Gilorod, espero por un año en las altas montañas, después de la partida de
Mirelen y Atanvardo, mientras observaba en su cristal, los sucesos tomar
cabida en el mundo. Pasado ese tiempo llegó al umbral de su morada una
joven elfa, con un brillo intenso en su mirada, cargando un fardo pequeño a
sus espaldas, una espada mediana en el ciño y una daga en su pierna
izquierda, ostentando vestiduras de trotamundo y su hermoso cabello dorado
peinado laboriosamente en trenza. Dirigiéndose a la hechicera dijo:
"¡Al fin os encuentro!, He venido ya que he escuchado el llamado de la hija de las estrellas; aquella que cuido en un tiempo remoto los estanques de plata y oro, donde el brillo de los árboles reposaba quieto y que solo vive hoy en los silmarili, que se han perdido. Vi la señal en el cielo y después de un ciclo de espera y aprendizaje vengo a vuestro encuentro."
"Has llegado en buen tiempo - respondió- y de vuestra venida todo sabia. Al igual que vos, nací bajo los dorados árboles de Lothlorien, aunque un poco antes que vuestra merced. Acerca de vuestro destino conozco solo los pasos que os han traído aquí, y esta en mis manos haceros saber si estáis preparada o no para emprender el largo camino y enfrentar los peligros que os acecharan en el futuro. Consideradme vuestra hermana mayor si lo deseáis, ya que de una forma u otra nuestros caminos se cruzan hoy y seguirán en lazos hasta dentro de muchos años, si el hado así lo permite. Dejad vuestras provisiones y demás objetos en esta sala, ya que muchos de ellos no los vais a necesitar por el momento. Por favor, sígueme."
Obedeció y juntas sin mediar otra palabra, se dirigieron hacia un jardín amplio que daba hacia las cascadas frías, allá a la izquierda. Llegaron a un espacio abierto donde toda sombra huía del sol de medio día, y allí Gilorod por fin hablo de nuevo:
"¿Estáis lista y decidida? Seré vuestra oponente y deberéis verme como tal, no temáis herirme ya que no vacilare en atacaros. ¡En guardia Gilheniel! ¡Vuestra prueba comienza ahora!"
La escena era impresionante: Blanca como la nieve perpetua estaba allí Rhinhiriel, de pie con largos vestidos que le ceñían al cuerpo con elegancia y libertad; una diadema le coronaba la frente y sus cabellos rubios caían sobre sus hombros con sutileza; solemne y fría a la luz de Anar desde el cielo. Brillante el anillo en su mano y en un pedestal cercano a su derecha, su espada Narring esperaba apacible el combate. Del otro lado de la imagen, Gilheniel, fuerte, erguida y decidida; sosteniendo con la diestra la espada Laureglin con orgullo, apuntando al suelo, como desafiando con el pecho a su adversaria, dando a conocer que no había un dejo de miedo en ella y que estaba presta a la lucha.
Pasaron así algunos minutos en silencio, y el día parecía inmóvil, quieto, silente. Hasta que sobre el cielo un águila paso por debajo del sol y su sombra cruzo rápidamente el terreno. Fue la señal de ataque!
Gilorod levanto su mano izquierda rápidamente y de ella salió una estalactita de hielo y en cuestión de segundos se precipito sobre el rostro de Lissema, quien en un movimiento rápido de la espada, rechazo el proyectil y se abalanzó sobre la dama blanca, colocando la mano sobre el puñal Daedor en la pierna izquierda lista ya para atacar; Rhinhiriel llamando con el pensamiento a Narring, giró sobre si misma hacia la derecha mientras el arma volaba como el rayo hasta su diestra, ejecutando al terminar la vuelta un ataque oblicuo contra Gilheniel que ya tenia casi encima, rasgándole así la parte alta del hombro derecho e hiriéndola levemente, a la vez que con la otra mano conjuraba un escudo helado rechazando el ataque de Laureglin, y empujándola hacia atrás. Lissema, rodó pero se incorporo rápidamente, viendo que Rhinhiriel seguía de pie casi en el mismo sitio que cuando comenzó la lucha.
Haciéndose de Daedor esta vez, tomo otra posición de ataque; defendía su frente con la daga y sostenía con la mano derecha a Laureglin; la espada en alto sobre su cabeza apuntado hacia la contrincante. Esta vez esperaría el movimiento de Gilorod.
El cual no se hizo esperar demasiado; Ataco con Narring, desde atrás(su izquierda) con un movimiento circular hacia delante, que choco contra la defensa de Daedor, siendo repelido el golpe hacia fuera botando a Narring lejos de su dueña mientras ya venia Laureglin desde arriba y atrás, tomando impulso para atacar desde la derecha el flanco de Rhinhiriel, el cual estaba al descubierto. Y hubiese sido herida de gravedad si en ese entonces no hiciera uso de nuevo del escudo helado, deteniendo el golpe que venia con fuerzas, lo que hizo que la espada volara también de las manos de Lissema Gilheniel, dejándola ahora solo con la Daedor y de nuevo en el principio.
Ganaba ahora el encuentro Gilorod, dos a uno y la victoria parecía segura, ya que Lissema había retrocedido unos pasos y se encontraba a merced de su oponente, quien aprovechando la ventaja le congeló los pies y ya daba por terminado el encuentro.
De súbito, Gilheniel enterró la daga en el suelo y el hielo desapareció gracias al poder que habitaba en Daedor. Viendo entonces que se restablecía la lucha, la dama blanca conjuro al agua de las cascadas a volcarse en torno a su adversaria y congelarla entera; rezó entonces una invocación:
"Ai! Ringi neni tultenlyë, hlarlelyë lirenyan' enta turielyë! "
(OH! Heladas aguas os invoco; escuchen mi canción que os dirige!)
Y así de pronto Gilheniel se vio casi envuelta entera por el cristal de hielo, pero antes de que todo estuviese perdido, hizo también un llamado:
"Ai! Ilmarië! Leryë annilya sín' ar metyelyet!"
(OH! Ilmarië! Libera tus dones ahora y pon punto final a esto!)
Y desde el cielo aun azul y claro, una centella cayo desde lo alto y la fría escarcha que atrapaba a Lissema estallo en millares de fragmentos, liberándola del encierro impuesto por Rhinhiriel. Sin embrago se encontraba débil y fría por la magia de Gilorod y cayo desvanecida en sus brazos. La prueba había terminado.
"Hermana mía, no en vano eligió Ilmarë semejante hija de Iluvatar, para proteger. Llevas en alto su égida pero aun debes cultivar mas tus dones. Estoy aquí contigo para ayudaros a lograrlo, descansa entonces mientras cuido de vuestras fatigas y heridas."
Así durante dos años, Gilorod se volvió su tutora y alta estatura y manejo de sus habilidades obtuvo entonces Gilheniel. De vez en cuando se podía ver dos rayos de sol bajando de la montaña hacia las tierras llanas, en alguna misión secreta hacia las tierras del sur, en ocasiones viajaban juntas a Lothlorien y allí se enteraban de lo que ocurría por esas regiones. Lissema supo que el Thinedhel, el elfo conocido por toda Caras Galadon por su actitud de ermitaño, había partido hacia el norte con un propósito desconocido hacia pocos meses y que algunas cosas extrañas estaban sucediendo hacia Gondor, sobre todo en Ithilien donde el mal comenzaba a hacerse presente cada vez mas seguido.
Gilheniel, deseo probarse a sí misma y le pidió a Rhinhiriel que la dejara partir hacia el sur, para prestar ayuda, además de adquirir experiencia y ella asintió.
Entre tanto, por ese mismo tiempo en Gondor; Una doncella de alto linaje, cabalgaba con un séquito bajo su comando hacia las fronteras de Mordor, con una misión que la acercaba cada vez mas a la realización de su destino; Había recibido la información de que algunas fuerzas negras estaban causando estragos hacia las tierras de Ithilien y hasta se hablaba del despertar de una bestia temible y que su solo nombre helaba la sangre de quien lo escuchaba, además de sentir el terror que anunciaba su llegada y que iba delante del, nublando la razón y la valentía.
Anamoriel, como se le conocía, era la segunda hija de Aragorn y Arwen y poseía gran valor y belleza, heredad directa de sus padres. Vestía siempre de blanco, y sus cabellos negros como la noche, realzaban su pálido rostro además de sus hermosos ojos grises. Le rodeaba mucho misterio, ya que su andar era muy ligero, casi imperceptible y se podría decir que desaparecía, ya que sus movimientos eran veloces y precisos. Le decían flecha blanca (Pileninquë en Quenya) por que lograba despistar a mas de un oponente, atacando deprisa como una flecha, dando en justo en el blanco. Era temida también entre los mortales y se le nombro en algunos cantos de camino que la veían como una aparición, como un fantasma, ya que decían que era la mismísima Arwen que andaba de nuevo por los senderos tristes en busca de su bien amado, del cual se dice nunca llego a las estancias de Mandos.
Pues bien, se había acercado lo suficiente para vigilar los movimientos del enemigo; habían conseguido levantar un campamento en las cercanías de las tierras invadidas y colocaron centinelas y la guardia fue permanente: ya estaban prestos para emboscarlos. Se adelantaron entonces en la quietud de la noche y en silencio esperaron el momento justo. Allí Anamoriel tuvo una visión y entro en cierto trance, aun mientras observaba los movimientos enemigos. Sin embargo algo sucedió fuera de lo previsto que la hizo despertar: Uno de los guardias enemigos se percató de la presencia de los intrusos y en revuelo les atacaron.
Así fue como los cazadores casi se vuelven indefensas presas; pero quiso el destino que Gilheniel llegara en el momento justo por la retaguardia enemiga y distrajo algunos pocos mientras Anamoriel dirigía sus tropas al campamento y buscaban una posición más ventajosa de contra ataque, ya que la horda enemiga los superaba en numero y de esto no sabia nada Arwencoireä (Arwen viviente) hasta ese momento.
Gilheniel desplegó allí su potencial causando confusión y temor entre los orcos y trasgos allí reunidos. Fueron muchos los que cayeron desconociendo la causa de su muerte y algunos que lograron huir quedaron ciegos de por vida debido al intenso brillo de sus ojos y la furia incontenible de su espada. No obstante, Pileninquë no conocía esto, solo trataban de conseguir el momento justo para evitar tantas perdidas en su tropa y conseguir la victoria sobre el enemigo.
Al llegar al campamento, estaba todo devastado y ya los esperaban bestias inmundas y burlonas, que no dudaron en abalanzarse sobre ellos sin el menor dejo de tregua. A este sorpresivo embiste Anamoriel no dudo en segarles la vida con su espada Artamir, y entre ellos una ráfaga blanca avanzo dejando solo desolación y asombro; Nessa la veloz la cubría entonces, y nada se oponía a su paso, brillaba fuerte la joya en la empuñadura de Artamir y fueron mas de diez los que probaron su filo.
Su tropa ganaba terreno y la lucha estaba casi a su favor, cuando de pronto de entre la bruma oscura y la luz pálida de Isil, apareció el temible, la sombra de fuego, el poder dentro de las llamas, el defensor del oscuro, valarauco: Balrog.
Y los miembros temblaron, las rodillas flaqueaban, y el aliento se contuvo por segundos en asombro. Las tropas se amilanaron un poco y muchos quisieron correr, pero era tarde; la fiesta apenas comenzaba. Lissema por su parte acababa con los rezagados y no sabia lo que ocurría allá adelante; Solo veía luces rojas que hablaban de grandes afanes.
Los mismos orcos temían los pasos de aquel engendro maligno y caían de bruces con los brazos sobre la cabeza, pero eso no los salvo y tampoco a los guerreros del rey. Un fuego comenzó a encender la noche, con destellos rojos y gritos desesperados de bando y bando. Anamoriel, quien se había plantado firme y valiente frente a él, fue arrastrada por sus fieles guardias y fue llevada lo mas lejos posible del demonio, mientras el señor del látigo de fuego, devoraba todo a su paso. Penosa la lucha, ya que no había posibilidad de derrotarlo y toda la hueste defensora del rey había caído ya ante el innombrable; El final parecía para la hermosa medio elfa.
Pero justo en ese momento, como una estrella que desciende de las montañas cubiertas de niebla y nieve, apareció de plata y blanco, Gilorod con la luz de Irmo sobre su cabeza y Narring en sus níveas manos.
Levanto enseguida un muro de hielo en defensa de la llamarada destinada a Anamoriel y le salvo de una muerte segura. No sabiendo que sucedía, pileninquë opto por correr rápidamente hacia un flanco de la bestia mientras ideaba una forma como atacarlo. Y allí las dos guerreras enfrentaban aquella figura llameante, como ninguna mujer se había atrevido antes. Al fin Gilheniel, apareció hacia el flanco contrario al que se encontraba Anamoriel y se vieron entonces los rostros. Entendían que estaban juntas en esto y que debían juntar sus fuerzas para lograr salir con vida; ya había obrado Rhinihiriel sus artes: Susurrándoles dentro de sus pensamientos había recreado alguna forma de atacar, combinando sus habilidades en un fin común.
Arwencoireä lo vio claro entonces y supo que a quien había visto en su trance antes del ataque, había sido a Gilheniel y a Gilorod. Y que su ayuda no era nada casual; el hado estaba trabajando en ese momento.
El balrog no se intimido en lo absoluto, y las llamaradas comenzaron a zumbar en el aire, quemando todo a su paso.
Su ataque se dirigía en casi la totalidad en Rhinhiriel por ser quien le hacia frente directo; Trataba de azotarla pero contrarrestaba el ataque con escarcha y hielo. Por su parte Anamoriel atacaba con su arco Aurë, lanzando flechas encantadas y Gilheniel centellaba, aturdiendo al demonio.
El balrog enloquecido lanzo un ataque de furia y ya Gilorod no podía mantenerse en pie. Al fin las tres enfocaron contra la sombra de fuego una hazaña que tendría renombre entre los cantos: Maeth-Neledbreniel (La lucha de las tres doncellas).
En un ataque definitivo contra Gilorod, el Balrog levanto un mazo de fuego con el cual la aplastaría de una vez por todas; Viendo el peligro que corría su hermana, Lissema invoco un gran rayo y sus manos sostuvieron tan grande fuerza y la dirigió contra aquella bestia dejándolo enceguecido por unos instantes al herirle la visión; Rhinhiriel sosteniendo a Narring entre las dos manos, levanto un encanto de granizo y hielo y por un momento parecía que el fuego que envolvía al valarauco sé había disipado para siempre; Anamoriel con el animo de Nessa, veloz como el relampago, hirió el corazón de la bestia con su espada Artamiry esta elevo un grito que congelaba el alma de quien lo oyera llenándolo de angustia y miedo. Las tres se reunieron frente al enemigo por si aun no había terminado la lucha.
El balrog que se encontraba enfurecido como nunca, ardió en locura y el fuego se reanimo de nuevo entorno a él, pero las tres ya estaban fatigadas y otra embestida no aguantarían, aun cuando habían debilitado al oponente.
De pronto, como quien ve el sol al amanecer y se esperanza de nuevo en un nuevo día, apareció con valentía gallarda y coraje inquebrantable: Arendilë el gran noldor, en defensa de las tres damas.
Sin un dejo de miedo, le hizo frente al demonio, y este se detuvo frente al guerrero con cierta distancia. Arendilë desenvaino su espada Narcallaur y el filo brillo resplandeciente. Encomendando su alma a Yavanna, elevo una oración y se lanzo contra el balrog. Encarnizada fue la lucha entonces, ya que un odio y una furia sobrehumana dirigía a ese guerrero elfo en su empresa de acabar con aquel engendro. El balrog debilitado, probo la filosa espada y lamentos y gritos ardientes se elevaban por doquier.
Arendilë le hirió en los miembros bajos y la criatura cayo de rodillas, momento en el cual le asesto un golpe mortal en la cabeza y la bestia envuelta en llamas ardió en un fuego súbito y se extinguió al fin entre la noche moribunda y el crepúsculo del amanecer.
Así termino la lucha y al fin el silencio reino de nuevo en aquel campo desolado. Arendilë estaba herido y muchas quemaduras había sufrido en la batalla. Gilheniel colocando las manos sobre ellas las sano prontamente y en poco tiempo el noldor recupero el vigor de su cuerpo. Rhinhiriel, hablo entonces:
"Grande ha sido esta prueba para todos nosotros, pero también así la gloria conquistada. El tiempo ha llegado ya y el destino nos llama a la lucha en tierras lejanas. Es cierto que seguí a Lissema hasta aquí para asistirle, pero también a veros al fin y culminar mi misión. La cual no es otra de daros clara instrucción de que en el este se esta levantando una plaza grande y bella, y ustedes, nosotros, y muchos mas estamos llamados a defenderla en nombre del mismísimo Iluvatar, que hoy nos impulsa a encontrarnos y que nos dirije en esta causa noble y justa contra la maldad del mundo. Ea pues que nuestros pasos se dirijan a Meluvenor con prontitud y entereza. Vamos entonces al encuentro de nuestros hermanos!"
Escucharon atentos y asintieron, ya que internamente cada uno sabia que venían a hacer algo y que al fin se les indicaba el norte de sus esfuerzos.
Así eventualmente con el tiempo, Gilorod y Lissema se encaminaron al valle de Sirineldion cruzando el mar de fuego y llegaron al fin a las puertas de plata, donde fueron recibidas con alegría y agrado. Vilendil al fin se encontraba con Rhinhiriel y veía realizada y cada vez mas firme la empresa emprendida hacia ya muchos años atrás.
Por su parte Anamoriel y Arendilë, se tardaron un poco mas en las tierras de Gondor, pero al cabo de unos meses luego hicieron su arribo también a la gran ciudad, recibidos con grandes homenajes por los pobladores y en especial por Atanvardo, quien vio en Anamoriel, una hija que se ganaría su afecto y atención. Era claro el lazo que lo unía a ella; ambos eran medios elfos, y sabían lo que significaba compartir ambos linajes.
Arendilë fue reconocido por su gran valor, fortaleza y la proeza de los cuatro nuevos miembros fue asentada en libros y siempre recordada por todos; hasta cantada por muchos en el taller de labores.. .. el Taller de Aulë.. Pero esa es otra historia; su protagonista esta próximo a hacer su grata y amarga aparición..
"¡Al fin os encuentro!, He venido ya que he escuchado el llamado de la hija de las estrellas; aquella que cuido en un tiempo remoto los estanques de plata y oro, donde el brillo de los árboles reposaba quieto y que solo vive hoy en los silmarili, que se han perdido. Vi la señal en el cielo y después de un ciclo de espera y aprendizaje vengo a vuestro encuentro."
"Has llegado en buen tiempo - respondió- y de vuestra venida todo sabia. Al igual que vos, nací bajo los dorados árboles de Lothlorien, aunque un poco antes que vuestra merced. Acerca de vuestro destino conozco solo los pasos que os han traído aquí, y esta en mis manos haceros saber si estáis preparada o no para emprender el largo camino y enfrentar los peligros que os acecharan en el futuro. Consideradme vuestra hermana mayor si lo deseáis, ya que de una forma u otra nuestros caminos se cruzan hoy y seguirán en lazos hasta dentro de muchos años, si el hado así lo permite. Dejad vuestras provisiones y demás objetos en esta sala, ya que muchos de ellos no los vais a necesitar por el momento. Por favor, sígueme."
Obedeció y juntas sin mediar otra palabra, se dirigieron hacia un jardín amplio que daba hacia las cascadas frías, allá a la izquierda. Llegaron a un espacio abierto donde toda sombra huía del sol de medio día, y allí Gilorod por fin hablo de nuevo:
"¿Estáis lista y decidida? Seré vuestra oponente y deberéis verme como tal, no temáis herirme ya que no vacilare en atacaros. ¡En guardia Gilheniel! ¡Vuestra prueba comienza ahora!"
La escena era impresionante: Blanca como la nieve perpetua estaba allí Rhinhiriel, de pie con largos vestidos que le ceñían al cuerpo con elegancia y libertad; una diadema le coronaba la frente y sus cabellos rubios caían sobre sus hombros con sutileza; solemne y fría a la luz de Anar desde el cielo. Brillante el anillo en su mano y en un pedestal cercano a su derecha, su espada Narring esperaba apacible el combate. Del otro lado de la imagen, Gilheniel, fuerte, erguida y decidida; sosteniendo con la diestra la espada Laureglin con orgullo, apuntando al suelo, como desafiando con el pecho a su adversaria, dando a conocer que no había un dejo de miedo en ella y que estaba presta a la lucha.
Pasaron así algunos minutos en silencio, y el día parecía inmóvil, quieto, silente. Hasta que sobre el cielo un águila paso por debajo del sol y su sombra cruzo rápidamente el terreno. Fue la señal de ataque!
Gilorod levanto su mano izquierda rápidamente y de ella salió una estalactita de hielo y en cuestión de segundos se precipito sobre el rostro de Lissema, quien en un movimiento rápido de la espada, rechazo el proyectil y se abalanzó sobre la dama blanca, colocando la mano sobre el puñal Daedor en la pierna izquierda lista ya para atacar; Rhinhiriel llamando con el pensamiento a Narring, giró sobre si misma hacia la derecha mientras el arma volaba como el rayo hasta su diestra, ejecutando al terminar la vuelta un ataque oblicuo contra Gilheniel que ya tenia casi encima, rasgándole así la parte alta del hombro derecho e hiriéndola levemente, a la vez que con la otra mano conjuraba un escudo helado rechazando el ataque de Laureglin, y empujándola hacia atrás. Lissema, rodó pero se incorporo rápidamente, viendo que Rhinhiriel seguía de pie casi en el mismo sitio que cuando comenzó la lucha.
Haciéndose de Daedor esta vez, tomo otra posición de ataque; defendía su frente con la daga y sostenía con la mano derecha a Laureglin; la espada en alto sobre su cabeza apuntado hacia la contrincante. Esta vez esperaría el movimiento de Gilorod.
El cual no se hizo esperar demasiado; Ataco con Narring, desde atrás(su izquierda) con un movimiento circular hacia delante, que choco contra la defensa de Daedor, siendo repelido el golpe hacia fuera botando a Narring lejos de su dueña mientras ya venia Laureglin desde arriba y atrás, tomando impulso para atacar desde la derecha el flanco de Rhinhiriel, el cual estaba al descubierto. Y hubiese sido herida de gravedad si en ese entonces no hiciera uso de nuevo del escudo helado, deteniendo el golpe que venia con fuerzas, lo que hizo que la espada volara también de las manos de Lissema Gilheniel, dejándola ahora solo con la Daedor y de nuevo en el principio.
Ganaba ahora el encuentro Gilorod, dos a uno y la victoria parecía segura, ya que Lissema había retrocedido unos pasos y se encontraba a merced de su oponente, quien aprovechando la ventaja le congeló los pies y ya daba por terminado el encuentro.
De súbito, Gilheniel enterró la daga en el suelo y el hielo desapareció gracias al poder que habitaba en Daedor. Viendo entonces que se restablecía la lucha, la dama blanca conjuro al agua de las cascadas a volcarse en torno a su adversaria y congelarla entera; rezó entonces una invocación:
"Ai! Ringi neni tultenlyë, hlarlelyë lirenyan' enta turielyë! "
(OH! Heladas aguas os invoco; escuchen mi canción que os dirige!)
Y así de pronto Gilheniel se vio casi envuelta entera por el cristal de hielo, pero antes de que todo estuviese perdido, hizo también un llamado:
"Ai! Ilmarië! Leryë annilya sín' ar metyelyet!"
(OH! Ilmarië! Libera tus dones ahora y pon punto final a esto!)
Y desde el cielo aun azul y claro, una centella cayo desde lo alto y la fría escarcha que atrapaba a Lissema estallo en millares de fragmentos, liberándola del encierro impuesto por Rhinhiriel. Sin embrago se encontraba débil y fría por la magia de Gilorod y cayo desvanecida en sus brazos. La prueba había terminado.
"Hermana mía, no en vano eligió Ilmarë semejante hija de Iluvatar, para proteger. Llevas en alto su égida pero aun debes cultivar mas tus dones. Estoy aquí contigo para ayudaros a lograrlo, descansa entonces mientras cuido de vuestras fatigas y heridas."
Así durante dos años, Gilorod se volvió su tutora y alta estatura y manejo de sus habilidades obtuvo entonces Gilheniel. De vez en cuando se podía ver dos rayos de sol bajando de la montaña hacia las tierras llanas, en alguna misión secreta hacia las tierras del sur, en ocasiones viajaban juntas a Lothlorien y allí se enteraban de lo que ocurría por esas regiones. Lissema supo que el Thinedhel, el elfo conocido por toda Caras Galadon por su actitud de ermitaño, había partido hacia el norte con un propósito desconocido hacia pocos meses y que algunas cosas extrañas estaban sucediendo hacia Gondor, sobre todo en Ithilien donde el mal comenzaba a hacerse presente cada vez mas seguido.
Gilheniel, deseo probarse a sí misma y le pidió a Rhinhiriel que la dejara partir hacia el sur, para prestar ayuda, además de adquirir experiencia y ella asintió.
Entre tanto, por ese mismo tiempo en Gondor; Una doncella de alto linaje, cabalgaba con un séquito bajo su comando hacia las fronteras de Mordor, con una misión que la acercaba cada vez mas a la realización de su destino; Había recibido la información de que algunas fuerzas negras estaban causando estragos hacia las tierras de Ithilien y hasta se hablaba del despertar de una bestia temible y que su solo nombre helaba la sangre de quien lo escuchaba, además de sentir el terror que anunciaba su llegada y que iba delante del, nublando la razón y la valentía.
Anamoriel, como se le conocía, era la segunda hija de Aragorn y Arwen y poseía gran valor y belleza, heredad directa de sus padres. Vestía siempre de blanco, y sus cabellos negros como la noche, realzaban su pálido rostro además de sus hermosos ojos grises. Le rodeaba mucho misterio, ya que su andar era muy ligero, casi imperceptible y se podría decir que desaparecía, ya que sus movimientos eran veloces y precisos. Le decían flecha blanca (Pileninquë en Quenya) por que lograba despistar a mas de un oponente, atacando deprisa como una flecha, dando en justo en el blanco. Era temida también entre los mortales y se le nombro en algunos cantos de camino que la veían como una aparición, como un fantasma, ya que decían que era la mismísima Arwen que andaba de nuevo por los senderos tristes en busca de su bien amado, del cual se dice nunca llego a las estancias de Mandos.
Pues bien, se había acercado lo suficiente para vigilar los movimientos del enemigo; habían conseguido levantar un campamento en las cercanías de las tierras invadidas y colocaron centinelas y la guardia fue permanente: ya estaban prestos para emboscarlos. Se adelantaron entonces en la quietud de la noche y en silencio esperaron el momento justo. Allí Anamoriel tuvo una visión y entro en cierto trance, aun mientras observaba los movimientos enemigos. Sin embargo algo sucedió fuera de lo previsto que la hizo despertar: Uno de los guardias enemigos se percató de la presencia de los intrusos y en revuelo les atacaron.
Así fue como los cazadores casi se vuelven indefensas presas; pero quiso el destino que Gilheniel llegara en el momento justo por la retaguardia enemiga y distrajo algunos pocos mientras Anamoriel dirigía sus tropas al campamento y buscaban una posición más ventajosa de contra ataque, ya que la horda enemiga los superaba en numero y de esto no sabia nada Arwencoireä (Arwen viviente) hasta ese momento.
Gilheniel desplegó allí su potencial causando confusión y temor entre los orcos y trasgos allí reunidos. Fueron muchos los que cayeron desconociendo la causa de su muerte y algunos que lograron huir quedaron ciegos de por vida debido al intenso brillo de sus ojos y la furia incontenible de su espada. No obstante, Pileninquë no conocía esto, solo trataban de conseguir el momento justo para evitar tantas perdidas en su tropa y conseguir la victoria sobre el enemigo.
Al llegar al campamento, estaba todo devastado y ya los esperaban bestias inmundas y burlonas, que no dudaron en abalanzarse sobre ellos sin el menor dejo de tregua. A este sorpresivo embiste Anamoriel no dudo en segarles la vida con su espada Artamir, y entre ellos una ráfaga blanca avanzo dejando solo desolación y asombro; Nessa la veloz la cubría entonces, y nada se oponía a su paso, brillaba fuerte la joya en la empuñadura de Artamir y fueron mas de diez los que probaron su filo.
Su tropa ganaba terreno y la lucha estaba casi a su favor, cuando de pronto de entre la bruma oscura y la luz pálida de Isil, apareció el temible, la sombra de fuego, el poder dentro de las llamas, el defensor del oscuro, valarauco: Balrog.
Y los miembros temblaron, las rodillas flaqueaban, y el aliento se contuvo por segundos en asombro. Las tropas se amilanaron un poco y muchos quisieron correr, pero era tarde; la fiesta apenas comenzaba. Lissema por su parte acababa con los rezagados y no sabia lo que ocurría allá adelante; Solo veía luces rojas que hablaban de grandes afanes.
Los mismos orcos temían los pasos de aquel engendro maligno y caían de bruces con los brazos sobre la cabeza, pero eso no los salvo y tampoco a los guerreros del rey. Un fuego comenzó a encender la noche, con destellos rojos y gritos desesperados de bando y bando. Anamoriel, quien se había plantado firme y valiente frente a él, fue arrastrada por sus fieles guardias y fue llevada lo mas lejos posible del demonio, mientras el señor del látigo de fuego, devoraba todo a su paso. Penosa la lucha, ya que no había posibilidad de derrotarlo y toda la hueste defensora del rey había caído ya ante el innombrable; El final parecía para la hermosa medio elfa.
Pero justo en ese momento, como una estrella que desciende de las montañas cubiertas de niebla y nieve, apareció de plata y blanco, Gilorod con la luz de Irmo sobre su cabeza y Narring en sus níveas manos.
Levanto enseguida un muro de hielo en defensa de la llamarada destinada a Anamoriel y le salvo de una muerte segura. No sabiendo que sucedía, pileninquë opto por correr rápidamente hacia un flanco de la bestia mientras ideaba una forma como atacarlo. Y allí las dos guerreras enfrentaban aquella figura llameante, como ninguna mujer se había atrevido antes. Al fin Gilheniel, apareció hacia el flanco contrario al que se encontraba Anamoriel y se vieron entonces los rostros. Entendían que estaban juntas en esto y que debían juntar sus fuerzas para lograr salir con vida; ya había obrado Rhinihiriel sus artes: Susurrándoles dentro de sus pensamientos había recreado alguna forma de atacar, combinando sus habilidades en un fin común.
Arwencoireä lo vio claro entonces y supo que a quien había visto en su trance antes del ataque, había sido a Gilheniel y a Gilorod. Y que su ayuda no era nada casual; el hado estaba trabajando en ese momento.
El balrog no se intimido en lo absoluto, y las llamaradas comenzaron a zumbar en el aire, quemando todo a su paso.
Su ataque se dirigía en casi la totalidad en Rhinhiriel por ser quien le hacia frente directo; Trataba de azotarla pero contrarrestaba el ataque con escarcha y hielo. Por su parte Anamoriel atacaba con su arco Aurë, lanzando flechas encantadas y Gilheniel centellaba, aturdiendo al demonio.
El balrog enloquecido lanzo un ataque de furia y ya Gilorod no podía mantenerse en pie. Al fin las tres enfocaron contra la sombra de fuego una hazaña que tendría renombre entre los cantos: Maeth-Neledbreniel (La lucha de las tres doncellas).
En un ataque definitivo contra Gilorod, el Balrog levanto un mazo de fuego con el cual la aplastaría de una vez por todas; Viendo el peligro que corría su hermana, Lissema invoco un gran rayo y sus manos sostuvieron tan grande fuerza y la dirigió contra aquella bestia dejándolo enceguecido por unos instantes al herirle la visión; Rhinhiriel sosteniendo a Narring entre las dos manos, levanto un encanto de granizo y hielo y por un momento parecía que el fuego que envolvía al valarauco sé había disipado para siempre; Anamoriel con el animo de Nessa, veloz como el relampago, hirió el corazón de la bestia con su espada Artamiry esta elevo un grito que congelaba el alma de quien lo oyera llenándolo de angustia y miedo. Las tres se reunieron frente al enemigo por si aun no había terminado la lucha.
El balrog que se encontraba enfurecido como nunca, ardió en locura y el fuego se reanimo de nuevo entorno a él, pero las tres ya estaban fatigadas y otra embestida no aguantarían, aun cuando habían debilitado al oponente.
De pronto, como quien ve el sol al amanecer y se esperanza de nuevo en un nuevo día, apareció con valentía gallarda y coraje inquebrantable: Arendilë el gran noldor, en defensa de las tres damas.
Sin un dejo de miedo, le hizo frente al demonio, y este se detuvo frente al guerrero con cierta distancia. Arendilë desenvaino su espada Narcallaur y el filo brillo resplandeciente. Encomendando su alma a Yavanna, elevo una oración y se lanzo contra el balrog. Encarnizada fue la lucha entonces, ya que un odio y una furia sobrehumana dirigía a ese guerrero elfo en su empresa de acabar con aquel engendro. El balrog debilitado, probo la filosa espada y lamentos y gritos ardientes se elevaban por doquier.
Arendilë le hirió en los miembros bajos y la criatura cayo de rodillas, momento en el cual le asesto un golpe mortal en la cabeza y la bestia envuelta en llamas ardió en un fuego súbito y se extinguió al fin entre la noche moribunda y el crepúsculo del amanecer.
Así termino la lucha y al fin el silencio reino de nuevo en aquel campo desolado. Arendilë estaba herido y muchas quemaduras había sufrido en la batalla. Gilheniel colocando las manos sobre ellas las sano prontamente y en poco tiempo el noldor recupero el vigor de su cuerpo. Rhinhiriel, hablo entonces:
"Grande ha sido esta prueba para todos nosotros, pero también así la gloria conquistada. El tiempo ha llegado ya y el destino nos llama a la lucha en tierras lejanas. Es cierto que seguí a Lissema hasta aquí para asistirle, pero también a veros al fin y culminar mi misión. La cual no es otra de daros clara instrucción de que en el este se esta levantando una plaza grande y bella, y ustedes, nosotros, y muchos mas estamos llamados a defenderla en nombre del mismísimo Iluvatar, que hoy nos impulsa a encontrarnos y que nos dirije en esta causa noble y justa contra la maldad del mundo. Ea pues que nuestros pasos se dirijan a Meluvenor con prontitud y entereza. Vamos entonces al encuentro de nuestros hermanos!"
Escucharon atentos y asintieron, ya que internamente cada uno sabia que venían a hacer algo y que al fin se les indicaba el norte de sus esfuerzos.
Así eventualmente con el tiempo, Gilorod y Lissema se encaminaron al valle de Sirineldion cruzando el mar de fuego y llegaron al fin a las puertas de plata, donde fueron recibidas con alegría y agrado. Vilendil al fin se encontraba con Rhinhiriel y veía realizada y cada vez mas firme la empresa emprendida hacia ya muchos años atrás.
Por su parte Anamoriel y Arendilë, se tardaron un poco mas en las tierras de Gondor, pero al cabo de unos meses luego hicieron su arribo también a la gran ciudad, recibidos con grandes homenajes por los pobladores y en especial por Atanvardo, quien vio en Anamoriel, una hija que se ganaría su afecto y atención. Era claro el lazo que lo unía a ella; ambos eran medios elfos, y sabían lo que significaba compartir ambos linajes.
Arendilë fue reconocido por su gran valor, fortaleza y la proeza de los cuatro nuevos miembros fue asentada en libros y siempre recordada por todos; hasta cantada por muchos en el taller de labores.. .. el Taller de Aulë.. Pero esa es otra historia; su protagonista esta próximo a hacer su grata y amarga aparición..
