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La respiración acompasada de Camus era un bálsamo de tranquilidad para Milo. Dormía boca abajo, la sábana dejaba al descubierto, entre la maraña de pelo que era su melena, el dibujo de la Diosa del Agua, signo inequívoco que Camus estaba preparado para conquistar la armadura de Acuario.
Milo sabía que cuando Camus fuera caballero de oro, abandonaría el Santuario, y eso le apenó profundamente.
Ahora que había conseguido que Camus se decidiera a dar un paso fundamental en su vida, no quería perderle de vista ni un solo momento.
Camus se movió, y se giró hasta encontrarse con los ojos de su amante.
—Buenos días, Camus. ¿Cómo te encuentras?
—Dolorido...
Se incorporó y vio una pequeña mancha de sangre en la sábana.
—Era tu primera vez, ¿verdad?
Camus se sintió incómodo por la pregunta.
—Sí...
—Debí imaginarlo. Traté de tener cuidado, pero...
—No digas nada, no importa.
—A mí si me importa si te dolió o no, Camie. No quisiera hacerte daño...
—Es un dolor soportable, no pienses más en ello.
—Sólo porque tú me lo pides.
Camus se estiró para agarrar la túnica que reposaba en el suelo, pero Milo le interceptó la mano.
—No te vistas todavía, me gusta contemplar tu cuerpo.
Camus se ruborizó.
—Tienes un cuerpo perfecto, Camus de Acuario.
—Camus de Acuario... dentro de muy poco tiempo, tendré que pasar la prueba del hielo...
—Sí, y yo la de las agujas escarlatas.
—Cuando me enteré de que ibas a exponer tu vida, casi enloquecí...
—Por eso venías tan azorado.
—Necesitaba verte, Milo.
El escorpión sonrió.
—Me alegro de que lo hayas hecho.
Camus tenía el rostro bastante serio.
—¿Qué pasará ahora? —.Los ojos del joven estaban confusos, llenos de miedo.
—Que volveremos al Santuario, conseguiremos las armaduras y nos convertiremos en Caballeros de Oro los dos.
—Ojalá todo fuera así de fácil.
—Lo será, Camus, ya lo verás.
Se acercó a él, y le besó, una a una, todas las estrellas de su constelación guardiana, Acuario. Camus no se resistió, se dejó llevar por la experiencia de Milo, por su dulzura, por su pasión. "Cuántas veces habrá hecho esto, y a cuántos..." pensó mientras empezaba a gemir. "No quiero pensar en nada, quiero sentir, quiero amar y ser amado, quiero..." La lucha interior del joven no pasó desapercibida para Milo.
—... relájate, Camus... relájate y abandónate...
—... sí...
—... Camus... déjate llevar... Camus...
—... te... per... te... nez... co, Milo...
Estas simples palabras enloquecían al aspirante a la Armadura del Escorpión. Le maravillaba lo apasionado que se mostraba el joven Acuario con él. Bajo ese manto de soberbia frialdad latía tal fuego que rivalizaba con el suyo propio. Si el francés conseguía librarse de sus prejuicios, si conseguía escapar de la cárcel de cristal en la que él mismo se había encerrado, Milo no le dejaría marchar y adquiriría un compromiso con él ante los ojos de los demás compañeros y maestros del Santuario. Dejaría sus correrías nocturnas para cuidar y proteger a su pequeño dios de la voluptuosidad llamado Camus.
Y el Escorpión bebió de la Vasija de Acuario repetidas veces, era un amante incansable, infatigable, a la vez que imaginativo y rebosante de sensualidad. Cuando Camus dejaba su frialdad a los pies de la cama, Milo se ruborizaba de lo salvaje que podía llegar a ser el Témpano de Hielo. Su hermoso Témpano de Hielo...
