Este fic participó de la actividad: "Fictober 2022", para el grupo "Accio Story" y "El Enigma del Kelpie". Sin reclamo de autoría de personajes, solo la trama.


.

Shot, Shot, Kiss!

.


.

Hermione tenía un secreto que nadie conocía.

Claro… hasta esa noche en la que reconoció un par de ojos grises observándola desde las sombras.

—¿Tienes algún lugar más privado, Jack? Esta noche no estoy con ánimo de estar en la barra—le dijo al cantinero quien, algo extrañado del pedido, asintió y le señaló un corredor pequeño.

—La segunda puerta a la derecha está libre.

—Me llevaré mi bebida. Gracias—dijo, tomando la bandejita que tenía en frente para luego ubicar al dueño de esos ojos gélidos y hacerle una señal con la cabeza para que la siguiera.

Y él la siguió.

Por supuesto con lo que no contó fue conque ella lo arrastrara de la corbata hasta un sofá, donde lo tumbó de mala manera, colocándole no solo la rodilla encima, sino la punta de la varita al cuello.

—¿Qué diablos haces aquí, Malfoy?

—¿Obedecer a mi jefa?—dijo él, tragando pesado por la amenaza; pero luego enarcando una ceja al echar un buen vistazo al pequeño vestido negro que la bruja traía puesto—. ¿No le preocupa que algún Muggle entre? Está prácticamente violando el estatuto de reserva de la Magia.

—Nadie vendrá si yo no lo quiero. Ahora deja de burlarte de mí y responde. ¿Qué haces en Londres Muggle? ¿Estás siguiéndome o algo por el estilo?

—¿Qué podría hacer en un lugar como este? Lo mismo que usted, señora—dijo Draco, mirando de lado hacia la mesita en el lugar—. Bueno, casi. Al parecer sus gustos son menos delicados que los míos.

—No veo ninguna bebida en tu mano.

—Pedí mi tercera ronda antes de venir. Aunque asumo que no podrán entregarla salvo que usted quiera—dijo, gesticulando luego con el dedo—. ¿Repelio muggletum? Muy lista. Ahora, si ya terminó de interrogarme, ¿Podría retirar su rodilla de mi pecho? No es que me queje de la vista; pero respirar comienza a doler.

Hermione se percató de la posición en la que estaba. Lo que no tendría nada de extraño dado su entrenamiento como Segunda al mando en el Departamento de Aurores… si es que no estuviera vistiendo ese ridículo y escotado vestido negro.

—Podría sancionarte por estar espiándome, Malfoy. ¿Lo sabías?—gruñó, quitándose de encima—. Es más, debería hacerlo. Se supone que estás en funciones en este momento.

—De hecho, es mi día libre. No como con usted…

Hermione le lanzó una mirada asesina.

—Yo suelo relajarme por estos lares cuando puedo—dijo Draco, arreglándose la camisa—. Precisamente estaba eligiendo dónde ir cuando la reconocí. Por poco no lo hago. Su vestimenta dista mucho de su apariencia habitual, señora y…

—¿Quieres dejar tu teatrito? Deja de llamarme "Señora", no estamos en el Ministerio.

Draco le dirigió una mirada peligrosa y sonrió.

—Entonces ¿debo suponer que todo lo que pueda llegar a decir no será tomado en cuenta una vez que volvamos al trabajo?

Hermione arqueó una ceja.

—No me gustaría llegar el lunes a la oficina y enterarme de que ya no tengo una oficina. Es mejor tener las reglas claras.

Ella estuvo a punto de mandarlo al diablo; pero se contuvo.

Malfoy, ciertamente, llamaba su atención desde que entró en el programa de Aurores, escalando rápidamente hasta encabezar el top cinco de los mejores reclutas con miras a ascender a un puesto junior en cosa de meses. Hermione técnicamente era su jefa, o por lo menos su superior al mando, no se supone que le permitiera tratarla de tú. No lo hacía con nadie.

Pero, esa noche, como bien dijo, no estaban en el Ministerio, no estaban en la oficina. ¿Qué daño podía hacer darle permiso de decir lo que quisiera?

—Aún tendrás tu oficina.

—Muy bien—dijo él, sentándose apropiadamente, adoptando una postura engreída para luego mirarla a ella de pies a cabeza—. Cuando te vi simplemente no pude apartar la vista de esas piernas tuyas, así que me dije que debía de conocer a la dueña. Imagina mi sorpresa, Granger, cuando me di cuenta que ya te conocía.

Hermione le miró dijo unos segundos y luego entornó la mirada con cierto hastío.

—Debí suponer que como la gran mayoría de hombres, resultarías tan básico.

—¿Y conoces a la gran mayoría? Pff, por favor, no puedes fingirte ofendida cuando en primer lugar pediste sinceridad.

—No recuerdo haberlo pedido.

—Además no he dicho nada ofensivo—dijo Draco—. Deberías saber lo que otros allá afuera pensaban. Si yo resulto básico, aquellos son una manada de trogloditas, incluido el lindo bartender con el que estabas coqueteando

—Yo no coqueteaba con… oye, un segundo. ¿Cómo es que sabes lo que otros estaban pensando?

—Tengo mis trucos.

—No, no, no me vengas con eso. Malfoy, sabes bien que no puedes usar magia en muggles. No te habrás atrevido a…

—Granger… soy un legeremante bastante habilidoso. Pensaba que lo sabías, está en mi expediente.

Ella le achinó la mirada.

—¿Has estado leyendo mi mente?

—Lo habrías notado de haberlo intentado. No. Es más sencillo con muggles porque no tienen barreras. Soy habilidoso, no natural—dijo Draco—. En fin, el punto es que al menos la mitad de hombres allá afuera te imaginaron en poses nada decorosas con ellos de protagonistas. El bartender se preguntaba si esta noche tendría suerte. Está un poco obsesionado con tu escote.

—Mentira. Lo estás diciendo para molestarme, no te creo.

—Pues allá tú, Granger; pero, yo que tú, no tomaría de tu segundo vaso—dijo Draco. Hermione miró la copa pequeña junto a los trozos de limón y el montículo de sal.

—Estás fanfarroneando.

—¿Por qué lo piensas?, ¿Acaso un hombre, por ser Muggle, no podría ser tan patán como un mago? Créeme, en este momento Jack debe estar echándose encima alguna colonia barata antes de venir a buscarte.

—Pruébalo—exigió ella cruzando piernas y brazos.

Draco procuró no distraerse con las mejor acentuadas curvas y mantuvo la vista en sus ojos… por una vez al menos, hasta que demostrara su punto.

—Podría—dijo—. Pero necesitaría usar magia y quizá algún medio poco ético que no estoy seguro de que apruebes.

—¿Matarás a alguien?

—Dije poco ético, no definitivo. Además no tengo humor para deshacerme de la evidencia hoy.

Hermione palideció.

—Estoy bromeando, Granger—acotó Draco—. Bien. Si luego no vas a reportarme y estás dispuesta a dejarme manejar esto a mi manera, pues retira el repelio y que corran las apuestas.

Ella no lució muy segura; pero luego miró a sus bebidas con pena. Siempre podía castigar a Malfoy otro día con cualquier excusa si es que estaba tomándole el pelo.

Ahora, que si estaba diciendo la verdad, tal vez tendría que premiarlo.

—Bien. Pero un paso más allá de lo poco ético. Y tendrás un mes de suspensión. No quiero heridos, no quiero sangre.

—Dejaré la opción de desangramiento lento y doloroso como cosa tuya, preciosa. Ahora, el hechizo, si me haces el favor.

Hermione alzó la varita.

—No me digas preciosa. ¡Finite!

No pasó mucho para que Draco preparara la escena y para que Jack apareciera en el pequeño apartado, mostrándose algo descontento por encontrar a Hermione con compañía.

—Vaya, ya era hora. Estaba a punto de ir a poner mi queja—dijo Draco con repentino malhumor.

—¿Señor?

—Nada de "Señor", exijo una devolución de mi dinero, una disculpa y que venga su gerente, ¡Han querido timarme!

—Perdón, no lo entiendo, ¿Qué sucedió?

—Esto—dijo Draco, señalando un vaso que había trasfigurado y llenado con agua… con cierto aditamento especial—. No estoy lo suficientemente ebrio para no darme cuenta. ¡Pedí un vodka y me han traído agua!

—¿Qué? Pero no… eso es imposible, señor.

—¿Insinúa que miento? Pruébelo y verá que es cierto.

Jack tomó del vaso sin dudar, mostrándose avergonzado después.

—Lo lamento mucho, señor, enseguida le traeré su pedido.

—Y supongo que gratis.

—Por supuesto, señor, la casa paga.

—Ah, en ese caso ya no quiero vodka. ¿Qué sugieres?

—Podría traerle la carta, si desea.

—Uhm, no, ¿Sabes preparar martinis?

—Sí, por supuesto.

—¿Y mojitos?

—Sí, señor.

—Me agradas, muchacho, me agradas. ¿Cómo dijiste que te llamas?

—Jack Kensington, señor.

—Ah. ¿Y de dónde eres? Dime tu dirección.

Jack parpadeó confuso por un momento; pero luego su lengua se soltó.

—Soy del norte de Escocia, mi dirección actual es Wells Damners calle 4, edificio Saller, departamento 105, Londres, Inglaterra.

Draco sonrió.

—Espléndido. Ahora, alivia mi curiosidad. Casualmente te vi preparando los tragos de mi compañera aquí presente, ¿Le echaste algo extra, quizá?

—Rohypnol, media pastilla.

Hermione palideció.

—¿Y eso es?

—Una droga potente.

El semblante de Draco se ensombreció.

—¿Y sueles drogar a menudo a las chicas?

—No.

—¿Por qué ahora? ¿Por qué con ella?

—Mi compañero de piso me dijo que me ayudaría. Ella me gusta. Viene todos los viernes a la misma hora; pero solo bebe su tequila, me sonríe y se marcha. Pensé que sería buena idea.

—¿Pensabas violarla, tal vez?

—No. Solo la ayudaría. Ella pensaría que soy genial por no propasarme y luego le pediría una cita.

Hermione estrelló el rostro en ambas manos.

—Claro. Ah, una cosa más, ¿En qué estabas pensando cuando le veías el escote en la barra?

Jack respondió como si estuviera hablando del clima.

—En lo sexis que se verían esos pechos haciéndome una…

—Ya veo—interrumpió Draco a tiempo, compadeciéndose de la mortificación de la bruja.

Hermione miró al bartender como si no pudiera decidir entre cortarlo en pedacitos o estrangularlo ahí mismo. Pero luego, al ver que estaba cerca y que comenzaba a emerger del sopor del veritaserum que de seguro Draco había usado, siguió a su instinto y se cambió de lugar, usando al rubio como escudo humano.

Draco accidentalmente volcó el vaso con lo que quedaba de agua en la alfombra y, tomando discretamente su varita, la dirigió hacia Jack pronunciando un seguro y pequeño "Obliviate".

—Ahm, ¿Qué estoy haciendo aquí?—se preguntó Jack, segundos después .

—Justo a tiempo. Perdona, muchacho. Se me ha caído mi trago en la alfombra. ¿Puedes traerme otro? Tu mejor Whisky en las rocas, por favor—dijo Draco muy suelto de huesos.

Jack lo miró, luego a Hermione y después a las copitas de tequila en la mesita.

—Y ya que estamos. Una botella de tu mejor tequila también, sellada por supuesto. Y dos copitas vacías, si no es molestia—añadió Draco, posando la mano sobre una de las rodillas de Hermione—. Mi novia disfruta mucho de un buen tequila por las noches. Supongo que la sal y los limones van por cortesía, ¿Cierto?

Jack lució desangelado primero y asustado de muerte después. Copitas vacías. Y las que había servido estaban intactas. Ese hombre rubio lo había descubierto.

—S-Sí, p-por supuesto.

—Que sean limones enteros y trae algo con qué cortarlos. Gracias. Ah… y llévate estos shots—agregó Draco señalando al tequila servido.

—Enseguida, señor—dijo Jack olvidando el limón—. ¡Permiso!

Le faltaron piernas y pub para correr.

—No puedo creerlo—dijo Hermione.

—Sí, yo tampoco. Pensaba que mínimo le lanzarías un hechizo punzante, Granger. Recuerdo cuando ese rumano del departamento de deportes te silbó sin saber quién eras. El incauto no supo qué le pegó y nadie nunca pudo incriminarte.

—¿Y cómo se supone que sabes eso?

—Soy observador.

—Estabas espiándome.

—Implicaría estar oculto. Yo estaba a plena vista ese día.

—¿Como ahora?

—Touché, Granger—admitió Draco.

En eso, ambos recordaron la posición en la que estaban. Hermione bajó la mirada hacia la mano que todavía le sujetaba la rodilla. Draco la quitó sin mucha prisa y ella se alejó, de pronto incómoda con el largo de su vestido.

—En mi defensa, esta noche habría sido catastrófica si no te hubiera seguido, ¿No crees? Bruja o no.

—Sí, bueno. Gracias. Supongo que ha sido todo por hoy, así que, diviértete con tu whiskey—dijo Hermione, poniéndose de pie—. Nos vemos el lunes, Malfoy.

—Ah; pero pensaba que te entusiasmaría la botella de tequila.

Ella le miró, ceñuda.

—No me vas a decir que renunciarás a tu pequeño placer de los viernes solo porque un jovencito hormonal te hizo una mala pasada. ¿Qué pasó con el coraje Gryffindor?

Solo por el gusto de llevarle la contraria Hermione volvió a sentarse, solo que al frente.

—Tan orgullosa.

—¿Qué es lo que quieres conmigo, Malfoy? Una diría que no tienes nada mejor que hacer un viernes por la noche.

—Solo beberme un whiskey y relajarme. ¿No buscas lo mismo?

—¿En un pub muggle?

—Menos miradas, cuchicheos y menos posibilidades de ocupar algún puesto no requerido en el siguiente número de "Corazón de Bruja". Justo como tú, asumo, señora segunda al mando después de Robards.

Hermione hizo una mueca. Odiaba que tuviera razón.

—Los tragos muggles no están mal. Son bastante creativos.

—Se congeló el infierno si es que Draco Malfoy está elogiando a los muggles.

—Solo a sus tragos. Y ahora, supongo que podré probar otro.

Hermione arqueó una ceja y le miró con cierta burla.

—¿Tú? ¿Tequila? Pff, por favor.

—¿Eso es un reto?

—Morirías en el primer intento.

Draco la miró con astucia y diversión.

—Haz tu apuesta.

—Malfoy, terminarás en un hospital llorando y luego me vas a culpar toda la vida.

—¿Entonces prefieres que la apuesta la haga yo? Cuidado, Granger…

—No resistirías ni una copa antes de pedir un litro de agua.

—Pruébame—siseó Draco sin perderla de vista—. A menos claro, si tienes miedo de perder, lo entendería perfectamente.

Eso hizo el truco. Hermione sintió fuego en las venas.

—La botella—casi ladró—. Beberemos shots hasta que uno de los dos no pueda más.

Era una apuesta segura. En los eventos del ministerio, bailes de aniversario del colegio y por comentarios entre los novatos, Hermione sabía que Draco no bebía nada salvo whiskey y vino. Una o dos copas en público.

Por supuesto que no podría con más de dos shots de tequila. Eso si no escupía el primero.

Ella lo vería caer o salir huyendo, exigiendo el litro de agua antes de llegar a su usual segundo shot de tequila.

—Trato—dijo Draco—. Y si al final, eres tú la que se rinde, tendré el derecho de pedirte algo. Lo que sea.

—¿Crees que soy una colegiala? Marca tus límites, Malfoy. A mí no me vas a arrancar promesas ambiguas.

Vio una ligera sombra de fastidio en sus ojos. Como si lo hubiera atrapado tejiendo la telaraña de su trampa.

—Bien. Si yo gano, harás lo que pida hoy, y dentro de estas cuatro paredes. No explicaciones, no comentarios futuros.

Hermione evaluó la situación. Daba gracias a Merlín de que pudiera discernir sin efecto del alcohol todavía.

—Nada humillante—contra propuso.

Él sonrió burlón.

—¿Qué? ¿Vas a pedirme un juramento de varita?

—Pues ya que lo mencionas—dijo Hermione, sacando su varita.

Draco deseó darse un zape; pero luego entornó la mirada y sacó su varita también.

—Juro no pedir nada humillante a Hermione Granger si ella pierde el reto tequilero.

La punta de su varita brilló. Hermione tuvo que obligarse a reaccionar.

Francamente no había esperado que accediera.

Tal vez Malfoy no tenía mala intención. Solo tal vez.

—¿Feliz?—dijo Draco cuando la magia de ambos se enlazó.

—Extasiada.

—Qué bueno—dijo él con indiferencia—. Ahora, ya que estamos, expón tu demanda si yo pierdo.

Ella pensó en algo realmente bochornoso; pero ya que habían acordado que nada de comentarios futuros ni explicaciones, optó por algo sencillo.

—Vas a morder los limones que queden, sin agua ni nada que te alivie.

—Ja, ¿Tienes diez años?—ironizó él—. Trato hecho.

Cuando las bebidas llegaron, Draco vio con diversión al joven mesero nuevo. Jack no se había atrevido a mostrar la cara de nuevo. Hermione lo agradeció.

—Muy bien, Granger. ¿Lista para perder?

—Te veré llorando, Malfoy—dijo ella, tomando uno de los limones picados en su bandeja y también la sal. Mordiendo los gajos ácidos para luego poner los granos de sal en el dorso de su mano y lamer.

Primer shot.

—Tu turno—retó.

Draco como toda respuesta cogió un limón entero y lo cortó metódicamente, casi como si estuviera cortando algún ingrediente de poción. Después tomó un pedazo, lo lamió un poco y le colocó la sal.

Su lengua tomó los granos mientras sus ojos no se apartaban de la Gryffindor, quien parecía hipnotizada con sus movimientos.

Bebió su shot de un trago, y mordió el limón.

—Hecho. Te toca.

Ella demoró un poco en reaccionar.

—¿Y ese ritual?

—¿Hablas de la forma correcta de tomar un tequila?

—No hay una forma correcta.

—Pero bien que no pudiste quitarme los ojos de encima.

Hermione se sonrojó.

—Deja de dar largas, Granger. Bebe.

Ella se esmeró en seguir su propio ritual casi con reverencia, sintiendo un no sé qué extraño al darse cuenta que ahora era Draco quien no apartaba la vista.

Segundo shot.

—¿Listo para chupar limones, Malfoy?

—Tengo otras cosas en mente—dijo él, preparando su trago—. Antes, un pequeño favor.

—¿Arrepentido? ¿Tan pronto?

—En tus sueños—dijo él y señaló hacia la entrada del apartado—. Aleja a los muggles, a menos que quieras público para cuando no puedas mantenerte en pie.

—Más bien di que quieres ahorrarte la vergüenza. Yo me siento perfectamente—dijo Hermione; pero sacó la varita de todos modos—. Como deseé Su Majestad.

E hizo el conjuro.

—Vaya, al fin reconociendo jerarquías—bromeó Draco.

—¿Tan ebrio estás que no distingues el puro y vil sarcasmo?

—Por supuesto, preciosa, lo que digas.

Hermione bufó; pero luego se sentó a esperar a que por lo menos el rostro del Slytherin se arrugara por el ardor del tequila o que, mínimo, gruñera de fastidio.

Pero él lució fresco como lechuga.

Dos shots más después, cada uno; Hermione comenzó a preocuparse.

Seis eran su límite. Con seis usualmente estaba en el límite del autocontrol.

Malfoy no podía tener tanto dominio del alcohol, ¿O sí?

¡Maldición! No volvería a confiar en chismes.

—¿Esperas una invitación?—Apremió él.

—No presumas.

—¿Yo?

Hermione le dirigió una mueca y se sirvió otro tequila, el cual bebió prácticamente rezando porque su homólogo en Draco, quebrara su aparente condenada resistencia.

Quinto Shot.

Y luego el sexto.

—Vaya, casi llegamos a la mitad de la botella—canturreó Draco, esbozando luego una sonrisa que a Hermione se le antojó linda.

«Oh, NO. No, nunca en la vida. ¡Alto!».

—¡Tiempo de la primera prueba!—exclamó.

—No es un ÉXTASIS, Granger. Además, nunca acordamos que existirían pruebas, no seas tramposa.

Hermione bufó, indignada.

—Una cosa es beber estando sentado tratando de retener todo el control posible y otra es ponerse de pie y demostrar que aún puedes hacerlo sin tambalearte. Y yo quiero esa prueba.

—Obviamente no estás lo suficientemente ebria si aún eres capaz de argumentar así. Mis respetos a tu resistencia—dijo Draco y así. Sin más. Para horror de Hermione. Se puso de pie con la elegancia de siempre.

Ni un maldito cabello fuera de su sitio. Ni siquiera un miserable temblor en su muy atlético cuerpo.

«¡Maldición, Hermione! No has pensado eso».

—¿Y bien, Granger? ¿Qué esperas? De pie, preciosa.

Oh, si las miradas mataran.

«Solo hazlo rápido, no lo pienses».

Se puso de pie y levantó el mentón, orgullosa. Malfoy jamás sabría que el suelo bajo sus pies, pareció irse a un lado.

—Da un par de pasos.

—¿Qué?

—Da un par de pasos.

—Eso está fuera de lugar. La meta era pararse y…

—Oh, Gryffindors tercos—dijo Draco, dando los dos pasos y encima, jugando con pararse en un pie por algunos segundos.

El muy infeliz.

—Tu turno, Granger.

Ella no pensó jamás que él estaba lo bastante tomado como para haber hecho ese pequeño ridículo voluntariamente.

No. Hermione, por desgracia, solo vio el reto.

—Bien.

Y lo intentó.

Y dio los primeros dos pasos.

Y el suelo volvió a tambalearse.

Y falló.

—Joder…

—Sutil elección de palabra. Es la primera vez que la escucho en esta posición—rió Draco.

«¿Posición? ¿Qué posición?», se preguntó Hermione, con el mundo apenas volviendo a su equilibrio natural.

Entonces se dio cuenta.

Ella no solo había tropezado, sino que se había ido, literalmente, sobre Malfoy. Es decir, cuerpo entero, cabeza contra su pecho duro. Y él la tenía abrazada.

—¡Los tacones!—espetó, tomando distancia como si el atractivo mago de pronto se hubiera transformado en un Lazo del Diablo—. N-No estoy acostumbrada a usarlos. Casi nunca lo hago. Aún no los termino de dominar.

Draco le enarcó una ceja. Obviamente no le creía nada.

—Por supuesto—dijo, no obstante y, sin perder gallardía, se sentó de nuevo en el sofá—. Bueno, ¿Qué dices? ¿Te rindes de una vez?

Hermione también se sentó y aferró las manos al asiento, agradecida por la estabilidad que le brindaba.

—No cantes victoria—respondió y, aún cuando la pequeña vocecita de su razón, casi ahogada en tequila, le dijo que no era buena idea, se sirvió otro shot.

Con toda su fuerza de voluntad resistiría hasta el shot número ocho. Malfoy tendría que desistir.

—Salud.

—Granger, Granger, Granger—canturreó Draco con esmerada paciencia mientras se servía su séptimo shot—. Tan tozuda. Me sorprende que aún puedas hablar bien.

—Menos cháchara y más tequila, Malfoy.

Él sonrió, divertido.

—Como ordene la dama. A tu salud, preciosa.

Y así, una copa sumada a esa, para la depresión de Hermione, llegaron al shot número ocho.

—Ríndete—susurró Draco.

Ella le miró, ceñuda.

—Ni loca—respondió. Aunque le costó luchar con el adormecimiento de su lengua.

Y para colmo aún faltaba un cuarto de botella.

—Te desmayarás antes de que llegues a servir otro shot, y no vale derramar el trago—dijo Draco.

Hermione le miró, molesta.

—¡¿Por qué no estás ebrio?! No bebes más que whiskey o vino y solo de manera protocolar hasta donde yo sé. ¡ya deberías estar desmayado!

Draco sonrió de nuevo.

—Vaya, Granger, no sabía que estabas tan pendiente de mis hábitos sociales—celebró, colocando las copias vacías una junto a la otra, para luego tomar su varita—. ¿Qué tal si hacemos las cosas interesantes?

Hermione temió la idea maliciosa de Malfoy. Él le miró triunfador y, antes de que pudiera decir algo, conjuró un Gemino y donde habían 2 copitas quedaron 4.

—Doble o nada—propuso después.

Hermione sufrió un escalofrío.

—F-Fanfarrón…

—Solo estoy seguro de mí mismo—corrigió él y procedió a servir los cuatro shots, colocando los de Hermione frente a ella—. La ronda final, Granger. Tu cabeza o la mía.

Ella se aferró a su asiento. No podía. Su nuevo límite eran nueve shots. Diez… ¡Diez eran impensables! ¡Saldría de ahí en calidad de bulto!

Draco pareció adivinar sus pensamientos porque ahogó una risita.

—Haré esto—dijo—. Seré bueno y beberé primero, ¿Te parece? Así luego no podrás acusarme de hacer trampa.

Entonces elevó su primer shot y, como por reflejo, Hermione elevó su mano en ademán de detenerlo. Draco le miró con curiosidad.

—A menos claro que la dama rinda su espada—añadió.

La mano de Hermione se volvió puño y la forzó sobre su muslo.

—¿No?

Hermione tensó la mandíbula.

—Bueno. Salud entonces—dijo Draco y vació el primer shot, carraspeando un poco para luego seguir su ritual y coger su último shot—. Última oportunidad para ceder un poco el orgullo, Granger. ¿Segura que llegarás hasta el final?

«Solo ríndete», le sugirió su agonizante razón. En su mente, Hermione la espantó como si espantara moscas.

—Deja de molestar y bebe, Malfoy.

Draco simplemente se encogió de hombros y, esta vez, sin poder disimular sus gestos por el efecto del particular licor, vació su última copita.

—¡Woooha!

«Claro, ahora le comienza a afectar», pensó Hermione mirando sus shots con arrepentimiento adelantado.

Iba a perder. No había forma de que pudiera terminar sin desmayarse.

Suspiró. Pero luego una idea cruzó su mente.

Sería suicida de parte de Malfoy pedir una segunda botella. Y si ella lograba mantenerse ecuánime hasta declararse un empate, entonces saldría ilesa de todo ese embrollo.

Al menos tenía que intentar.

El penúltimo shot arrasó con su tráquea; pero se obligó a coger el último shot.

—Solo ríndete, Granger. Estás sufriendo.

—Jamás—declaró ella, mirando el shot con cierta reticencia, para luego bebérselo de un trago, rezando a todos los dioses por no vomitarlo enseguida.

Solo cinco minutos. No pedía más.

Se hizo el silencio por un minuto al menos.

Hermione comenzó a ver un poco doble.

Draco parecía estar decidiendo algo importante.

«Declara empate. Por amor de Merlín, ¡declara empate!».

Vio al mago coger la botella vacía de tequila. Aún quedaba lo suficiente para un shot.

«Por favor, no. Por favor, no», deseó Hermione.

Él bajó la botella de regreso a la mesa. Ella suspiró de alivio; pero la calma duró los segundos justos que tomó el Slytherin en coger su olvidado vaso de whiskey y servirlo a cantidades iguales en las copitas vacías.

—¿Desempate?

¡Por la madre que lo parió!

Ya estaba. No existía forma en la que su cuerpo o su mente tolerara semejante mezcla. Había sido vencida.

«Merlín», lamentó la joven auror, ya rendida sobre el sofá mientras ahogaba un gruñido contra el cojín, indiferente al espectáculo que seguro estaba dando con ese vestido corto.

—Supongo que eso es un no—dijo Draco. Hermione volvió a gruñir—. Tranquila, Granger, has sido una contrincante de temer. Otros en tu lugar ya se habrían desmayado con solo la mitad de shots.

Ella gruñó un nada entendible: "Jódete".

—Vamos, vamos, no seas mala perdedora. Y ni se te ocurra dormirte, aún tienes que pagar la apuesta.

Ella elevó la cabeza un poco.

—Aunque quisiera no podría hacer nada de lo que me pidas. Si me muevo más, vomitaré.

—Esa no es excusa.

Hermione juntó sus fuerzas para protestar en contra cuando de pronto sintió peso a su lado. Volvió a levantar el rostro y vio a Draco junto a ella. El rubio la miraba como si la analizara y, de seguro era el tequila confundiendo sus sentidos; pero Hermione no pudo evitar notar el aroma que se desprendía de él.

Fuerte. Masculino.

¿En qué momento el muchachito flacucho y quejica se había convertido en un hombre?

—Uhm. Así no tendrá gracia—dijo Draco y luego Hermione sintió que presionaba suavemente su cabeza, instándola a reposarla en el cojín al tiempo que murmuraba—. Pippa.

Hermione escuchó un pop y luego una voz algo chillona.

—¿El amo Draco ha llamado a Pippa? ¿Qué puede Pippa hacer por usted?

La bruja no llegó a entender bien el pedido de Malfoy, pues, sin permiso y sin aviso, había puesto sus largos y fuertes dedos a trabajar sobre sus cabellos, adormeciéndola como por encanto.

Dos pops después, lo escuchó de nuevo, su mano esta vez en su hombro intentando despertarla. Casi protestó porque hubiera dejado de acariciarle la cabeza.

—Vamos, Granger, date la vuelta.

—Mmmm. No quiero.

—Una lástima—dijo él, forzándola a hacerlo de todas formas, acomodando su cabeza sobre el cojín y ambas piernas sobre su regazo.

Hermione frunció el ceño cuando vio una copita medio llena en su mano.

—No voy a beber nada más.

—No es alcohol. Anda, no seas niña, ¿Me obligarás a apretarte la nariz?

Ella le miró con un ojo cerrado y otro abierto. La copita en su mano parecía estar dando vueltas.

—¿Qué es?

—Una poción. Reduce el efecto del alcohol.

—¿Qué? Eso no existe.

—La hice yo, Granger—dijo él y, viendo que ella pensaba seguir objetando, acercó la copita a su boca—. Abre.

—P-Pero…—titubeó ella, no pudiendo hacer nada por evitar que el líquido se colara en su boca—. ¡Urgh! ¡Malfoy!

—No grites. El efecto llegará pronto.

Y como si hubiera adivinado que sus dedos eran un calmante natural, él volvió a entremezclarlos en sus rizos, arrancándole un involuntario sonido de comodidad.

—Te gusta, eh.

Hermione abrió uno de sus ojos y se esforzó por mirarle con reproche. Apenas segundos después dejó de sentir embotada la cabeza.

—¡¿Qué diablos?!—exclamó, enderezándose como resorte.

Miró a todo lado, estiró la mano y la agitó frente a sus ojos y, por último, se puso de pie. El suelo no tambaleó. Su visión estaba estable. Sus pies se sentían firmes.

Giró a ver a Malfoy que le dirigía una sonrisa engreída y de autosuficiencia. Él también se sentía mejor después de darle un par de sorbos a su poción.

—Mucho mejor ahora, ¿O no?

Hermione no pudo evitar mirarle con algo parecido a la admiración. Existían las pociones para las resacas, de eso estaba segura; pero usualmente se tomaban al día siguiente de una fiesta. Nunca había escuchado de una poción como la que Malfoy le había dado.

Y sí, no estaba del todo sobria; pero se sentía como si apenas hubiera bebido, máximo, tres shots.

¿Y él había creado la poción?

—Oye, solo iba por unas décimas por debajo de ti en las notas del colegio. Dame algo de crédito—se quejó él.

Hermione lució apenada.

—Lo siento, viejos hábitos de…

Un momento.

Volvió a verlo con reproche.

—¿Me leíste la mente?

Malfoy tuvo la decencia de parecer culpable.

—Yo solo… Ash. Bien. Sí. Es sencillo cuando no encuentro barreras y te estabas demorando en decir algo. Pensé que la poción te había afectado.

—¿Te atreviste a darme poción en estadío de prueba?

—Claro que no. Yo suelo tomarla. Y Blaise Zabini. Pero aunque a mí no hace más que regresarme a mis cinco sentidos, en Blaise tiende a ponerlo de muy buen humor. Solo sucede que él ya viene con defecto de fábrica.

Eso calmó un poco a Hermione y tuvo que disimular que le había hecho gracia su respuesta.

—Si me entero que volviste a leerme la mente sin permiso; te suspenderé un mes—advirtió, echando luego un vistazo a su alrededor.

Definitivamente no volvía a beber hasta casi la inconsciencia. ¡Qué hermoso era estar en dominio de sí misma!

—Como sea, ahora que ya estás bien. Tiempo de pagar.

Hermione le arqueó una ceja.

—No iba a aprovecharme de tu estado para obtener lo que quiero, Granger. Ante todo, soy un caballero, y quiero pensar que tú sabrás ser una dama agradecida.

Ella distinguió la malicia oculta; pero no supo definir si debía poner sus defensas en alto o sentir curiosidad.

—Y ¿Qué es lo que quieres?

Él sirvió el último shot de tequila.

—Terminar la botella, por supuesto.

—Bien por ti; pero ¿Qué esperas que haga? ¿Aplaudir?

—Quizá en otro momento, Granger. Por ahora me gustaría que te sentaras, por favor.

Hermione sintió una mala espina. Estaba bien que Malfoy estuviera tomado; pero esas palabras habían sonado gentiles. Y no era para tanto. Después de todo, era Malfoy.

«Sí, el mismo que evitó que te drogaran. El que te devolvió a tus cinco sentidos y que pudiendo hacerlo no ha tratado de abusar».

Por una vez, ya que prácticamente había ignorado a la vocecita de la razón toda la bendita noche, Hermione decidió cooperar y se sentó.

—Relájate, Granger.

—Detesto la incertidumbre.

—No será por mucho. Ahora, ponte cómoda.

—Estoy cómoda.

—No. Estás tiesa—rebatió Draco. Ella hizo el esfuerzo por relajarse; pero su espalda siguió recta—. De acuerdo, ¿Quieres saber exactamente lo que te pediré y lo voy a hacer?, ¿Aún si la misma magia te impedirá negarte?

Hermione lo pensó un poco. La cercanía de Malfoy no ayudaba. Ni eso ni comprobar que, en efecto, el tequila no nubló su juicio antes. ¡El maldito olía condenadamente bien!

Estaba nerviosa. Así que lo mejor era saber cada paso de lo que su maliciosa mente elucubraba o, movida por sus instintos, seguramente terminaría malinterpretando todo o dándole un recuerdo vivido del puñetazo de tercer año.

—Habla—decidió.

—Bien. Primero vas a relajarte en serio. Segundo, te apoyarás en ese tan cómodo sofá y harás tu cabello a un lado. Después, voy a beber mi tequila… de tu piel.

Hermione dio un brinco y lo enfrentó.

—¿Dis-cul-pa? ¿Estás borracho?

—Mmm, sí, se podría decir; pero esto lo vine imaginando estando sano y bueno.

—Tiene que ser una broma.

Lo que Malfoy quería, limitaba con lo obsc… no, no era obsceno precisamente; pero tampoco era una cosa de nada. Tomar de su piel implicaba que vertiría el tequila vaya a saber Merlín dónde y que luego bebería de ella.

Pondría su lengua en ella. ¿Le echaría el limón y la sal también?

Por Circe… ¡Lo estaba considerando!

Pero no podía ser en serio. Es decir. Era ella. Hermione era muy consciente de no ser una persona de fácil acceso. De hecho, muchos hombres le tenían miedo, inclusive Harry una vez le dijo que necesitaba relajarse un poco si quería conocer a alguien, bajar un poco la guardia.

… o en palabras que luego Ron añadió: Presentar la versión de Hermione Granger que sí supiera divertirse y que no pareciera dispuesta a hechizar las pelotas de quien osara verla como una chica.

Por eso se impuso a sí misma tener un día a la semana en el que, ciertamente, se permitiera relajarse. Un día solo para ella en el que dejaría de lado las túnicas serias y el calzado cómodo, un día en el que vestiría atuendos bonitos, zapatos estilizados, arreglaría su cabello y se consentiría con algo que no tuviera que ver con el trabajo.

El plan era aprender a soltarse, nunca fue pillar una aventura con nadie.

Malfoy no podía sentirse atraído por ella, no importaba cuantos shots se hubiera tomado.

—Perdona; pero ¿Sabes quién eres? O por lo menos, ¿Te has visto en el espejo?

La voz del rubio la interrumpió. Hermione se sonrojó; pero casi enseguida le lanzó dagas con los ojos.

—¡Me volviste a leer la mente!

—Sí, y no me arrepiento, suspéndeme si quieres; pero antes me vas a escuchar—dijo Draco, inclinándose hacia ella, haciendo que Hermione respingara hacia atrás—. Dicen que los niños y los borrachos no mienten. Pues bien, yo estoy con mucho alcohol encima; pero no lo suficiente como para soltar incoherencias a lo bruto.

La fuerza de sus ojos grises impidieron que los marrones de ella se apartaran.

—No sé quién demonios te ha convencido de que tienes que presentar una versión de ti misma "diferente" a quién eres solo para lograr la compañía de algún imbécil del que posiblemente te aburrirás en menos de media hora—dijo Draco—. ¿Que si das un poco de miedo a veces? Diablos,. Posiblemente has hecho que algunos idiotas ensucien los pantalones en los duelos de entrenamiento y seguramente les sudan las manos si se cruzan contigo en los pasillos; pero lo que parece que no entiendes es que son ellos, no, es más, cualquiera que quiera algo contigo, el que debería trabajar duro por elevarse a sí mismo y llegar a tu altura, no sentarse a esperar a que tú te reduzcas a su tamaño.

Draco tomó aire. Hermione estaba atónita.

—Y hoy…—exhaló el mago, desordenándose un poco el cabello—. Maldición, Granger. Lo sexy que has sido. Y no solo por tu atuendo. Sino porque te divertiste siendo tú misma.

Las mejillas de Hermione se sonrojaron furiosamente.

—Disfrutaste mi reto. Disfrutaste luchando en mi contra. Disfrutaste tratando de salirte con la tuya y también al no darte por vencida.

Hermione rodó ligeramente la mirada como diciendo: "Bueno, si disfrutar es desear que te atragantaras con el tequila, pues…".

—No trataste de ser alguien más, fuiste tú. Con puntos extra por el vestido.

Ella soltó una pequeña risita.

—Así que, volviendo al tema de inicio. Sí, Granger. Me siento muy atraído por ti—continuó Draco, sujetando de nuevo su último shot—. Y, por suerte para mí, no hay forma de que salgas de aquí hasta pagar la apuesta… salvo…

Hermione notó enseguida el cambio en su expresión. Casi tan severa como cuando Jack admitió su intención de drogarla.

—Salvo que consideres la propuesta realmente humillante—completó Draco y, por un momento ella quiso disculparse

Hasta que le vio arquear la ceja.

No tardó mucho en interpretar lo que sucedía.

La magia estaba funcionando, Hermione estaba compelida a cumplir la apuesta; pero él no habría podido ni siquiera servir el shot si sus intenciones significaran una humillación para ella.

De pronto saboreó la derrota de nuevo. Y le supo agridulce.

—Bien jugado, Malfoy—admitió y ante el asombro suyo y de Draco, hizo a un lado su cabello y apoyó la espalda de nuevo en el sofá, mirándolo con suave expectativa—. Es uno de mis vestidos favoritos. No lo ensucies.

Casi tuvo ganas de reír cuando vio su manzana de Adán bajar y subir en su cuello; pero Draco no demoró demasiado en reponerse y esbozar una de sus sonrisas engreídas.

Luego tomó el limón y se lo dio a ella.

—Sostenlo un momento.

Hermione apretó la fruta como única seña de sus nervios a flor de piel.

Luego lo vio inclinarse hacia ella y detenerse a milímetros de su cuello.

Los dedos de Draco, aquellos que acariciaran su cabeza rato atrás, se dirigieron entonces a su mejilla, pidiéndole con gentil y muda fuerza que lo mirara.

Ella lo hizo.

—No te haré daño—lo oyó susurrar.

Su voz sonó casi hipnotizante. Antes de darse cuenta ella asintió y alcanzó a ver un atisbo de alegría en sus ojos grises. Después, su aliento sobre la piel de su cuello le hizo contener el aliento.

—Tranquila…

«Estúpido y suertudo limón», se dijo al sentir la cálida humedad de su lengua directamente sobre su pulso acelerado.

En definitiva, agradeció estar casi sobria. Esta sensación era algo de lo que querría acordarse siempre

—Eso es…—susurró Draco, cogiendo un poco de sal en sus dedos para luego dejarla adherida sobre el húmedo trazo que había dibujado en el cuello femenino.

Después acercó el shot de tequila.

Su idea inicial era solo usar esa suave piel como camino para la sal; pero ahora se le ocurría algo mejor.

—Ups—musitó al dejar caer accidentalmente un poco de tequila en el cuello de ella—. Ahora lo arreglo.

«¿Arreglar el qué?», se dijo Hermione.

Ciertamente había sentido el hilillo húmedo recorriendo su piel; pero todo pensamiento pasó al olvido al sentir esa ágil lengua atrapando cada gota de licor en su piel.

Ya era inútil fingir que no estaba sacudiéndola desde sus cimientos. Él debía de notar su pulso y ver sus mejillas a punto de explotar.

—Oh…

Y el sonido. Obviamente había tenido que escuchar eso.

Draco no se sintió tan fuerte como para no desear una repetición. Así que, haciéndose de la sal que quedaba en su piel, derramó el resto del shot de nuevo, viendo con júbilo cómo el bendito licor se deslizaba sinuoso hacia el inicio de su escote.

¿Qué importaba si después le rompía la nariz de nuevo? Habría valido cada maldito segundo.

Toda ella por completo era suave, comprobó. No solo su rostro o incluso sus rizos rebeldes, también la curva de su cintura que palpaba sobre el vestido y, por supuesto, el hermoso valle que solo en sus más secretas fantasías se había atrevido a explorar y que ahora era una realidad que jamás olvidaría.

Y su sabor. Salazar y todos los fundadores. Su sabor, fuera del tequila, era pura adicción.

Bebió cada gota y muy dentro lamentó no haber dividido el shot en tres. Pero como en cualquier sueño, de este tenía que emerger. Y mejor era hacerlo ahora, o no la soltaría.

La apuesta estaba pagada.

Elevó un poco la cabeza y la descubrió mirándolo. Gracias al cielo no estaba furiosa, o quizá estaba lo suficientemente sorprendida como para enojarse aún.

—El vestido está a salvo—le dijo Draco, esforzándose por no mirar hacia su pecho agitado.

Los ojos de Hermione lucían como si acabara de hacer el descubrimiento del siglo. Sus labios entreabiertos parecían querer decir algo.

Draco supuso que sería algo como: "¡Quítate de encima!"

Pero entonces ocurrió lo impensado.

Las manos de ella lo cogieron del rostro y de la nuca forzándolo a elevarse solo lo suficiente para tener completo acceso a su boca, la cual devoró con ansia.

Pudo sentir los rezagos del tequila en ella; pero a la vez un sabor dulce que eliminó toda pregunta de su mente, forzándolo a aferrarse al instinto y responder con todo de sí.

Ah; pero Granger no estaba dispuesta a ser dominada. Lo supo cuando intentó tumbarla en el sofá y ella, sin dejar de besarlo, lo obligó a ocupar su antiguo puesto, quedando a horcajadas sobre él.

Pronto, Draco descubrió que no le molestaba tanto ser vencido una vez más por ella.

Porque definitivamente no habría derrota más dulce.

Y luego, cuando creyó que nada podría mejorar esa noche, ella pausó los besos y lo miró directo a los ojos.

E hizo la pregunta más insólita y más deseada hacia el mago.

—¿Tu casa o la mía?

Draco deseó que alguien le diera un zape para saber si estaba soñando. Aunque, pensándolo mejor, asesinaría a quien osara despertarlo.

—La dama elige—respondió, sintiendo su corazón dar un vuelco cuando ella le sonrió.

Un beso después; no obstante, la apartó un poco.

—Espera, espera…

—¿Qué pasa?

—Me faltó la parte del limón.

Hermione parpadeó incrédula. Draco curvó la boca a un lado haciéndole saber que estaba jugando; pero luego ambos giraron el rostro.

El limón yacía sobre el piso alfombrado, como una pequeña sonrisa cómplice de lo que había ocurrido entre esos cuatro muros.

Y de lo que pasaría fuera de ellos.

—Tengo más limones en casa—dijo Hermione.

Draco amasó la curva de su cintura y sus muslos firmes.

—Guíe el camino, señorita Granger.

Así, dejando unos billetes sobre la mesa, junto a la botella vacía de tequila, Draco asió a su bruja con fuerza. Hermione retiró el hechizo anti-muggles del recinto y alzó el rostro, dándole otro beso.

—¿Listo?

—Siempre.

.

.


Y fin.

Gracias por leer, espero les haya gustado.