Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de TSR o/y R.A Salvatore, gran parte del argumento pertenece ademas a Minami Ozaki.

No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.

AVISO: Este fanfic es YAOI (y slash) y este se da entre los personajes de Drizzt y Artemis, si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.

Capítulo14: Soledad

- Parece dispuesto a olvidarse de ti.

Entreri alzó la vista sorprendido por las palabras de Jarlaxle.

- ¿No te alegras?

Entreri no contestó a esa obviedad y continuó lustrando sus botas, sucias por el barro del camino, volverían a ensuciarse pero Entreri tenía por costumbre no dejar huellas ni rastros.

- ¿Qué tal está tu banda?.- Preguntó Entreri intentando cambiar de tema.

- Perfectamente, dentro de lo que cabe. Volviendo al tema que has evadido...

- No hay nada que hablar, ya no, eso está resuelto.

Jarlaxle jugueteó con la pluma de su sombrero con resignación.

- No te creería si me dijeras que no hubo ni un solo momento bueno cuando estabas con Drizzt.

...un solo momento bueno cuando estabas con Drizzt...

Entreri pensó en ello caminando por los suburbios de la ciudad, los hubo. No solo por la relacion sexual, sino por la extraña confianza que se había creado algunos días.

Se había sentido seguro.

Con Drizzt se sentía...

- ... Drizzt...

Al oir mencionar el nombre del elfo desde un callejón Entreri se acercó disimuladamente entre las sombras para informarse de lo que se tramaba.

Tres sujetos bastante corpulentos y armados, matones posiblemente, hablaban entre gruñidos mientras mascaban tabaco.

- El drow aun está en la ciudad, le he visto hace poco.

- ¿Iba solo? ¿Sin sus amigos?

- Solo, nos pagarán bien por esta información y...

Antes de que el matón hubiese terminado de hablar una daga se clavó en su columna, matándole en el acto. Los otros dos hombres desenvainaron con una sarta de maldiciones y atacaron a Entreri, que mantuvo una impreterrita expresión de desprecio hacia los matones.

Eran brutales matones de las calles pero al menos uno de ellos estaba lo suficientemente experimentado para mantenerse firme.

Despachado el otro matón, que intentaba sostener su vientre desgarrado por la terrible Garra de Charon, el último de ellos intentó inutilmente discernir algo entre la espesa cortina de ceniza creada por el mortífero filo.

Entreri hundió su daga enjoyada entre las costillas del sujeto y dejó que la hambrienta daga se saciara. Mientras absorvía la energía del cuerpo agonizante distinguió el movimiento del hombre destripado por el rabillo del ojo, este se sostenía torpemente intentando escapar. No le dejaría. Entreri sacó su daga y se dispuso a rematar al fugitivo.

Pero el hombre que acababa de herir tenía mas energía de lo supuesto.

Desprevenido. Entreri no pudo evitar la botella que se rompió contra su cabeza.

La sangre corrió libremente sobre su rostro, deslizándose, muy cálida.

Su mortífera espada arremetió contra los matones con furia renovada, furia mas bien dirigida a sí mismo por semejante descuido.

- ¡¡Eh, ¿quién anda ahí?!!

La guardia. Entreri no tardó en escabullirse por los tejados, fundiéndose con los tejados y la oscuridad. Finalmente, con la visión enturbiada por la sangre descendió en un callejón.

Estaba sagrando mucho, las heridas en el cuero cabelludo tenían esa complicación.

- Estoy perdiendo mucha sangre...- Murmuró.

¿Por qué? ¿Por qué tenía que salir en defensa de Drizzt? Tenía que haber hecho oidos sordos, dejar que se defendiese él solo de quien quisiera verle muerto.

- Drizzt... idiota, imbecil... ¿Drizzt?

Allí, frente al callejón, con la expresión mas preocupada que hubiese visto, estaba Drizzt.

- ¿Por... qué?

Sin darle tiempo a decir mas, el vigilante se precipitó sobre Entreri y le cogió el rostro con las manos, girándole la cabeza para ver las heridas que producían aquella sangre.

Entreri sintió que le ardía la cara cuando Drizzt lamió el corte.

- ¡Deja! ¡No es nada!

Drizzt le tendió la mano y permanecieron en silencio un tiempo que pareció eterno hasta que Entreri aceptó tomarla y seguirle por la calle hasta la tienda de una curandera.

Ya con una venda en la frente, Entreri salió de la consulta y se dirigió al elfo, Drizzt estaba particularmente silencioso, con un brillo triste en la mirada. El silencio se hacía espeso entre ambos, aunque no era del todo incómodo.

- Alguien va tras tus pasos.- Dijo al fin mientras salían a la calle principal.

Drizzt no dijo nada, limitándose a mirarle.

- ... Deberias cambiar de posada si quieres evitarte problemas.

Pero Drizzt permaneció apático y se encogió de hombros, como si no le importase lo mas mínimo que le hubiesen preparado una emboscada en su habitación. Entreri sintió un nudo en la garganta, ¿acaso quería dejarse matar?.

Peor para él, que se muriese.

- Tengo alquilada una habitación aquí al lado.

¿Por qué demonios le había dicho eso? Entreri sintió deseos de darse un puñetazo a sí mismo, el golpe en la cabeza debía haberle desequilibrado. Practicamente había invitado al elfo a dormir con él.

Y así lo entendió Drizzt. Ambos llegaron a una puerta en la tratienda de un local.

La habitación era simple y pequeña, constaba de una cama, una mesa redonda con un par de sillas y un armario, lo justo en un solo cuarto ademas del diminuto baño.

- Puedes usar la cama.

Drizzt negó con la cabeza con gesto disgustado, rechazando la cama.

- Aun debes estar convaleciente.- Replicó Entreri.- No me importa dormir en el suelo.

Drizzt no discutió pero tampoco le hizo caso, se quitó la armadura y se tendió en el suelo con una manta. Entreri se sentó al borde de la cama y miró al vigilante, que le daba la espalda tirado en el suelo. ¿Estaba siendo cruel? Quizá era una tortura tener a Drizzt a su lado, como si le estuviese dando falsas esperanzas. O quizá se estaba torturando a sí mismo.

- Ven aquí. Estaremos estrechos pero es mejor que el suelo.

Drizzt le miró con expresión neutral pero se levantó y ambos se metieron entre las sábanas, cada uno mirando a un extremo, dándose la espalda.

Entreri despertó con una sensación cálida y agradable que ya conocía, la seguridad que le producía dormir con Drizzt a su lado era inconfundible. Durante la noche ambos se habían movido y Entreri estaba acurrucado contra el cuello del elfo, como un niño o un amante.

Se separó de aquella tranquilidad, no podía quedarse allí. Drizzt se despertó y le observó mientras se vestía.

- Tengo algo que hacer.- Explicó Entreri.- Volveré a mediodia, es mejor que no te dejes ver y te quedes aquí. Hasta luego.

Al girarse vió la expresión de Drizzt, era triste, extraordinariamente acongojada. Entreri apretó los puños, Drizzt pensaba que lo abandonaba de nuevo a su suerte.

- Te he dicho que estaré de vuelta enseguida... ¿es que vas a desconfiar de mi una vez mas?

Drizzt sonrió levemente como una disculpa silenciosa. Entreri se marchó con la sensación de que no le había creido.

- ¿Me invitas a una copa?

Entreri miró al elfo, ultimamente Jarlaxle se estaba interesando por negocios levemente legales diciendo que quería tener un "seguro" en la zona, por lo que apenas se veían.

- Pensaba verte un día de estos.- Comentó Entreri.

- Bonita venda... Pareces contento, ¿por qué será?

Entreri miró el vaso con su bebida y pidió otro para Jarlaxle con un gesto antes de decidirse a contestar. Si, la verdad era que se sentía bien.

- He recogido un perro abandonado.

- Ya veo...- Jarlaxle tomó un sorbo de su vaso, un ardiente licor.- No hay que ser demasiado sagaz para suponer que se convertirá en una molestia. ¿Ya has pensado lo que vas a hacer con él?

- Por el momento no me está molestando.- Se limitó a contestar Entreri.

Jarlaxle se limitó a mostrar una amplia sonrisa y se marchó con un ladeo de sombrero. Daba gusto saber que había alguien que aun conservaba el sentido común.

Entreri entró en la habitación con la comida que había comprado para Drizzt, el elfo debería quedarse allí hasta que Jarlaxle...

- ¿Drizzt?

No estaba. ¿Por qué se habría marchado? ¿Adonde? ¿Le habría descubierto alguien? ¿Se lo habían llevado? ¿O sencillamente... se había ido?

Estaba angustiado, preocupado... no podía saber que había ocurrido, ni siquiera sabía si Drizzt confiaba en él.

La puerta se abrió a su espalda y Entreri se volvió como un relámpago, bajo el marco vió a Drizzt, que volvía con una bolsa, al parecer se había comprado su propia comida. El vigilante cerró la puerta y le miró con curiosidad.

Entreri no pudo contenerse y se abalanzo sobre Drizzt, echándole los brazos alrededor del cuello, con los ojos llorosos, había estado tan preocupado...

- ¡Eres un imbecil!... te dije que no salieras de aquí... ¡Te odio!

Drizzt le abrazó con fuerza, respondiendo al desesperado abrazo, apretando la amplia espalda de Entreri, que respiraba desacompasadamente contra su oido, intentando calmar su angustia. Drizzt estaba allí, solo había salido un momento, estaba a su lado.

Entreri no entendía lo que le ocurría, sentía que si no tuviera a Drizzt a su lado en ese momento se hubiera derrumbado. A pesar de estar acostumbrado a vivir solo, de repente sentía que ese cuartucho era inmenso.

Los suaves labios de Drizzt le besaron la frente vendada, recorrieron sus párpados y su pómulo mientras Entreri acariciaba el sedoso cabello blanco, se sentía como drogado por aquellos besos, calmando todas sus preocupaciones. El beso en sus labios fue tierno, chupando sus labios con detenimiento, robandole el aliento con gentileza.

Entreri sintió que le temblaban las piernas y se apoyó en Drizzt, que le abrazó la cintura para proporcionarle apoyo.

- ¿Por qué no hablas? No me has dirigido la palabra...

- Me... me di cuenta de que mis palabras... te hacían daño, y no quiero hacerte daño.

Entreri se estremeció y dejó que las manos de Drizzt recorrieran su espalda con ritmo hipnótico, en círculos, hasta que se quedó dormido en los brazos del elfo.