Capítulo 2

Hacía dos semanas desde la pelea y Yuki sentía mucha tranquilidad y descanso al no tener al escandaloso de Shuichi merodeando por ahí. Respecto a las cosas de Shuichi, las había dejado en la puerta del edificio y por la noche no las había vuelto a ver, lo que significaba dos cosas: Shuichi las había recogido o los ladrones se habían adelantado.

El departamento se veía extrañamente vacío, no le faltaba nada de lo que pudiera prescindir pero aún sentía que los objetos que tenía no alcanzaban a llenar la habitación. Lo atribuyó a que no estaban los estantes llenos de videos de Nittle Grasper ni a la ropa fosforescente y brillosa de Suichi regada por todas las habitaciones. Pero de lo que se sentía feliz era que por fin podía dedicarse a lo que más le gusta hacer: Escribir.

El Retrato De La Venganza

Koyumi se veía espectacular esa noche. Llevaba un vestido azul marino que con la luz se veía mas claro, era un vestido no muy largo, le llegaba hasta las rodillas, resaltando sus largas piernas y sus pies adornados por tiras brillantes que sujetaban sus sandalias. Era tan bella que el maquillaje no le era muy necesario y lo que más le impresionó fue su cabellera negra con un peinado tal que hacía que cayeran unos rizos juguetonamente sobre sus hombros. Sus ojos verdes con destellos violetas hacían resaltar mas su encanto, por lo que Mael no pudo articular palabra cuando ella se sentó en su mesa.

-Así que quieres hablar conmigo- dijo Koyumi en un tono despectivo, mientras Mael pensaba que se veía más deseable cuando se enojaba

-Sabes perfectamente de qué quiero hablarte-

-¿Y sólo para eso? si quieres que me quede aquí, tendrás que darme una gran sorpresa, sino me enojaré contigo-

Koyumi sabía perfectamente que la amenaza, aunque sonara tonta, significaba mucho para Mael, así que esperó pacientemente una respuesta mientras observaba como la cara de Mael cambiaba de la alegría a la desesperación.

-Sabes que haré lo que sea por ti-

-Supongo que ya no tiene caso que siga perdiendo el tiempo aquí, me está esperando alguien en la puerta, así que adiós-

A Mael solo le cruzó una pregunta por su mente ¿Por qué tenía que estar con ella? Se había convertido en su obsesión y también en su martirio. Tendría que buscarla en los peores bares de la ciudad para solo sentir que ella lo necesitaba de alguna manera, aunque en el fondo se daba cuenta que no era cierto. Koyumi era su opio.

Mael se quedó observando a Koyumi mientras salía del restaurante y entraba a una lujosa limosina abrazada de un tipo con gabardina. Los celos mancharon su cara de rojo y aunque quizo ocultarlo, no pudo evitar que ella lo notara y esbozara una sonrisa de burla mientras subía sin remordimientos a su transporte.

Por no quedar mal ante las personas que parecían observarlo escrutadoramente, tuvo que cenar solo y, dentro de las cosas que más le disgustaban, se encontraba precisamente esta. Pero lo que más le enervaba era que sabía muy bien que ese había sido el propósito de Koyumi: Dejarlo como un idiota en toda la amplitud de la palabra. Su paciencia se agotaba y su mente empezaba a divagar cuestionándolo en por qué no se fijaba en alguien mas. El era alto, un pelo rubio despeinado que según varias, les parecía maravilloso. Sus ojos, con expresión gatuna, eran color miel, que con una simple mirada podían expresar todo lo que pensaba en ese momento. Tenía una nariz fina y una boca que podía parecer muy mezquina, o extremadamente generosa, pero siempre sensual. Eso le daba la apariencia de un ángel caído, apodo que le había puesto su adorada Koyumi. A pesar de eso, el se sentía como un ciego, no podía ver a nadie mas que a ella, de hecho, aunque los demás lo veían como una persona seria, difícil de doblegar y sobre todo centrada y muy madura, pareciera que él era todo lo contrario al estar con su amada, le era muy difícil controlar sus impulsos y emociones que parecieran hacer una explosión al ver su imagen.

No sabía cuanto duraría aquel amargo martirio, pero tenía que terminar. En ese momento, su celular sonó y escuchó la voz de Koyumi, y entre incoherencias y malas palabras le dijo:

-"Nece..s..necesit.necesito que vengas por ti, no, por mí, humm,ya s..sabes donde toy-

Eso era más de lo que Mael podía soportar.

Al llegar al bar -clandestino, de hecho- solo pensaba en sacar de ahí a Koyumi y regresar a su casa, pero le resultó un poco difícil encontrarla, se parecía a las del resto: puras prostitutas en el estado mas deplorable que su oficio les puede ofrecer. Koyumi se encontraba hablando (intentando, mas bien) con el tipo sujeto misterioso que se la había llevado del restaurante. Mael se acercó cuidadosamente y escuchó su conversación:

-Yo te puedo comprar todo lo que quieras, solo si trabajas para mí, te deseo, no puedo dejar de pensar en lo que hicimos en mi departamento-

-¿Qué? ¿Qué hicimos? ¿De qué quieres que trabaje?-

-jajaja, así me gustan. Tontas y obedientes-

Mael no pudo soportar que ese tipo la hubiera llamado de esa manera. Reaccionó jalando a Koyumi del brazo, pero el sujeto no se lo permitió y Mael, tomando fuerzas, le dio un golpe justo a un lado de la cara dejándolo tirado y semiconsciente sangrando por la boca. En ese momento, Koyumi ya había perdido el sentido y se encontraba roncando plácidamente en la barra, desparramada como una lechuga. Cuando vio a Koyumi en ese estado, prometió nunca volver a ayudarla, no se merecía nada de él, le era repugnante. Por primera vez durante tanto tiempo se había dado cuenta que la clase de persona de quien estaba enamorado, había abierto los ojos y nunca la perdonaría.

Días después, el no volvió a saber nada de Koyumi, hasta que ella tocó a la puerta de su departamento implorándole su perdón, pero la respuesta ya la había meditado durante todo este tiempo:

-Has tomado de mi lo que has querido, me has hecho sufrir desesperadamente, me has moldeado a tu gusto, pero ahora es tiempo que no separemos, que cada uno tome su propio camino, nos dañamos mutuamente y lamentablemente no me di cuenta de lo que pasaba hasta que tu veneno me inundó completamente. Que tengas suerte y adiós.

Este libro lo dedicó a Shindo Shuichi, con quien viví gran parte de mi vida y le agradezco el haberme inspirado para la creación de uno de mis personajes principales: Koyumi.