Serenity abrió los ojos y sintió una alfombra bajo sus manos, cuando se fijó en ella vio que era completamente roja. Al levantarse, la mujer vio que estaba vestida en un vestido todo blanco que llegaba hasta sus pies. Cuando hubo terminado de inspeccionar su vestido, levantó la vista y vio que en uno de los extremos de la alfombra roja había tres tronos, similares los que había visto en las viejas películas del rey Arturo. Por encima de los tronos había un gran tapiz donde aparecían la Tierra, la Luna y el Sol. De repente Serenity sintió leves pisadas tras de sí, al girarse vio que de entre las sombras salía una chica más joven que ella. Llevaba un vestido del mismo color que ella pero más sencillo y con adornos dorados sobre el pecho. Su pelo rubio estaba recogido del mismo modo que el de ella, pero su flequillo estaba aguantado por dos cintas de perlas, en la muñeca de la chica descansaba una pulsera de coral. Cuando Serenity volvió a fijar sus ojos en la cara de la muchacha, la reconoció. Aunque su apariencia hubiera cambiado ligeramente sus ojos continuaban siendo los mismos. Levantándose pausadamente, la mujer empezó a interrogar a la joven. "¿Dónde estamos Serena?" La muchacha se acercó más, quedándose a unos pocos pasos de donde se había detenido la mujer. "Estamos en el reino de la Luna, donde tu y yo nacimos hace más de mil años." Serenity frunció el cejo, eso no tenía demasiado sentido, pero decidió cambiar de tema. "Antes le has dicho a Sammy que me darías el Cristal de Plata si recordaba quien era. ¿Puedes decirme quién soy?" Serena vaciló ligeramente, pero sabía que debía decirle la verdad a la mujer. Suspirando resignada, respondió la pregunta. "Eres su Majestad la reina Serenity del reino de la Luna, unida en matrimonio con el rey Apolo del Sol, madre de la Princesa Serenity de la Luna." Todo eso resultaba ligeramente familiar, pero por alguna razón no llegaba a recordarlo. "No lo recuerdo, ¿cuándo dices que pasó esto?" Serena ni se inmutó, era normal que la pobre mujer estuviera confusa. "Todo pasó hace más de mil años, cuando todos los planetas vivían en paz, cuando tú eras la reina del Milenio de Plata." "Ese nombre me resulta familiar, ¿qué era?" La muchacha suspiró un poco enojada, echando de menos la presencia de Luna, ella probablemente podría haberla ayudado a explicarse mejor. De todos modos, intentó explicar la historia resumida. "El Milenio de Plata era una confederación de reinos que abarcaba de Mercurio hasta Plutón, en este Sistema Solar, solo el Sol y la Tierra eran reinos apartados. Tú te casaste con el rey del Sol y yo estaba prometida con el Príncipe de la Tierra. Por desgracia todo se acabó." "¿Qué es lo que pasó?" Serena hizo una mueca, no le gustaba tener que recordar todo eso. "La reina Beryl conquistó todo el Sistema, cuando ya no hubo salvación utilizaste el Cristal de Plata para enviarnos a la Tierra, allí renacimos todos y al volver a aparecer Beryl en la Tierra nos despertamos destruyéndola. O al menos eso creíamos." "¿Por qué no querías darnos el Cristal de Plata?" La joven frunció el cejo, un poco enojada. Es que su madre no podía pensar en otra cosa? Allí estaba ella, intentando explicarle todo lo que había pasado hacía más de mil años, cosas que la reina necesitaba saber, y la mujer solo se interesaba por un cristal que ni siquiera sería capaz de utilizar puesto que no sabía lo necesario. Controlando su enojo, la joven princesa se limito a contestar la pregunta en un tono un tanto frío. "Porque solo los miembros de la familia real de la Luna son capaces de utilizarlo, y tú no estabas ni estas en condiciones de hacerlo porque ni recuerdas quien eres. Aún no sabes como debes utilizar el Cristal, pero yo tenía todos mis recuerdos y podía utilizar el Cristal para salvar la Tierra si era necesario. "¿Quieres decir que eres de la familia real de la Luna?" Serena refrena las ganas que tiene de llevarse la manos a la cabeza y gritar. Que si era de la familia? Maldita sea, se lo estaba intentando decir desde hacía mas de diez minutos. Con una voz forzada, contestó a la pregunta. "Reina Serenity, yo soy tu hija la Princesa Serenity." La mujer se queda mirando sorprendida a la chica que está delante suyo. Cuando al cabo de un momento, aun no había dicho nada, Serena se giró y dio unos cuantos pasos hacia los tronos. "Como he dicho antes todos renacimos en la Tierra, nadie sabía que tu también ibas a renacer, pensábamos que habías muerto en la luna después de que el cristal realizara el traslado." Serenity asintió, aun estaba un poco confundida, pero podría acabar de entender todo esto más tarde, cuando estuviera sola. Ahora tenía que ocuparse por su hija, quien parecía estar bastante enojada, y tal vez un poco triste. "¿No te sorprendió verme esa tarde en casa de tus. padres?" Todos el enojo abandonó el semblante de Serena, y la chica volvió a acercarse, mirando a la mujer con ojos tristes. "Madre, estuve a punto de tirarme a tus brazos ese día. Pero hubo algo en tus ojos, en tu manera de actuar, que me lo impidió." Luego añadió. "Por suerte." Serenity se mordió el labio inferior, se sentía un poco culpable por no ser capaz de reconocer a su hija. No dudaba de las palabras de la muchacha, pues vestidas de aquel modo el parecido era obvio. "Oh, debió hacerte daño que no supiera quién eras. Lo malo es que ahora tampoco te recuerdo." Serena asintió, hacía varios días que había aceptado que la reina no la recordaba. "No te preocupes, todo a su tiempo." Antes que ninguna de las dos pudiera volver a hablar, guerrero Plutón entró en la habitación. Inclinándose ligeramente, dijo: "Majestad, alteza, las guerreros están esperando a ser recibidas." Serenity pareció estar incómoda con la situación y por eso la Princesa decidió ocuparse. "Gracias Plutón, hazlas pasar dentro de unos momentos." La anciana guerrero sonrió un poco divertida. "Así lo haré alteza." Plutón se inclinó una vez más y salió de la habitación del trono, cerrando la gran puerta tras de si. Serenity miró a su hija. "¿Siempre es todo así de formal?" Serena se rió bajito. "Claro que no, pero ahora los nuevos guerreros deben jurarte fidelidad. Ven conmigo." La princesa guió a su madre hacia el trono más elevado y le indicó que debía sentarse allí. Seguidamente Serena tomo asiento en el trono colocado a la izquierda del de su madre. Ambas se quedaron en silencio hasta que las puertas volvieron a abrir. Las primeras de entrar fueron la guerrero de Venus y Mina. La Princesa de Venus vio como la Princesa Serenity palidecía al reconocerla. Con un guiño intentó tranquilizarla y acompañó a la guerrero hasta colocarse delante del trono de la reina. Mina se arrodilló de inmediato y Lili la imitó. "Majestad, alteza, como Princesa de Venus he venido aquí para presentaros a la nueva guerrero de Venus." Serena, viendo que su madre no sabía lo que debía hacer, empezó a hablar en voz neutral. "Sed bienvenidas Princesa de Venus y guerrero Venus. Lili, como guerrero Venus, ¿prometes proteger a la reina, a su familia y a su reino, usando todas tus habilidades y toda tu fuerza para el bien de la Tierra y de la gente que allí habita?" Ante una señal de Mina, Lili hizo la promesa. "En nombre de Venus, planeta del amor, y de su Princesa, lo prometo." Serena sonrió ligeramente. "Entonces se bienvenida a la corte. Levantaos." Mina indicó a Lili donde debía colocarse detrás de la reina, mientras que ella se sentaba en una de las sillas colocadas al lado de Serena. Al pasar, Mina puso su mano en el hombro de la Princesa y lo apretó un poco. Lili se quedó de pie al lado de la reina, debajo del signo de Venus. Desde allí, vio entrar a Chad con otra chica vestida de rojo. Raye y su compañero se arrodillaron en el mismo sitio que lo habían hecho Mina y Lili. Antes de bajar la cabeza en señal de respeto, los ojos de la princesa del fuego y los de Serena se encontraron por un momento. En ellos, Raye pudo ver todo el dolor que había sentido la Princesa durante estos últimos meses. "Majestad, alteza, como Princesa de Marte he venido aquí para presentaros al nuevo guerrero de Marte." Esta vez es Serenity la que habla, siguiendo la pauta que ha marcado su hija. "Sed bienvenidos Princesa de Marte y guerrero Marte. Chad, cómo guerrero Marte ¿prometes protegerme a mí, a mi familia y a mi reino, usando todas tus habilidades y toda tu fuerza para el bien de la Tierra y de la gente que allí habita?" Chad, con voz orgullosa, hace el juramento. "En nombre de Marte, planeta del fuego, y de su Princesa, lo prometo." Serenity asiente. "Entonces se bienvenido en la corte. Levantaos." Marte y Raye siguen el ejemplo de Mina y Venus, y ocupan sus lugares. Así, uno tras otro los guerreros y las Princesas fueron jurando fidelidad a la Reina Serenity. Las últimas en entrar fueron Plutón, seguida de Chibi- Usa que ahora llevaba su uniforme de guerrero. Estas, al contrario que las demás solo se inclinaron ligeramente, y en lugar de hacerlo ante la reina, lo hicieron ante la Princesa. Los demás guerreros y Serenity las miraron sorprendidos, pero Serena levantó ligeramente la mano indicando que podían levantarse. Luego, decidiendo que su hija debería estar a su lado, la llamó con voz suave. "Neo-Princesa Serenity." La pequeña Chibi-Usa inclinó ligeramente la cabeza. "¿Majestad?" Extendiendo sus brazos, Serena le indicó que debía hacercarse. "Ven aquí." La pequeña subió los pocos escalones que la conducían hacia el trono de su madre. Mientras andaba pausadamente, su uniforme cambió y se transformó en el mismo vestido que llevaba Serena. El vestido que por derecho siempre llevaba Princesa de la Luna. La joven se inclinó ligeramente y cogió a Chibi-Usa en brazos, poniéndola sobre su regazo. Todo el mundo se quedó en silencio, esperando que la reina dijera alguna cosa. La pobre mujer parecía tener miedo de equivocarse y permaneció callada. Finalmente, Serena, viendo que no estaban yendo a ningún sitio, alzó la voz. "La ceremonia ha terminado." De inmediato se levantó y se dirigió hacia el sitio donde las Princesas estaban reunidas. Plutón que había permanecido al pie de los tronos, se fue con ella mientras que los demás guerreros se quedaban indecisos en sus sitios. Serenity tampoco se movió y se limitó a observar como su supuesta hija se reunía con sus amigas. Serena dejó a la niña en el suelo y de inmediato se dirigió hacia a Urano, que se había levantado para esperar la tormenta que estaba segura le venía encima. La Princesa se plantó delante suyo, sus ojos echaban chispas y todas las demás pudieron ver que estaba muy enfadada. "¿Cómo pudiste hacerme eso Haruka? ¿Cómo pudiste hacerlo?" La otra muchacha bajó la cabeza. No se arrepentía de lo que hizo aquel día, era su misión proteger a la joven princesa. "Princesa, si no lo hubiera hecho te habrías sacrificado por nosotras." Los ojos de Serena brillaban con furia y su media luna estaba empezando a brillar. "¿Y qué? ¿Qué es lo que significa mi vida en comparación a la vuestra?" "Eso depende de a quién preguntes, Princesa." Neptuno miró con simpatía a la joven chica delante suyo. "Para nosotras tu vida es mil veces más importante que la nuestra. Es nuestro deber protegerte, no el tuyo de protegernos a nosotras." Serena sacudió la cabeza con fuerza. "Aún así no teníais derecho a hacerlo. Habéis roto los corazones de vuestras familias." Mina habló entonces en voz baja, intentando calmar a su alterada amiga. "Serenity, todas sabíamos que podía pasar. Sabes tan bien como nosotras que aceptamos ese riesgo cuando nos transformamos." "Pero entonces no teníais otra opción, cuando os transformasteis estabais en peligro, no hubierais podido negaros." "Pero podríamos haberlo hecho después, aún así no lo hicimos, y ninguna de nosotras se arrepiente. Serenity, las cosas están como deben estar." Serena se giró hacia la última que había hablado. "Pero Raye..." "Shh..." La Princesa de Marte abrazó a la ahora sollozante Serenity y empezó a consolarla. Poco a poco Serena fue pasando de unos brazos a otros hasta que se quedó en los de Urano. Esta aprovecho el momento para susurrarle en el oído. "Serena, como te prometimos siempre estaremos preparadas para hacer cualquier cosa por ti, lo que hice aquel día volvería a hacerlo sin pensarlo, y estoy segura que todas harían lo mismo." Serena asintió y se separó de la Princesa de Urano con los ojos rojos de tanto llorar. Enseguida notó como alguien se le cogía a la pierna y instintivamente colocó una mano protectora sobre la cabeza de su hija. Antes de que tuviera la oportunidad de decir nada más, Plutón habló. "Majestad, debemos volver a la Tierra." Serena suspiró y asintió. Con una última mirada hacia las Princesas, Serenity elevó el Cristal de Plata y gritó: "CRISTAL DE PLATA LLÉVANOS A LA TIERRA." Al cabo de unos segundos todos volvían a estar en los terrenos del Templo. Allí Plutón se despidió de Serena y Chibi-Usa, ignorando a los demás guerreros que aún miraban un poco desconfiados a la antigua guerrero. Una vez hubo desaparecido en uno de sus portales, Serena suspiró y miró a la niña plantada a su lado. "¿Nos vamos a casa Chibi-Usa?" La niña asintió, pero antes de que pudieran moverse, Jonatan se les adelanta y se plantó delante. "Un momento, quiero saber una cosa." Serena miró al guerrero y suspiró. ¿Que problema tenían los guerreros de Urano? ¿Es que no podían conformarse con las explicaciones simples? En un tono inusualmente frío, la princesa preguntó: "¿Qué quieres, guerrero Urano?" "¿Por qué razón esa guerrero Plutón no ha jurado fidelidad a la Reina?" Serena levantó la cabeza orgullosamente. Con sus amigas nunca habría actuado de ese modo, pero ellas no estaban y estos nuevos guerreros habían jurado fidelidad a la reina, no a ella. Para ellos ella solo era la Princesa y así actuaría. "Por la sencilla razón de que me juró fidelidad a mí. Hace mil años, en el Milenio de Plata, las guerreros estaban bajo mi control, me juraron fidelidad a mí sin que mi madre se metiera." "Así que te he quitado el puesto." Serena se giró hacia la reina y una media sonrisa iluminó su cara. "Reina Serenity. Madre, en el Milenio de Plata tenías cientos de protectores y nombraste a las guerreros mi corte personal, ahora ninguno de esos protectores existe y no es más que lógico que los guerreros te juren fidelidad a ti." Urano volvió a hablar. "¿Y qué pasa con la niña?" Serena frunció el cejo, no le gustaba nada el tono de voz del guerrero. "Chibi-Usa no necesita jurar fidelidad a nadie, es mi hija del futuro. Por ahora no creo que pueda regresar puesto que su padre ha muerto en este tiempo." La niña miró a la reina Serenity a los ojos y luego a los demás guerreros, hasta que finalmente posó su mirada en Urano. "De todos modos si tuviera que jurar fidelidad a alguien se la juraría a mi madre." Serena sonrió ligeramente. "Eso no será necesario cariño. Vamos mis padres estarán en un estado de histeria a estas alturas." Saturno miró uno de los relojes del templo y ahogó un grito. "Dios mío, nos van a matar. Vamos Serena, nos vemos chicos, Majestad." El guerrero empezó a correr, seguido de cerca por Serena y Chibi-Usa. Como había pronosticado Serena, sus padres estaban histéricos de preocupación por su hijo. En cuanto entraron, la pareja se abalanzó sobre el muchacho, llenando el aire de preguntas. "Sammy, ¿qué ha pasado?" "¿Estás bien?" "¿Te han hecho daño?" Ken e Irene ignoraron a su hija, que se había quedado plantada en la puerta. Chibi-Usa vio que en los ojos de su madre se estaban formando lágrimas y por eso cogió su mano y la apretó mientras continuaba mirando como los dos adultos se aseguraban que su hijo pequeño estaba bien. Serena, notando la pequeña mano en la suya, se apresuró a esconder las lágrimas e indicó a Chibi-Usa que la siguiera hacia su habitación. Allí la pequeña empezó a pasearse por la habitación con pasos enfadados. "¿Cómo pueden ser tan crueles? Tu también has estado fuera todo el día y ellos no te han dicho nada." Serena se sentó en la cama y la miró. "Es normal cariño, ellos no saben que soy guerrero Luna." Chibi-Usa se paró y la miró largamente a los ojos. "¿Y qué? Ellos son tus padres y deberían preocuparse por ti." Serena sonrió cansadamente. El viajecito a la luna la había dejado agotada. "Puede que tengas razón Chibi-Usa, pero ahora no quiero continuar discutiendo esto. ¿Qué te parece si nos vamos a dormir? Estoy cansada de utilizar el Cristal de Plata." La niña asintió y con la ayuda de su madre se puso uno de los pijamas que Serena tenía guardados para ella por si alguna vez venía a su época. Pronto las dos chicas estaban durmiendo, una en brazos de la otra, sin notar como alguien abría la puerta sin hacer ruido. La pareja estuvo mirando a las dos chicas por largo rato, no podían acabar de creerse lo que su hijo les había contado. Estaban empezando a ver que Serena no era la chica que ellos habían creído y no podían evitar preguntarse que otras tantas sorpresas escondería su hija. Al cabo de unos momentos, los dos adultos se miraron y con un pequeño asentimiento de la cabeza, cerraron la puerta. Mañana sería otro día y podrían hablar con su hija.