Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore, gran parte del argumento pertenece ademas a Minami Ozaki.
No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.
AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash) y este se da entre los personajes de Drizzt y Artemis, si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.
Capitulo 2: Tensa tregua
Drizzt despertó perezosamente de su letargo, se sentía hambriento pero tranquilo y a salvo, una sensación extraña y acogedora le rodeaba. Sentía unos brazos rodeándole, y oía los latidos calmados de un corazón a su lado, en el pecho en el que apoyaba la cabeza. En su estado, cuando había esperado la muerte en el helado abrazo del río y la nieva, había sido levemente consciente de que alguien le había encontrado y rescatado, ese alguien le había cuidado y era quien estaba ahora con él, dando calor a su antes aterido cuerpo desnudo.
Estrechó aun más el abrazo, sonriendo levemente con agradecimiento, no conocía a nadie por esa zona, aunque no sabía cuan lejos le había llevado el río, así que debía haberle salvado un desconocido, el que alguien lo salvara de ese modo, ignorando su herencia drow, le hacía sentirse aceptado, aquel hombre le había salvado porque era lo correcto.
Alzó la vista con cuidado para no despertar al hombre y la sonrisa y sus imaginaciones se quedaron heladas. Era Artemis Entreri.
El pulso se le aceleró y tensó todo el cuerpo. ¿Es que nunca se libraría del asesino? ¿Por qué tenía que ser él? ¿Acaso le había seguido de nuevo? Las preguntas se sucedían en su mente, tenía que separarse de él, recuperar sus armas antes de que Entreri despertase y le atacara. Sus ojos lilas se encendieron de ira, había dado a Entreri una oportunidad en su último duelo, había tenido esperanzas de que este cambiara su vida y reconociese lo inútil de sus duelos. Si Entreri quería otro duelo podía irse al infierno, él no iba a permitir que la espiral de odio en que vivía el asesino le incluyera a él.
Un leve gruñido advirtió a Drizzt cuando Entreri entreabrió los ojos somnolientos.
- Mmh... has desperta...
Drizzt le cortó la frase al momento propinándole un violento rodillazo en la entrepierna. Entreri se dobló ante la explosión de dolor y se quedó blanco como la cera e incapaz de reaccionar cuando Drizzt se separó de él de un salto.
Drizzt no fue lejos, el salto desde la cama fue lo único que hizo antes de caer al suelo con un gemido de dolor, su tobillo y pierna se resintieron y el drow cayó al suelo sujetándose la pierna vendada y amonestándose por no haberse percatado de ello antes de atacar.
Entreri logró coger aire y se llevó las manos a la zona castigada para calmar la horrible sensación, Entreri no le temía a nada y había preparado su cuerpo para resistir el dolor, pero hay ciertos dolores que ningún hombre estaba preparado para soportar. Cuando las nauseas remitieron logró incorporarse y vio que Drizzt caminaba a duras penas amarrándose a las paredes para llegar junto a su ropa y su cimitarra, todo junto a la chimenea.
- La ropa está mojada y no estas en situación de luchar, deja de cojear por ahí desnudo.- Le reprochó cuando su voz volvió a su tono normal.
Drizzt se sentó en el brazo de un sofá, ruborizado al tomar repentina consciencia de su desnudez se cubrió con el primer cojín que encontró. Poco a poco aclaró su mente, Entreri no parecía querer luchar, se sintió como un idiota por haber reaccionado tan intempestivamente. Oyó un gruñido tras él y vió un tigre blanco de mas o menos un año que le observaba amenazante desde lo alto de unas escaleras.
- No te he sacado del río para matarte ahora, bastante trabajo me has dado.
- Tu... ¿tú me has salvado?
Entreri no supo que contestar por que la siguiente pregunta sería porqué y no estaba seguro de que contestarle. Se levantó aliviado por la holgura de sus pantalones y señaló la mesa que había al final de la sala, en el comedor, sobre ella estaba su daga y la Garra de Charon, su nueva espada, que Drizzt no conocía, por suerte para él.
- No llevo armas, y en tu estado ni siquiera eres un desafío así que no te preocupes.
Abrió el armario del dormitorio y sacó una muda perteneciente a Jarlaxle, unos pantalones de cuero granate y una camisa violeta, era todo un contraste de colores contra el blanco y beis de Entreri, la cabaña se había caldeado tan bien que se podía estar así sin problemas.
- Ponte esto.- Entreri arrojó la ropa hasta Drizzt, que la atrapó al vuelo.
Drizzt miró como Entreri hacía la cama hasta dejarla lisa y sin una arruga, le extrañaba que no le preguntase que le había ocurrido para acabar en esa situación, medio congelado y abandonado, pero al rato, mientras se vestía, se percató de que él tampoco le había preguntado por qué le había salvado. Entreri hacía un silencioso pacto de silencio al respecto, tú no me preguntas a mí y yo no te pregunto a ti.
Miró de nuevo atrás y vió que el tigre, un precioso felino de las nieves, ya no gruñía ni parecía nervioso, el animal le miró un momento y después, perdido todo el interés, regresó al piso superior con la agilidad inherente a su familia.
Entreri pasó por la salita, poniendo el largo sofá entre él y Drizzt, para ir al comedor y calentar la sopa de Drizzt, aunque este querría algo más sólido.
Ahora que el vigilante estaba despierto el instinto de atacar era fuerte, sentía una especie de bestia atrapada dentro de sí, furiosa por el olor de su enemigo. Como dos lobos enjaulados que solo pueden mirarse entre los barrotes y gruñir. No quería ceder a coger sus armas, temía caer de nuevo en la necia persecución que le había consumido inútilmente, ahora se daba cuenta del error que le había hecho perseguir al drow, y no volvería a tropezar con la misma piedra.
Volvió al comedor con la sopa y más estofado, él no tenía hambre pues había cenado tarde.
- Toma, tendrás hambre.
Drizzt estuvo a punto de agradecerle la ayuda y las atenciones pero se contuvo sabiendo que Entreri no aceptaría el agradecimiento a causa de aquel orgullo que era su mayor debilidad.
De todos modos Entreri había causado demasiado daño para merecer un agradecimiento.
Cojeaba y no podía andar si no iba apoyándose pues la más leve presión en la pierna le enviaba fogonazos de dolor, llegó hasta la mesa del comedor y se sentó frente a la comida que había preparado Entreri, tenía buen aspecto y Drizzt estaba realmente hambriento por los que devoró los alimentos con avidez más propia de Regis, su amigo halfling. Cerca, en la cocina, Entreri sacó un par de pociones de curación, con suerte Drizzt se recuperaría en un par de días gracias a estas.
- Toma.- Le llevó las botellitas de cristal azulado y se las dejó junto al agua.
- ¿Vives aquí?
Entreri meditó un momento y negó con la cabeza, él no vivía en ninguna parte, no le importaba que Jarlaxle quisiese quedarse la cabaña.
- Es de Jarlaxle, me la presta.- Lo cual era cierto pues la había pagado su socio drow.
- ¿Dónde está él?.- Drizzt miró la cabaña, estaba decorada con lujo y buen gusto, dando como resultado un lugar muy acogedor.
- No está aquí, el plan es reunirnos aquí dentro de dos semanas. Yo me adelanté... por suerte para ti.
Drizzt asintió y bebió las pociones curativas, un hormigueo recorrió su cuerpo curando los hematomas y acelerando la curación de su tobillo y hueso. Entreri recogió los platos inclinándose cerca de Drizzt para recogerlos de la mesa y Drizzt sintió el impulso de llevarse las manos a la cintura para desenvainar las cimitarras pese a que no las llevaba encima. Notó igualmente que los músculos perfectamente afinados de Entreri se tensaban bajo la camisa. Pasó una eternidad hasta que la repentina situación se relajó y Entreri regresó a la cocina para limpiar los platos con el agua que había recogido directamente de la nieve.
- ¿Están tus amigos cerca?.- Entreri quería que Drizzt se fuese cuanto antes, no sabía cuanto tiempo podría poner a prueba su autocontrol, los dedos de cosquilleaban.
- No, estaba viajando solo con... ¿y Guenhwyvar?.- Preguntó al ver como el tigre blanco bajaba las escaleras y salía de la casa por una enorme gatera camuflada magicamente en la puerta.
Entreri sonrió ante la expresión angustiada de Drizzt por el temor a haber perdido la estatuilla y decidió dejarle un rato atemorizado por la idea mientras guardaba los platos, quizá podría guardar la estatuilla y regalársela a Jarlaxle, que ambicionaba el objeto mágico desde hacía tiempo. No obstante había dejado la estatuilla sobre una butaca y Drizzt no tardó en verla a juzgar por el sonoro suspiro de alivio.
- Menos mal... supongo que mi otra cimitarra se ha perdido.
- No tuve tiempo de buscar, quizá se quedase en la orilla.
Drizzt se levantó y fue con dificultades hasta el sofá, donde se sentó para dar descanso a su pie. Miró la chimenea encendida sin saber que decir, el silencio se hizo denso hasta que Entreri se dirigió a una librería y ojeó los lomos de los libros.
- ¿Quieres leer algo? No hay mucho más que hacer aquí.
- Claro... ¿qué tienes?
Entreri se mordió el labio mientras pensaba que podía dar al drow, no tenía ni idea de que literatura preferiría, de todos modos la mayoría de los libros que había allí eran atlas, libros de Historia y documentación varia.
- Dime que te interesa.- Espetó con un tono más arisco del que quería.
- ¿Literatura épica?
¿Épica? Entreri torció el gesto, era una literatura fantasiosa e irreal que no llegaba a los tobillos de lo que Drizzt hubiese hecho ya a lo largo de su vida. Allí no tenían nada parecido, aquellos libros los escribían personas que no habían sostenido una espada en su vida y leerlos daba lástima. En aquellos escritos parecía que matar goblins era difícil y matar dragones era fácil.
- Tengo "El arte de la Guerra" de Sun tzu.
Drizzt se encogió de hombros y Entreri se lo lanzó sin mirarle siquiera, sus ojos lavanda le enervaban, como si le quemase sobre la piel.
- Me he fijado en tus ojos, vuelven a ser grises.- Drizzt quería conversar con Entreri, deseaba saber si realmente había hecho lo correcto al perdonar la vida al ex-asesino.
- Me quité la visión infrarroja, ya no la necesitaba.
Drizzt había notado los ojos grises, la última vez que se habían visto los tenía negros, y Drizzt había visto dolor en aquellos ojos, eso había frenado su mano. Ahora sus ojos eran grises, tan fríos como antaño, pero había un cambio, un leve brillo frente a la opacidad que habían tenido la primera vez que se encontró con él.
Entreri cogió un libro de magia (para conocer los efectos de conjuros con que pudiera ser atacado) y los dos se enfrascaron en sus respectivas lecturas casi toda la mañana. Drizzt echaba frecuentes ojeadas a Entreri, sin sus armas y con ropa ligera parecía otra persona, aunque los años no se le notaban apenas, sus rasgos afilados y angulosos estaban enmarcados con la perfecta perilla bien recortada, llevaba los negros cabellos a la altura de los hombros con unos mechones cortos y rebeldes cayendo sobre los ojos mientras leía un tratado de conjuros, posiblemente para documentarse sobre ataques mágicos, unos enemigos formidables.
Las personas podían cambiar mucho en determinadas situaciones, solo a veces se podía vislumbrar que todos habían sido niños una vez, o que había algo mas que espadas y sangre. Drizzt ni siquiera sabía si Entreri sabía leer viniendo de un país donde la mayoría de la población era analfabeta. Su piel bronceada delataba su procedencia sureña aunque sus ojos no fueran propios de la zona.
- ¿Interesante?.- Comentó.
- Instructivo, es bueno saber que nivel tiene un mago para saber su límite de conjuros. Permite pillarles desprevenidos.
Drizzt dejó su libro y levantó el pie para comprobar los vendajes, la hinchazón había remitido y en dos días a lo sumo se habría curado por completo.
- Supongo que está mejor.- Entreri se levantó dejando el libro y azuzó el fuego de la chimenea. Drizzt se apoyó cómodamente en el sofá, meditando.
- ¿Por qué me salvaste?
Entreri miró las llamas sintiendo dentro de sí un estallido de ira, el maldito vigilante no podía tener la boca cerrada, aferró el atizador de hierro con tanta fuerza que los nudillos se le quedaron blancos, en ese momento hubiera golpeado a Drizzt-
- Olvídalo.- Añadió rápidamente Drizzt, viendo lo peligrosamente tenso que se había puesto Entreri, estaba acuclillado frente al fuego, paralizado y sin soltar el atizador.
- Lo haré.- Aseguró Entreri entre dientes.
Se puso en pie y se marchó con la furia marcada en cada rasgo de su cara. Drizzt lamentó haber formulado la pregunta pero tenía que hacerlo, deseaba oír la respuesta de Entreri. A lo lejos oyó un fuerte golpe, por un momento se alarmó pero pronto supuso que Entreri había descargado su rabia contra alguna pared, bueno, mejor eso que su persona.
Entreri se miró los nudillos doloridos por el golpe dado a la columna, propinó un par de patadas mas al inocente pilar y finalmente el dolor nubló un poco la ira que le consumía. Como le odiaba, era un odio enraizado dentro de sí del que no podía liberarse. Y ahora que le tenía tan cerca... sin interferencias. Era horriblemente tentador, podía atacarle cuando se recuperase, si uno de los dos moría nadie sabría del asesino.
Algún dios debía de estar partiéndose de risa a su costa.
Un par de golpes mas rebajaron la temperatura y finalmente regresó al salón hecho un vendaval. El frío exterior le había ayudado a calmarse un poco pero no hacía milagros.
Drizzt estuvo a un segundo de coger la estatuilla y llamar a Guenhwyvar cuando vio los ojos grises de Entreri tan brillantes como la luna llena por la furia, como un animal, sus manos lo agarraron por el cuello de la camisa y le levantó ligeramente mientras le hablaba.
- Escúchame bien, maldito inconsciente, puesto que yo no te maté ten la decencia de morir a manos de alguien mejor que yo. ¿Estamos?
No gritó pero fue como si lo hubiera hecho, Drizzt cayó en el sofá temiendo aún que Entreri fuese a golpearle pero este le miró apenas un instante antes de marcharse al dormitorio y cerrar la puerta de un portazo.
Entreri salió vestido con ropa de abrigo y se marchó de la cabaña sin mirar atrás. Drizzt suspiró y finalmente llamó a su inseparable compañera, la pantera acudió y olfateó curiosa el lugar desconocido en que se encontraban, al olfatear el inconfundible olor de Artemis Entreri en el lugar gruñó levemente, olisqueó también las escaleras, captando tal vez el olor del tigre ausente.
Drizzt le acarició tras las orejas y procedió a explicar al inteligente animal todo lo sucedido en su ausencia.
Entreri regresó con los hombros y el cabello cubiertos de nieve y la cimitarra perdida de Drizzt. Este miró al recién llegado con alivio al comprobar que la furia parecía haberse disuelto y su rostro volvía a mostrarse, sí bien ceñudo, tranquilo.
- Veo que llamaste a tu gato.
Drizzt acarició el brillante lomo de Guen, que gruñó levemente para después subirse entera al sofá recostándose como el gato que había mencionado Entreri.
- Espero que no arañe los muebles.- Recriminó Entreri tirando la cimitarra perdida junto a su pareja.- Uruk vive arriba, aseguraté de que no le molesta.
Mientras pateaba la nieve y el frío le llegaba hasta los huesos había encontrado el brillante filo semienterrado en la nieve unos metros atrás del punto en que había encontrado a Drizzt. Se sentía mejor ahora, relajado. El odio que sentía por Drizzt no había desaparecido pero no debía permitir que este le dirigiera, debía ser algo secundario e insignificante para él, de todos modos una duda le carcomía, si le odiaba, ¿por qué le había salvado? Lo que había dicho a Drizzt en el arranque de ira sonaba lógico, fruto de su rivalidad. Pero lo dudaba.
- No hará nada. Veo que la encontraste, gracias.
- Por casualidad, debió caerse con la corriente. ¿Qué te ocurrió?
- La ventisca me sorprendió, cuando caminaba junto al río recibí un fuerte golpe, quizá un yeti desorientado, y me vi arrojado al río.
Entreri se quitó la ropa de abrigo y fue al dormitorio a ponerse cómodo, desde allí olió la carne asada y cuando salió vio que Drizzt estaba cocinando, posiblemente la pantera le había ayudado a trasladarse. Mejor para él, al menos Drizzt haría algo útil.
Comieron en silencio, Entreri miraba a Guenhwyvar con cierto recelo pero esta no parecía hostil e incluso llegó a olisquearle los pies hasta que Entreri hizo el ademán de patear su hocico, Guen arrugó la nariz y le gruñó hasta que Drizzt le acarició el cuello, cuando no estaban en peligro la pantera acostumbraba a portarse como un gatito mimoso.
- ¿Es sensible al frío?.- Preguntó Entreri refiriéndose a lo que él consideraba un objeto mágico.
- Guenhwyvar está viva, claro que es sensible.- Le reprendió Drizzt, molesto.
Entreri no añadió nada mas, nunca había tratado de entender aquello, ese animal era un ser astral, un objeto mágico y nada más, Uruk era un animal avispado pero no mágico. Se levantó y se llevó los platos sucios.
- ¿Quieres fruta?.- Llevó un par de naranjas y le dio una al drow.
Drizzt cogió la fruta y la peló con cuidado para después morderla con deleite, le encantaba la fruta fresca aunque la prefería antes de comer a modo de tentempié. Oyó un leve jadeo y vio que Entreri estaba haciendo abdominales en el suelo del salón, sobre la alfombra.
Sin la camisa se veía su torso musculoso, fibroso, sin la más mínima sobra. Varias líneas pálidas de cicatrices cruzaban los pectorales haciendo surcos sin vello sobre la leve línea negra que salpicaba entre los pectorales y bajaba en forma de flecha hacia los pantalones. No jadeó en absoluto mientras se levantaba una y otra vez con las manos enlazadas tras el cuello. Drizzt se quedó observando un rato, sorprendido por la concentración que ponía Entreri mientras se entrenaba, fortaleciéndose. Al rato se percató de la intensa mirada que le estaba dirigiendo y apartó la vista levemente avergonzado.
De pronto Drizzt se sorprendió a sí mismo deseando combatir contra Entreri. No a muerte, pues nunca había deseado tal cosa, pero si ponerse a prueba, llevar al límite sus habilidades de luchador contra un adversario de su talla. Por desgracia no podría hacer un combate amistoso contra Entreri. Sin duda su sola presencia era una toda una prueba para Entreri y no quería forzarle aun más. No después de la última reacción.
Tras un buen rato Drizzt se había adormilado con la cabeza de Guen reposando en su regazo, cuando despertó de la siesta vio que Entreri hacia flexiones, tenía el cuerpo broncíneo brillante de sudor y en la amplia espalda resaltaban varios surcos y dos cicatrices cortas y profundas propias de un apuñalamiento a traición del que debía haber sobrevivido por poco a juzgar por su aspecto.
- ¿Cómo te hiciste esas cicatrices?
- ¿Cuáles? Tengo muchas.- Entreri no dejó de subir y bajar.
- Las de puñal.
Entreri suspiró, eran las que llamaban mas la atención, al ser profundas y anchas cicatrizaban mal, tenía una sobre el omoplato izquierdo y otra en el centro de la espalda, sobre la columna.
- Un compañero envidioso por mi ascensión en la cofradía, al parecer le quité el puesto al que él aspiraba.
- ¿Pilló desprevenido a Artemis Entreri?.- En la voz de Drizzt no había halago alguno, algo que gustó a Entreri, sino simple realidad.
- Tenía quince años, aún tenía mucho que aprender.- Explicó.
- ¿Aprendiste a no confiar en nadie?
Entreri paró un momento para mirar a Drizzt, sorprendido por la pregunta, que parecía mas una afirmación, hubiera montado en cólera por el atrevimiento de no ser por la mirada de Drizzt, que era serena, sin lastima, que hubiera hecho que Entreri lo atacara al momento.
- Eso ya lo sabía, no me pilló desprevenido por eso.- Replicó Entreri.
Drizzt no indagó mas y se puso a leer el libro que había cogido Entreri acerca de la magia, este terminó de ejercitarse poco después, estaba cubierto de sudor y se dirigió al baño, donde empezó a bombear agua del pozo construido dentro de la casa.
Miró la puerta cerrada de baño y suspiró, Guen se incorporó y le lamió la cara cariñosamente para animarle.
- Por eso está siempre solo ¿verdad?- Drizzt le sonrió a su peluda amiga.- Su mundo le derrotó, pero nunca lo aceptará.
