capítulo: Tres

El idiota, como muchos ya deben haber adivinado, era Sirius Black. No tuve la oportunidad de platicar con él durante mucho tiempo: no me caía bien, no le caía bien. Tan simple como eso. Así que mi primer contacto con él no fue hasta un año después: la primera vez que decidió que burlarse de mi sería un hobby ideal para los ratos libres. No es que me importara realmente, pero no soporto ser humillado. El problema es que nunca aprendí a defenderme propiamente, y tuve que sucumbir a todas las torturas que me infligieron Black y sus amigos. Lupin era uno de ellos, y aunque siempre se mantuvo al margen de todo, tampoco fue de gran ayuda. Fueron tiempos difíciles de los que no me gustará hablar jamás. Sin embargo, sobreviví. Decidí quedarme la mayor parte del tiempo en la biblioteca o en la sala común.

Fue en esta última que conocí a Lucius Malfoy personalmente. Digo personalmente porque ya sabía yo de él desde hace mucho tiempo, antes de Hogwarts, antes siquiera de que muriera mi madre. No porque hubiese hecho nada importante, más bien porque descendía de una familia tan singular como la de los Malfoy, y había gran expectativa de que fuera tan importante como lo había sido su padre. Estábamos solos, sin nada que hacer, no quedaba más remedio que platicar. Y lo primero que me dijo fue:

- ¿Conoces a Tom Riddle?

- Un chico de buena reputación, según entiendo, que ha desaparecido de cualquier noticia desde que salió de Hogwarts, ¿no es así? - respondí.

- Perfectamente.

Hubo una corto silencio, que no pareció incomodarle al chico en absoluto.

- Lo conocí cuando tenía tu edad, - prosiguió — una persona realmente adorable.

- Sin embargo no ha habido muy buenos comentarios sobre él últimamente


Era cierto. En El Profeta había leído varios artículos criticando el que había rechazado el puesto de ministro de magia, el que se había ido de Inglaterra sin dejar rastro.

- Ciertamente no está teniendo mucho éxito en estas fechas, pero... tendrías que verlo por ti mismo, entonces sabrías que no es lo que las personas consideran que es.

Su mirada fría me trató de decir algo, pero, como ya he dicho, interpretar las miradas no es lo mío. Malfoy lo entendió, así que trató de explicarse con palabras.

- Si quisieras, podría ayudarte a conocerlo... - se quitó un mechón rubio del rostro, y me miró, expectante.

- Yo... por el momento no tengo ninguna necesidad de hablar con él, gracias.

Eran palabras torpes, pero fueron suficientes para Lucius.

- Nos vemos aquí el próximo viernes, a las doce de la noche con catorce minutos... si es que cambias de opinión. Buenas noches.