Del conocimiento de los otros:

Al encuentro de Vilendil y Mirelen, sucedieron los lazos de unión de muchos de los enviados. Colocando su mano sobre la de él, unieron así sus destinos y una estrella radiante y clara brillo en el cielo y muchos entonces la vieron. Un sabia hechicera que desde las montañas cercanas miro la señal, supo que comenzaba la cruzada y el tiempo ya estaba llamando a la puerta. Entonces así como una niebla se deslizo desde lo alto y llego a ellos mientras dormían; la noche aun era madura y el crepúsculo se tardaba en el este. Como copos de nieve fina, sus palabras cayeron del éter y en sueños ellos le escucharon:

"El tiempo de descanso ya no es mas, y camina de nuevo el oscuro por la tierra, arrastrándose como la larga sombra de los árboles en la tarde y por sobre los cielos como nubes negras de tormenta y trueno. Apresuren sus pasos hacia la corona blanca que resguarda este hogar de muchos, refugio de errantes, aquí les espero no os demoréis mas, los otros aun aguardan"

A la mañana siguiente Atanvardo y Mirelen conversaban de estas cosas y se dieron cuenta que ha ambos le había sucedido. Preguntaron entonces a los sabios y estos le dijeron que en lo alto de las montañas vivía una sabia elfa, de hermosa presencia que los hombres llamaban la bruja elfa; lo cual era totalmente falso. Así temprano aun emprendieron la jornada para buscar respuestas hacia el hogar de la que llamaban Rhiniriel y allí en el umbral de su retiro la encontraron, acompañada por algunas doncellas; y abriéndoles los brazos abiertos y una sonrisa ligera los recibió, como quien recibe a algún viejo conocido.

El hogar estaba situado en un pequeño valle plano entre las montañas. Grandes árboles crecían allí muchos jardines aun florecían a pesar de la altura. La casa estaba edificada con muros brillantes como plata, y puertas con diseños dorados hermosos. Muchas de las aguas frías que bañaban el valle bajo, tenían su nacimiento en la parte este del valle, bajando en suaves cascadas hasta precipitarse tierra abajo. Luego de la bienvenida, los hizo pasar a una sala amplia, de forma circular coronada en una cúpula de cristal que tenia un diseño dibujado en forma de dos estrellas de 7 puntas superpuestas que por las noches de luna llena brillaban en esplendor brillante como si los mismos ojos de Varda estuviesen observando desde lo alto. En el centro se encontraba un pedestal y el un globo cristalino de color azul, con una llama perpetua dentro, en tonos blancos, dorados y azul claro. Los invito a acercarse y en él reflejó las visiones que había tenido del encuentro y una breve sucesión de imágenes , del pasado de ambos. Después de un rato ella se dirigió a los dos diciendo:

"Se habia predicho desde hace mucho esta unión y al fin el hado comienza a actuar. El árbol es alto y fuerte, y muchas flores le adornan; de ellas vendrán frutos preciosos, en su justo momento. Como las aguas de muchos ríos fluyen por toda la tierra media y buscan el mar.. así una nueva alianza contra el mal vendrá a formarse y los señores del oeste, estarán con ellos. Con nosotros; ya que al igual que ustedes soy una flor de ese árbol dorado y otro afluyente del gran cause. Irmo de Lorien así me ha hablado y yo he obedecido"

Allí dejo ver la prueba de lo que decía, una anillo con un cristal radiante, regalo del Vala como símbolo de su bendición. Siguieron viendo dentro de la esfera imágenes poco claras que hablaban de los que habrían de llegar, pero la visión se cerro y no supieron la forma de cómo los conocerían ya que aun estaba velado. Ya entrada la noche, pasaron a otra sala, y un fuego cálido confortaba el espacio. Gilorod Rhiniriel (Estrella de la montaña, La Señora del invierno) ordeno la cena y sus doncellas hicieron lo propio. Entre bocados deliciosos y el dulce Miruvóre, se decidieron los caminos a tomar para encontrar a los otros y por otra parte comenzar las labores de la ciudad en el distante Este, la tierra olvidada por todos. Pasaron algunos días en aquel sitio, mientras disfrutaban del ambiente y terminaban los preparativos para marchar al fin.

Atanvardo había cambiado de planes, había ahora decidido ir hacia la región del Bosque Negro, para buscar apoyo en sus amigos cercanos y la gente que lo seguía, para viajar largas leguas hacia el este y empezar las labores de Olostion, en el mayor secreto posible. Pensaba también buscar ayuda a los enanos de Erebor, con los cuales había hecho amistad en tiempos pasados y aun mantenía contacto de tiempo en tiempo. Laitalë Mirelen por su parte iría al oeste, hacia Eriador; algunos asuntos pendientes tenia allí que requerían su atención, por el momento. Gilorod esperaría allí el regreso de ambos, alguna noticia o la llegada de algún iluminado. Y así se hizo.

La tarde antes del día de la partida Vilendil y Elenmirë caminaron juntos por los jardines de "Faramissë" (lluvia blanca) o como se le conoce en lengua Sindarin "Glosserond" la cúpula nevada (blanca), y hablaban de las cosas por hacer. Aun cuando no querían marchar, ni separarse ahora, sabían que era necesario y que si no había contrariedad alguna se verían pronto de nuevo. Disfrutaron entonces ver el sol hundirse a lo lejos y ver las estrellas encenderse una por una, mientras iluminaban los cielos de Arda. Sin embargo Vilendil tenia el corazón apesumbrado por dejar ir aquello que no buscara y que ahora le llenara el rostro y la mirada de alegría; mas, de estas cosas no hablo y callo por largo tiempo, hasta que volvieron a verse.

Antes que alguno lo supiera, temprano amaneció el día y partieron entonces. Bajaron hacia el valle, despidiéndose de la sabia, y pronto estaban tomando caminos diferentes. Ella llamó a su corcel y el vino a ella rápidamente. Tratando de ser elocuente y evitando alguna despedida penosa monto el corcel y solo le dijo:

"Antes de que comience la larga lucha os veré de nuevo y será entonces un feliz encuentro. Por la luz de Varda así será!

Nai Iluvatar calimë tielya!

(Sea Iluvatar quien ilumine tu camino!)

A lo que respondió:

Nai ná! Nais carë tulye nin ata!

(Que así sea! Sea el quien te traiga a mi de nuevo!)

Se sonrojó y una sonrisa tímida invadió su cara. Tomando las riendas se marchó sin voltear el rostro ni una sola vez.

Solo estaba ahora y los pies pesados los sentía. Al fin se puso presto y decidió la ruta. Tomaría el camino del paso alto para luego girar a la izquierda y por varios días caminar la llanura hacia las regiones cercanas de su antiguo hogar: Ered Mithrin.