UF, DISCULPAD EL RETRASO, LOS EXÁMENES ME HAN TENIDO MUY OCUPADA. PERO AL
FIN HE ACABADO¡¡¡ AQUÍ TENÉIS LA CONTINUACIÓN, CON MÁS CHIBI Y MÁS YOUKO. A
DISFRUTARLO¡¡¡¡
ME ENCANTA ESTE CAPÍTULO.
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CAPÍTULO 11: Calor
Kurama sujetaba fuertemente al pequeño Hiei entre sus brazos mientras corría bajo la pesada lluvia.
- Todo irá bien, Hiei. No te preocupes. Yo no permitiré que nada te ocurra - Aunque, para ser sinceros, Kurama dijo esto más que nada para convencerse a sí mismo.
El pequeño demonio de fuego se apretó más contra su pecho, temblando. Kurama dejó escapar un grito entrecortado. "¡Su temperatura corporal! ¡Está bajando!"
Kurama mantuvo los ojos fijos en el ahora gélido demonio de fuego. "¿Cómo? ¿Cómo es posible que el calor de su cuerpo se esté evaporando de esta manera?" El zorro apartó algunos mechones de la frente de Hiei. El pequeño abrió un ojo color rubí, sin apartar la vista del youko de largo cabello plateado.
- Te-tengo frío - Sollozó.
Kurama frunció el ceño y le abrazó más fuerte.
- Lo sé Hiei. Aguanta un poco, ya casi estamos en mi cueva.
Aumentó la velocidad. Su cueva estaba más y más cerca cada segundo que pasaba.
Llegaron a la guarida de Kurama. El zorro se sacudió el agua de encima y acostó a Hiei en un trozo de tela hecho jirones que encontró. El youko, siempre tan dueño de sí mismo, se estaba poniendo visiblemente nervioso. "Esto no le calentará"
Hiei temblaba. Se hizo un ovillo intentando entrar en calor.
- Hiei. - Susurró Kurama.
Le cogió en brazos, encogió las rodillas y colocó al demonio de fuego en el hueco de su regazo. "No pienso dejarle morir" Se juró a sí mismo. Intentó transferir parte de su youki a Hiei. El pequeño se había quedado sin sentido entre sus brazos, pero aún respiraba. Kurama se atrevió a dibujar una débil sonrisa. "Está entrando en calor" Le envolvió en su propia ropa, que volvía a quedarle grande. "Pero aún está demasiado fría para un demonio de fuego" Le acostó en el suelo y empezó a frotarle la espalda. "Tal vez debería encender una hoguera." Kurama suspiró. Fuera todavía llovía y la leña estaría mojada.
Encontró algunos trapos y hojas dentro de la cueva. Probablemente el viento los habría arrastrado dentro. Por suerte, estaban secos.
El zorro se dirigió a un rincón de la cueva. Cuando regresó, llevaba un paquete entre las manos. "Menos mal que lo dejé aquí la última vez. Creo que aún quedaban cerillas" Rebuscó en el paquete hasta encontrarlas. Uno nunca iba lo bastante preparado para un viaje al Makai. Lo aprendió al convertirse en humano. Antes de vivir en el Ningenkai no sabía nada de los lujos que tenían allí. El mundo humano era para Kurama un lugar donde relajarse, descansar y no preocuparse por luchas y enemigos.
El zorro suspiró. Hiei nunca se sentía así cuando iba a visitarle. ¿O tal vez sí? Sacudió la cabeza. Su mente se estaba distrayendo en busca de un pensamiento que le relajara.
Hiei abrió los ojos, se estremeció y se acercó más a Kurama. El youko sonrió y encendió una cerilla, prendiendo la pila de porquerías que había encontrado. Hiei se aproximó al fuego y se hizo un ovillo, quedándose dormido enseguida.
Kurama también estaba cansado. Se le cerraron los ojos y se quedó profundamente dormido.
Hiei, también dormido, estaba soñando otra vez.
El pequeño se estremeció junto al fuego, los ojos fuertemente cerrados. Sollozó. El sueño era claro tan claro y palpable como si estuviera ocurriendo realmente.
Estaba tirado en el suelo. Tenía los ojos abiertos pero no podía moverse. Miraba como Kurama luchaba con su padre. El demonio se movía a una gran velocidad. A Kurama le costaba mucho atacarle. Una gran llama se dirigió hacia Kurama, que no tuvo tiempo de esquivarla. El zorro voló por los aires, aterrizando en el suelo con un golpe muy aparatoso. Miró a Hiei, que notaba sus ojos llenos de lágrimas. Abrió la boca pero no pudo articular ni una palabra. Kurama se arrastró hasta él, Hiei cerró la boca y el zorro sonrió.
- Lo sé Hiei, sé lo que estás pensando. Crees que no le importas a nadie, pero eso no es verdad. Tienes amigos a los que les importas, al menos, a mí me importas.
Hiei vio que Kurama se ponía en pie, su cara llena de furia. Miraba a Shinogi.
- Acabemos con esto - Murmuró.
Arremetió contra el adulto demonio de fuego.
Y eso fue lo último que Hiei vio antes de que todo se oscureciera. Después, sólo hubo silencio.
"¿Estoy muerto?" Hiei miró a su alrededor. Cerró los ojos, escuchando el silencio. Los ojos de Hiei se abrieron otra vez al escuchar ciertas voces familiares, y otras que hubiera deseado no escuchar.
- Hiei, ¿eres tú?
- Me das asco. No me extraña que te echaran del lugar donde naciste y que te llamara "el Niño Maldito" No le importas a nadie. Acabemos con esto de una vez. Alguien acabará matándote, de todas formas.
- ¡Mi hermano!
- ¡Oye, canijo!
- Tienes amigos a los que les importas. Al menos, a mí me importas.
Hiei se sentó torpemente, lo más rápido que pudo. El último recuerdo que tenía era la voz de Kurama. Miró a su alrededor hasta encontrar al zorro dormido en un rincón de la cueva. Se estremeció, todavía tenía frío.
Gateó hasta Kurama, trepó hasta su regazo y apoyó la cabeza sobre su pecho. El zorro se despertó y bajó la vista hacia el tembloroso demonio de fuego. "¿Cómo puedo hacer que entre en calor? Nada está funcionando. Tal vez descansar le ayude."
- ¿Hiei-chan? - El bebé koorime miró a Kurama, fijando sus grandes ojos color rubí en los del zorro - Ahora vas a dormir un poco, ¿de acuerdo?
Hiei dijo que sí con la cabeza y cerró los ojos. Kurama le abrazó y pronto los dos se quedaron dormidos. El único sonido que se escuchaba en la cueva era el rumor de la lluvia fuera y su suave respiración.
Kurama se despertó con una mueca de dolor. Hiei, todavía dormido, le había pegado una patada. Observó al pequeño demonio de fuego; parecía estar teniendo otra pesadilla. Le sacudió con delicadeza para despertarle. Los ojos del youkai se abrieron de golpe, con un sobresalto. Tenía agarrado uno de los largos mechones plateados del youko. Kurama podía oír los latidos agitados de su corazón.
- Hiei... - Empezó, pero el pequeño le dejó con la frase a medias y salió corriendo de la cueva, muerto de miedo.
Kurama salió detrás de él como una flecha. Todavía llovía con fuerza y los truenos retumbaban con estruendo.
- ¡Hiei! - Gritó. Acababa de oír pasos y otra respiración.
Kurama corría detrás de Hiei y le alcanzó fácilmente. Empezó a sacudir su pequeño cuerpo, esta vez con violencia.
- ¡Despierta! ¡Despierta!
Hiei parecía estar ya despierto, pero su mirada volvía a estar vacía, como si algo o alguien hubiera tomado el control de su mente.
- Ayúdame - Susurró.
Kurama le abrazó y le estrechó contra su pecho.
- No te preocupes. No permitiré que nada te ocurra.
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QUÉ OS HA PARECIDO? HACER DE NIÑERA DE UN BEBÉ COMO HIEI DEBE DE SER EL TRABAJO MÁS ESTRESANTE DEL MUNDO. MENOS MAL QUE KURAMA ESTÁ HECHO UNA MADRAZA. XDDDDDDDDDD
BIEN, ESTE ES EL PENÚLTIMO CAPÍTULO, ASÍ QUE EN LA PRÓXIMA ENTREGA CONOCERÉIS EL DESENLACE DE LA HISTORIA. NO OS LO PERDÁIS¡¡¡¡¡¡¡
ME ENCANTA ESTE CAPÍTULO.
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CAPÍTULO 11: Calor
Kurama sujetaba fuertemente al pequeño Hiei entre sus brazos mientras corría bajo la pesada lluvia.
- Todo irá bien, Hiei. No te preocupes. Yo no permitiré que nada te ocurra - Aunque, para ser sinceros, Kurama dijo esto más que nada para convencerse a sí mismo.
El pequeño demonio de fuego se apretó más contra su pecho, temblando. Kurama dejó escapar un grito entrecortado. "¡Su temperatura corporal! ¡Está bajando!"
Kurama mantuvo los ojos fijos en el ahora gélido demonio de fuego. "¿Cómo? ¿Cómo es posible que el calor de su cuerpo se esté evaporando de esta manera?" El zorro apartó algunos mechones de la frente de Hiei. El pequeño abrió un ojo color rubí, sin apartar la vista del youko de largo cabello plateado.
- Te-tengo frío - Sollozó.
Kurama frunció el ceño y le abrazó más fuerte.
- Lo sé Hiei. Aguanta un poco, ya casi estamos en mi cueva.
Aumentó la velocidad. Su cueva estaba más y más cerca cada segundo que pasaba.
Llegaron a la guarida de Kurama. El zorro se sacudió el agua de encima y acostó a Hiei en un trozo de tela hecho jirones que encontró. El youko, siempre tan dueño de sí mismo, se estaba poniendo visiblemente nervioso. "Esto no le calentará"
Hiei temblaba. Se hizo un ovillo intentando entrar en calor.
- Hiei. - Susurró Kurama.
Le cogió en brazos, encogió las rodillas y colocó al demonio de fuego en el hueco de su regazo. "No pienso dejarle morir" Se juró a sí mismo. Intentó transferir parte de su youki a Hiei. El pequeño se había quedado sin sentido entre sus brazos, pero aún respiraba. Kurama se atrevió a dibujar una débil sonrisa. "Está entrando en calor" Le envolvió en su propia ropa, que volvía a quedarle grande. "Pero aún está demasiado fría para un demonio de fuego" Le acostó en el suelo y empezó a frotarle la espalda. "Tal vez debería encender una hoguera." Kurama suspiró. Fuera todavía llovía y la leña estaría mojada.
Encontró algunos trapos y hojas dentro de la cueva. Probablemente el viento los habría arrastrado dentro. Por suerte, estaban secos.
El zorro se dirigió a un rincón de la cueva. Cuando regresó, llevaba un paquete entre las manos. "Menos mal que lo dejé aquí la última vez. Creo que aún quedaban cerillas" Rebuscó en el paquete hasta encontrarlas. Uno nunca iba lo bastante preparado para un viaje al Makai. Lo aprendió al convertirse en humano. Antes de vivir en el Ningenkai no sabía nada de los lujos que tenían allí. El mundo humano era para Kurama un lugar donde relajarse, descansar y no preocuparse por luchas y enemigos.
El zorro suspiró. Hiei nunca se sentía así cuando iba a visitarle. ¿O tal vez sí? Sacudió la cabeza. Su mente se estaba distrayendo en busca de un pensamiento que le relajara.
Hiei abrió los ojos, se estremeció y se acercó más a Kurama. El youko sonrió y encendió una cerilla, prendiendo la pila de porquerías que había encontrado. Hiei se aproximó al fuego y se hizo un ovillo, quedándose dormido enseguida.
Kurama también estaba cansado. Se le cerraron los ojos y se quedó profundamente dormido.
Hiei, también dormido, estaba soñando otra vez.
El pequeño se estremeció junto al fuego, los ojos fuertemente cerrados. Sollozó. El sueño era claro tan claro y palpable como si estuviera ocurriendo realmente.
Estaba tirado en el suelo. Tenía los ojos abiertos pero no podía moverse. Miraba como Kurama luchaba con su padre. El demonio se movía a una gran velocidad. A Kurama le costaba mucho atacarle. Una gran llama se dirigió hacia Kurama, que no tuvo tiempo de esquivarla. El zorro voló por los aires, aterrizando en el suelo con un golpe muy aparatoso. Miró a Hiei, que notaba sus ojos llenos de lágrimas. Abrió la boca pero no pudo articular ni una palabra. Kurama se arrastró hasta él, Hiei cerró la boca y el zorro sonrió.
- Lo sé Hiei, sé lo que estás pensando. Crees que no le importas a nadie, pero eso no es verdad. Tienes amigos a los que les importas, al menos, a mí me importas.
Hiei vio que Kurama se ponía en pie, su cara llena de furia. Miraba a Shinogi.
- Acabemos con esto - Murmuró.
Arremetió contra el adulto demonio de fuego.
Y eso fue lo último que Hiei vio antes de que todo se oscureciera. Después, sólo hubo silencio.
"¿Estoy muerto?" Hiei miró a su alrededor. Cerró los ojos, escuchando el silencio. Los ojos de Hiei se abrieron otra vez al escuchar ciertas voces familiares, y otras que hubiera deseado no escuchar.
- Hiei, ¿eres tú?
- Me das asco. No me extraña que te echaran del lugar donde naciste y que te llamara "el Niño Maldito" No le importas a nadie. Acabemos con esto de una vez. Alguien acabará matándote, de todas formas.
- ¡Mi hermano!
- ¡Oye, canijo!
- Tienes amigos a los que les importas. Al menos, a mí me importas.
Hiei se sentó torpemente, lo más rápido que pudo. El último recuerdo que tenía era la voz de Kurama. Miró a su alrededor hasta encontrar al zorro dormido en un rincón de la cueva. Se estremeció, todavía tenía frío.
Gateó hasta Kurama, trepó hasta su regazo y apoyó la cabeza sobre su pecho. El zorro se despertó y bajó la vista hacia el tembloroso demonio de fuego. "¿Cómo puedo hacer que entre en calor? Nada está funcionando. Tal vez descansar le ayude."
- ¿Hiei-chan? - El bebé koorime miró a Kurama, fijando sus grandes ojos color rubí en los del zorro - Ahora vas a dormir un poco, ¿de acuerdo?
Hiei dijo que sí con la cabeza y cerró los ojos. Kurama le abrazó y pronto los dos se quedaron dormidos. El único sonido que se escuchaba en la cueva era el rumor de la lluvia fuera y su suave respiración.
Kurama se despertó con una mueca de dolor. Hiei, todavía dormido, le había pegado una patada. Observó al pequeño demonio de fuego; parecía estar teniendo otra pesadilla. Le sacudió con delicadeza para despertarle. Los ojos del youkai se abrieron de golpe, con un sobresalto. Tenía agarrado uno de los largos mechones plateados del youko. Kurama podía oír los latidos agitados de su corazón.
- Hiei... - Empezó, pero el pequeño le dejó con la frase a medias y salió corriendo de la cueva, muerto de miedo.
Kurama salió detrás de él como una flecha. Todavía llovía con fuerza y los truenos retumbaban con estruendo.
- ¡Hiei! - Gritó. Acababa de oír pasos y otra respiración.
Kurama corría detrás de Hiei y le alcanzó fácilmente. Empezó a sacudir su pequeño cuerpo, esta vez con violencia.
- ¡Despierta! ¡Despierta!
Hiei parecía estar ya despierto, pero su mirada volvía a estar vacía, como si algo o alguien hubiera tomado el control de su mente.
- Ayúdame - Susurró.
Kurama le abrazó y le estrechó contra su pecho.
- No te preocupes. No permitiré que nada te ocurra.
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QUÉ OS HA PARECIDO? HACER DE NIÑERA DE UN BEBÉ COMO HIEI DEBE DE SER EL TRABAJO MÁS ESTRESANTE DEL MUNDO. MENOS MAL QUE KURAMA ESTÁ HECHO UNA MADRAZA. XDDDDDDDDDD
BIEN, ESTE ES EL PENÚLTIMO CAPÍTULO, ASÍ QUE EN LA PRÓXIMA ENTREGA CONOCERÉIS EL DESENLACE DE LA HISTORIA. NO OS LO PERDÁIS¡¡¡¡¡¡¡
