Era una mañana perfecta, con un cielo despejado tintado por los brillantes rayos de sol y acompañados de una brisa agradable que convertía en aquel instante en un momento perfecto. Subido a lo alto de la cabeza de Merry, Luffy sonreía al ver como su barco iba navegaba al son de las olas que impactaban contra el casco y que salpicaban delicadas gotas en sus pies desnudos. Giró su cabeza hacia atrás para buscar a sus compañeros y no pudo evitar esbozar una sonrisa aún más grande: Nami tomaba el sol mientras Sanji la observaba boquiabierto, Zoro dormía plácidamente abrazado a sus espadas, Chopper preparaba medicinas al son de su tarareo y Usopp se colgaba del barco para arreglar la parte izquierda de éste, dañada tras una fuerte tormenta.

De repente, algo llamó la atención del nakama narigudo, quien, al comprender de qué se trataba, subió corriendo hacia la cubierta y dijo entre tartamudeos:

-La…La… ¡La Marina nos sigue!

El capitán se colocó bien su sombrero de paja y, carcajeando picaronamente, saltó de la cabeza de la proa y comenzó a crujir todo su cuerpo. Sanji, por su parte, dejó de babear cerca de Nami y se encendió un cigarrillo al subir las escaleras que llevaba a la parte alta del barco y localizaba su objetivo desde la popa.

-Mmmm? –balbuceó Zoro por tal revuelo.

-Tenemos compañía –le dijo el cocinero- No estaría mal que espabilaras…

-Luffy –llamó Usopp cuando alcanzó de nuevo su posición- Nos alcanzarán en unos minutos… su velocidad es impresionante…

Apenas había terminado la frase cuando un fuerte viento pasó por su lado y, en un abrir y cerrar de ojos, el barco de la Marina apareció por babor. Ante sus miradas atónitas, casi una centena de soldados los apuntaban con sus armas y el sepulcral silencio quedó roto por un grito:

-LUFFY D. MONKEY!

El chico sonrió y dio un paso al frente mientras la multitud de soldados se abría para hacer paso a la persona al mando de aquella expedición: con casi dos metros de altura y otro tanto de ancho, el general Kurosawa apoyó sus manos sobre la barandilla de hierro y carcajeó fuertemente. Luffy lo miró y rió junto a él.

-¿Pero de qué te ríes, imbécil? –le preguntó Nami enfadada

-Me hace mucha gracia su risa… no puedo evitarlo –le contestó el chico entre carcajadas.

-Ríete. Ríete, Mugiwara, porque pronto estarás haciéndolo en la otra vida.

El chico, ante esa apreciación, rió más y más fuerte, con lágrimas que inundaban sus ojos y golpeando fuertemente la parte del barco que minutos antes había estado reparando Usopp, haciendo que éste se molestara notablemente.

-Esta vez no tienes escapatoria –le reiteró Kurosawa.

Pero, ante las reiteradas y cada vez más exageradas carcajadas del chico, se giró hacia uno de sus secuaces y le hizo un gesto, éste asintió y se dirigió al interior del barco.

-Me encanta verte tan feliz, en serio, me encanta. Y me muero por ver la cara que pondrás al ver el regalito que te he traído…

-¡Uuuuuuun regalo! –exclamó entusiasmado el chico- Espero que sea comida…

-Idiota –suspiró Nami.

-¿Por qué?

-Nada bueno puedes esperar de la Marina.

-Ya, pero… ¿y si es comida? –dijo mientras miraba a su navegante con una gran sonrisa en la boca.

Sin embargo, y ante los ojos de sus nakamas, el capitán tornó su gestó, volviéndose a una mezcla de preocupación y enfado. Había escuchado un susurro, una voz femenina llamándolo por su nombre entre lágrimas, y sólo bastó eso para que su interior ardiera como nunca antes lo había hecho.

-Luffy…

"No puede ser…" se repitió para sí una y otra vez "No es posible… ella no puede estar aquí"; no obstante, giró su rostro hacia el enemigo para comprobar sus peores presagios: atada por dos grande cadenas aguantadas por un par de soldados, una joven de piel blanquecina y pelo negro azabache le mostró su máxima desesperación con sus grandes ojos castaños envueltos en lágrimas. Tenía sus brazos llenos de arañazos y golpes, viéndose cansada de luchar por soltarse de su prisión, y sus piernas temblaban, asomándose entre las roturas de un camisón blanco.

-¿No tienes nada que decir? –rió Kurosawa- ¿Acaso no te ha gustado mi regalo?

La respiración de Luffy comenzó a agitarse y apretó fuertemente sus puños con ira contenida y rabia ante la mirada perpleja e incomprendida de sus nakamas.

-Luffy, ¿la conoces? –preguntó Nami al ver a su capitán en ese estado, no recibiendo respuesta alguna, pues el chico enunció un mandato a Kurosawa en un tono tranquilo y profundo que era impropio de él.

-Suéltala.

-¿De veras crees que lo haré?

-Te estoy dando la oportunidad…

Pero aquel mastodonte rompió a reír haciendo que la poca cordura que quedaba en el chico desapareciera.

-Chicos –dijo dirigiéndose a sus nakamas a la vez que se ajustaba su sombrero- Proteged el barco.

-Pero… -comenzó a replicar Ussopp, pero sus palabras quedaron en el aire al ver como su capitán se subía al filo de su barco y saltaba hacia la nave enemiga.

Luffy se lanzó hacia los soldados, golpeando con dureza e intentando llegar hasta donde se encontraba la chica, pero sus intentos fueron nulos, pues Kurosawa se interpuso en su camino y se enzarzaron en una dura pelea en la que la suerte no le acompañaba, pues el Marine utilizaba guantes fabricados con Kairouseki, el metal que anulaba el poder de su Akuma no mi. Tras un fuerte puñetazo, Luffy salió volando en dirección contraria a la que, entre varios soldados, trataban de llevarse a la joven para custodiarla en un lugar más alejado de la batalla.

-Cocinero… -susurró Zoro a Sanji mientras desenvainaba sus espadas.

-Detrás de tí –le contestó mientras se subía al pasamano del barco.

Sin apenas tiempo a que ninguno de sus nakamas pudieran impedirlo, los dos saltaron de un barco a otro y comenzaron a pelear con todo aquel que se cruzaba en su camino, tratando de alcanzar a su capitán antes de que acabaran con él. Éste, al verlos, se zafó de su oponente y les gritó:

-Id a por ella. ¡Salvadla!

Buscaron con desesperación entre la marabunta de hombres alguna señal del paradero de la joven hasta que, por fin, la divisaron a varios metros de ellos, aferrada al mástil del barco para evitar que se la llevaran a la vez que pataleaba para soltarse de ellos; así pues, corrieron hacia ella y golpearon con dureza a los soldados.

-No… se trata… así… a una… señorita –les reñía Sanji a golpes.

Cuando consiguieron acabar con todos los marines que les rodeaban, Zoro la zafó de las esposas que le agarraban las muñecas y ésta cayó al suelo de rodillas.

-¿Está bien, señorita? –preguntó Sanji mientras trataba de cogerla para levantarla.

Sin embargo y para su asombro, la chica se soltó de sus brazos en un gesto brusco y levantó la mirada hacia el horizonte, justo para ver cómo Kurosawa sostenía a Luffy por el cuello, quien casi no podía ni respirar.

-Ahora no te ríes tanto, ¿no, Mugiwara? –carcajeaba mientras retorcía sus dedos metálicos en torno a su cuello- Voy a matarte y me quedaré con Ella como premio por tu derrota.

De repente, el cielo comenzó a tornarse cada vez más oscuro, casi grisáceo, y la suave brisa que les acompañaba hasta el momento se volvió ventolera. Luffy sonrió nuevamente, algo que sacó de sus casillas a Kurosawa.

-¿Qué es lo que te hace tanta gracia? –preguntó desconcertado y bastante molesto.

Luffy trataba de respirar mientras los dedos del marine se anclaban más y más en su garganta.

-Hoy… no será… tu día… de suerte.

Estiró su brazo en dirección a donde se encontraban sus dos nakamas, pero Kurosawa no recayó en los chicos, pues no podía salir de su asombro al ver cómo la joven se había puesto en pie, visiblemente débil, pero con una mirada de enojo fija en ellos y la respiración entrecortada. La chica cerró sus ojos a la vez que extendía sus brazos a sendos lados del barco y colocó las palmas de sus manos hacia arriba, haciendo que dos enormes columnas de agua surgieran desde el mar y amenazaran la integridad de la nave, que comenzaba a moverse de un lado para otro. Zoro y Sanji se agarraron al mástil del barco para evitar caer al agua y se percataron de que las columnas alcanzaron una altura vertiginosa, tanto como crecía la furia de la muchacha, quien abrió los ojos, mirando a Luffy, y gritó:

-¡SALTA!

La joven juntó sus manos hacia delante y aquellas columnas se unieron y dirigieron hacia su oponente; Luffy, obedeciendo a su petición, se impulsó en la barriga de Kurosawa e inclinó su cuerpo hacia la trasera de éste, justo a tiempo para que el impacto no le diera de lleno. Por aquel golpe, el marine soltó a Luffy, quien trató de correr hacia la joven, pero, antes de poder alcanzarla, Kurosawa volvió a agarrarlo y tiró de su pie hacia él. La chica, al verlo, corrió hacia ellos, obviando las indicaciones de Sanji y Zoro para que no se alejara ellos, y volvió a atacar con crudeza, propinando una patada en la cara al marine que lo alejó de ellos y que lo dejaría ligeramente noqueado.

-Zoro, Sanji –les indicó el capitán sin dejar de pelear contra soldados que pretendían apresarle- Volved al Merry con ella y aseguraros de ponedla la salvo.

-A sus órdenes, Capitán –contestó sarcásticamente el cocinero- Pero primero deberíamos buscarla, ¿no te parece?

-Es tremendamente escurridiza esa chica –bufó Zoro pesaroso mientras se zafaba de unos marines.

Luffy comenzó a buscarla con ansiedad por todo el barco sin dejar de batallar hasta que la encontró justo enfrente de Kurosawa, quien había intentado huir con las pocas energías que le quedaban; corrió hacia ellos mientras la chica miraba fijamente a aquel gran hombre arrastrarse por el suelo, sin apenas parpadear y con la respiración acelerada. El chico sintió como el viento volvía a soplar cada vez más fuerte en aquel lugar y buscó a sus compañeros.

-¡Volved al barco! –gritó Luffy a Zoro y Sanji- ¡Regresad ya!

-Vendrán a por ti –le dijo Kurosawa a la joven- Sabes que no tienes escapatoria…

Sin dejarle opción a enunciar una palabra más, comenzó a propinarle puñetazo tras puñetazo con ira y rabia acumulada e importándole bastante poco que sus manos se mancharan de la sangre. Luffy llegó hasta donde estaban y la agarró por la cintura, jalando de ella y sujetándola con fuerza mientras estiraba su brazo hacia su barco y marchaban de allí. Sin embargo, ya en el aire, la joven levantó su mano y cerró su puño, haciendo que el barco quedara engullido por un torbellino de agua que se elevaba varios metros sobre el nivel del mar, explotando y hundiéndose en las profundidades. Como consecuencia de aquella detonación, sus cuerpos se agitaron con rudeza y cayeron de bruces contra el suelo de la cubierta de Merry.

-¿Qué demonios ha sido eso? –preguntó Ussopp mientras parpadeaba para que sus ojos se repusieran de aquel halo de luz.

Luffy se tocó la cabeza, dolorido y confuso, pero se repuso rápidamente para incorporarse y gatear como podía hasta el cuerpo de aquella joven, a quien su tripulación aún miraba con desconcierto. Apartando a algunos compañeros, se postró a su lado:

-Ey… ey… -le susurró mientras le giraba la cara hacia él- Despierta… por favor…

La chica respiró profundamente y comenzó a abrir los ojos, algo vidrados, mirándolo exhausta y tratando de controlar aún su respiración; Luffy, aliviado por su gesto, le sonrió y acarició con suavidad la mejilla, posando su cabeza de nuevo en la madera y levantándose.

-Chopper –dijo Luffy, colocándose bien el sobrero- Examínala, por favor.

El reno se acercó hacia ellos y, sacando su estetoscopio, comenzó a reconocerla y hacer un primer examen; pasaron unos minutos hasta que se dirigió a su capitán:

-Tiene mucha fiebre y su pulso está muy bajo, posiblemente lleve sin comer varios días y después de la lucha necesita reposar...

-Está bien –le cortó el capitán- Nami, ¿te importaría si la dejo en tu cama?

-Para nada…

-Entonces iré a preparar todo…

Pero antes de que pudiera comenzar a andar, notó algo alrededor de su tobillo, acompañado de un susurro en el aire le hizo parar en seco, impresionado por su fortaleza pero aún más por sus palabras.

-Lo… Lo siento…

La joven, sin prestar atención a las recomendaciones del médico, había tratado de levantarse, pero apenas pudo sostener su cuerpo por lo débil que se encontraba y cayó de rodillas al suelo; tras mencionar aquellas palabras, rompió a llorar desconsoladamente y, tapándose el rostro con las manos, volvió a decir:

-Perdóname…

Luffy se giró hacia ella y, ante el asombro de sus compañeros, se agachó y le quitó las manos de la cara, levantándole la cabeza con sus manos y sosteniéndole la mirada.

-No hay nada que perdonar…

-Pero…

-Calla –le interrumpió con una sonrisa en la cara- En todo caso, soy yo el que debe pedirte disculpas por haberme marchado de aquella manera y no haber escuchado todo lo que tenías que decirme, ¿no crees?

La chica se abrazó a Luffy, quien se quitó el sombrero, lo dejó en el suelo al lado de él, y la envolvió entre sus brazos.

-Todo está bien –le dijo el chico, levantando la cabeza para evitar que supiera lo emocionado que estaba- Ahora estás aquí y nada ni nadie podrá alejarme de ti…