Disclaimer: Esta es la primera historia que pongo en ff.net, espero que les guste.  Los personajes son del maestro J.R.R. Tolkien, salvo uno que otro que invente para la ocasión. No gano nada con esto, todo es solo con fines de divertirlos a ustedes y entretenerme yo. Es un fanfic slash/yaoi, o sea, relación chico-chico. No quisiera herir susceptibilidades, así que si no te gustan este tipo de relatos, baja el menú que esta arriba y ve al rating correcto a tus necesidades. Si les gusta lo que leen, déjenme reviews, por favor! ¡Disfrútenlo!

Lanthir

Arwen era una noble y buena dama, orgullosa hija del Señor de Rivendel. A pesar de su  larga vida, nunca se había enamorado como lo hizo de Aragorn. Desde la primera vez que lo vio en los jardines de Rivendel y él le dijo "Tinúviel, Tinúviel", supo que su corazón estaba destinado a ser de aquel joven. Al principio, Aragorn era claramente solo cortes con Arwen, y ella lo sabía. Pero con el paso del tiempo, y a base de amor y apoyo incondicionales, conquistó su corazón. O eso creía ella.

Arwen sabía que Aragorn ocultaba algo muy profundo, y a pesar de que los años pasaban y se habían confiado mil cosas, él nunca le había dicho nada. Ella decidió abandonar el intento de saber que era, pues tenía confianza total en el mortal.

El día que Aragorn le dijo que pediría su mano, fue el mas feliz de su vida. Las casas de Gondor y Rivendel se unirían gracias a su amor, y a pesar de que años después se viera abandonada frecuentemente por el objeto de sus afecciones, estaba contenta. Sabía que las misiones en las que Aragorn se mezclaba eran necesarias para su futuro juntos.

Todo había sido igual por mucho tiempo, pero cuando Aragorn volvió del Bosque Negro con Gandalf, Thranduil y Legolas, notó algo extraño. Lo conocía demasiado bien, y desde que puso los ojos en él, supo que algo había cambiado. Actuó como siempre y se mostró contento de verla, pero algo andaba mal. La maravillosa percepción de su gente no era vana, así que cuando regresó de las tierras vecinas por encargo de su padre, lo citó de inmediato en su lugar acostumbrado de reunión: El puente junto a la cascada.

Era una fresca noche estrellada, y Arwen se encontraba sentada a la orilla del puente, envuelta en un hermoso manto blanco. Su cabello azabache estaba entretejido de florecillas que brillaban pálidas a la luz de la luna. Tenía la vista fija en el agua que corría unos centímetros bajo sus pies... sentía que algo andaba mal. Una opresión en el pecho se lo decía, un lejano dolor anticipado a los hechos. Sin embargo, no podía precisar el por que de este presentimiento. Algo relacionado a  Aragorn...

Una mano firme se cerró con suavidad en su hombro. Ella apoyó su mejilla contra esa mano conocida y amada. Estel.

El mortal se sentó junto a ella, besando su blanca frente con ternura. Se quedaron observando el agua, los árboles y las estrellas en silencio por unos minutos. Era como la tranquilidad previa a la tormenta.

Al fin, Arwen habló, la suave voz desprovista de cualquier orgullo o ira.

-Algo ha pasado, ¿no es así?-

Aragorn asintió levemente. Sabía que iba a ser difícil, pero no tan profundamente doloroso.

-¿Me lo dirás?- preguntó Arwen, mirando al hombre por primera vez. Había miedo en sus hermosos ojos azules. El mortal sintió su corazón encogerse, pero tenía que hacerlo. Amaba a Legolas sobre todas las cosas.

-Yo... es algo difícil de explicar, Undomiel, Estrella de la Tarde. Es algo que he venido arrastrando conmigo desde hace largos años, y que a descansado en un rincón de mi corazón, hasta hace poco...-

Las palabras, al principio vacilantes, pronto manaron como agua de los labios de Aragorn. Por primera vez le contó a otra alma de su historia con Legolas, y a pesar de ver el daño que le provocaba a la elfa y a el mismo, no pudo parar hasta que llegó al final, a la difícil decisión de abandonar a Arwen para buscar un futuro junto al rubio elfo. Cuando terminó, sintió sorprendido las cálidas lagrimas que caían de sus ojos para ir a unirse a las aguas del río bajo sus pies. Estaba hecho.

Arwen estaba impávida. Su rostro parecía totalmente blanco, y una solitaria lagrima que reflejaba la luz caía por su mejilla. Sus labios temblaban imperceptiblemente, y sus ojos parecían haber perdido toda su luz característica.

Levantó el rostro, y le dijo a Aragorn, con la voz calmada y apenas audible:

-¿Cómo pudiste hacerme esto?-

Acto seguido, y antes de que Aragorn pudiera hacer algo, se arrojó al río. El agua le llegaba a las rodillas, y arrastrando el manto tras de sí, vadeó el lecho hasta la orilla, y se alejó hacia las luces de la casa. Aragorn se sintió el ser mas miserable de toda la Tierra Media. Le hubiera dolido menos si Arwen le hubiera gritado, si hubiera mostrado enojo. Pero la expresión de absoluta decepción y dolor en su rostro, y luego la inesperada reacción que tuvo lo dejaron perplejo y dolido mas de que se imaginaba. Se quedó sin moverse, viendo como la esbelta figura de Arwen se perdía entre las sombras de los árboles. El dolor le atenazaba el pecho y pronto se concentró en su cabeza. Bajó hasta el agua, tal como lo había hecho Arwen un rato antes, y se inclinó para lavarse la cara. El fresco contacto calmó un poco su dolor, tanto moral como físico, y reflejado en la cristalina superficie, vio la rubia figura de Legolas, de pie sobre el puente, su mirada cargada de dolor. Sabía que el mortal había tenido que hacer algo muy difícil por él. Extendió una mano para ayudar a Aragorn a subir de nuevo, y se abrazaron bajo la luz de la luna.

A la distancia, una sombra embozada en un manto gris los observaba. Dio media vuelta y se dirigió con pasos rápidos y furiosos a la casa.

****************

Pasaron 4 semanas desde el encuentro de Arwen y Aragorn en el puente. Casi todos se habían retirado a sus respectivas tierras, incluso Gandalf y Thranduil se habían marchado. Legolas se quería ir también; se sentía mal estando en aquel lugar donde había provocado la desdicha de alguien, pero Aragorn le suplicó que se quedara hasta que pudiera poner en paz las cosas con Arwen. Después, se retirarían a algún sitio alejado a pasar una temporada. Legolas accedió a regañadientes, y trató de mantenerse lo mas alejado posible de la elfa.

Arwen actuaba como siempre, comiendo en la cabecera de la mesa con todos los demás y asistiendo a las reuniones de la casa. Pero a pesar de no haber perdido su dignidad y dominio, era claro que algo le sucedía. No había cruzado palabra con Aragorn desde aquella fatídica noche, y se notaba que estaba mas triste que nunca. Parecía que su belleza se marchitaba día tras día, a pesar de no presentar cambios aparentes. Aragorn deseaba que dejara de sufrir, pues no soportaba verla así. Necesitaba hacerla entender que era mejor ser fieles a sus sentimientos que vivir en una mentira.

Una tarde, la siguió hacia el bosque, donde Arwen acostumbraba pasar las tardes. Cuando ella se sentó junto a un apacible lago, apoyada la espalda en las nudosas raíces de un árbol, el dúnedain tomó asiento junto a ella.

La elfa tiraba piedrecillas desenfadadamente al agua, viendo como creaban ondas alrededor. Después de un rato, le dijo a Aragorn:

-Cuando una piedra cae al agua, se rompe la tranquilidad de toda la superficie. Las ondas son violentas al principio, pero conforme se alejan del centro, se van suavizando, diluyéndose hasta perderse. La piedra se queda en el fondo del lago, pero al final, el agua vuelve a ser un espejo impoluto.- Volteó a ver al mortal, y le tomó una mano. –Tu sabes que me has hecho daño, pero estoy segura que no tuviste la intención de hacerlo. Nunca voy a olvidar el tiempo que estuvimos juntos, y a pesar de que mi alma llorará esta separación durante largo tiempo, tengo que dejarte ir, por tu bien y por el mío. No deseo seguir triste por mas tiempo.-

Aragorn la vio, con la arrogancia de los de su raza velada por la aceptación de lo que era. La abrazó con dulzura, y le susurró al oído:

-Hannon le-

Pero de repente, de entre los árboles, apareció la figura embozada de gris. Se acercó a ellos furiosamente, al tiempo que se quitaba la capucha. Era Elrond, con la mirada encendida, señalando a Aragorn con un dedo acusador.

-¡Tu! ¡¿Cómo pudiste dejar a la Dama de Rivendel, y por él?! ¡Después de todo lo que hemos hecho por ti!-

Arwen y Aragorn se pusieron rápidamente de pie. Elrond se acercó a su hija y la jaló del brazo poniéndola tras de si, como si quisiera protegerla del mortal.

-¿Crees que no me di cuenta de que algo no andaba bien desde que volviste del Bosque Negro?- le dijo, con la voz llena de rencor.

-Elrond, yo...- balbuceó Aragorn, completamente aturdido. Sabía que tenía que decirle en algún momento lo que pasaba entre él y Legolas, pero no pensó que las cosas fueran de esa manera. Nunca había visto a Elrond tan molesto y decepcionado a la vez.

-¡Cállate! Esto no tiene justificación, Estel. Tu sabes lo difícil que fue para mi entregarte la mano de mi hija, de lo mas preciado que tengo, y después te vi partiéndole el corazón en el puente, para festejar finalmente con ese maldito hijo de Thranduil...- Se tapó la cara con la mano por un momento, como tratando de recuperar el control de si mismo. Luego siguió, con voz mas modulada, mas gélida:

-Nunca, en mis largos años, había pasado tal decepción y vergüenza... no creí que alguien que es como un hijo para mí me traicionara de esta forma. Tal vez a Arwen, en toda su bondad, pudiste manipularla para que te liberara de tu promesa...-

-Padre, por favor, él no...- dijo Arwen, tomando de la mano a Elrond, pero este le hizo un gesto para que callara.

-...pero yo no pienso dejar que eches a perder no solo tu vida, sino la de muchos otros. ¿Acaso te has puesto a pensar en la gente de Gondor, en tu futuro reinado? Eres el último de tu linaje, no te puedes permitir desligarte de tus responsabilidades, o morir sin un heredero que cuide a tus súbditos. ¡No puedes pretender presentar a ese elfo como tu cónyuge!- exclamó Elrond- Así no sea con Arwen, debes de formar una familia, ¡Una verdadera familia, maldito seas!-

Aragorn estaba congelado. Claro que había pensado en todo lo que le decía Elrond, pero ahora que escuchaba las razones de la boca de otro, le parecían mas patentes que nunca.

-Déjalo padre, yo ya lo acepté, por favor...- le decía Arwen, con una expresión de angustia dibujada en su fino rostro. Pero Elrond no le hacía caso. Siguió hablándole a Aragorn con voz inflexible. Después de una tensa pausa, prosiguió.

-En vista de la delicada situación por la que esta pasando la Tierra Media, no pienso decirle esto a nadie por el momento. Pero las cosas no se van a quedar así, Aragorn.- La mirada de Elrond era grave, fría.- El día que subas al trono de Gondor, no permitiré que lo eches todo a perder. Presiento que vienen días oscuros, mas de lo que te puedes imaginar, y solo te pido que tus acciones las dicte la claridad de tu mente y no una vaga sombra de lo que crees sentir. Quiero que te marches de Rivendel junto con el elfo esta misma noche, y que no vuelvas a menos que sea algo importante respecto al Señor Oscuro o a la guerra que se avecina. No trates de buscar o hablar con Arwen, quiero que la dejes tranquila-

Dicho esto, Elrond tomó por la mano a su hija y se fue. Arwen volteó una última vez a ver al mortal, con la cara surcada por las lagrimas,  y musitó un callado adiós. Después, se perdieron entre los árboles.

Aragorn se dejó caer en la hierba, con la cabeza entre las manos, incapaz de poner en orden sus pensamientos y sintiendo un sordo dolor en el pecho.

¡Hola! :D Antes que nada, lamento mucho la tardanza de este capitulo, pero aparte de que sigo sin internet (buaaaaaaaa!) he estado resfriada desde hace dos semanas y mi cabeza no trabaja como acostumbra :P De cualquier forma, espero les haya gustado, yo se que las cosas siempre se complican (hey! ¿Quién dijo que la vida era justa?), pero el final se aproxima y las cosas pasan por algo, como dicen por allí :) Mil gracias por sus reviews y no olviden poner mas. ¡Nos estamos leyendo! :D

Lanthir