Disclaimer: Esta es la primera historia que pongo en ff.net, espero que les guste. Los personajes son del maestro J.R.R. Tolkien, salvo uno que otro que invente para la ocasión. No gano nada con esto, todo es solo con fines de divertirlos a ustedes y entretenerme yo. Es un fanfic slash/yaoi, o sea, relación chico-chico. No quisiera herir susceptibilidades, así que si no te gustan este tipo de relatos, baja el menú que esta arriba y ve al rating correcto a tus necesidades. Si les gusta lo que leen, déjenme reviews, por favor! ¡Disfrútenlo!
LanthirNota: Este capitulo contiene escenas de sexo homosexual explicito, favor de leerlo con discreción y open-mind.
Después de varias semanas, por fin llegaron a Rivendel. Apenas acababan de entrar a las espléndidas cámaras de la casa de Elrond, cuando Arwen salió a darle la bienvenida a Aragorn. Estaba muy feliz de verlo después de una larga temporada alejados, y no le importó mostrarse efusiva frente a los visitantes. El mortal estaba contento de verla también, y la abrazó con cariño, pero alcanzó a ver el rostro de Legolas junto a ellos; en sus ojos se reflejaba un dejo de dolor, a pesar de que su expresión estaba imperturbable, así que se separó suavemente de la elfa. Arwen pareció no darse cuenta de nada, y después de saludar a los invitados, los condujo al hermoso comedor, donde se les unió Elrond en una magnifica cena de bienvenida.
Todos parecían estar felices, y Thranduil y Gandalf hablaron largamente con Elrond, sentados en la cabecera de la mesa. En el otro extremo, Arwen conversaba con Aragorn; junto a él, un silencioso Legolas comía con la vista fija en el plato. Su hermoso rostro no demostraba celos, o rencor, o miedo. En realidad, parecía la faz en blanco de una bella pieza de porcelana. Lo único que noto Aragorn era que estaba distante. Hablaba cuando se dirigían a él, sonreía ante las cortesías de los demás, pero qué estaba pasando por su cabeza en esos momentos, el mortal no sabía decirlo.
En realidad, Legolas sintió por primera vez en su vida la sensación asfixiante de los celos, cuando vio a Arwen y a Aragorn juntos. Se repetía una y otra vez que no era correcto que se sintiera así, que el dúnedain lo quería a él y que estaban destinados a estar juntos. Pero siendo sincero consigo mismo, Legolas descubrió que de esta última parte no estaba tan seguro. Bien podría ser el dueño del corazón del mortal, pero eso no le garantizaba que fuera a quedarse con él. No era tonto, y sabía lo que Aragorn se jugaba en caso de abandonar todo por un amor como el suyo. Empezó a preguntarse si todo esto había sido lo correcto; no quería dañarlo, y empezó a dudar de la determinación de seguir junto a él.
Ensimismado en sus pensamientos, de repente sintió una mano cálida que estrechaba la suya por debajo de la mesa. Volteó y vio al dúnedain observándolo con una suerte de sonrisa velada y secreta, y Legolas sintió como si solo ellos estuvieran en el salón, compartiendo el mismo sentir. La balanza de su corazón volvió a inclinarse hacia Aragorn. Le sonrió de vuelta, apretando su mano fuertemente y luchando por contener las lagrimas. No podía evitarlo. Necesitaba estar con él, y lucharía por su amor. El momento de duda había pasado.
La cena acabó, y los viajeros, satisfechos y cansados, se retiraron a las habitaciones que les fueron designadas.
Aragorn y Legolas por fortuna tuvieron cuartos vecinos, y en medio de la fría y húmeda alba, el mortal se deslizó subrepticiamente hacia la estancia del elfo.
Entró sin hacer ruido, cerrando la puerta tras de si. La habitación estaba a media luz, pues solo los primeros rayos de sol fugitivos de la niebla entraban por la ventana. Legolas estaba frente a la misma, viendo al recién llegado; su esbelta figura se recortaba contra la claridad creciente del exterior, enmarcando su rostro en un velo de oro que caía libre sobre sus hombros desnudos. Solo vestía unos ligeros pantalones de lino, y veía a Aragorn con esa expresión sublime que acaso los Valar poseían.
El mortal se acercó a aquella estatua de mármol viviente que extendió los blancos brazos para recibirlo. El beso fue dulce y largo, cargado de significado y de mudas palabras de afecto y amor. Los dedos de Legolas despojaron lentamente de sus ropas a Aragorn, disfrutando de la calidez que despedía su compañero. Este deslizó suavemente los pantalones del elfo, que formaron una sedosa laguna a sus pies. Se abrazaron en su desnudez, estrechándose con afecto, como si nunca fueran a estar juntos de nuevo. El sentimiento entre los dos era agridulce; el tierno amor que los invadía estaba oscurecido por la incertidumbre. Sin embargo, ambos decidieron renunciar a la conciencia, y se dejaron llevar.
Unos rayos de sol iluminaban la cama donde el hombre y el elfo cayeron. Cabellos azabache y cabellos dorados se mezclaron en las sabanas; las manos de Aragorn recorrieron los esbeltos y definidos músculos de Legolas, estremeciéndole con su contacto. El elfo cerró los ojos y sintió los labios de su amante recorriendo su cara y su cuello, tan ligeros que parecían un soplo de brisa fresca. Legolas acarició la espalda de Aragorn, desde la nuca hasta la esbelta cintura. Suave piel que supo dulce bajo sus labios. Su proximidad era el paraíso para el elfo, que sentía su corazón desbocado, el deseo creciendo dentro de él. Dejó que el mortal se colocara sobre él, piel con piel; Aragorn lo beso apasionadamente, y se levantó de la cama. Rápidamente buscó entre las cosas del tocador algo que pudiera servirle. No quería dañar al elfo en lo absoluto, y se prometió que lo haría inmensamente feliz. Por fin encontró un pequeño frasco de cristal con un líquido suave y perfumado, y regreso con Legolas. Lo acaricio tiernamente, y llevó las rodillas de su pareja hacia el pecho. Uso el líquido del frasco, estimulando a Legolas con un dedo, con mucho cuidado de no lastimar a aquella aparición de belleza rubia bajo él, y disfrutando de los suaves gemidos que salían de sus labios. El elfo se abandonó al placer que le provocaba Aragorn, y deseando que sintiera lo mismo, alargó su mano hasta alcanzar el firme miembro de su amante. Masajeó la dureza del mortal hacia arriba y abajo. Sintió el estremecimiento de Aragorn bajo sus caricias, y los besos se volvieron mas apasionados aún.
El mortal introdujo un segundo y después un tercer dedo con delicadeza, acariciando a Legolas y murmurándole cuanto lo quería. Buscando la dilatación que necesitaba, empezó a estimular al elfo con la punta de su pene, moviéndolo poco a poco hacia adentro, con movimientos circulares, resistiendo las ansias de entrar de una vez dentro del cálido cuerpo de su pareja.
Legolas estaba nervioso; nunca había realizado algo por el estilo, de hecho era el primer hombre con el que estaba. Claro que había tenido experiencias antes, pero siempre habían sido con damas; era la primera vez que se encontraba en una situación así. Sin embargo, Aragorn era tan delicado y considerado con él, que poco a poco perdió todo rastro de temor y se relajó, esperando ansioso por tener a su amado dentro de él.
Cuando Aragorn vio que Legolas estaba listo, aplicó un poco mas de líquido en el elfo y en él mismo, y lo penetró lentamente, hasta estar totalmente dentro de él.
Legolas se relajó todo lo que pudo, y sintió a Aragorn llenándolo poco a poco. Nunca había sentido tal sensación placentera y diferente, el mortal tocando algo que ni él mismo conocía. Suspiró, y entrelazó las piernas alrededor de Aragorn, acoplándose al suave movimiento que el mortal realizaba. Aragorn estaba extasiado; era delicioso entrar y salir del elfo, y poco a poco acelero sus movimientos, siempre pendiente de las reacciones de su compañero, y llenándolo de besos y palabras dulces. Acaricio los suaves cabellos, y beso la tierna piel de los párpados cerrados de Legolas. Deslizo su mano hacia el miembro del elfo, acariciándolo con pasión. Unos minutos después, sintiendo que ya no podía mas con tanto placer, Aragorn sintió su mano inundarse de la esencia de Legolas, mientras el elfo arqueaba la espalda y gemía dulcemente. Entonces el dúnedain llegó al clímax también, dentro de su amante. Se quedaron un rato así, uno sobre el otro, el mortal disfrutando de la piel húmeda del elfo. Se tendió a su lado y acariciándose mutuamente se quedaron dormidos.
Aragorn regresó a su habitación un rato después. Ahora estaba convencido: No renunciaría a su elfo, pasara lo que pasara. Arriesgado, si. Estúpido, tal vez; pero nunca errado. Lo que sentía era poderoso, y algo tan real y puro no podía ser malo. Ya encontraría la manera de que las cosas salieran bien. Pero por el momento, una calma y tranquilidad que no recordaba desde hace mucho cayeron sobre él. Su corazón no dudaba mas. Durmió un rato en su habitación, y despertó con el primer toque de trompetas que anunciaban el desayuno. Se vistió y bajó al comedor.
Por su parte, Legolas despertó con las trompetas también. Sonrió para si mismo al recordar lo de un rato antes, y mientras se vestía, se dio cuenta de que el amor que sentía por Aragorn era correspondido, no había duda. Y eso fue suficiente para él. Bajó al comedor tarareando una antigua canción elfica de amor, conteniéndose de dar pequeños saltos de felicidad por el pasillo. En realidad, podría haber ido zapateando de allí hasta Mordor y de regreso, tanta era su dicha.
Cuando Legolas entró al comedor, ya estaban desayunando todos en la gran mesa. Divisó a Aragorn desde la puerta, y vio que el sonriente humano le señalaba el asiento vacío junto a él. Después de saludar a los demás cortésmente, se sentó junto al mortal. Felizmente, Arwen no se encontraba en la mesa como el día anterior.
-Elrond la ha enviado a invitar a algunos Señores Elfos a la reunión, considera que todos deben de estar enterados de los acontecimientos- le dijo a Legolas.
Pasaron el desayuno hablando en voz baja, solo para ellos, resistiendo el impulso de abrazarse o dar otra muestra de afecto que no fuera amistad. Aragorn le dijo a Legolas que hablaría con Arwen en cuanto volviera de su viaje, dos días después. El elfo se mostró complacido, aunque la culpabilidad apareció en su mente. Pobre Arwen Undomiel; ella no sabía nada de lo que vendría.
El resto de ese día y el siguiente lo pasaron ocupados, hablando con Gandalf, Thranduil y Elrond, quien parecía sospechar algo. La proximidad constante de Legolas y Aragorn le pareció rara. No era mera amistad lo que los unía, y el Señor de Rivendel lo había podido vislumbrar. Sin embargo, pacientemente, esperó.
Por la mañana del segundo día, llegó Arwen, junto con otros Señores Elfos de tierras vecinas. Celebraron consejo, entablando estrategias y planes para el futuro. Sin embargo, la mayoría de los elfos no tomaban muy en serio todo esto; después de todo, ellos partirían a las Tierras Imperecederas en unos años, que para esa raza era como un suspiro en el tiempo. Solo la casa de Elrond, Aragorn y Legolas les preocupaba en verdad el destino de la Tierra Media. Legolas sabía que Aragorn gobernaría Gondor algún día, y no quería que el reino de su amado fuera un páramo desierto bajo la amenaza de la Sombra.
Después de la reunión, se invitó a los visitantes a una espléndida cena tardía. Cuando terminaron, Arwen le dijo a Aragorn que lo esperaba en el puente. El mortal volteó a ver a Legolas con aprehensión: había llegado la hora.
¡Hola a tod@s! :D Espero que este capitulo les haya agradado. Las cosas ya se resolvieron entre Legolas y Aragorn, pero ahora se complican con las personas a su alrededor :P ¿Qué pasará? Sinceramente ni yo misma lo se, pero algo saldrá, je, je :)
Mil gracias por sus reviews, en cuanto este online de nuevo los contestaré, no olviden poner sus opiniones! ¡Gracias! :D
Lanthir
