Capítulo 7. Despedidas

Nos adentramos otra vez en la oscuridad, ahora íbamos tocando la pared como cuando no ves absolutamente nada. El camino era largo y estrecho, pero cada vez se iba ensanchando más hasta verse una luz brillante al fondo, pensábamos que era la luz del sol, pero no era la luz de la luna, que estaba llena y su luz parecía plata.

-¿Tienes miedo Jack? –preguntó ella-

-No, ¿por qué?

-Por que estas pegado a mí.

Cuando por fin salimos, los tres nos abrazamos, derrochábamos tanta alegría que nos moríamos de ganas por llegar a casa y contárselo a los otros, pero ya era muy tarde y el bosque de noche era muy peligroso. Mientras esperábamos al lado del fuego, Elian y Enien hablaban, yo intentaba dormir algo.

-Lían me ha comentado que le has dicho que se puede quedar si lo desea en tu casa.

-Sí, pero te lo tendría que haber dicho a ti primero.

-¿Aceptarías a quedártelo si a cambio obtuviera una formación y unos estudios?

-Claro que sí.

-La idea me agrada pero me resultaría muy difícil dejarlo atrás, es como un hijo.

-Ya lo sé, pero piensa en él y en el futuro que aquí puede tener.

-Eso es lo que quiero. ¿Lo cuidarías como un hijo tuyo?

-Sí, lo querría igual que a Anie.

-Me resulta difícil decirte esto pero si él quiere quedarse, no veo ningún problema.

-Me pensaba que dirías que no –dijo-

-Cuídalo, aparenta ser fuerte pero es un niño, y le hace falta un buen padre y una madre y criarlo como dios manda, con unos estudios y con mucho cariño.

-Eso haré, contando que se quiera quedar. –un silencio detuvo la conversación- ¿Te puedo hacer una pregunta personal?

-Depende.

-¿Por qué le dejaste?

-Por la inmadurez que había en nosotros, siempre acabábamos peleándonos y diciendo cosas que no sentíamos, así que decidimos romper para que no fuera a más.

Esa parte de la conversación me interesa más –pensé-

-¿Ahora volverás con él?

-La inmadurez que había ha desaparecido, lo veo a través de sus ojos.

-¿Y en ti?

-También, pienso más las cosas, y soy menos drástica que antes.

-Pues la pelea de antes no parecía tan ficticia.

-¿No? Pues si lo era, queríamos hacerle creer que nos habíamos peleado como antes.

-¿Así os peleabais?

-Mas o menos. –Dije- solo que antes nos tirábamos los trastos a la cabeza.

-Te hemos despertado…

-No, no tengo sueño.

-¿Y qué vais a hacer ahora con la Perla Negra?

Los dos nos miramos como diciendo, no lo sé.

-¿Vas a querer que me quede contigo? –susurró-

-Tú verás… -dije también susurrando-

Al alba nos pusimos en camino, Enien deseaba llegar a casa para ver a Aida y a su pequeño, nosotros dos deseábamos volver a ver a Lían, éste era como un hijo para mí, aunque no lo logre aceptar, si.

Los esperábamos en la entrada de la casa, en un tronco de madera usado como tronco. Estaba sentado con Elizabeth, ésta a su vez sujetaba a Anie, se había encariñado con él.

-Son ellos –dije-

-Si, pero donde está Leisma, no se ve.

Y no se veía, solo veíamos el andar de Enien y el andar de Sparrow ¿Dónde estaba? ¿Y donde estaba Barbosa?

Enien entró en la casa sin decir palabra, quería darle una sorpresa a Aida.

Abrió la puerta silencioso, se fue en su busca y detrás de ella le puso las manos encima de sus hombros y le susurró al oído, ya he vuelto. Aida se giró, no lloraba pero si tenía los ojos en lagrimados. Se dejó caer en sus brazos y él la abrazó como si no se hubieran visto en mucho tiempo.

Nos esperaban en la entrada, Elizabeth jugaba con Anie en sus brazos mientras Will miraba nuestra llegada.

-¿Esperáis a alguien? –pregunté sonriendo-

-Sí, a los forasteros que se fueron ayer por la mañana –dijo Will continuando la broma-

-Entonces, eres uno de ellos.

Nos abrazamos como amigos que éramos.

-¿Y Elian?

-No tengo ni idea.

-¿No habrá…?

-No, no…, no se muere tan fácilmente. No, está dando una sorpresa a Lían.

Lían dormía en su cama, Elian subió por la fachada hasta tu balcón, una de las ventanas estaban abierta, así que entró.

-Lían… -susurró-

-…déjame dormir un poco más…

-Vale, pero después no me digas que no me has visto.

De golpe abrió los ojos y la vio sentada en una esquina de la cama. ¡Has vuelto! –dijo-

-No recuerdo que me haya ido.

Se sentó y la abrazó.

-¿Pensabas que no volvería, eh? –Dijo tocándole con el dedo la nariz-

-No pensaba eso, pero como no me querías hablar…

-Ui, que aquí ha habido malos entendidos…

-¿Te quedarás aquí?

-Yo aún no sirvo para quedarme en un lugar fijo, necesito libertad.

-…

-Además, tú decías que querías quedarte aquí, ¿no?

-Sí, pero…

-Pues no lo pienses más.

-Pero ¿y tú?

-Yo estaré bien. Tú necesitas saber leer, escribir y jugar con los niños.

-Me encantaría pero solo si tu estás conmigo.

-Yo estaré contigo pero no físicamente si no aquí –le tocó con el dedo índice el corazón-

-¿Vendrás a verme?

-Todas las veces que pueda. Además tengo que venir para la boda del tío.

-Sí, Aida me cae muy bien, me cuida como tú.

-Y eso espero que lo haga siempre.

-Te quiero.

-Yo también.

Se volvieron a abrazar, ahora con más fuerzas.

-A ver si me traes un hermanito.

-No lo llevas claro.

-Era una sugerencia.

-Vístete y despídete de Jack.

-Sí.

No se lo pensó, se visitó, bajó las escaleras de dos en dos y salió a fuera buscándome.

-¡Jack! –gritó- ¡Jack!

-Ya he oigo.

-¿Podemos hablar?

-…psi.

Me cogió de la mano y me llevó a unos metros alejados de los otros. Me agaché para verle bien. Dime, a que viene tanto alboroto. –dije-

-Quiero que me dejes el medallón.

-¿Para qué?

-Tú déjamelo.

Se lo dejé, insistía tanto que… Sacó la foto que había de Selene y puso un dibujo de Elian hecho a mano por él mismo del tamaño del medallón.

-¿Lo has hecho tú? –pregunté-

-Sí. Quiero acordarme de ella cada vez que mire el medallón.

-Tómalo, es tuyo.

-Cuídala. –dijo abrazándome-

-Lo haré. –dije abrazándolo también-

En ese momento Elian salió de la espesura totalmente silenciosa y le dio un susto a Will que se había vuelto a sentar en el tronco. Éste se sobresaltó y todos nos pusimos a reír.

-Te he asustado. –dijo riéndose-

-Sí. –dijo Will riendo-

-No he podido evitarlo, te veía tan concentrado.

Lían se despidió también de Elizabeth y de Will.

-Echaré de menos tu picardía –dijo Will-

-Yo también tu forma de ser. –contestó Lían- Adiós Elizabeth.

-Adiós pequeño.

-Cuidaos.

Los abrazó a los dos.

-Ahora que estáis los dos juntos –nos miró a Elian y a mí- ¿Por qué no os dais un beso, en señal que volvéis a estar juntos de nuevo?

Los dos nos sonrojamos.

-Va papá.

-¿Cómo me has llamado?

-Papá, para mí lo eres.

-No sé, que decir.

-No digas nada –susurró Elian a los pocos milímetros de mis labios-

El niño tuvo lo que quería, un beso que me dejó perplejo y sin palabras. Que vergüenza, delante de todos.

-Ahora sí que nos vamos –dijo Elian con su bolsa en mano y con la otra cogiendo la mía- Lían, he dejado tu bolsa encima de la cama, dentro hay algo.

-Vamos, Romeo –dijo Will riéndose-

-¡No te rías de mí!

-No me río, ¿o prefieres que te llame, papá?

-Ni una cosa ni la otra.

-Bueno, como quieras Sparrow.

-Eso sí.

-O Jack –dijo Elian-

-También.

-¿Y Capitán Jack Sparrow? –preguntó sonriendo Elizabeth-

-Esa mucho mejor.

Volvimos en plan cachondeo al barco, allí nos encontramos con que el navío que acompañaba la perla negra había desaparecido con su tripulación. No le dimos mayor importancia. Nuestra tripulación, bueno mi tripulación nos esperaba en la Perla Negra, todos celebrando nuestra llegada.

-¡Capitán, hacia donde ponemos rumbo! -exclamó un tripulante-

-¿A dónde Capitán Leisma? –pregunté-

-A donde tú quieras, es tu barco, Capitán Sparrow.

-No, nuestro barco.

-Isla Tortuga –dijimos los dos a la vez-

-¡Tortuga! –exclamé-

-¡Entendido capitán!

Los dos cogimos el timón, ella delante y yo detrás, acariciando sus manos agarradas a éste. Dirigiendo el rumbo hacia Isla Tortuga.

……..

Lían subió a ver qué le había dejado su madre dentro de la bolsa. Cogió la bolsa y dentro de ella había un sobre, lo cogió y se sentó en la cama, dejando la bolsa a un lado.

Abrió el sobre y se encontró con dos folios de color papiro, en uno había un dibujo hecho por ella donde estaban Lían y ella en una casa como aquella, los dos sonriendo. El otro era una carta, ésta decía.

Querido Lían,

Esta carta la estarás leyendo cuando ya esté muy lejos de ti, por eso quiero que sepas que jamás me olvidaré de ti, aunque haya todo un océano que nos separe. Yo siempre estaré ahí, a tu lado, aunque no me veas.

Deseo que seas feliz, aunque ya lo eras conmigo, pero sé que con el tío Enien aprenderás muchas cosas de las que yo te podré enseñar jamás. También podrás tener amigos en los que poder confiar, amigos con los que puedas jugar y hacerte mayor con ellos.

Aida se sentó a su lado y Lían se dejó caer sobre ella, llorando.

Probablemente estés llorando, yo también estoy llorando escribiéndote esta carta, no puedo evitarlo, las lágrimas se me caen. Siento que te tengas que ir de mi lado y yo irme del tuyo pero es lo mejor para ti, para que cada mañana me recuerdes, no como Elian Leisma, si no como lo que era, tu madre.

Quizá Aida no ocupe en tu corazón el lugar que tengo yo, pero si los dos ponéis un poco de voluntad, veras que ella será lo mismo que yo, una madre para ti, independientemente de lo que recuerdes. Por favor, Aida, se que lees esta carta, cuídamelo, te lo suplico. Haz el trabajo que yo no he podido hacer.

Te tengo que dejar, mi tiempo se me acaba, por favor, no te olvides de mí ni de Jack, pues él te quiere como un hijo, aunque no lo muestre. Adiós Lían, te quiero.

Elian Leisma

PD: No se cuando volveré a verte, espero que pronto. Te dejo detrás de esta carta un dibujo hecho por mí, somos tú y yo. Guárdalo junto a esta carta, me gustaría poder verlo si vuelvo a verte y recordar estos tiempos.

Me acordaré de ti siempre.

Después de leer la carta no pudo parar de llorar en las faldas de Aida, ésta le acariciaba el pelo y le decía que llorara lo que necesitara.

………..

-¿Qué le has dejado en la bolsa a Lían? –pregunté-

Los dos estábamos intentando dormir pero era imposible.

-Algo que no podrá olvidar jamás.

-¿Te acuerdas de cuando viniste por primera vez a éste barco?

-Sí, y te lo quité.

-No me lo recuerdes.

-Bueno, pero ahora es diferente.

-No lo es tanto, aquel día me seduciste y dejaste KO en esta cama, después me encontré atado al mástil.

-Me divertí.

-Me quedé perplejo cuando te vi venir desde la puerta hasta mí.

-¿Sí? ¿Y cuando vine a este barco por segunda vez?

-No tenía palabras. Pero pensaba que venías otra vez a dejarme estirado en la cama.

-Pero cuando te seducí, como tú lo llamas, no te hice nada.

-Ya, yo también me lo hice ver.

-¡No se vale!

-Sí que se vale, todo vale en un Reglamento.

-Pues gracias al Reglamento, volvimos a esta cama.

-Y le doy las gracias.

No pudimos mantener mucho tiempo más esa conversación, pues el deseo de volver a sentir nuestros labios iba a más. No había nadie que nos pudiera decir nada, ni nadie que nos pudiera mirar desde las rejillas de la puerta, nadie, ni nadie que nos lo impidiera.

Queríamos hacer que durara, poco a poco y sin prisas, por que no las había. Teníamos toda la eternidad para estar juntos.

-Eres preciosa, bella y hermosa –susurré- Una diosa.

-¿Qué tipo de diosa? –preguntó picarona-

-La de la belleza y del amor, acompañado por el deseo.

-No sabía que fueras un romántico.

-Yo tampoco. Pero me ha salido del alma.

…….

Me desperté a media noche, dormía boca-abajo y tenía su brazo rodeando mi cintura. Los dos completamente desnudos. Me levanté sin hacer que se despertara y me vestí, solo me puse la ropa interior y los pantalones, junto las botas. Subí a cubierta y me enfilé en el mástil hasta lo más alto de la vela mayor, no me di cuenta de que también estaba Will, sentado. Tenía los pantalones puestos, los calcetines y la camisa desabrochada.

-¿No puedes dormir? –preguntó-

-No, -dije sentándome a su lado-

-Yo tampoco.

-Veo que tú tampoco te has quedado quieto esta noche –dije indicándole la camisa-

-No hables mucho.

-Se ven mejor desde aquí las estrellas.

-Sí, son más claras y preciosas a la vista.

-Sí…

-¿Qué vas a hacer ahora?

-Navegar, y ver cosas nuevas. Sí.

Lo dije a mi estilo.

-Nunca cambiarás.

-Y espero no hacerlo.

-Si te digo la verdad, no le veía el fin a esta historia.

-¿No?

-Reconoce que tú tampoco lo veías claro.

-Bueno sí, Will siempre tiene la razón. Pero has de reconocer que Elian te ha sorprendido.

-Sí, desde que me dirigió la palabra en puerto francés.

-Es única.

-Y que lo digas.

-Tú ten cuidado con Elizabeth, te la pueden robar más de uno. He de reconocer que es guapa.

-Sí que lo es.

-Lo que puede llegar a cambiar la vida de un hombre al lado de una mujer.

-Yo no sabía que fueras un pirata del romanticismo. Ahora ya lo sé.

Los dos hablando como buenos amigos.

…….

Los días fueron pasando hasta que llegamos a Isla Tortuga, tenía temor de amarrar la Perla en el puerto y que me la robaran. Así que Leisma se ideó un plan para que su subieran, las trampas que había puesto se activarían una y otra vez hasta que el ladrón de navíos pesados se fuera al agua y su plan al garete. Nadie entraría en el barco.

Andábamos contentos por la ciudad, y todos los piratas idiotas que pasaban se apartaban en ver a Leisma, incluso alguno me era conocido. Llegamos a la taberna, donde todos nos conocíamos.

-¡Jeimi, tienes visita! –exclamé-

Me planté delante de la puerta, a mi estilo. Alguien dentro de la rebotica dijo, esa voz me suena, ¿eres tú, Jack?

-¡El mismo!

Salió de donde estuviera y vino a mí.

-¡Cuánto tiempo! ¿Encontraste a Leisma? Te andaba buscando.

-Y lo he encontrado –dijo ella saliendo detrás de mí.

-¡Leisma!

-¿Tienes mesa para cuarenta?

-…no, pero tengo dos que caben veinte-

-Interesante.

-Pasad, pasad –dijo contento- Es arriba. Jein indícale el camino.

-Sí padre.

El niño buscaba a Lían. Subimos las escaleras, arriba habían las habitaciones y al lado el comedor de arriba. Pues había días que se juntaba mucha gente y la taberna tenía muy buena reputación entre los piratas.

-Estas dos son. –Nos indicó- ¿Dónde está Lían?

-Ha encontrado a unos buenos padres, que lo cuidarán y lo querrán. –Dijo Leisma-

-No viene contigo –dijo bajando la mirada-

-Pero me ha dicho que cuando pueda, vendrá a verte.

Eso lo alegró. Uno de los tripulantes le dio una pequeña propina.

-Gracias señor –dijo él-

Un camarero subió. ¿Qué van a pedir? Tenemos menú.

Todos me miraron, como si fuera yo el que tuviera que elegir por cada uno. ¡Pedid lo que queráis, invita el capitán!

La tripulación de lo más contenta mirando lo que había en el menú y pidiendo.

-¿Entro yo en el paquete del capitán?

-Tú verás.

-….¡Ay no me hagas pensar que lo odio!

-¿Qué crees?

-Pues que sí.

-Pues ya está.

Me gané un beso en la mejilla.

Poco a poco empezaron a traer platos de todo tipo de comida, aquello sí que era un buen festín.

-Esto tiene buena pinta –dijo Elizabeth-

-Pues ya verás cuando lo pruebes –dijo Will-

No había duda, la comida estaba buenísima, no había probado cosa igual.

-¿Qué van a pedir algo para terminar?

-¡Dos copas de ron! –pedí-

-Dos copas del licor menos fuerte que tengas –dijo Will-

Los demás pidieron lo que se les antojó.

-¿Cómo es el licor? –Preguntó Elizabeth-

-No es muy fuerte –respondió Leisma-

Nos trajeron las copas.

-Está dulce –dijo Elizabeth-

-Sí, es el que menos quema la garganta, pero el que más sube…-Leisma dejó caer la última frase-

-Se lo bebió poco a poco.

La tripulación pedía una botella tras otra, Leisma y yo llevábamos una botella entre los dos y Will y Elizabeth se habían bebido casi dos botellas de ese licor. Todos cantando y bebiendo canciones de piratas y canciones que dices ¿de donde he sacado eso?

Las posaderas del club de al lado venían mucho cuando no tenían faena, así que se divirtieron con la tripulación y bebiendo con ellos. Will y Elizabeth estaban que no se aguantaban, risas, carcajadas, sueño, besitos, hasta que se fueron a la parte de las habitaciones.

-Yo no puedo más… -dijo Leisma borracha perdida- no me entra más líquido.

-…a mí tampoco… -dije borracho también-

-¡Capitán! –Exclamó la tripulación- ¡Capitán!

Los dos miramos.

-¡Un beso capitán! –dijo uno borracho-

Todos esperaban que nos besáramos, tocando con el baso en la mesa, pequeños golpes. No lo dudamos, nuestros labios de nuevo juntos. Los demás gritando como locos, aclamando el beso.

Leisma se levantó sin quitar sus labios, me cogió de la mano y me llevó para dentro, sin dejar de besar mis labios. La borrachera podía con nosotros.

-¡Haz buen trabajo capitán! –exclamó uno-

Casi no llegábamos a las habitaciones, besos, caricias y demás. La primera que vimos libre, allí nos quedábamos.

FIN

___________________

Éste es el final de esta historia, espero que os haya gustado. Manden reviews.