Oye Arnold pertenece a Craig Bartlett y claro a Nickelodeon. En este universo la selva no ocurre.
QUIMICA
CAPITULO 2. LA EXPLOSIÓN
POV DE ARNOLD
Arnold se encontraba en la misma mesa que Rhonda ahora supliendo el lugar de Nadine. Se veía concentrado mezclando sustancias bajo las indicaciones del maestro a cargo de esa materia. Realizaba anotaciones de vez en cuando sobre los resultados, mientras la pelinegra se preocupaba más de no ensuciarse o de terminar despeinada. Arnold era un chico listo, su cabeza peculiar no restaba su carisma, su principal atractivo era la amabilidad y su manera de resolver los problemas, don desde la infancia. Era su caballerosidad lo que le hacía tener la admiración de algunas jóvenes. Pero Arnold no solo tenía el intelecto y sus buenos modos, el joven también lo suyo; la "faldita" había desaparecido y ahora usaba la camisa encima de la sudadera y no al revés. Se había vuelto más alto, era delgado, pero atlético. Le gustaba el deporte, el más actual era futbol americano, pero también practicaba otros. Lidereaba al grupo de los novatos y esperaba su turno en el equipo oficial de la escuela. Arnold se preparaba para una beca deportiva.
– ¿Qué piensas de estas gafas?
–Están bonitas – dijo apartando tan solo un poco la vista del matraz para ver a su compañera.
–"Están bonitas"–imitándolo –, es todo lo que vas a decir, ay Arnold, estas gafas y la bata fueron confeccionadas exclusivamente para mí por uno de los mejores diseñadores de este país y tu solamente dices "están bonitas"– nuevamente imitándolo y parecía que sentía pena por él–. En fin, qué vas a saber tú si todo lo que haces, lo haces con esa gorrita. Me haces pensar que hasta en tu boda seguirás con esa cosa sobre tu cabeza. – El joven rodó los ojos, irritado –. Deberías conseguir un asesor de modas, seguramente ayudaría a tu imagen, yo podría conseguirte una cita…
El diálogo se pauso, al rubio le trajo alivio. Rhonda miraba hacia el frente, entretenida. Arnold pensó que tal vez sonaría grosero interrumpirla, pero no había razón alguna para no continuar con el trabajo.
– Creo que deberías dejar de admirar tus nuevos accesorios y ayudarme con el trabajo.
–¡ACCESORIOS!, ¿debes estar bromeando?, ¿verdad? Arnold, para tu conocimiento no solo son "accesorios" – hizo drama-. Además, no es lo que admiro – contesto la autonombrada reina de la moda aún con la mirada al frente.
– Y entonces, ¿qué es lo que tanto observas? – pregunto acercándose a su amiga muy curioso para poder ver lo que ella veía; para su sorpresa se encontró con Helga y el chico nuevo.
– No se ve nada mal el chico nuevo, nada mal. Sus zapatos son feos – señaló –, pero su camisa es linda, pantalón diez y sus ojos son hermosos – dijo liberando un suspiro –. Es una lástima que Helga lo desperdicie – sonrió con picardía.
Los chicos seguían observando a Helga y como esta mostraba antipatía por el nuevo. Lograron ver como la rubia lo miraba de arriba a abajo y lo dejaba con la mano extendida.
– Ahora debe estar pensando que tiene cara de idiota, se dijo a sus adentros muy burlón– Hay que seguir trabajando – dijo un Arnold despreocupado.
–¡¿Que le sucede a Helga?! – cuestiono alzando un poco la voz–¡¿Como puede tener a un chico lindo y ser así?!, ¡¿Qué clase de chicos le gustan, Arnold?! –pregunto dubitativa y al mismo tiempo molesta luego de haber escuchado "Es la sal y está a tu izquierda, pelmazo" de parte de Helga.
–No tengo idea – respondió, desde hace tiempo él se hacía la misma pregunta.
Arnold y Helga se habían hecho grandes amigos hace más de un año atrás, durante el último año de secundaria. Antes de eso, a partir de la graduación de la primaria y hasta el último año de secundaria, para ser precisos, los rubios no se hablaban. Aunque asistían al mismo lugar ni el saludo se daban, no importaba si pasaban muy cerca uno del otro. Se habían evitado las reuniones en padilla si el otro asistía, habían borrado sus existencias. Nadie se atrevió a preguntar.
A todos les sorprendió el cambio que ocurrió al cursar tercero de secundaria. Cuando los rubios coincidieron en la mayoría de las clases, ya no pudieron evitarse, y así como en la primaria, coincidieron en proyectos que los hicieron convivir no solo durante las clases sino afuera de ellas.
Al principio había sido molesto e incómodo; como siempre eran el agua y el aceite personificados, siempre en constantes pleitos. Sin embargo, aunque Helga seguía siendo gruñona y mandona, ya no tenía 9 años. Era tan solo un poco menos agresiva que en la infancia, aún conserva su fama a la actualidad, pero se había logrado abrir al dialogo, y a medida que paso el tiempo fueron dejando de lado algunos de sus conflictos. Por fortuna las cosas cambiaron de a poco entre los dos, aprendieron a divertirse juntos, los insultos de Helga dejaron de ser tan constantes y ofensivos, la adolescencia además hacía que las bromas dejaran de verse pesadas, algo de insolencia a esa edad era creativa y, de hecho, muy divertida.
Arnold también permanecía en un constante aprendizaje sobre Helga, aprendía a descifrar muchos de sus verdaderos sentimientos, la bondad que podía surgir sin explicaciones de ella alcanzaba a sorprenderlo. A veces, se preguntaba cómo alguien prefería mantener eso guardado en un cajón antes que exponerlo. Arnold sabía que Helga era más que una adolescente hostil, lograba ver más de ella. Pero no lograba verlo todo, le faltaba algo muy importante, lo más importante quizá. Arnold no terminaba de descifrar el sentimiento que todavía sentía ella por él. Tenía la mente llena de recuerdos que no podía ignorar y aún así lo hacía. Helga salvando el vecindario a su lado, ella confesándose y después una segunda ocasión, robándole otro beso el día de la graduación de la primaria. Sin duda, ese el verdadero motivo por el cual no se hablaron durante mucho tiempo (aunque lo nieguen) y que años más tarde, ya siendo amigos, Arnold con indirectas intentará retomar, sin embargo, sintió que era tarde, sintió que Helga había logrado enterrar eso cuando se empeñó a ser cupido durante la graduación de la secundaria y lo unió a Lila. Arnold no podía entenderla, sus señales eran confusas, pero en ese momento se resignó a su indecisión, a que sus sentimientos se habían aclarado tarde y ya no podría esperar a ser correspondido por la rubia. Se resignó a ser amigos. Inicio algo con Lila (una vez más). Sin embargo, el noviazgo de la pelirroja y el rubio no duro mucho porque lo que inicia mal no puede terminar de otro modo. Lila y él se llevaban bien, pero solo eso. Ambos se despidieron sin lágrimas. Poco después Lila se vería obligada a volver a su pueblo natal. De eso ya un semestre.
!¿Que clase de chicos le gustan... ?¡ Era una muy buena pregunta y odiaba no tener la respuesta. Él hubiera querido contestar que era una "Adoraarnolds" como el Sr. Hyunh dijo a una mula, eso sino hubiera sido por el debut que Helga había hecho en el baile de graduación de la secundaria. ¿Qué clase de chicos le gustan... a Helga? La pregunta se hacía cada vez más ruidosa dentro de su cabeza. Ojalá lo supiera…
– Arnold, Arnold, ¡ARNOLD! –hablándole en un grito a su amigo, muy preocupada.
–Lo siento, Rhonda–se disculpó al fin saliendo del trance al que lo había sometido la pregunta.
–¿Estas bien? Quizás Helga no te deje hablar o quizás tenga razón cuando dice que eres un soñador.
Arnold se hizo de oídos sordos y retomo la mezcla de elementos para despejar sus pensamientos.
– OH... POR... DIOS – exclamo la joven muy asombrada.
– ¿Ahora qué pasa? –pregunto alzando los ojos algo aburrido.
– Parece que Helga está teniendo una conversación muy interesante con el de hermosos ojos – respondió aun asombrada y a la vez algo divertida.
Arnold por más que intento no pudo evitar y sin dejar de verter sustancias levantó su peculiar cabeza para dar un vistazo lo más disimuladamente posible y fue como pudo observar la ternura que reflejaba la mirada de Helga hacia el castaño.
– ¿Qué es esto? –pensó negándose a lo que sus ojos estaban viendo. Claro que sabía que Helga era capaz de trasmitir ternura, pero acababa de conocer al chico; si de por sí ya era raro que HELGA PATAKI (¡PATAKI!) se mostrara de esa forma con mucha más razón por tratarse de un total desconocido y entonces –¿Qué ha ocurrido si hace un rato todo estaba tan normal?, ¿estará usando sarcasmo? Si quizás sea eso y solo está fingiendo que le agrada. No puede ser posible–continuaba pensando mientras veía como la joven aproximaba su mano a aquel chico de tez blanca–solo falta que lo bese– ya había dejado de ser un Arnold despreocupado.
El cabeza de balón despistado se había olvidado de que inconscientemente seguía agregando sustancias a su mezcla por eso no pudo advertir como esta reaccionaba.
– ¡Arnold! –la pelinegra intento avisar, pero fue muy tarde.
¡PUUUUUUM! un estrepitoso ruido se hizo sonar en aquella aula.
La sustancia de Arnold se había expandido y estallado ante sus ojos.
– ¡Sr. Shortman! –le hablo el profesor muy molesto.
– Lo... lo siento mucho, profesor – el rubio se encontraba muy apenado con su profesor y con sus compañeros.
– Jóvenes suspendan todo –ordeno–. Los afectados diríjanse a vestidores y esperen indicaciones, el resto puede quedarse a ayudar a Arnold y a Rhonda con este desastre– indico al grupo con mucha autoridad.
La sustancia de Arnold había alcanzado muchos lugares sobre todo los que se encontraban rodeándolos, estos habían sido cubiertos no más que los culpables (claro estaba), pero tampoco se les podía negar que fueron afectados. Poco a poco se fue vaciando el salón, solo quedaban cuatro jóvenes y un maestro ordenando material en la bodega.
– ¿Qué fue lo que paso, cabeza de balón? – algunos sobrenombres seguían latentes.
Arnold no contesto y no era por el sobrenombre, hace tiempo que no le molestaba, era porque no sabía que responderle, un "Me distraje mientras te observaba" no le parecía buena idea, el silencio provoco que Helga enarcara una ceja.
– Se suponía que evitarías que esto pasara–le dijo con ironía mientras colocaba tubos de ensayo en una gaveta
– Lo sé... me equivoque en la fórmula eso es todo–dijo cuando por fin había encontrado como excusarse sin tener que decir la verdad.
– ¿Equivocarte? Suerte que nadie se perjudico y a mi no me engañas –espeto suspicaz –, esto te paso por distraído, como siempre caminando en las nubes despierto, Arnold –regañó–. Seguramente pensando en una chica, enamorado–jugó la joven.
– No... No sé de qué hablas–respondió bastante nervioso.
– ¿Es cierto? –dijo ella abriendo muy bien los ojos ante el descubrimiento. Se sentía Marco Polo viajando por la ruta de seda (Definitivamente había hecho su tarea de historia).
La cara del rubio comenzó a ruborizarse, se había sonrojado logrando afirmar la sospecha de Helga.
– ¿Y quién es ella? –continuo con una risa mal contenida –Tus admiradoras de futbol americano estarán decepcionadas.
– No hay ninguna chica–menciono tratando de ponerse más serio –Deja las bromas.
– Tranquilo, solo era eso, una broma. TeamArnold, recuerdas, estoy de tu lado –se disculpa –, si no quieres contarme ahora lo entiendo– se ríe, y solo por molestar agrega lo siguiente –. Sabes que me enterare tarde o temprano, eso es inevitable.
¡Ring!
La campana sonó marcando el final de una clase y el inicio de otra.
– Joven Santirso y Srita Pataki pueden retirarse a su siguiente clase muchas gracias por su ayuda.
–Creo que ya no podré ayudarlos más –le dijo a su amigo dejando a un lado una franela que había utilizado.
– No te preocupes ya casi terminamos –respondió ya más calmado.
– Bien, te veré en el receso.
– Claro –dijo agregando una sonrisa.
Helga se despidió con un movimiento de mano y se dirigía a la salida cuando...
– ¡Helga, espera! – Owen la siguió – Aún no me ubico, ¿puedes orientarme para mi siguiente clase?
Pataki tomo el horario en sus manos y le echo un vistazo –Ajam, tu siguiente clase es también mi clase –le sonrió –. Sígueme, larguirucho.
La sonrisa de Arnold se desvaneció, en Owen sucedió lo contrario. El castaño tomo su mochila y avanzo por delante de la rubia hasta la puerta y la abrió para ella como todo un caballero. Arnold contemplaba la escena, consternado, tenía una sensación subjetiva de algo oprimiendo su pecho y un calor subía hacía su garganta, jamás había sentido eso antes.
