Disclaimer: Esta es la primera historia que pongo en ff.net, espero que les guste. Los personajes son del maestro J.R.R. Tolkien, salvo uno que otro que invente para la ocasión. No gano nada con esto, todo es solo con fines de divertirlos a ustedes y entretenerme yo. Es un fanfic slash/yaoi, o sea, relación chico-chico. No quisiera herir susceptibilidades, así que si no te gustan este tipo de relatos, baja el menú que esta arriba y ve al rating correcto a tus necesidades. Si les gusta lo que leen, dejenme reviews, por favor! ¡Disfrútenlo!
Lanthir
Aragorn no supo cuanto tiempo había pasado con Legolas entre sus brazos. Solo sabía que ya era de noche, que el elfo se había dormido y él también. No se dio cuenta de a que horas lo venció el sueño. Despertó un poco sobresaltado; la habitación estaba a oscuras y solo la luz de la luna se colaba por la ventana, iluminando el cuerpo de Legolas. Aragorn lo vio, acurrucado junto a él, con la cabeza apoyada en su hombro y los ojos entrecerrados; tenía una expresión de paz en el rostro. El brazo de Aragorn aún acunaba su cabeza, y el de Legolas estaba sobre el pecho del mortal.
Al darse cuenta de lo que estaba haciendo, Aragorn tuvo el impulso de salir corriendo. No entendía el por que este elfo le provocaba tales sentimientos; el nunca había actuado así con nadie, mucho menos con un hombre!
Su mente era una maraña de pensamientos encontrados, y trato de quitar el brazo de Legolas; el elfo se agito un poco en sueños, y termino apretándose mas contra él, sin despertarse.
Aragorn se estremeció al sentir el cálido cuerpo junto a él. Desde esa posición, solo veía la rubia cabeza de cabellos trenzados, y la pálida mano que se aferraba a su capa. Su suave respiración era hipnótica. Aragorn desistió de su intento por levantarse, y contempló al elfo dormido.
Era extraordinariamente hermoso, mas sublime que cualquier otra criatura que hubiera conocido antes. Tenía un largo y suave cabello dorado que le caía hasta la espalda; los profundos ojos azules brillaban como gemas en el rostro de delicados pómulos, la piel tan diáfana que parecía reflejar la luz. Era alto y delgado, con una gracia natural en los movimientos que lo hacía parecer ligero al andar.
Aragorn se dijo que era imposible no sentir simpatía por aquel joven. No solo era bello físicamente, sino que pudo vislumbrar la profundidad de su alma unas horas antes. Decidió no huir de Legolas y lo que le provocaba, sino quedarse y aprender todo cuanto pudiera de él. Arropo al elfo y a él mismo con la capa, y se volvió a dormir.
Cuando despertó, Legolas no estaba. Se asustó al pensar que tal vez su compañero se había molestado al ver que habían dormido juntos. No paso nada, claro, pero quien sabe que reacción tendría el elfo.
Salió de la habitación, buscándolo. Recorrió los pasillos y salones de la casa. Llegó finalmente a la cocina, y allí lo vio dándole la espalda mientras buscaba algunas cosas en la alacena.
Le pareció que a la luz del sol se veía aún mas atractivo. Estaba pensando en eso, cuando Legolas volteó.
-¡Aragorn! Que bueno que ya despertaste. ¿Tienes hambre? Espero que mi señor no se moleste por tomar la libertad de servirme yo mismo, pero no encontré a nadie en la casa. Quizá están organizando la partida, por lo que debemos apresurarnos a comer y salir a buscarlos-
Aragorn se sintió aliviado al ver que el elfo no estaba molesto. Se sentó a la mesa, murmurando unas palabras de agradecimiento mientras Legolas le servía vino, queso y pan.
-No tendrías que estar haciendo esto, se supone que tu eres el invitado- dijo Aragorn.
-No te preocupes, no me molesta hacerlo-contesto Legolas, al tiempo que tomaba asiento frente al humano- Además, tengo que agradecerte de alguna forma lo que hiciste por mi anoche-
Miro a los ojos a Aragorn, con expresión agradecida.
-Hacía tiempo que tenía esa presión sobre mi, y no había nadie con quien pudiera desahogarme. Disculpa si te hice sentir incomodo.-
-No te preocupes Legolas. Lamento que tu pueblo este sufriendo, y ojalá y nos hubiéramos conocido en otras circunstancias, pero estoy feliz de tener a alguien con quien hablar. Es raro conocer a alguien de mi edad en este lugar.-
Legolas rió, y poniendo su mano sobre la de Aragorn, le dijo:
-¿Cuántos años crees que tengo?-
Aragorn sintió una súbita calidez al sentir el contacto del elfo, y tratando de disimular, le contesto:
-Con tu gente nunca se sabe, pero no creo que tengas mas de 50 años-
Una nueva risa de parte de Legolas ilumino su cara. Soltando la mano de su amigo, tomo la copa de vino, dándole un sorbo.
-Tengo 1,562 años. De hecho, mi cumpleaños es en un mes.-
Aragorn quedo sorprendido. Nunca pensó que Legolas tuviera esa edad, considerando la forma en que actuaba. Era una rara mezcla de la candidez de la juventud y la sabiduría de la experiencia.
-Estoy pasmado, amigo. No pensé que fueras tan antiguo.- dijo Aragorn mientras terminaba el ultimo bocado- Vayamos a buscar a Elrond.-
Fueron hacia las caballerizas principales, que quedaban a las afueras del valle. En el camino, Legolas habló brevemente sobre su vida, a instancias de Aragorn. Estaba encantado con el elfo, y sentía su corazón lleno de algo que no conocía. Le dolía ver la sombra de preocupación en su rostro, una sombra que no se iba del todo a pesar de su aparente calma.
Cuando llegaron al lugar, vieron que ya había un grupo bastante numeroso de soldados.
-Amigos míos- dijo Elrond, saliendo a recibirlos- He convocado a las fuerzas de Rivendel, explicándoles la situación, y todos han accedido a ir. Estamos preparando el viaje, hoy por la noche estarán listos para partir.-
-Agradecimiento eterno para mi señor de parte de la gente del Bosque Negro. Nos salvaremos gracias a usted-
-Por supuesto que yo también cabalgaré rumbo a la batalla- dijo Aragorn.
Legolas lo miro preocupado.
-No Aragorn, eres demasiado valioso como para arriesgarte en una batalla que no es tuya-
-Una afrenta a los elfos es una afrenta a mi. Han sido mi familia desde siempre, y no pienso abandonar a un amigo en un momento de necesidad- dijo tajantemente.
Legolas observó la determinación en Aragorn, y supo que iría tras ellos de una u otra forma. Así que dándole unas palmadas en el hombro, le dijo:
-Entonces, eres bienvenido con nosotros, hijo de Arathorn. Que tu espada sea bienaventurada en la lucha.-
Unas horas después, al abrigo de la noche, partieron rumbo a Mirkwood con las bendiciones de Elrond. Aragorn estaba algo nervioso, pues era la primera vez que salía tan lejos, a una tierra extraña para él. Pero el cariño por el elfo avanzaba inexorablemente en su corazón, y eso le daba valor para seguir adelante.
La travesía fue agotadora. Tres días avanzando casi sin descanso, llevando las fuerzas de los caballos hasta el limite. Solo se detuvieron una par de veces para comer, pero no para dormir. Los elfos no necesitan descansar de la misma manera que los humanos; pueden hacerlo mientras cabalgan, dejando viajar a su mente por recuerdos de cosas hermosas. Y Aragorn, siendo el único mortal en el grupo, tenía que ajustarse a las costumbres de los demás. Cabalgaba junto a Legolas, quien no apartaba la vista del horizonte, como queriendo tener alas y volar hasta su hogar.
En un momento del viaje, Aragorn se empezó a sentir mal. Habían tenido que vadear un río de aguas heladas que bajaba de la montaña, y se sentía resfriado desde entonces. No dijo nada, no queriendo preocupar a nadie. Pero a partir del segundo día por la noche, su malestar empeoro, y aunado al cansancio, apenas se sostenía en el caballo. Aún así, siguió junto a Legolas. El elfo lo noto extraño, y le preguntó si estaba bien; pero Aragorn lo tranquilizo, diciéndole que no le pasaba nada. Así que siguieron adelante.
Cuando llegaron al bosque, encontraron que una cantidad enorme de trolls y una horda de orcos que los dirigían, ya estaban a punto de entrar a la ciudad. Legolas pensó que lentos como eran, tardarían al menos dos días mas en llegar. Pero por alguna razón, habían llegado antes que ellos.
Cuando vio su error y la mayor parte de su hogar destruido, Legolas se volvió loco de furia y pesar. No oyendo razones, cabalgo a través de los campos en llamas y las casas destruidas rumbo al castillo de su padre, el único lugar que los enemigos aún no habían dominado. No había ningún soldado fuera de aquellas murallas, pues los que lograron sobrevivir se replegaron al interior de la fortaleza; solo las inmundas bestias se encontraban en el campo frente al palacio, intentando entrar.
-¡Legolas, no!- le gritó Aragorn cuando lo vio irse. Sentía que las fuerzas se le iban, pero aún así luchaba contra los enemigos que encontraba a su paso. Los elfos de Rivendel estaban a las orillas del campo de batalla en que se había convertido el valle. Peleaban con fiereza contra los trolls y los orcos, rompiendo sus filas y obligándolos a retirarse.
Aragorn veía como el elfo se alejaba, y olvidándose de todo, fue tras él, aferrándose a la crin del caballo y sintiendo el cansancio mas grande del que tuviera recuerdo.
Legolas casi volaba sobre el camino, sin sujetar las riendas, pues arco y flecha en mano, disparaba a cuanto enemigo tenía a su alcance. Cuando se le acabaron las flechas, saco la espada y empezó a atacar. Un grupo de orcos pronto lo rodeó, y Aragorn vio impotente como un enorme troll lo tiraba de la montura de un brutal golpe. El Dunedain espoleó al corcel y corrió a toda velocidad hacia donde estaba Legolas. Este yacía aturdido en el suelo; varios orcos le ataron los brazos y piernas rápidamente, y como una broma cruel, se hicieron a un lado, indicándole al troll que lo aplastara.
Al borde de la inconciencia, Legolas vio una espantosa pata que se cernía sobre él. De repente, se escucharon unos gritos de confusión, y el troll lanzo un terrible chillido. El elfo vio a Aragorn sobre la espalda de la bestia, hundiéndole la espada en la nuca. Se desplomó a solo unos centímetros de él, y Aragorn cayo unos metros mas allá. Se levantó con dificultad, y abatiendo a un par de orcos (los demás se habían dispersado en la confusión), se acercó a Legolas.
-¿Estas bien?- le preguntó mientras le quitaba las amarras.
-Creo que tengo las costillas rotas, pero puedo caminar- dijo el elfo levantándose trabajosamente- Lo siento, no estaba pensando con claridad-
-Olvídate de eso, tenemos que salir de aquí cuanto antes- dijo Aragorn con la voz ronca. Se sentía mal, muy mal.- Los orcos pronto volverán-
El caballo de Legolas yacía muerto cerca de allí, apuñalado por las bestias, pero el de Aragorn seguía vivo y acudió en cuanto lo llamaron.
Legolas subió primero, ayudando a Aragorn. Hasta ese momento se percato de lo mal que estaba el humano, y una punzada de culpa atravesó su corazón. Tan ensimismado había estado en sus propios problemas, que no notó lo que estaba sufriendo su amigo.
Aragorn subió detrás de él, y apoyo la cabeza en su hombro. Se aferró a su camisa, y emprendieron la marcha rumbo al castillo. No tenía caso volver con los demás; un ejercito de enemigos los separaba de ellos, y estaban mas cerca de la ciudad de cualquier forma. Legolas aún no sabía como había llegado hasta allí sin que lo derribaran antes.
Los orcos estaban ocupados luchando con los recién llegados, y no se veía ninguno en el camino lateral al palacio, así que hacia allá se dirigieron. Había una pequeña puerta oculta en ese lado, y Legolas esperaba poder pasar por allí.
En un momento de la cabalgata, Legolas escucho un ruido y sintió un ligero golpe, así que apresuro la marcha. Aragorn murmuro algo ininteligible, y de repente sus brazos se aflojaron de la cintura de su compañero. Legolas tuvo que sujetar las manos del humano alrededor suyo para que no cayera, y preocupado, pensó que el cansancio y la enfermedad lo habían vencido por fin.
Llegaron a la puerta, medio oculta por la maleza. Legolas tocó y dijo la contraseña, y los guardias lo dejaron pasar. Adentro todo era un caos; los heridos yacían por todas partes, y unos presurosos curanderos los atendían. Había mucha hermosa gente llorando por las pérdidas, y otros buscaban desesperadamente a sus seres queridos entre los heridos. Los pocos soldados que quedaban, organizaban un nuevo ataque, aprovechando que los orcos peleaban con los elfos de Rivendel.
Uno de los guardias se acercó a Legolas.
-¡Su majestad! ¿Cómo llegó hasta aquí? Estoy muy contento de verlo, sabíamos que volvería con refuerzos. Desafortunadamente, ya es tarde para algunos- dijo, mirando tristemente a su alrededor.
-Vine de Rivendel en cuanto pude, Silätan. Ayúdame- le dijo al elfo, tratando de bajar a Aragorn del caballo- Esta enfermo-.
En la mente de Legolas, los minutos que siguieron se hicieron borrosos, como vistos a través de un cristal empañado.
Una tibia y húmeda sensación en la espalda. Silätan dando un grito, al ver la gran mancha carmesí en la espalda de su príncipe.
Y la sensación de vacío que experimento Legolas, al darse cuenta de que la sangre no era suya, sino de Aragorn, que yacía ahora, de lado en el piso, con una flecha en la espalda y un reguero de sangre saliendo de su boca.
Hola y gracias por leer este fanfic! :) Espero que les haya gustado este capitulo, dentro de unos días pondré el siguiente.
*Elloith: ¡Gracias por el review! De hecho, no es mi primer fanfiction, pero si es el primero que pongo aquí. Que bueno que te gustó, espero que el resto te resulte igual de bueno! :)
*LG: ¡Hola amiga! Sip, el amor a primera vista es lindo, y rendirse ante él (como lo hace Aragorn) es mejor! ¡Gracias por el review!
Lanthir
