Capítulo 14.
Cuando por fin llegó, vio que todo estaba desierto. Un temblor recorrió su cuerpo cuando por fin entró en el edificio. Al final del largo pasillo, Serena distinguió una tenue luz y, decidida, se acercó. Cuando estaba a punto de cruzar el umbral que la llevaría a la otra habitación, una mano le cogió firmemente el brazo y la arrastró hacia las sombras. Justo un momento más tarde, una patrulla de youmas salieron de la habitación y bajaron por el pasillo sin verla ni a ella ni a su misterioso protector. Un poco temblorosa Serena se giró hacia su salvador y se quedó de piedra al reconocer al último de los generales, Kunzite, que la estaba mirando con una sonrisa en sus ojos azules.
"Deberíais ir con más cuidado Alteza."
El general soltó su brazo y la Princesa se separó unos pocos pasos. "Gracias Kunzite, ¿pero por qué lo has hecho?"
El hombre se inclinó ligeramente ante ella y con voz suave contestó la pregunta. "Princesa Serenity, ya hace tiempo que no estoy bajo la influencia de Beryl, desde que renací, esa tirana ya no ha tenido poder sobre mi persona, pero considerando mi posición como uno de sus hombres de confianza pensé que podría quedarme aquí y vigilar todas sus acciones."
Serena miró un poco desconfiada los ojos de su salvador, en ellos no pudo ver ni rastro del sadismo y la crueldad que solía haber en ellos. Contenta con el resultado Serena sonrió. "¿Qué vamos a hacer ahora?"
El general sacudió la cabeza tristemente. "No puedo hacer mucho por ti Princesa, solo puedo guiarte hacia la habitación del trono y ocuparme que ningún youma entre mientras luchas con Beryl y Metalia."
La chica asintió y siguió al general por un pasillo. Rápidamente y sin decir palabra los dos fueron avanzando a través del intrincado laberinto. Por fin Kunzite se paró ante una gran puerta. "Aquí está el salón del trono alteza, os deseo toda la suerte del mundo."
Serena le sonrió, sus grandes ojos azules centelleaban brillantemente. "Gracias. ¿Estás seguro que estarás bien Kunzite?"
El general le devolvió la sonrisa, pero antes de que pudiera replicar, una voz salió de las sombras. "Yo le ayudaré alteza."
Ambos se giraron bruscamente y vieron a la misteriosa Plutón saliendo de las sombras. "¡Setsuna!"
La guerrero sonrió ligeramente. "Os dije que estaría aquí Princesa, ahora será mejor que os vayáis, el sol está a punto de salir y esto tiene que acabar."
Serena asintió ligeramente con la cabeza y entró en el salón del trono justo cuando oyó como rápidas pisadas se acercaban. Con un suspiro, Serena rezó para que sus amigos estuvieran bien y con pasos decididos se adentró más en la habitación donde Beryl la estaba esperando sentada en su trono. "Bienvenida Serenity, te estaba esperando."
En un haz de luz, la Princesa se encontró vestida con su largo vestido blanco.
"No voy a dejar que le hagas nada a este planeta Beryl. Ya deberías saberlo."
La otra mujer rió. "Veo que volvemos a estar en el mismo punto que cuatro años antes. Las cosas no cambian."
La chica sacudió la cabeza. "Al contrario, todo cambia. Todos los guerreros están vivos, la reina Serenity está viva, Endymión está vivo y los generales están vivos. Ves, todo cambia."
Beryl la miró largamente antes de contestar. "Hay un hecho que no ha cambiado, vuelves a estar sola para luchar contra mí, no importa que haya tanta gente viva, todos están durmiendo en estos momentos en sus camas."
Apretando los labios, Serenity asintió. "Esa ha sido mi decisión, no estaban preparados." Beryl sonrió malévolamente. "Eso, ¿o es que no confiabas en ellos?"
Arqueando una de sus delicadas cejas, Serenity sonrió, decidida a no dejarse llevar por los juegos de palabras de la otra mujer. "Puede que tengas razón en eso. No puedo negar que mi confianza en ellos es limitada. ¿Pero que importancia tiene? Mi vida ya no depende de ellos, han jurado proteger a otra y estoy segura que lo cumplirán."
Frunciendo el cejo, Beryl intentó dañar a la muchacha. "Pero te hace daño, eso no puedes escondérmelo."
Serena sonríe tristemente. "Reina Beryl, tampoco intento escondértelo, me hace daño, lo sabes tu, lo saben mis amigos,..."
La mujer sentada en el trono rió cruelmente. "Pero ellos no lo saben y nunca lo sabrán."
Serenity la miró con expresión tranquila. "Vete a saber."
Finalmente cansada de palabras, Bery se levantó. "Vas a morir Princesa."
Serena se encogió de hombros. "¿Y qué? Estoy más que dispuesta a morir por este planeta, siempre lo he estado, y ahora no tengo ninguna razón por la que preocuparme. Si yo muero mi madre tomará el relevo con la ayuda de los guerreros y juntos traerán la paz a la Tierra."
"Y ocuparán el lugar que deberías ocupar tú. Ser soberana de la Tierra, ¿no te parece bonito? Solo hace falta que ocurran unos cuantos incidentes y así será."
La cara de Serena se endureció. "No lo intentes Beryl, quiero demasiado a mi madre para hacer una cosa así."
Beryl la miró intensamente. "¿Aún cuando no te recuerde?"
Serenity asintió firmemente. "Aún así."
Delante de la Princesa apareció el cetro de la Luna que había perdido en la batalla contra Metalia hacía ahora casi cinco años, el Cristal de Plata salió de la nada y ocupó su sitio en el cetro. Beryl se levantó y inmediatamente Serena notó que el espíritu de Metalia ya estaba en ella, preparada para la lucha.
"Vamos a terminar esto de una vez por todas Princesa."
Serena no respondió, simplemente asintió y levantó el cetro en el aire gritando: PODER DEL CRISTAL DE PLATA.
Beryl, a su vez, levantó sus manos y empezó a acumular energía. Cuando las dos estaban preparadas, bajaron las manos bruscamente y la batalla empezó. Pronto el palacio se quedó pequeño para contener la enorme energía que estaban desprendiendo y Metalia se transportó al exterior con Serenity. Poco a poco la Princesa fue perdiendo terreno, hasta ahora no había osado utilizar todo el poder del Cristal para poder mantener la vida, pero al ver que iba perdiendo Serena suspiró y decidió poner fin a esta batalla para siempre. Antes de que pudiera hacer el sacrificio final, una suave voz en su cabeza habló.
"Princesa, deja que te ayudemos."
Las piedras que habían salido de los youmas salieron de su cuerpo y empezaron a dar vueltas alrededor del Cristal de Plata, dándole el poder de todos los planetas del Sistema Solar. Seguido a eso hubo una gran explosión y Serena se vio lanzada al suelo a causa de la onda expansiva. Con un suspiro, la Princesa supo que había ganado y dejó que su cuerpo fatigado se sumiera en la inconsciencia.
Cuando por fin llegó, vio que todo estaba desierto. Un temblor recorrió su cuerpo cuando por fin entró en el edificio. Al final del largo pasillo, Serena distinguió una tenue luz y, decidida, se acercó. Cuando estaba a punto de cruzar el umbral que la llevaría a la otra habitación, una mano le cogió firmemente el brazo y la arrastró hacia las sombras. Justo un momento más tarde, una patrulla de youmas salieron de la habitación y bajaron por el pasillo sin verla ni a ella ni a su misterioso protector. Un poco temblorosa Serena se giró hacia su salvador y se quedó de piedra al reconocer al último de los generales, Kunzite, que la estaba mirando con una sonrisa en sus ojos azules.
"Deberíais ir con más cuidado Alteza."
El general soltó su brazo y la Princesa se separó unos pocos pasos. "Gracias Kunzite, ¿pero por qué lo has hecho?"
El hombre se inclinó ligeramente ante ella y con voz suave contestó la pregunta. "Princesa Serenity, ya hace tiempo que no estoy bajo la influencia de Beryl, desde que renací, esa tirana ya no ha tenido poder sobre mi persona, pero considerando mi posición como uno de sus hombres de confianza pensé que podría quedarme aquí y vigilar todas sus acciones."
Serena miró un poco desconfiada los ojos de su salvador, en ellos no pudo ver ni rastro del sadismo y la crueldad que solía haber en ellos. Contenta con el resultado Serena sonrió. "¿Qué vamos a hacer ahora?"
El general sacudió la cabeza tristemente. "No puedo hacer mucho por ti Princesa, solo puedo guiarte hacia la habitación del trono y ocuparme que ningún youma entre mientras luchas con Beryl y Metalia."
La chica asintió y siguió al general por un pasillo. Rápidamente y sin decir palabra los dos fueron avanzando a través del intrincado laberinto. Por fin Kunzite se paró ante una gran puerta. "Aquí está el salón del trono alteza, os deseo toda la suerte del mundo."
Serena le sonrió, sus grandes ojos azules centelleaban brillantemente. "Gracias. ¿Estás seguro que estarás bien Kunzite?"
El general le devolvió la sonrisa, pero antes de que pudiera replicar, una voz salió de las sombras. "Yo le ayudaré alteza."
Ambos se giraron bruscamente y vieron a la misteriosa Plutón saliendo de las sombras. "¡Setsuna!"
La guerrero sonrió ligeramente. "Os dije que estaría aquí Princesa, ahora será mejor que os vayáis, el sol está a punto de salir y esto tiene que acabar."
Serena asintió ligeramente con la cabeza y entró en el salón del trono justo cuando oyó como rápidas pisadas se acercaban. Con un suspiro, Serena rezó para que sus amigos estuvieran bien y con pasos decididos se adentró más en la habitación donde Beryl la estaba esperando sentada en su trono. "Bienvenida Serenity, te estaba esperando."
En un haz de luz, la Princesa se encontró vestida con su largo vestido blanco.
"No voy a dejar que le hagas nada a este planeta Beryl. Ya deberías saberlo."
La otra mujer rió. "Veo que volvemos a estar en el mismo punto que cuatro años antes. Las cosas no cambian."
La chica sacudió la cabeza. "Al contrario, todo cambia. Todos los guerreros están vivos, la reina Serenity está viva, Endymión está vivo y los generales están vivos. Ves, todo cambia."
Beryl la miró largamente antes de contestar. "Hay un hecho que no ha cambiado, vuelves a estar sola para luchar contra mí, no importa que haya tanta gente viva, todos están durmiendo en estos momentos en sus camas."
Apretando los labios, Serenity asintió. "Esa ha sido mi decisión, no estaban preparados." Beryl sonrió malévolamente. "Eso, ¿o es que no confiabas en ellos?"
Arqueando una de sus delicadas cejas, Serenity sonrió, decidida a no dejarse llevar por los juegos de palabras de la otra mujer. "Puede que tengas razón en eso. No puedo negar que mi confianza en ellos es limitada. ¿Pero que importancia tiene? Mi vida ya no depende de ellos, han jurado proteger a otra y estoy segura que lo cumplirán."
Frunciendo el cejo, Beryl intentó dañar a la muchacha. "Pero te hace daño, eso no puedes escondérmelo."
Serena sonríe tristemente. "Reina Beryl, tampoco intento escondértelo, me hace daño, lo sabes tu, lo saben mis amigos,..."
La mujer sentada en el trono rió cruelmente. "Pero ellos no lo saben y nunca lo sabrán."
Serenity la miró con expresión tranquila. "Vete a saber."
Finalmente cansada de palabras, Bery se levantó. "Vas a morir Princesa."
Serena se encogió de hombros. "¿Y qué? Estoy más que dispuesta a morir por este planeta, siempre lo he estado, y ahora no tengo ninguna razón por la que preocuparme. Si yo muero mi madre tomará el relevo con la ayuda de los guerreros y juntos traerán la paz a la Tierra."
"Y ocuparán el lugar que deberías ocupar tú. Ser soberana de la Tierra, ¿no te parece bonito? Solo hace falta que ocurran unos cuantos incidentes y así será."
La cara de Serena se endureció. "No lo intentes Beryl, quiero demasiado a mi madre para hacer una cosa así."
Beryl la miró intensamente. "¿Aún cuando no te recuerde?"
Serenity asintió firmemente. "Aún así."
Delante de la Princesa apareció el cetro de la Luna que había perdido en la batalla contra Metalia hacía ahora casi cinco años, el Cristal de Plata salió de la nada y ocupó su sitio en el cetro. Beryl se levantó y inmediatamente Serena notó que el espíritu de Metalia ya estaba en ella, preparada para la lucha.
"Vamos a terminar esto de una vez por todas Princesa."
Serena no respondió, simplemente asintió y levantó el cetro en el aire gritando: PODER DEL CRISTAL DE PLATA.
Beryl, a su vez, levantó sus manos y empezó a acumular energía. Cuando las dos estaban preparadas, bajaron las manos bruscamente y la batalla empezó. Pronto el palacio se quedó pequeño para contener la enorme energía que estaban desprendiendo y Metalia se transportó al exterior con Serenity. Poco a poco la Princesa fue perdiendo terreno, hasta ahora no había osado utilizar todo el poder del Cristal para poder mantener la vida, pero al ver que iba perdiendo Serena suspiró y decidió poner fin a esta batalla para siempre. Antes de que pudiera hacer el sacrificio final, una suave voz en su cabeza habló.
"Princesa, deja que te ayudemos."
Las piedras que habían salido de los youmas salieron de su cuerpo y empezaron a dar vueltas alrededor del Cristal de Plata, dándole el poder de todos los planetas del Sistema Solar. Seguido a eso hubo una gran explosión y Serena se vio lanzada al suelo a causa de la onda expansiva. Con un suspiro, la Princesa supo que había ganado y dejó que su cuerpo fatigado se sumiera en la inconsciencia.
