"Mistrust"
Scene 10 - Dead

-Yuki-san...-
La voz se escuchaba algo distante.
-Yuki-san-insistió, y pudo sentir cómo lo sacudían levemente.
-¿Mmh...?-Cuando sus ojos dorados por fin pudieron enfocar, distinguió un par de figuras vestidas de blanco, el doctor y una enfermera.
Y detrás estaba Tohma, con la cara angustiada.
Mika, Hiroshi, Sakano... todos en la habitación mirándolo, hasta el imbécil de Kenji. Podría jurar que la mirada que le estaba dirigiendo el actor, rebosaba de una especie de triunfo.
Y escuchó también el molesto sonido de los aparatos del hospital. Giró un poco, ahí estaba. Su Shuuichi, su ángel, aún en coma.
Se puso de pie algo torpemente ante las miradas sorprendidas de todos.
-No escogiste el mejor lugar para dormir, ¿sabes?-
Yuki le dirigió una mirada helada a su hermana mayor. Tampoco era el mejor momento para hacer ese tipo de comentarios.
-¿Cómo sigue Shu-chan...?-Kenji, ignorando por completo lo demás, se acercó a preguntarle directamente al médico.
Estaba aún medio dormido. Escuchó a Kenji hablar con el doctor sobre el estado de Shuuichi. Seguía igual, ningún progreso.
La enfermera verificaba que todo estuviera funcionando correctamente mientras hacía anotaciones. Ryuuichi se había acercado a la cama y había dejado a Kumagorou cerca del inconsciente vocalista.
Y el horrible retumbar de las cosas que estaban conectadas a Shuuichi seguía sin dejarlo en paz.
-Vamos, afuera. Dénle un tiempo a solas con él...-Tohma, con su voz siempre serena, empezó a sacar a todos los presentes de la habitación.
Bueno, al menos ahora lo dejarían en paz. No quería hacer otra cosa que estar ahí a su lado. Quería estar presente cuando por fin abriera los ojos, anhelaba abrazarlo, besarlo, decirle cuánto sentía todo lo que...
-Eiri-san-
-¿Eh?-La mirada aguamarina de Tohma estaba escrutándolo.
-Vámonos...-dijo tranquilamente al tiempo que lo tomaba del brazo, llevándolo fuera de la habitación.
Pero ¡¿por qué?! No había dicho que le daría un tiempo a solas. Yuki sintió una furia indescriptible cuando la puerta se cerró, dejando sólo a Kenji dentro, con Shuuichi.
Con su Shuuichi.
Violentamente se soltó de Tohma y se precipitó de nuevo hacia la puerta. Forcejeó la manija, pero no abría.
-Eiri-san...-
-¡Díganle a ese idiota que abra la puerta! ¡Quiero estar con Shuuichi! ¡Abre imbécil!-
Pero Kenji no parecía escucharlo. Era como si la puerta y la ventana tuvieran la capacidad de aislar el sonido de afuera.
-¡Quiero entrar maldita sea!-Empezó a golpear con los puños la puerta, el cristal.
-Aniki, ya basta.-Tatsuha estaba sujetándolo firmemente, tratando de hacerlo desistir. Sin embargo, la ira del escritor lo proveía de una fuerza impresionante, fuerza que fue capaz de tirar a su hermano al suelo una vez más.
-¡Eiri!-La voz alarmada de Mika, que corría a ver si Tatsuha estaba bien.
-¡¿Nadie piensa abrir la maldita puerta?!-
Varias enfermeras y otras tantas personas observaban en silencio. Un doctor se acercó y le susurró algo a Tohma al oído.
-Eiri-san, ya basta...-
-¡Eso es lo que yo digo! ¡Ya basta!-
Pero esta vez eran tres hombres vestidos de blanco los que lo apartaban de la puerta. Antes de estar lo suficientemente lejos, pudo ver a Kenji inclinándose sobre el cuerpo inmóvil de Shuuichi para besarlo.
-¡Suéltenme! ¡No me toquen! ¡¡Sólo quiero estar con él!!-
Pero la fuerza de los tres médicos era mucho mayor.
-No lo mereces...-
-¿Qué?-
-¿Crees que mereces estar con él? ¿Después de las cosas que le dijiste y la manera en que lo trataste?-Nunca había visto a Hiroshi tan molesto en todo el tiempo que llevaba de conocerlo.
Ayaka se había abrazado al de cabello castaño-rojizo, tenía los ojos llenos de lágrimas también y miraba a Yuki con un resentimiento sin precedentes.
-Pero... pero yo quiero...-
-Pero él tiene razón Eiri-san. No podemos permitirlo.-
¿Era realmente la voz de Tohma la que había pronunciado esas palabras?
-No queremos que sigas lastimándolo-Ryuuichi.
-No le hagas más daño. Déjalo en paz.-K'
¿¡De qué se trataba todo esto!? Ahora él era el malo del cuento y todos estaban en su contra. ¡Kenji era quien había llegado! ¡ÉL había intentado separarlos y lo estaba logrando! ¡Era todo su culpa!

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El espejo de cuerpo entero que había en su habitación cayó a pedazos.
Su puño y su camisa estaban manchados de rojo.
Su rostro bañado en lágrimas.
¿Por qué le hacían esto? Ya no era sólo Ikeda, sino todos. Todos estaban en su contra.
TODOS.
-Nadie... nadie lo comprende...-Sollozó lleno de rabia mientras seguía arremetiendo contra los cristales rotos. El dolor que le producían las, cada vez más severas cortadas, no era nada a comparación de la traición que estaba experimentando.
Si, había sido un bastardo. Nunca debió comportarse así con Shuuichi, pero jamás imaginó que sus acciones fueran a causar consecuencias tan drásticas. Y se había disculpado ya. Quizá él no lo había escuchado, pero se disculparía de nuevo cuando despertara. Se disculparía tres, diez, cien veces si era necesario. Estaba realmente arrepentido.
Y se hubiera disculpado con ellos también si le hubieran dado la oportunidad. Lo habría hecho si Kenji no le hubiera fastidiado todo. Si él...
Dolía. Las punzadas que sentían sus manos y sus dedos al recorrer ferozmente el teclado de la máquina. Las letras apareciendo a una velocidad exorbitante en la pantalla.
¿Qué más daba si ya estaba todo lleno de sangre?
No cerraría esas heridas. No dejaría que cicatrizaran hasta que él no despertara.

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Una semana... dos...
Todos seguían viéndolo como si fuera un perfecto extraño. Era asqueroso. Cada vez que miraba por la ventana de la habitación encontraba a Kenji ahí. Sentado junto a Shuuichi. Hablándole, leyéndole algo o simplemente acariciando una de sus delicadas mejillas.
¿Cómo se atrevía a tocarlo? Nadie más podía hacerlo. Nadie que no fuera él.
Había optado por ignorarlos a todos. Si ellos no lo apoyaban, entonces estaban en su contra y Yuki no pretendía brindarles la más mínima atención.
Recordó a Suguru preguntar por sus manos. Cosa curiosa.
-Si yo tuviera esas heridas no podría tocar, debe ser doloroso...-
¿Doloroso? Si, lo era, pero nada a comparación de la angustia interna que lo inundaba. ¿Y a él que le importaba si el mocoso no podía tocar? ¿Para qué quería tocar si a Bad Luck le faltaba el miembro más importante?
Y cuando veía sus manos, escarlata, llenas de sangre seca y costras...
Más ira. Las golpeaba contra algo, lo que fuera. Dijo que no las dejaría cicatrizar hasta que él no despertara y no lo haría.
Lo que era el colmo. Nadie se dignaba a informarle del estado de Shuuichi. Ni Tohma, ni Mika, ni Tatsuha.
Cuando le dirigía la palabra a algún doctor, estos simplemente le sonreían y le respondían cualquier tontería, como tratándolo de demente.
Hilarante. Había preguntado también a una enfermera y la joven amablemente se había ofrecido a regalarle unas vendas para sus manos.
-No debería dejar que las heridas se infectaran, Yuki-san...-
Rió a carcajadas. Volvieron a echarlo del hospital. ¿Qué mas daba? El volvería, las veces que fuera necesario. Mataría si hacía falta. Ya lo había hecho antes, ¿qué diferencia podía hacer?
Lo que fuera con tal de estar ahí cuando las brillantes amatistas volvieran a ver la luz.

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Tres semanas... cuatro...
El cumpleaños de Shuuichi estaba cerca.
Algunas teclas empezaban a pegarse por la sangre seca. Maldita sea, habría que comprar una nueva computadora.
Pero luego. Necesitaba terminar con eso antes. Si, antes de su cumpleaños.
No iría a verlo por unos días, no tenía tiempo. DEBÍA terminar eso antes de la fecha.
Estaba bien, ¿no? Porque Shuuichi no despertaría cuando él no estuviera ahí. Lo estaba esperando. Si... se lo había dicho en un sueño. Que sólo esperaba el momento en que Kenji abandonara esa habitación. Y cuando por fin Yuki estuviera a su lado, abriría los ojos.
Rió, mirando los caracteres aparecer en la pantalla.
Todos eran unos estúpidos. Ahí todos los días, esperando a que Shuuichi reaccionara.
Si querían que reaccionara, tenían que dejarlo pasar a él. Porque al igual que en un cuento de hadas, la princesa no despertaría hasta recibir el beso de su príncipe.
Y el príncipe era él, no el tarado de Kenji.
"P R Í N C I P E"
Rió una vez más cuando las letras, grandes y blancas, aparecieron en la pantalla.
Sacudió la cabeza, borró. Su mente estaba interfiriendo con su trabajo.
Lamió la palma de su mano derecha, probando el metálico gusto de su propia sangre. ¿Cuántos días llevaba sin darse un baño? No lo sabía, pero no importaba.
Nadie iba a verlo, no tenía nada a qué salir. Y si él no iba a despertar aún, no había razón para hacerlo.
Miró el calendario.
Viernes.
Abril.
Quince.
Era su última noche para trabajar.
Y maldita sea, si el teléfono seguía sonando con tanta frecuencia como el timbre, iba a volverse loco.
Desconectó la línea, rompió los cables del teléfono. Necesitaba trabajar.
Y durante toda esa noche no durmió. Sus manos no estuvieron quietas hasta el amanecer.
Sonrió al ver su obra lista.
Dejó las páginas imprimiendo mientras iba a darse un baño. Salió de su apartamento vestido, casi de gala y con el paquete de hojas en los brazos.
Se había puesto guantes. No quería que Shuuichi se preocupara por sus heridas al despertar, ya luego se podía atender.
Ahora lo que más importaba era él. Era entregárselo.
Antes de llegar al hospital compró un enorme ramo de rosas rojas y blancas.
Y chocolates, seguramente él querría comer chocolates.
Y más tarde cuando saliera del hospital lo llevaría a cenar a algún lugar caro, al más caro de la ciudad. Para después de la cena...
-¿Yuki-san...?-
-¿Mmh?-se sorprendió al comprobar como por fin uno de los médicos le dirigía la palabra.
-¿Qué hace aquí?-
¡Qué pregunta por dios! Como si no fuera obvio. Miró alrededor y se alegró al notar que nadie estaba en la sala de espera. Quizá al fin habían entendido que sólo él podía despertarlo.
-¿Qué hace aquí?-
-Vengo a ver a Shuuichi.-mostró las rosas, los chocolates, el paquete. -Hoy es su cumpleaños-
El doctor intercambió una mirada rápida con otro colega. -Pero... pero él...-
-Pero él ¿qué? Mire, tengo mucha prisa ¿podría dejarme pasar?-
La puerta estaba abierta, Kenji no estaba ahí dentro. Finalmente.
-Shindou-san murió hace tres días...-
-¿Qué?-rió, revolviendo las sábanas de la ahora vacía cama.
-Él murió Yuki-san, pensamos que le habrían informado...-
-No... no es verdad...-
-Murió. Es verdad.-

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Estaba empapado. De pies a cabeza.
Las rosas se habían estropeado con la lluvia y su paquete de hojas también. ¿Qué había sido de los chocolates?
Pero mírenlo. Si aún duerme.
Su rostro estaba más sereno que nunca. Vestía sus ropas de costumbre, dormía...
-Shuuichi... despierta, vamos. Aquí estoy...-
Silencio.
-Por favor... Shuuichi. Vine por tí, ya estoy aquí... abre los ojos...-
Pero no despertaba.
Y no podía tolerarlo. Él no estaba muerto. No lo estaba. Se lo había prometido. Que esperaría por él.
-Yuki-san...-
Giró súbitamente. Lo miró. ¡¿Tenía que estar aquí también?! ¡¿Ni en su muerte lo dejaría en paz?!
-Yuki-san, no puede estar aquí.-Su sonrisa limpia, acercándose.
Lo mataría a él también. Todo había sido su culpa, estúpido, imbécil, infeliz. Maldito Ikeda Kenji. Le había quitado su única razón de vivir, se la había...
Sin pensar más, se lanzó contra él, gritando. Lleno de dolor y rabia, dispuesto a destrozarlo.
Por completo.

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¿Me van a matar ^^U?
Adelante, háganlo, están en todo su derecho ^o^UUUU.
Ya saben, Gravi es de Murakami-sensei, Kenji es mío, amenazas de muerte se pueden dejar en un review o dirigirse a kyuuketsuki@iespana.es
Tsu-chan, este es para ti XD.
Misato, asias por las correcioncillas *le hace un altar*.
Y perdón, mil perdones por la tardanza minna!!
*huye*