Quiero verte sonreír mientras miramos las estrellas y bebemos café. Quiero verte feliz, mientras sostienes mí mano en esto que llamamos vida.
- SukunaxNobara
- Two-Shot
- Mención YuuNoba
- Créditos de la portada a @EsterEggs (en Twitter)
Chasqueo la lengua con claro fastidio, mientras entrecerraba sus ojos tratando de comprender lo que decía el letrero de señalización. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces se había metido a Google Maps, para saber donde mierda se encontraba y como llegar a su destino. Odiaba sentirse fuera de lugar, no sabia donde se encontraba y tenia la certeza que envés de acercarse a su destino con cada paso que daba se alejaba mas. Guardo su celular en el bolsillo de su abrigo, importándole poco si las pestañas se habían cerrado correctamente.
-¿Y ahora como mierda vuelvo a mi hotel?- gruño para si mismo, espantando a unas adolescente que pasaban por su lado.
Soltó un pesado suspiro, maldiciendo su suerte y su poco sentido de la orientación. Quizás aquello de conocer a su padre no habría sido una buena idea.
Ahora que lo pensaba con mas claridad ¿Qué rayos le diría al hombre? "Hola soy Ryomen, tu hijo bastardo engendrado en Estados Unidos" ¡Claro que no!. Por lo que su madre alguna vez le dijo, el parecido de ambos era bastante, aunque el no estaba seguro de aquello.
Por inercia llevo la mano a sus cabellos, mirando con detenimiento un mechón rosado, un color bastante peculiar; que de alguna forma parecía combinar con sus -también inusuales - ojos escarlata. Se pregunto que color de ojos seria los de su padre, sabia que no serian rojos, después de todo heredo esos ojos de su madre. Una hermosa mujer de cabellos negros y profundos ojos rojos, pero lo que tenia de hermosa, lo tenia de idiota.
Frunció el ceño ante aquel pensamiento, no odiaba a su madre ,no tenia caso odiar a una persona muerta; solo le dolía su recuerdo. Camino hacia el cordón de la calle para poder parar un taxi, y volver a su hotel. De repente sintió que alguien tiro de su chaqueta, tratando de llamar su atención.
...
Nobara se encontraba contenta, había conseguido todos los ingredientes para preparar el pastel favorito de su hijo y la comida favorita de su suegro. Soltó una sutil risa al imaginarse la cara que ambos hombres pondrían ante tal banquete. Miro a ambos lados antes de cruzar la calle, pero se detuvo en seco al ver una silueta demasiado familiar; un hombre alto, de espalda ancha y despeinados cabellos rosados. Dio un paso para atrás titubeante, tanto fue el shock que casi tira sus compras al suelo.
El hombre dio la vuelta claramente frustrado, mirando para los lados parecía desorientado, con el celular en la mano. En esos momentos noto que aquel hombre no era quien pensaba, podía encontrarte cierto parecido en aquel sujeto con Yuuji, pero no lo era. "Yuuji esta muerto" se recordó a sí misma. Lo vio acariciar su cabello y sostener un mechón del mismo frente a sus ojos, como si estuviera analizándolo.
Luego lo vio soltar un suspiro, no supo porque pero algo dentro suyo le decía que debía de ayudar a aquel hombre, a si que sin pensarlo camino hasta el, espiro una de sus manos tirando ligeramente de su chaqueta, casi tímida.
...
Ryomen no estaba seguro como termino caminando al par de aquella mujer de cabellos castaños y ojos de igual color. La joven le había preguntado si era pariente de los Itadori, lo cual le sorprendió, aturdido le pregunto como es que ella sabia aquello, y ella rio antes de contestar.
"Bueno, son pocas las personas que tiene ese color de cabello." Tenia un punto." Y además te encuentras a unas pocas calles del hogar de los Itadori. Hablas Japonés de una forma fluida y tienes unos rasgos asiáticos definidos, pero tu acento te delata". La mujer pareció dudar, aun así sonrió antes de preguntar. "¿No eras de por aquí, cierto?"
Después de intercambiar un par de palabras más, la mujer se ofreció a guiarlo hasta el domicilio. En el camino la joven se presentó como Kugisaki Nobara y el se vio obligado a hacer lo mismo.
-¿Sukuna? ¿Cómo el de la leyenda?- el peli-rosa asintió entusiasmado, en E.E.U.U nadie conocía aquélla leyenda sobre el Rey de las Maldiciones y muchos creían que solo contaba aquello para hacerse de un apellido.
Cuando la castaña le indico que en la siguiente calle se encontraba su destino, el paro sus pasos abruptamente, pensando seriamente si aquello seria una buena idea. Quizás debería girar sobre sus talones, regresar a su hotel y abordar el próximo vuelo a E.E.U.U.
Sintió la mirada de la castaña sobre su persona y se maldijo mentalmente, ¿Qué escusa podría dar? Ninguna, no al menos una escusa lógica. Se humedeció los labios, mientras pensaba que decir, quizás dar una reverencia; recordó que en algunos de los animes y mangas que alguna vez vio o leyó, daban una reverencia por absolutamente cualquier cosa.
-¡Mamá!- un niño de cabellos del mismo color que los suyos, abrazo a la castaña.
El miro sorprendió la escena, según el Kugisaki no debían sobrepasar los 20 años, 22 como máximo. ¿Cómo era posible que aquel niño que parecía tener alrededor de 10 años, sea su hijo?
- Sukuna-san el es mi hijo.- la mujer le dio un pequeño empujo al niño, quien dio una ligera reverencia.
- Itadori Takera, un gusto conocerlo Sukuna-san.
El pestañeo un par de veces, no estaba acostumbrado a que los niños actuaran de una forma tan formal con el. Comúnmente cuando lo veían solían salir corriendo o simplemente temblaban ante su presencia. Según su tío aquello se debía a su aura amenazante y oscura, pero ese niño era diferente, no sabia si era por la cultura en la fue criado, o por que simplemente se sintió en confianza por el obvio parentesco que compartían. Después de todo la castaña le había dicho que no existían muchas personas con aquel color de cabello.
-¿Sukuna? ¿Cómo el de la leyenda?- pregunto el niño mirándolo con ojos brillosos cuando proceso la información.
El mayor soltó una carcajada, al parecer el infante se parecía a Kugisaki en mas de un sentido. Despeinó sus cabellos susurrando un "Así es"
...
- Entonces…
El hombre frente suyo parecía desconfiado, y no lo culpaba, no todos los días tu nuera aparece con un extraño en la puerta de tu casa quien dice ser tu hijo.
- Asi que… - carraspeo.- Eres hijo de Elena-san.
Ryomen asintió. Jin ara un hombre de mirada tranquila no se parecía a nada a lo que el había imaginado. Era alguien muy diferente a el, pese a tener el mismo color de pelo y podía jurar que en su época de juventud también el mismo porte. Los ojos del mayor lo miraban de una manera curiosa, analizando cada parte de su persona, buscando similitud entre ambos.
- Sin duda, eres hijo mío.- dijo como si del clima se tratara.- Yo realmente lo siento, nunca supe que Elena había quedado embarazada.- su voz sonaba triste.
-Esta bien, no se preocupes por eso.- sin darse cuenta una sonrisa sincera salió de sus labios.
Aquel hombre emanaba un aura cálida, que lo hacia bajar la guardia. No recordaba cuando fue la ultima vez que disfruto una taza de café, a la vez que compartía una grata charla. Mas bien nunca tuvo un momento como ese.
No sabia si era por la emoción de encontrarse compartiendo una charla con su padre, el interés que este le demostraba o por la comodidad del ambiente, pero se vio a si mismo contándole sobre su vida y su horrible infancia.
Ryomen no tuvo una vida fácil, se crio en los suburbios y en un ambiente lleno de abusos, tantos psicológicos como físicos. Su madre era una drogadicta y su padrastro un alcohólico. A una corta edad tuvo que aprender a robar ya que le exigían que contribuyera con los gastos del "Hogar", aquello era de todo menos un hogar y los "Gastos" no eran nada mas que para comprar alcohol y drogas. El se las tuvo que apañar para subsistir en aquel ambiente. En su cumpleaños numero catorce su madre y la pareja de esta fueron asesinados por un ajuste de cuentas, el se salvo ya que en esos momentos no se encontraba en el lugar.
Luego de la muerte de su madre quedo bajo la tutela de su tío Alex Sukuna - hijo de una estadounidense y un japonés- , quien le conto que había perdido el rastro de su hermana cuando esta se fue a estudiar a la universidad, gracias a una beca. Que la relación de la mujer con sus padres no eran buenas, razón por la que únicamente mantenía contacto con el. También le conto que en algún momento esta le hablo de un estudiante de intercambio de llamativos cabellos rosados y que un par de años después de eso le perdió el rastro. En un momento creyó que se había ido a Japón con aquel sujeto, pero un investigador privado le dijo que ella había fallecido, junto a su bebé recién nacido por complicaciones en el parto. Y esa era la principal razones por la que no había vuelto a buscarlo.
Ryomen no creyó del todo aquella historia, hasta que su tío le mostró una prueba de ADN que se había realizado con aquella mujer que el investigador decía, y efectivamente, su tío no mentía; aunque aquello despertó dudas en ambos.
Dejando eso de lado, en un principio no confiaba en Alex. Le estaba agradecido porque le brindara un techo y un plato de comida todos los días y que prácticamente lo haya obligado a terminar sus estudios. Pese a no haber ido nunca a la escuela, el era alguien bastante inteligente, no le resulto difícil aprender a leer y escribir por su propia cuanta. Alex se había dado cuanta de esto y lo obligo a terminar sus estudios y alentó a realizar una carrera universitaria. Poco a poco Ryomen se fue abriendo, contándole sus miedos inseguridades y todo lo que le paso durante su infancia y gran parte de su adolescencia, su tío se sintió impotente y le pio disculpas un numero incontable de veces, ya que si el hubiera indagado más su sobrino no hubiera pasado por ello y su hermana seguiría viva.
Debido a todas experiencias Ryomen formo una coraza a su alrededor para protegerse de los demás, a la única persona que permitía atravesar esa coraza era a su tío y a su prima Uraume, quien siempre se mantuvo a una distancia prudente de el, esperando luz verde para poder acercarse. Cosa que el agradecía.
No era consiente de cuando sus lagrimas empezaron a caer, hasta que sintió que una calidez lo rodeaba.
- Lo siento tanto.- dijo Jin entre lagrimas, apoyando su mejilla en los cabellos del menor.- Perdóname por no haber estado ahí, pero que mal padre he sido.-
Ryomen no dijo nada, solo se dejo abrazar por el mayor.
Esa noche Ryomen fue invitado compartir la cena con su padre, Kugisaki y con Takera. Allí descubrió que el niño era hijo de Yuuji, su hermano menor, y que lamentablemente murió a los veintidós años por Leucemia. También descubrió que Takera había nacido cuando sus padres tenían diecisiete años, cosa que le sorprendió. No pregunto mucho más sobre el asunto, parecía que el recuerdo de Yuuji aun era una herida abierta, así que decidió cambiar de tema.
...
Los años pasaron y Ryomen se abrió a su nueva familia, se instalo en Japón donde con ayuda de los contactos de su padre consiguió ingresar a uno de los mejores bufete de abogados. En un principio se rehusaba a llamar a Jin padre, pero el hombre se había ganado su lugar como tal; siempre atento, preocupándose por su bienestar y tratando d alguna forma compensar su ausencia en la infancia de su hijo mayor. El pobre hombre se culpaba por todas las desgracia que su primogénito vivió durante su infancia y parte de su adolescencia. Ryomen siempre le recordaba que nada eso había sido su culpa, ya que el siquiera sabia de su existencia, mas Jin era bastante terco, algo que compartían padre e hijo era la terquedad.
En el trabajo había hecho muy buenos compañeros, para bien o para mal, como lo era Fushiguro Megumi. Según tenia entendido era el mejor amigo de su difunto hermano, en un principio Megumi se mostraba hostil con el, luego descubrió que la razón de aquello era porqué en el veia el reflejo de Yuuji y aquello en cierto punto le dolía. Ryomen no lo culpaba, suponía que era difícil para el aceptar la muerte de su casi hermano y luego tener que tratar diariamente con alguien parecido a el.
Aún asi se sentía desconcertado, pues tanto su padre como Choso, hijo de un anterior matrimonio de la madre de Yuuji, le solían repetir que el y Yuuji eran como el Yin y el Yang, en otras palabras polos totalmente opuestos.
- Tu y mi hermanito se hubieran llevado muy bien.- le había dicho el pelinegro una vez.
- Pensé que eras como el Yin y el Yang.- Choso rio entre dientes y asintió.
- Lo son, son dos polos opuestos que se complementan el uno al otro.
No recuerda que respondió después de aquellas palabras. Por alguna razón, que no comprendía hablar de su hermano muerto le dolía, aun sin haberlo conocido. Todos hablaban maravillas de el y eso le despertaba una genuina curiosidad y cariño.
Su padre vivía en Miyagi y el se había instalado en Tokio, así que no le quedo de otra que pasar la noche allí, el anciano parecía feliz de tener a sus hijos y nieto bajo el mismo techo, así que organizo una gran cena de celebración para su cumpleaños numero 55.
Esa noche, no lograba conciliar el sueño. Una mala costumbre que le quedo de la infancia, le costaba dormir en lugares desconocidos, sus instintos siempre se mantenían alertas ante cualquier mínimo sonido o movimiento, mas siendo que las paredes eran delgadas y Choso… Bueno el hombre no roncaba, aquello no eran ronquidos, eran un puto tractor. Con un suspiro decidió ir por algo de beber, no sin antes pasar por la habitación de Choso y revolearle una almohada, ahora entendía porque el azabache seguía soltero, nadie podría soportar aquellos ronquidos.
Al bajar a la planta baja vio que Nobara se encantaba sentada en el patio, con la mirada perdida en el manto nocturno. El no pudo evitar notar como la luz de la luna se posaba en la silueta femenina, sus labios ligeramente abiertos se podían ver de un color rosado, y unas casi inexistente pequitas bañaban la nariz y pómulos de la castaña. Aquello lo desconcertó un poco, nunca había notado que la castaña tenia pequitas. Sacudió la cabeza y se dirigió a la cocina, luego se acerco a la castaña con dos tazas de café y le ofreció una, ella le agradeció y sopló un poco antes de darle un sorbo al liquido.
Aquella fue la primera vez que se abrieron con el otro, el le conto lo que había vivido en Estados Unidos y como salió adelante gracias a la ayuda de tío. Ella no lo juzgo, ni lo miro con lastima, al contrario lo escucho atentamente, dándole ligeros apretones en la mano o en hombro cuando parecía estar a punto de romperse a pedazos. Luego ella le conto un poco de su vida, de cómo había conocido a Yuuji, de su patética confesión y cómo se desquito dándole una patada en sus partes nobles cuando se entero que -según palabras de la castaña- el muy imbécil la había embarazado. Noto que sus castaños ojos tenían un brillo especial al hablar de Yuuji, de lo buena persona y buen padre que había sido. El sonrió al escuchar las anécdotas sobre como reaccionaron sus amigos y padres tras enterarse del embarazo, de las primeras palabras de Takera, sus primeros pasos, etc. Todo era contado con una hermosa sonrisa, a Ryomen le daba la sensación de que era una mezcla de felicidad y nostalgia.
Al llegar a la parte de la enfermedad de Yuuji su sonrisa bacilo, sus se cerraron con fuerza y su voz tembló. El lo entendió, a ella le dolía y lo extrañaba, pero tenia que ser fuerte.
- Se lo prometí.- dijo mientras sus empañados ojos seguían en el manto nocturno.- Le prometí que seria fuerte por mi… po-por Takera.- La castaña pareció meditar sus próximas palabras, como si dudara de si contárselo o no. - Le prometí ser feliz por ambos.
-¿Lo eres?- se atrevió a preguntar el.- Se que te sientes orgullosa de Takera, es un buen chico, has hecho un muy buen trabajo al criarlo y realmente se te nota feliz cuando estas cerca de el. Pero ¿Realmente eres una mujer feliz?
Ella sorbió de su taza ya fría de café, como si no quisiera responder aquella pregunta . ¿Qué si lo era? Como podría ser feliz cuando la persona que alguna vez amo se fue de su lado, demasiado pronto como para despedirse correctamente. Se sentía bacía, como si algo le faltara. Amaba a su hijo, su pequeño era la prueba viviente del amor que ella y Yuuji se tenían. Hizo una mueca, no por el sabor amargo del café, sino por la mirada que Ryomen tenia sobre su persona, con un suspiro respondió;
- Soy una madre feliz.
El no dijo nada, se acerco a ella sus rodillas rosaron y la castaña apoyo su cabeza en su hombro, no hacia falta mas palabras. Pero por alguna razón un nudo se hizo presente en su estomago, "¿Podría yo hacerte feliz?" Tan rapido como aquella pregunta vino, se esfumo.
...
En esos momentos se encontraba mirando las estrellas, con una taza de café en sus manos. Recordó una vez haber escuchado que cuando uno moría, el alma se convertía una parte del manto nocturno y brillaría para toda la eternidad. Se preguntaba si esa era la razón por la que la castaña se pasaba tanto tiempo admirando las estrellas. Una vez vio a Takera haciendo lo mismo, también le pareció verlo hablar, pero lo hacia tan bajito que no llego a comprender lo que decía, soltó un suspiro antes de dar un sorbo a su cafe.
- No se que tienen todos los Itadoris con soltar suspiros dramáticos, cuando ven las estrellas. - hablo Fushiguro, sin despegar la vista del computador, mientras tecleaba a una gran velocidad.
-¿Todos los Itadoris?- Arqueo una ceja a la vez que se cruzaba de brazos.
El de mirada azulina asintió. Estaban trabajando en un caso importante y complicado, contaban con pocas pruebas y tenían que hacer malabares para poder conseguir la noción a favor de su cliente.
- Yuuji, el tío Jin, Nobara, Takera y podría jurar que alguna vez he visto a Choso hacer lo mismo.- finalmente dejo de teclear. Se estiro en su asiento y miro a su compañero.
- Que yo sepa Nobara no es Itadori.- respondió fingiendo desinterés.
Ahora fue el momento de Fushiguro de arquear una ceja.
- Bueno estuvo a punto de serlo.- respondió el azabache.
-Hmm- tarareo, ignorando el sentimiento de pesades que invadió su corazón ante el pensamiento de la castaña siendo la esposa de su hermano.
Fushiguro soltó una ligera risa mientras, negaba con la divertido.
- Confió en que eres lo suficientemente inteligente para resolverlo por ti mismos.- el de mirada carmesí, lo miro confundido.- Solo espero que no me hagas sostener un cartel, mientras suena una canción ridículamente romantica de fondo.
Volvió a reír, pero esta vez fue una risa más suelta, como si lo que acabara de decir hubiera sido realmente gracioso.
Luego de unos minutos Fushiguro se despedido y le recordó que el día siguiente seria el cumpleaños de su hija y lo quería allí. Fushiguro se había casado con Maki, ambos habían decidido no tener hijos pues al ser familiares había una alta posibilidad de que su hijo naciera con alguna anomalía genética; pero tras la muerte de su amigo Inumaki, decidieron adoptar a la hija de este.
Ryomen decidió quedarse un rato mas en el despacho, revisando el informe que su compañero acaba de escribir. Cuando termino se quedo meditando en las palabras del azabache, hasta que…
- Mierda, mierda, mierda…- repitió varias veces tirando de sus rosados cabellos, sin querer aceptar lo que acababa de descubrir
¿Cómo había sido tan idiota para no percatarse antes? Hasta Fushiguro se había percatado.
-Me he enamorado de Nobara.
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-¿Que les pareció?
- Les gustó?
Perdonen las faltas de ortografía
