Tenemos nueva producción y esta será, como pocas veces he hecho, SMUT, por lo que, aunque pareciera que esto es un típico AU más, me gustaría practicar un rato mi escritura erótica, que ya tenía ratito que no lo hacía. En toda caso, este es mi segundo SMUT a consciencia, el primero fue No Regrets, así que, espero les guste. Saludos.
Secretos de oficina.
-1-
Puntualidad.
Una parte esencial del trabajo es llegar puntual a los horarios establecidos por la empresa. La poca seriedad para ejecutar la orden más sencilla: Llegar puntual, amerita un castigo. No necesariamente severo, pero según se estipula en el reglamento, se harán tres llamadas de atención y si a pesar de esto, el empleado continúa sin cambiar su actitud, se ameritará una reprensión por parte del empleador.
La cosa es sencilla, no puede haber malos entendidos. La claridad con la que están escritas las reglas es sobresaliente, nadie que se respete a sí mismo y a la empresa, cometería ese error tres veces... ¿O sí?
...
—Diablos... – suspiró Tomioka al instante en el que el lector de su huella digital marcó en rojo el registro, evidenciando que estaba fuera del horario de llegada. Era su tercera vez en el mes, pero tampoco era su culpa... Lo que pasa es que se había quedado sin auto por un incidente con el motor y sumándose a ello que las reparaciones estaban tardando considerablemente porque según su mecánico "la pieza aún no llegaba", había tenido que tomar el autobús todos los días. Para su mala suerte, ese mes había ido de mal en peor. Primero el tráfico, luego una pelea entre unos transeúntes que lo hizo retrasarse y por último el hecho de que, hoy precisamente, había olvidado su cartera en casa y tuvo que regresar por ella, pues allí tenía el dinero con el que se compraría el almuerzo.
Él no tenía el hábito de llegar tarde. De hecho, le desagradaban las personas que no seguían las normas, pero tenía que admitir que, en esta temporada, el mundo parecía conspirar en su contra. Estaba seguro que su superior se daría cuenta de los retrasos porque el sistema le mandaba las alertas directo a su correo electrónico. Si las primeras dos veces, sólo le había notificado por llamada a su oficina que estaba advertido y que tuviera más cuidado con el horario, ahora definitivamente podría ir en persona y regañarlo.
Mientras caminaba por los pasillos, pensaba en silencio en todo el montón de cosas que tendría que hacer. Lo que más le preocupaba era que, si le cargaban con muchas tareas, perdiera el autobús de regreso a su hogar.
Finalmente alcanzó su oficina y cerró la puerta. Cuando llegó allí, dejó sus cosas y se sentó detrás del escritorio. Había sido ascendido a supervisor del sector de contabilidad de la empresa. Recientemente se le había a condicionado una oficina privada, hasta hace unos días, continuaba trabajando en un cubículo. Lo más sobresaliente de ello, era que él había escalado por sus propios méritos, puesto que tenía relativamente poco tiempo trabajando allí y había demostrado ser bastante eficiente.
Ahora que lo pensaba mejor, eso sólo aumentaba la gravedad de los retrasos, porque, podría malinterpretarse como un acto deliberado ahora que estaba mejor posicionado y decirse que su impuntualidad era causada por soberbia y no verdaderos accidentes.
Suspiró y aflojó un poco su corbata. Bueno, ahora que ya estaba en su sitio, no había más tiempo qué perder. Comenzaría a trabajar de una vez por todas. Encendió la computadora y tomó las bitácoras que le habían dejado desde ayer. Comenzó a hojearlas y después revisó atentamente, para comprobar las cifras y registrarlas adecuadamente en la base de datos.
Esta tan concentrado que no escuchó los toques en la puerta; se percató de que no estaba solo cuando oyó la voz de la persona que acababa de entrar y cerrado amablemente, para darles privacidad.
—Buenos días...
—¿Umm? – elevó la vista y sus ojos se toparon con los violetas de su supervisora. Sabía el motivo por el que estaba allí, para ser precisos, puede que haya tardado en llegar más de la cuenta. —Kocho-san. – se puso de pie como una cortesía.
Ella le miró de pies a cabeza y mostró una sonrisa característica. Su postura, a decir verdad, se veía relajada. Siempre le había parecido que Shinobu Kocho tenía un porte bastante afable para alguien de su posición. No conocía mucho de su historia, pero los rumores decían que ella había escalado aún más rápido que él. Que, si bien era lo bastante inteligente y capaz de hacerlo, era asombroso.
Era la subdirectora de recursos humanos. Su apariencia no debía ser tomada a la ligera, era más sensato ser respetuoso y dejarse apantallar por las palabras que emergían de su boca, favoreciendo su imagen inmaculada y profesional.
Hubo un silencio entre ambos. Shinobu estaba observándolo desde una distancia prudente, mientras él yacía de pie detrás de su escritorio. A simple vista su vestimenta se veía sobria, pero si era más cuidadoso podía denotar ciertos detalles que eran más que llamativos... Al menos para él.
Shinobu solía vestir ropa de tonos oscuros, más precisamente violeta y negro. En esta ocasión vestía una blusa de manga de tres cuartos, se le ajustaba al cuerpo de forma impecable y estaba fajada en una falda lisa de color negro. Aunque la falda no era larga, compensaba con unas medias negras, también lisas. Lentamente, las prendas descendían hasta llegar a unas zapatillas de tacón alto. No era de extrañar que le gustara esa clase de aditamentos, la subdirectora era algo baja de estatura y unos tacones siempre realzaban su belleza natural.
Volvió a apreciar su rostro. El maquillaje era discreto y elegante, un lápiz labial rosado que iluminaba sus labios, los cuales, se movían cual pétalos de cerezos cada vez que hablaba. En sus pestañas, se podía visualizar un delineador sutil y una sombra que, en contraste, hacía que sus ojos lucieran más redondos y seductores de lo que eran de por sí. Finalmente, su cabello, estaba recogido, como era lo típico, dejando dos mechas al frente, delatando que su pelo tenía tintes morados en las terminaciones de su longitud. Además, el broche de mariposa, también un objeto característicos en ella, sujetaba el resto de su cabello. Seguramente era corto, pero no demasiado.
—Ara, ara... Si me sigues mirando con esa intensidad voy a sonrojarme, Tomioka-san. – no fue hasta que ella habló que se percató de lo indecente que se había comportado.
No la había visto, la había escaneado de pies a cabeza, consiguiendo grabarse de memoria hasta el más íntimo detalle de su vestimenta. No podría haber sido menos impulsivo y más porque se trataba de su superior. Si Shinobu lo deseaba, podría acusarlo por acoso sexual y su carrera terminaría.
—Lo... Lo siento mucho. – bajó el rostro y esquivó su mirada, un sonrojo se asomó en sus pálidas mejillas. Era notable y ese detalle no pasó desapercibido para ella.
—Vaya... – caminó hasta colocarse a su lado y Tomioka seguía inmóvil, con la cabeza gacha y esquivando a toda costa su ojos. —Pero... ¿Qué veo? – a pesar de los zapatos, Giyuu seguía siendo más alto que ella y eso obligó a Shinobu a colocarse ligeramente de puntillas para estar más cerca de su rostro.
Un escalofrío recorrió su columna vertebral cuando sintió su respiración acariciándole el cuello. Las manos comenzaron a sudarle y un cosquilleó nunca antes sentido, se revolvió en su bajo vientre, como en la boca del estómago.
—¿Sabes por qué estoy aquí, Tomioka-san? – susurró con una voz aterciopelada y embelesadora. Asintió tenso. —¿Te importaría verme, por favor? – esta vez sonó más juguetona. Él tragó saliva y finalmente se giró para estar completamente de frente. Sus ojos se toparon con los de ella. La muchacha sonreía de lado, a esa cercanía, su cuerpo era más que glorioso. Podía olerla incluso.
El perfume de glicinias inundó su fosas nasales. Anteriormente, durante la fiesta que le hicieron por su ascenso, ella se acercó y educadamente le dio la mano en señal de bienvenida, en ese momento el aroma de su feminidad se impregnó en su piel y cuando ella se fue de su lado, inexplicablemente, se llevó la mano a la nariz para olerla mejor. Quizás desde entonces era que solía prestarle especial atención. Esa mujer lo llamaba de muchas maneras y lo peor era que, se sentía atado de pies y manos respecto a ello.
Sería incorrecto, por no decir poco profesional, que se interesara en su compañera y jefa de trabajo.
—Por favor, permítame disculparme... – bisbisó de forma seria, controlada y hasta fría. Mas Kocho entornó los ojos y con cuidado sonrió de forma gentil.
—Conoces el reglamento, Tomioka-san. – ella estiró su mano hasta su pecho y antes de tocar, picó suavemente con su dedo índice. —No puedo hacer excepciones. Mereces un castigo por llegar tarde.
—Comprendo. – esperó algo. Un regaño, un oficio firmado, incluso una bofetada, pero en lugar de eso, la chica al frente suyo pasó su dedos desde su pecho hasta su abdomen. Logrando sentir la firmeza de sus músculos trabajados gracias a que él practicaba deportes de forma constante. Cuando llegó a los rectos abdominales, volvió a subir el dedo hasta delinear sus pectorales. Controló la respiración, pues ese singular desliz que hacía sobre su piel cubierta por la tela, le parecía inexplicablemente placentero.
—Tsun-tsun. – exclamó en voz baja. Él parpadeó. —Tsun-tsun. – repitió y esta vez tocó con la punta de su dedo sus músculos. Volvió a hacer la acción y lo empujó con delicadeza, aunque no era suficientemente grave como para moverlo siquiera unos centímetros, consiguió acatar la orden implícita de que se sentara en la silla.
Se dejó caer en el acolchado asiento y ella se colocó al frente, allí, parada, muy cerca de sus rodillas, ahora se veía más alta e imponente que hacía unos segundos. La vio llevarse una mano al cabello para retirar algunos mechones de su frente y con una mirada, que venía desde esa altura, sonrió ligeramente para después dar un pequeño salto y quedarse posada sobre el escritorio.
Su habilidad se opacó por la posición que ocupaba. Cruzó sus piernas con bastante lentitud hasta después reposar sus manos sobre su rodilla, ahí entrelazó los dedos y se reclinó un poco hacia adelante, alzando ligeramente la barbilla.
Una gota de sudor se deslizó por la sien de Tomioka cuando ella condujo uno de sus pies hacia él y le empujó con la punta de la zapatilla la barbilla hacia arriba, para que dejase de evitarla de una vez por todas. Sus seductores labios se ampliaron en una sonrisa "tierna", pero invitaban a devorarlos sin mediar fuerzas.
—Me encantaría escuchar el motivo por el cual llegaste tarde. Si me convences, podría desistir de castigarte... Pero si no...
—Dis-Discúlpeme, Kocho-san, yo... Tuve un contratiempo.
—¿Ah sí? ¿Qué te pasó? – no le quitaba la vista de enfrente y menos el zapato de la barbilla.
—Olvide... Mi cartera en casa... Así que tuve que regresar por ella. – explicó calmado y con su voz perfectamente regulada. La forma tan taciturna en la que hablaba muchas veces se confundía con altanería o mal humor, sin embargo, Tomioka era bastante mesurado y puntual por naturaleza, la forma en la que se expresaba era su estado más puro. Quizás por eso pocas personas se le acercaban a conversar. En esta ocasión, no había nadie más en la empresa que le conociera realmente por lo que solía andar solo a todas partes.
—¿Fue por eso? – ella parpadeó, como si quisiera oír algo más, pero no tenía otro argumento; además era la verdad.
—Sí.
—¿Me prometes que dices la verdad?
—Sí, lo prometo. - Qué pretendía era todo un misterio y ciertamente la forma en la que lo estaba analizando también le desconcertaba. Ella se enderezó y rectificó su espalda, una de sus manos se posó en la madera del escritorio, mientras que otra continuaba en su rodilla. Vista así, dejaba de ser una figura seductora, a una autoritaria... Y sinceramente, no podía decidir cuál le gustaba más.
—Mmm... – tarareó indecisa. —¿Debería creerte, Tomioka-san? – se llevó un dedo a los labios y se mordió la uña. —Bueno... Eres un buen chico, no has causado problemas y sueles ser eficiente. – ladeó su cabeza mientras veía un punto lejano en el techo, ahora el dedo reposaba en su mentón, dándole una verdadera pose de pensadora. Tras un breve momento ella asintió y le devolvió una sonrisa tranquila. —Está bien. Pero no por ello dejaré tu castigo de lado... – giró un poco cabeza y contempló la gran pila de papeles que aún estaban pendientes de revisar. —Veo que tienes mucho trabajo pendiente, ¿Eh? Qué pena. – jamás sonó despectiva, más bien reflexiva. —Creo que ya sé que te pondré a hacer. – bajó del escritorio con suma gracia y se sacudió la falda para alisarla. —En un rato más te mandaré tu trabajo, lo espero para final del día. Si logras terminarlo para entonces, considérate perdonado. – con ello dio media vuelta y se dirigió a la puerta. —Nos vemos pronto, Tomioka-san. – salió y cerró con lentitud.
El recorrido que dejó, quedó perfumado con su exquisito perfume y, por si fuera poco, su escritorio también tenía el olor. Giyuu parpadeó para despertar de su ensoñación. Se llevó las manos al rostro y lo cubrió para después dejar escapar el aire que había acumulado en sus pulmones.
—¿Qué fue eso? – musitó mientras todavía tenía problemas para guardar la compostura. Se tocó el pecho y el abdomen, los sitios donde ella había posado su dedo y se percató que el cosquilleó no se iba, sino que, por el contrario, parecía que se había intensificado en cierta parte de su anatomía.
Se sonrojó ante esto y desvió la vista para intentar pensar en algo diferente. Se acomodó en la silla y tomó los papeles restantes, mejor enfocarse en el trabajo antes que en otra cosa, porque, estaba seguro que, de no haber juntado hasta el más mínimo gramo de su fuerza de voluntad... Los cargos en su contra se habrían ampliado y hasta puede que eso no sólo le costara el empleo.
Pero, ¿Quién podía culparlo? Su supervisora era demasiado sexy como para pasarlo por alto.
Continuará...
Acabamos de empezar, así que no coman ansias. Shinobu tendrá otra oportunidad de seducir a Giyuu y quien sabe hasta qué punto puedan llegar, ¿O qué opinan ustedes?
¿Merece un comentario?
Yume no Kaze.
