De la partida de Eladan y la llegada de la tercera unión:

Pasado un año de la alianza con los hombres ( el cuarto año después del éxodo), llegó a las puertas de Meluvenor, Thinedhel el tanto tiempo esperado por Vilendil; lo vio desde lejos sobre la torre recién construida en honor a Varda, "Altari Mindon" la torre de la más grande de las reinas. Y fue recibido con gran honor y alegría por sus amigos.

Thinedhel traía noticias acerca de unas grandes hordas de Uruks que estaban bajando hacia los llanos de Anorien y que Haeré estaba pronto a atacarlos según había escuchado de algunos pobladores de Rohan, y que cualquier ayuda seria bien recibida.

Vilendil no dudo entonces en ir en apoyo de los reinos amigos aunque distantes; la construcción estaba viento en popa y la calma reinaba aun en esa noble tierra. Así que convoco a aquellos que quisieran a acompañarle, entre los cuales estaba Aredhel, Eladan y el mismo Thinedhel, además de muchos guerreros elfos y algunos enanos.

Avanzaron rápido a caballo, por el largo desierto y luego de varios días de jornadas llegaron al fin a la llanura del Anorien; hallaron algunos caballeros de Rohan que se le unieron y llegaron al encuentro de Lintesereg junto a un ejercito de Gondor y planearon entonces la estrategia de ataque: Haeré atacaría desde la derecha, desde los bosques de Druadan, y Vilendil desde la izquierda junto a los suyos y los caballeros de Rohan, que estaban listos para atravesar con las largas lanzas y cegar con las filosas espadas y hachas además de las veloces flechas, la vida de los adversarios, como quien cortase el trigo dorado en la hora de la cosecha.

La lucha era encarnizada, ya que los orcos corpulentos montaban caballos negros, criados en antros oscuros sin duda, otros en lobos y otras bestias; he iban armados con espadas curvas y yelmos negros.

Terrible era la furia de Haeré, que llevaba en el rostro la sentencia de muerte de los engendros oscuros, brillando en su mano la joya que lo envestía como heraldo de Vairë la justa, esposa de Mandos, y arraso con muchos de ellos junto a sus tropas. Aradhel y Thinedhel arqueros hábiles echaron bajo tierra, siendo este ultimo el que alcanzo mayor numero de muertos en su haber. Eladan el fuerte, con espada en mano defendió los flancos y muchos cayeron ante él; Los caballeros de Rohan, los perseguían a muerte, y los orcos temblaban de pavor ante ellos; incluso los enanos no dejaron sus hachas inutiles en sus manos y los uruks sintieron los filos mortales en piernas y abdomen, cosechando victimas tambien.

Vilendil saltó desde Nixelotë, sobre uno de los cabecillas enemigos y con Luiringil le dio muerte, cortándole la cabeza, y desmembrando algunos que estaban con él.

De pronto los Uruks se percataron de la caída de su líder y se enardecieron, comenzando a atacar con furia salvaje y muchos sufrieron heridas severas a raíz de esto y otros un destino fatal: Eladan, de Olostion cayó en la lucha.

Mientras Aradhel levantaba a su amigo caído y lo sacaba del terreno de batalla Thinedhel le cubría las espaldas y ningún enemigo quiso cruzar el limite viendo la rabia y el odio en los ojos del elfo; Haeré junto a sus tropas y los caballeros de Rohan, mientras acorralaban al grueso de los orcos contra el Entaguas al norte, para atraparlos contra el río.

Vilendil se vio solo por un momento y fue perseguido por un grupo de Uruks que estaban cerca y éste huyó hacia el bosque. Muchos de los elfos de Meluvenor fueron en su ayuda y mataron a los mas rezagados que intentaban darle alcance al medio elfo. Sin embargo ya unos diez le echaban la mano encima; Atanvardo silbó fuerte y desde lo lejos Nixelotë corría a su encuentro.

Ya dentro del bosque sin remedio alguno se halló rodeado, por los enemigos y el sol de medio día iluminaba todo el claro donde se encontraban. Vilendil trato de tomar ventaja y ataco primero dando muerte a dos de ellos, pero tenían sobrada ventaja sobre él. Apartándose de pronto llevó sus manos al frente y de ellas un fuego blanco surgió amenazante quemando el rostro del que estaba más cercano y los orcos se amilanaron por un momento, sin embargo no fue suficiente y se abalanzaron contra él.

Hubiese sido el fin entonces si un caballero, alto, de ojos verde centellantes, no hubiese salido en su auxilio, de entre los árboles, portando una espada oscura de hoja brillante, que recordaba a Mormegil edades atrás en la mano de Túrin; y en pocos pero veloces movimientos acabo con todos ellos dejándolos allí tirados, sin vida; solo cuerpos inertes en el suelo, sin alma.

Pasado unos instantes, una tensa clama descendió sobre Vilendil y aquel extraño. Nixelotë que llegaba entonces se detuvo como escuchando a un lado del hombre y éste le acaricio las crines negras y blancas.

Para asombro del medio elfo, el corcel no se encabrito como pudiese suceder con cualquiera que se le acercase que no fuera su amo, fue cuando no se pudo contener mas y dijo:

"Su merced, grande es la ayuda brindada en esta hora de necesidad y agradecido estoy en verdad por ello. ¿Pero quien es usted? ¿Que causa defiende?"

Allí Atanvardo, escucho hablar al hombre alto, que se dirigía a él mostrando gran dignidad en sus palabras y entonando las frases en un modo muy peculiar:

"Arioch, Erekossë, De caballos domador,

por otros nombres más, también llamado;

De la espada de plata y brillo negro, forjador,

Y por el insigne Oromë Valarion resguardado.

Necesario en verdad ha sido este encuentro,

Y han querido vuestros hados que al fin os vea;

Al que lleva los designios de Manwë dentro,

El rey de Arda; la primeramente llamada Eä.

He venido del Oeste con un rumbo siempre incierto,

Con la negra y tormentosa, mi bella espada afilada;

Hecha en las minas de los hoy enanos muertos.

Si buscas en Sein Cair Andros encontraras mi actual morada.

De altiva mirada, corazon valiente y puño severo soy

Y los placeres y las luchas, son todas de mis agrados,

El destino quizo así cruzar nuestros caminos hoy

Para que contra el enemigo seamos entonces aliados"

Con tamaña presentación, entendió que no era un hombre común y que sus intenciones no eran malignas, le pareció y que algún motivo en verdad lo había traído a ese sitio.

Vilendil se presento como líder del Reino Unificado, y supo que era un protegido de los Valar también. Dedujo por la conversación que quizás era un Maia, con una labor en la tierra media peculiar y desconocida por él, en el momento y que seria de mucha ayuda contar con semejante poder de su lado.

Le invitó a acompañarle a conocer a sus compañeros y a visitar la ciudad, pero este muy cortésmente rechazó la propuesta. Sin embargo en su lugar, Arioch ( uno de sus nombres) empeño su palabra de unión fraterna y ayuda mutua, y allí en aquel claro se trazó la ultima forja del liderato del Clan Unificado: Arioch de los Maiar, ensamblaba la cuarta pieza de las razas; Elfos, Enanos, Hombres y Maiar, dejando sentada una alianza sin precedente alguno que perduraría por largo tiempo.

Arioch desapareció como brisa repentina y Vilendil al fin sobre Nixelotë, fue en busca de los suyos.

Había terminado la refriega, y junto a sabor dulce en la boca de la victoria, un sabor trago amargo ardía en la garganta del ejercito Unificado: Eladan el fuerte, había perecido. Lo llevaron con honores en triste jornada hacia las riberas del Anduin y fue llorado amargamente por Atanvardo y sus camaradas, sintiendo un dolor profundo pues lo tenían en alta estima.

Al morir la tarde del día siguiente le despidieron, colocándolo con vestiduras limpias y hermosas en una barca blanca, con ramos de flores de Ninphredil y flores de plata y oro, desde los puertos. Allí fue saludado por ultima vez por sus amigos, mientras junto a su barca como Calinieri dorados (Abejas luminosas, Luciérnagas) revoloteaban en el agua cientos de luces, fuegos en lámparas sobre el río, iluminando el camino hacia las estancias lejanas de Mandos, mientras recorren junto a él todo el río hasta llegar al fin al mar.

Largas lagrimas corrieron, y en la tarde moribunda vieron la nave alejarse... más cercano estaría siempre el recuerdo de aquel que fue.

Arioch desde su fortaleza en Sein Cair Andros, vigilaba los mares del Norte y las tierras al este del Meneltobas. Llegando a visitar de cuando en cuando la ciudad de Meluvenor, aun con cierta cautela; La impaciencia y sed de victimas de su espada no diferencia amigos de enemigos. Hasta que al fin fue persuadido por Haeré Lintesereg, conocido también por su alma noble y presta para la diplomacia tanto para la lucha que lo convenció para trabajar junto a él. Aunque algo solitario siempre presente ante la lucha inminente. ¡Grande era la fuerza y el poder con el que ahora contaba la alianza!.

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