus bonitos ojos a punto de llorar.

Había cometido una indiscreción y deshonrado a la chica antes de casarse?.

No, no podía ser, de ser así Akane no hubiera estado durmiendo abrazada a él tan plácidamente.

Ni su cabeza estaría libre de los golpes que su prometida y su mazo le habrían dado si lo intentaba siquiera.

Y tampoco no porque de ser así, si finalmente ella le correspondía tras todos esos años conteniéndose y si ella lo deseaba igual que él, lo último que la dejaría hacer sería dormir. Eso era un hecho.

Entonces cómo es que él estaba ahí?

-Ranma-su nombre salió casi como una súplica de los labios de Akane-Sigues como un gato-casi lloró ella-Ven, no huyas, ven conmigo-pidió descendiendo de la cama con cuidado como para no ahuyentarlo, extendiendo ambos brazos hacia él.

Se acercó despacio gateando hasta la chica, incapaz de mirarla a los ojos, deseando poder avisar que ya no era necesario su cuidado, que se encontraba ya siendo él mismo... Sin embargo ella insistió y él no pudo resistirse.

-Ranma, mi amor, tienes que recuperarte. Ven, necesitas descansar, estuviste en el tejado hasta tarde.

Mi amor?! Ah, esas tan anheladas palabras lo llenaban de júbilo.

Mi amor. Sonaba tan bien en la voz de Akane. "Mi amor".

Sí, él era el amor de Akane y ella el suyo. La sensación de pertenencia, de ser correspondido, nunca creyó sentirse así.

Akane era tan especial para él que apenas había podido resistir la tentación de besarla y en su lugar se dejó hacer, descansando la cabeza en su regazo, solo aceptando las suaves caricias de sus manos sin el menor remordimiento.

-Mi amor, no puedes quedarte así, tiene que haber una forma de que regreses conmigo-gimotió ella.

Las tibias lágrimas de Akane mojaron su rostro mientras sus delgados dedos se deslizaban en su cabello y la culpa empezaba a torturarlo.

Era una locura, tenía que dejar de portarse como un aprovechado solo por obtener la atención de su prometida, palabras de afecto y algunas caricias suyas.

Tenía que confesar su pecado, Akane no merecía ese sufrimiento.

Más lágrimas golpearon su rostro y su conciencia.

Se levantó suavemente de aquel cuerpo del que, a decir verdad, rendiría tributo por el resto de su vida si Akane se lo permitía.

Ella lo miró a través de la gruesa cortina de llanto y él como pudo llamó su nombre.

-Akane?-había alcanzado a pronunciar fingiendo haber vuelto en sí en ese momento, más por evitarle la vergüenza a la chica al admitir haber escuchado todo, que por cualquier otra razón.

Porque además la conocía y ella lo iba a negar. Y él no quería que lo negara, quería seguir repitiendo mentalmente la dulce voz de Akane diciéndole "Mi amor".

No tuvo tiempo de reaccionar, ella se lanzó a sus brazos, llorando ruidosa y desconsoladamente.

Cayó de espaldas, con ella aún aferrada a él. Tras su usual duda por tocarla, él también la abrazó. Se quedaron así, abrazados en el suelo, hasta que el infantil llanto pareció llegar a su fin.

-Estoy bien-volvió a repetir acariciando la espalda femenina en un intento por reconfortarla.

Sabía que lo que había escuchado mientras Akane lo creía un gato, jamás lo volvería a escuchar. A menos claro, que él pudiera hacer una confesión a la chica. Pero eso sí, una muy masculina. Sin cursilerías de por medio. Algo digno de un guerrero como él.

Aunque aún no sabía cómo lo haría, se sentía internamente satisfecho y gozoso pues sus sentimientos eran correspondidos.

Ahora sabía que lo que Akane decía siempre de él eran solo formas de mantenerse a salvo. Las mismas que usaba él para negarse un sentimiento que solo había crecido con los años.

Cuatro largos y tortuosos años en los que no saberse correspondido lo había mantenido actuando como un tonto.

-Lo siento, no quería molestarte tanto, yo...-intentó disculparse de alguna forma con ella, mirando los cuadrículos blanquesinos del techo mientras claras imágenes de Akane cuidándolo y diciéndole cuanto lo amaba y lo necesitaba llegaban a su mente, eran recuerdos recientes durante su fase de gato.

Nada nuevo, a decir verdad. Conforme sus ataques de fobia aumentaban él empezó a recordar momentos de cuando se convertía en gato, como un sueño borroso pero lo recordaba.

Sin embargo era la primera vez que ella pronunciaba tales palabras de amor por él, quizás porque las crisis anteriores habían durado apenas unos minutos, a lo sumo un par de horas. Exactamente cuánto había tardado esta vez?.

Akane se separó lentamente de él. Se alejó lo suficiente para mirarlo a los ojos con ambas manos apoyadas en su pecho.

Ella podía sentir sus latidos? Por qué él sentía su corazón como una banda de guerra, golpeándole el pecho con ritmo desmedido, con más fuerza que cuando entrenaba.

-Yo... lo lamento...es que, yo...

Akane limpió sus lágrimas y lo miró por un segundo mientras balbuceaba tonterías y él admiró su rostro femenino acercándose muy despacio, en cámara lenta, como si quisiera darle oportunidad de escapar.

Pero él no quería escapar. Él estaba justo en el lugar que deseaba. Con la mujer a la que amaba desde el primer día. Con Akane, su prometida y, ojalá pronto, su mujer. Su futura esposa. Suya para siempre.

Cerró los ojos con fuerza esperando por el suave contacto, pero este no llegaba. Empezaba a impacientarse cuando la voz de su Akane lo obligó a abrir los ojos nuevamente.

-Todavía te duele?-preguntó con voz temblorosa separándose por completo de él.

La chica se sentó a su lado con ambas rodillas sujetadas firmemente entre sus brazos.

-Perdón por abrazarte-la escuchó decir.

Soltó todo el aire contenido en sus pulmones en un pesado suspiro y se incorporó para sentarse junto a ella.

-Lo siento-volvió a disculparse su prometida-Estaba tan feliz, que olvidé que estabas herido.

Hasta ese momento no había notado las vendas que cubrían sus brazos, su cuello y el resquemor en su espalda.

Pero, la verdad era que no sentía ningún dolor. Akane debía haber confundido su gesto al cerrar los ojos para darle la confianza de besarlo con un gesto de dolor.

Ella iba a besarlo, verdad?. Por Kamisama, si estaba soñando no quería despertarse nunca.

Pero, ella era tan torpe y despistada...Tan considerada con él, a diferencia de cualquier otra persona en el mundo.

-Las pusiste tú?-preguntó al notar el desprolijo tratamiento dado.

-si-respondió la chica ocultando el rostro, avergonzada.

-Me encantan, muchas gracias, Akane.

-Te encantan?-repitió ella mirándolo con la duda en los ojos.

-sip, si las has hecho tú, me encantan.-dijo de inmediato él-Akane, cuánto tiempo estuve así?

-Un par de días-admitió sonrojada.-Has estado creyéndote un gato desde nochebuena. Subiste al tejado y te lastimaste por culpa del tío Genma.

-Si, ya me lo imaginaba-respondió él-Tú me has cuidado desde entonces?

-Ajá-dijo simplemente ella con el carmesí tiñendo su rostro.

Akane era tan linda, quería besarla en ese mismo momento, pero se contuvo, porque él no era un animal que actuaría en base a sus instintos. Irónico, pues minutos antes se comportaba como un gato.

Él quería tratar a su prometida como lo que era. La mujer a la que haría su esposa y compañera de vida.

Akane se sentía igual que él antes de escucharla diciéndole "mi amor"?. Se sentía insegura de cualquier avance entre los dos?.

De ser así, él debía hacer algo para que la chica empezara a ser más confiada en su relación aunque expresarse así iba en contra de todo lo que le habían enseñado como hombre y como guerrero.

-Gracias-volvió a decir, está vez atrayendo a la chica para envolverla en un abrazo que intentaba expresar todo lo que él sentía y no sabía cómo expresar.-Gracias, por todo Akane.

-No es, no es nada-la escuchó balbucear

-Lo es todo. Tú, lo eres todo para mí.-alcanzó a decir con timidez escondiendo el rostro en el cuello de la chica.-Eres lo único que tengo.