Gasel: así me habían llamado nada más nacer, mi piel con un bronceado permanente, mi cabello negro ondulado y mis ojos color mercurio me condenaron al repudio social y labraron en mi una constante sentencia de muerte.
Gitanos nos llamaban. Éramos felices, no necesitábamos mucho, las banalidades como el oro, joyas y ropas caras no era algo de lo que presumiriamos.
Nómadas, así nos describíamos, no teníamos tierra que llamaramos nuestra, pero nos teníamos los unos a los otros, viviendo en carpas, o incluso sin eso, disfrutábamos de los pequeños placeres de la vida que nos permitía las calles, bailar al son de las panderetas, guitarras y gaitas, éramos libres a nuestra manera en particular, no molestabamos a nadie, era cierto que de vez en cuando nos veíamos obligados a robar, pero era solo para poder sobrevivir. Incluso hubo varias veces que la ley casi nos corta las manos por nuestros crímenes.
Pero...una noche, todo mi clan, mi familia, las personas con las que había crecido, quienes me habían dado mi escencia, fueron emboscados, no nos dieron tiempo de nada, comenzaron con un pequeño fuego en la punta de una de nuestras carpas, y el caos se desató. Gritos, llantos, golpes de metal contra metal, era lo único que podía escuchar mientras intentaba huir, mis pies descalzos me llevaban sin rumbo, pero de nada me sirvió, me capturaron, me encadenaron y arrojaron a una celda carroza junto con las niñas y jóvenes que quedaban vivas.
-Esta será una muy buena mercancia-Dijo quien me había capturado, tomando mi rostro con brusquedad-Me pregunto cuanto nos pagarán por una carita tan bonita como la tuya-Me soltó y se fue riendo con sus compañeros.
Apenas dormí esa noche, escuchando el sollozo de mis amigas y hermanas a mi lado, el amanecer me despertó con un brusco sacudón de los caballos que eran el motor de mi prisión. Sabía que este no podía ser mi fin, merecía mi libertar, y costara lo que me costara tomaría lo que era mío por derecho, mi mente, con los recuerdos de mi gente, comenzó a maquinar el plan perfecto que me ayudara a salir de ese infierno en el cual jamás pedí entrar.
El viaje al mercado de esclavos fue agitado y tan incómodo como dormir arriba de un árbol. El bullicio de los comerciantes gritando que tenían y a qué precio retumbaba, hacía eco y se mezclaba en mis oídos, pero también me llenaban de ira los gritos de los niños y el parloteo de personas que pasaban a nuestro lado como si no fuesemos nada más que objetos esperando que los pusieran sobre una mesa o un estante , el aroma a especias, frutas, el olor a carne echándose a perder, se arremolinaban asquerosamente y bailaban en el aire a mi al rededor.
Solo tiraron de mis cadenas, pusieron un letrero de madera al rededor de mi cuello y me dejaron ahí, parada frente a esos asquerosos que no dejaban de verme con lascivia, pero mi punto de quiebre, fue cuando uno de esos bastardos se atrevió a tocar mi cintura y mis pechos sin mi consentimiento, ya nada me importó, salté sobre él, mordí su oreja y con la agilidad que me había dado mi vida en las calles, até la cadena que conectaba mis grilletes a su cuello, y presioné, apreté a tal punto que su rostro se puso azul, no importaba cuantos golpes recibiera o los gritos ordenandome que lo soltara, su vida estuvo en mis manos hasta que cayó al suelo, ya sin respirar. Para luego tomar la daga que estaba en el cinturón que sostenía sus pantalones y apuñalar al que me había capturado y puesto a la venta, para luego quitarme los grilletes y correr.
Todo el mundo comenzó a verme con miedo, esa sensación de poder recorriendo mis venas me encantó, correr entre los transeúntes, que me vieron cubierta de sangre, era un golpe de adrenalina que no quería que se acabase jamás.
Persona que obstaculizara mi camino sería desprovisto de vida por mi mano, ya no sería la víctima de nadie, era Gacel, la gacela sanguinaria, ya no era la joven gitana que bailaba por diversión y unas monedas.
Me escondí en los bosques colindantes al puerto del oeste, dónde sabía que había suficientes idiotas que podían llevarme a dónde jamás me encontrasen, la isla de los tres picos, donde la leyenda contaba que estaba el tesoro de la reina del sueño eterno, por supuesto que la promesa de un tesoro que me llenara de riquezas era tentador, tanto como el canto de una sirena, pero era lo menos que me importaba.
Debía agradecer la estupidez de los hombres y la codicia que los rodeaba, sin que nadie se diera cuenta me infiltré de polizón en el barco de alguien que se hacía llamar "Rick el rojo" (que nombre tan absurdo) fueron días tranquilos, me escabullía de mi escondite para robar comida y salía por las noches para ver las estrellas y respirar aire fresco pero...el viaje se truncó cuando las sirenas comenzaron a cantar casi llegando a la isla, rompiendo el casco, el barco se destruyó y mi poca experiencia en el agua me hizo hundirme como roca "¿Así voy a terminar?" "¿Tanto luché para nada?" Eran mis pensamientos mientras sentía que mis pulmones se llenaban de agua, pero antes de que pudiese pensar en mis últimas plegarias, algo me empujó hacia la superficie, un cuerpo de peces me envolvió casi en mi totalidad y me sacó del agua, poniéndome a salvo en la orilla. Tirada en la arena, seguramente presentaba un aspecto patético. Mi ropa estaba completamente arruinada, mi cabello parecía un trapo de lavar platos y no podía hacer más que toser y escupir agua e intentar enfocar mi vista.
De las profundidades pude ver qué salía alguien, una figura delgada y femenina, de cabellera de un rojo vivo y ojos blancos perlados, con algo violeta que cubría su pecho, podría haber jurado que tenía una cola de sirena que transformó en un par de piernas pero mis ojos aún estaban algo nublado por el agua.
-¿Disfrutaste tu baño?-Me preguntó con un tono sarcástico.
-Lo hubiese disfrutado más con una esponja y algo de jabón-Le respondí insegura de si dije una buena broma o si se sentiría insultada.
-Tienes valor niña, debo admitirlo-Una vez que mis ojos se aclararon, pude ver perfectamente quien tenía frente a mí, y casi me desmayo de la impresión, era la reina de los siete mares, Ariel, la sirena más poderosa del mundo, su tridente dorado brillaban con luz propia, y su corona descansaba orgullosamente sobre su cabeza.
-Veo que me conoces, por la cara que acabas de poner-Dijo fríamente.
Mi vergüenza se acrecentó, los gitanos conocíamos perfectamente su historia, su grandeza y fortaleza, no se dejaba doblegar por nada ni por nadie y muchos deseábamos ser como ella. Me levanté de un salto, algo tambaleante por la inestabilidad de mis piernas y le hice una reverencia.
-¿Por qué me salvó, majestad?-Le pregunté inclinando la cabeza incapaz de verla a la cara. Su tridente se posó bajo mi mentón y me obligó a mirarla, su rostro inexpresivo me devolvía la mirada y al mismo tiempo me hacía sentir mariposas en el estómago y un golpeteo descomunal en el pecho.
-No puedo dejar que la oscuridad dentro de ti muera-¿Oscuridad? ¿De qué hablaba?-Si niña, la oscuridad que te trajo hasta aquí, el hambre de justicia que saciaste con tus propias manos, imagino que debió ser glorioso-Mientras hablaba, iba rodeandome como un depredador jugando con su presa-Ese poder de tomar lo que es tuyo por derecho, dejar de ser una víctima para convertirte en guerrera-¿Acaso me había visto matar a esas personas? ¿Era capaz de ver mi pasado? ¿Podía leer mi mente?-Tienes oscuridad en tu interior, tan hermosa y brillante como la luna-Dijo para luego desaparecer sin más, dejándome con la mente llena de dudas y cavilaciones.
Pasé la noche en la playa, sentada en la fría arena, viendo el cielo estrellado, pensando en las palabras de la reina Ariel... oscuridad ¿Que quería decir con eso? Solo hice lo que era justo para mí ¿Era una mala persona por defenderme? ¿Acaso me tenía que dejar vender como un objeto sin mas valor que el de una baratija?
Tomé mi decisión ni bien el alba comenzó a despuntar, tenía que encontrar el castillo de la reina del sueño eterno, hablar con quién sea que estuviese ahí en ese momento, no quería el tesoro, pero por un poco de comida y un techo podía hacer un trato, tal vez ayudar con la limpieza o cocinar...no sería una sirvienta pero si una pequeña ayuda.
El bosque que rodeaba el castillo era fácil de cruzar, no era muy grande y la estructura de ladrillos grises se podía distinguir a la lejanía con facilidad...lo difícil era entrar, ya que apenas me acerqué algo me impulsó hacia atrás, empujándome en el aire.
Un sentimiento de terror se instaló en mi pecho, instandome a correr a la seguridad de un escondite. No sabía por que pero mi cerebro me gritaba que corriera, que no dejara que me atrapasen, pero no sabía de quiénes o qué...hasta que la ví, una mujer de cabellera acairelada pelirroja pero no del mismo intenso que la reina Ariel, suelto y a la altura de media espalda, su vestido verde opaco estaba medio cubierto con algo que parecía ser la piel de algún animal salvaje, en el hombro izquierdo, tal vez un trofeo o algo así, descansaba un cráneo animal, aunque no podía poner las manos en el fuego por adivinar, cual; llevaba en la mano una especie de cuchillo , el cual rezaba no tocara mi cuerpo.
-¿Vas a esconderte todo el día o me darás la oportunidad de divertirme contigo?-Su voz, de tonalidad dulce pero engañosa hablaba al aire, dudaba que me pudiera encontrar en la copa de un árbol, y más viendo que tenía una cicatriz de tres líneas paralelas y verticales que iban desde su frente hasta su mejilla derecha, dejando su ojo completamente blanco y ciego (posiblemente el ataque de una bestia o algo por el estilo), su rostro estaba pintado, como si fuese parte de un clan o una familia vikinga antigua, tenía una línea negra vertical, a mitad del labio inferior hasta su mentón y tres líneas horizontales que atravesaban su rostro a la altura del tabique, dos apenas alcanzaban la nariz y se detenían cerca de los lagrimales.
Veía como iba y venía, tal vez si me quedaba quieta y no hacía ningún sonido podía salir librada (ingenua de mi por creer semejante tontería) apenas pude contener un grito que quiso escapar de mi garganta cuando ví que un cuchillo tan grande como mi cabeza rozaba mi sien y se perdía en el aire detrás de mí, perdí la estabilidad debajo de mis piernas y la rama dónde estaba se fracturó haciéndome caer en un golpe seco al duro suelo, todo el aire se me escapó dolorosamente, mi cuerpo vibró y protestó, puntos centelleantes aparecieron ante mi visión y de repente todo a mi al rededor se volvió negro.
Desperté en un lugar sombrío, carente de luz solar, las paredes de ladrillo gris retenían un frío húmedo que me calaba en el alma, y un piso de granito, apenas si había una mesita de madera rústica y poquito más.
Mis manos estaban atadas a una especie de semi arco derruido que sostenía una cuerda la cual mordía la carne de mis muñecas.
-¿Dormiste bien?-La voz femenina, aguda y melosa rozando mi oreja izquierda me sobresaltó y por instinto dirigí la mirada a quien me hablaba. La mujer era tan palida como un fantasma, su cabello negro azabache, largo hasta media espalda daba un inmenso contraste a su palidez, de ojos fríos, calculadores de un tono verdoso casi pardo, sobre su frente descansaba lo que parecía ser una máscara echa con un cráneo humano y un lazo grueso sugetandolo, sus brazos estaban cruzados por un sin número de cicatrices ya blancas y desgastadas.
-¿Quien es usted?-Pude articular, en un hilo de voz asustada por todo esa situación.
-¿Yo? No tiene importancia-Respondió con frialdad-La pregunta real es ¿Quien eres?-No sabía de dónde, pero de un momento a otro sentí el frío de un arma tocando mi cuello para luego percibir un hilillo de algo tibio y húmedo bajar por él-Sería tan fácil, solo un poco más de presión y tú vida se acabaría en este mismo instante.
-Es una gitana-Reconocí la voz de la reina de los mares, detrás nuestro-es una huérfana que fue criada por los gitanos del pueblo comerciante del norte de Baltha-Estaba impresionada y asustada a la vez, no le había hablado de mi pasado, no entendía como sabía todo eso de mí-¿En serio la matarías sabiendo que la oscuridad que guarda en su interior podría ayudar a crear el portal que necesitamos?
Gracias Pupé Milefú por darme está inspiración con tu genial serie de Tiktok "Diario de las princesas"
