Notas: Los personajes utilizados en esta historia pertenecen únicamente a su creadora, Rumiko Takahashi, mangaka japonesa; excepto algunos que son de mi propiedad, creados solo con el objetivo de desarrollar la trama de esta. Este fanfic está hecho sin fines de lucro, solo por sana entretención.

A su vez, cabe señalar que esta historia está siendo publicada en otra página llamada Fanfic punto Es, bajo el mismo nombre y autoría, así se evitan malos entendidos. Sin más palabrería… ¡a leer!

Capítulo 1: No demuestres el dolor.

Sábado 09 de septiembre - año 2017.

Finalmente llegó el día. El cual deseé que jamás llegara, pero lo hizo de todas formas. Era una jornada llena de desdicha y que marcaría -de forma negativa- mi vida hasta el final de los tiempos. Aunque soy la única persona que lo ve de ese modo.

Debo ser fuerte. Repito una y otra vez en mi mente, como si se tratara de un mantra. Realmente me encuentro entre la espada y la pared. No sé qué hacer, si obligarme a sonreír –para no levantar sospechas-, o dejar que mis lágrimas sean libres de una buena vez. Quizás si lloro, los invitados crean que son producto de felicidad y no de dolor. Sin embargo, no puedo permitirme tal cosa. Eso llamaría la atención de los ojos vigilantes que siempre suelen estar fijos en mi persona y analizar cada acción de mi parte. Nadie debe percatarse de mi penoso estado, ni menos arruinar "el evento del año".

Dolor. Sí, claro que lo sentía. Y mucho.

Quien diría que a mis veintidós años, a esta altura de mi vida, se me caería el alma en pedazos. La razón; en un poco más de una hora el hombre que amo contraerá matrimonio con una mujer.

Una que no soy yo.

¡Deseo gritar a los cuatro vientos que no quiero que eso ocurra! ¡Decir a viva voz que amo a ese hombre con locura!... Que no hallo mi vida sin él. Más algo en mi interior me obliga a callar como de costumbre. Tenía poderosas razones para obligarme a guardar silencio.

Dejando escapar un silencioso suspiro, con mis temblorosas manos, aliso mi vestido, intentando evitar que la tela se arrugue de algún modo. Ya bastante horrible es de por si, como para estropearlo más. Bueno, tampoco es algo que realmente me importe. Más bien, trato de calmar mi creciente ansiedad, junto con las ganas de salir corriendo de esta recámara. La que me recuerda a cada instante que ese hombre nunca fue mio, ni nunca lo será.

Percibo de manera lejana a una de las damas de honor hablando. Es como si mis sentidos se viesen afectados de los puros nervios. Pide que las damas de honor nos reunamos en una fila y que guardemos este momento con una fotografía. No puedo decir con exactitud qué dijo después de la típica frase "Luego de la boda la subiré a mi red social y las etiqueto".

De la nada comienzo a sentir náuseas y creo que voy de mal en peor, cuando mi cuerpo tambalea. Súmenle a mi malestar, un pitido que atraviesa mi cabeza que me deja fuera de combate por largos segundos. ¿Qué sigue después? ¿Desmayarme en plena boda? No, gracias. Mis padres me lo reprocharían hasta la muerte. De eso estoy segura, porque no han hecho más que eso en cada cosa que he realizado, opinado y entre otras muchas cosas que ya no vienen al caso. Incluso, no deseaban que fuera la dama de honor principal. No obstante, la protagonista de todo esto, "la novia", es muy cabezota como para hacerles caso. Ella era la que ponía las reglas del juego y no ellos. Ese día no supe si agradecer o maldecir aquella decisión, pero ya era tarde para retractarse de todos modos.

Bebo un poco de agua mineral y respiro pausadamente. Poco a poco comienzo a recuperarme y me siento un tanto aliviada en ese aspecto. También influyó que nadie le hizo caso a la "típica amiga" de la novia que solo sirve para tomar "selfies", pero si le piden freír un huevo quema el vecindario completo.

Estar con el teléfono celular, en tus manos todo el día, y solo sacando fotos para luego intentar presumir en una red social, para mi es un grave signo de baja autoestima. ¿Por qué intentar impresionar a un montón de gente que apenas conoces, en ocasiones? Con suerte esas personas se interesan en sus propias vidas, y menos se preocuparán de la vida ajena. A menos, que se arme un chisme de proporciones no imaginadas o subas fotografías de perfil bastante sugerentes.

Los minutos transcurren y no hago más que observar mi reflejo en el espejo con algo de congoja. Las ojeras –dignas de un mapache- son claramente notorias. La falta de sueño y las lágrimas derramadas en mi almohada en la madrugada, en definitiva no ha sido buena combinación.

Deprimente.

Deprimente.

Deprimente.

Esa palabra retumba en mi cabeza más veces de las que quisiera. Más no dejaré que mi mente me saboteé. Aplico generosamente base facial, corrector de ojeras y un poco de rubor para darle más vida a mi cansado rostro. ¡Y cómo olvidar el brillo labial de tono rojo mate para destacar los labios!

La vista mejoró considerablemente tras ese ligero retoque facial.

La operación de belleza prosigue. Algo le falta a mi apariencia. Muy común a mi parecer. ¿En qué puedo innovar? Medito un momento y la respuesta a mi cuestionario se hace paso en medio de todas las dudas surgentes. Cambio de estilo: cabello. Esta vez no llevaré el cabello recogido en una coleta como de costumbre. Hoy lo llevaré suelto, para que la brisa lo mueva a su antojo. Así experimentaré una fracción de libertad dentro de mi encierro autoimpuesto.

Y tal como a él le gusta.

A un costado de donde me encuentro, cojo de un florero, un lirio de color blanco y no dudo en colocarla tras la oreja izquierda. Esto es para darle un toque más personal a mi apariencia. El matiz de la flor contrasta perfectamente con el tono azabache de mi largo y liso cabello. Por primera vez en el día, una tímida sonrisa, llena de complacencia, adorna una fracción de segundo mi rostro.

Estoy segura que esto le agradará. Aunque sea una última vez.

¿Cómo era posible seguir admirándome en el espejo con tanto bullicio a mi alrededor? Ni yo misma tengo la respuesta. Quizás eso es solo un distractor autoimpuesto para no pensar más de lo debido. No es que sea normalmente una chica pretenciosa. Muy por el contrario, siempre he sido de las personas que mantienen un bajo perfil para no llamar la atención de terceros. Aunque tengo en claro que por más que lo deseo en ocasiones, no tengo el resultado esperado. Pero, hoy luzco como pocas veces lo he hecho. Despampanante, agraciada, elegante y hasta un tanto sensual con este vestido verde esmeralda, el cual posee un escote en "V" y que deja mi espalda al descubierto. Si bien el vestido sigue siendo un asco a mi parecer, un par de modificaciones personales le han sentado bien, realzando de paso mi delgada figura y obviamente los atributos femeninos.

-¡Que culazo, Rin! –Aparece una mujer algo parecida mi, con el cabello ondulado, pelo negro y ojos marrones, pero con la diferencia que sus facciones faciales están llenas de picardía. Realmente luce bella - ¡Estás que ardes, chica!

La muy descarada me pega una palmada en el trasero, soltando una risilla en el proceso, mientras que por mi parte, pego un respingo como reflejo y siento como mis mejillas van adquiriendo un rubor natural por su atrevimiento.

-¡Deja de hacer eso, Kagome! –le reclamo sobándome la nalga derecha. Realmente tiene la mano pesada cuando quiere.- Sabes que me molesta que te comportes de ese modo. ¡Además, duele por si no te has dado cuenta!

- ¡Estúpida, mi nalga, idiota! –Se sigue burlando de mi la muy… -

-¡Hablo en serio!

-No seas exagerada. No fue tan fuerte, Rin. –Mueve una de sus manos en señal de restarle importancia a lo sucedido, ignorando mi notoria molestia. Anoto en mi agenda mental el devolverle la mano algún día.- Por cierto, iré al primer piso. ¿Quieres que traiga un refresco o bocadillo?

-No, gracias. No deseo nada por el momento. –Me apresuro a contestar-

-Rin. –Me responde con cierto reproche maternal- Casi no has probado bocado del tiempo a la fecha.

-Ah…si…pues no he tenido apetito. –Contesto algo nerviosa sin poderlo evitar, cosa que Kagome capta inmediatamente, más sé que no va a hablar sobre ello. Al menos por el momento. Odio sentirme acorralada, sobre todo por ella.- Te lo agradezco, pero comeré después de la ceremonia. Ya sabes, a veces me pongo nerviosa y la comida no se retiene dónde debe.

-Pues si necesitas algo no dudes en enviarme un mensaje de texto. Nos vemos.

Casi estoy segura que Kagome sospecha que algo ocurre. Maldición, soy muy fácil de leer. Y cómo no hacerlo; si se me da fatal el mentir o actuar. Más hubo un instante en que no pude fingir estar de acuerdo, y fue hace un par de meses atrás. Sin poderlo evitar, me fijo en el vestido que uso para esta "esperada ocasión". Puedo comprender, en cierta medida, que las novias el día de su boda quieren resaltar por sobre las demás mujeres. Hasta ahí todo bien. Obviamente lo hacen para que no le roben protagonismo, pero… ¡Demonios!, Mei había exagerado aquella vez.

Lo recuerdo como si hubiese sido ayer aquel episodio. Aquel fatídico día cuando asistí con las demás damas de honor a la tienda para elegir vestidos. ¡Y cómo olvidar el jaleo que se armó al ver lo que portaríamos hoy en la ceremonia nupcial-estilo occidental!

-¿Es una broma? –Dijo Kagome con la boca abierta, totalmente incrédula por lo que sus ojos marrones observaban- Mei, están ho…. –se omitió el desagradable comentario, y aunque las otras chicas no hablasen, yo sabía que todas pensábamos lo mismo. Llámenlo instinto femenino o sentido del estilo, pero sus expresiones contenidas las delataban por completo- ¡Son holgados, sin forma, sin escote, sin chispa ni vida!

-No seas exagerada, "prima". –Dijo Mei con suficiencia y destacando la última palabra con cierto sarcasmo- Se les verá bien. Tal vez cuando tengas un título de moda escuche tu humilde opinión.

-Te informo que no somos monjas de claustro, "primita". –Añadió inconforme la aludida. Si hay alguien en este mundo que tiene sentido de la moda, es Kagome. Lástima que Mei no ha heredado ese lado de la familia Higurashi. Por otra parte, si Mei quería iniciar una guerra de sarcasmo, la tendría. Kagome ya no era la misma niña de antaño que se guardaba las cosas para si misma y no exponía su mal carácter. Hoy era toda una mujer, libre y con mucha opinión.-Y no es necesario tener un diploma en mano para saber que tienes pésimo gusto de la moda. No me pondré esa "cosa" a menos que le realicen una modificación en el diseño y que cambies el color. ¿Negro? ¿En serio? ¡No es un jodido funeral!

-Es el día en que se muere la putería, por eso será. –Pensé en voz alta, percatándome a los segundos de lo que había dicho. La cara de furia por parte de Mei no era algo que se pudiera ignorar de todos modos- ¡Es broma! ¡Es broma! Saben que no hablo en serio. –Solté una risita nerviosa ante la mirada asesina de la novia-

Últimamente, Mei estaba tan irritable que a muchas nos comenzaba a molestar su comportamiento. Si, todas las novias se ponían nerviosas por la cercanía de sus matrimonios, pero una cosa es ser ansiosa y otra muy diferente era ser una prepotente de primera cuando no se acataban sus deseos.

-Has el favor de cerrar la boca, Rin. –Dijo amenazante, para luego decidir tras escuchar de una manera más sutil el parecer de sus otras damas de honor- ¡Está bien! Lo modificaremos levemente y en vez de negro, será de color verde esmeralda.

No había transcurrido ni medio minuto cuando un mensaje de texto llegó a mi bandeja de entrada del celular. Pertenecía a Kagome. Disimuladamente, como quien no quiere la cosa, abrí la aplicación de mensajería. Viendo de reojo si Mei o las otras cotillas de damas se acercaban a mi por casualidad. Aunque no era muy difícil de adivinar el contenido de ese mensaje.

Kagome: "No sé tú, pero lo voy a modificar a mi gusto cuando lo entreguen. Cero glamour. (Emoji: ojos en blanco)".

Rin: "Opino igual. A mi parecer, estaban mucho mejor los vestidos tono burdeo de estilo griego que vimos en plena avenida central".

Kagome: "Cualquier cosa es mejor que esta aberración. Tienes mejor sentido de la moda que ella. ¿Estás segura que pertenece a la familia?"

Rin: "Creo que hicieron intercambio de bebés en el hospital cuando nació. Aunque no lo puedo comprobar. Soy menor que ella".

Tras dedicarnos una sonrisa cómplice entre ambas, decidimos –de mala gana- acatar las órdenes de Mei y fuimos a tomarnos las medidas para los vestidos, rogando de paso no ser la copia barata de Gotzilla el día de la boda.

Resignación a lo inevitable.

Quien conocía aunque fuese un poquito a Mei, sabía de buena tinta que cuando se le clavaba una idea en la cabeza nadie la hacía dar pie atrás.

Un gasto de aliento y saliva.

Devuelta al presente, mi corazón anhela fervientemente estar en el lugar de Mei. Aprovechando mi posición frente al espejo, reparo en esa mujer, la cual me da la espalda junto a dos de sus damas de honor.

La veo tan radiante, hermosa como una flor exótica, totalmente enamorada, y portando con gracia aquel vestido corte sirena con escote de corazón que le mandó a confeccionar a una gran diseñadora de U.S.A. Ni siquiera recuerdo el nombre de esa mujer, aunque realmente no viene al caso en este momento. No importaba cual fuese el estilo del vestido que portara, sé que Mei luciría igual que una princesa salida de un cuento de hadas.

Una princesa que unirá su vida con un príncipe de las tierras del Oeste.

En este punto, no puedo dejar de envidiar a Mei. Ese sentimiento tan insano y poco común en mi, no me agrada para nada. Es como si me hubiesen inyectado un veneno potente en el corazón y que a su vez, este me carcomiera por dentro. De paso, acabando con mi vida. La cual será más miserable sin él. Añado para sus adentros.

Cómo me gustaría estar en los zapatos de Mei. Ser ella, aunque solo fuese este día. No obstante es imposible. Ni siquiera soy capaz de impedirlo. No, no es opción el evitar esa unión. Lo prometí en el pasado. A estas alturas del partido, no puedo retractarme y arruinar sus vidas. Sobre todo, la de ella.

"No voy a dejar que por un capricho tuyo, todo se vaya a la mierda, Rin. Te juro, que si le revelas a él tus sentimientos, te arrepentirás.". Eso me lo dijeron en el pasado. Me dejaron advertida sobre mis acciones. Nunca he visto que estos sentimientos sean un simple capricho de adolescente que desea algo que otro posee. Muy por el contrario, tengo muy en claro que es un amor puro y desinteresado. Un amor que nunca creí experimentar y que daría lo que fuera con tal de verlo feliz. No importa si yo termino rota en el proceso, tal como lo siento ahora. Simplemente, un idilio platónico.

Han sido cuatro años de silencio. De amor no correspondido disfrazado de amistad. De ocultar lágrimas silenciosas a media noche, sabiendo que solo soy una buena amiga, incondicional, a pesar de la diferencia de edad entre ambos. De mantener la secreta esperanza en mi corazón de que él se fijase en mi finalmente. De ocultar completamente mis sentimientos al mundo, para que nadie los descubriese. De orar cada noche, pidiendo al cielo que alguna deidad conocida o desconocida, interviniese en mi secreta agonía, y que me arrancase este sentimiento prohibido y conocer a alguien más para lograr olvidarlo.

Lo intenté. Claro que sí. Más fue imposible borrarlo de mi mente y corazón.

Salí con chicos mayores que yo, intentando sentirme protegida en brazos que no le pertenecieran a él. Error. No sentí nada especial, excepto incomodidad. También anduve con hombres menores o de mi misma edad, para ver si me preocupaba aunque fuese un poco por ellos. Nada era comparable a lo que tuviese relación con mi platónico amor.

Nada. Todo era inútil.

Ahí me percaté de mala manera, que el rol de segunda madre no fue hecho para mi. Solo tenía ojos, mente y corazón para él. Realmente estuve y me encuentro jodida.

Resiste, Rin. Pronto todo esto acabará.

Kagome entra a la habitación como un peligroso torbellino. Refunfuñando entre dientes algo que no logro comprender en los primeros instantes, y en menos de un parpadeo llega frente a mi. Antes de que pueda preguntarle qué le ocurre, se me adelanta y solo modula en silencio: Inuyasha. Oh, Rayos. Sé perfectamente de quién se trataba. Fue el novio de Kagome en el pasado y tengo muy presente que cada vez que se reencuentran se forma un mal rollo. Siempre se provocan y terminan discutiendo. Una guerra de orgullos latente. Bueno, era prácticamente imposible el que no se reencontraran en la ceremonia. O antes de ella, como ha ocurrido. No hay que ser un especialista en el área emocional para notar que está molesta y algo contrariada.

Después de todo, es familiar directo con el novio y aunque su relación no sea la más óptima entre ellos, no iba a dejar de asistir a la ceremonia de su hermano. Después de todo, es un día importante para él, como para Mei.

-¿Ahora qué te ha dicho? –Me atrevo a preguntarle en un susurro cómplice-

-Ven. –Me jala del brazo sin mucha fuerza y nos apartamos de la gente curiosa de la habitación. Damos unos cuantos pasos y llegamos al exterior del balcón. Kagome cierra la ventana corrediza, la cual conecta ambos lugares, para que nadie escuche nuestra conversación.- ¿Puedes creer que ese idiota me ha dicho lo bella que estoy? ¿Así sin más?

-No veo lo malo. –Comento rascándome la mejilla sin comprender realmente su enfado- Realmente luces bien, Kagome.

-Lo sé, lo sé. –Con un gestito de vanidad, acomoda sus cabellos como quien no quiere la cosa- Lo he hecho apropósito. Pero lo que me molesta más, es que ha venido acompañado.

-Es una boda. ¿Qué esperabas? –Con razón los hombres dicen las mujeres son universalmente complicadas. Kagome era el ejemplo perfecto de esa teoría.- La gente viene con una pareja por lo general.

-¡Es que no comprendes, Rin! –Coloca ambas manos sobre mi hombros, captando toda mi atención- Vino con la "tipa" –Recalcó esa palabra con verdadero odio- Con la que me decía que solo era una amiga. ¡Amiga las pelotas! ¡Están juntos! ¡Yo los vi, con mis propios ojos!

-Entiendo el concepto y de quien me hablas. –Noto que el agarre de Kagome aumentaba gradualmente sobre mi piel. Ahora sabía que estaba más enfadada de lo que aparentaba en realidad. Se estaba conteniendo y eso no era del todo bueno.- ¿Kikyo? ¿Así se llamaba o me equivoco?

-¡Esa misma perra! –Sus ojos se llenan de lágrimas y me duele verla tan afectada por el tema. La realidad me golpea y me doy cuenta que no soy la única con problemas amorosos en la familia. Y para colmo de males, ella disfraza su amor con fingido odio. Creo que es igual o más dañino que lo mío en cierto ámbito- Creí por meses que yo era la catedral y ella una capillita a mal terminar. ¡Me equivoqué! ¡Fui tan tonta!

-Tranquila. –Decido que lo mejor es abrazarla, y calmar en algo su dolor. Algo que odio en el mundo es ver sufrir a mis seres queridos. Acaricio sus cabellos rebeldes intentando confortarla un poco más y parece funcionar luego de unos segundos, pues su tensión corporal comienza a flaquear de a poco- Tal vez… Inuyasha y ella no son…

-Rin. –Se separa de mi un par de centímetros, mirándome de forma sombría, casi tétrica. Posa una de sus manos cerca de mi trasero, haciendo nuevamente que pegue un respingo como reflejo- Eso no lo hacen los amigos.

-¿Pero qué se supone que haces? – Toda cercanía entre ambas queda anulada y para variar mis mejillas se vuelven a encender como un farolillo de navidad-

-Te demostraba la diferencia, boba. –Se seca las lagrimillas de su rostro y ve en dirección al jardín donde se realizaría la ceremonia. Ambas notamos como el "Rey de Roma" camina de la mano con dicha mujer, la cual de lejos tenía un parecido considerable con Kagome. Cualquiera diría que son hermanas o parientes lejanas. Pero, como no tengo instinto suicida, no le comento nada por temor a ser asesinada en el acto- Además, no tienes de qué alarmarte. –Sigue hablando sin apartar la vista de ellos la muy masoquista- No hay nadie que nos vea. Las muñequitas Barbie están muy ocupadas con Mei, los camareros están dando los últimos detalles a sus quehaceres, el novio está encerrado en su habitación…

-¿Encerrado? –Alarma interna. ¿Habrá sucedido algo?-

-Sí, Inuyasha me preguntó rápidamente si sabía qué rayos le pasaba, porque no quería abrir la puerta de su habitación y no respondía el teléfono desde ayer.

-¿Estás segura?

Era difícil no cuestionar directamente ese comentario y no creerlo en el proceso. Nuestra última conversación había sido esa misma madrugada y habíamos charlado hasta que mi corazón terminó estrujado por el dolor. ¿Por qué hablaría solamente conmigo? ¿Dónde quedaba Mei? ¿Había hablado con ella también o no había tenido noticias suyas tampoco? Un mar de dudas surgieron, más Kagome siguió relatando lo que sabía.

-Sí, aunque no pude averiguar nada más. Kikyo lo jaló del brazo hasta llevárselo al otro lado del salón de bienvenida. –Se encoje de hombros, restándole importancia- Pero… ¿a qué viene tanto cuestionario? –Quiso saber, y conociendo el lenguaje corporal de mi acompañante, estaba en la fase de "no te vas a mover de aquí hasta que sueltes la sopa"- Se sabe que Sesshomaru no es alguien de muchas palabras y su trato social es bastante reducido. Por no decir nulo. –Añade con una mueca que casi pasa desapercibida ante mis ojos- Me sorprende de sobremanera que te lleves tan bien con él desde que se conocieron.

-Es agradable si lo llegas a conocer. –Me limito a contestar-

-"Agradable". –Repite analizando la situación. Se acerca a mi oído y susurra de manera casi inaudible- ¿Qué tan agradable es para ti, Rin?

-Lo normal, obvio. –Me aparto de ella, fingiendo cierta molestia en mi voz. O quizás no actuaba, sino que era real. Mis nervios pueden flaquear en cualquier momento y mi nota mental es que no debo caer en su juego. De todos modos, ¿qué ganaba con todo eso?- ¿Por qué preguntas?

-No soy boba, Rin. –Mantiene el tono relativamente bajo para que nadie nos escuchase- Sé que ese agrado va más allá de lo normal. No fue fácil descifrarlo porque eres muy recatada y no sueles exponer tus sentimientos por miedo a que te dañen nuevamente, pero lo hice.

Demonios. Me quiero morir en este instante.

No me queda más remedio que poner a mi mente funcionando a toda máquina. ¿Acaso había sido tan obvia en algún momento? Si ella sabía mi secreto, ¿otros también? Me niego rotundamente a esa posibilidad. Tal vez Kagome está jugando conmigo como hacía de niña, sacando verdad a punta de mentiras. Sin embargo, su rostro no delata burla o vacilación. Pero no debo flaquear. Es mi secreto y aunque estuviese entre la espada y la pared no le diré ni media palabra.

-Sabes que puedes confiar en mi, prima. –Añadió con aire maternal, cogiendo mis manos con las propias, acariciándolas en el proceso- Si necesitas desahogarte…

Antes que pudiese refutar o agradecer su comentario, la ventana del balcón se abre de golpe, y mi corazón late a un ritmo desbocado dentro de mi pecho. Ruego porque nadie hubiese escuchado las palabras de Kagome. Es Mei, la cual nos observa de forma inquisidora a ambas. Tensión latente en el ambiente. Por instante nadie pronuncia palabra. Por mi parte, estoy a punto de dejar de respirar y solo atino a romper el agarre de Kagome que tenía sobre mis manos.

Que incómodo. ¡Trágame tierra y escúpeme lejos de aquí! Suplico mentalmente presa de los nervios. Sumándole la fatiga, no era una mezcla muy sana después de todo. En cualquier momento me echaré a correr si esto sigue así.

-Rin. –Comienza a hablar Mei, un tanto-mucho nerviosa. Su tono de voz la delata al instante.- Necesito que me hagas un favor. ¡Quiero que vayas a la habitación de Sesshomaru y hables con él!

-¿Por qué yo? ¿Nadie más puede ir? –Intento zafarme de la situación, nerviosa por la forma en que nuestra prima observa y analiza cada palabra que digo- Es que estoy hablando con Ka…

-¡Me importa un rábano, Rin! –Me corta la frase de golpe, y puedo percatarme de sus ojos algo aguados. Esto no pinta para bueno.- Lo que tengas que hablar con ella carece de importancia en este momento. – Intenta acomodarse el velo en su cabeza, el cual no está bien fijado. Tontas damas de honor, no sirven para nada al parecer.- Ve, por favor. Sesshomaru está encerrado en su habitación. No quiere hablar con nadie. No responde ni las llamadas o mensajes.

No estaría tan segura de ese punto. Añado mentalmente, más decido no decir nada. No deseo que me ataquen a preguntas al respecto.

-Eres su mejor amiga, Rin. –Mei coge de manera temblorosa mis manos y las besa en un gesto de desesperación. ¿Qué ocurre con todo el mundo que hace lo mismo?- No quiero que se arrepienta. Me moriría si eso ocurriera. ¡Imagina el escándalo!

No, por favor, que no llore. No podré resistirme.

-Debes hablar con él, ver qué le sucede. –Prosigue ansiando convencerme- Odio decir esto pero…

-Sabes que no escucha a muchos. –Interviene Kagome dándonos la espalda, nuevamente está mirando hacia el jardín, mientras la brisa mueve sutilmente su cabello- Debes aprovechar el privilegio del cual gozas, prima. Quizás sea bueno que hablen para relajar los ánimos.

-Hazlo por tu hermana, ¿sí? –Remata Mei, ignorando de cierta manera las palabras de nuestra prima. Tal vez porque ella piensa de igual forma, aunque nunca lo admitiría en voz alta-.

Hermana.

Hermana.

Hermana.

Esa palabra me quema como hierro caliente. Me recuerdo a mi misma que debía dejar de ser egoísta. Ver sus ojos expectantes y suplicantes me hace dar cuenta que no puedo seguir así. En este momento, la felicidad de Mei está dependiendo de mi. Me planteo seriamente dejar de lado los nervios, incomodidad y dolor, con tal de borrar el miedo de mi hermana mayor.

Mei espera alguna respuesta, percatándose que demoro más de lo normal en responder algo tan simple. Normalmente daría una respuesta afirmativa sin dudar y ya estaría tocando la puerta de la alcoba de Sesshomaru. Bueno, aquí vamos.

-Bien. Tú ganas, hermana. –La abrazo un momento y entro a la habitación que estaba destinada para la novia y las damas de honor. Antes de salir por la puerta principal, me giro en dirección a Mei y no pierdo de vista como las damas de honor prácticamente corren a poner en su sitio el velo- Tranquilízate, porque si lloras el maquillaje quedará estropeado y no queremos eso, ¿verdad?

-¡Claro que no! –Dicen todas a la vez, incluida Kagome, quien había sido la encargada de dejarla como un ángel-

-Tengo poco más de media hora. –Comento más para mi misma que para las personas dentro de ese lugar, viendo el reloj pegado en la pared de la recámara- Nos vemos en un rato.

Al salir de la alcoba, no puedo evitar soltar el aire retenido en mis pulmones. Eso estuvo cerca. Cuanta incomodidad he experimentado en solo minutos. Solicito al cielo que algún ente divino me otorgue las fuerzas necesarias para enfrentar lo que queda de día. No puedo evitar sonreír al escuchar al otro lado de la puerta el ácido comentario de Kagome "Se supone que las novias son las complicadas y entran en crisis de pánico. Sesshomaru desarrolló justamente hoy su lado femenino al parecer." Definitivamente esos dos nunca se llevarían bien del todo. No lo hicieron durante el tiempo que fueron cuñados, mucho menos los veía siendo amigables el uno con el otro después de ello.

Lo mejor será ir pronto a mi destino, o perderé tiempo valioso para Mei. Por mi, no estaría aquí, sino lejos de todo este alboroto. Quizás me encontraría al pie del lago que está cerca de la cabaña a la que solemos ir como familia en la temporada de invierno. Es de los pocos sitios en donde no hay señal, y estás completamente desconectado del mundo. Hasta de tus propios pensamientos en ocasiones. No hay nada más que vegetación, bosques de pinos y animales silvestres en los alrededores. Mi paraíso soñado el día de hoy.

Intento apresurar mi paso al caminar, pero mi cuerpo no responde debidamente. Insistía en andar a un paso lento, casi dubitativo. Los pasillos de la mansión parecen un laberinto interminable, y comienzo a sentirme muy pequeña –e insignificante- dentro de estas instalaciones. Tal como una hormiga en un castillo de gigantes. Logro oír como el sonido de mis tacones resuenan contra las paredes de concreto, impidiendo que pueda escuchar adecuadamente la música proveniente del primer piso, que entretiene a los invitados que de seguro comenzaban a llegar y armonizaba el ambiente de espera.

Era extraño. En otras oportunidades había venido de visita a esta mansión y jamás me sentí de ese modo. Lo más probable es que la percepción de las cosas fuera diferente debido a la situación. Si, definitivamente influía.

Me posiciono frente a la entrada de la alcoba, reuniendo el valor correspondiente para enfrentar a Sesshomaru. La mi garganta se reseca y mis piernas tiemblan levemente. Es ahora o nunca. Mis dedos se detienen a medio camino antes de tocar la fina puerta de madera. Suspirando hondamente decido no captar su atención de forma convencional. Silbo una melodía melancólica, la cual era considerada como un código entre nosotros. Espero alguna respuesta por parte del hombre que está encerrado dentro de esas cuatro paredes. Repito la acción, aumentando el tono del silbido, temiendo que la música proveniente del primer piso obstaculizara el sonido proveniente de mi boca. Antes de terminar la melodía, percibo como quita el pestillo de la puerta. Sabía que eso no podía fallar. Eres tan predecible en ocasiones.

-¿Puedo entrar? –Le pregunto a la vez que dibujo una sonrisa en el rostro-

Sesshomaru no pronuncia palabra. Algo muy característico en él. Simplemente se dedica a observarme con aquella mirada ambarina tan indescifrable, con su rostro indiferente. Ni siquiera una pequeña mueca que delatara su agrado o desagrado por mi presencia. Desbloquea el paso al interior de la habitación, haciéndose a un costado para que ingrese sin restricciones.

Eso era un signo evidente que no le molestaba que estuviese en el lugar. De otro modo, me hubiera cerrado la puerta en las narices, tal como lo hizo cuatro años antes.

Notas autora: ¡Espero les haya gustado la historia! Si gustan dejarme críticas constructivas o simplemente un par de tomates o huevos podridos (espero nunca llegar a eso) lo dejan a través de comentarios o mensajería privada y los leeré.

¡Saludos!