6 — CONFESION
—Kiki... no te escondas Kiki, acabaré por encontrarte.
El joven discípulo utilizaba sus técnicas con la precisión con la que Mü se las había enseñado.
—Kiki... Acércate a mí, quiero hablar contigo.
El pequeño pelirrojo no contestó.
Mü se concentró y movió sus manos. La neblina que había generado su aprendiz desapareció y descubrió a su aprendiz escondido tras una roca.
—Kiki, ¿Porqué te escondes?
Le oía sollozar.
Mü se entristeció.
—Ma... estro... ¿Le tomarás a él como aprendiz y me abandonareis?
Mü abrió unos ojos como platos.
—¿Quieres explicarme lo que has dicho?
Kiki se acercó y le abrazó. Mü le revolvió el pelo, y le devolvió el abrazo.
—Ahora le tenéis a él. Ya no me necesitáis.
—Tú eres mi aprendiz. Fuiste elegido en el Santuario para que yo te entrenara como mi sucesor, Kiki.
—Pero sé cómo le miráis. Sentís algo por él.
—Es cierto. Siento admiración.
—Y él puede daros cosas que yo no puedo, Maestro.
—Tú me has dado mucho en estos años, Kiki.
Mü sonrió, y le apremió a que volvieran a la Torre.
Kiki se retrajo.
—Habla con tu corazón, Kiki. Dime qué sientes en él.
—Os he visto en el lecho con .. él... le besabais y él os correspondía.
—¿Sientes asco por esa visión?
—No...— Kiki bajó la mirada.
—¿Qué sientes, entonces?
—Me produce dolor y miedo. Dolor porque yo solo soy un niño y él no, miedo porque veo que él puede distanciarnos.
Mü sonrió.
—Nadie me distanciará de mi aprendiz.
—Quiero que se vaya.
Mü le tomó de su pequeño mentón.
—Entonces, violarás las reglas de hospitalidad de la orden.
—Ah— se rascó la cabeza—. No lo había pensado.
—¿Tanto miedo tienes de que me separe de ti, Kiki?
El pequeño volvió a sollozar.
Mü lo alzó, y le abrazó mientras le llevaba de vuelta a la Torre. Kiki se parapetó en el cuello de su maestro, abrazándolo a su vez, y dejando que el miedo y el dolor, el odio y los celos que sentía por el Dragón, salieran por sus ojos transformados en lágrimas, mientras se protegía en el cosmos de su maestro.
