Al principio fue muy sorpresivo e inesperado, pero luego fue todo definitivamente muy distinto a lo usual. Y sin embargo ella estaba encantada. Fascinada ante el singular escenario que siempre soñó vivir junto a él.
Ranma la había besado aquella mañana después de días del largo trance como gato y no, no hubo hechizo, ni hongos mágicos, ni nada extraño de por medio.
Ni siquiera sus familias, que se habían marchado a un festival y era hora que no regresaban, tenían nada que ver esta vez.
La tarde anterior el chico se había comportado inusualmente amable con ella. A pesar de estar solos en casa no habían discutido y al anochecer, Ranma incluso se había quedado cerca para acompañarla disimuladamente a ver una película de terror.
Aun así, algo como eso, no lo esperaba, ciertamente. Ella solo estaba ahí, colgando las sábanas recién lavadas en el patio y Ranma se acercó sin hacer ruido con la toalla en el cuello, claro indicador de que pensaba pasar la mañana entrenando.
-Akane-dijo con tono casual.
-Sí, dime, Ranma, qué sucede?-Ella volteó levemente el cuerpo para mirarlo.
Cualquier cosa habría esperado menos el beso que recibió de su prometido.
No. No había sido el más experto al hacerlo, tampoco ella lo era. Le avergonzaba admitirlo, pero a sus años jamás había besado a nadie. La piernas casi le fallaron, pero el agarre de las manos fuertes de Ranma en su cintura la sostuvieron, evitando su caída.
-No vayas a golpearme, bruta-le susurró al oído. Cada vello de su cuerpo se erizó ante el cálido contacto de su aliento sobre su piel.
-Qué sucede?-preguntó nerviosa, sin saber la razón de aquel gesto.-Comiste algo raro? Te sientes mal? Llamo al doctor Tofu?!
Él se separó apenas un poco y la miró conteniendo la risa. La voz de su prometida tenía un matiz de genuina preocupación.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Aquel miedo de siempre a ser burlada por Ranma se apoderó de ella en un instante.
-Tiene que suceder algo así para que te bese?. Solo te vi y, ya sabes, yo... he estado pensando que tal vez ya era tiempo.
-Tiempo de qué?-volvió a cuestionarlo impaciente la chica
-No te gustó?. Cielos, vi todos esos vídeos en vano-se quejó él aprovechando la cercanía de sus cuerpos para deslizar sus manos por lo suave piel de los brazos femeninos en una caricia que deseaba no terminar nunca.
-Tiempo de qué, Ranma-insistió Akane intentando rehuir al contacto
-Tiempo para dejar de jugar. Me amas, no es verdad?-preguntó con una sonrisa pícara
-Arrogante!.-lo culpó ella con el rostro enrojecido, incapaz de negar aquello
-boba-se burló él, volviendo a besar sus labios en apenas un roce.-No soy bueno con las palabras, lo sabes-aclaró mirando el cielo-Pero, si me dejas creo que puedo demostrar lo que solo tú me haces sentir desde el primer día-declaró mirándola fijamente a los ojos.
Era una declaración de amor?. No la primera que escuchaba de Ranma, a decir verdad. Pero tal vez sí la única que había sido dicha con intención de ser escuchada y el corazón le latía salvajemente en el pecho.
-Ranma, si es una de tus bromas, te advierto que...
Él sonrió y la levantó en brazos. Akane chilló por la acción tan inesperada. No tenía dudas. Quería hacerla su esposa, su mujer, lo más rápido posible.
Y a su edad, honestamente, no le importaba alterar el orden un poco, pues ahora ya estaba listo. Listo para ser un hombre, el hombre para ella.
Akane lo miró expectante, con sus delicados brazos sosteniéndose firmemente a su cuello.
-Dime si quieres que deje de comportarme de esta manera, -Habló con voz ronca acercándose a su rostro
Ella negó con rapidez, ajustando más el agarre al cuello masculino.
El viento meció las sábanas húmedas, salpicándolos con una cálida llovizna.
-Akane, yo...-susurró sobre los labios femeninos entreabiertos para él.
-Estamos en casa-se escuchó la voz de Kasumi en la entrada
Ambos jóvenes se tensaron sintiendo que, como siempre, sus familiares llegaban solo para interrumpir o estorbarles.
Ranma suspiró y, en contra de su voluntad, dejó a su prometida en el suelo nuevamente sobre sus pies.
-Tienes tiempo esta tarde?-preguntó nervioso, mirando sus manos.
Akane guardó silencio unos segundos. La ansiada respuesta no llegaba obligándolo a alzar la vista hacia ella nuevamente.
-Después de las tres estoy libre-respondió Akane con un hermoso sonrojo, le dio un beso en la mejilla derecha e intentó echarse a correr en dirección a su familia.
Ranma la sujetó antes de que la chica se alejara de él y saliera de aquella fortaleza de sábanas que los protegían de las molestas miradas curiosas.
-Qué haces?-inquirió nerviosa la chica de ojos cafés
Los labios de Ranma atraparon los suyos en un fugaz beso.
-Pero yo te necesito ahora- susurró sobre la boca de su prometida.
-Ranma, hijo, ven a ayudarme un poco-se escuchó la voz de Nodoka desde la entrada.
-Ya voy, mamá-respondió apurado el chico de ojos azules, acariciando con sus pulgares el contorno del angelical rostro femenino.
-Ve con ella, Ranma, ya sabes cómo son todos.
-Una molestia insoportable?-bromeó sin ganas de separarse de ella ni un segundo incluso si tenía que hacer un berrinche deseaba permanecer junto a ella un poco más ahí, en esa pequeña cápsula de telas solo para ellos dos.
-Entonces, te veré a las tres-afirmó emocionada la joven de cabello azulado.
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Las hermanas Tendo pasaron la mayor parte de la mañana juntas en la cocina a pedido de Nodoka; Soun y Genma cayeron pesadamente dormidos hasta el mediodía.
Ranma esperó impaciente en el Dojo, repasando mentalmente las habilidades que tanto le había costado desarrollar en tan poco tiempo, así como dándose ánimos para continuar comportándose como un hombre frente a su prometida.
Ya no eran adolescentes y su autocontrol se hacía cada vez menos en presencia de ella, menos ahora que se sabía correspondido. Akane había dejado de ser una hermosa jovencita para convertirse en una hermosa mujer, todo frente a sus ojos completamente enamorados.
Con sus piernas torneadas, endemoniadamente sexys, y sus pechos firmes, de un tamaño que él estaba seguro se ajustarían a sus manos y a sus labios con perfección artística.
La mirada acaramelada de la chica no había cambiado, pero en ocasiones podía distinguir aquel aire coqueto en sus ojos y su corazón se agitaba queriendo ser siempre él el único receptor de tal atención.
Las caderas de Akane también llenaban su mente, imaginándola danzando sobre su cuerpo al compás del ritmo que ella imponía.
Ser el prometido de la chica de cabello corto era ya una tortura para su líbido, pues ella despertaba sin intentarlo cada uno de sus instintos más básicos con solo mirarlo, sonreírle o estar cerca de él... aunque al mismo tiempo la chica había mantenido la distancia física a un nivel insoportable esos años. Pero él ya había tomado una decisión días antes.
Lo haría ahora, él era Ranma Saotome, no un cobarde. Y empezaría a comportarse más seguro con ella. Lo peor que podía pasar era que lo enviaran a volar por los cielos de Nerima, aunque ahora sabía cómo enfrentar aquella actitud de Akane.
Compró un libro cuyo título era algo así como "Seducción para principiantes", pero la verdad sea dicha ni siquiera terminó de leer el primer párrafo. Afortunadamente, encontró el mismo contenido en video y pasó aprendiendo cosas totalmente nuevas para él.
Aunque temía equivocarse y echar todo a perder, desarrolló una manera en base a sus nuevos conocimientos, una técnica infalible de seducir a la prometida que el destino le había concedido, y que cumplía con cada una de sus expectativas en el amor.
La hora del almuerzo llegó y toda la familia se reunió en el comedor. Akane ya estaba sentada en su sitio cuando él entró.
Sus miradas se cruzaron y el sonrojo en el rostro femenino le auguró un buen curso de acción para esa tarde. Ella no estaba molesta, no se había arrepentido. Seguía en pie la cita.
Todo iba bien, tan bien que no podía evitar sentirse nervioso.
Sin querer desvió la mirada hacia el patio con desconfianza, temiendo que algún loco o enloquecida auto proclamada prometida apareciera a dañar todo.
-Ranma, hijo, siéntate-escuchó decir a su madre
Tomó asiento en su sitio, junto a su prometida. La mesa estaba adornada con un bonito mantel largo de color blanco y la comida estaba elegantemente dispuesta pero los platos aún no habían sido servidos.
La mano del artemarcialista se aventuró a encontrar la de su prometida, escondido de las miradas bajo la tela blanca. Aunque nerviosa, la chica tomó su mano y sonrió satisfecha. Ranma le acarició con su dedo pulgar. Él también estaba nervioso, podía sentirlo en el tacto frío de sus dedos.
