Ambiente: Las mazmorras, séptimo año de Hermione Granger, el profesor Snape y una situación humeante. Qué se puede esperar?

Cuento No. 2

Nunca en tantos tiempos había sudado de esta manera. Al entrar al recinto lo vi allí, estático, inmóvil, imponente e intimidante.

Tenia una boca ancha y si piel morena, chamuscada me infiltraba deseo, pasión, un infinito delirio de querer actuar. Me acerque a él con paso lento sin quitar mi inocente mirada de sus rudas curvas. Mis pies helados temblaban con cada diminuto paso que tomaba, pero sabía que no podría dejarme vencer de él.

Su misma presencia me exigía estar cómoda; despojándome de mis más caras y mejores prendas, mis manos rozaron sus rígidos bordes y sentí que mi tiempo, nuestro tiempo se acababa. Deposité en él la sustancia más pura del planeta. Acto seguido combiné las mejores esencias, sabores, instintos, colores fragmentados, hasta conseguir una unión perfecta. La simple y primitiva mezcla de humores incitó mi fatiga y desesperación.

Asiendo con manos firmes su miembro endurecido y erecto, me incliné forjando su movimiento.

Sin pensarlo me hallé meneándome de forma elaborado, alcanzando gradualmente un jadeo rítmico, obligando mi propia voluntad a actuar sobre sus fluidos.

Mi hambre incrementaba y mi instinto la nivelada; pronto noté mi cabello caer sobre mis brillantes hombros, el sudor rodaba por mis relucientes senos mientras encaramaba mis muslos sobre él en un intento de soberanía suprema.

El calor y el aura humeante que él expedía tenía un efecto poderoso sobre mí, pero no permitiría que me venciera; ésta vez el control de la guerra natural estaba en mis manos.

En medio de tan voraz forcejeo tuve una insolente interrupción: mi mentor, entró en el recinto y yo, haciéndole caso omiso, seguí con mi labor comprendiendo él que mi hora cumbre había llegado.

Pronto sentí mis fuerzas desvanecer, el ritmo disminuía y era el momento perfecto para dejar que el contenido de él reposara. Comprendí que, aunque nunca en tantos tiempos había sudado de esta manera, con perseverancia había ganado la guerra.

"Señorita Granger..." murmuró una voz gruesa. "Ya está lista?"

"Sí, Profesor Snape..." respondí sin aliento. Ajusté mi ropa, tomé mi túnica del suelo y la coloqué sobre mis hombros.

Me sentí orgullosa, porque le había entregado a mi profesor una pizca de mi energía e inteligencia. Yo, había conseguido hacer la mejor Poción de Invisivilidad de toda una vida, mejor que la de exámenes pasados, solo con ayuda de un antiguo caldero, mi libro de pociones y uno de los agitadores que prestaba el colegio.