Todos los personajes de esta historia son inventados, a excepción de Elian, el Capitán Leisma, que ya la conocéis.

Espero que os guste este primer capítulo y que me mandéis muchos reviews en respuesta.

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Capítulo 6. Bahía Blanca

Seguí el camino que Leisma me indicó, el pueblo en si era bonito, se notaba que había sido una ciudad pirata. Ahora era un pueblo normal y corriente, solo que estos viven para adorar el templo de los monjes. Por el camino vi a algunos, pero me ignoraban, parecían no querer ver a los piratas, otros simplemente no me miraban. Yo lo prefiero así, aunque también me gusta ser conocido. Me adentré un poco en el bosque del este, parece peculiar, posee diversos tonos de verdes, y sus casas están muy bien camufladas, pues no las ves a simple vista. Lentamente pero sin pausa llegué a la casa en cuestión.

Allí, enfrente de la puerta esperaba el chico de antes, el que le dio un beso en la mejilla delante de mis narices. Lían tiene razón, estoy celoso ¡pero solo fue un beso! ¿Por qué me pongo así? El chico parecía inquieto, como si llevara tiempo esperando a alguien. ¿Esperas a alguien? –Pregunté en la lejanía-

-Espero a Elian, tengo que ayudarla.

-Ya. –Dije desconfiado- ¿A qué?

-Tú eres el pirata con el que he hablado antes, ¿verdad? ¿Jack Sparrow?

-Capitán Sparrow, si no te importa.

-Bien, entonces ella te ha mandado a ti.

-Sí, pero no se muy bien a que.

-Antes cuando hemos estado hablando, me ha dicho que tenía que ayudarla a darle el merecido a Barbosa. Me ha dicho que tenía que enseñarles el camino hasta la cueva del tesoro, que no es fácil llegar.

-Vale, primero de todo, ¿quién eres y por qué le has dado un beso?

-¿Estás celoso? ¿O me lo parece a mí?

-Estoy celoso, sí.

-¿Leisma y tú, estáis…?

-Se puede decir que sí.

-¿Y qué pinta Barbosa en eso?

-Primero dime por qué le has dado un beso y ella lo ha aceptado.

-¿Elian nunca te ha hablado de mí?

-Pues si lo ha hecho, no lo recuerdo.

-Soy Enien, el hermano mayor de Elian.

-¿El hermano mayor? –pregunté confuso-

-Sí, hace años que no nos vemos –ahora le había aparecido un aire más maduro- ¿Qué te pensabas que era su novio o algo parecido?

Con la mirada y un gesto le dije que sí.

-Pues no es nada de eso. Pero volviendo al tema ¿por qué lleva una túnica puesta?

-No lo sé pero creo que no quiere enseñarme algo.

-No me quiero meter en los asuntos de nadie pero ¿qué pinta Barbosa y por qué ella está con él y no contigo?

-Por que me la quitó de las manos, junto con el medallón. Ahora quiero recuperarla como sea.

-¿Habéis hecho reglamento?

-Sí, pero dudo que cumpla su parte del trato.

-Yo no me quiero meter en historias de piratas pero si hay algo referente a mi hermana… ¿Seguimos hablando por el camino? Se nos hace tarde.

-Vamos. Indícame el camino.

Aparentemente era un chico pero a medida que lo ibas conociendo parecía todo un hombre, y tenía conocimientos de piratas, pero él no tenía pinta de serlo. Hablamos todo el trayecto hasta llegar al punto en que nos encontraríamos con los otros, justamente en la entrada de la montaña.

-Así que Barbosa quiere a Elian para placer personal –dijo-

-Sí.

-Maldito. Tal como me has dicho, puede que se tape por tener heridas.

-Eso me temo, cuando la fui a ver, no quiso ni mirarme.

-Es normal si le ha hecho daño, física y psicológicamente hablando.

-Ojalá le ocurriera lo peor, que se quedara maldito otra vez, pero esta vez para siempre.

-¿Sabéis a los peligros que os enfrentáis, entrando en la cueva?

-¿Cuáles?

-Dentro hay cantidad de galerías subterráneas, corrientes de todo tipo y mucha oscuridad. El que lo construyó era muy listo. Solo unos pocos lo sabemos.

-¿Tu uno de ellos?

-El viejo que vive en la montaña, un señor que vive al otro lado de la isla, que tiene su casa llena de recuerdos piratas y yo.

-… ¿Te puedo hacer una pregunta? –Su mirada me respondió- ¿Cómo puede ser que tu madre tuviera algo tan preciado?

-Si te digo la verdad no lo sé, nunca llegó a contárnoslo.

-Ahí llegan –dijo-

-Tendrás que hablar con él –dije-

-¡Quién eres tú! ¡¿Y tú Sparrow que haces ahí?! –Exclamó Barbosa-

-Soy el que os va a guiar dentro de la montaña.

-No necesitamos guía.

-Yo creo que sí.

-Eres el niñato de antes, el que me ha pasado la mano por la cara en la taberna.

Elian se dejó caer sobre el hombro de Will, se desmayaba. Él la cogió como pudo ya que se caía.

-¡Levántate! –Exclamó Barbosa-

-¡¿No ves que no puede?! –Exclamó Will-

La llevó a un lugar cómodo, un campo de hierva verde y fresca que había cerca y la tumbó allí. Al levantar las manos, éste las tenía ensangrentadas.

-¡Tenemos que seguir! –Exigió Barbosa-

-Tú irás cuando vayamos todos –dijo Enien-

-Como te atreves a hablarme en ese tono.

-No te mereces otro.

Barbosa alzó la mano pero se la paré, no era momento para pegarle a nadie.

-Que haces.

-No te quiero ni ver, pero estate quieto, aunque sea por ella. –Dije lleno de rabia y de impotencia-

Enien la cogió en brazos, voy a buscar ayuda.

-¿A dónde te la vas a llevar? –pregunté-

-¡A mi casa! –Exclamó unos metros adelantado-

Todos le seguimos, nos costaba muchos seguirle el paso, iba ágil y se sabía el bosque. Llegamos a la casa donde lo había ido a buscar.

-¡Aida, abre! –Exclamó sin poder llamar a la puerta- ¡Soy yo!

La puerta se abrió, y detrás de ésta una chica de casi su misma edad. Ésta era muy hermosa de piel descremada y de ojos negros como el carbón que le brillaban, junto a su cabello negro ondulado. Una nariz muy divertida junto a sus labios eran carnoso con un tono tirando a granate la habían hermosa y bella. Vestía con un vestido largo de color azul gris, con unos finos volantes por el escote, éste recto. Unos botines azules a juego y una cinta de pelo blanca.

Enien entró con Elian en brazos. ¡Sparrow, entra! –exclamó-. Como solo me dijo a mí, entré solo, aunque la mirada de Barbosa decía lo contrario.

-Prepara unas toallas con agua tibia –le dijo a Aida-

-Enseguida.

La colocó en una cama de la segunda planta de la casa, en una de las habitaciones. Le quitó la túnica que la cubría, ésta estaba manchada de sangre. La puso boca-abajo y vimos que tenía la espalda ensangrentada, por no decir nada de la cara, ésta con una herida en la frente, no muy profunda, pero con muchos moratones, al igual que por todo su cuerpo.

Me dieron ganas de bajar y hacerle lo mismo a Barbosa, o alguna cosa peor. No te vayas ahora –dijo él- Me tienes que ayudar. Aida trajo un baño con agua tibia y unas toallas dejadas caer en el brazo. Gracias –dijo él- No dejes que nadie entre.

-Bien.

Mojamos una toalla cada uno en el agua y le empezamos a quitar la sangre con mucho cuidado, y aunque lo teníamos algún gesto de dolor se le escapaba.

-Gracias chicos –susurró aún sin moverse-

-No te muevas –dije-

….

-Déjame entrar –dijo Lían-

-No, me han dicho que no deje pasar a nadie más.

-Pero…

-Haz caso. Lo siento, tendréis que esperar aquí.

-No te preocupes –dijo Will-

….

-No te muevas, que voy a buscar unas vendas. –dijo-

-¿Estás mejor ahora? –pregunté-

-Sí.

-¿Puedes levantarte un poco? –Preguntó Enien-

Hizo fuerzas con los brazos y con las piernas. Yo la aguanté por las piernas y por debajo del pecho. Enien le ponía las vendas, rodeándole todo el tronco.

-Lían tiene mi bolsa –dijo ella-

-Ahora te la traigo –dije-

-Lían dame la bolsa.

-¡Quiero entrar!

-No puedes.

-Por favor.

-… pero ten cuidado.

Subió corriendo las escaleras que había al fondo de la casa. No me dio ni la bolsa. Elian se había dado la vuelta para acomodarse. Se fue directo a abrazarla, ella hizo un gesto de dolor cuando la abrazó.

-No me dejaban entrar…

-¿No te dejaban? Que malos –me guiñó el ojo-

-La bolsa.

-Gracias.

-¿Cómo te encuentras? –Preguntó Enien-

-Como en casa. –dijo-

-Estás en casa.

-No me dirás que esa chica es Aida.

-Sí. Vamos a casarnos dentro de poco. –dijo pasando el brazo por detrás de ella-

Ella sonreía.

-Felicidades.

No muy lejos se sintió el llanto de un bebé. ¿Y eso? –pregunté-. Aida fue a la otra habitación, cuando volvió traía un bebé en brazos, éste no parecía tener más de un mes y algo. El bebé era precioso, de ojos marrones y piel descremada con un fino pelo castaño claro. Su mirada era tímida pero segura, con esa carita tan tierna, una nariz divertida como la de su madre y los labios de su padre.

-¿Es…?

-Sí, es nuestro hijo.

-Se llama Anie –dijo ella-

-¿Puedo? –preguntó temerosa-

Aida se lo cedió, Elian lo cogió con práctica, él le sonreía mientras con su manita le acariciaba la cara, le había caído bien. Ella me miró con una expresión que no conocía, como si me hubiera dicho con la mirada, yo también quiero uno para poder abrazarlo.

-Es una preciosidad –dijo dándoselo a Aida para que lo cogiera-

-Estoy muy contenta –dijo ella-

-No me extraña. –Miró a Enien-

-…O me dejáis sola, o os giráis –dijo Elian- que me quiero cambiar de ropa.

Iba dirigido a nosotros, se notaba que volvía a ser ella. Nos giramos Enien y yo y también Lían, aunque éste seguía mirándola. Tuve que girarlo yo.

Se puso el traje que tenía de resguardo, el de las X, como yo lo llamo. Le quedaba muy bien puesto, le marcaba bien la figura. Por encima se puso una chaqueta de lino que tenía por ahí Aida, no la usaba por que no le pegaba con nada de lo que tenía, pero parecía que a Elian y a su traje le iba que ni pintada.

-Te la puedes quedar si quieres.

-¿En serio?

-Sí, no me la pongo.

-Gracias.

La chaqueta era de tres cuartos y le llegaba hasta el inicio del pantalón, tapándole así las vendas. Hizo que se le viera parte del pecho.

-No te sonrojes –me dijo Lían-

-No me he sonrojado.

-…

Elian miró a Enien, éste dijo que se iba abajo junto con Aida y Anie.

-Lían vete con ellos –dijo Elian-

-Sí… siempre igual cuando se quieren quedar solos…

-No remugues…

-…

Se puso de pie, vino hacia mí y me abrazó, yo la abracé intentando no hacerle daño.

-Gracias por hacerte el fuerte –me dijo al oído-

-No tenía otra manera de actuar.

-Ya lo sé, y lo siento.

-No tienes que perdonarme por nada.

-Abrázame fuerte, quiero sentirte.

En vez de abrazarla por la espalda, la abrazé por debajo la parte superior, donde no tenía mucho daño. Me cogió la otra mano y la puso sobre su rabadilla, aunque también tocaba parte de su trasero, éste redondo y la verdad, me gusta mucho.

-Me gusta este sitio –dijo-

-A mí también, pero si tengo que elegir, elijo el mar.

-Hombre eso por asegurado, pero me resulta muy difícil conseguir que Lían estudie.

-Quieres quedarte aquí por eso ¿no?

-En parte sí.

-¿Por otra?

-Por otra por mi familia. Pero también deseo irme contigo al mar.

-Ya no te hace la idea de ser pirata.

-No es eso, pero me gustaría que Lían tuviera un lugar en condiciones para vivir.

-¡Mamá! –exclamó Lían-

Cuando subió, nos pilló abrazados. Bueno quizá después –dijo-

-Lían. –dijo ella-

-El tío me ha dicho que si quiero me puedo quedar con él y con Aida, dice que me enseñaría muchas cosas. ¿Puedo quedarme?

-Primero tiene que hablar él conmigo.

-Vale.

Volvió a bajar.

-Ya tienes la respuesta a todos tus problemas –dije-

-Pero me da pena dejarle aquí.

-Está con su tío.

-Ya…

-Le echarías de menos.

-Mucho.

-Pero quizá eso se arregle.

-¿Cómo?

-Ya lo verás.

Lentamente nuestros labios se fueron juntando hasta tocar y sentir el beso que tanto ansiaba yo darle y recibir de sus labios. Aunque no podíamos estar juntos físicamente por Barbosa, mentalmente lo estábamos y parecía que le hecho de estar separados nos había unido más.

-¿Cómo vamos a hacer para que Barbosa caiga? –pregunté-

-No lo sé, confío en la leyenda.

-¿La leyenda?

-No puedo confiar en otra cosa y si no sale, tener un plan preparado.

-¿Lo tienes, verdad?

-Sí.

Ahora si que la abracé, no le hice daño, pero sentí también el suyo.

-Sería mejor que descansáramos y mañana por la mañana seguir, ya es muy tarde para ir.

-Bien, me alegro que razones.

-De alguien lo he aprendido.

Le sonreí.

Bajamos abajo, se sentía un gran barullo a fuera. Enien y Barbosa se estaban peleando por nada.

-¡No tienes ningún derecho a hablarme en ese tono! –Exclamó Barbosa-

-¡¿Y tú?! ¡¿Tienes algún derecho?!

-¡Sí! ¡Soy un pirata!

-Un pirata de lo más pésimo que he visto.

-Enien, déjalo ya. –Dijo Aida-

-¡Tú calla, mujer! –Exclamó Barbosa-

-¡A mi mujer no se le manda a callar, y menos tú!

-¿Si? Eso crees…

Sacó una daga de la bota y la lanzó dirigiéndose al niño, Aida se giró para que no le diera.

-No te atrevas a matar a un niño –dije enfadada sujetando la daga a dos centímetros del brazo de Aida- Si no el que te matará a ti seré yo.

Hizo un movimiento ágil con la daga y se la guardó en la cinta de la pierna.

-¿Tú? No me hagas reír.

La mirada que le puso lo dejó tieso.

-Gracias –dijo temblorosa Aida en los brazos de Enien-

Le respondió con la mirada. ¿Cómo se atrevía a lanzar un objeto punzante a un bebé indefenso e inocente, jamás se me habría ocurrido a mí hacer eso, nunca.

-Pasad, hay sitio para todos. –Dijo Enien-

-Quiero ir a buscar el tesoro. –Exclamó Barbosa-

-Iremos mañana al amanecer –respondió enfadada Elian-

-¡Escúchame bien, niña! ¡A mí nadie me da órdenes! –La agarró con fuerza del brazo-

Ésta no se quedó quieta, le dio con la rodilla en el abdomen, dejándolo de rodillas en el suelo, con las manos puestas en el golpe y escupiendo sangre por la boca. A mí si que nadie me da órdenes, y menos tú –dijo-.

Nuestra estancia allí fue agradable, Elian intentaba por todos los medios que Barbosa no se acercara a nadie de su familia, incluidos nosotros. Y lo conseguía, mantenía a ralla a Barbosa. Por la noche fue peor, pues Barbosa tenía ganas de obtener placer y ella no quería.

-Vamos, no te hagas la estrecha.

-He dicho que no.

-…

Le acarició el pecho.

-No me toques.

-Si no te he tocado.

-¿Entonces qué hace tu mano en mi pecho?

-Te acaricio si yo quiero.

-No, si yo quiero.

-No me hagas enfadar.

-Ya lo estás.

Se fue hacia la puerta.

-No te irás.

-Me iré si quiero.

-¡Elian!

-No grites. –Dijo yéndose-

La verdad que no me gustaba ver a Elian hacerse la enfadada con él, sí se lo hacía, para mantenerlo a ralla, aunque cada vez era más difícil.

-Hazme un hueco –dijo susurrándome al oído-

Le hice espacio, la cama era lo bastante grande como para dormir los dos.

-Gracias –susurró-

Se metió en mi cama, de cara para mí, acurrucándose.

-Sería más seguro que te quedaras en su habitación. –dije-

-Ya, pero yo quiero estar contigo. Abrázame.

La abracé.

No durmió nada, pensando que podía hacernos algo, estaba allí conmigo pero atenta por si sentía un movimiento raro.

Will y Elizabeth en la misma habitación que nosotros, Barbosa más solo que la una en la habitación contigua, Lían en otra, también solo, pero a éste le daba igual y la otra que había con Enien y Aida con Anie. Elian iba a ver que Lían estuviera dormido al igual que Barbosa estuviera en su sitio.

-Elizabeth, me gustaría que te quedaras aquí mientras nosotros vamos a la montaña. –dijo Will-

-Yo quiero ir.

-Pero ¿no te acuerdas de la leyenda?

-Sí pero no me fío, puede ser cierta o no.

-Quédate aquí…

-…está bien…, si eso es lo que quieres.

-Sí, no es por que te quedes en estado o no, si no por tu propia seguridad.

-¿Y la tuya?

-Yo estaré seguro si tú piensas en mí.

Elizabeth lo abrazó.

Elian se quedó dormida poco antes de salir el sol, y casi todos estábamos levantados, menos Will, que no quiso ir por que Elizabeth no iba y Lían que Elian le obligó a quedarse y Elizabeth, también Anie.

-Ten cuidado –dijo Aida-

-Lo tendré. –dijo Enien.

Los dos se abrazaron.

Nos pusimos en camino, bosque a través hasta la entrada de la gruta. Enien el primero seguido por Elian, detrás Barbosa y luego yo, por si se escapaba o hacía un movimiento extraño. En el bosque aún no se veía con exactitud todas las trampas naturales que había, y la oscuridad aún era notable aunque la claridad fuese aumentando.

-Esta es la entrada –dijo Enien-

La entrada era una gruta que se adentraba en la montaña, y justo al lado una caseta de madera muy antigua y desgastada por el tiempo, se suponía que allí vivía el anciano de la montaña, pues así lo llamaban. En la entrada había dos antorchas que permanecían encendidas siempre. Las cogimos, una Enien y la otra yo, para iluminarnos bien. Nos adentramos.

La oscuridad era permanente, solamente iluminados con las antorchas. Todos seguíamos a Enien, que era el que nos guiaba y que en teoría tenía que llevarnos al centro. Así lo hizo. Dimos muchas vueltas para arriba, para abajo, para la izquierda, para la derecha, recto, bajadas, subidas, de todo un poco. El que construyera los túneles se lució.

-Ahora tendremos que pasar el último tramo –dijo- pero éste está lleno de trampas.

Todos asentimos con la cabeza, la verdad que estábamos un poco cagadillos, por no decir atemorizados o temerosos. Nada más empezar, Barbosa pisó algo raro que había en el suelo. Unas puntas afiladas salieron de la pared, que cada vez se hacían más largas, haciendo que tuviéramos que correr tanto como nuestras piernas nos daban, para llegar donde no habían las puntas. Agotados…

El siguiente paso era pasar una sala llena de racholas, el camino estaba marcado al principio, el que tenías que seguir, pero si una era la correcta, nueve no lo eran. Y tenías que ir pisando la que era correcta, ya que si pisabas la que no lo era, la tuya se hundía. Vamos, estuvimos a punto de matarnos con el jueguecito. Más que agotados…

Logramos llegar a la otra punta de milagro, ahora sí, a pocos metros teníamos la puerta de la que era la sala del tesoro. Pero para poder abrirla había que insertar el medallón en el agujero de la puerta. Barbosa tenía el medallón, como no. Se adelantó al resto y lo puso, pero éste no hacía nada.

-¿Qué pasa? –se preguntó-

-Nadie quiere que lo abramos. –dijo Elian-

-Pues pienso abrirlo, aunque tenga que tirar la puerta abajo.

-Venga ya hombre –dije para mí-.

La puerta medía casi dos metros y medio de alto por dos de ancho, vamos no sé como la han podido colocar, o si es que ya estaba ahí. ¿No habrá que girarlo o algo? –dije-

Barbosa puso su manaza en el medallón y lo giró, haciendo que las puertas se abrieran. Si Elian pasaba la puerta, ¿Qué pasaría?

-Tú la primera –dijo Barbosa empujándola-

Esta entró bruscamente, su cara parecía no querer estar ahí.

Nos quedamos boquiabiertos, todo un tesoro enorme delante de nuestros ojos, todo virgen, monedas de oro, de plata, coronas, grilletes de oro macizo, figuras de oro, objetos de decoración dorados, y todo tipo de objetos que pueda haber en un tesoro de esas dimensiones. Barbosa fue corriendo a tocarlo, quería sentirlo.

-¡Es mío! ¡Totalmente mío! –exclamaba tirándose las monedas de oro por encima suyo.

Sentimos una voz que nos hacía tener escalofríos, la voz decía: …Una mujer ha entrado en busca de mi tesoro…, serás castigada mujer…

-¿Qué ha sido eso? –preguntó ella-

-No lo sé, pero debemos irnos. –Dijo Enien-

Cuando dimos un paso hacia atrás las puertas se cerraron.

-¿Y ahora qué? –pregunté-

-Habrá otra manera de salir –dijo Elian- Nadie puede entrar por ahí, hemos pasado por pura casualidad. Tiene que haber otra entrada, más secreta y menos peligrosa.

-Que será por donde él entraba –continuó Enien-

-Exacto.

-¿Y por donde empezamos? –pregunté-

Los tres miramos las paredes desde nuestra posición, pero no vimos nada raro. Pues buscábamos algo que resaltara.

-Habrá que adentrarse –dijo ella-

Fue la primera que dio el primer paso. No des un paso más o serás castigada…Otra vez esa voz, que cada vez nos ponía más nerviosos, a excepción de Barbosa que parecía no oír ni ver nada a su alrededor, solamente el oro.

Nos separamos, uno para cada lado de la cueva, observando cada detalle por si era donde estaba la salida. … no encontramos nada. Volvimos a reunirnos en el inicio, los tres sentados en forma de triangulo, sin vernos las caras con nuestras espaldas juntas.

-No podremos salir de aquí –dijo ella-

-…

-Parece que con el tesoro ya se conforma, ¡pues que se lo quede si tanto lo desea, pero yo quiero salir de aquí! –dije-

-Saldremos, espero –dijo Enien-

Una de las antorchas se apagó.

…No saldrás de aquí…

-Otra vez, que pesado. ¡Sal ya y dímelo a la cara, estúpido! –Exclamó Elian-

-Por qué me metí en esto, por qué no me quedé en mi barco, tranquilamente. –Decía sin razón-

-Jack –pronunció mi nombre- si un caso me quedo embarazada y no es tuyo, ¿también lo aceptarías?

-Claro que sí. –Le cogí la mano- Pero espero que sea mío…

Barbosa se nos presentó lleno de monedas y tesoros. Mira –dijo enseñándole todo lo que traía a Elian-. Todo esto es tuyo si te vienes conmigo.

-No me iría contigo ni que fueses el papa de Roma.

-Jack –dijo Barbosa con cara de pocos amigos- ¿Te acuerdas del reglamento?

-Claro, era una injusticia…-dije para mí-

-Pues voy a hacer como si no hubiéramos hablado nada, yo me quedo con el medallón, el tesoro y la chica.

Elian nos puso una mano en cada hombro, se levantó con una pierna y la otra le hizo saltar todo lo que traía a Barbosa, dando una voltereta en el aire y cayendo de pie detrás de nosotros. ¡¿Qué os pensáis los dos, que soy una moneda de cambio que no vale nada?! No, ni pensarlo.

-Eres una chica y la verdad, en el mercado están muy codiciadas –dijo Barbosa-

-Ya te puedes tragar tu maldito oro, por que yo no pienso irme contigo.

-Tú vendrás como que me llamo Barbosa.

-Yo no voy como me llamo Leisma.

Enien se apartó vaya que soltara una de sus patadas…

-¡Me niego a ir con alguien como tú! ¡Estoy harta de que nunca me tomen en serio por ser una chica, de que nadie me haga caso, de que todos se rían de mí! ¿Por qué te crees que llevo esta ropa, Jack? Para destacar, para hacerles ver a la gente que no soy como las demás chicas de pueblo que se tapan hasta arriba para luego las más hermosas ser explotadas por villanos insolentes y pordioseros como tú.

-¿Me llamas pordioseo a mí? ¿A Jack Sparrow?

-¡Sí! ¡Al capitán Jack Sparrow!

-Bueno, dejadlo ya…-dijo Barbosa-

-¡Tú calla! –Exclamamos los dos-

-No tienes ni la menor idea de cómo he pasado estos años, sola.

-¿Y como lo he pasado yo?

-Pues no tan mal.

-Ah, mira, llegó la pirata intelectual. Ella lo sabe todo.

-Sparrow, Leisma, ya vale –dijo por segunda vez Barbosa-

Le ignoramos.

-¡Quiero que me devuelvas lo que es mío!

-Bien, adelante, tómalo.

No le di nada, por que no tenía nada.

-¡¡He dicho basta!! –Exclamó por tercera vez-

Los dos nos callamos. ¡¿No tenéis nada más que hacer que pelearos en un momento tan glorioso como éste?! Tú Leisma vendrás conmigo tanto si quieres como si no, y tú Sparrow te vas a quedar aquí con tu amiguito.

Cogió a Elian del brazo fuerte, casi se lo rompe. Ésta hizo un giro de 360º dándole en la cara con una patada, haciendo que se cayera al suelo con la nariz ensangrentada.

-Como te has atrevido. –dijo él levantándose-

-Es una de las cosas que tienes que aguantar si quieres que vaya contigo.

-No, tú no me vas a dar. Solo yo te puedo dar a ti.

-¿A sí? –Sacó su espada- Adelante, arreglemos esto como piratas.

Barbosa sacó su espada y se pusieron a luchar. …

-Eres buena…

-Tu luchas peor que mal…

Eso lo cabreó aún más. El chirrido de las espadas era estridente, Barbosa hizo que la espada de Elian cayera a unos metros de ella, sin darle opción a cogerla.

-¿Y ahora qué?

-…

-Si no eres mía, no serás de nadie más –dijo arremetiendo contra ella-

Suerte que pasaba yo por allí, me puse delante de ella, parando el ataque con mi espada.

-¿No estabas peleado con ella?

-Quien ha dicho que me peleaba. Lo hacía ver para engañarte.

-Igual que yo –dijo ella poniéndose a mi lado con su espada en mano de nuevo-

-Bien, pero ninguno de los dos podréis contra mi.

-Eso ya lo veremos –dije-

Los dos luchamos contra él, pero no fuimos nosotros quien lo ganamos, si no el fantasma que rondaba la cueva, hizo que desapareciera hecho polvos.

…vosotros, salid de aquí..., buscad la salida e iros para siempre…

-Ojalá nos fuéramos… -dije yo-

-Habéis estado geniales –dijo Enien- Formáis un gran dúo.

-Debemos buscar una salida –dije-

-¡Mirad allí! –exclamó Elian mirando a la parte superior de la puerta-

Había en pequeño hueco, pero para llegar había que subir escalando por unos pequeños pedestales que sobresalían de la roca, éstos en la pared hacían forma de medio arco.

-No hay más remedio que subir –dijo Elian-

Ella fue la primera en subir y la primera en bajar, los pedestales no aguantaban su peso. No hay manera –dijo-

-Tiene que haber otra forma –dijo Enien mirando la zona de los pedestales-

Tocó uno y se hundió para dentro, al lado se abrió una puerta en la roca, era la entrada secreta.

…antes de irte pagarás un alto precio… -dijo el fantasma-

-Si lo pago que sea por la persona que amo –dijo ella-

…entonces no será algo malo…