No sabía bien cómo se había resistido aquella madrugada cuando Akane permaneció a su lado, en sus brazos, compartiendo el calor de su cuerpo, hasta que el sol apareció por la ventana llenando de luz la habitación de su prometida.
No habían hecho nada, ciertamente, y no porque él no lo deseara como un loco.
No.
No habían hecho nada, pues aunque sonara absurdo, nada y todo empezaban a marcar una línea ambigua en su vida.
Abrazar a su prometida no era "nada", pero ese momento de significativa intimidad entre ella y él lo era "todo".
Él no había oído "nada", pero Akane había dicho "todo" lo que él necesitaba saber.
No había hecho nada más que abrazarla hasta que Kasumi tocó a la puerta y se vio obligado a separarse, pero ella ya sabía, pues él lo había dicho finalmente, que para Ranma Saotome no había nadie más excepto Akane Tendo.
Con el mejor de los ánimos afrontaba ese nuevo día. El año estaba a punto de terminar, no restaban más que unos pocos días y Nerima completa era un caos.
Gracias a las estupideces de Shampoo y Ukyo, ellos habían estado juntos, aunque no en las mejores circunstancias, durante la nochebuena y la navidad.
Y si bien habían pasado juntos un año más... Él estuvo creyéndose un gato, un maldito gato por todos los cielos!. Qué humillante!!!
Los fuegos artificiales, el obsequio que tanto trabajo le había costado comprar para ella, bueno ese todavía serviría, las actividades que había planeado para Akane y para él no eran ya una opción.
Ranma descansó su cuerpo sobre las viejas maderas del Dojo contemplando qué podía hacer faltando tan poco para la fiesta de año nuevo.
No tenía ni un céntimo de dinero.
No había NADA que él pudiera hacer por ella ahora.
Aunque, quizás ya era tiempo de materializar aquel TODO entre ellos dos.
Sonrió satisfecho con la brillante idea que llegó de repente a él.
Claro, eso haría.
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Las calles de la ciudad aún eran revestidas con adornos navideños y algún niño jugaba con pirotecnia sencilla, haciendo formas con las luces amarillas y riendo alegremente.
Akane caminaba despacio junto a él, con un sencillo vestido blanco y zapatos negros de tacón bajo. Su cabello corto estaba semi recogido con un pasador dorado y el maquillaje apenas resaltaba sus preciosos ojos marrones y sus provocativos labios los adornaba con un color cereza.
Ranma desvió la mirada un instante de la chica y suspiró, sin darse cuenta estaban a punto de llegar a aquel edificio.
Saltó de la barandilla donde iba caminando y se plantó frente a la chica.
-Pasa algo, Ranma? Estás...
-Escucha, solo voy a decir esto una vez-la interrumpió él-Y por supuesto puedes negarte, Akane-añadió con un dejo de inseguridad que aún no perdía.
Una cosa era que ella lo amara y otra que aceptara lo que estaba planeando hacer pues apenas se habían dado un beso y ahora iban camino de...
-Nunca te obligaría, aunque no hay razón para que digas que no, pero...Lo que intento decir es...
Su prometida lo miró confundida.
-Aceptas casarte... conmigo hoy?-preguntó mirando los bonitos ojos de la chica-Si no quieres...está bien, pero que sepas que yo sí quiero... sí que quiero...casarme contigo-terminó con dificultad su propuesta.
Se maldijo internamente de inmediato. Había practicado durante tres días solo para escucharse a sí mismo balbuceando como un gato lo que debería haber dicho como un hombre.
-Ranma, estás borracho?-fue la respuesta de Akane que lo observaba sorprendida.
Grandioso!
-No lo estoy!-respondió queriendo hundirse en el concreto de la calle, ya sin fuerzas para mirar a la chica.-Solo quiero casarme, eso es todo!
-Por qué quieres casarte hoy, Ranma?-preguntó la chica frente a él
-Eso, pues...-intentó argumentar él-No me obligues a decir cosas así, no puedo.-Ella suspiró un poco decepcionada evitando sus ojos.-No pienses nada raro!-exclamó nervioso ante la reacción de la chica-... es solo que necesito casarme y...
-Escúchame tú a mí, Ranma: No tengo idea del por qué hoy necesitas una esposa,-lo interrumpió ella con un suspiro cansado- pero bien sabes que te ayudaré en lo que necesites sin necesidad de que cambies tu comportamiento conmigo. No hace falta que juegues con mis sentimientos.
-No digas tonterías Akane, no estoy jugando nada y yo no necesito una esposa. Te necesito a ti porque te amo!
La chica de ojos marrones volvió a mirarlo con atención, como esperando una continuación a sus palabras.
-Es que yo te amo.-se quejó nervioso- No sé qué más decir... Tú eres mi todo, de acuerdo? Cásate conmigo o moriré soltero...y virgen-admitió con dificultad.
Akane sonrió satisfecha, con los ojos marrones humedecidos. Realmente no es que estuviera esperando una declaración llena de rosas o cosas así de él. Ese no sería Ranma, ella bien sabía lo mucho que le costaba expresarse y actuar como lo venía haciendo. Se acercó hasta estar a un paso de distancia y tomó su rostro con cariño.
-Eres un bobo-le comentó mientras le sostenía entre sus manos
-Y tú una torpe, marimacho-masculló él abrazando la cintura femenina con naturalidad.
-Y así quieres que acepte tu propuesta?-preguntó ella arqueando una ceja.
-Solo hazte responsable de mí, Akane-pidió lastimero uniendo sus frentes
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-Estamos en casa-anunciaron mientras se descalzaban en la entrada.
Todos debían estar reunidos en el comedor, listos para servir la cena de año nuevo, así que se dirigieron juntos hacia allá.
-Muchacho tonto, qué horas son estas de llegar-regañó Genma sin apartar la vista de la comida frente a él
-Ranma, ya que estás de pie me pasas la...-Kasumi Tendo dejó caer el tazón de arroz sobre la mesa, cubrió su boca con una mano y la otra la llevó a su pecho con sorpresa.
La inesperada acción de la mayor de las hijas de Soun hizo que todos levantasen la vista, primero hacia ella y posteriormente hacia aquello que la había dejado sin palabras.
Confundido ante lo que veía, Genma Saotome restregó con fuerza sus ojos, mientras su buen amigo y compañero de juegos intentaba hilar correctamente las palabras, ahogado entre las lágrimas.
-Cielos, ustedes en verdad que son dramáticos-se quejó Nabiki, pasando junto a los dos jóvenes y tomando la botella de salsa de soya, la dejó cerca de su impactada hermana mayor.
Los más jóvenes de la familia se sonrieron mutuamente mientras entrelazaban los dedos.
-Akane-se escuchó decir apenas a Kasumi
Los prometidos tomaron asiento en sus lugares.
-Por favor, no es para tanto-intentó restar importancia la menor de las Tendo.
-Están, ustedes realmente están casados?-logró pronunciar finalmente Kasumi
-Así es, acabamos de firmar el acta de matrimonio -respondió Ranma mirando a los ojos a su ahora esposa.
-Pero, por qué no nos avisaron?-se quejó con tristeza Nodoka
-Lo lamentamos, pero no sé si recuerdan lo que ocurrió la última vez-respondió el muchacho de ojos azules
-Oh!-exclamaron comprensivas su madre y su cuñada
Nabiki por supuesto maldijo por lo bajo. Aquella boda no le valió ni un Yen a ella, ¡vaya negocio desperdiciado!. Aun así se alegraba por su hermana y su tonto cuñado.
La cena terminó entre un mar de cuestionamientos, felicitaciones y parabienes. Con la emoción del matrimonio, ambos patriarcas bebieron hasta quedar inconscientes y Nodoka, que tampoco tenía mayor tolerancia alcohólica, se rindió con el primer trago de sake.
Nabiki, Kasumi y el doctor Tofu se retiraron pasada la medianoche. La primera a una fiesta con amigos en Tokio y el peculiar matrimonio a su hogar, a un par de calles.
El año había terminado, junto con la soltería de los miembros más jóvenes de ambas familias. Al salir el sol un nuevo ciclo empezaría para todos y con él la posible odisea de enfrentar a todos los locos y supuestas prometidas en Nerima.
Pronto el hogar Tendo se encontró en silencio, más allá de los acostumbrados ronquidos de Genma, ahora convertido en panda.
Akane se había dispuesto a dejar limpia la cocina. Más que nada postergando el momento en que Ranma y ella debían empezar a compartir como esposos. Porque el día había sido maravilloso, sí, pero la noche la estaba llenando de dudas.
Miró la joya en su dedo anular, un anillo sencillo de plata que originalmente no osaba convertirse en argolla matrimonial, pero cumpliría con tal cometido, por ahora, a criterio de Ranma.
Al firmar los papeles que los declaraban esposos ella fue la mujer más feliz del mundo. Y aunque Ranma estaba tan nervioso como ella se las arregló para sonreírle mientras colocaba el anillo en su mano izquierda.
Cuando el anciano juez decretó el "por el poder legal que me concede el estado yo los declaro marido y mujer", Ranma besó sus labios tan suavemente y luego la abrazó con fuerza mientras el grupo de desconocidos que le habían servido de testigos les aplaudían animados.
-Mía, ahora sí señora Saotome, eres mía-le susurró al oído haciéndola sonreír, entre nerviosa y feliz.
Ese tonto. Él era su tonto para siempre.
-Akane, qué estás haciendo?-preguntó desde la entrada de la cocina el ojiazul.
-Solo estoy dejando todo limpio.-los brazos fuertes de su esposo la rodearon y las palabras se ahogaron en sus labios ante el contacto.
-Déjalo, por favor-pidió él con voz ronca y seductora provocándole escalofríos en todo el cuerpo.-Solo...vayamos a dormir -sugirió en su oído.
Tan nerviosa estaba que apenas atinó a asentir levemente con la cabeza.
Ranma la levantó en brazos y ella se aferró al chico, ocultando su avergonzado rostro en el cuello masculino.
Él sonrió, agradado con el tímido comportamiento de su esposa. A decir verdad, para él también era difícil no sentirse nervioso. Aunque, quizás, ansioso sería una mejor descripción a su estado actual.
Tras subir las escaleras, a medio pasillo Ranma dudó.
¿Debía llevarla a su habitación donde lo único que tenía era un viejo futón o a la de ella donde al menos había una cama cómoda?. Después de todo esa sería su noche de bodas
-Ah, este, Akane a dónde...?
-A mi habitación-respondió la chica
-Claro, por supuesto-aceptó él.
Después de todo sería muy incómodo si de golpe su padre entraba a la habitación que compartían y los encontraba a ellos dos... bueno, era mejor su habitación.
