Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore, gran parte del argumento pertenece ademas a Minami Ozaki.

No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.

AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash) y este se da entre los personajes de Drizzt y Artemis, si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.

Capítulo1: Un gato perdido

La tormenta arreció y la nieve golpeó su cara con la fuerza de dagas de hielo. Entreri se cubrió el rostro mascullando una maldición y apretó el paso entre la espesa capa de nieve, debía apresurarse antes de que el frío y la tormenta bloquearan por completo su paso. Finalmente divisó el puente sobre el río, la cabaña estaba ya muy cerca. Tenía las manos entumecidas por el frío y los pies le dolían, especialmente los dedos, pero al menos sentir dolor era una buena señal, lo peligroso hubiera sido no notarlos en absoluto.

Se arrebujó en su capa y se dirigió al puente, que estaba blanco por la capa de nieve que lo había cubierto con una gruesa película blanca.

Por el rabillo del ojo divisó una tela ondeando desde la orilla del río, enganchada a unos maltratados juncos secos, el viento y la nieve la zarandearon y Entreri advirtió que se trataba de una capa. El detalle lo intrigó levemente pero lo dejó correr pues no tenía tiempo para investigarlo, el frío era tan intenso que atravesaba su capa y su ropa de abrigo con tanta facilidad como una afilada cuchilla, de todos modos ningún bandido era tan estúpido como para salir a buscar presas en medio de semejante tormenta de nieve.

Mientras cruzaba el puente, Entreri miró de nuevo la capa y vio que se trataba de un hombre tendido en el suelo, con la mitad del cuerpo sumergido en las heladas aguas de cintura para abajo. Entreri se encogió de hombros, si no se daba prisa él mismo sería también víctima de las inclemencias del tiempo, como aquel desgraciado de cabello tan blanco como la nieve que le congelaba y sin duda había sido su muerte.

Pelo blanco. Entreri se detuvo un momento y miró mas atentamente, la capa verde ondeó de nuevo y apartó los largos cabellos perlados para revelar parte de la cara... negra como el ébano. Desde lejos y con la fuerte ventisca no se distinguía nada mas, pero para Entreri aquello era mas que suficiente, sacando fuerzas corrió al linde del río y bajó el desnivel hasta el cuerpo inconsciente.

Drizzt. Se arrodilló junto a él y le dio la vuelta, confirmando su identidad, puso los dedos sobre el cuello del drow y suspiró aliviado al comprobar que tenía pulso. Drizzt estaba vivo, pero no lo estaría mucho tiempo si no le ponía a cubierto. No alcanzaba a comprender como podía haber acabado allí el vigilante pero ahora Drizzt no podía contestar a ninguna de sus preguntas y nunca lo haría si no le llevaba hasta la cabaña.

Lo sacó del agua de un fuerte tirón que provocó un gemido de dolor por parte de Drizzt, y se lo cargó sobre los hombros como una pieza de caza, Entreri sintió un escalofrío al notar el agua de las prendas empapadas que chorrearon sobre él.

Caminó a marchas forzadas con el peso adicional ignorando los entrecortados gemidos de Drizzt, no tenía tiempo para andarse con delicadezas. Finalmente llegó hasta la cabaña, era grande, de madera y piedra, la había comprado su socio, Jarlaxle, y así mismo la había amueblado a su gusto con un buen resultado pese a los temores de Entreri de que la decorase con el mismo estilo de su ciudad natal en la Infraoscuridad.

 La habían comprado por la larga temporada que habían tenido que pasar hacía unos meses en la ciudad cercana a causa de un trabajo que había requerido varios meses de espionaje en la cofradía de ladrones local. Aún no se habían deshecho de ella tras el fin del trabajo y Entreri dudaba que lo hicieran algún día puesto que Jarlaxle siempre estaba haciendo comentarios acerca de establecerse en ella. Incluso habían dejado allí  a Uruk, un pequeño cachorro de tigre de las nieves, Entreri lo había encontrado en la caverna de un troll, que sin duda lo guardaba como aperitivo, y el animalillo le había seguido a todas partes desde entonces pese a que Jarlaxle le hacía mucho mas caso que él. El tigre tenía apenas un año y se alimentaba de los ratones de la casa y los conejos de las inmediaciones, regresando siempre a la casa a dormir.

Abrió la puerta con llave y después susurró la contraseña mágica que los dos habían convenido, abrió de una patada y cerró la puerta tras de sí de igual modo. Con un gesto brusco tiró a Drizzt en un butacón puesto en la entrada y corrió a disponer de todo lo necesario para caldear la casa y atender a Drizzt adecuadamente. Uruk se acercó a saludar y Entreri le acarició distraídamente para que dejase de seguirle, el tigre ronroneó levemente y se acercó al inerte cuerpo del drow, lo olisqueó un rato y después, aparentemente satisfecho, volvió a subir al piso de arriba, que al quedar vacío se había convertido en su morada, con pajas y juguetes con los que se había entretenido siendo mas pequeño.

Entreri se dirigió directamente al dormitorio y de un armario de madera oscura tomó una sábana, con ella en la mano volvió a la sala y la tendió sobre el enorme sofá que se encontraba cerca de la chimenea, acto seguido depositó en la chimenea algunos troncos que había en una cesta al costado del hogar y los encendió.

Cuando regresó junto a Drizzt vio que este tiritaba con violencia, él mismo estaba temblando, le cogió en brazos con todo el cuidado del que fue capaz y le tendió en el sofá, sobre la sábana. Procedió entonces a quitarle las ropas empapadas, mientras retiraba la armadura no podía dejar de maldecir la cantidad de agarres, las lazadas y las correas.

Una cimitarra aun estaba en el cinto pero la otra había desaparecido, sin duda llevada por el río. En un bolsillo encontró la estatuilla de la compañera mágica de Drizzt, la pantera negra.

- Maldito seas, ¿qué diablos hacías ahí tirado? No te maté yo y te mata un río, no dejas de humillarme, maldito.

Hubo un tiempo en que creyó que en el último duelo que había disputado con su Némesis había finalizado con este muerto, pero tras aquello numerosos detalles e insinuaciones le habían hecho sospechar de la verdad. Le enfureció haber sido engañado tanto tiempo pero aceptó la situación con resignación, aquello no debía importarle, ya no formaba parte de su vida. Al menos hasta ese momento.

Cuando terminó de desnudarle dejó la ropa tirada en el suelo y corrió a coger una manta con la que procedió a secarle el cuerpo helado y tembloroso con una toalla. Mientras secaba el vigoroso torso vio de pasada algunas cicatrices y reconoció al menos dos que eran obra suya, tanto de su daga como de un sable, suspiró pensando que su nueva adquisición, la Garra de Charon, una diabólica espada, hubiera sido ideal en un combate contra Drizzt. Tenía morados por golpes que debía haber recibido en el río, contra las piedras. Si tenía algo más el fuerte frío que dominaba el cuerpo impedía advertirlo.

Regresó al dormitorio y del armario sacó un juego de sábanas, una colcha gruesa y un edredón de plumas, bendiciendo en silencio la previsión de Jarlaxle. Preparó la cama para recibir a Drizzt y volvió a buscar a este.

El calor de la chimenea empezaba a surtir efecto y el cuerpo ya seco de Drizzt lo agradeció dejando de tiritar, Entreri se sentó junto al desvanecido drow y estudió si, aparte de multitud de hematomas, tenía algo roto. Comprobó que uno de los tobillos se había hinchado y le bastó una ojeada para saber que no era una rotura pero si un esguince bastante serio, aparte el hueso de la pantorrilla no estaba roto del todo pero si dañado. Un entablillamiento lo arreglaría junto a las pociones curativas de que disponía.

Cogió una tabla que había junto a la leña y usó a Garra de Charon para descargar un certero golpe que la partió limpiamente sin dejar una sola astilla. En un momento cogió unas vendas del armario empotrado del baño y las usó tanto para entablillar el hueso como para dejar el tobillo bien sujeto y fuertemente vendado.

Finalmente cogió a su inesperado huésped en brazos y lo llevó al dormitorio tendiéndolo en la cama. La habitación tenía dos camas individuales juntas en el centro de esta, tendió a Drizzt en la cama que había preparado y le dejó arropado, aun inconsciente.

Suspiró, aliviado y cansado. Ahora si, por fin podría descansar, tenía medio cuerpo mojado, por la ventisca y haber cargado con el cuerpo de Drizzt, y sentía los músculos tensos. Se desnudó y se puso una muda más cómoda, con unos pantalones algo gastados y anchos y una camisa. El aire aun era frío en la cabaña pero se caldearía con rapidez gracias al añadido mágico que Jarlaxle había instalado en la chimenea. En aquel momento solo quería tirarse en la otra cama y reposar pero su afán por la pulcritud, algo que Jarlaxle solía aprovechar para no ayudar en la cabaña, le obligó a recoger la ropa de Drizzt y ponerla a secar bien doblada junto a la chimenea. Mientras hacía esto pensó en lo que iba a hacer, o más bien en lo que estaba haciendo. Había ayudado a Drizzt, le había salvado casi inconscientemente, sin pensar en ello. Ahora tenía al vigilante en su casa, bajo sus cuidados. Era algo tan irónico que no pudo evitar una amarga sonrisa.

Vio a Uruk bajando las escaleras, era muy independiente, no tendría que preocuparse.

Lo hecho, hecho estaba y era inútil cuestionarse, Entreri se echó el pelo hacia atrás, apartándolo de los ojos y fue al dormitorio a consultar con la almohada. Cuando entró vio que Drizzt temblaba levemente, sin duda su cuerpo había estado demasiado tiempo bajo la cruel ventisca como para recuperarse tan rápidamente, necesitaba calor directo para recuperarse.

La pantera, si la llamaba podría tenderse junto a Drizzt. La idea fue desechada rápidamente, Entreri no sabía como reaccionaría el animal en su presencia o la de Uruk, podría muy bien atacarle y Entreri no tenía interés en pelear con ella, mucho menos estando tan cansado.

Sin mas opciones apartó las mantas que cubrían a Drizzt y se tendió a su lado. Instintivamente Drizzt se giró hacia él, una fuente de calor, y se acurrucó junto a él. Entreri se sintió extraño ante esa reacción y contuvo el impulso de apartarse, era muy celoso de su espacio personal y toleraba poco o nada el contacto físico, tardó un rato en relajar los músculos, que había crispado al momento de girarse Drizzt. Este dejó de temblar pero no se separó del cuerpo de Entreri, mucho más cálido que el suyo.

Entreri notó que sus manos buscaban instintivamente un arma en su cadera, rió levemente, nunca había estado tan cerca del vigilante sin tener las armas dispuestas para el combate, ya fuera contra un enemigo común como en un duelo. Poco a poco el cansancio y la calidez del lecho pudieron con sus instintos, Entreri acabó quedándose profundamente dormido mientras Drizzt apretaba su cuerpo desnudo contra él, buscando calor.

Entreri abrió los ojos pesadamente, aún se sentía cansado. ¿Por qué diablos se había despertado?. Un gruñido grave desde su estómago le dio la respuesta. Hambre. Giró la cabeza hacia la ventana y pudo comprobar que de la ventisca de la tarde ya no quedaba nada. La noche hacia tiempo que se había instalado en las montañas y lo único que se podía ver del exterior eran los copos de nieve que continuaban cayendo, las estrellas titilaban en los pedazos de cielo que se habían despejado.

Perezosamente cerró los ojos, tratando de dominar su deseo por la comida, pero, su estómago volvió a rugir y esta vez con más fuerza. No había remedio, estaba realmente hambriento, además Drizzt debería comer para recuperar fuerzas y recuperarse.

Drizzt dormía junto a él, su respiración era regular y acompasada y su cuerpo era ahora tan cálido como el suyo. Entreri bostezó y se levantó con cuidado para no despertar al drow, que debía estar agotado. Además no tenía ni idea de cómo reaccionaría Drizzt, o él mismo, cuando despertara, ¿qué le diría Drizzt? ¿Qué diría él? Ni siquiera sabía porqué le había salvado, le odiaba, puede que ya no sintiese una imperiosa necesidad de combatir contra él, un deseo ardiente de acabar para siempre con su vida, pero seguía odiándole por el golpe que había significado para los pilares de existencia, desbaratando sus esquemas del mundo.

Descalzo, Entreri se dirigió a la cocina y abrió la alacena para preparar la cena. Encendió unas linternas para cocinar con comodidad, la visión infrarroja que Jarlaxle le había proporcionado le había resultado muy útil, pero no resultaba cómoda para tareas minuciosas, con el paso del tiempo, y puesto que no pensaba volver a la infraoscuridad, se había deshecho de ella. Sus ojos habían vuelto a ser grises, pues la visión especial volvía los ojos negros cuando se estaba bajo luz normal.

Sacó los ingredientes y se preparó un estofado, Jarlaxle cocinaba mucho mejor que él, pero Entreri se defendía bastante bien en la cocina gracias a la necesidad al tener que viajar a la intemperie en muchas ocasiones. Desconocía si Drizzt estaba en posición de alimentarse por si mismo así que preparó una sopa por si estaba demasiado débil para masticar, por si acaso también diluyó una medicina contra enfermedades generales en el caldo. Uruk se acercó olisqueando y reclamó la atención de Entreri, que no tuvo mas remedio que hacer mas carne estofada para el tigre blanco, el animal se lo agradeció con un par de grandes lametones y devoró la comida.

Con el tazón humeante entró en el dormitorio y lo dejó sobre la mesilla para incorporar a Drizzt. Le dejo semi incorporado sobre un almohadón de los que tanto gustaban a Jarlaxle y procedió a alimentarle lo mejor que pudo, dejando resbalar el líquido por debajo de la lengua para no atragantarle, Drizzt bebía de forma automática, semiinconsciente. Solo pudo darle la mitad antes de que Drizzt volviera a caer profundamente dormido. Dejó la sopa sobrante al pie de los fogones aun calientes para mantenerla templada si Drizzt despertaba y volvió a acostarse junto al drow sin darse cuenta de que ya no era necesario, pero aun así Drizzt volvió a pegarse a él como un reflejo condicionado por la experiencia anterior, cuando estaba helado y aquel cuerpo le había dado un agradable calor.