Buenas nochessssss. Este fic corresponde al día 3 (bebé falso) del Flufftober de Es de Fanfics. Aunque ya terminó octubre, me gustaría seguir subiendo el reto, puesto que lo tengo organizado por completo, pero lamentablemente no me dio el tiempo para terminarlo a tiempo.

La historia se ubica en un Semi AU, con Hinata como estudiante de segundo año en Inarizaki. Por el bien de la trama, Atsumu, Osamu, Hinata y Suna están en el mismo curso. Sin nada más que decir ¡Espero que disfrutes la historia!


—Como proyecto final de esta asignatura, tendrán que cuidar un bebé —habló de pronto el maestro, atrayendo la atención de la clase.

Para aclarar su punto, el hombre tomó un bebé de juguete de una caja bajo su escritorio. Atsumu no pudo evitar fruncir el ceño ante semejante barbaridad. Los cuchicheos no se hicieron esperar. Y es que, resultaba un poco chocante tener que cuidar un bebé siendo un motón de adolescentes, aún cuando esta era una clase sobre economía doméstica. Atsumu escuchó un par de comentarios repletos de molestia y vio como algunas manos eran alzadas, buscando, supuso el armador, preguntar algo o simplemente quejarse de la actividad.

—Antes de que puedan decir algo —interrumpió rápidamente el maestro—, déjenme aclararles que no es necesario tomar este proyecto como alguna especie de práctica de planificación familiar. Si deciden tener hijos o no después que se gradúen no es algo de mi interés. Pero me gustaría que, de todas formas, le dieran la seriedad correspondiente. Piensen en esto como una experiencia que les permite conocer las consecuencias de sus acciones sobre otras personas. Además, creo que podría reforzar su sentido de responsabilidad, aunque eso depende de ustedes. ¿Alguna pregunta?

El tono del hombre dejó poco espacio a reclamos, por lo que el salón quedó en silencio. El maestro esperó algunos minutos, con el fin de que alguien realizara algún comentario.

—Ya que no hay preguntas, busquen una pareja, tomen un bebé y una de estas hojas —agregó el maestro mientras señalaba los papeles en su mesa—. Allí están anotadas todas las indicaciones generales del trabajo, pero podemos revisarlas en conjunto una vez hayan armado sus equipos —aclaró con simpatía—. Quiero adelantarles que, además de las indicaciones, hay algunas cosas que tienen que rellenar, como primera entrega. Por lo que necesito que la traigan completa para la próxima semana —explicó. Atsumu vio cómo el hombre recorría con la mirada el salón, buscando algo o alguien en específico. Sus ojos se detuvieron en el propio Atsumu—. Me gustaría agregar, como sugerencia, que los miembros del equipo de volley podrían formar parejas entre ellos.

Y la exhausta expresión que le dedicó su profesor dejaba en claro que, más que una sugerencia, era una orden. Una parte de Atsumu, la racional, pudo empatizar con el hombre; él y su hermana peleaban todo el tiempo, Suna grabando sus constantes estupideces y Shouyou siempre lo apoyaba en sus bromas y riéndose de sus, en palabras de Suna, malos chistes. Aunque no entendía porqué el profesor lo miraba solo a él, considerando que sus compañeros de equipo eran igual de desastrosos.

Atsumu dejó salir un suspiro exasperado, sin entender todavía porqué el maestro decidió que esta era una buena actividad. Al menos, no tendría que hacer esta estupidez solo. Con esto último en mente, se levantó de su asiento y buscó con la mirada a su hermano. Sus cejas se alzaron cuando lo encontró, mas frunció el ceño al notar a otra persona cerniéndose con confianza sobre él. Suna, reconoció el armador. Con extrañeza, se dirigió hacia el par. Y el hombre, al parecer, sintió su mirada, puesto que giró su cabeza en su dirección. Cuando sus miradas chocaron, Rintarou sonrió con picardía para luego asomar su lengua, en un claro gesto de burla.

La extrañeza fue inmediatamente reemplazada por molestia, por lo que dio largas zancadas para llegar más rápido. Una vez que estuvo frente al par, halló a Osamu riéndose de algún comentario de Suna. Carraspeó intentando llamar su atención, haciendo que la sonrisa de su gemelo desapareciera, dando paso a una expresión de disgusto puro.. Y Atsumu no pudo evitar alzar una ceja con escepticismo y es ¿no se supone que es él quién está molesto?

—Esto es estúpido —comentó el armador con la atención puesta en su hermano—. Pero no queda de otra. Podríamos avanzar el fin de semana y-

—Espera —interrumpió Osamu— ¿Podríamos? Lo siento, pero Suna se me propuso primero. —La expresión en el rostro de su gemelo denotaba diversión absoluta.

Y la molestia volvió a hacerse presente en las facciones del armador. ¿De verdad su hermano lo estaba dejando a su suerte? ¿Y desde cuándo era tan cercano a Suna?

—¿Qué? —Atsumu miró atónito a Rintarou, quien mantenía una mueca de completo desinterés y un brazo sobre los hombros de Osamu al mismo tiempo que hacía un signo de paz con los dedos de su mano libre—. ¡Traidor! —Gritó enardecido— ¿Y ahora con quién se supone que haré el proyecto?

Osamu y Rintarou no emitieron sonido alguno, mas las expresiones burlescas en sus rostros sacaban aún más de quicio al molesto Atsumu. En el preciso momento en que abrió la boca para reprocharles su traición, alguien se paró junto a él. Dispuesto a desquitarse con el recién llegado, se volteó hacia él y cualquier palabra malsonante murió en sus labios al reconocer a la persona a su lado.

—Shouyou… —dejó salir en un susurro.

Y el aludido giró su rostro en la dirección del armador. Cuando sus ojos se encontraron, una sonrisa se asentó en la boca de Shouyou, haciendo que el corazón de Atsumu latiera mucho más rápido y golpeara con fuerza su pecho.

—Atsumu ¿Tienes pareja para el proyecto? —preguntó con entusiasmo el pelirrojo.

Y Atsumu fue incapaz de hablar. En cambio, se dedicó a contemplarlo en completo silencio… embobado. Su atención cayó en las mejillas de Shouyou, apreciando cada una de las pecas que se extendían allí. Atsumu creía que estas le daban un aire travieso. Su mirada subió hasta los desordenados y pelirrojos cabellos; no pudo evitar preguntarse cómo se sentirían bajo el tacto de sus dedos ¿serían suaves? Su escrutinio se detuvo, finalmente, en las irises marrones, las cuales lograban transmitirle una sensación de tranquilidad cada vez que las veía.

Su ensoñación fue abruptamente interrumpida por un fuerte golpe en las costillas. Atsumu le dirigió una dura mirada al culpable, su hermano, quien volvió a sonreírle con mofa. Antes de poder reprocharle el rudo gesto, Osamu señaló con sus ojos a Hinata. Cierto… le había preguntado algo… ¿Cuánto tiempo estuvo mirándolo? Se preguntó Atsumu.

—No… —contestó sin aire.

—¡Hagámoslo juntos! —declaró el alegre bloqueador central con una gran sonrisa, sin dejarle espacio para rechazar la oferta.

Atsumu asintió en silencio, desviando su atención con inusual timidez. Pudo escuchar las (para nada disimuladas) risas de su hermano y Suna. Les dedicó una mirada de odio absoluto; no solo lo traicionaban, sino que ahora tenían el descaro de reírse de él. Se vengaría, todavía no estaba seguro del cómo, pero tomaría represalias. Un suave carraspeo provino de la persona adjunto, interrumpiendo sus maquinaciones,

—Entonces ¿Qué piensas de avanzar el proyecto este sábado? —propuso Shouyou.

—¡Si, me encantaría! —respondió Atsumu con más rapidez y entusiasmo de la que esperaba. Escuchó carcajadas provenir de Osamu y Rintarou, haciendo que el rubor se instalara en sus pómulos—. Puedes venir a mi casa —agregó en un tono más calmado.

Atsumu sintió su corazón estrujarse exactamente en el preciso instante en que la sonrisa de Shouyou se volvió más grande.

—¡Perfecto! Iré a buscar a nuestro bebé. —Dicho esto, el pelirrojo dio media vuelta y se alejó trotando.

El inconfundible sonido de una risa llenó nuevamente la atmósfera. Frunció el ceño enojado y miró con reproche al dueño de aquella risa, su hermano. Lo contempló sin decir palabra alguna, esperando que dejara de reírse para poder increparlo. Una vez que el silencio se hizo presente, Atsumu se centró en el rostro de su gemelo; la diversión era palpable en cada una de sus facciones.

—Felicidades, ahora eres padre —espetó Osamu con burla.

Y, sin motivo aparente, las palabras de Osamu ocasionaron una extraña sensación en el armador… una mezcla de vergüenza y expectativa.


Atsumu tamborileó por enésima vez la mesa. Si su madre estuviera en casa, lo reprendería por ser tan impaciente (y por dejar un agujero en la madera después de tantos golpeteos). Todavía quedaba más o menos 40 minutos para la hora acordada con Shouyou. Y no es que estuviera contando los minutos que faltaban, no estaba siendo impaciente… ¿Cierto? Aunque, debía admitir el armador, estaba un poco (demasiado, en palabras de Osamu) entusiasmado por la visita del alegre bloqueador central. Le agradaba Shouyou, de eso estaba completamente seguro. Y motivos no le faltaban; Hinata era alguien absolutamente dedicado a las cosas que ama. Debía agregar, otro de sus encantos, la naturaleza amable del pelirrojo, quien siempre está ayudando o preocupándose por el resto, llegando incluso a reírse (por completa amabilidad) de alguno de sus muy malos chistes. Tal vez su entusiasmo se debía, también, a que le gustaba pasar tiempo con él y esta podría ser la oportunidad perfecta para profundizar su vínculo de amistad.

Ante este último pensamiento, una sonrisa tranquila se extendió por los labios. Al parecer, tener que cuidar de un mocoso de plástico tenía algo positivo. Lamentablemente, su tren de pensamientos se detuvo por el sonido del timbre de la puerta. Confundido, miró nuevamente la hora, comprobando que todavía faltaba un poco para la llegada de Shouyou, por lo que descartó rápidamente la posibilidad de que fuera él. Sus padres no estaban en casa y no llegarían hasta entrada la noche. Por lo tanto, la única opción que le quedaba a la identidad del visitante era Osamu, quien fue a comprar algunos minutos atrás. Se levantó con toda la disposición de reprender a su hermano por salir sin llevarse consigo las llaves. Cualquier improperio dirigido a Osamu murió cuando vio a la persona al otro lado de la puerta.

—¿Qué haces TÚ aquí? —interrogó anonado.

El visitante le frunció las morenas cejas con enojo. Dejó salir un suspiró y volvió a mirar a Atsumu, pero esta vez portaba su habitual expresión apática.

—Hola a ti también, Atsumu —contestó Suna. Se observaron en silencio un momento—. ¿Me dejarás pasar? —solicitó luego de un rato.

El armador consideró la opción de cerrarle la puerta en la cara. La idea de tener a Suna y su hermano, juntos, mientras pasaba el rato con Shouyou lo ponía nervioso. Y es que estaba completamente seguro que aquel par haría de su tarde un verdadero infierno, irrumpiendo en su alcoba a burlarse de él. La idea de ser su objeto de burla no le resultaba encantadora. Pero tener que lidiar con la ira de Suna más tarde sería una molestia aún más grande. Por lo tanto, se movió en completo silencio y lo dejó entrar en la vivienda. En el genkan, Atsumu centró su atención de nuevo en el moreno, cruzándose de brazos a la espera de una respuesta a su pregunta. Rintarou le sostuvo la mirada y, de nuevo, suspiró.

—Osamu me pidió venir para que avancemos nuestro informe sobre el bebé—explicó casi sin entusiasmo mientras cruzaba el genkan y comenzaba a recorrer la casa; como si estuviera buscando algo… o alguien—. ¿Y tu hermano? —preguntó luego de echar un rápido vistazo.

—Salió a comprar —contestó Atsumu—. No creo que tarde.

Un silencio incómodo se instaló en el ambiente, descolocando completamente a Atsumu. Y no entendía porqué sentía pesada la atmósfera, si solían hablar normalmente cuando se quedaban solos. Antes de darle tiempo para agregar algo más, la puerta de la entrada se abrió de golpe, dejando ver a Osamu, quien traía un par de bolsas con víveres.

—Bienvenido —saludó Suna con tranquilidad y una suave sonrisa, al mismo tiempo que volvía al genkan.

—Estoy en casa. —Osamu se quitó los zapatos y se acercó a Suna, agarró su hombro y lo apretó suavemente.

Atsumu vio al par contemplarse en silencio, con la mirada perdida en el otro… como si no existiera nada ni nadie más en la habitación. El armador pudo notar, también, los serenos semblantes en sus rostros, acompañados por una pequeña sonrisa asentada en los labios. La pacífica atmósfera que compartían su hermano y Suna lo hizo sentirse extraño e incómodo: por un lado, parecía que se olvidaron de él y, por otro lado, estaba comenzando a pensar que algo realmente importante ocurría aquí, pero era incapaz de comprender qué. No aguantó más aquella sensación y carraspeó la garganta, esperando lograr llamar su atención y sacarlos del trance. Y funcionó; Atsumu vio como pusieron distancia uno del otro y se centraban en él. Mas las serenas expresiones que portaban antes fueron reemplazadas por una ilegible (por parte de Suna) y otra completamente enardecida(por parte de Osamu).

—¿Todavía sigues aquí? —preguntó con un tono enfadado Rintarou.

—¡Es mi casa! —contestó ofendido.

Los ojos del bloqueador central taladraron a Atsumu, dejándole bastante claro que estaba furioso por su interrupción. Y Atsumu no podía comprender el porqué. Primero, Suna llegó sin previo aviso, acabando con su buen humor y con las esperanzas de tener una tarde tranquila junto a Shouyou. Y luego se molestaba sin razón alguna.

—Como sea —dijo Osamu ofuscado. Caminó hasta el comedor y arrastró una de las sillas junto a la mesa—. Suna y yo estaremos trabajando en nuestro informe. Así que —se detuvo un momento— no molestes —agregó al mismo tiempo que le dirigía una dura mirada a Atsumu, que no dejaba espacio a reclamo alguno.

Tal vez haya sido la extraña escena que presenció algunos minutos atrás, sumado a la frívola mirada que le dedicó su hermano, que llevó al armador a guardar silencio. Sin decir palabra alguna, tomó un lugar en la mesa, frente a Osamu y Suna, quien se había acomodado en silencio junto a su gemelo.

Decidió no prestarles atención, así que tomó su celular, buscando concentrarse en otra cosa mientras esperaba la llegada de su invitado. Estuvo algunos minutos vagando entre las aplicaciones sin fin aparente, con las voces de su hermano y «mejor amigo» de fondo. De pronto el inconfundible sonido de una carcajada lo sacó de su estupor. Curioso, alzó la vista y se congeló ante la escena que se desarrollaba frente a él. Osamu soltó un muy mal chiste sobre el cuidado infantil y Suna se estaba riendo de eso… Riendo. No con una sonrisa de mofa o un resoplido, sino una carcajada llana y limpia, completamente discordante con sus extremadamente inexpresivas muecas. Pero la sorpresa no acabó ahí. Una vez aplacadas las risas, volvieron a concentrarse en el informe… o mejor dicho, 'Samu volvió al informe. Rintarou, en cambio, dirigió sus irises al rostro de su gemelo, mirándolo hablar en silencio, mientras una suave sonrisa se extendía por su boca.

La misma sensación de incomodidad que sintió hace un rato se hizo presente en Atsumu. ¿Desde cuándo Suna se reía de los malos chistes de su hermano? ¿Y desde cuándo lucían tan cercanos? Más y más preguntas aparecían en cacofonía por su cabeza. Pero, para su suerte, se detuvo abruptamente (de nuevo) por el sonido del timbre. Miró su celular y se alegró al descubrir que ya era la hora acordada (aunque en realidad fueran unos 8 minutos más tarde, pero Atsumu no iba a ser quisquilloso al respecto), por lo que era muy probable que la persona detrás de la puerta fuera Shouyou.

—Tal vez sea tu cita —comentó Osamu entre risas.

Y el rubor subió por el cuello hasta las puntas de las orejas de Atsumu. ¿De qué estaba hablando Osamu? ¿Por qué se refería a Shouyou como su cita?... Y aún más importante ¿Por qué se estaba sonrojando? Sacudió la cabeza con fuerza, intentando alejar el calor de su rostro.

—Shouyou no viene para una cita —replicó con inexplicable vergüenza—. Tenemos que estudiar para hacer nuestro informe —agregó al mismo tiempo que caminaba hasta la entrada.

—Como si conocieras esa palabra —le escuchó decir a sus espaldas seguido de un par de carcajadas.

Atsumu prefirió ignorar el comentario y centrarse en su invitado. Tomó el pomo de la puerta e inhaló con fuerza, esperando calmar su nerviosismo (y que bajara el sonrojo en su rostro). Tiró de la puerta y el aire que estaba reteniendo se le escapó de golpe en el preciso instante que sus ojos se encontraron los marrones de Hinata.

—Buenas tardes, Atsumu —saludó energéticamente el pelirrojo.

—Hola… —devolvió el gesto, completamente embelesado en el recién llegado.

Oyó risas a sus espaldas, sacándolo de su trance. Se movió con rapidez y dejó la entrada libre para que Hinata entrara.

—Gracias por recibirme —dijo Shouyou una vez que estuvo dentro de la vivienda.

—Hola, Shouyou —recibió Osamu todavía carcajeándose.

—¿Cómo están, Suna y Osamu? —Inquirió alegremente.

Atsumu volvió a escuchar las risas y cotilleos de aquel par de idiotas que tiene por hermano y mejor amigo. De verdad, no lograba comprender a qué se debían tantas carcajadas. Era claro que se estaban mofando de él, pero ¿de qué precisamente? No recordaba haber hecho o dicho algo digno de tantas burlas. Y la realidad lo golpeó como un rayo; sí existía algo de lo que podría reírse su hermano… y estaba parado junto a él mismo. Desde que acordó su reunión con Shouyou, le había estado relatando a su hermano acerca de lo mucho que ansiaba la llegada del sábado… de cuánto quería pasar el rato con él. Y efectivamente, eso era algo digno de tantas risotadas (al menos Atsumu sí se estaría burlando si estuviera en el lugar de Osamu). Pero esto dejaba otra interrogante: ¿Por qué Suna también se estaba riendo? No recordaba haberle comentado sobre esto, porque sabía que sus comentarios serían más salados que los de su hermano. Entonces… ¿Osamu le contó esto a Suna? ¿Violó la confidencialidad y vínculo inquebrantable entre gemelos?

Enojado, Atsumu sujetó la manga de Shouyou y comenzó a caminar hacia la escalera.

—Ven, no pierdas el tiempo con esos idiotas —refunfuñó mientras tiraba del pelirrojo.

—¡¿A quién llamas idiota, imbécil?! —gritó Osamu desde el primer piso.

Mas decidió ignorar el insulto de Osamu y centrarse en lo que realmente importaba: avanzar el informe (y pasar tiempo con Shouyou, claro está). Entró en su habitación, con Hinata siguiéndole el paso y, una vez ambos dentro, cerró la puerta. No quería que su hermano y Suna estuvieran husmeando su sesión de estudio.

Miró a Shouyou y notó que seguía junto a él, estático, como si algo le impidiera moverse. ¿Estaba nervioso? Se preguntó Atsumu.

—Toma asiento —pidió con suavidad, señalándole la pequeña mesa y cojines en el suelo previamente puestos allí para facilitarle un espacio cómodo de estudio, y esperando que, una vez sentado, el nerviosismo de Hinata bajara (y el suyo propio).

Sin embargo, la risa que escapó de los labios ajenos sorprendió completamente a Atsumu. Confundido, miró el rostro de Shouyou, encontrándose con que este le dedicaba una sonrisa atiborrada de picardía. Luego, el pelirrojo desvío la mirada hacia su brazo y lo alzó ligeramente. Atsumu imitó la acción y, con horror, descubrió que todavía sujetaba la manga de Hinata.

—Para eso tendrás que soltarme primero —remató el bloqueador central con una sonrisa comemierda.

El armador retiró inmediatamente la mano. Sintió sus mejillas calentarse con vergüenza. ¿Cómo no notó que seguía sujetándolo? El armador soltó con rapidez la manga y puso distancia entre ellos mientras giraba el rostro, esperando que Shouyou no notara el sonrojo que volvió a asentarse en sus mejillas.

—Perdón —dejó salir casi en un susurro, incapaz de mirar al otro.

—Está bien, no hay problema —tranquilizó Hinata entre suaves risas, acentuando aún más el rojo en la cara de Atsumu.

Atsumu cruzó con grandes zancadas la distancia que lo separaba de la mesa en el suelo y se dejó caer en uno de los cojines dispuestos. Palmeó con fuerza el cojín junto a él, invitando al otro a sentarse allí. Las carcajadas de Shouyou siguieron llenando la habitación por un rato, avergonzándolo cada vez más. No entendía cómo las cosas había salido tan mal. Se suponía que debía actuar genial frente al pelirrojo y hacerlo reír, pero no a costa de sí mismo. Escuchó un ruido sordo y, girándose hacía la fuente de aquel sonido, halló a Shouyou sentando a su lado, sonriendo, aunque, en este momento, no había atisbo de burla en sus labios; solo un semblante repleto de simpatía, como si intentara tranquilizarlo. Por segunda vez en el día, sintió su corazón martillar con fuerza en su pecho, retumbando constantemente en sus oídos. ¿Por qué se sentía de aquella forma?... ¿Y por qué la sonrisa de Shouyou pareciera ser la causante de su malestar? Sacudió la cabeza, buscando alejar todos aquellos confusos pensamientos… después de todo, tenían un trabajo que avanzar.

—Veamos el informe —pidió Atsumu mientras tomaba la hoja puesta con anticipación en la mesa.

Hinata no respondió, sin embargo, se inclinó hacia el armador, casi apoyando su cabeza en su hombro y haciendo que sus brazos y rodillas se rozaran. Tomó la hoja por el lado que no estaba sujetando Atsumu y tiró levemente de ella, procurando que estuviera al alcance de su vista el contenido de aquel papel. Y Atsumu no pudo evitar ser extremadamente consciente del cómo sus extremidades mantenían el contacto y del leve calor que irradiaba el pequeño bloqueador central.

—No es mucho lo que tenemos que hacer, por ahora —comentó Shouyou pasados unos minutos.

—Si… —respondió por inercia, demasiado concentrado en disfrutar de la agradable y cálida sensación que quedaba en aquellas partes de su cuerpo que tocaba el de Hinata.

—Le pregunté algunas cosas a mi mamá y me dio algunos consejos —agregó—. Además, recuerdo un poco de las cosas que ella hacía y me enseñó cuando Natsu nació.

—Ajá… —articuló sin realmente estar prestando atención a lo que el pelirrojo hablaba.

—Y bueno —continuó explicando—, me dijo que siempre hay que tener presente la edad del bebé y que, desde ahí, podemos buscar qué cosas se pueden o no hacer. Por ejemplo, aquí dice que el bebé tiene 8 meses, así que puede comer otras cosas además de leche y fórmula; ya debería poder sostener el peso de su propia cabeza y…

Y Atsumu se desconectó por completo de las declaraciones que le estaba brindando Shouyou; centrándose en este momento no solo de la cercanía física, sino también en los entusiasmados ademanes que estaba transmitiendo el bloqueador central. Una sonrisa queda surcó el rostro del armador. Realmente le fascinaba lo expresivo que podía llegar a ser el chico y lo mucho que se comprometía con sus actividades. En cierto sentido, le alegraba saber que Shouyou disfrutara de este trabajo, aunque él mismo pensara que era una reverenda estupidez. Le brindaba una nueva perspectiva a la tarea y la esperanza de que, junto a Hinata, tal vez se convirtiera en un agradable recuerdo.

Su trance fue detenido por una cálida mano que se posó en su hombro, haciendo que se congelara en su puesto ¿Cuánto tiempo se desconcentró?

—Atsumu… —llamó Shouyou. Atsumu miró su rostro y el pánico lo invadió al ver que las rojizas cejas estaban fruncidas—. ¿Estás escuchando? —Inquirió con una voz que denotaba algo de fastidio.

—¿Si…? —medio preguntó más que contestó, completamente inseguro de su respuesta y de la posible reacción de Shouyou ante una negativa. Después de todo, estaba en todo su derecho de molestarse después de dar una larga explicación que fue ignorada por completo.

Mas Hinata solo dejó salir un suspiro. Atsumu miró su rostro, esperando descifrar qué estaba sintiendo el otro. Y casi gritó con pánico al hallar atisbos de decepción en las facciones de Shouyou. Genial, en menos de una hora, ya lo arruinó dos veces.

—Volvamos al principio —habló Hinata en un tono casi autoritario, sin dejar espacio a refutaciones o negativas.

Atsumu asintió efusivamente y se requirió de cada neurona en su cerebro para que pusiera atención a las palabras de Shouyou.


Las clases de aquel día lunes transcurrieron sin ningún tipo de problemas. Tal vez fueron demasiado aburridas para Atsumu, pero agradecía que nada malo haya ocurrido hasta ese momento. Estiró los brazos sobre su cabeza con la intención de relajar su acalambrado cuerpo. Sin nada mejor que hacer, escudriñó el salón, notando la ausencia casi total de sus compañeros de clase; mas no fue algo que le generara sorpresa, dado que estaban en la hora de almuerzo. Su escrutinio se detuvo en unas mesas a su izquierda, específicamente sobre un par de sujetos que compartían lo que parecía ser una charla muy amena. Frunció el ceño cuando una de las personas dejó salir una estruendosa carcajada. En realidad, no le importaba mucho la conversación que se estaba llevando a cabo, sino más bien la identidad de uno de sus compañeros, puesto que no había tenido oportunidad de hablar con él durante todo el día. Desvió su mirada del grupo, no quería seguir viendo como Shouyou se divertía con otra persona (e intentó ignorar el nudo que se formó en su estómago al ver esa escena).

Atsumu escuchó unas pisadas resonar sonoramente. Con cada zancada, el sonido se hacía más fuerte, dándole a entender que el dueño de aquellos pasos se dirigía hacia él.

—Cuñado. —Por la voz, Atsumu reconoció a Suna con rapidez.

¿Cuñado? ¿A quién le estaba hablando Suna? El armador alzó la vista y descubrió que Rintarou lo miraba fijamente con completa indiferencia ¿Le estaba hablando a él? Hasta dónde recordara, no estaba relacionado de ninguna otra forma que no fuera su extraña amistad. Entonces, para verificar a quién se refería, levantó su diestra y se apuntó a sí mismo, esperando que Suna entendiera el gesto. Y por la forma en que su ceño se frunció, Atsumu supo que comprendió el mensaje.

—¿A quién más crees que le estoy hablando? —Preguntó con un tono un tanto molesto.

—No lo sé —contestó el armador con voz similar sin lograr comprender la actual actitud del bloqueador central.

—Como sea —agregó Rintarou—, ¿Has visto a mi marido?

Y Atsumu perdió por completo el rumbo de la conversación. ¿En qué momento Suna se casó? y lo más importante ¿Con quién?

—¿Tu qué? —devolvió la interrogante completamente anonadado.

Suna abrió la boca, mas cualquier intento de hablar fue interrumpido por la intromisión de una tercera persona a conversación.

—Vi a Osamu salir hace unos minutos, probablemente fue a comprar onigiris —explicó Shouyou apenas estuvo junto a ellos.

—Gracias. —Fue la escueta respuesta que dio Rintarou antes de dar media vuelta e irse.

Atsumu contempló el camino que recorrió el moreno sin tener idea alguna de lo que acababa de pasar. Intentando averiguarlo, miró a Shouyou y su confusión se hizo más grande al descubrir que se estaba riendo.

—¿Qué mierda acaba de ocurrir?

—Quien sabe —le respondió Hinata una vez dejó de reír. La expresión divertida que persistía en su rostro, le daba a entender al armador que entendía con perfección la situación—. ¿Estás ocupado? —Inquirió luego de un momento.

—Depende —dijo mientras apoyaba su rostro sobre una de sus manos.

Aunque, en realidad, Atsumu no tenía nada importante que hacer en estos momentos, pero no resistía el impulso de transmitir un aire de misterio.

—¿Te molestaría que viéramos algunas cosas del bebé?

Y no tuvo que darle muchas vueltas a la pregunta, después de todo, estaba libre y podría pasar el rato con Shouyou, aun cuando fuera a costa del estupido proyecto. Por lo tanto, le dio la afirmativa y salieron del salón.

Caminaron hasta las escaleras contraincendios y se instalaron allí. Shouyou acomodó su bolso en su regazo y de ahí sacó el dichoso bebé, algunas mudas de ropa y pañales.

—¿Y esto de dónde salió? —preguntó Atsumu.

—¿No lo recuerdas? —cuestionó Shouyou de vuelta con tono de sorpresa—. En el informe decía que debíamos ir a buscar material al salón de economía doméstica —aclaró.

Por supuesto, Atsumu no recordaba esa parte del informe (y ni siquiera estaba seguro de haberla leído), pues estaba concentrado en otra cosa ese día y no se dio el tiempo de revisar aquel papel nuevamente.

—¿Y qué haremos con esto? —inquirió mientras tomaba una de las prendas, sorprendiéndose por lo suave y gruesa que era la tela. Le dio la vuelta intentando averiguar cómo se colocaba.

—Practicar —respondió Shouyou con simpleza, como si esa fuera la respuesta más obvia del mundo—. No tienes experiencia con el cambio de ropa ¿Cierto? —finalizó con una sonrisa comemierda.

Atsumu pudo detectar un atisbo de diversión en la voz del pelirrojo. El armador frunció el ceño ante lo último. Hinata tenía razón, pues solamente tiene a Osamu como su hermano, por lo que nunca se dio la oportunidad de tener que cuidar constantemente a un bebé, a diferencia de Shouyou, que tiene una hermana menor y que, por algunas de las anécdotas que contaba, si cuidó bastante de ella cuando era una bebé. Aunque esto no quitaba la sensación de enojo que sentía ante el comentario burlesco. Si, no sabía cómo hacerlo, pero no tendría problemas en aprender. Así que, sin darle tiempo a Hinata de seguir mofándose de él, tomó al bebé y lo acomodó en el suelo. Agarró nuevamente la prenda que sujetó antes y se la colocó al muñeco. Batalló un poco con las extremidades y los botones, pero no tuvo mayores complicaciones. Observó con orgullo al bebé y se lo enseñó a Shouyou.

—¿Qué piensas?

—Lo hiciste bien —dijo Hinata con una sonrisa—, pero olvidaste el pañal y el body —indicó mientras tomaba lo que Atsumu creía eran las prendas que mencionó.

El armador volvió a arrugar su entrecejo. ¿Eran esas piezas relevantes para el bebé? Se supone que era un muñeco, por lo que no era necesario tener en consideración tantos detalles, o eso creía Atsumu. Pero, por la expresión seria que se presentó en el rostro de Shouyou al cabo de unos segundos, comprendió que este sí se lo estaba tomando en serio. Tal vez sería mejor darle un poco de seriedad al proyecto.

—No sé como colocar un pañal —admitió— ¿Podrías enseñarme?

—¡Claro! Déjame mostrarte.

Atsumu observó a Shouyou tomar al muñeco y colocarlo en el suelo. Abrió el pañal y lo acomodó bajo el bebé. Vio como sus manos se desplazaban ágilmente por aquel muñeco, teniendo extremo cuidado con las extremidades. La atención del armador cayó más en las manos que en lo que estas estaban haciendo. Se concentró en sus dedos, apreciando la longitud y grosor de estos; descubrió algunas cicatrices y callos que se extendían por la piel, una prueba irrefutable de años de práctica y dedicación al voleibol. En su inspección, notó lo pequeñas que eran aquellas manos e, inevitablemente, recordó aquella vez que el pelirrojo le confesó lo mucho que le gustaría poder sostener el balón con una sola mano. Se preguntó si las manos de Hinata se verían aún más pequeñas entre las suyas.

—... Y eso es todo —comentó Shouyou mientras terminaba de poner el pañal, sacando a Atsumu de su trance.

—¿Eh?

Nuevamente, se distrajo y no prestó atención a las explicaciones de Shouyou. Definitivamente se va a enojar, pensó Atsumu. Con temor, miró al bloqueador central y se dió cuenta que este lo miraba de vuelta, pero no con una mueca de molestia, sino con sorna. ¿Qué estaba pasando? ¿No se enojaría por volver a ignorarlo? Con el pasar de los segundos, la sonrisa en las mejillas de Shouyou se fue ensanchando cada vez más. ¿De qué se estaba divirtiendo? Y la realidad lo golpeó como un rayo… Shouyou era perfectamente consciente de que no estaba concentrado en su explicación.

—Ahora es tu turno —indicó Shouyou con diversión mientras le quitaba el pañal al muñeco y se lo tendía a Atsumu.

El armador, nervioso, lo recibió y acomodó temblorosamente en el suelo. Mantuvo sus manos sobre el bebé sin tocarlo, siendo incapaz de moverlas.

—¿Podrías repetirlo? —pidió al cabo de unos segundos—. No entendí muy bien.

—Está bien —aceptó fácilmente—, pero asegúrate de poner atención esta vez.

Y Atsumu sintió cada célula de su cuerpo congelarse en el preciso instante en que Hinata deslizó sus manos sobre las suyas, guiandolas hacia el pañal. Confundido, buscó con la mirada las irises marrones y, cuando las halló, su pulso se disparó al ver la forma en que Shouyou le sonreía.


Un grito de dolor escapó inevitablemente de sus labios cuando una gota de aceite caliente se estrelló contra su muñeca.

—¿Estás bien? —indagó Shouyou.

Las cálidas manos del pelirrojo envolvieron cuidadosamente el antebrazo de Atsumu al mismo tiempo que le dedicaba una preocupada mueca.

—No… Creo que no podré volver a usar mi mano nunca más —contestó dramáticamente.

Vio como Hinata rodaba los ojos y lo soltaba, volviendo a lo que estaba haciendo antes de su accidente.

—Ve a mojarte la muñeca —le indicó Shouyou mientras seguía cortando verduras.

El tono que usó le indicaba al armador que debía hacer caso sin rechistar. Así que, a regañadientes, se alejó de la cocina y caminó hasta el lavabo, que estaba unos pasos más allá. Abrió la llave y sumergió su muñeca en el agua, sintiendo alivio inmediato cuando el frío líquido golpeó la adolorida piel.

Cada vez el proyecto se sentía más agobiante. Las burlas y malos chistes de parte de Osamu y Suna se hacían más constantes, teniendo como tópico central a Shouyou. Sobre este último, no lograba entender cómo lograba colocarlo nervioso con tanta facilidad, tampoco podía comprender porqué se sentía así. A todo lo anterior debía sumar su reciente quemadura, lo que le hacía volver a cuestionarse sobre la necesidad de tomarse en serio el proyecto. ¿Era realmente necesario tenerlos cocinando menús para bebés?

Cerró la llave y envolvió una toalla sobre su muñeca mientras caminaba de vuelta a su cocina asignada.

—¿Puedes vigilar que no se queme? —pidió Shouyou mientras le extendía una cuchara de madera—. Aunque ten cuidado esta vez —agregó con una suave risa una vez que Atsumu tomó la cuchara.

El armador comenzó a revolver el extraño contenido de la olla; supuso que eran las verduras que estaba cortando antes Hinata.

—Miya —llamó de pronto el profesor detrás de Atsumu. Se paró junto a él y lo observó de arriba a abajo, deteniendo su escrutinio sobre la toalla que reposaba en su muñeca. Subió hasta sus ojos y lo contempló en silencio—, No te haría mal observar de cerca a tu hermano. —Posteriormente, siguió su camino.

¿Por qué su profesor le sugería que hiciera eso? ¿Acaso insinuaba que Osamu estaba haciéndolo mejor que él? Curioso, se centró en su hermano a un par de metros y se congeló ante la escena que se desarrollaba frente a él. Osamu estaba vigilando las distintas cacerolas sobre las hornillas; Suna, en cambio, cortaba fruta. Atsumu notó, además, que ambos mantenían una amena charla. Y nuevamente fue testigo de la inusual carcajada que brotó de Suna. Vio que dejó de cortar fruta y se acercaba a Osamu, deslizando su siniestra por la cintura de su gemelo. La tranquila atmósfera que envolvía al par comenzó a generarle una extraña sensación, la misma que sintió algunos días atrás, en el genkan de su casa. Un fuerte olor a quemado inundó sus fosas nasales, sacándolo de golpe de sus cavilaciones.

—¡Te pedí que lo vigilaras! —le gritó Shouyou acercándose rápidamente hacia él.

—¡Eso estaba haciendo! —refutó de inmediato, casi en un reflejo.

—¡¿Entonces por qué se quemó?! —Tomó la cuchara de palo entre las manos de Atsumu y comenzó a revolver el contenido, mostrando el quemado fondo de la cacerola e intensificando el desagradable olor.

—¡Eso es por-!

Se detuvo abruptamente, cerrando la boca de golpe. Después de todo ¿Qué explicación le daría a Shouyou? No podía simplemente decirle «Estaba viendo a 'Samu y Suna, pero me distraje con su atmósfera y con lo extraño que me hacía sentir»; pensaría que simplemente era un idiota.

—Hinata y Miya —llamó el maestro, sacando a Atsumu de sus pensamientos—, dejen de pelar y vean las ollas. No quiero que quemen el salón —ordenó con saña,

Las risas por parte del curso no se hicieron esperar, coloreando las mejillas del armador de carmín.


Dejó caer la cabeza descuidadamente sobre su mano derecha, harto de ver a Shouyou y Osamu (junto a algunas intervenciones de Suna) hablar con entusiasmo sobre el estúpido proyecto de economía doméstica. ¿Por qué debía pasar la tarde del sábado viendo a su hermano y al pelirrojo charlar tan animadamente, ignorando por completo su presencia? No pudo evitar preguntarse porqué aceptó ser partícipe de esta sesión de estudio. Tal vez la razón estuviera relacionada con la radiante sonrisa que portaba Shouyou ese día que le propuso está actividad y como su raciocinio parecía irse de sabático cada vez que veía aquella mueca.

Las carcajadas de su hermano y Hinata lo trajeron de vuelta a la horrible realidad, haciendo que frunciera las cejas. Su atención volvió a Osamu, quien, ahora, estaba explicándole algo al pelirrojo. Su paciencia colapsó en el preciso instante en qué su gemelo inclinó su cuerpo en el espacio personal de Shouyou.

—Actúas como si fueras un experto en esto de cuidar bebés —señaló Atsumu con molestia.

La sonrisa en el rostro de Osamu desapareció y tomó distancia de Shouyou.

—¿De qué estás hablando? —le preguntó su hermano mientras lo miraba con confusión.

—Admítelo, Suna es quien hace todo el trabajo y solo te estás llevando su crédito.

Y apenas terminó de decir aquello, Osamu se incorporó de su asiento y estampó con fuerza sus manos sobre la mesa.

—¡Trabajamos por igual!

—Sigue repitiéndote eso hasta que te lo creas —tensionó Atsumu.

—Al menos YO sí me preocupo del proyecto —refutó Osamu mientras se ponía de pie—. Eres tan malo en esto que el pobre Shouyou tuvo que buscar ayuda con Suna y conmigo.

Atsumu reconoció la provocación, sin embargo, el comentario logró su cometido y lo sacó de sus casillas. Así que, enardecido, se levantó de la silla y caminó hasta su hermano, sujetándolo por el cuello de su camisa.

—¡¿Insinúas que eres mejor que yo?!

—Dejen de pelear —intervino Rintarou con un tono dramático y exagerado que contrastaba completamente con su inexpresivo rostro—. Harán llorar al bebé.

¿En qué momento Suena se levantó de la mesa? Y aún más importante ¿Por qué traía consigo el estúpido muñeco? Y confundiendo aún más al armador, Rintarou comenzó a arrullar al bebé entre sus brazos, logrando desconectar a Osamu de su pelea con Atsumu. Su hermano ágilmente dió un manotazo por dónde lo estaba sujetando y se alejó de él en dirección a Suna. Una vez a su lado, pasó sus brazos por su cintura, haciendo que el otro descansara su cabeza en su hombro.

—Lo siento, amor. No quería preocuparte y molestar a nuestro hijo. —Dejó un casto beso sobre la cabeza del bebé. Recargó su cabeza sobre la de Suna y ambos comenzaron a emitir pequeños sonidos de arrullo.

¿Qué mierda?

Aquel sentimiento que invadía el cuerpo de Atsumu cada vez que veía a su hermano y mejor amigo interactuar volvió a asentarse con pesadez en su estómago. Cada vez entendía menos lo que ocurría entre el par y porqué esto lo hacía sentir tan extraño… sin poder darle nombre a aquella sensación. Los había visto actuar como una pareja melosa los últimos días, pero no de esta forma tan íntima… No se dio cuenta que estaba congelado mirando la escena hasta que una mano envolvió con delicadeza la suya, sacándolo de golpe de su trance. Miró al dueño de aquella mano, topándose con las tranquilizantes irises marrones de Shouyou.

—Dejémoslos solos —le susurró mientras comenzaba a tirar de su mano.

Atsumu lo siguió en silencio, tratando de no darle tanta importancia a sus manos entrelazadas ni a su corazón que latía desbocado en su pecho.


Luego de saludar a la pequeña Natsu, Atsumu recorrió de memoria el camino hasta el cuarto de Shouyou. Entró en silencio y encontró al pelirrojo sentado en el suelo frente a una pequeña mesa, alzando la cabeza cuando el armador abrió la puerta. Se saludaron con inusual timidez y Atsumu tomó asiento junto a Hinata.

—Estuve leyendo el nuevo informe y al parecer debemos preocuparnos por los ¿vínculos afectivos? —dijo Shouyou inseguro, probablemente al no entender que decía su propia letra— del bebé.

—¿Y cómo haremos eso? —preguntó Atsumu.

—Con esto —respondió mientras colocaba el infernal muñeco sobre la mesa—. Según lo que leí, el primer vínculo se genera por el contacto físico de ambos padres con el bebé —leyó Shouyou de sus muy desordenados apuntes— Así que… —tomó una pausa dramática— debes tomarlo en brazos.

Vio al pelirrojo colocar al muñeco en una manta y envolver cuidadosamente. Cuando terminó se lo extendió a Atsumu.

—¿Y si me muestras primero qué hacer? —pidió mientras intercalaba la mirada entre Shouyou y el bebé.

—No es necesario. —Empujó el muñeco al pecho de Atsumu, obligándolo a tomarlo—. El primer contacto físico con el padre es una experiencia única para ambos —articuló robóticamente, como si estuviera leyendo—. Es importante mantener el realismo. Aunque, puedo guiarte —finalizó con una sonrisa.

Shouyou se puso de pie y le hizo un gesto a Atsumu para que hiciera lo mismo. Se acercó y guio las manos del armador delicadamente, acomodando de forma correcta al muñeco. Atsumu creyó que Shouyou se alejaría, sin embargo, mantuvo su posición frente a él, con sus manos apoyadas en los antebrazos del armador, instándolo a moverlos ligeramente, meciendo ligeramente al bebé. Quedaron en esa forma durante unos minutos. Atsumu sintió su corazón dar un vuelco cuando la pelirroja cabeza cayó sobre su hombro, acercando sus cuerpos cada vez más.

Y a pesar de su nerviosismo, Atsumu no puede evitar pensar en lo mucho que le gustaba compartir su espacio personal con Shouyou… Como le fascinan estas instancias en las que estaban solo ellos, disfrutando de la compañía del otro. E inevitablemente esto le recordó a la atmósfera que transmitían su hermano y Suna junto a la extraña sensación que lo invade cada vez que los ve. ¿Por qué? Y la respuesta lo golpeó como un rayo.

Envidia.

Resonó en su cabeza una voz muy similar a la de Rintarou. Entonces ¿Solo quería compartir momentos así con Shouyou? Sonaba muy simple para su gusto, como si hubiera otra razón aún más profunda que esta. Pero ¿Cuál podría ser esta? Salió de sus cavilaciones en el instante que Hinata quitó la cabeza de su hombro y lo miró de una forma distinta a la usual… sus ojos destellaban algo desconocido e intrigante al mismo tiempo. Incapaz de seguir sosteníendole la mirada, Atsumu desvió su atención a otra parte de su rostro: su boca. Los labios estaban ligeramente entreabiertos, lucían suaves al tacto. Ante esto, la idea de besarlo le resultaba cautivadora. Y su tren de pensamientos se detuvo abruptamente con lo último… Ah… Eso explica muchas cosas.

—Atsumu… —susurró mientras se acercaba lentamente a su rostro.

—¡Espera! —Agarrando al muñeco con una de sus manos, sujetó el hombro de Shouyou con la libre creando algo de distancia entre ellos— Recordé que… que… —Se tomó un momento para pensar en una excusa—... ¡'Samu me pidió volver temprano!

—¿Y desde cuándo le haces caso? —replicó. Comenzó a repartir suaves caricias en la zona en que sus manos todavía permanecían, los antebrazos de Atsumu.

—¡Me dijo que era urgente! —contestó rápidamente, sintiendo sus vellos erizarse ante el agradable contacto.

Atsumu dio un paso atrás, creando finalmente algo de espacio entre sus cuerpos y un escalofrío recorrió su cuerpo ante la falta de contacto. Dejó el bebé en la mesa y tomó su bolso del suelo.

—¡Buenas noches! —agregó sin mirar a Shouyou, temeroso de hallar una expresión desaminada en su rostro.

Salió corriendo de la habitación (y la situación).


—¡'SAMU! —gritó sin aliento mientras cruzaba la puerta de su habitación.

Mas quedó congelado en la entrada ante la imagen frente a él. Su hermano estaba sentado en el suelo, escribiendo algo en un cuaderno, y Suna, en cambio, descansaba plácidamente junto a Osamu, con su cabeza reposando cómodamente sobre la rodilla. Su gemelo le acariciaba delicadamente el cabello.

Osamu alzó la vista y le frunció el ceño en clara molestia.

—No hagas ruido —reprendió Osamu.

En circunstancias normales, le habría gritado dando comienzo a sus habituales discusiones. No obstante, necesitaba contarle con urgencia su descubrimiento y no quería que hubiera un ambiente tenso. Por lo que guardó silencio y se acomodó al otro lado de la mesa. Osamu lo miró sin cambiar su expresión.

—¿No deberías estar en casa de Shouyou? —preguntó su hermano en un susurro y repartiendo suaves caricias por las hebras morenas del bloqueador central.

Atsumu inhaló lentamente, intentando ordenar sus pensamientos.

—Si… —tomó una pausa— pero me di cuenta de algo… algo muy importante y no podía… seguir ahí —intentó aclarar.

Osamu pareció notar la vorágine de pensamientos en la mente de Atsumu y lo escuchó con paciencia.

—¿De qué te diste cuenta? —indagó Osamu con una inusual calma.

Atsumu sintió su estómago retorcerse y la boca secarse en nerviosismo. Volvió a inhalar y, cuando tuvo un poco más de tranquilidad, abrió la boca.

—Creo que me gusta Shouyou. —Con cada palabra que articulaba, la temperatura de su rostro aumentaba.

El silencio inundó la habitación. Incapaz de mirar a su gemelo, Atsumu bajó el rostro avergonzado. Jugueteó con sus dedos, buscando hacer cualquier otra cosa que no implicara ver la burlesca mueca que probablemente estaría portando Osamu.

—Espera ¿acabas de notarlo? —La inconfundible voz de Suna irrumpió la quietud de la estancia.

Con pánico, el armador alzó la vista y encontró a Rintarou sentado junto a su hermano con su habitual expresión desinteresada, mas su mejilla derecha estaba coloreada de rojo y algunas líneas de un color más intenso la surcaba, marcas de la tela del pantalón de Osamu; la prueba irrefutable de que estuvo durmiendo hasta hace poco. Su hermano, en cambio, se mordía con fuerza los labios en un claro intento de reprimir una carcajada.

—¡¿Estabas despierto?! —Gritó Atsumu con una mezcla de enojo y vergüenza.

—Tus gritos no me dejan dormir —explicó Suna para luego dejar salir un bostezo.

Antes de que el armador pudiera defenderse, Osamu no pudo contenerse más y estalló en una fuerte risa, haciendo que su vergüenza aumentara todavía más.

—Sabía que eras obtuso, pero no hasta el punto en que fueras incapaz de entender tus propios sentimientos —agregó Rintarou con burla.

La estruendosa carcajada de Osamu se detuvo en seco. Atsumu miró a su gemelo, notando que, ahora, portaba una expresión de confusión, sentimiento compartido por él mismo. Y es que ¿No estaban hablando de sus sentimientos? ¿Por qué se desvió el tema a las matemáticas? ¿Cómo se relacionaban estás con su situación?

—¿Por qué estás hablando de geometría? —preguntó Osamu.

Rintarou alzó una ceja e intercaló su atención entre los gemelos. Luego de un par de intercambios, suspiró con cansancio.

—A veces olvido lo estúpidos que se vuelven cuando están en la misma habitación… —tomó una pausa—... como si compartieran neurona —agregó con sorna, como si buscara sacarlos de quicio—. Será mejor que me vaya antes de que me contagien su idiotez.

Con una mueca de mofa, Suna se puso de pie y abandonó la estancia. La habitación quedó en un sepulcral silencio, aunque no duró mucho, pues su hermano se dirigió a Atsumu.

—Tu estupidez hizo que se fuera —reprendió con molestia.

—¡Hablar de mis sentimientos no es una estupidez! —¿Y ahora qué hizo para molestar a Osamu?

—No darte cuenta de lo obvio si lo es. —Se cruzó de brazos, en una posición que le indicaba que no iba a ceder.

—No puedes decirme eso cuando estoy tan confundido.

—¿Cómo quieres que no lo diga si vienes a molestarnos a mi y a Rin por algo tan obvio?

Atsumu no pasó por alto aquel apodo… ¿Desde cuándo Osamu sentía tanta confianza con Suna como para llamarlo por su nombre? Sin embargo, prefirió no preguntar, después de todo, estaba demasiado molesto como para intentar averiguarlo.

—¡Como sea! Vine a buscar un consejo, no a que me trataras de idiota —Osamu rueda los ojos antes sus palabras, sacándolo aún más de quicio—. Eres un pésimo hermano.

Y antes de que su gemelo pudiera agregar algo más, abandonó la habitación.


Los días siguientes a aquel incidente con Shouyou fueron un verdadero martirio para Atsumu. Tener que verlo constantemente, hacía de su corazón y mente un lío ¿Cómo debía actuar frente a Shouyou sin exponer sus sentimientos? Suspiró con pesadez al pensar en ello. Intentó distraerse con otra cosa, así que dio un rápido vistazo al salón. Sus ojos capturaron a su hermano sentado en su escritorio mientras devoraba un onigiri. Había algo más que estaba molestándolo. Dispuesto a averiguarlo, se acercó a la mesa de Osamu, arrastró ruidosamente una silla y la acomodó frente a él. Se dejó caer sin gracia y su hermano le dedicó una mueca de disgusto.

—¿Por qué no me dijiste que Suna y tú están saliendo? —Preguntó sin poder aguantárselo más.

—No lo sé —contestó Osamu—. Rin —llamó. El aludido levantó la vista de su celular y miró con pereza a los gemelos—. ¿Estamos saliendo? —inquirió en un tono sin ganas.

Rintarou los contempló en silencio hasta que se encogió de hombros, les dedicó una sonrisa burlesca que rompió con su inexpresivo rostro y volvió su atención al aparato entre sus dedos. ¿Qué se supone que significa eso? Sin entender, se giró hacia su hermano, quien imitó el mismo gesto de Suna, dejando a Atsumu aún más confundido.

—Ahí está tu respuesta. —Como si buscara molestarlo aún más, Osamu declaró.

Atsumu dejó escapar un suspiro. No valía la pena buscarles sentido a las acciones del imbécil de su hermano y su ¿amigo? ¿cuñado? Y sobre esto último ¿De verdad Osamu no se había dado cuenta de la particular forma que tiene Suna de mirarlo? Eso no podía reducirse a un simple encogimiento de hombros… Había algo más ahí… algo muy importante que Osamu era incapaz de ver. Y llegó a la respuesta casi de inmediato.

Y Osamu tenía el descaro de llamarlo idiota a él, cuando era incapaz de notar a Suna y sus acciones.

—Tienes un largo camino por recorrer, hermano mío —agregó Atsumu con burla.

Osamu le dedicó una expresión de confusión por un tiempo y dejó salir un suspiro

—¿Sabes? —habló. Su mirada, de pronto, abandonó a Atsumu y se fijó en un punto muerto, justo detrás de él—. En vez de preocuparte de mi vida amorosa, deberías hacer algo con la tuya.

Para enfatizar su punto, Osamu apuntó a la puerta del salón. Atsumu siguió con la mirada el gesto de su hermano y encontró a Shouyou bajo el umbral de la entrada. El recién llegado pareció notar el escrutinio y dirigió su atención hacia ellos, sonriendo con simpatía al reconocerlos. El ritmo cardiaco de Atsumu se disparó inmediatamente.

—Mucha suerte —agregó el rematador con burla, mientras le palmeaba el hombro.

Manteniendo la gran sonrisa en su rostro, Shouyou comenzó a caminar hacia ellos, causando un revuelo aún más grande en la mente y corazón del armador. Cuando estuvo junto a la mesa de Osamu, su sonrisa se ensanchó todavía más.

—Buenos días —saludó el recién llegado lleno de ánimo.

Atsumu se deleitó con la agradable voz de Shouyou, aferrándose a la sensación que se extendía por su cuerpo al oír el melodioso sonido. Observó con detalle las bonitas pecas que surcaban las bronceadas mejillas, pensando en que no le importaría perderse contando cada una de ellas. Y, por segunda vez en el día, Atsumu tuvo una enorme revelación: Hinata Shouyou sería su perdición.


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